[Prólogo] El niño que creció

[Little Sho]

Para mí, el tiempo se había parado, como si de un hechizo se tratase. Ahí me encontraba yo, en una cada vez más oscura noche Londinense, a los pies de la gran torre del parlamento. Estaba prácticamente tirado en el suelo, de rodillas, con la cabeza gacha y el cuerpo caído, sin ganas de moverme. No quería hacerlo. No quería nada.

Y entonces volvió a aparecer, esa terrible sensación en mi interior, ese mal pesar que pronto acabaría conmigo. Mi alrededor no era más oscuro por que no podía. Si no estaba completamente rodeado de negra oscuridad, quizá lo estaría pronto. Ni siquiera me levanté. Ni me impacienté y tuve miedo. Simplemente me sequé las lágrimas de los ojos con la mano, y alcé la vista al cielo. Allí estaba el corazón de mi amigo, rodeado de más oscuridad que la que parecía acecharme a mí, envuelto en un negro manto, del cual al igual que en la ocasión anterior, salió otra terrible criatura, parecida al horripilante espectro que permanecía en la cima del reloj. Vestida de un blanco que se hacía notar en esa oscura noche, ironizando la memorable tradición de dar luto a los muertos con negros ropajes, exceptuando sus garras y brazos, que parecían perderse entre la eterna noche.

Simplemente miraba atónito y perplejo aquella terrible transformación, todavía con lágrimas en los ojos. Tenía la cara descuadrada, los ojos completamente abiertos y una mueca de terror le había arrebatado el puesto a mi sonrisa. Los dos espectros flotaban ante mis ojos, y su enorme grupo de torpes súbditos les rodeaban con pasión.

Ni siquiera me movía, simplemente contemplaba aquella imagen desde mi posición, inmóvil, impasible, con la mirada perdida en el firmamento. Estaba perdido, confuso, débil... Y lo peor... solo. Solo, en el mismo lugar en el que me sentí solo por primera vez, en aquella amplia ciudad. En el mismo lugar en el que, tiempo atrás, conocí al que sería mi mejor amigo.

Y entonces, un ladrido resonó en mi cabeza, sacándome de mis pensamientos y llevándome a la oscura noche, fuera de mi mente. "¡Tak", pensé, y me levanté muy rápido. Miré a todos lados y en todas direcciones y no vi al cachorro por ninguna parte. Volví nuevamente mi vista al cielo; "Adiós, Nate..." dije para mí mismo. Me limpié la cara y respiré profundamente, y sin mirar atrás, empecé a correr a lo largo del puente, poniendo mi alma en ello. Cerrando los ojos y apretando fuertemente los puños. Las imágenes de Nate aparecían en mi cabeza, recuerdos imborrables que llenaban mi corazón. Nunca me olvidaría de él, y él jamás de mí.

[Soul Artist]

Los días pasaron. Los aburridos y, ahora, solitarios días.

En aquella semana, Zait tuvo pesadillas acerca de lo que había pasado aquella noche. Pesadillas que involucraban a aquellos fantasmas, al guardia que se había transformado en aquella forma espectral... Y sobre todo, a Nate. Su muerte, su conversión, cómo los demás monstruos se alegraban de que estuviese entre ellos... Todo...

El joven no encontró a su otro amigo, Tak, en todo aquel tiempo. No supo qué había sido de él; quizá los fantasmas le hubiesen perseguido y dado caza, quizá una familia nueva le había adoptado y ahora tenía un nuevo hogar. Esperaba que fuese lo segundo, pero no podía evitar aquella sensación de abandono y soledad que difícilmente le abandonaría.

Y allí estaba, en dirección de nuevo hacia el parlamento tras aquella semana. No sabía por qué lo hacía; un sentimiento, rabia, venganza, intentar que su amigo volviese a la vida de algún modo... Pero se dirigía hacia allí, con motivo o sin él. Poco tenía que perder ya, menos su vida.

[Little Sho]

Un paso. Otro paso. Y otro más. Cada uno de ellos una escena, una imagen borrosa, un terrible recuerdo de una noche que todavía revivía en sueños, un recuerdo oscuro y vacío. Llevaba días enteros decaído, triste, y muy solo. Seguía dando pasos. Tak... ¿Dónde estaba? Era una de las muchas otras cosas que me impedía dormir cuando sobre mí se cernía la noche. Únicamente mantenía la esperanza de que estuviera, al menos, más vivo que yo. Más pasos. Nate... No estaba, pero la vaga imagen de sus recuerdos todavía me perseguía en mi cabeza... Atormentándome. Llevaba días enteros sin hablar con nadie, sin mediar palabra alguna, dolido, apagado, y sin compañía.

