[Prólogo] La victoria sabe a ambrosía

[Axelpower]

No podía creer lo que estaba oyendo. ¿29 segundos? ¿En serio? Mucho entrenamiento iba a necesitar para poder igualar un tiempo así, y muchísimo más para mejorar ese último segundo que me permitiera superarlo.

Observé la medalla de oro que Rebecca me tendía. En ella podía apreciarse el símbolo del Coliseo, una nube de la que cae un rayo, y una chapa en la que había sido grabado el siguiente texto:


Medalla de oro
Prueba de los barriles
29.56 segundos

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No es exactamente controlar al NPC, pero igual no puedo decidir el diseño de las medallas del Coliseo. Si es así, dímelo y lo editaré

El brillo de aquella medalla me cautivó. El reluciente oro de la que estaba formada me atraía como si fuera un tesoro que durante toda mi vida hubiera estado buscando, y el símbolo del Coliseo que la acreditaba como obtenida en una competición oficial me maravillaba de la misma forma que las copas que había visto en el pequeño hall de la entrada.

Desde pequeño, siempre había sido mi sueño conseguir un título que pudiera demostrarle a la gente que realmente tenía talento, que realmente tenía potencial. Pero ahora que estaba viendo uno con mis propios ojos, que había podido comprobar que era posible obtener uno y que no se trataba de una meta inalcanzable, estaba más dispuesto que nunca a conseguir que uno llegara a mis manos. Cualquier esfuerzo, por duro que fuera, valdría la pena, si el premio era el reconocimiento de la gente.



Eché un vistazo por toda la arena, buscando algo que me permitiera ponerme a entrenar ya mismo. Entonces, en uno de las esquinas que más lejos se encontraba de la entrada, vi un enorme montón de barriles apilados en varias columnas. Me dirigí hacia allí, dispuesto a volver a colocar los barriles como lo estaban para la prueba y volver a intentar romperlos todos, intentando superar mi récord. Basándome en los pequeños errores que había cometido en el primer intento, y que sabía que no volvería a cometer, podía recortar sin problemas dos o tres segundos. Si tenía algo de puntería y conseguía que los barriles golpearan a otros al salir disparados, provocando destrucciones en cadena, podía recortar dos más, aunque con algo más de dificultad. Y, si intentaba con alguna de las técnicas que llevaba un tiempo mejorando, podía recortar otros tres, pero si la técnica me salía mal perdería demasiado tiempo.


En ese momento, me detuve en seco y me paré a analizar con calma mis posibilidades: 45 segundos, menos los dos o tres que la experiencia me permitiría recortar, los dos del efecto en cadena y los tres de las nuevas técnicas, podía recortar como mucho ocho segundos, y mi tiempo quedaría en 37. Seguía estando muy distante del tiempo de Rebecca. No iba a poder recortar dieciséis segundos en unas pocas horas, y sin ningún entrenamiento programado. Necesitaría organizar mis rutinas de ejercicios, y practicar como mínimo una semana a buen ritmo antes de volverlo a intentar. Y aun así, necesitaría bastantes intentos. Me puse a pensar: ¿qué más podría hacer para mejorar mi tiempo?


Entonces, me giré y miré a aquella esquina pegada a las gradas en la que apenas podía apreciar a quienquiera que allí se sentara. Rebecca seguía allí, arrinconada, observándome. Volví hacia donde ella se encontraba dispuesto a pedirle consejo, aunque tal vez le hubiera molestado que me olvidara de ella y la dejara allí tirada, sin más. Aunque al menos tenía que intentarlo.



-Siento mi grosería largándome de repente, pero es que cuando se trata de entrenamiento me olvido de todo lo demás- le dije con sinceridad y una expresión alegre, intentando aliviar la tensión que podría haber creado.- Sé que puede que sea muy directo, y que posiblemente tengas cosas más importantes que hacer, pero ¿podrías darme unos cuantos consejos sobre el entrenamiento a seguir para poder mejorar mi tiempo.?

De repente, y sin ni siquiera darle tiempo a responder, se me ocurrió una idea mucho mejor, y que me serviría muchísimo más para entrenar. A pesar de que era mucho más brusca, no perdía nada por intentarlo.


-Si... Si no te importa... ¿Podrías hacerme una demostración de cómo lograste tan buen tiempo? No hay mejor forma de entrenar que aprendiendo de los mejores.

[Zee]

Axel casi se lanzó hacia adelante cuando le pidió a Rebecca que lo honorara con una demostración de sus habilidades, imitando lo que el joven había hecho hacía unos minutos. La chica, sin embargo, volvió a sobresaltarse, sinceramente alarmada, ante la brusquedad del oro. Volvió a titubear y frotar sus manos, mientras sus ojos iban de un lado a otro frenéticamente, como si no mirar a Axel pudiese tranquilizarla... evidentemente, no lo hizo.

—Ummm... yo... emm... ah... yo... YO... —balbuceó agitada. Comenzó a temblar y a perder el aliento, y su mirada no parecía quedarse quieta. ¿Iba a entrar en shock o sufriría de convulsiones?

