—Toc toc ¿Interrumpo algo?
Ante las sarcásticas palabras de Hiro, pronunciadas apenas giró el recodo para intervenir en la conversación de tan extraño par, un par de ojos negros se posaron sobre él, enmarcados en una expresión de profunda ira. Russell gruñó al verle allí parado y, de una manera, riéndose de él. Apretó sus puños con fuerza.
Lyn, por otra parte, no se inmutó en lo más mínimo. Hiro notó que le daba la espalda, pero sus orejas estaban un poco inclinadas en su dirección. Seguramente le había escuchado llegar antes de que hubiese articulado palabra alguna. Lo que sólo podía significar una cosa: no tenía objeción alguna en tenerlo allí.
—Podeis seguir, pero si no os importa yo me quedare aquí a observar. Suena interesante todo eso de las "Llaves-Espada" y los "Corazones" y todo eso... Estas cosas no se ven todos los días —expresó el mestizo, sentándose en el suelo, no sin antes dedicarle unas palabras más a Russell, quien sólo respondió apretando sus dientes.
—Sencillamente no comprendes, Inukai —dijo finalmente la Maestra, sin girarse hacia el joven. Con un rápido movimiento, extendió su brazo a un lado, mostrando que llevaba su peculiar arma con ella—: Esto es un asunto que sólo concierne a los más fuertes, como el joven de aquí que te derrotó con tanta sencillez en un duelo.
Sin previo aviso, la guerrera se permitió girar su cuello un poco y mostrarle una ligera y orgullosa sonrisa al mestizo. Luego, lanzó su arma hacia atrás, apuntando a un lado de donde Hiro se había sentado. El joven la miró confundido, pero ella no dijo nada más sino:
—Pero la fuerza puede venir de muchos otros lugares... Haz lo que debes, Hiro Inukai.