[Prólogo] Chica para todo

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Prólogo de Ita

La taberna de Ciudad de Paso rara vez se llenaba. Aquel conocido establecimiento, que servía de bar-restaurante, era frecuentado habitualmente por los viajeros en naves Gumi que paraban a descansar en aquel mundo en mitad de la nada, y de forma algo menos normal por los propios habitantes del mundo. Y aquella noche, por supuesto, estaba tan poco llena como siempre.

El bar, situado en el Distrito 1 junto a la entrada de la Ciudad, era fácilmente divisible para cualquiera que se pasase por allí. Las mesas estaban colocadas en el exterior, con dos sillas cada una y una vela en el centro; y poca gente trabajaba en él, apenas el dueño y una empleada contratada para ayudarle como camarera, chica de la limpieza, sirvienta... Alguien de quien se había apiadado por estar sola en ese mundo, sin ningún familiar a quien acudir o amigos. Una joven de nombre Irian Line.

El trabajo llamaba. Media docena de clientes venían y dos se iban, dejando los restos de sus comidas allí. Era hora de trabajar.

[ita]

Sí, el trabajo llamaba. A pesar de que no eran muchos los clientes que pasaban por el lugar, tener un poco de movimiento siempre iba bien; mucho mejor que fregar platos, desde luego. Así que salió de la cocina a recoger las mesas, servir platos y tomar notas, a la vez que vigilaba a los peatones que pasaban frente a la puerta del local, tratando de animarlos a entrar y comer ahí. Si llenaban el establecimiento podría llevarse, talvez, más propinas. Y eso era bueno, pues el salario no era demasiado elevado... y más teniendo en cuenta lo poco frecuentado que era; los más habituales eran tripulantes de las conocidas naves gumis que viajaban por los diferentes mundos y hacían un alto ahí, para tomar algo y descansar. Rara vez tenían algún conciudadano. Y más raro aún era que viniesen familias.

Así pues, recogió las mesas, dio el cambio y sirvió los platos de los comensales, rezando para que más gente se animase a entrar.

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Aquel día podía ser un buen día, desde luego. Un hombre acababa de entrar con su mujer a cenar; un viejo conocido de la casa, un varón alto, con gafas, una larga gabardina marrón y corbata roja al que le gustaba comer por allí. Parecía estar muy contento últimamente, pues su hijo había sido enviado a estudiar lejos y estaba orgulloso de él.

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—¡Hola, Irian! —saludó el hombre cuando la chica estuvo cerca para darles mesa—. Hoy va a ser un buen día, te traemos más trabajo. ¡Mesa para cuatro! Esperamos a dos invitados especiales, uno de ellos un viejo amigo. Seguro que te llevas una buena propina, especialmente porque invito yo. ¡Ja, ja!

—Querido, seguro que luego no dejas ni un platín de propina —se quejó la mujer del hombre, agarrada a su brazo y con un tono bromista. Se trataba de una bella mujer de su misma edad, rondando los cuarenta años, de pelo rizado, negro y ojos azules.

—¡Qué bromista eres, Sharon! Pero bueno, entonces dejaré más propina. ¡A ver si así te quejas menos! —contestó el hombre con otra sonrisa. Aquella pareja podía ser incluso algo empalagosa.

[ita]

Sonrió nada más verlos llegar; la familia Kit. Siempre era un placer atenderles, pues eran un matrimonio ciertamente encantador.

Les acompañó hasta una mesa un tanto alejada, para darles un poco de intimidad, puesto que parecía que tenían invitados especiales y les dio las cartas, mientras se alejaba, un poco más feliz y animada, mientras se preguntaba quiénes serían aquellos comensales misteriosos que el señor Kit había invitado. Supuso que igual sería su hijo, Iván, con, talvez, una chica con la que salía. Y no sería de extrañar, pues el padre lucia orgulloso. ¿Qué más podría ser sino la primera novia de su querido hijo?

Soñadora, siguió cavilando sobre el asunto mientras trasteaba por el local, yendo y viniendo, atendiendo a los pocos clientes que había entonces y limpiando la barra del bar, esperando la llegada de aquellos misteriosos invitados que, según parecía, harían más entretenida la velada.

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—¡Irian, ven aquí, kupó!

