[Atlántica] El RMS Colossus

[Suzume Mizuno]

Cuando Fátima llegó al inmenso comedor, se olvidó por un momento de todo: de las extrañas medusas, del picor de las piernas, del agua, de todo. Jamás había visto nada así. Acostumbrada a vivir en ambientes humildes, siempre supo que los ricos vivían prácticamente en el paraíso. Pero nunca pudo imaginar tal fastuosidad.

Tan ensimismada estaba que tardó en percatarse de que el hermoso comedor estaba medio destrozado. Iba a dar un paso al frente cuando escuchó que pisaba algo líquido. Bajó la cabeza y se quedó atónita al encontrarse con un charco de sangre. Su cerebro procesó la imagen al cabo de unos segundos y retrocedió con atropello sacudiendo el pie. Cuando volvió a mirar a su alrededor fue consciente de la lámpara de cristal destruida en medio de la sala, de las espadas que yacían abandonadas en el suelo, de los rastros de sangre, de la vajilla rota, de los zarpazos en la madera, en las paredes o las mesas volcadas.

− ¿Qué ha ocurrido…? − musitó, sin aliento.

Sin saber muy bien qué hacer, echó a andar hacia la gran escalera del fondo, que suponía que sería la salida, girando repetidamente sobre sí misma buscando alguna sombra, alguna figura. Cualquier cosa. Pero no encontró nada. Solo estaba ella, y el solitario salón.

Caminaba con los puños apretados contra el pecho, rebosante de un negro presentimiento. Había numerosos charcos de sangre, pero ningún rastro. Era como si algo los hubiese dejado caer desde el techo…

Los fragmentos de cristal de la lámpara, esparcidos por doquier, gimieron bajo sus botas. La inquietud de Fátima iba en aumento.

− ¿Qué ha pasado con toda la gente?


Desde luego, allí tenía la prueba de que había habido una pelea. Es decir, algo sucedió mientras dormía. No había encontrado más evidencias por ningún otro sitio, pero estaba claro que tenía que haber afectado, por fuerza, a los demás pasajeros. ¿Es que habían evacuado y ella no se había enterado? Un súbito terror la congeló por dentro. ¿Sería eso? Su mente comenzó a elaborar toda clase de teorías. ¿Es que habían atacado unos piratas? ¿Había sido por que se hundía el barco y se habían peleado entre ellos para escapar?

− No − se dijo. Se sintió algo reconfortada al escuchar su propia voz y, para darse más ánimos, elevó el tono −. No puede ser. Este barco no se puede hundir… Pero… ¡Me tendría que haber despertado! ¡No es posible que me haya dormido tan profundamente!

Echó a correr hacia delante. La cubierta. Todavía no había mirado en la cubierta. ¡Allí tenía que haber alguien!

De pronto una luz cegadora atravesó la habitación. Fátima tropezó y cayó de boca al suelo. Y, entonces, sonaron esos monstruosos alaridos, que le helaron la sangre. Se asustó tanto que también ella gritó, tapándose la cabeza con los brazos, encogida sobre sí misma.

− ¿¡Qué está pasando!? − sollozó.

[Sombra]

Los inhumanos gritos dejaron de escucharse súbitamente y varios corazones de un intenso color rojo se elevaron en dirección al cielo atravesando el techo del salón como ignorando las leyes de la física. Desde su posición solo podría verlos momentáneamente por culpa de la perspectiva, por desgracia ya que aquel era un espectáculo muy extraño, quizás incluso único.

Pero no le daría tiempo a contemplar aquello ya que varios círculos de color oscuro aparecieron a pocos centímetros del suelo, casi como si fuesen portales. De ellos surgieron varias criaturas, cinco en total que rodearon a la muchacha rápidamente haciendo que fuese imposible escapar. Aquellas criaturas, de un tamaño inferior a un humano tenían una especie de casco de armadura con una peculiar antena retorcida que no dejaban ver más que un par de luces amarillas dentro de este que parecían ser los ojos del monstruo, también llevaban puestas unas destartaladas botas negras. Sus pieles, si se les podía llamar así eran de un color azul oscuro y sus garras rojas eran largas y de aspecto peligroso. Unos extraños símbolos de color negro que tenían cierta semejanza a un corazón con una X en medio cubrían sus pechos.

Spoiler: Mostrar

Los extraños monstruos bailoteaban alrededor de la muchacha una macabra danza meneando sus garras de una forma bastante siniestra, como si estuviesen esperando cualquier movimiento por parte de la chica para degollarla.

