El día anterior, los padrastros de Fyk habían vuelto de una dura misión que había consistido en la captura de un duro criminal del espacio, por lo que las historias que éstos solían relatarles a él y a su hermanastra al regresar no se habían hecho de esperar. Seres de oscuridad devoradores de corazones, niños cazando piratas, sirenas ligando con hombres bien guapos... Sin duda, había sido toda una aventura, aunque tenía ciertos puntos inverosímiles muy difíciles de imaginar. No obstante, dichas historias no podían hacer otra cosa que emocionar a los oyentes, sobre todo a los más pequeños del hogar que tenían dentro de la gran nave.
A la mañana siguiente, Fyk se enteró de que el misterioso guerrero que había batallado con sus padrastros se encontraba en la nave, es decir, se lo habían traído consigo, a pesar de no pertenecer a la Federación Galáctica. Decían, además, entre las familias residente en la nave, que se trataba de un monstruo, cuya raza era la "humana". Algo fuera de lo común, sin duda. Y el nombre era feísimo.
Aún era por la mañana cuando el padre de Fyk le mandó ir a ver a la Gran Consejera, para entregarle un sobre con el informe de la misión que habían llevado a cabo. Si mencionó algo sobre el "humano", podía ser tanto bueno como malo. Pero, ante todo, antes que sobre eso, le advirtió tener cuidado con el sobre.