[Atlántica] El RMS Colossus

[Soul Artist]

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Prólogo de Suzume Mizuno

Era el mayor barco que se había creado hasta la fecha. Un transatlántico que conectaría los reinos a través del mar, con una buena cantidad de camarotes, cubierta de paseo, comedor, cafetería... Lo llamaron el RMS Colossus. Decían que era insumergible.

Fátima Laforet debía estar cagándose en todo, pues el navío estaba yéndose a pique.

Todo le había indicado desde el principio que no debía subirse a ese barco, como si el destino intentara advertirle. Por una parte, la gente del reino cuchicheaba que la tecnología utilizada en él, algo acerca del carbón y un líquido negro traído del infierno cuyo nombre no recordaba, era cosa del mismísimo diablo; quizá fuese por eso por lo que no mucha gente había decidido hacer aquel primer viaje al que se había aventurado el barco. Pero la cosa no terminaba allí, pues una anciana antes de subirse le había advertido que no subiera si quería salir viva. Además de aquello, en el trayecto de su casa al puerto casi fue atropellada por un carruaje de caballos, un guardia la detuvo equivocándola con un ladrón y casi no le dejaron subir por llegar tarde. Todo había ido en su contra: ya podía comprender por qué.

Ahora estaba en su camarote, mientras el agua comenzaba a llegarle a los tobillos. Acababa de despertar y esa era la situación que se había encontrado: agua. Debía salir de allí cuanto antes, sobrevivir. En primer lugar, pensar si coger sus pertenencias o dejarlas allí y echar a correr.

Su habitación estaba en la parte más baja del barco, pues solo había podido permitirse un viaje en tercera clase. Quizá más adelante encontrase un mapa que le ayudase en su huida.

[Suzume Mizuno]

Fátima se despertó tirada en el suelo. Aturdida, intentó desenredarse de la manta y ponerse en pie. Había estado soñando con el carruaje que casi la atropelló esa mañana, antes de embarcar, y justo en el momento que se lanzaba a un lado para impedir que la arrollara se había caído de la cama. Se sentó en el colchón, notando cómo se le pegaba el camisón al cuerpo por culpa del sudor que le perlaba la piel. Todavía adormilada, tanteó con los dedos por la pared, hasta que dio con el interruptor, y se hizo la luz en su diminuto dormitorio. Su maleta se había caído y todo su interior se había desparramado. Al acuclillarse para recoger sus escasas pertenencias comprobó que el candado se había roto. Soltó una maldición y, de mal humor, cerró la maleta, la puso a los pies de la cama, y se acostó para ver si podía dormir un poco más.

Pero fue completamente incapaz. Estaba de un humor de perros. Era el peor día de su vida; casi la habían atropellado, estuvo a punto de acabar en la cárcel por un estúpido policía que la confundió con un ladrona (¿¡por qué!? ¿Es que tenía cara de ser capaz de robar algo? ¡No lo entendía!), llegó al embarco por un pelo y, aterrorizada ante la idea de haber gastado en vano el caro billete. Todo eso sin contar a la vieja arrugada que le había advertido que moriría si subía al Colossus. Fátima no se consideraba supersticiosa, pero estaba convencida de que debía haber una especie de voluntad divina que quería fastidiarla poniendo a prueba su voluntad. Cerró los ojos y trató de tranquilizarse. Sin embargo, había algo raro en el ambiente que la ponía nerviosa. Prestó atención durante varios minutos, durante los cuales solo percibió un profundo silencio. Entonces se percató de que habían dejado de sonar los motores. Extrañada, se incorporó y fue poner los pies en el suelo y soltar un alarido. Encendió de nuevo la luz, para ver que todo el camarote estaba encharcado de agua, que entraba por debajo de la puerta que daba al pasillo.
“¿Qué está pasando…?”

Se asomó al pasillo, pero lo encontró vacío. Y el agua fluía a lo largo de él, creciendo por momentos. Un escalofrío le recorrió la espalda y sintió que le encogía el estómago.
“Relájate, estúpida” se reprochó. “Se han debido romper algunas cañerías. Ve a avisar a alguien”.

Se puso un vestido y unas viejas botas, se guardó en una chaqueta todo el dinero que traía consigo (no se fiaba de dejarlo ahí, ahora que el candado de la maleta estaba roto aunque, pensándolo bien, si tan frágil era que se partía de una caída…mejor no volver a dejar nada importante dentro) y puso a buen recaudo el billete en un bolsillo del pecho. Después abrió la puerta y echó a correr hacia las escaleras. Sus pies chapoteaban en el agua, provocando un ruido que se le antojó atronador. ¿Cómo era posible que nadie más que ella se hubiese dado cuenta de que la cubierta estaba inundada?