[Suzume Mizuno]

El repentino silencio le presionó en los oídos con la misma fuerza que aquellos aullidos habían hecho hasta ese momento. Por el rabillo del ojo captó un resplandor rojizo y giró la cabeza para ver, atónita, cómo unos grandes corazones flotaban en el aire y atravesaban el techo, atraídos por una especie de gravedad inversa.

Una vez desaparecieron, Fátima parpadeó varias veces, preguntándose si estaba empezando a sufrir alucinaciones.

“No me extrañaría” pensó. “Todavía no me creo que esté despierta…”

Y lo que ocurrió a continuación solo incrementó su sensación de estar inmersa en una pesadilla.

Surgieron de unas fuentes de oscuridad que se abrieron repentinamente del suelo. En cuestión de segundos Fátima se encontró rodeada por unos monstruos con resplandecientes ojos en medio de una cabeza oscura. Los identificó de inmediato con las extrañas medusas que la habían atacado, a pesar de que solo tenían en común los ojos… y la oscuridad de la que habían emergido.

Esos parecían una especie de soldados. Sus cascos y botas repiqueteaban con sus nerviosos movimientos. Pero lo que atrajo la mirada de Fátima fueron las largas y rojas garras en las que acababan sus manos.

Todavía tirada en el suelo, no fue capaz de moverse. Sin aliento, les vio bailotear a su alrededor, con sus siniestros ojos clavados en ella.

Tragó saliva.

Fátima no era de las que se quedaban paralizadas cuando tenía miedo. Solía enfrentarse a los problemas cara a cara. Pero eso sólo cuando, aunque supiera que tenía todas las de perder, era capaz de identificar a su enemigo.

¿Qué eran esas cosas?

Supo que aquellas garras eran las causantes de los zarpazos que recorrían el salón. Quizás incluso de los charcos de sangre…

Sin idea alguna de qué hacer, pero notando el inminente peligro encima, buscó a su alrededor. No se atrevía a abrirse paso entre ellos sin tener la seguridad de que conseguiría escapar. Necesitaba un arma, algo que…

Uno de los estoques entró dentro de su campo de visión. Se le antojó que estaba a una distancia abismal. Pero era lo único que podía usar para defenderse... Aunque, por su abandono, no parecía que a sus anteriores dueños les hubiera servido de mucho.

“¡No pienses eso!” se recriminó. “¡Es tu única oportunidad!”.

Si esperaba un instante más, perdería el valor. De modo que se levantó de un salto y cargó hacia el estoque con un grito, protegiéndose el rostro con los brazos.

[Sombra]

La muchacha logró atravesar el "muro" que los monstruos habían formado a su alrededor sin problemas, aunque tuvo suerte. Uno aquellos seres intentó agarrarla justo cuando pasó a su lado, sin embargo la joven fue lo suficientemente rápida como para conseguir pasar sin ningún rasguño.

La chica cogió sin tapujos el estoque que estaba en el suelo, tenía zonas deterioradas pero seguía siendo un arma.

Las bestias se reorganizaron en frente de ella sin dejar de hacer aquella extraña danza ni un solo momento. Y de pronto, corrieron.

Los cinco se lanzaron a la carrera sedientos de sangre, casi parecía que habían sido ofendidos por la facilidad con la que la joven había logrado darles esquinazo.

Y justo, cuando ya estaban muy cerca una luz la cegó.

La luz era tan fuerte que no se podía ver nada, aunque podía escuchar los alaridos de dolor de aquellas criaturas. Aquellos gritos eran los mismos que había escuchado cuando llegara al salón. Gradualmente, la intensidad de aquella extraña, pero tranquilizante e incluso cálida luz fue disminuyendo hasta desaparecer por completo, tan solo quedaban cinco corazones de un brillante color rojo que ascendían en el aire hasta perderse de visto.

Al otro lado de la sala, justo en la parte superior de la amplia escalera había una mujer realmente hermosa. Sobre su cabello rubio llevaba una especie de corona dorada que juntaba su pelo llevándolo hacia atrás, donde se juntaba en una coleta. Vestía con un vestido blanco que recordaba un poco el de una princesa y en su mano llevaba un arma de peculiar aspecto con la que apuntaba al lugar donde habían estado aquellos monstruos. Aquella arma parecía una especie de espada mezclada con una llave de color azul y tenía colgando lo que sería un "llavero" con forma de libro.