De pronto, la joven empujó a Axel al frente y se alejó de él de un salto. ...de un increíble e inhumano salto que casi la lleva al centro de la arena. Cualquier ciudadano de Tebas inmediatamente la hubiese inmortalizado en los mitos como una semidiosa hija de Hermes, pues de sus pies parecieron brotar alas que la llevaron como flotando hasta el lugar de su aterrizaje.

— ¡Simplemente no puedo! —gritó—. ¡Y no insistas más! ¡Tengo prohibido mostrar mis habilidades!

[Axelpower]

-Diosmíodiosmíodiosmíodiosmíodiosmíodiosmío. La he cagado pero bien

Sabía que de todas las frases que podía haber dicho en ese momento, esa estaría de las últimas en la lista de "Más adecuadas", pero desde luego no pude evitar que se me escapara. Vale que tal vez estaba siendo un poco insistente e impetuoso, pero nunca pensé que fuera a tomárselo tan mal.


Entonces, un cúmulo de sensaciones y preocupaciones empezó a pasearse por mi mente, sin que pudiera ser capaz de ordenar cuál tenía preferencia en mis ganas de conocimiento o cuál me había extrañado más.


Primero de todo, e intentando solucionar aquel error que me hacía sentir inevitablemente culpable, me preocupó mucho su reacción. Parecía haberle afectado mucho mi insistencia, hasta el punto de haberla dejado al borde de un ataque de ansiedad o algo similar. No pretendía causarle ningún mal, simplemente tenía una curiosida difícil de saciar, que se veía expandida hasta límites insospechados cuando encontraba la posibilidad, por pequeña que fuera, de encontrar alguna forma de mejorar mi fuerza y mis habilidades. Y aun así, no podía evitar sentirme mal por ser causante de tal reacción.




Después, cuando pude despejar un poco la culpabilidad de mi cabeza, me di cuenta de dónde había logrado situarse Rebecca de un solo salto. ¡Había cruzado prácticamente la mitad del recinto! ¿Cómo demonios había logrado algo así? En muchos torneos había visto a jóvenes con la capacidad de pasarle por encima con un simple salto, y había oído hablar de grandes luchadores de las categorías absolutas que sin ningún esfuerzo eran capaces de alcanzar casi los tres metros si realmente estaban en forma. Pero jamás habría sido capaz de imaginar que una persona podría tener la suficiente potencia en las piernas como para alcanzar tal altura y longitud sin siquiera coger impulso. Además, el aterrizaje había sido tan natural y grácil que al verlo me dio la sensación que me encontraba frente a un ángel, que descendía de los cielos agitando sus alas con suavidad y calma, como si el tiempo se detuviera a su alrededor. Me sentí maravillado por tal habilidad, como nunca lo había estado por una capacidad física.

Observé curioso sus piernas, ahora que al encontrarse de pie podía hacerlo sin problemas. No parecían las piernas de un guerrero, y no tenían la suficiente tonificación o musculatura como para haber logrado de forma natural el impulso necesario. Repetí interiormente la pregunta que me había realizado al asimilar su enorme salto. ¿Cómo demonios había logrado algo así?

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No sé si me equivoco, pero mirando la foto no parece que Rebecca tenga unas piernas musculosas y fuertes, así que no creo que pase nada porque lo describa así. Si hay algún problema, coméntalo en tu siguiente post

Finalmente, me paré a pensar en lo que había dicho. "— ¡Simplemente no puedo! ¡Y no insistas más! ¡Tengo prohibido mostrar mis habilidades!"

¿"Tengo prohibido mostrar mis habilidades"? ¿Quién podía prohibirle algo así? ¿Y porqué? Por más que le daba vueltas, no se me ocurría nadie que pudiera obligarla a algo así. A lo sumo, su entrenador en el caso de que fuera excesivamente estricto, pero incluso así era algo extraño. Y, lo más fuerte de todo: tenía prohibido mostrar sus habilidades, pero no había tenido problema alguno en realizar tan espectacular salto. ¿Es que acaso sus auténticas habilidades eran muchísimo más impresionantes y poderosas que un salto de tal tamaño?



Me morí de ganas de preguntarle todo aquello, y muchas cosas más. Pero después de su reacción anterior, decidí que ya la había presionado bastante. Me había pasado, y eso es algo que tenía que remediar.


Me acerque hacia donde ella se encontraba después de su enorme salto, cerca del centro de la arena. Una vez allí, me quedé observándola fijamente, antes de poder articular palabra. A pesar de que lo último que quería era ponerla nerviosa una vez más, no podía evitar mirarla con admiración y respeto. Cualquier persona con tales capacidades merecía el mejor trato posible.

Entonces me fijé en que tenía unas marcadas cicatrices en el lado derecho de la cara. Inexplicablemente, no me había dado cuenta hasta ahora, supongo que debido a que me encontraba absorto en mi entrenamiento y en el afán por progresar y mejorar. Pero una vez vistas, no podía quitarles el ojo de encima. Sentí ganas de preguntarle por ellas, de averiguar la historia que se encontraba detrás de aquella marca, pero por encima de todo sentía ganas de solucionar mi error. Ya habría tiempo para más en otro momento.


