Akio se acercó a mí, con aquella mirada que me partía el alma... pero un golpe bastante inesperado y agudo invadió mi frente para luego retumbar en mis oídos y mi pobre sien. Akio me había golpeado la cabeza con la suya. ¡Ay, ay, ay! ¡Niño malcriado! Me llevé las manos a la cabeza.
—¡Sí! ¡Yo siempre estoy bien, preocúpate por ti! Eres tan tontorrona que seguro que pensaste que me encontraba triste. ¡Te engañé bien, eh!
Todo aquello lo decía entre carcajadas, pero... no era tan tonta como para saber que aquella tristeza había sido verdad. Era extraño, pero juraría haber experimentado esos sentimientos antes, diferentes, pero con la misma...esencia. ¿Del broche de plata quizás? ¿Tendría algo que ver con Akio? Pero si Akio era de la Villa... ¿o no?
—Ay, eres más divertida que los aprendices que entreno —Su comentario me hizo volver de mis pensamientos. Akio se había sentado en uno de los viejos sillones que guardaba Sendh en el desguace—. Entre que Yagari es demasiado soso cuando le pico y Dejay es una bruta que solo quiere llamar la atención, me aburro como una ostra con ellos. ¡Me hace falta algo como tú! Pero eres una debilucha.
—¿Aprendices que entrenas...? — ¿Yagari? ¿Dejay? Mi cabeza estaba llena de preguntas hacia Akio. ¡Espera un momento! ¿Maestro? ¿Aprendiz? ¡¡Ahora lo recordaba!! Había leído de ello antes, en el solar. ¡Claro!
Me quité la mochila y saqué de ella el viejo libro que había dejado a la mitad en el solar. Acaricié las letras grabadas en su lomo: "Armonía y Caos".
—Akio... ¿tú... no eres de la Villa, cierto?