[Soul Artist]

No había absolutamente nadie en el pasillo. Todos parecían haber desaparecido de golpe, ni siquiera había susurros. Si una cañería se hubiese roto, alguien en las habitaciones de tercera clase hubiese salido al menos de allí. Pero no: todas las puertas de los camarotes estaban cerradas, y si Fátima intentaba abrir cualquiera de ellas, vería que eran imposibles de abrir. No se escuchaba nada, excepto el agua correr.

El pasillo era bastante largo, y ella se encontraba justo en el centro. El agua parecía venir de su izquierda, pues la corriente iba en el sentido contrario. No dejaba de oír agua salpicar y correr. Estaba fría y, además, las metálicas paredes grises no le ayudaban a entrar en calor. Tenía una mala espina en todo aquello...

Pudo ver un mapa cerca de su camarote. Era muy básico y no podía llevárselo, pero le indicaba en color rojo dónde se encontraba. En naranja venía señalado el camino de la izquierda, que no sabía hacia dónde se dirigía; y en azul el camino a la izquierda, que recordó que llevaba a una sala de escaleras que conducía a distintos pisos y por dónde iban múltiples caminos.

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Debía elegir hacia dónde ir.

[Suzume Mizuno]

Fátima se quedó mirando durante largos minutos el mapa. El camino hacia la derecha era el más largo, pero de la otra parte venía el agua… Se mordió el labio inferior, intentando decidir.

“Largo o corto. Seco o agua. Genial”.

Al final optó por el camino más largo, pero que al menos le aseguraba que podría salir del agua y dejar de congelarse, porque comenzaba a notar que se le empapaban los pies. Echó a caminar, arrebujándose dentro de la chaqueta. Tenía muchísimo frío.

Decidió llamar a alguna puerta. Probó en varias, primero golpeando con suavidad, después con más fuerza y por último alzando la voz. En ningún caso recibió respuesta. Incluso forcejeó con un par de picaportes, en vano. Cada vez más nerviosa, se abrazó a sí misma y retomó su camino a buen paso, deseando llegar de una vez a algún lugar donde hubiese gente.

Tenía un muy mal presentimiento.

[Soul Artist]

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Ubicación actual: color rojo

Al abrir la puerta, Fátima pudo escuchar cómo al otro lado del pasillo se abría de golpe la puerta y entraba todo un torrente de agua. Si no quería nadar hizo bien tomando aquel camino, pues le hubiese pillado todo aquel torrente y se la hubiese llevado por delante. Al cerrar la puerta de golpe tuvo que darse cuenta; aquello eran más que unas sencillas cañerías.

El lugar adonde acababa de llegar estaba algo destrozado. Las paredes estaban recubiertas por papel pintado, generalmente de un color rojo imperial que otorgaba estilo y lujo; pero daba igual, pues no solo se estaban mojando, sino que alguien, humano o no, había desgarrado gran parte de ellas. Incluso parecía haber rastros de un líquido rojo muy fuerte que a simple vista no se llegaba a distinguir, pero que sin embargo ahí estaba.

Dos escaleras se separaban, a su izquierda y a su derecha, cada una tomando caminos distintos aparentemente; aunque la izquierda no iba a ser muy útil, pues desde abajo se podía ver cómo la planta a la que llevaban se había derrumbado por completo. Y justo por allí, por ese camino que no podía cruzar, distinguió a alguien; solo llegó a ver la ropa, un traje blanco puro como la nieve, que desapareció tras una puerta que se cerró a su espalda. No estaba sola allí.

Quizá intentase alcanzarla, pero el agua había comenzado a subir bastante su nivel y ya le llegaba a las rodillas, lo que frenaba mucho su velocidad. No solo eso; bajo sus pies comenzó a surgir un líquido extraño, flotante, color negro. Se acordó de los rumores de "un líquido negro traído desde el Infierno" de los que probablemente hubiese oído hablar, e igual pensó en tocarlo. No parecía viscoso; más bien, parecía poco... ¿Espeso?

Del fondo del agua surgió una pequeña bolsa con un círculo negro dentro. La bolsa se giró hacia Fátima y pudo darse cuenta entonces de que se trataba de una medusa; algo extraña y con un extraño símbolo negro y rojo tapándole la cara, pero una medusa al fin y al cabo.

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[Suzume Mizuno]

“¿Pero qué ha pasado aquí?” pensó Fátima al ver el estado de la habitación. Los zarpazos de las paredes le pusieron los pelos de punta.

