—No me preguntes por qué, pero te entiendo, colega. —contesté algo frustrado— ¿Qué eres?
Luego murmuró algo de ayuda, decidí hacerme el sueco y seguir olfateando el suelo. La intrépida criatura se apoyó sobre sus dos patas traseras y se impulsó extraordinariamente, como si lo hiciese todos los días. Mientras caía (lo siguiente sí que me dejó descolocado) se transformó rápidamente en un lobo viejo y cansado.
No sabía andar siquiera, y yo estaba demasiado agotado como para moverme, por lo que me quedé en el sitio, ya recostándome.
—No me gusta nada, ehm, esta forma... Pero me siento demasiado como la presa siendo humano… Oh, puede que tampoco esté tan mal…, vuelvo a ver en blanco y negro… Qué recuerdos…
—¿Qué dices, amigo? Oye, responde a un par de preguntas, colega. ¿Cómo haces todas esas cosas?, y, ¿qué se supone que eres?
Quería preguntarle tantas cosas. Sacarle información sobre su forma y aspecto. El porqué de tanta magia y tantos hechizos para congelar y transformarse...¡Seguro que hasta tendría más! Y yo quería saber cómo lo hacía, ¡incluso aprender si me fuera posible, claro! Fijo que con esas bolas de escarcha sería muchísimo más eficaz en las cacerías. ¡Seguro que ralentizaban al enemigo de alguna forma!
Repasé los sucesos mentalmente. Un hombre había aparecido en un árbol, me había salvado y se había convertido en lobo. A lo mejor no podría volver a ser como antes otra vez. Pero a juzgar por lo que había dicho... pareciera que controlaba perfectamente sus hechizos. Quizás con su hechizo opuesto yo podría convertirme en la criatura que caminaba a dos patas.
Le había preguntado ya un par de veces que qué era, "a la tercera va la vencida" pensé esperando su intervención.