Finalmente, dí un último paso hasta pararme finalmente. Delante mía, nuevamente, se alzaba la figura de la gran torre que alojaba al gran reloj, un reloj que marcó, con su enorme minutero, que sentenció, con una campanada, la muerte de mi amigo. Muchas veces habían sonado sus campanas en esos últimos siete días. ¿Qué hacía allí? Ni yo mismo lo sabía. Pero al igual que una vez mi corazón me empujó a salir corriendo de aquél lugar, a huir, ahora me llamaba hacia aquél lugar, me guiaba; yo, le seguía con ciegos pasos.

Y allí me vi nuevamente, debajo de la gran y simbólica figura, que aguardaba al "viejo Ben".

[Soul Artist]

Y sin embargo, no había nada allí. Ni el espectro de Nate, ni su compañero vestido de negro, ni los fantasmas; ninguna de aquellas monstruosidades se había presentado aquella noche allí. Estaba solo, absolutamente solo. Y aquello no podía animarle, pues ya había pasado muchos días sin compañía, como para soportar uno más.

Pasó minutos allí esperando. Minutos que parecían horas; o quizá lo fuesen y el reloj le engañaba, de nuevo arreglado tras el cambio de hora que había provocado el espectro aquella noche. La niebla de Londres no era tan espera como aquella vez, por lo que se podía ver bien qué había a su alrededor. Y supo que no vendrían. No aquella noche.

En aquellos días no se había alertado en absoluto sobre el ataque de fantasmas en la ciudad. Era como el resto de la gente ignorase el peligro que acechaba, o incluso como si les diese igual; ¿qué haría un espectro capaz de mover relojes y sus compañeros, parecidos a muñecos? Por supuesto, nada. No era necesario comunicarlo en la prensa, ni siquiera comentarlo por la calle. Y sin embargo, el chico sabía que la gente seguía desapareciendo en noches como aquella. Y los londinenses seguían mirando a otro sitio.

Una voz se oyó en la lejanía. Zait pudo alertarse de aquello, pues no era una voz corriente; era el canto de una mujer aproximándose por el puente, no muy alto, pero sí con un tono que desencajaba un poco con la voz. Y además, desafinaba bastante.

—La luz del corazón... El Sincorazón... ¡Oh, a ti te busco yo! —la melodía de la canción cambió inmediatamente por otra distinta—. El beicon y el jazmín, separados deliciosos, juntos muy sabrosos... ¡Yo no quería esto!

La mujer había cesado de cantar. Se había quedado quieta, en el puente, a unos metros de Zait. No era capaz de distinguirla bien en la distancia y la oscuridad, pero su figura se había detenido a mirar el río pasar.

—Los fantasmas, los fantasmas no existen... No, no... ¿O sí existen? Si hay Sincorazón... ¡O puede que los Sincorazón sean fantasmas! O quizás... Quizás... Quizás... ¡Los fantasmas estén hechos de pensamientos! ¿Quién no está loco en esta vida? No, no, no, yo no, yo estoy sana, sana como este río... ¡Oh, por qué, por qué no se lo dije a Kazuki!

La mujer no parecía que fuese a aproximarse, pero mencionar a los fantasmas pudo llamar la atención de Zait.

[Little Sho]

Mi soledad aumentaba por momentos, aunque, siendo sinceros, lo que temía era que mi locura aumentase. Pasó mucho tiempo, mucho. Me senté en una esquina de las nobles casas del parlamento, y allí me quedé, esperando, esperando que alguien llegase y acabase con mi profundo pesar que tanto me atormentaba. Simplemente me sentía derrocado.

De nuevo el tiempo pasaba sobre mi cabeza, y las gigantescas manecillas giraban y giraban. Aquella vez no tuve tanto miedo de verlas rotar. Poco a poco el día pasó a ser noche, y el sol a ser luna. Y la niebla volvió, pero parecía también asustada de aquella noche, pues ya que era en mucha menos cantidad.