Spoiler: Mostrar

Spoiler: Mostrar

Si la joven recordaba un poco, vería que aquella persona era la misma que había visto antes, en las escaleras que ahora estarían bajo el agua.

—No me esperaba que quedasen supervivientes todavía—Comentó desde su posición con voz serena que dejaba entrever un deje de sorpresa.

[Suzume Mizuno]

Cogió el estoque y apretó los dedos con firmeza en torno a su fría empuñadura. Apenas había tenido tiempo de ponerlo en posición y se encontró con que esos monstruos se abalanzaban sobre ella. Fátima cerró los ojos en un acto reflejo, a pesar de que sabía que no debería hacerlo, al ver esas terribles garras acercarse.

De pronto una luz tan intensa que le atravesó los párpados se extendió por el salón. Escuchó gritos de dolor. Medio cegada, intentó ver qué estaba ocurriendo. Manchas de color blanco cubrían sus ojos y le costaba distinguir los perfiles de lo que la rodeaba. Con todo, captó unos corazones ascender y perderse a través del techo. Los monstruos habían desaparecido. Estaba a salvo.

Fátima sintió que sus piernas no podían sostenerla y tuvo que sentarse para no caer directamente al suelo. Aun así, no pudo soltar el estoque, que parecía haberse pegado a su piel.

− No me esperaba que quedasen supervivientes todavía− comentó una voz de mujer.

Con parsimonia, no se creía capaz de volver a asustarse de nada, Fátima alzó la vista.

Sobre las escaleras había una hermosa mujer. La delicadeza de su talle, su etéreo vestido blanco y el extravagante peinado remarcado por una corona la hicieron preguntarse, todavía en estado de shock, si no sería una princesa. Desde luego, tenía el porte y la belleza para serlo.

Su salvadora, porque Fátima estaba convencida de que había sido ella la que acabó con los seres negros, llevaba una extraña arma en la mano, que apuntaba en su dirección.

En su aturdido cerebro saltó una chispa. ¡Una persona! ¡Había otra persona! Quiso echarse a llorar de alivio. Se llevó un puño a los ojos y se los frotó, para evitar que brotasen las lágrimas. Tenía que mantenerse firme. Su mente arrancaba y empezó a considerar la situación.

“¿Ha dicho que no esperaba que quedasen supervivientes? Entonces, ¿los demás están muertos? ¿Todos?"
Sintió recelo. Si los demás pasajeros habían muerto, ¿por qué aquella mujer no? Recordó que había visto una figura vestida de blanco en los niveles inferiores, cuando ya no quedaba nadie en el barco. Había tenido que ser ella. Pero… ¿por qué andaba tan campante entre esos monstruos? ¡Si no tenía ni una herida!

Con mucha lentitud, se incorporó, vigilando los movimientos de la mujer. Se preguntó si sería capaz de enfrentarse a ella en caso de que fuera necesario. Era más baja y más delgada, y estaba muerta de cansancio. Además, no se olvidaba de aquella luz. ¿Y si la utilizaba en su contra?

Los pensamientos se arremolinaban sin ton ni son en su cabeza y estuvieron a punto de volverla loca. De modo que dijo, esperando no sonar tan asustada como estaba:

− ¿Quién eres tú? ¿Cómo has podido deshacerte de esas criaturas? ¿Y qué le ha pasado a la gente que iba en el barco?

[Sombra]

—Muchas preguntas ¿No crees?—respondió con aquel tono tranquilo que parecía ser una especie de distintivo propio. En su voz no había ni un ápice de burla o sarcásmo—. Bueno, supongo que a estas alturas ya da igual mantener el secreto a los que quedan en el barco, encubrirlo ya no es posible—meditó llevándose su dedo índice a sus labios—. Mi nombre es Nanashi, guardiana de la armonía, me he deshecho de esos sincorazón con esta arma—alzó la misteriosa espada para dejarla ver en todo su esplendor—. Y las personas del barco ya han evacuado, al menos los que lograron salir sin perder el corazón.

>>Y ahora que ya me he presentado ¿No crees que es tu turno? No es de buena educación preguntar sin presentarse antes.

La mujer empezó a bajar las escaleras con un paso ligero y grácil, como el de una dama de alta alcurnia. Mientras bajaba los escalones la extraña arma desapareció en un resplandor de luces blancas. Parecía haberse dado cuenta de que la muchacha estaba bastante asustada, aunque intentase ocultarlo.

