[Ciudad de Paso] Sé alguien, novato

[Sorkas]

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Oh! Tranquilo, en realidad no tenía ningún plan pensado. Solo hacía tiempo hasta que llegasen a la guarida de los moguris y pensaba que para entonces ya pensaría en algo xD. La culpa es mía porque como no recordaba mucho el mapa deje una respuesta abierta que seguramente te liase un poco, intentaré no repetirlo

Sorkas y la extraña se dirigieron pasando por la fuente del Distrito 2 cuando Sorkas se detuvo. Había notado algo raro. Algo no cuadraba en la fuente. Las farolas se encendían y se apagaban intermitentemente. Sorkas no sabía mucho de electricidad y de farolas pero estaba seguro que no era nada bueno.

— Démonos prisa — ordenó, dejando ver algo de nerviosismo en su voz.

Por esta vez, Sorkas estuvo de acuerdo con ella.

— Será lo mejor… — dijo Sorkas, mientras aceleraba el paso.

Sorkas notaba como la mujer le pinchaba con la flecha, pero esa no era su principal preocupación en ese momento.
De repente, un sonido metálico que Sorkas creyó que provenía del tejado les hizo detenerse. La mujer parecía coincidir con Sorkas en la localización del ruido pues dejóa de apuntar a Sorkas y apuntó hacia el tejado, al menos era una preocupación menos. Sorkas se fijó en que la mujer estaba muy nerviosa, desde luego no le gustaba que los planes se desviasen, si al final no era nada el ruido, eso le podría ser de ayuda.

— ¿Qué es eso? — preguntó en alto.

Sorkas se preparó para responder:

— Nnn…

No pudo ni empezar a responder cuando el sonido de pisadas eclipsaron su voz. Acto seguido, piezas metálicas cayeron del cielo justo enfrente suya. Como por arte de magia, las piezas se juntaron formando una especie de armadura. Esa cosa era enorme, Sorkas retrocedió varios pasos, aterrorizado, se había quedado sin habla y parecía que la mujer estaba igual de impactada. No fue hasta entonces que los ojos de Sorkas se dirigieron hacia el centro de lo que parecía ser el cuerpo: un enorme símbolo que Sorkas reconoció de otros Sincorazones.

— ¡No! — gritó simplemente la mujer.

Ese grito logró sacar a Sorkas del estupor en que se encontraba.

— ¡Pásame la espada!

La mujer no le oyó. Pero reaccionó disparando una flecha que iba directa a la cabeza del Sincorazón. Por un momento, Sorkas tuvo la esperanza de que se fuera a acabar con esa flecha. Y la esperanza se acabó tan rápido como llegó. El monstruo detuvo la flecha en el acto sin que le dejase ningún rasguño. Sin dejar tiempo a nada, el Sincorazón lanzó un ataque hacia la mujer, golpeándola y dejándola aparentemente inconsciente. Por suerte, la espada salió rebotada aterrizando al lado de Sorkas.

Sorkas reaccionó cogiendo rápidamente la espada. Más llevado por el miedo que por la lógica, se lanzó dispuesto a proteger a la mujer. Se situó delante del cuerpo de la mujer y adoptó una postura con la espada que Sorkas creía defensiva.

[Soul Artist]

La intromisión de Sorkas llamó de inmediato la atención el Sincorazón, el cual clavó la mirada en él. El muchacho adoptó una posición defensiva, preparado para detener posibles ataques... Pero su enemigo era mucho, muchísimo más fuerte.

Primero lanzó uno de sus puños directamente a él, propulsado, enviándole a unos metros a distancia de Fran. La armadura gigante perdió de inmediato el interés en la joven y caminó de nuevo hacia el chico, que no se pudo recuperar ni escapar a tiempo: acercó su gigantesca manaza y le agarró, acercándoselo al rostro para inspeccionarle mejor. Casi podía notar su respiración tras el casco, como un monstruoso ser que disfrutaba con lo que estaba haciendo.

Tanto disfrutaba, que una vez le hubo analizado comenzó a apretar con muchísima fuerza el cuerpo del joven, aplastando su cuerpo y estrujándolo lo máximo posible. Las costillas le dolieron, como si le hubiesen roto algún hueso, y el chico podía notar cómo el aire dejaba de llegarle a los pulmones; el corazón se le salía del cuerpo, como si fuese a ser liberado.

Comenzaba a marearse. Todo se empezaba a volver negro, oscuro. Debía luchar, resistir si no quería acabar como... Uno de ellos. Pero la armadura era tan fuerte, tan poderosa...