Una voz desbarató mis pensamientos, cantaba, cantaba algo que a priori no pude entender. Me levanté del suelo y me asomé hacia el puente, pude ver la figura de una mujer caminando por el puente, para posteriormente pararse a admirar el río. Fui acercándome poco a poco, incluso pude oír sus pensamientos en voz alta:

—Los fantasmas, los fantasmas no existen... No, no... ¿O sí existen? Si hay Sincorazón... ¡O puede que los Sincorazón sean fantasmas! O quizás... Quizás... Quizás... ¡Los fantasmas estén hechos de pensamientos! ¿Quién no está loco en esta vida? No, no, no, yo no, yo estoy sana, sana como este río... ¡Oh, por qué, por qué no se lo dije a Kazuki!

Conforme hablaba, yo seguí andando, hasta prácticamente estar al lado suya. En un principio, intenté pasar desapercibido.

—Lo cierto es que este río no está muy sano que digamos. Todo Londres lo usa como lavadero. Por desgracia también como vertedero. Es una pena... Me acuerdo de otros ríos, mucho más azules y contentos... El agua de éste parece quejarse...

Eso era, al menos lo que yo sentía sobre el río... Aunque siempre me maravilló, me gustaba verlo fluir... Fueron muchas las veces que pasé junto a él, maravillosas tardes.

[Soul Artist]

La mujer clavó su mirada en el chico. Una mujer de pequeños ojos negros, vestida con un kimono que poco le podía proteger del frío de la ciudad. Su piel era palidísima, casi como la nieve, y su pelo estaba perfectamente recortado hasta su cintura, dejando caer dos largos mechones por los hombros. El kimono era rojo, con motivos florales de color negro. No parecía estar sorprendida en que el chico le hubiese venido hablar sin motivo alguno.

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—Este río está limpio, limpio como mi corazón —insistió la mujer a pesar del lamentable estado del agua que cruzaba el puente—. Mi corazón, ¡Sincorazón! Chico, se te ve triste, dolido, tu corazón sufre por algo. ¿Has perdido a alguien? ¿Un amante, quizá? Los amores siempre se van, los corazones se unen y se separan, ¡dolor, qué dolor! ¡Por qué sucede esto! ¡El mundo es injusto, cruel!

La mujer cogió la mano al pecho, como si el dolor de Zait fuese compartido. Cada segundo que pasaba con ella no estaba dándole precisamente buena espina al muchacho; parecía que estuviese borracha o... Quizá demente.

—¡Suelta ese dolor, chico! ¡Suéltalo, suéltalo, deja que vuele por la ciudad y sea liberado como una mariposa!

[Little Sho]

Esa mujer sin duda alguna no era de por allí. Llevaba un extraño manto alrededor de su cuerpo, atado por la cintura, e incluso llevaba floripondios por todas partes. "Quedaría raro incluso hasta de cortinas" pensé. Tenía un pelo muy liso, que le recorría la espalda hasta llegar a la cintura, una piel del color de la nieve, pero no parecía tan fría. Sin embargo, me apasioné enseguida. Deseaba con todo mi corazón que me contase de dónde venía, que me hablase de aquél lugar del cual había venido, allí dónde usaban mantones como vestidos. Quería que me hablase de todo eso, que me enseñase lo que era vivir en un sitio distinto a Londres.

—Este río está limpio, limpio como mi corazón. Mi corazón, ¡Sincorazón! Chico, se te ve triste, dolido, tu corazón sufre por algo. ¿Has perdido a alguien? ¿Un amante, quizá? Los amores siempre se van, los corazones se unen y se separan, ¡dolor, qué dolor! ¡Por qué sucede esto! ¡El mundo es injusto, cruel!

—Esto... La verdad es que... — Dije intentando responder a sus incansables y numerosas preguntas, con las cuales parecía bombardearme, todo eso sin callar un sólo momento. —Yo... Mi amigo...

Sin embargo no pude terminar (ni empezar siquiera) de hablar. Pues la mujer se llevó la mano al pecho y siguió hablando.

—¡Suelta ese dolor, chico! ¡Suéltalo, suéltalo, deja que vuele por la ciudad y sea liberado como una mariposa!

—Ya me gustaría... Pero me cuesta. He perdido mucho... En tan poco tiempo... Ahora ya no me queda casi nada. Quizá la esperanza de seguir con mi búsqueda.

