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Pocos eran los corazones en Villa Crepúsculo que guardaban deseos y emociones negativos, pero entre ellos, sin duda alguna, destacaba el de Enok. La muerte de su única amistad fue suficiente para llenar con su dolor las sombras de una oscuridad cada vez mayor en el joven. Y, poco a poco, éstas fueron cubriendo y superando a la luz.
Día tras día, la muerte de Rosa seguía impoluta para su asesino. Rosa clamaba venganza. Enok clamaba venganza. Y, sin embargo, supiera el muchacho quién era el asesino, el culpable, o no, nunca avanzaba en sus oscuros planes. Encerrado en aquella ciudad donde el atardecer era tan bello que dolía, poco podía hacer.
Por eso, probablemente sintiera curiosidad cuando, una mañana, su madre le entregó una carta que se había colado por debajo de la puerta dirigida a él. Decía:
Me encontrarás donde la luz no llega.
El sitio más subterráneo de la ciudad.
Atentamente, Alguien.