La miré a los ojos con seriedad y arrepentimiento, y pronuncié las palabras que más sentía y necesitaba decir en ese instante.


-Siento muchísimo cualquier molestia y problema que haya podido causarte. En absoluto era mi intención agobiarte, pero es que me vuelvo tremendamente curioso e impaciente cuando veo que tengo la posibilidad de mejorar mi entrenamiento. De verdad te digo, que lo siento con toda mi alma. Espero que puedas perdonarme.

[Zee]

—¿Eh...? —balbuceó Rebecca, volviendo a repetir su acción de mirar de un lado a otro frenéticamente. Cuando se dio cuenta que había llegado casi al centro (por lo menos en el eje horizontal) de la arena, no pareció sorprenderse por haberlo hecho, pero sin duda provocó una reacción en ella. Alternando la mirada entre sus pies, la esquina donde se hallaba y Axel, cada vez de una manera más veloz, pareció estar a punto de perder la compostura una vez más—. No... nonono... —se lamentó la chica en voz baja.

Axel no mencionó lo fascinante que le había resultado aquella muestra de habilidades en la chica, pero era fácilmente reconocible el asombro y la admiración en su expresión. Aquello, por alguna razón, parecía hacerla sentir todavía peor. Más en control sobre sus emociones que antes, pero no menos nerviosa, Rebecca escondió su rostro entre sus manos, como si estuviese llorando. No se escuchó ningún sollozo, sin embargo.

Sumergida en lo que parecía una crisis mental, la joven apenas escuchó al otro muchacho disculparse con ella y explicarle el porqué de su actitud, aunque una sencilla palabra se las arregló para romper aquella muralla que la chica había levantado sobre su mente. Cuando, después de pedirle perdón, Axel repitió por segunda o tercera vez cuánto se emocionaba al entrenar, la joven abrió un poco sus dedos para mirarlo a los ojos.

—¿Te... te gusta mucho... entrenar...? —preguntó Rebecca, descubriéndose finalmente el rostro... o por lo menos el lado izquierdo de él, para dirigirle una tímida mirada y una pequeña, aunque de cierto modo radiante media sonrisa—. Porque... yo también entreno... —añadió, con un tono de voz suave y mucho más dulce—. A Fil le pedí... un... un compañero... y...

[Axelpower]

Una sola frase. Le bastó con una sola frase para lograr que concentrara aún más, si eso era posible, mi atención en ella.

-A Fil le pedí... un... un compañero... y...

Le había pedido un compañero a Fil. Un compañero para entrenar. Y me lo había dejado caer, así de repente. Eso era una clarísima indirecta que indica que está, como mínimo, algo interesada en que yo fuera su compañero.

¡Compañero de entrenamiento de alguien con tan buenas habilidades físicas! ¡Después de tantos años, al fin los Dioses habían escuchado mis súplicas!

Estaba que no cabía en mí de gozo. Solamente el hecho de pensar que podía llegar a alcanzar, o como mínimo a intentarlo, un potencial como el que Rebecca había mostrado tan sólo unos segundos antes, era suficiente como para que una alegría y una esperanza que jamás había experimentado ardieran en mi interior. ¡Con tal poder, sería capaz de arrasar en todos los torneos que organizara el Coliseo! ¡No tendría rival!

Por fin, después de haberlo soñado durante mucho tiempo, esta vez sí veía posible llegar a ser alguien de quien hablaran las mejores leyendas del Coliseo. Alguien a quien todos admiraran, a quien todos adoraran. Alguien respetado por todos.

Me veía a mí, triunfante, observando a los dos guerreros que precedían el Coliseo. Pero esta vez, yo les observaba desde arriba, desde una estatua mucho más alta e imponente que la suya. Y entonces, sin poder evitarlo, sonreí tanto como mi anatomía me lo permitía.


Y de repente, con un simple pensamiento, toda la alegría desapareció y dejó lugar a la desesperación.

En ningún momento había dicho que quisiera que yo fuera su compañero. Todo aquello habían sido divagaciones mías, enormes montañas que había construido con un simple grano de arena.

¿Y si no quería que yo fuera su compañero? Tal vez únicamente quería saber si yo conocía a alguien que pudiera serlo, o puede que quisiera decirme que había llegado tarde y que Fil ya le había proporcionado el compañero que necesitaba.

Toda la alegría se convirtió de golpe en tristeza, todo el gozo en vergüenza, todo lo soñado, en polvo que se lleva el viento.

Desaparecieron las estatuas, el respeto, la admiración, la adoración. Cosas que, aunque por un momento pensé lo contrario, jamás habían dejado de ser lo que siempre habían sido: sueños.