[Soul Artist]

Las palabras del joven no detuvieron a la mujer, la cual puso su mano en el pecho de Zait. Si no estuviese tan chalada, lo habría interpretado de otro modo.

—¡Libéralo! ¡Libéralo! Puedo ver cómo tu dolor se aferra a ti, a tu corazón... ¡No lo aceptes! Piensa en algo feliz... ¡El jazmín! ¡El beicon! Por supuesto, ¡los chocobos! Son tan monos, tan amables... ¡Oh, qué sería de mí sin ellos!

La mujer se llevó la mano a la frente, como si estuviese interpretando. Parecía algo mareada y a punto de perder el conocimiento, por lo que se apoyó sobre la barantilla del puente con una mano.

—Una desgracia... Una desgracia muy cercana, ¿no, muchacho? Alguien... Aquí mismo, en este puente... El escenario, aquel gran reloj del cielo; el momento, hace una semana; el sentimiento, ¡dolor! ¡Mucho dolor! ¿Por qué sucedió? ¿Por qué eres tan cruel, oh, destino? ¡Yo te maldigo! ¡Maldilo conmigo, joven amigo!

La demente alzó su puño hacia el cielo y agarró el brazo de Zait para que lo hiciese conjuntamente. Así, apuntó hacia el Big Ben y gritó en alto:

—¡Nosotros te maldecimos, destino! ¡Has tomado la vida del amor de este muchacho, se lo has arrancado, te lo has llevado lejos! ¡El mundo para él ahora carece de sentido! ¡Pero nosotros le ayudaremos! ¡Yami, yo, ayudará al joven chico enamorado!

[Little Sho]

La mujer puso su mano en mi pecho, como intentando fusionarse con mis sentimientos. Si soy sincero, parecía que lo había logrado.

—¡Libéralo! ¡Libéralo! Puedo ver cómo tu dolor se aferra a ti, a tu corazón... ¡No lo aceptes! Piensa en algo feliz... ¡El jazmín! ¡El beicon! Por supuesto, ¡los chocobos! Son tan monos, tan amables... ¡Oh, qué sería de mí sin ellos!

Aquella notablemente rara mujer no dejaba de moverse, dramatizando con fervor lo que parecía una complicada escena.

—Una desgracia... Una desgracia muy cercana, ¿no, muchacho? Alguien... Aquí mismo, en este puente... El escenario, aquel gran reloj del cielo; el momento, hace una semana; el sentimiento, ¡dolor! ¡Mucho dolor! ¿Por qué sucedió? ¿Por qué eres tan cruel, oh, destino? ¡Yo te maldigo! ¡Maldilo conmigo, joven amigo!

Y fue tras decir eso, cuando empecé a alucinar. ¿Cómo era posible que aquella mujer supiese todo eso? ¿Y si me había estado siguiendo? Parecía lo suficientemente loca como para hacerlo. Sin embargo... Fue una semana muy dura, y aquella joven mujer parecía poder sentir con gran apatía lo que yo sentía, parecía preocuparse por aquello, y fue un signo por el cual me dejé llevar..

—Sí... Pero... ¿Cómo sabe usted todo eso? — Y nuevamente no pude terminar mi frase, pues ya que que con un desquiciado movimiento me agarró del brazo y con él señaló al enorme reloj del parlamento, señal que definitivamente me dijo que ésa mujer sabía lo suficiente. Me solté con algo de brusquedad, la miré a los ojos y la agarré por los hombros, intentando conseguir una pizca de su atención, y muy serio, le dije:

—¿Yami se llamaba, no? Yo soy Zait Laind, vivo entre las calles de esta fría ciudad. — Dije, soltándola, y señalando con un leve círculo en el aire toda la ciudad. —Hace una semana estaba aquí, con mi mejor amigo Nate. La única familia que prácticamente he tenido. Estaba rodeado por un grupo de seres fantasmales, y fuimos atacados por uno aún mayor, uno que apareció de entre las sombras, del corazón de una persona. Era enorme y terrorífico. Mató a mi amigo, algo que todavía guardo en mi interior. Lo mató usando aquél gran reloj, el Big Ben. Del corazón de mi amigo volvió a formarse otro enorme espectro, que parecía aún peor que el anterior. Tuve miedo, y todavía lo tengo. Y después de estos últimos siete días, vencí mis temores y decidí venir a buscarle... Pero no ha dado resultado... Yo... Yo... Lo he perdido para siempre...