—¡Piro ++!

Una gran bola de fuego impactó en la cabeza de la armadura, la cual soltó en acto reflejo a Sorkas y se echó atrás, con el casco en llamas y llevándose las manos para intentar apagarlo, sin éxito.

—¡Blues de la Tierra!

El muchacho notó cómo las fuerzas volvían a él mágicamente y se vio capacitado para volver a levantarse. Si se había roto alguna de sus costillas, ya no lo notaría; estaba perfectamente, sin fatiga ni heridas visibles. Era casi como si no hubiese estado cerca de la muerte segundos antes, ni siquiera como si hubiese surgido el Sincorazón, si no fuese porque estaba delante de él.

Dos moguris se apresuraron a colocarse junto a él para ayudarle en el combate. No eran, sin embargo, moguris cualquiera; a uno de ellos no lo había visto nunca, una criatura de pelaje blanco, algo regordeta y largas alas rojas en la espalda con un pompón amarillo en la cabeza. No volaba, al igual que su compañero, y su nariz rosada era más pequeña que la del resto de su especie.

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Al otro moguri, sin embargo, sí lo reconoció de inmediato. También distinto al resto de su especie, con larguísimas orejas, pelo rubio y pompón naranja, le dedicó una amplia sonrisa llena de seguridad nada más ver al joven. Vestía con ropas verdes y unos pantaloncitos marrones, a la vez que portaba un largo bastón de madera con hojas verdes recorriéndolo. El llamado Gran Líder había venido a rescatarle.

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—Qué sorpresa verte por aquí, kupó —saludó el moguri en su particular forma—. ¿Haciendo novillos en hora de trabajo?

—Centrémonos en la batalla, Montblanc —le señaló el otro moguri, más serio que el Gran Líder y con aparentemente confianza en él para decirle algo así. Acto seguido se dirigió hacia Sorkas—. Mi nombre es Mog, kupó. ¿Nos ayudarás en este combate?

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¡Hora de la batalla!

Enfréntate a la Armadura con Mog y Montblanc a tu lado. No sabes qué habilidades tienen, pero te lo adelanto: Montblanc ataca con magias y Mog con cantos y danzas. Dales indicaciones de más o menos cómo actuar y ellos te obedecerán, como buenos miembros de la party.

También recuerda atacar tú, aunque ten cuidado: ya has visto que tu enemigo es muy fuerte. Espero que te guste el combate.

[Sorkas]

El Sincorazón se fijó en Sorkas y lanzó un potentísimo golpe al que nada pudo hacer Sorkas. El impacto le dolió bastante y le lanzó a cierta distancia de la mujer conejo que parecía seguir inconsciente. Sorkas se dedicó a comprobar si tenia algo roto, por suerte parecía que no. Pero al levantarse notó que tenía un dolor intenso en prácticamente todo el cuerpo.

Apenas se acababa de levantar cuando notó como una superficie metálica le rodeaba por el cuerpo y lo elevaba por los aires. Tardó un tiempo en darse cuenta de que era una de las enormes manos lo que le había elevado y le llevaba cerca de lo que parecía el yelmo de la armadura. Sorkas ya pensaba que era el fin. Sin embargo, la criatura parecía más interesada en “oler” a Sorkas, pues notaba su respiración.

— ¡Suéltame monstruo!

No se sabe si fue el grito de Sorkas o que ya se había cansado de él el monstruo, que comenzó a apretar la mano con fuerza. Si ya antes no se podía mover ahora era más que agobiante. Sorkas oyó varios “cracks” que supuso que eran sus huesos partirse debido a la fuerza sobrehumana del Sincorazón. Poco a poco, el aire le dejó de llegar a los pulmones, la asfixia le cegaba la mirada, el dolor era tan intenso que deseó con fuerza que todo se acabase…La oscuridad que le iba envolviendo no parecía tan dañina, podría alzar la mano y abrazarla. Y, por fin, el último deseo de Sorkas se cumplía. El mundo se volvió oscuro del todo.

— ¡Piro ++! — le pareció oír en la lejanía.

De repente, con otro grito que Sorkas no recordaría ni reconocería, la vida volvió a él. Los huesos se soldaron, las heridas se cerraron, los moratones se borraron.

En cuanto se levantó, Sorkas echó un vistazo a su alrededor. La mujer conejo seguía tirada, el Sincorazón parecía haber perdido interés en Sorkas mientras que su cabeza estaba envuelta en llamas y dos moguris salidos de la nada se dirigían hacia él. Uno de ellos, Sorkas lo reconoció al instante.