Pero de repente, intenté salir del pozo en el que yo solo me había metido y observé más claramente la realidad:


-De todos modos- me dije a mí mismo.- ¡Tampoco ha dicho que no! No hay motivos para tirar cohetes, pero tampoco para lanzarlo todo a perder. Ármate de valor, respira hondo, y levanta el ánimo. Y, lo más importante, ¡no dispares antes de preguntar!

Ahora que me paraba a pensarlo, la verdad es que había actuado de una forma demasiado impulsiva, en ambos casos. Así que decidí que, antes de vagar dando tumbos de un extremo a otro, debía despejarme las dudas de la cabeza y averiguar a qué se refeía realmente. Aunque cabe decir que no podía evitar hacerme algo de ilusiones.


-Quieres decir... ¿que quieres que yo sea tu compañero?

[Axelpower]

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Creo que después de más de un mes esperando un post, va siendo hora de que esto se actualice o definitivamente se abandone, porque llevo ya dos tres meses con el prólogo abierto y esto parece que va para largo. ¿Tengo que seguir esperando mucho más?

[Soul Artist]

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Lo siento, Pawah. Zero dejó el rol y yo iba a hacerme cargo de sus prólogos, pero sabes lo que me ha pasado y estoy de bajón para nada. Si Nell no vuelve pronto, te lo actualizaré yo mismo.

[Zee]

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Narra me ha concedido permiso de, como una última acción como Moderador General, terminar tu prólogo. A echarle ganas, Pawah n.n

-Quieres decir... ¿que quieres que yo sea tu compañero?

Durante unos escasos segundos (aunque a Axel le parecieron una eternidad), en la arena sólo pudo escucharse el sonido del polvo moviéndose con el viento y rascando la superficie de las gradas. Un poco más allá, el repicar de varias armas de metal, seguramente de otros guerreros entrenando. Y a lo lejos, muy muy a lo lejos, el alboroto del centro de Tebas. Durante unos escasos segundos, que parecieron años y años de estar allí parados, sólo aquello llegó a los oídos de los dos peculiares guerreros.

Sorprendentemente, fue Rebecca quien rompió el silencio:

—No —dijo simplemente. Le quitó importancia al asunto al añadir luego, entre risitas—: ¡Nonono! —volvió a reír, mas no burlona, sino dulce, inocente. Como una niña. Luego, sin borrar la sonrisa de su rostro, continuó cabizbaja—: No quise... decir eso, Axel.

De nuevo, llegó el silencio. Rebecca, aunque gacha, no dejaba de mirar a Axel a los ojos con una humilde sonrisa, como esperando su reacción. ¿Cómo le sentaría aquello al muchacho, que obviamente, a juzgar por la gran sonrisa que había exhibido en su rostro por unos instantes, se había hecho grandes ilusiones?

—Pero sabes... también... bueno... —comenzó la chica de nuevo, frotándose las manos y volviendo a su anterior personaje, apartando la mirada y concentrándose más en las motas de polvo que ensuciaban sus zapatos que en el muchacho que tenía al frente—: Podemos entrenar juntos, si quieres... aunque... aunque como... Maestra y Aprendiz.....

Inmediatamente, la joven se llevó las dos manos a los labios, como queriendo retractarse de lo que había dicho, y dio unos pequeños pasos hacia atrás.

[Axelpower]

Tal y como había pensado, una simple palabra le bastó para destrozar todas las ilusiones que me había hecho instantes antes:

—No

Todos los sueños, las esperanzas, las alegrías imaginadas, las victorias que con entrenamiento habría conseguido lograr, los títulos que con esfuerzo habría podido ganar. Todo se había esfumado con una única palabra.

Me quedé observando al suelo, con la cabeza gacha. Noté como perdía la vitalidad que la posibilidad de mejorar y de ser por fin alguien respetado y admirado me había proporcionado, y como las ganas de entrenar desaparecían.

No era lo suficientemente bueno. No tenía el talento ni la habilidad necesarias para poder lograr nada de lo que me había propuesto. Si ni siquiera era capaz de romper rápido unos cuantos barriles, ¿cómo pretendía ser un buen guerrero? Dieciséis, dieciséis larguísimos segundos me separaban de su tiempo.

Además, ella había logrado sin apenas esfuerzo un salto con el que yo jamás había siquiera soñado. Sabía que mi tren inferior tenía una capacidad de impulso que no era nada del otro mundo, puesto que había visto a guerreros en torneos que eran capaces de saltar casi el doble que yo, pero jamás se me había ocurrido lograr algo así. Ni siquiera con muchos meses de entrenamiento podría saltar de esa forma. ¿Y qué otras habilidades tendría que aún no me hubiera mostrado?

En medio del silencio que en la arena reinaba, podía oír a lo lejos el sonido que producen dos instrumentos metálicos al golpearse uno contra otro. Oía los golpes que podía estar dando una espada en la armadura de otro guerrero, destrozándola poco a poco. Oía como, con cada estocada que la espada daba sobre la armadura, las esperanzas perdidas golpeaban a todos aquellos sueños que había creado e imaginado. Oía como, con cada golpe, un sueño se esfumaba, una meta desaparecía. Imaginaba al guerrero que estaría siendo golpeado desmoronarse, agonizar al borde de la muerte, y me veía a mí mismo en su lugar.


