Bueno, tengo que editar algunas cosas de la ficha así que tampoco la tengas 100% en cuenta. Quédate con que Maya es bastante impaciente y que no le gusta nada esperar más de la cuenta. Al fin y al cabo es una niña bastante inmadura xD.
Entusiasmada, recorrí los jardines y pasillos del castillo a toda prisa para llegar cuanto antes a la habitación de mis padres. Cuando llegué a la puerta de su alcoba, me quedé quieta, pensando.
—
Antes de nada, debería pensar en qué voy a decirles y cómo voy a explicarles la situación. Mis palabras deben ser convincentes—dije en voz alta.
—
¿De qué hablas? —me sorprendió una voz por detrás.
—
¿Eh? Ah, eres tú, Nika —dije al girarme y ver que se trataba de mi hermana.
—
¿Qué es eso que debes pensar antes de explicárselo a papá y a mamá? Porque ibas a hablar con ellos, ¿no?—
Bueno, es que... Verás... Un hombre quiere entrenarme en el manejo de la espada y la magia. Y, claro, debería hablar con papá y mamá...—
Ah, me alegro mucho por ti. Era lo que querías, ¿no? —dijo Nika con su típica sonrisa inocente—.
Mamá y papá están en su habitación, si no sabes qué decirles puedo hablar yo por ti.—
No, no será necesario, gracias. Yo lo haré.Sin dudarlo ni un segundo más, giré el pomo de la puerta. Normalmente dejaban la puerta abierta si ellos estaban dentro, así que supuse que aquella ocasión no sería una excepción. Y así era, abrí la puerta y entré en la habitación, con Nika siguiéndome. Mi madre, Mia Zawrid, estaba sentada en una silla limpiando cuidadosamente su bastón con un trapito, mientras que mi padre, Neo Zawrid, estaba en otra silla leyendo el libro sobre magia elemental que leía siempre que tenía un rato libre.
—
Oh, Maya, te estábamos esperando —dijo mi padre al percatarse de que había entrado mientras se levantaba de la silla y dejaba el libro sobre ella.
—
Hija... —musitó mi madre al escuchar lo que dijo mi padre y percatarse también de mi llegada.
—
Mamá, papá, sé que Kazuki os ha hablado sobre el tema, y es hora de que escuchéis lo que quiero deciros por una vez.—
¿Por qué quieres hacerlo, Maya? ¿Es que no eres feliz aquí, aprendiendo a usar magia? —preguntó mi madre.
—
Mamá, no es eso, pero yo...—
No voy a permitir que te pase nada por querer jugar a los espadachines —me interrumpió mi madre.
—
¡No es eso! ¡Por favor, yo...!—
¡Que no! —
Maya, lo sentimos, pero es demasiado peligroso... —intervino mi padre.
—
Yo solamente... solamente quiero hacer lo que creo conveniente para poder proteger Ciudad Disney —dije empezando a enfurecerme. Siempre era lo mismo, nunca querían escuchar lo que quería decirles.
—
¡Sólo eres una niña de once años! ¡No puedes hacer lo que te dé la gana! —continuó mi madre—.
¿Crees que vamos a dejar que vayas a ponerte en peligro a vete tú a saber dónde? ¡Ni pensarlo!—
Yo... bueno... Lo entiendo, pero... —entonces me quedé pensativa unos segundos—.
Por cierto... ¿Qué os ha dicho Kazuki?—
Nos ha contado todo lo que le has dicho. Sabemos que quieres seguir el ejemplo de tu abuelo y proteger el castillo, pero si pones tu vida en peligro de esta forma no podrás hacerlo —respondió mi padre.
—
Papá, mamá —dijo Nika acercándose y colocándose a mi lado—.
Deberíais confiar más en Maya. Después de todo, ha demostrado que tiene las ideas muy claras, ¿no? ¿Por qué no le dais una oportunidad? Seguro que os sorprende. Maya es muy fuerte y lo hará genial, lo sé —sonrió cándidamente.