— Ssseñor, ¿pero, pero qué está…? — dijo Sorkas pensando que estaba alucinando.

— Qué sorpresa verte por aquí, kupó — saludó el moguri en su particular forma —. ¿Haciendo novillos en hora de trabajo?

— Yo, yo, yo… ¡No, señor!

— Centrémonos en la batalla, Montblanc — le señaló el otro moguri, más serio que el Gran Líder y con aparentemente confianza en él para decirle algo así. Acto seguido se dirigió hacia Sorkas —. Mi nombre es Mog, kupó. ¿Nos ayudarás en este combate?

Le llamó la atención a Sorkas que al igual que el Gran Líder, al que había llamado Montblanc, tampoco volaba. Pero ahora no era momento de detalles tontos.

— Eh, supongo que sí, claro.

No había tiempo para preguntar como seguía vivo, no había tiempo de preguntar de dónde venía el Gran Líder, no había tiempo de preguntar quien era ese otro extraño moguri. De lo que había tiempo era de trazar un plan de batalla.

— Muy bien, creo que podéis hacer magia. Yo solo tengo una espada y no sé utilizarla la verdad, pero soy algo rápido, podría hacer de señuelo mientras le atacáis con vuestras magias más potentes. Al menos es lo primero que se me ocurre.

Sorkas se encaminó decidido hacia el monstruo.

— ¡Eh! ¡Sincorazón! ¡Por aquí! ¡Sigo vivo!

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Mientras escribía me di cuenta de que no sé si durante los golpes que recibe Sorkas pierde la espada o no. Si la pierde lo único que debería modificar es el momento en el que digo lo de la espada, lo de ser señuelo seguiría en pie.

Respecto a la táctica de batalla, la verdad es que no entiendo lo de que Mog ataca con cantos y danzas, así que lo único que hago es el típico señuelo que hace Sorkas mientras los moguris se posicionan por su espalda y atacan con lo más fuerte que tenga cada uno.

[Soul Artist]

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Yep, tienes la espada, pues no dije que la perdieras ni nada semejante. Y sobre Mog, es un personaje de Final Fantasy VI cuyas habilidades se centran en ataques de danza; si no has jugado, puede resultar confuso decirlo.

La estrategia parecía funcionar. El Sincorazón, ya con la cabeza sin arderle, centró su atención en el chico de la espada que le gritaba. Comenzó a caminar hacia él, dispuesto a atacarlo, pero en cuanto se acercó recibió otra bola de fuego en la cabeza por parte del Gran Líder, tal y como le había indicado Sorkas. El llamado Mog, al no tener magias, no actuó en contra del Sincorazón, sino que fue por libre y curó con el mismo baile que al joven a la chica medio conejo, que al volver a despertar reaccionó rápidamente de forma ofensiva contra el moguri, pero no tardó en unirse a la batalla con ellos, lanzando una flecha helada a la mano izquierda del enemigo.

Un efecto curioso se dio entonces. El Sincorazón perdió dicha mano, desapareciendo por completo en un rastro de oscuridad. ¿Y si acabar con todas sus extremidades era el modo más rápido de derrotarlo? También podía probar a seguir atacando la cabeza, pero... ¿Funcionaría?

Fuera como fuese, la armadura gigante enfureció y comenzó a dar pisotones de gigante en dirección a Sorkas, como si todo fuese culpa suya. Si no se quitaba de su camino, acabaría siendo parte del suelo del Distrito para el resto de la eternidad, aunque si corría descubriría que los pies eran más rápidos que él y que le darían caza antes o después.

¡Debía pensar algo!

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Fran se une a la party. Ataca con sus flechas: normales, de fuego, de electricidad y de hielo. Puedes darle órdenes, al igual que Mog y Montblanc.

[Sorkas]

El monstruo se encaminó hacia Sorkas, pero afortunadamente, el Gran Líder lanzó una bola de fuego derecha a la cabeza del Sincorazón y logró detenerle. Mientras tanto Sorkas se fijó en que el otro moguri que había dicho llamarse Mog no atacaba a la armadura sino que se encaminó a la mujer conejo y a la vez que bailaba de una forma muy extraña, la mujer se reincorporaba, aunque parece que le reprochaba algo al moguri.

— Debió ser así como logré sobrevivir. — pensó Sorkas.