Entonces, oí un impacto que sonaba de forma distinta. Parecía más directo, como si hubiera entrado en contacto una superficie mucho mayor. Golpes como ese empezaron a sucederse, aunque esta vez a menor ritmo que los anteriores. Según los conocimientos que disponía sobre las batallas armadas, parecía el sonido de la espada golpeando contra un escudo. En ese momento, Rebecca soltó unas palabras que se convirtieron en mi escudo personal.

—Pero sabes... también... bueno... Podemos entrenar juntos, si quieres... aunque... aunque como... Maestra y Aprendiz.....

-¡Sí, sí, sí! -dije para mis adentros, irremediablemente feliz. En ese instante dejé de verme destrozado en el suelo, para pasar a ver como me protegía de toda la desesperación que me inundaba con la esperanza proporcionada por aquellas palabras que me seguían dando la posibilidad de ganar.

Bien pensado, es muy posible que ser su aprendiz me resultara más propicio que ser su compañero. Aunque me dolía mucho tener que aceptarlo, sus habilidades de combate estaban muchísimo más desarrolladas que las mías, y eso teniendo en cuenta únicamente lo poco que me había enseñado. Si formáramos un equipo, no sería más que un lastre para ella, y terminaría hartándose de mí y yéndose por su cuenta.

Por otra parte, siendo su aprendiz también me enseñaría todas sus técnicas y tácticas, y además a un ritmo lo suficientemente rápido como para que yo pudiera aprenderlas y, algún día, mejorarlas.

Lleno de felicidad por el hecho de que me proporcionara dicha posibilidad, me decidí a aceptar la oferta que podía marcar un enorme punto de inflexión en mi vida, vi que Rebecca estaba tapándose la boca con las manos, y se había echado un poco hacia atrás. Y entonces, la incerteza volvió a reinar dentro de mí.

¿Acaso se arrepentiría de haberme hecho tal ofrecimiento? ¿Lo habría dicho únicamente para que no estuviera triste, y no porque realmente viera potencial en mí? ¿Y si ahora dijera que sí, me aceptaría de verdad? ¿O ha retirado la oferta?

Por suerte, había una sencilla forma de descubrir eso. Pero si la respuesta no era la que necesitaba, el golpe anímico iba a ser muy, muy duro. Aunque, viéndolo de otra forma, peor sería quedarme siempre con la duda.


-¿Estás absolutamente segura de que quieres que sea tu aprendiz? Porque si es así, acepto sin dudarlo la oferta. Pero, si no lo es, muchas gracias por haberlo considerado aunque fuera sólo por un momento.

[Zee]

Apenas hiciera Rebecca aquel inesperado ofrecimiento, el rostro de Axel se iluminó con la fuerza de mil soles. Aunque en aquel momento no mencionó ni una palabra, de inmediato uno podría notar que, por dentro, gritaba de profunda alegría. ¡Finalmente su sueño podría cumplirse! Finalmente, una oportunidad para pulir sus habilidades a límites que jamás hubiese imaginado, una oportunidad de convertirse en un guerrero de verdad, una oportunidad de brillar sin la necesidad de ser de oro puro y adornar la entrada al Coliseo... Finalmente, la oportunidad de alcanzar a los héroes de mitos e historias fantásticas.

El joven abrió la boca casi de inmediato para articular su respuesta, para pronunciar aquellas tan sencillas palabras, mas poderosas, que lo convertirían en el Aprendiz de una guerrera tan notable y poderosa como Rebecca: "¡sí, sí, sí!".

Pero Rebecca se le adelantó. La Maestra reculó un poco y se cubrió la boca con las manos, como queriendo devolver a su interior las palabras que acababa de decir. ¿Qué significaba eso? ¿Que se arrepentía de lo que había dicho? ¿Que no lo había dicho en serio y ahora no quería lastimar más a Axel? ¿Qué se había echado para atrás porque, en realidad, el joven no era suficientemente especial?

—¿Estás absolutamente segura de que quieres que sea tu aprendiz? —preguntó Axel, intentando terminar de una vez por todas con las dudas y preguntas que parecían haberse tornado en un alto muro entre él y sus objetivos de vida—: Porque si es así, acepto sin dudarlo la oferta.

>>Pero, si no lo es, muchas gracias por haberlo considerado aunque fuera sólo por un momento.

—¡Claro que fue en se--!—exclamó Rebecca, aunque perdió la voluntad a media frase y se detuvo de golpe, abriendo los ojos de una manera casi cómica cuando se encontró, una vez más, con la seria mirada de Axel—: Es sólo que... —volvió a encogerse—: Yo... Se... se suponía que te... hiciera una prueba...antes de... preguntar...

