Kazuki me dio un artilugio cuyo funcionamiento me explicó con una representación gráfica. Cuando se tocó el cuello y accionó el mecanismo, una luz cegadora lo envolvió para, cuando se había desvanecido, revelar a la misma persona... esta vez revestida con una armadura imponente.
-Ay, madre.
Cada vez me sorprendía más. No podía creer lo que pasaba, pero al mismo tiempo sabía que era tan real como yo mismo. Me dispuse a asir con fuerza la pieza metálica que me había entregado Kazuki y me la puse en el brazo, entre el codo y el hombro.
-¿Así que... eh...?
Toqueteé la pieza un poco para descubrir cómo activaba la armadura. Pasé la mano por encima y, antes de darme cuenta, una luz muy parecida a la que me acaba de cegar desde Kazuki me envolvió... Para cuando se había apagado, no pude evitar soltar un breve chillido de emoción al ver lo que llevaba puesto.
(Off-rol: Algo así, bueno, no es que mis dotes de dibujante estén muy desarrolladas xD) Lo que llegaba a ver de mi armadura en primera persona eran unos brazos de color azul grisáceo metálico apagado, de diferentes tonos según la parte de la coraza. Rodillas y codos presentaban un tono fosforescente que me recordaba a las marcas que tenía en mi cabeza desnuda. El visor del casco me ayudaba a centrar la vista en un punto concreto...
Molaba bastante.
Me subí a mi Llave Espada, dispuesto a seguir a Kazuki dondequiera que me fuese a guiar. Comenzaba una parte de mi vida... ¿o quizás comenzaba mi vida?
-¡Nos vamos, entonces! -exclamé, sin contener mi euforia.
No pude evitar mira atrás, obviamente. Allí dejaba a las personas que me habían acogido como si fuese de su familia... Yuleola... Karr... y Kaara. Gracias a ellos era lo que era en aquel momento. Gracias a ellos había tomado la decisión de embarcarme en el mayor viaje de mi vida. Gracias a ellos, era un portador de la Llave Espada.
Haría que viesen lo que podía hacer.
Haría que supiesen a dónde llegaba mi potencial.
Haría que se sintiesen orgullosos de mí.