[Suzume Mizuno]

Fátima se quedó, al final de la supuesta explicación, igual que cuando había preguntado.

“¿Sincorazón? ¿Guardiana de qué? ¿Y eso es lo que ha provocado la luz?” examinó con recelo el arma. Luego pensó, con cierto alivio, que había habido supervivientes. Aunque no entendía del todo a qué se refería con “perder el corazón”.

Retrocedió unos pasos al ver que la mujer descendía, con una elegancia envidiable, por las escaleras. Para su asombro, la extraña espada se deshizo en volutas de luz que se extinguieron en medio del aire. Sintió ganas de gritar y patalear de impotencia, porque no entendía nada. Pero se contuvo y se dijo, para consolarse, que ver armas desaparecer no era más extraño que ser perseguida por monstruos que salían de la oscuridad.

Al principio se planteó no contestar a la tal Nanashi (qué nombre más exótico, era la primera vez que lo escuchaba. ¿De dónde sería?). Luego se dio cuenta de que tampoco importaba. ¿A dónde podía huir? Si ella era capaz de destruir a esos bichos con una magia extraña, porque estaba claro que no usaba un arma convencional, la fulminaría en cuanto levantara el estoque en su contra. Por responder no perdería nada.

Bajó la espada, todavía con el cuerpo tenso, si bien sus dedos se negaron a soltarla.

− Me llamo Fátima Laforet. Y solo soy una pasajera más que no entiende qué demonios está ocurriendo en este barco. Ahora que me he presentado, ¿puedo seguir haciéndole preguntas? − inquirió sin poder evitar un tono irónico −. Me gustaría saber qué eran esas cosas que han estado a punto de matarme.

[Sombra]

El rostro de la misteriosa mujer se contrajo en una mueca de desagrado ante el tono de voz de la joven, sin embargo evitó contestar de mala manera viendo la situación de la joven. Estaba deshubicada, con la ropa mojada, desorientada... Seguramente tuvo que pasar por mucho para llegar hasta allí arriba. Lo raro es que no se comportara de una manera histerica.

—Esas cosas son lo que llamamos sincorazón, seres de oscuridad que van tras la luz de los corazones de las personas. Y cuando estos cazan los corazones de una persona— hizo una pausa—. se vuelven como ellos.

>>Lo peor, no es eso. Pueden ser derrotados con armas convencionales, sí. Sin embargo, vencerlos así no sirve ya que volverían a renacer en otro lugar. Sólo las Llaves Espadas son eficaces contra esos seres que amenazan el equilibrio de la luz y la oscuridad. Ahí es donde entramos los caballeros de la Llave Espada.

La mujer se giró repasando con la vista el escenario en el que se encontraba antes de escuchar cualquier cosa que aquella muchacha quisiera decir, casi como buscando algo.

[Suzume Mizuno]

Fátima escuchó las palabras de Nanashi con atención. Al principio se le antojó incomprensible. Pero a medida que hablaba, las piezas del puzzle empezaron a encajar. Aquellos monstruos, al desaparecer, dejaban corazones detrás de sí, por lo que tenía sentido eso de que fuesen tras los corazones. Y, por el estado del salón, supuso que habían atacado a los pasajeros… ¿Y si no había cuerpos a pesar de la sangre era porque se habían transformado en “sincorazones”? Sufrió un brusco estremecimiento. ¿Podía ser que una de las medusas hubiese sido una persona que había embarcado con ella? Se tambaleó. Era demasiado surrealista. Sin embargo, ni se le pasó por la cabeza intentar negar la evidencia. A menos que estuviese loca, o teniendo una pesadilla vividísima, lo que esa mujer le estaba contando era verdad.

“Con que Llave Espada… Así que esa espada tan rara es también ¿una llave? ¿Una llave para qué? Y todo eso del equilibrio de la luz y la oscuridad me suena un poco a sermón” se animó al comprobar que le estaba volviendo, dentro de lo que cabía, el humor. Incluso en una situación así, ahora que ya no la perseguían esos monstruos, podía reírse de las palabras de una desconocida.

− ¿Los caballeros de la Llave Espada se ocupan de acabar con los sincorazón o como se llamen? ¿Qué son, una especie de organización secreta…? − se dio cuenta de que Nanashi había dejado de prestarle atención y frunció el ceño −. ¿Ocurre algo? − se percató de su gesto inquisitivo, parecía que estuviera intentando encontrar alguna cosa.