Y la fuerza volvió a ella una vez más. De pronto, sus palabras resonaron tan fuertes y tan autoritarias que el título de Maestra comenzaba a tomar sentido. Se llevó los puños, entrelazados, al pecho y llamó:

—¡Axel! —dio varios pasos hacia al frente y, cuando quedó a sólo un palmo del chico, alzó la cabeza y le sostuvo la mirada—: Dime.... Dime por qué quieres ser más fuerte. Dime, dime por qué es tu más grande deseo.

[Axelpower]

Observé sorprendido a Rebecca. A pesar de que hasta ahora había tartamudeado y dudado en cada frase que pronunciaba, esta vez las palabras surgieron de su boca con una fuerza y un ímpetu que no había demostrado poseer. Parecía como si, de repente, hubiera desatado una de las cadenas que ataban su fuerza interior, dejando que esta fluyera por todo su cuerpo y su ser.

Tal vez podía ser por el enorme contraste entre su natural timidez y esta reciente demostración de valor, pero por primera vez veía en ella el espíritu de un auténtico guerrero. Un auténtico guerrero como el que yo aspiraba a ser, y del que más cerca me veía con cada segundo que pasaba hablando con aquella sorprendente mujer.

Volví entonces a centrarme en lo que realmente debía, en la pregunta que me había hecho. ¿Por qué quería ser tan fuerte?

No necesitaba pensarlo. Es algo que sabía desde que tenía memoria. Desde que empecé a participar en los torneos juveniles, desde el primer día en que asistí como espectador a una de las competiciones, desde que de pequeño combatía con mis amigos de Tebas y un palo que usaba como si de una auténtica espada se tratase. Los motivos es algo que tenía claro desde que convertirme en el más poderoso se había vuelto mi razón de ser.

El problema es, ¿y si mis motivos le parecían egoístas? Es algo a lo que muchas veces había tenido miedo, a que los más poderosos me despreciaran por que mis motivos no fueran dignos o solidarios. ¿Me rechazaría como aprendiz si no le gustaba lo que oía? Durante un segundo pensé en mentir, en decirle únicamente lo que podía querer oír, en lugar de lo que realmente sentía. Pero, tan rápidamente como vino esa opción a mi mente, se esfumó.

Un guerrero debe poseer grandes cualidades físicas si pretende ganar un combate, pero también debe tener una personalidad fuerte y decidida. No debe tener miedo a las adversidades ni a los peligros que surjan en su camino, sean cuales sean, no deben asustarle los inconvenientes que le impiden llegar a su meta y debe estar absolutamente seguro de que quiere defender al precio que sea la causa en la que cree y por la que lucha.

Observé convencido a Rebecca. A pesar de que hasta ahora había tenido miedo de ser rechazado y dudado de si realmente valdría, esta vez creía absoluta y completamente en aquello que ansiaba con todas mis fuerzas. De repente, una de las cadenas que ataban mi fuerza interior se había desatado, dejando que esta fluyera por todo mi cuerpo y mi ser.

—Quiero ser más fuerte porque quiero ser el mejor guerrero que jamás haya existido. Quiero luchar y vencer cada batalla, y oír el fervor de la gente exclamando mi nombre cuando levante la espada en señal de victoria. Sentir su respeto, su admiración. Quiero que los niños me vean como un modelo a imitar, como el ídolo al que alcanzar, y que al verme combatir me miren ilusionados y digan a sus madres "¿Lo ves, mamá? Algún día yo llegaré a ser tan poderoso como él".

>>Quiero poder superar a todos aquellos a los que he considerado mis mayores ídolos. Derrotarles como ellos derrotaban a cualquier rival que se interpusiera en su camino, sin apenas esfuerzo. Poder sentir que he llegado a donde de pequeño soñaba, a la posición que tanto deseaba y que tan lejana parecía. Demostrarme a mí mismo que cualquier cosa es posible.

>>Quiero observar las estatuas que presiden el Coliseo, acercarme a ellas y decir "Ya no os envidio. Ahora vosotros deberíais envidiarme a mí". Llegar hasta lo más alto, mucho más alto de lo que jamás nadie haya soñado, y sentir como los Dioses me observan desde la cima del Monte Olimpo, orgullosos que exista alguien que sea capaz de lograrlo todo y mucho más. Poder mirar al poderosos Zeus a los ojos sin tener nada que envidiarle.

>>Quiero alcanzar la cima. Llegar a ser el mejor, el mejor que habrá jamás.

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Sé que no estoy en las mejores condiciones para pedirlo, pero ¿hay alguna posibilidad de que termine el Prólogo antes del evento global del día 24?

[Zee]

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Si tomas las decisiones correctas y no te me vas tanto por las ramas al escribir, seguro que lo logramos antes del 24

Rebecca permaneció cabizbaja, con la mirada puesta en otro sitio. Pero esta vez su semblante era distinto; sus expresiones no parecían ser producto de la vergüenza ya, sino de algo más fuerte y significativo. ¿La respuesta de Axel no había sido suficiente, acaso? ¿Estaba triste, decepcionada? Porque a juzgar por lo pálidos que se hallaban sus nudillos de tanto apretar la tela de su falda, sus sentimientos iban más enfocados al enfado.