El dueño del bar era quien llamaba a la joven camarera. Un agradable moguri que siempre vestía con sombrero de chef, de gran nariz roja y pompón agradable que siempre agradaba a los niños y las mujeres. A Irian también le gustaba, y era alguien bastante amable y comprensivo, aunque un poco tacaño.

—¡Parece que el restaurante se está llenando esta noche, kupó! —señaló el dueño, agradado por la multitud que comenzaba a llegar poco a poco—. Será por lo guapa que eres. ¿Ya podrás con todo el trabajo que hoy se te avecina?

—¡Camarera, otra ronda para mí y mis amigos!

El que había gritado era un horrendo hombre medio calvo y de granos en la cara. Sobre el labio tenía una mancha de lo que parecía ser hepatitis, e incluso en la lejanía se podía oler ligeramente su peste a alcohol. Iba acompañado de otros dos hombres, también aparentemente borrachos.

—Ten cuidado con ellos, kupó. Cuanto más borrachos están, más peligrosos son; pero no dejes de contentarles, es bueno que gasten lo que tienen.

[ita]

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¿Has contado las veces que repites el termino "agradable"?

La joven sonrió ante las palabras amables de su jefe. Podía ser un tanto agarrado en cuanto al salario, pero sabía ser cariñoso y alagar a la concurrencia, como en ese momento.

- Supongo que podré, ¿Qué remedio? - comentó divertida mientras contemplaba todos los clientes de esa noche. Y así era, daba igual si podía ella sola o no, nadie más trabajaba en el restaurante y el pequeño moguri no podía dejar los fogones para ayudarla a atender a todo el personal.

Al fondo del local, cerca de la barra del bar estaban sentados un trío de borrachos, junto a una botella ya vacía y unos vasos cuyo contenido estaba derramado sobre la mesa. Suspiró mientras se dirigía a ellos, tratando de lucir su mejor sonrisa; tenía que hacerse la amable si quería cobrar... pero los beodos siempre eran los peores, pues nunca sabía cómo iban a reaccionar.

- ¿En qué les puedo ayudar, caballeros? - preguntó con una sonrisa pintada en la cara y haciendo gala de sus mejores modales.

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Es que hoy ando "agradableado" xD Siento las molestias agradables.

—¡Otra ronda de cerveza, eso queremos! —exigió el que parecía ser el cabecilla del grupo, el mismo borracho que le había llamado—. Ponlo a mi cuenta. ¡Y no te cortes con la bebida, cuanto más llena mejor! Que aquí dais una mierda a cambio de un sablazo económico.

Irian observó, a unas mesas más lejos, cómo una figura se acercaba a la mesa de la familia Kit. Se trataba de una mujer adulta que a lo lejos no pudo ver bien; de ningún modo parecía ser una novia para su hijo, a menos que le gustaran mayores. Igual tenía dinero.

Pudo oír, desde lejos, parte de lo que la mujer anunció al matrimonio. El hombre parecía algo decepcionado ante lo que le contaba:

—... nin no ha podido venir. Intenté recordarle que había quedado con ustedes, pero ya le conocen: es algo...

—¡Vamos, camarera, mueve el culo! —gritó el borracho que exigía las bebidas.

[ita]

Suspiró mientras se alejaba de ellos para traerles más cerveza. Los malos modales de aquellos desagradables clientes la habían molestado un poco, motivo por el cual farfullaba críticas contra ellos por lo bajo. Y fue mientras se dirigía a llenar tres enormes vasos de birra que oyó la conversación que se estaba produciendo en la mesa de los señores Kit.

Había llegado una chica ya, pero parecía venir sola por lo que dedujo de lo oído. Observó de refilón el rostro un poco decepcionado de Ryan Kit. Sus alegres ojos parecían haber perdido un poco de su brillo habitual, cosa que la apenó más.

La familia Kit siempre le había caído bien, incluso su hijo, al que hacía bastante que no veía por Ciudad de Paso, por eso verles tristes le afectaba un poco a ella también. Así que se apuró a servir a los beodos del fondo del local y volver a la mesa que ocupaban los Kit y su extraña y misteriosa compañera, tratando de animarles un poco.

- ¿Ya saben qué van a querer? Hoy el chef ha preparado un cocido delicioso si les apetece probar. - les ofreció con amabilidad, mientras se subía las gafas.