—
Nika... —murmuré.
—
Quizá tienes razón —suspiró mi padre, resignándose—.
Mia, no podemos estar controlándola toda la vida. Algún día tendrá que dejarse guiar por su corazón, ¿no crees?—
¡Claro! ¡Pero todavía es pronto! ¡Es sólo una niña!—
Vamos, démosle una oportunidad. Después de todo, está con Kazuki, ¿no? Estará bien, seguro.—
¡Bah! ¡Haz lo que quieras! ¡Luego no me vengas llorando si te pasa algo! —exclamó mi madre, resignada—.
Yo sólo quería protegerte, sólo quiero lo mejor para ti. Pero si tan decidida estás, adelante, no voy a retenerte más aquí. Al fin y al cabo, sabía que este momento acabaría por llegar —suspiró—.
Hazlo lo mejor que puedas, hija.—
Papá, mamá, yo... No sé qué decir. Sé que esto ha sido repentino y que preferiríais que me quedara aquí aprendiendo a usar magia, pero tenéis que comprenderme... Quiero proteger Ciudad Disney, igual que hizo el abuelo. ¡Y ésta es la mejor manera que se me ocurre para hacerlo! Os prometo que no os defraudaré... ¡Os lo prometo! —exclamé colocando mi mano derecha en el corazón.
Entonces, con los ojos llorosos, abracé a los dos a la vez.
—
Aunque seáis unos padres mandones y pesados, os echaré de menos.—
Nosotros a ti también, Maya, aunque seas tan desobediente —dijo mamá—.
Ten mucha suerte. Adiós, Maya... —musitó mientras rompía a llorar.
—
Sé que aprovecharás esta oportunidad que te estamos dando al máximo. Hasta pronto, hija —dijo papá, intentando mantener la compostura, aunque por su voz temblorosa estaba claro que estaba a punto de romper a llorar también.
Después de separarme de ellos dos, me giré hacia mi hermana.
—
Nika... Muchas gracias. Te debo una —dije guiñándole un ojo—.
Sé que a veces soy una hermana insoportable, pero en el fondo te quiero. ¡Espero que cuides bien del castillo en mi ausencia! —exclamé con energía mientras estiraba el brazo y levantaba el pulgar con el puño cerrado —
Papá, mamá, Nika... ¡Me voy! ¡Nos vemos! —dije mientras comenzaba a correr hacia el exterior de la habitación.
—
Lo haré —me respondió mi hermana sin borrar su cándida sonrisa de la cara ni por un momento.
—
¡Maya! —me llamó la voz de mi padre. Frené en seco y me giré para escuchar lo que tenía que decirme—.
Tu abuelo estaría orgulloso de ti —dijo sonriendo.
No dije nada, tan sólo sonreí e intenté contener mis lágrimas. Sí, estaba al borde del llanto. Al fin iba a poder cumplir mi sueño de hacerme fuerte para poder proteger mi hogar. ¡Y además con la aprobación de mis padres! Aunque a regañadientes, eso sí...
Sin perder ni un instante más, me dirigí a mi habitación, cogí una mochilita blanca que tenía guardada bajo mi cama y dentró metí los prismáticos que tenía sobre el escritorio y un par de chocolatinas que escondía dentro de la almohada.
—
No creo que necesite nada más —murmuré—.
Es hora de volver con Kazuki.A toda velocidad, y con una amplia sonrisa en mi cara, comencé a correr de vuelta a los jardines del castillo. Cuando llegué adonde estaba Kazuki esperándome, le sonreí y le dije:
—
¡Ya está! ¡Podemos empezar cuando quieras! —entonces cambié la expresión de mi cara—
Ah, y siento haberte gritado antes... Creo que me he pasado, ¿no? ¡Pero es que no me gusta nada que me hagan esperar más de la cuenta! —comencé a reír.