Pero el agua, que se colaba con fuerza por debajo de la puerta y que pronto le rozaría las rodillas, la forzó a darse prisa. Avanzó hacia las escaleras y se dio cuenta de que la de la izquierda estaba inservible. Iba a darse la vuelta, con el corazón en vilo, rezando porque la otra estuviese intacta, cuando captó por el rabillo del ojo un movimiento. Se volvió a tiempo de ver una figura envuelta en un traje blanco desaparecer tras una puerta.

Se quedó congelada por un instante.

¡No estaba sola!

− ¡Eh! − gritó −. ¡Espere, vuelva por favor!

Pero se dio cuenta de que su voz no le llegaría a aquella persona, fuese quien fuese, porque el atronador rugido del agua, que estaba a punto de echar la puerta abajo, ahogaba todo lo demás. Además, el nivel había ascendido en cuestión de segundos y ya le llegaba a las rodillas. Al bajar la vista pegó un respingo. Lo que hasta ese momento había sido un agua turbia por la espuma y la fuerza de la corriente, de pronto había comenzado a volverse de color negro. Contempló cómo se extendía con rapidez bajo sus pies, hasta que reaccionó y trastabilló hacia atrás, con la respiración entrecortada y el pulso por los aires. Pero, a pesar del miedo, no pudo dejar de observar el líquido. Por su mente pasaron los rumores del combustible del infierno del que había oído hablar.

Entonces, para su horror, algo emergió hacia la superficie. Era una especie de medusa, mucho más grande que las que estaba habituada a ver… Dos pequeños ojos amarillos brillaban en medio de una cabeza negra, detrás de un símbolo rojo.

Fátima se llevó las manos a su atenazado pecho y contuvo un grito.

¿Qué era eso?

Pensó que se lanzaría sobre ella. Pero no ocurrió nada. Esperó, muriéndose de angustia, a que aquel ser diera el primer paso. Sin embargo, no lo hizo. Gracias a ello, su mente volvió a funcionar a trompicones. Y lo primero que supo fue que tenía que marcharse de allí.

Lo más lentamente que pudo, rezando a su maldita mala suerte que la dejara en paz en ese momento, se deslizó rodeando a la criatura, sin atreverse siquiera a respirar. Todos sus músculos estaban en tensión, agarrotados, y le costaba un mundo mover las congeladas piernas. Al final el miedo pudo con ella y se precipitó hacia las escaleras.

[Soul Artist]

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Disculpad no haber actualizado el rol en estos días; por asuntos de índole personal no me he visto capacitado de concentrarme en nada. Así pues, seguiré actualizando (no con la misma velocidad que antes) hasta que vuelva Nell, y entonces quizá me tome un pequeño período de vacaciones.
De nuevo, disculpad las molestias, por favor.

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Ubicación actual: color rojo

La extraña medusa observó el lento movimiento de la joven, como si tuviese curiosidad de ella y quisiese saciarla. Una vez comenzó a acercarse a ella, fue cuando Fátima reaccionó asustadiza e intentó huir hacia las escaleras. Pero sus pasos se verían interrumpidos.

El extraño líquido negro se estaba expandiendo por la sala a una velocidad abrumadora, y así lo hizo hasta las escaleras. Antes de poder acceder a ellas, dos nuevas medudas surgieron delante de ella y resultaron ser menos amistosas que la anterior: una, sin mayor dilación, nadó hasta ella por debajo del agua y le picó una pierna. Era un ataque se podría decir no doloroso, pero sí que escocía como mil demonios.

El nivel del agua seguía ascendiendo; ya estaba a su cintura, lo cual podía ser de todo menos bueno. Tres medusas le estaban acompañando además, y había hecho bien al asustarse, porque no parecían nada amigables. Y el líquido negro tenía muy mala pinta. Pero...

Un sonido seco y chispeante (¡chasks!) llamó la atención de la chica. Uno de los cables que daba luz a una de las lámparas de pared se había roto de golpe sin motivo aparente; el cable, todavía pegado a la pared, soltaba chispas que iban a caer directamente cerca del agua. Era un tanto extraño que se hubiese roto así... Pero no le resultaría muy difícil arrancarlo y trasladarlo unos metros, y siempre que estuviese lo suficientemente alejada de la zona donde la electricidad tocase el agua no le pasaría nada. Claro que podía también intentar saltarse las medudas...