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Editado para salvaguardar la salud ocular de los lectores. Sorry por las faltas

[Soul Artist]

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Dios, probar es B xDD

Una vez atendiendo a la familia Kit y su invitada, pudo ver finalmente a quien acababa de llegar: una mujer de pelo rubio, recogido en un lazo verde que caía con su larga coleta. Vestía completamente de blanco, un vestido alargado que caía por detrás de su asiento; un corazón azulado recubría su pecho, como una cortina. Se respiraba pureza en ella.

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—Está bien, Irian, yo probaré el guisado —suspiró Ryan, intentando superar la noticia que la mujer le había dado—. ¿Qué queréis vosotros?

—Yo quiero alitas de Chocobo. El chef las hace exquisitas siempre —se animó su mujer, deseosa de probar bocado.

Sin embargo, la invitada se levantó de su asiento para aparentemente despedirse.

—Lo siento, pero tengo mucho trabajo por delante. Si me disculpáis...

—¡Oh, no, no te vayas! —pidió Ryan a la esplendorosa mujer—. Ya nos ha fallado Ronin, y en consecuencia nuestro hijo. ¡Quédese, yo invito! Además, mire a la camarera. Necesita que le demos más trabajo para ganar más propina. ¿No ve que está en los huesos? ¡Y así de paso nos habla de cómo le va a Ivan!

La mujer suspiró, abrumada por el energético hombre. No opuso mucha resistencia; se volvió a sentar en su asiento de forma delicada, dejando sus ropajes caer por ella.

—Está bien, usted gana, señor Kit. Tomaré... —la mujer observó el menú rápidamente—. La ensalada de Cactilio parece estar buena. Tomaré eso. En cuanto a su hijo, señor Kit, precisamente ayer estuvimos...

—¡Camarera! —gritó el borracho de antes, furioso y más ebrio todavía— ¡Trae tu bonito culo aquí con otra ronda de cerveza!

[ita]

Tomó rápidamente nota de lo que la familia Kit quería tomar y fue a por más cerveza.

La acompañante desconocida era, sin duda, increible. Era muy atractiva, casi parecía irreal de lo blanca y pura que parecía a primera vista. A su lado se sentía muy insegura y, sobre todo, poco agraciada. No es que fuese una belleza, pero los clientes solían decirle cosas bonitas, por lo que, de algún modo, se había creido en posesión de cierto encanto físico. Pero al lado de tal ángel, se sentía completamente abrumada. Además, parecía encantadora.

Bufó, molesta, mientras se dirigía de nuevo a la mesa del fondo, llevando, en un equilibrio un tanto precario, tres enormes jarras de cerveza. "Pronto", pensó, "caerán rendidos y dejarán de molestar".

[Soul Artist]

Cuando el trío de hombres finalmente recibieron su cerveza, se abalanzaron a por las frías jarras para dar un nuevo trago. Estaban ansiosos de la alcohólica bebida, como yankis por una jeringuilla llena de droga. Antes de que Irian pudiese pensar en retirarse para seguir trabajando, el cabecilla le agarró del trasero y lo apretó ligeramente.

—Camarera, ¿adónde te crees que vas? —preguntó el borracho con mirada pervertida y arrastrándola hacia él—. ¿No eres una "chica para todo"? Pues resulta que mis amigos y yo queremos que sigas trabajando para nosotros. Ya nos entiendes. Te llevarás una buena propina, je, je... Y algo de bebida...

Su aliento realmente apestaba a alcohol y algo de aceitunas que habían pedido al iniciar la velada. Además, necesitaba una ducha cuanto antes, pues sus sobacos, sudorosos, olían a sudor de una manera muy fuerte.

[ita]

Irian abrió los ojos, de manera desorbitada ante las palabras de aquel hombre. Tenía sus asquerosas manos sobre su impoluto uniforme negro, sujetándole las nalgas. Quería huír de ahí. Quería gritar. O pegarle. Pero no eran opciones admisibles; era una camarera profesional y, aunque no había liado con situaciones parecidas, no podía hacer eso a un cliente, por muy bebido que estuviese o por mucho acoso que le hiciesen.

Le miró directamente a los ojos, una mirada glacial.

- Siento informarle de que tales servicios no forman parte de mi trabajo. Si lo que quieren es una prostituta seguramente deberán irse a otro lugar. - dijo tratando de mantener la serenidad y compostura.