De pronto se le ocurrió que podían aparecer más sincorazón y se le cerró la garganta de miedo. Recordó que Nanashi había dicho algo sobre que los supervivientes habían evacuado… Se llevó una mano a la boca.

Había estado tan asustada por esas criaturas que se olvidó por completo de la horrible carrera que había hecho para escapar del agua. Y ahora que recordaba el peligro mortal en el que se encontraban notó que la fría garra del miedo cerraba el puño en torno a su pecho, comprimiéndole los pulmones.

− ¿Dónde están los que han escapado? − preguntó, elevando la voz para llamarle la atención −. El barco se está hundiendo, ¿no? ¡Deberíamos irnos también! − dijo aceleradamente, angustiada.

[Sombra]

La maestra estuvo atenta a la muchacha cuando esta habló. Parecía haber comprendido más o menos de que iba todo el asunto, por lo que sonrió satisfecha.

—Exactamente, nos ocupamos de que esos sincorazón no rompan el equilibrio aunque no lo llamaría exactamente organización secreta. Existen muchas personas ajenas a nosotros que nos conocen en los demás mundos pero sí, basicamente la mayor parte de la gente no nos conoce— explicó. La maestra volvió a mirar a sus alrededores con algo de molestia, como si hubiese algo que no le agradase en aquella tranquilidad.

Y entonces, el agua empezó a entrar por todas las puertas de los alrededores. El mortífero líquido entraba velozmente, sin embargo tardaría al menos diez minutos en inundar todo aquello. En aquel momento solo llegaba a la suela de los zapatos, pero subía lentamente y sin parar.

Y de pronto el líquido empezó a tornarse negro en el centro de la sala, cerca de las escaleras. De aquellas aguas de color oscuro una especie de masa negra sin forma definible empezó a surgir como si se tratase de lodo viviente. Sus brazos y piernas se arrastraban lentamente y en lo que sería su cabeza había un símbolo idéntico al de la medusa y al del soldado que habían atacado antes, un corazón rodeado por lo que parecían ser espinas.

El aspecto del monstruo era temible y su tamaño, de al menos tres metros de altura imponían mucho.

Spoiler: Mostrar

[Suzume Mizuno]

Fátima abrió la boca, dispuesta a insistir sobre la urgencia de largarse de allí, cuando cayó en la cuenta de algo que había dicho Nanashi:

“¿Los demás mundos? ¿Pero qué…?”

Antes de que pudiera ni terminar de pensar si habría escuchado mar, el agua comenzó a colarse por las puertas. El corazón le dio un vuelco. ¡Lo sabía, el tiempo se acababa!

− ¡Tenemos que marcharnos! − exclamó, corriendo hacia Nanashi, a la vez que escapaba del agua, que en cuestión de segundos había alcanzado la mitad del salón.

La mujer no respondió y Fátima siguió la dirección de su mirada.

Deseó no haberlo hecho.

Se había tornado de color negro y de ella emergía una figura viscosa, deforme. Dos diminutos ojos brillaban en medio de una especie de calavera con un símbolo en la frente y dos enormes cuernos. Los músculos de la espalda, desproporcionados por un lado, demasiado finos por el otro, los brazos que parecían deshacerse al levantarlos, las piernas delgadas como palos para un cuerpo tan grande… Todo en él era desporporcionado.

Fátima se puso blanca como el mármol. El estoque tembló con brusquedad en sus manos y le pareció tan, tan ridículo…
− ¿Q-qué hacemos…? − susurró con un hilillo de voz −. Es un… sincorazón, ¿verdad?

Pensó, con desmayo, que ahora los otros le parecían inofensivos en comparación con la bestia que salía del lodo negro.
Se volvió hacia Nanashi. Sus ojos despedían ansiedad. Ella tenía que solucionarlo. Estaba allí para luchar contra esos monstruos, ¿¡no!?

[Sombra]

La maestra invocó sin pensarlo dos veces su llave espada en el más absoluto de los silencios. Su aspecto elegante no cambió ningún momento, pero en su rostro se dibujó una mueca de odio que intentaba ocultar.

—Sí, es un sincorazón. La mayoría de ellos tienen el símbolo que ves en alguna parte de sus cuerpos. Seguramente te hayas fijado en que los Soldado que te atacaron antes lo tenían en el pecho— su voz sonó calmada en todo momento, se notaba a la legua que ya había combatido contra adversarios de ese tipo e incluso peores miles de veces—. Si quieres, puedes marcharte. Si lo haces dirígete al puente de mando. Sólo tienes que subir esas escaleras y llegarás a cubierta. No tiene pérdida.