[Suzume Mizuno]

Fátima no pudo esquivar a las dos nuevas medusas y sintió un repentino dolor en la pierna cuando una se lanzó a por su muslo. Se le escapó un pequeño quejido al sentir la repentina quemadura y se echó hacia atrás. Estaba tan congelada que apenas sí percibió escozor. Entonces captó un chispazo de luz por el rabillo del ojo y, al volverse, descubrió que un cable de la pared se había partido y expulsaba chispas. La sangre huyó de sus venas y empalideció de golpe, con el corazón en la garganta. Si la electricidad hacía contacto con el agua, estaba perdida.

Por un momento, el mundo pareció deslizarse a cámara lenta. Fátima fue consciente de todos los detalles que la rodeaban. El peso del vestido, que se le enredaba entre las piernas. El frío del agua, que ya le llegaba a la cintura y la hacía temblar con violencia, en medio del ensordecedor estruendo de la corriente al colarse por la puerta. Los movimientos sinuosos de las medusas. Sus ojos amarillos. El líquido negro que expandía por segundos a su alrededor. Y el chisporroteo de la electricidad.

Súbitamente todo volvió a la normalidad y el terror la invadió al ser consciente de la situación. Las medusas se le antojaron un obstáculo bastante inofensivo en comparación con morir electrocutada. De modo que, con la adrenalina por los aires y medio cegada por la ansiedad, se precipitó hacia delante, dispuesta a que la picaran con tal de llegar a las malditas escaleras.

[Sombra]

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Por algunos motivos Narra deja su puesto como GM del rol, por lo que seré su sustituto indefinidamente. No creo que esté a su nivel, pero daré lo mejor de mí. Ante todo, perdona la tardanza.

Uno, dos, tres y cuatro picotazos recibió en las piernas en total en su desesperado intento por llegar al otro lado, aquella sensación que producían aquellas criaturas al atacar era horrible, escocía mucho y hacía de rascarse casi una obligación, aunque sabía que si lo hacía no haría más que empeorar aquella sensación. Podría haber cogido el cable y sumergirlo en el agua para electrocutarlos y de aquella manera se habría librado de aquellas criaturas que se semejaban a medusas pero con los nervios era normal que no se le hubiese pasado por la cabeza aquella idea.

El agua siguió subiendo velozmente engullendo el lugar en el que había estado tan solo unos segundos antes haciendo que el cable de la electricidad se sumergiera electrocutando a aquellos seres. Ahora el agua no debía tocarle o ella correría la misma suerte que aquellos monstruos. Pero ahora tenía un nuevo problema entre manos, y es que aquel cable, al haber tocado el agua había provocado un cortocircuito que hizo que las luces de las escaleras se apagaran dejándola completamente a oscuras a excepción de una luz fluorescente que venía de un poco más arriba, era imposible distinguir desde su posición que provocaba aquella luz.

[Suzume Mizuno]

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No te preocupes por la tardanza. Y estoy segura de que lo harás de maravilla. Gracias por actualizar.

Se le saltaron las lágrimas cuando aquellos bichos le picaron en las piernas. Pero, aun así, no se detuvo y trepó por las escaleras a cuatro patas para darse impulso escaleras arriba. El vestido se le pegó a las piernas, entorpeciendo sus movimientos. Con todo, Fátima consiguió escapar del agua a tiempo de que el cable rozara su superficie y provocara un cortocircuito. De pronto, las luces se apagaron y no pudo reprimir un grito del susto. Por un momento se encontró totalmente desorientada y se quedó paralizada, con el corazón latiéndole fuera de control contra el pecho. Tardó un par de segundos en comprender lo que había pasado. Entonces sintió un violento escalofrío que le erizó el pelo de la nuca. Incapaz de ver nada en la negrura, se sintió terriblemente vulnerable y tuvo que hacer un gran esfuerzo de voluntad para mantenerse firme y no caer en la histeria.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, percibió una tenue luz que provenía de arriba. No era suficiente para iluminar su camino, ni tampoco tenía idea de dónde provenía, pero no se lo pensó dos veces y echó a correr hacia ella.

[Sombra]

La joven subió por las escaleras a toda prisa dirigiéndose hacia la luz fluorescente, casi imperceptible. Los temblores que el barco estaba sufriendo cada pocos segundos estuvieron a punto en más de una ocasión de hacer que la chica cayese de bruces, pero en todo momento puedo mantener el equilibrio.

La luz se hizo más fuerte y por fin, la muchacha pudo ver la fuente de ella. Un cartel indicador de una puerta de mantenimiento usada por los trabajadores del barco como atajo para ir a otros lugares más rápido, además también se utilizaba como salida de emergencia. No había ninguna otra vía posible para ella a excepción de aquella, era eso o volver al agua, que estaba subiendo a una pasmosa velocidad. No podía verlo, pero aquel sonido que producía el agua al chocar contra las paredes del barco indicaban más o menos la altura a la que se encontraba. Aquello era una carrera contra el tiempo, perder significaba la muerte.