Me separé de ella y miré hacia el río. Pude verme reflejado en sus turbias aguas. Y de nuevo, volví a mirarle a ella.

—Si usted puede ayudarme... ¡Tiene que hacerlo! No sé qué eran esas extrañas cosas... Eran seres desalmados, sin corazón. Se llevaron a mi amigo, algo me dice que no está muerto... Y tengo que encontrarlo... A él y... y a una mujer.

[Soul Artist]

La mujer escuchó atentamente las palabras del muchacho, sin interrumpirle como anteriormente había hecho. A pesar de su dudoso juicio y su poca cordura, parecía ser una persona muy empática; sabía cómo se sentía el muchacho y lo mal que lo estaba pasando. Colocó su mano sobre su hombro y le miró a los ojos.

—Podemos ayudarte. Sabemos cómo liberar tu dolor y el de tu amigo. Como has dicho, se convirtió en un monstruo, una bestia; un Sincorazón. Existe un arma que puede no solo combatir esas criaturas, sino también liberarles. ¡Liberarles de la malvada oscuridad! Si tomas ese arma, puedes tener una oportunidad de liberar a tu amigo, de hacer que descanse en paz. Pero necesitarás ser fuerte.

Yami se apartó del muchacho y entre sus dedos un rayo de luz surgió, el cual tomó forma de extraña arma. Roja, alargada, sin filo... No era una espada, desde luego. Parecía una llave.

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—Toma la Llave Espada y te llevaré a un lugar donde ser más fuerte. Recházala... Y el destino seguirá haciendo sufrir a tu amigo. Pero una vez la tomes, no podrás rechazar nunca más tu misión.

[Little Sho]

—Podemos ayudarte. Sabemos cómo liberar tu dolor y el de tu amigo. Como has dicho, se convirtió en un monstruo, una bestia; un Sincorazón. Existe un arma que puede no solo combatir esas criaturas, sino también liberarles. ¡Liberarles de la malvada oscuridad! Si tomas ese arma, puedes tener una oportunidad de liberar a tu amigo, de hacer que descanse en paz. Pero necesitarás ser fuerte.

Escuché atónito todo lo que Yami me decía. No sabía si lo decía a ciencia cierta, o seguía delirando sin control. Pero pude ver como me miraba seria, sin dramatismos ni locuras, aunque me hablaba de cosas muy extrañas, que en parte me costaba entender. Pero sin embargo me hablaba de un arma... Vi como el guardia no pudo con una de ellas ni con 3 disparos a escasos metros. ¿Sería capaz esa especie de... espada, de combatirlas? Si era eso lo que tenía que utilizar, así lo haría.

Yami se apartó de mí, y entre sus manos apareció una de esas Llaves Espada. Era roja y alargada, e incluso parecía llameante.

—Toma la Llave Espada y te llevaré a un lugar donde ser más fuerte. Recházala... Y el destino seguirá haciendo sufrir a tu amigo. Pero una vez la tomes, no podrás rechazar nunca más tu misión.

Miré aquella Llave Espada... Sin duda alguna, era algo que ¿nunca había visto? Me resultaba tan familiar... "Si pudiese volver a Nunca Jamás", pensé... Habría muchas cosas que seguramente solucionarían parte de mis dudas. Sin embargo, Nate me necesitaba. Alargué el brazo y cogí la Llave Espada, fuertemente, con firmeza; para posteriormente cerrar los ojos, esperando una respuesta a todo aquello.

[Soul Artist]

La Llave Espada desapareció de las manos del joven con un flash. En otro destello volvió a surgir en manos de Yami, la cual comenzó a chocar las palmas, alegre de que hubiese tomado aquella responsabilidad.

—¡Bien, bien, bien! Ahora tendrás que venir conmigo, viajar, lejos de aquí, muy, muy lejos, a otro lugar donde conocerás a otros como tú, a otros maestros, a moguris... ¡Pero no hay chocobos! No, no, no. Algún día capturaré un chocobo y lo llevaré allí. ¡Seremos felices! Chocobos, tan dulces, tan bonitos...

Yami se llevó las manos a las mejillas, sonrojada de pensar en aquello que fuese un "chocobo". Quizá aceptar aquel arma y estar bajo su responsabilidad no fuese buena idea después de todo.