—¿Y cuál es el propósito de ello?—Rebecca alzó la mirada. Ahora las que ardían no eran sus mejillas, sino sus ojos. Cuando habló, todo rastro de dudas habían desaparecido. Quien estaba frente a Axel ya no era una muchacha tímida, sino una fiera guerrera—: Ser más fuerte sólo para ser reverenciado, respetado o envidiado es una meta narcisista y egoísta. Ser el mejor solamente para poder recodarte a ti mismo como tal, ser el mejor sólo por el sencillo hecho de serlo, ser el mejor sólo para ti... Podrán tus palabras hacerlo sonar noble, pero tu meta sigue siendo egocentrista. Si en lo único que puedes pensar es en ti mismo...

La guerrera se dio la media vuelta y, sin dudar ni un instante, se alejó caminando hacia la salida.

—Entonces no es suficiente.

[Axelpower]

—¡No es sólo mi propio provecho lo que busco!

Como yo sospechaba, mi meta le había parecido demasiado egoísta. Pero, aunque incluso yo mismo había llegado a dudar sobre si mis motivos eran nobles o solidarios, ya no me cabía la menor de que consideraba correcto lo que hacía. Y que, aunque sí era verdad todo lo que le dije con anterioridad, y sí quería llegar a ser el más grande de los guerreros, no era únicamente para satisfacer mis propios deseos, sino también por dar una lección que pudiera servir para ayudar a todos aquellos que buscaran seguir el mismo camino que yo. Y costara lo que costara, se lo iba a demostrar.

—¡No quiero ser fuerte únicamente por satisfacer mis deseos y mi egoísmo!—grité mientras Rebecca se alejaba hacia la salida. Entonces agaché la cabeza avergonzado por haber dado una mala impresión, bajé el volumen de mi voz y me sinceré como muy pocas veces antes lo había hecho—: También... también quiero demostrar a todos que por difícil que parezca a veces, todo es posible si lo intentas lo suficiente.

>>Mi familia nunca ha sido una de las que destacan por su fortuna ni por sus posesiones—empecé—. Es, simplemente, una más, humilde como cualquier otra. Y aun así, siempre hemos logrado pasar cualquier problema que nos haya surgido a base de sacrificios y esfuerzo. De pequeño, veía en muchos de los combates clasificatorios o torneos juveniles como los participantes que formaban parte de familias adineradas luchaban con carísimas cotas de malla que les otorgaban gran defensa o enormes escudos de metal que les protegían de la mayor parte de los golpes. Pero yo, lejos de todos aquellos lujos, los derrotaba a base de astucia, entrenamiento y mucho, mucho esfuerzo.

>>Quiero demostrar a todos los jóvenes, o mejor dicho, a todas las personas, que a pesar de que puedas no disfrutar de las mayores ventajas o las condiciones más favorables, siempre podrás lograr todo aquello que te propongas, si realmente lo deseas y luchas por ello. Quiero que, si llego a lo más alto, cualquier chico normal pueda verme y decir "¡Eh! Si él lo ha conseguido, ¿por qué yo no?", y que eso sea la mecha que encienda la pasión y el entusiasmo que les animen a perseguir sus metas.

>>No voy a negar nada de lo que he dicho antes. Sí, me gustaría ser el más grande en parte para que todos me admiren y respeten. Pero también para que todos se den cuenta de que lo único que se necesita para triunfar son ganas y valor.

[Zee]

Mientras Axel hablaba, intentando explicar los motivos que anteriormente Rebecca había cuestionado, ésta no dejó de caminar hacia la salida de la arena, como si ya no le interesara escuchar más al muchacho. Si el joven hubiese prestado más atención a la chica que tenía enfrente, sin embargo, habría notado que aún apretaba los labios casi con tanta fuerza con la que sus dedos apretaban la tela de su falda, como si esperara que Axel la convenciera. Si el joven hubiese prestado más atención a la chica que tenía enfrente, habría notado que, conforme él hablaba, el agarre que Rebecca sostenía sobre su falda iba disminuyendo lentamente. Si el joven hubiese prestado más atención a la chica que tenía enfrente, habría notado que, conforme Axel se acercaba al final de su discurso, una tímida sonrisa se iba asomando a su rostro.

Y cuando él terminó, ella ya había dejado de caminar y se había detenido a sólo unos pasos de la salida. Giró ligeramente la cabeza y permitió que Axel viera su pequeña sonrisa, mientras alzaba su brazo izquierdo hacia un costado, con la mano abierta, como si esperara atrapar algo en el aire. De pronto y sin previo aviso, un remolino, de cierta manera, comenzó a circular alrededor de sus dedos, moviendo inclusive la luz a su alrededor. Conforme el viento y las motas de polvo giraban con más y más velocidad, la luz comenzó a adoptar la forma de una espada, cuya empuñadura se adaptaba al agarre invisible que Rebecca sostenía. Y finalmente, con un destello final, la brillante silueta desapareció, dejando en su lugar una espada de muy peculiar figura:

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—Donde haya luz, sombras habrá... Y donde esté la oscuridad, la luz allí estará... —murmuró la chica, mientras lentamente se giraba hacia el muchacho, manteniéndole la mirada y permitiendo que viese su sonrisa. Con su suave y tímida voz, lo llamó—: Axel... ¿Creerías... si te digo que hay más mundos allá afuera? Y si pudieras ser más fuerte allá donde las estrellas... ¿tú... sacrificarías tu egoísmo para serlo? ¿Serías fuerte no sólo para ti o para demostrar que los sueños se cumplen... sino para proteger a quienes lo necesitan?