Debía darse prisa y atravesar aquella puerta para intentar escapar cuanto antes.

[Suzume Mizuno]

Fátima llegó por fin a la fuente de la luz y observó con creciente ansiedad el cartel. Estuvo a punto de soltar un sollozo de alivio. ¡Había una salida! A su alrededor reverberaba el atronador rugido del agua, que sentía más y más cerca a cada momento. Con un grito de miedo atascado en la garganta, sin acordarse ni de cómo se respiraba, llevó las manos adelante y palpó torpemente la madera. Su cuerpo se estremecía, de frío y de miedo, y sentía el frío aliento de la muerte en su nuca. Sus manos temblaban con tal brusquedad que le costaba controlarlas. Por fin consiguió cerrarlas en torno al picaporte y empezó a forcejear con él para abrir de una vez la dichosa puerta que le cortaba el camino hacia lo que ella esperaba que fuese la salvación.

[Sombra]

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Rojo: Posición actual

El pasillo de mantenimiento estaba en un silencio indescriptiblemente siniestro. Desde la lejanía llegaban sonidos de todo tipo que chocaban con las paredes dando un ambiente fantasmagórico a aquella zona más que a cualquier otra. El pasillo, se dividía en una especie de cruce, sin embargo el techo del de la izquierda estaba bloqueado por un montón de tuberías que parecían haberse caído del suelo. Si se detuviera podría quitarlas a pesar de su aspecto pesado, pero viendo a la velocidad que subía el agua aquella sería una tarea suicida e imposible. El otro pasillo, que continuaba en línea recta llevaba a una puerta en la que no se indicaba absolutamente nada por lo que no podría saber a que clase de lugar llevaría.

Pero aquella era la única ruta.

Un fuerte temblor retumbó el barco meneándolo de un lado para otro con violencia, por el fuerte ruido que causó parecía como si algo estuviese zarandeándolo de un lado para otro como una macabra diversión.

[Suzume Mizuno]

Aquel ambiente tétrico le ponía los pelos de punta. Maldijo por lo bajo al ver el camino taponado, molesta por el hecho de que se le negara una salida. ¿Y si resultaba que el otro camino, más adelante, también estaba cortado? ¿Qué iba a hacer entonces?

Para su desgracia, no disponía de mucho tiempo para pensar. No quería confiar en su suerte, que desde el momento en que decidió embarcar la había abandonado por completo, pero, ¿qué iba a hacer? No era muy fuerte, aunque si intentara abrirse un paso entre las tuberías, probablemente lo conseguiría. Cuando el agua le llegara al cuello, claro. Tiritando por culpa del frío, se encaminó con una mezcla de angustia y decisión hacia la única salida que tenía. Entonces el barco tembló y Fátima se estampó contra una de las paredes. Aturdida, escuchó el gemido del barco al balancearse. Tragó saliva, atemorizada, y se obligó a darse más prisa. Notaba que una siniestra cuenta atrás se acababa. ¡Y, para colmo, todavía no se había encontrado con ninguna persona! Empezaba a pensar que la figura de blanco había sido cosa de su imaginación…

Llegó a la puerta y la abrió.

[Sombra]

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Rojo: Posición actual

El lugar donde acababa de entrar era el enorme comedor del barco que también servía como salón de baile. Los colores rojos y dorados predominaban en paredes y techos dándole un aspecto aristócrata. El suelo, de mármol color rojizo estaba agrietado y las mesas estaban volcadas. Había restos de lo que parecían barricadas bloqueando algunas puertas y una gran lámpara de lujoso cristal que había estado colgando del techo se había caído esparciendo miles microscópicos cristales. Por todas partes había marcas de arañazos y algunos pequeños charcos de sangre. Varios estoques estaban tirados en el suelo como abandonados por alguien. Sin embargo, algo allí no cuadraba. Si alguien hubiese sangrado habría dejado más manchas de aquel color carmesí que dejasen ver la ruta que usó para huir, sin embargo parecía como si la sangre hubiese empezado y acabado allí, junto aquellas espadas.

Al fondo del salón comedor había unas escaleras muy amplias con una alfombra roja que llevaban a la parte superior del salón.

De pronto, una luz cegadora envolvió todo y unos monstruosos gritos que no eran de humanos ni de algo parecido empezaron a sonar. Por desgracia, desde allí abajo no se podía ver nada.