Nanashi dejó que aquel desproporcionado monstruo fuese acercándose. Su velocidad dejaba bastante que desear, no era mucho más rápido que una persona normal caminando por lo que esquivarlo no parecía ser un problema grave, ni mucho menos.

[Suzume Mizuno]

Nanashi de pronto tenía en su mano la Llave espada y su rostro se contraía en una mueca de rabia que sorprendió a Fátima. Era la primera expresión llena de sentimientos que veía en la bella mujer.

Cuando le dijo le indicó el camino, Fátima pensó en salir disparada. Aunque el sincorazón avanzaba lentamente, cada paso que daba le cortaba la respiración y se estremecía de miedo. Tuvo que forzar a sus pies a moverse, porque su cuerpo se había agarrotado. Dio unos primeros pasos vacilantes, alejándose de Nanashi, que encaraba al monstruo sin vacilación.

“Es increíble… ¿De dónde saca el valor?” se admiró Fátima.

Llegó a las escaleras, sin poder apartar la mirada de la espalda de la hermosa guerrera. Y ahí se detuvo.

“Sé que no voy a servir de nada… Pero… No puedo irme sin más…”

Respiró hondo. No podía ayudar a Nanashi, eso lo tenía claro. Sin embargo, estaba a una distancia prudente y al paso al que se movía el sincorazón no la alcanzaría en años. Si ocurría algo, se dijo con indecisión, escaparía.
Aunque esperaba que no se viera obligada a huir sin la mujer.

[Sombra]

El "Lodo" ignoró por completo a la joven al darse cuenta de la existencia de la Llave Espada en la mano de la mujer de rubios cabellos. Su velocidad se incrementó un poco al acercarse a ella, aunque no parecía poder moverse más rápido que una persona corriendo muy lento. Nanashi saltó hacia la criatura espada en mano para cortar a la mitad a aquella aberración de la naturaleza.

Mientras eso ocurría, Fátima no tuvo buena suerte ya que no podría contemplar como la guerrera luchaba. Una especie de versión mucho más pequeña de aquel monstruo al que se enfrentaba a la maestra había aparecido cerca. Al contrario del grande este se movía a una velocidad mayor y no aparentaba ser fuerte en absoluto, más que imponer, parecía una simple montaña de barro viviente. Si uno se fijaba un poco vería que en el pecho de aquel "Mini-Lodo" había una esfera de color rojo incrustada. Parecía ser de un material frágil.

[Suzume Mizuno]

En el momento en que Nanashi saltó, Llave espada en mano, como un relámpago contra el sincorazón, Fátima captó por el rabillo del ojo una sombra negra, peligrosamente cerca de ella. Se volvió con el estoque en ristre, y se encontró frente a una especie de versión en miniatura del enemigo de Nanashi. Tenía una esfera en el pecho, de llamativo color rojo, que atrajo su mirada de inmediato. Examinó alternativamente al gran sin corazón y su “hermano pequeño”. No, el grande no lo tenía. Y, para su alivio, la diferencia entre ellos era abismal. Casi se le asomó una sonrisa al comprobar lo endeble y poca cosa que parecía en comparación. Pegó un brinco cuando el sincorazón caminó hacia ella a más velocidad de la que había esperado, pero se sentía insensibilizada. Después de ver la bestia a la que se estaba enfrentando Nanashi, tenía la impresión de que no tenía miedo a nada. ¿Es que podía haber algo peor que ese monstruo?

“Ella ha dicho que se les puede matar… Aunque aparecerán en otro lado” apreció que el mango del estoque se había recalentado con su tacto y se sintió más segura. Tenía que intentarlo. ¿Y si huía y se encontraba rodeada otra vez? ¿Entonces qué? Mejor intentarlo ahora y comprobar si tenía la capacidad de enfrentarse al menos a uno de ellos…

Mantuvo la distancia con el pequeño lodo.

“Solo dale… Y que no te de a ti. Ay, parecía mucho más fácil de hacer cuando lo he imaginado… ¿Y a dónde le doy, mierda? ¿A la esfera? Total, por probar…”

Retrocedió, respiró hondo y se impulsó con la espada hacia delante, dirigida contra la bola roja.