por Nell » Dom Ene 08, 2012 1:16 am
Al agarrar el mango que le tendía Yami, aceptando su proposición, esta desapareció de sus manos y reapareció en las de su auténtica dueña. Sin embargo, dejó una extraña sensación en el chico… quizá alivio, quizá calma o… poder.
—Tendrás que venir conmigo, aceptar nuestras normas. ¡Uy, uy, uy, las normas! ¡No te las he dicho! Da igual, da igual, son fáciles, las acatarás sin problemas, claro, claro. ¿O no? Espero que sí… —divagó—. Sígueme y te las explicaré. O no. Pero sí, diría que sí…
Yami salió de la sala, seguida de Enok, perdiéndose por el laberinto de túneles. No obstante, fue directa hacia la salida, como si ya se lo conociera al dedillo. Por el camino, le fue explicando lo que le había prometido al muchacho.
—Al igual que tú, pero no que yo, el resto de la gente no conoce la existencia de otros mundos, y así debe seguir siendo porque… porque… lo dice Ronin, o alguien lo dijo una vez, no sé, no sé. Tampoco puedes intervenir en asuntos de otros mundos, claro. Eso es lógico. Nadie quiere que la gente de otro mundo piense que eres un cotilla, o una cotilla, o que no lo piense.
Finalmente, llegaron a la salida más próxima. Volvieron a ver la luz del sol y, ya en el exterior, Yami se paró.
—Vivirás con otros como tú… Otros aprendices que, por azar, o por no azar, también son portadores del arma legendaria… Así que tendrás que despedirte de Villa Crepúsculo, aunque podrás volver cuando quieras… ¿No hay nadie a quien tengas que decírselo? Yo te esperaré aquí. Si quieres, claro, a lo mejor has cambiado de opinión, o no lo has hecho…
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