—Bueno, a ver, qué te cuento primero... Yo seré tu Maestra, te enseñaré a blandir el arma que tienes, aunque también lo harán otros como Ronin... El lugar adonde nos dirigimos está más allá, lejos de las estrellas... ¡No, no pienses mal! Es otro mundo, otro lugar. Verás, hay más mundos, ¡pero es un secreto que nadie sabe! ¡Sssshh! ¡Sssshh! Nosotros en secretos protegemos esos mundos de los Sincorazón y otras amenazas, ¡amenazas muy malvadas! ¡Sssshh! Usamos cosas como naves espaciales para movernos, y también nuestra propia arma sirve de vehículo, y...

La mujer no cesaba de callar. En cualquier momento, comenzaría a divagar hasta niveles inimaginables de nuevo.

[Little Sho]

Un destello, quizá, pero sobretodo, leve y rápido. Abrí los ojos, Ya no tenía aquella misteriosa arma, simplemente había vuelto a los brazos de Yami, transportándose mágicamente.

—¡Bien, bien, bien! Ahora tendrás que venir conmigo, viajar, lejos de aquí, muy, muy lejos, a otro lugar donde conocerás a otros como tú, a otros maestros, a moguris... ¡Pero no hay chocobos! No, no, no. Algún día capturaré un chocobo y lo llevaré allí. ¡Seremos felices! Chocobos, tan dulces, tan bonitos...

Se me iluminó completamente al escuchar lo que Yami me decía, no por los chocobos, aunque me encantaría conocer a uno de esos, quizá también llevaban mantos con floripondios. Lo que me encantó fue oír que viajaría a otro lugar. Por ahí empezaría, así podría buscar a mi madre. Y por lo visto, ella era maestra, y había más maestros, era perfecto, allí podría aprender a leer y escribir. Aquí en Londres las escuelas eran muy caras, un maestro también. Ni siquiera los hijos de muchos mercaderes podían darse el lujo de tener maestros, obviamente, yo menos. "Chocobos..." seguía pensando, sin que mi imaginación me abordase con miles de imágenes para todo aquello que fuese un "chocobo".

—Bueno, a ver, qué te cuento primero... Yo seré tu Maestra, te enseñaré a blandir el arma que tienes, aunque también lo harán otros como Ronin... El lugar adonde nos dirigimos está más allá, lejos de las estrellas... ¡No, no pienses mal! Es otro mundo, otro lugar. Verás, hay más mundos, ¡pero es un secreto que nadie sabe! ¡Sssshh! ¡Sssshh! Nosotros en secretos protegemos esos mundos de los Sincorazón y otras amenazas, ¡amenazas muy malvadas! ¡Sssshh! Usamos cosas como naves espaciales para movernos, y también nuestra propia arma sirve de vehículo, y...

Siendo sinceros, se me pasó varias veces por la idea de que pude haberme metido en alguna extraña organización, cómo esas llenas de locos al escuchar todo eso. Sin embargo, todo eso desapareció de mi mente, se desvaneció, como cada vez que me hablaban de otros lugares. Tendría la oportunidad de viajar a todos aquellos mundos... Igual también yo empecé a divagar.

—Yami, perdone un momento. — Dije intentando frenarla nuevamente. En el fondo, me daba algo de pena, parecía tan feliz surcando los cielos con sus diferentes delirios. —Háblame del sitio a dónde me llevarás, y de lo que allí veré.

[Soul Artist]

Yami se quedó callada y quieta cuando el joven Zait Laind le pidió que hablara del lugar adonde le iba a llevar. Reflexionó un momento, más calmada que hacía unos segundos.

—Se llama Tierra de Partida, nombre raro, muy raro... Yo no me crié allí, nadie se ha criado allí... Hay montañas, colinas, un gran castillo luminoso que está situado en el centro del mundo... ¡Y, oh, oh! Los Sincorazón malvados no llegan allí, porque los Maestros somos muy fuertes, nunca llegarán, no... Pero no hay chocobos... Lindos, lindos chocobos...

La mujer suspiró, triste de reconocer que aquello que mencionara constantemente no estuviese en el lugar del que venía. Volvió a dirigirse hacia el río, mirando al cielo, como si esperase algo.