>>¿Aceptarías, entonces, esta Llave-Espada?

[Axelpower]

Me quedé paralizado después de ver aquello. Un torrente de preguntas y sensaciones fluía por mi mente, acaparándola por completo pero sin que hubiera una que destacara por encima de las demás y me hiciera reaccionar.

Lo primero que intenté fue asimilar aquello que acababa de contemplar. Rebecca, que estaba unos cuantos metros por delante de mí, alzó el brazo izquierdo dejándolo de forma paralela al suelo. Y de repente, tras un pequeño remolino y un brillante destello, apareció en su mano una extraña arma que jamás en mi vida había visto. A pesar de que se cogía como una espada, era más parecida a... ¿una llave? Sí, parecía una llave gigante. Llave-espada, creía haber oído.

¿Pero cómo había llegado hasta su mano? Era físicamente imposible que hubiera logrado moverse tan rápido como para desenvainarla. Aunque, después de haber visto aquel prodigioso salto, ya no lo veía tan imposible.

¿Serían estas las habilidades a las que se refería y que tenía prohibido mostrar? Además de su enorme capacidad de salto, también poseía una velocidad de movimientos extremadamente alta, con la que no tendría nada que envidiar a un Semidios. Pero, si realmente había sido sólo un movimiento rápido, ¿qué eran esos remolinos diminutos que se formaron entre sus dedos, y ese haz de luz que me había impedido ver correctamente su mano durante una fracción de segundo? ¿Acaso, y yendo contra toda lógica, habría hecho materializarse dicha arma de la nada? Y lo más importante, ¿iba a ser capaz de eso yo también si me convertía en su aprendiz? El simple hecho de imaginarlo me hacía emocionarme como pocas veces antes.

Por otra parte, su breve aunque reveladora explicación despertó en mí muchísima más curiosidad que aquella sorprendente habilidad. ¿Más mundos allá afuera?

—¿Cómo que hay más mundos? —pregunté lleno de curiosidad— ¿Lejos de Tebas y del Monte Olimpo? ¿Lejos del Coliseo y de Grecia? ¿Y cómo observan los Dioses del Olimpo lo que allí ocurre?

Seguí reflexionando sobre lo que me dijo. Conseguir el poder que tanto ansiaba, pero fuera de todo aquello cuanto conozco. Y usarlo para proteger a los demás, cuando me necesiten.

Tenía la sensación de que, si aceptaba, iba a tener que despedirme de todos los torneos, de participar en cualquier competición que se organizara en el Coliseo. Perdería la oportunidad de lograr aquello que durante toda mi vida, desde el día en que empecé a entrenar, había sido mi sueño y mi meta. Llegaría a ser el más fuerte, pero no me serviría para aquello que me importaba. ¿O en realidad sí? Pensándolo bien, había algo que nunca me había planteado y que era el pilar fundamental de mis propósitos, ¿quería ser el más fuerte para ganar los torneos o ganar los torneos para ser el más fuerte? ¿Cuál era la causa y cuál el efecto? Por similar que pareciera, esa diferencia era uno de los puntos más importantes en los que basar mi decisión.

Y respecto a ayudar a los demás... Por mucho que me doliera admitirlo, iba a costarme. Iba a costarme más de lo que me gustaría admitir el hecho de poner a los demás absolutamente por delante de mí, independientemente de la situación. Perder horas de entrenamiento, alejarme de mi propósito... No es que no quisiera, pero tendría que realizar un esfuerzo enorme para cambiar de una forma tan drástica mi motivación. ¿Realmente sería capaz?

Entonces, me acordé de lo que yo mismo había dicho hace un instante. Quería demostrar a todos que, con esfuerzo, todo era posible. ¿Y cómo iba a demostrarlo a los demás si no me lo demostraba ni a mí mismo?

Sonreí convencido. Sí, me iba a costar. Pero lo iba a lograr. Dedicara las horas que le dedicara, cayera las veces que cayera, lo seguiría intentando. Hasta poder lograrlo. Y, si realmente lograba enseñar a todos el valor del esfuerzo, ¿qué más daba un torneo o dos menos?

—Sé que va a costarme conseguirlo, pero he de intentarlo —le dije convencido a Rebecca—. Por mucho que me cueste, por mucho que tenga que esforzarme, es lo que realmente deseo, y voy a luchar por ello. Sí, acepto el poder de la Llave-Espada, y las responsabilidades que ello conlleve.