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El borracho miró a la joven con algo de desprecio, enfadado por el comentario de la chica. Sus cejas estaban arqueadas y tenía la boca ligeramente abierta; parecía ligeramente atontado por su respuesta.

—¿Por quién me tomas? ¿Eh? —preguntó con tono enfadado—. ¿Por un ordinario que se va de prostitutas feas y ladronas? ¿Eh? No, yo quiero lo mejor, y tú eres lo mejor. Y si quiero que te vengas, te vienes, que es tu trabajo.

El hombre agarró con fuerza por las muñecas a la chica, como si de una presa de caza se tratase. Se levantó con la idea de irse de allí con ella, pero ante tanto escándalo que estaban montando, el dueño se acercó a ellos para salvar a la chica.

—¿Sucede algo, kupó? —preguntó el moguri, intentando calmar la situación. El hombre echó una gran carcajada.

—Mis amigos y yo vamos al piso de arriba a pasar un buen rato. Ahora, ¡aparta, bichejo!

—Lo siento, kupó, pero la señorita Irian no puede subir con ustedes. Tiene mucho trabajo por delante, kupó

El hombre se llevó una mano al cinturón del pantalón, concretamente a la parte delantera. Cualquiera se hubiese pensado mal de aquel borracho y pervertido, pero lo que sacó de allí fue un imponente revólver dorado con el que apuntó a la cabeza del moguri, el cual se puso nervioso rápidamente.

—Insisto.

[ita]

Estaba realmente aterrada. Nunca había visto un revólver y, desde luego esperaba no volver a ver otro nunca más. Sentía mucho miedo. No sabía qué hacer. Todos sus músculos se habían paralizado ante la aparición súbita de aquella arma imponente, capaz de matar y que apuntaba directamente a la cabeza de su amo, el pequeño chef del local.

Frías gotas de sudor perlaban su frente y escote, mezclándose con terribles escalofríos y la adrenalina, que latía desde su corazón accelerado. ¿Qué debía hacer?

- Por favor - imploró, mirando con súplica y desesperación al hombre - deje el arma y me iré con usted y sus acompañantes donde quiera.

La joven estaba tan asustada que no le importaba nada más. Lo único que quería era que ese revórver brillante volviese a su funda, o mejor aún, desapareciese para siempre, se fundiese en su memoria, como una pesadilla más.

[Soul Artist]

El hombre sonrió con fuerza, casi de forma maléfica. Parecía contento con la decisión de la joven.

—Buena chica —susurró, agarrándola del pelo y arrastrándola hacia afuera. Sin embargo, el sonido de un nuevo revólver le hizo detenerse.

Irian podía ver cómo el matrimonio Kit y la mujer que les acompañaba se habían levantado bruscamente ante la situación. Ryan apuntaba con un revólver al líder, uno muy distinto al del maleante; un revólver plateado con dibujos de una quimera y un pájaro mitológico, el wyvern. Su esposa, Sharon, sostenía un alargado látigo verde con lo que parecían ser espinas y un par de rosas; y finalmente, la mujer que vestía de blanco no portaba ningún arma, pero se encontraba por delante de estos dos.

—Soltad a la muchacha y no sufriréis daños —amenazó ella, sin ninguna clase de miedo del arma del maleante. El borracho echó una gran carcajada y sus dos compañeros sacaron sus armas, dos pistolas más pequeñas y suaves, para apuntar hacia la mujer.

—¡No me molestes! Solo quiero divertirme. Da un paso y tendrás suficientes agujeros como para ser confundida por un queso gruyer.

—Este es mi segundo aviso —volvió a amenazar la mujer, alzando la voz—. Soltad a la muchacha y no sufriréis daños.

—¡Ya entiendo! —gritó el borracho—. Estás envidiosa porque nos llevamos a ella y tú también quieres de nuestra miel especial, ¿eh? ¡Tranquila, nena, hay sitio para dos!

Aquello hartó a la mujer. Colocándose en posición de lucha, su mano se iluminó con un gran destello y en ella apareció un arma; Irian pensó por un momento que se trataba de una espada, pero rápidamente la reconoció como una enorme llave azul, del cual colgaba un llavero con forma de libro verde.

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Se sobresaltó al reconocer el arma. Era la misma que estaba grabada en el anillo que poseía. El anillo de su hermano.

—No hay tercer aviso, monstruo.