―Acepto tu prueba. Aquí finaliza la segunda fase del Examen de Maestría. ―Fátima contuvo un suspiro de alivio y tuvo que recordarse que eso no significa que había superado nada, pero al menos se había quitado un gran peso de encima―. Iniciaremos la tercera y última parte en un rato, cuando vuelva Lyn.
Fátima se alegró al saber que no lo harían sin ella. Ronin no le dijo a dónde había ido Lyn, pero sí que podía ir a donde le apeteciera con tal de que no dejara la sala, así que, sin nada mejor que hacer, se sentó en la mesa de su pupitre, sosteniendo con cuidado la muñeca con una mirada ausente. De tanto en tanto observaba de soslayo a Ronin y a Iwashi, que comentaban algo en voz baja. Trató de no pensar en qué estarían diciendo, aunque casi seguro que hablaban de su Examen, y clavó los ojos en la muñeca. La acarició con suavidad.
No sabía cómo le había podido costar tanto sacar la respuesta, cuando llevaba allí mucho tiempo. Demasiado. Sonrió con tristeza. Había necesitado que Clío pasara un mal rato y que dos niñas pequeñas medio muertas de hambre le recordaran que el mundo no giraba a su alrededor. Un poco patético.
Seguía asustada, pero ya no tan indecisa. ¿Cómo podía estarlo cuando ahí fuera había gente muriendo? Si no lograba aprobar, cumpliría lo que había dicho y volvería a intentarlo. Sería una decepción, pero no podía rendirse así, sin más. No cuando estaba en su mano hacer algo. Algo bueno.
Algo correcto.
Estaba empezando a inquietarse y a revolverse en el asiento cuando escuchó un paso acelerado y seco que reconoció. Se volvió para ver entrar a Lyn, que se acercó directamente a ella.
―La tercera prueba es una demostración de fuerza.
A Fátima, se le cayó el alma a los pies.
«No me jodas…»
Por suerte, Lyn no le dio tiempo a desesperarse o indignarse:
―No fuerza bruta, sino capacidad de lucha. Un Maestro tiene que demostrar que sabe desenvolverse bien contra los enemigos de la Orden. En este caso, contarás con ventaja: tú misma elegirás a tu adversario. Debe ser uno de los Maestros o el otro candidato, no puedes escoger a ningún otro aprendiz.
Estaba considerando que aquella prueba le parecía la más lógica, al menos dentro de lo que había esperado, cuando Lyn añadió lo de que debía escoger a un Maestro para enfrentarse a él. Le huyó la sangre de la cara.
—Es más simple de lo que parece. Como te he dicho, será una simple muestra. Ronin o yo seremos el árbitro y finalizaremos el combate cuando hayamos visto lo suficiente. No será largo, descuida, sabemos que puede estar algo descompensado. Lo importante es que demuestres lo que vales.
—Ah… Bueno… —Tragó saliva y no supo qué más decir.
—Ahora piensa en quién quieres que sea tu rival y lo llamaremos para que venga.
Lyn se alejó, dándole espacio para pensar. Y menos mal, porque necesitaba decidirlo bien. Sin duda, los Maestros tendrían en cuenta a quién escogería como su rival, por lo que Derhe Yeno quedaba descartado —tampoco había tenido intención de elegirlo—. Cualquiera de los Maestros sería todo un desafío. Contra Akio, Yami y Rebecca casi nunca había luchado, por lo que era jugar sobre terreno resbaladizo. Rebecca, quizás, sería una buena opción, pero no la conocía bien y no tenía sentido que la escogiera. Akio sin duda le haría la vida imposible y Yami… Era demasiado imprevisible.
Quedaban entonces los presentes.
Iwashi puede que constituyera un buen reto. No sabía nada de ella, excepto que creía que estaba especializada en cuerpo a cuerpo o en armas blancas. Podría usar su magia para atacarla desde lejos. Era, sin embargo, una opción arriesgada, en especial si quería demostrar sus habilidades. Podía terminar fastidiándola.
Luego estaban Ronin y Lyn. No sabía qué pensarían si escogía a Ronin. Quizás que era una prepotente. Pero si iba a por Lyn, cabía la posibilidad sospecharan que tiraba de favoritismo… Aunque eso sería más bien si Lyn fuera la árbitro, ¿no?
Se retorció con un mechón de pelo hasta hacerse daño, pero apenas sí prestó atención. Cuando la cabeza empezó a darle vueltas por la angustia, cerró los ojos y resistió las ganas de abofetearse. No podía adivinar el futuro, ni tampoco saber qué pensaban los Maestros de ella. Sólo intentar hacerlo lo mejor posible.
Miró a Lyn.