—Pronto llegará nuestro, am... Chófer. Mientras, toma esto —Yami dejó sobre la barandilla del puente un pequeño fragmento de algo que parecía de metal—. Puedes colocártelo en cualquier parte de tu cuerpo y hará que tu cuerpo vista con una armadura. Armadura, armadura... No me gustan las armaduras. Son pesadas, te restan campo de visión... No, no, no me gustan...

La mujer volvió a suspirar hacia el cielo.

—Si tienes algo que hacer en este mundo o alguien de quien despedirte, este es el momento.

[Little Sho]

Me quedé callado y contemplé cómo Yami me explicaba todo aquello sobre Tierra de Partida. Simplemente, todo aquello no hacía más que hacer resonar en mi cabeza una única palabra: "Aventura". Mi imaginación estaba un paso por delante mía, yo ya sabía que exploraría aquel ideal sitio hasta que me lo conociera como la palma de mi mano, al igual que Londres. Sin embargo, por mucho que me gustase la idea, y lo sensacional que era todo, no podía quitarme de la cabeza una de las grandes razones que me había hecho dar tal gran paso. Es cierto que buscaría a mi madre, pero, por encima de todo, tenía que salvar a Nate.

A Yami, por su parte, se le iluminaba la cara al hablar de tanto chocobo. Suspiró, se giró hacia el río y miró al cielo. Yo, al igual que un mimo, hice lo que ella, admirando el firmamento, lugar, al que dentro de poco me dirigiría. La luna, en lo alto, era tan asombrosa inclusive en su reflejo del río. Era ella, ese enorme círculo redondo, en ocasiones menguante, lo que más me encantaba de la noche.

—Pronto llegará nuestro, am... Chófer. Mientras, toma esto —Yami dejó un pequeño trozo de algo en la barandilla del puente, que miré con curiosidad y cogí con mi mano derecha—. Puedes colocártelo en cualquier parte de tu cuerpo y hará que tu cuerpo vista con una armadura. Armadura, armadura... No me gustan las armaduras. Son pesadas, te restan campo de visión... No, no, no me gustan...

—¡Muchas gracias!

Miré aquél trocito de lo que parecía ser metal y lo examiné con cuidado. Me preguntaba cómo podría ser esa pequeña cosita una enorme armadura. "¿Será de mi talla?". Me la puse en la muñeca y no pasó nada. Me quedé embobado como un tonto mirando aquello, y decidí apretar fuerte, simplemente por curiosidad. De nuevo, un destello, parecido al de la llave espada, me hizo cerrar los ojos. Cuando los hube abierto, me miré alucinado. Iba vestido con una preciosa armadura de colores rojizos y dorados. Me sentí como un bravo guerrero, que lucharía contra la justicia. Me acordé entonces de una espada de madera que tenía en Nunca Jamás... Qué inocente era.

La armadura presentaba dorados recubrimientos en pecho, hombros, brazos y piernas. Por lo demás, un rojizo decorado, junto con una malla de metal, adornaban el resultado final de la armadura. Y también, tenía una especie de casco. Pero no, no era como esos asfixiantes cascos de metal que llevaban los antiguos guerreros de Inglaterra. Aquellos nobles cascos de antiguos guerreros. Sin duda alguna, eran de otro mundo, más allá de algo que pudiese describir. Aunque era también dorado.

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qDibujo:
(Sin espada ni gorro)

qFoto:
(Sin escudo, espada ni gorro)

qFUCKIN' CASCO:

Volví a apretar, y en efecto, la armadura desapareció. Lo cierto es que me sentí más libre.

—Si tienes algo que hacer en este mundo o alguien de quien despedirte, este es el momento.

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OFF: GUARDAR PARTIDA. GUARDANDO PARTIDA.............. PARTIDA GUARDADA

Lo primero en lo que pensé fue en Tak. Lamentablemente, hacía una semana que no le veía, y no sabía nada de él. Simplemente mantenía la esperanza de que estuviese bien. Por lo demás... ¿De quién más podría despedirme? ¿Qué más podría hacer? También pensé en Nunca Jamás, pero lo cierto es que no sabía nada más. Nunca supe nada más, desde que me bajé de aquel barco. Pero tenía la certeza, de que volvería. Lo sabía.

—Pues la verdad... Creo que eso es todo...

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EDIT: FUCKIN' CASCO