Entrenaba con ella casi todos los días. Conocía sus movimientos y Lyn los suyos. Sería lo más equilibrado que podría intentar conseguir. Se acercó a ella, con la boca seca, y dijo:
—Maestra… Me gustaría enfrentarme a usted.
Lyn no puso objeciones y fue a hablar con Ronin. Fátima dejó la muñeca en el pupitre y se mordisqueó los labios. El pulso se le estaba acelerando y un sudor frío le resbalaba por la espalda. Por fin había llegado al final. Quizás todo dependiera de esa prueba. Tenía que hacerlo bien, tenía que mentalizarse. No podía fallar.
Controló su respiración cuando Lyn volvió a aproximarse y le sorprendió darse cuenta de que estaba intentando distender la tensión. No pudo menos que sonreír, agradecida.
―Adivina qué: Derhe ha sido suspendido. No se le hará formalmente la tercera prueba. De hecho, ahora está ocupado reparando el lío en el que nos ha metido.
—¿Qué ha hecho?—preguntó, recordando las carcajadas de Ronin y la mala cara de Iwashi.
―Se le ocurrió la idea de traernos una aguja… del Big Ben. Por si eso fuera poco, se coronó con un discursito sobre que representaba la guía que él mismo sería para los futuros aprendices.
Fátima abrió la boca y estuvo a punto de lanzar una carcajada aguda, casi histérica, pero no fue difícil percatarse del mal humor de Lyn y se tragó la risa. Se llevó una mano a la boca, abriendo exageradamente los ojos, mientras intentaba no estallar.
—Por Dios, ¿una aguja… cómo se le ocurre…?—dijo con un hilo de voz—. [color=#BF00BF]Espero que no lo viera nadie—añadió, un poco más seria y cierta alarma—. ¿Cómo diantres lo ha hecho?
Esperó por si Lyn quería descargarse un poco sobre Derhe Yeno—mejor ahora que después, cuando se enfrentara a ella— y luego dijo:
—Muchas gracias por todo lo que ha hecho hasta ahora por mí. Espero que, apruebe o no… Haga que se sienta orgullosa.
Después anunció que estaba preparada.
Ronin les pidió que se pusieran la una frente a la otra, con unos diez pasos de diferencia. Fátima se restregó las manos sudadas contra los pantalones y creyó que iba a desmayarse. En su lugar flexionó las piernas, estiró un poco los músculos y respiró hondo. El corazón le latía a mil por hora.
«Algo rápido e intenso.»
―Recordad, no habrá ganador, solo verdades. Pues cuando dos iguales se enfrentan, emerge su verdadera naturaleza.
Ya le gustaría a ella ser igual a Lyn.
―¿Preparadas?
«No.»
—Y…
Se puso en guardia. Durante un segundo, todo se detuvo a su alrededor, incluso su corazón. Sólo estaban ella y Lyn, mirándose fijamente la una a la otra.
—¡Ya!
Fátima materializó lanzó un Aqua contra Lyn. Seguramente esperaba algo así, por lo que la detendría con algún escudo o la esquivaría sin prestarle demasiada atención, pero no importaba, porque sólo necesitaba unos instantes de distracción y empezó a retroceder para atraer a Lyn.
«¡Sólo unos segundos, sólo unos…!»
Le daba la impresión de que se desplazaba tan lento como si hubiera caído en medio de un frasco gelatina. En contraste, el corazón le iba a estallar en el pecho. Lo único que conseguía controlar, más o menos, era su respiración.
Invocó, entonces, a Ondina detrás de Lyn —si era posible— y ordenó que la atacara por la espalda. A esas alturas, probablemente, su Maestra ya casi estuviera encima de ella, por lo que Fátima se preparó para saltar hacia atrás y esquivar lo más rápido que pudiera el ataque de Lyn.
Dependiendo de si Ondina conseguía atacar a Lyn o si esta la destruía parcialmente, Fátima actuaría de dos formas distintas:
Si Ondina conseguía atacar a Lyn, invocaría su Dragón de agua y lo arrojaría contra la mujer, aprovechando que no podría esquivar su ataque con tanta facilidad. Intentaría manipularlo para acertarla, si no de lleno, al menos de refilón. Casi a la vez, si aun le daba tiempo, prepararía una Serpe acuática para atacarla desde un punto ciego.
En caso de que Lyn se deshiciera de Ondina, Fátima invocaría un Oleaje antes de que la Maestra pudiera volver a centrar su atención en ella y se arrojaría sobre la mujer. Después, aprovechando el impulso, y esperando haber derribado o hecho retroceder a Lyn, se alejaría e invocaría un Tirabuzón que haría girar a su alrededor. Esperaría a ver un hueco para atacar con uno de los brazos a Lyn para desviarla o hacerle perder el equilibrio y con el otro trataría de acertarla con un ataque directo.
Sólo podía esperar que su plan no fallara estrepitosamente.
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