La mujer conejo apenas se acababa de levantar cuando rápidamente lanzó una flecha de hielo que se estrelló en la mano del monstruo. Sorkas se preparaba para proceder con el resto del plan cuando oyó unos ruidos fortísimos. Provenían de la armadura. Sorprendentemente, la mano en la que había impactado la flecha había desaparecido y eso había enfurecido al Sincorazón que se dirigía dando unos pisotones que provocaban los ruidos derecho hacia Sorkas. Sorkas volvió a ver la muerte en frente de sus ojos por tercera vez en apenas un tiempo. Lo único que le se le ocurrió fue…

— ¡Atacad a los pies! ¡Rápido! ¡A los pies! ¡Con lo que sea!

Mientras gritaba Sorkas dio una voltereta hacia su derecha y corrió todo lo que pudo hasta reunirse con sus extraños compañeros de combate.

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Solo he jugado al FFVII: CC así que na de na en FF xD
Montblanc lanza Piro ++ otra vez a su pie izquierdo y Fran ataca con una flecha de hielo también al mismo pie.

[Soul Artist]

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El pie izquierdo de la gigantesca bestia desapareció con el simple ataque de Montblanc, por lo que la flecha de hielo de la mujer no llegó a ningún sitio. Pero aquello dejaba a Sorkas con un problema todavía: el otro pie.

Aunque fue capaz de esquivarlo al desviar su trayectoria, este no se daba por vencido. Mog actuó por libre y se entretuvo con una danza que aparentemente paralizó a uno de los enormes guanteletes del enemigo, pero no ayudaba. A cada zancada que daba el joven Sorkas podía notarlo más cerca, con el ruido y la tierra temblando justo detrás de él...

Un grito provocó la atención del joven de inmediato, y justo después una especie de rayo de luz descendió del suelo, cayendo directamente sobre el pie y fulminando su existencia. La figura de una mujer había llegado al Distrito 2 por las mismas puertas a las que había llegado Sorkas; una dama de larga melena rubia, con un vestido blanco que brillaba a la luz de la luna y el rostro serio. El Sincorazón giró su cuerpo hacia ella, furioso.

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—Libera este corazón de su oscuridad —suplicó en alto la dama, alzando una extraña arma hacia el cielo y provocando una inmensa luz en él—, mi Sanctus.

La luz se apoderó de todo el Distrito de golpe, cegando a Sorkas. Los edificios parecieron desaparecer en un flash, permitiendo solo ver la sombra de la gigantesca armadura, la cual intentó alcanzar a la mujer con su guante. Pero fue completamente incapaz; su cuerpo se desintegraba rápidamente, sin dejar siquiera un rastro de oscuridad... Y dejando volar libre su aprisionado corazón.

Cuando Sorkas pudo de nuevo recuperar la vista, la dama ya estaba descendiendo por las escaleras para reunirse con ellos. Mog se aproximó hacia ella mientras Montblanc se quedaba mirándola, caminando en dirección a su empleado humano favorito. Y por mucho que mirase, la mujer conejo había desaparecido sin dejar rastro, aprovechando la confusión de todo aquello.

—¿Tu primer combate, kupó? —preguntó su jefe atendiéndole y colocándose junto a él con los brazos cruzados—. No lo has hecho mal, chico. ¿Cómo te sientes contigo mismo ahora mismo?

Si se fijaba, Mog señalaba en dirección a Sorkas mientras hablaba con la dama, y esta clavaba sus ojos en él... A ratos.

[Sorkas]

Sorkas logró escapar de la avalancha de Sincorazón que se le venía encima. Tras la voltereta se dedicó a correr como nunca había corrido sin pararse a mirar si los ataques de sus compañeros habían surtido efecto, pero debido a la reducción del ruido atronador supuso que al menos uno de los pies debía haber desaparecido.

A pesar de ello, Sorkas notaba como se iba aproximando cada vez más el Sincorazón, a la vez que sus fuerzas comenzaban a agotarse.

— ¡Mog, dame fuerz…! — el grito de Sorkas se ahogó debido a otro muchísimo más fuerte. Sorkas ya estaba harto de que siempre le interrumpían en el peor momento.

El grito vino seguido de un rayo de luz cegadora que eliminó el pie restante del monstruo. Inmediatamente Sorkas se giró en dirección a la procedencia del rayo y vio a una nueva mujer, que esta vez si parecía humana del todo. A primera vista le pareció una mujer bellísima, vestida con un traje que se iluminaba a la luz de la luna y que provocó que Sorkas se olvidase de la armadura por un buen rato. Por suerte, el Sincorazón ya había perdido todo interés en Sorkas y se dirigía furioso hacia la mujer.

Sorkas se disponía a pensar un nuevo plan, cuando la mujer sacó un arma y volvió a pronunciar en alto:

— Libera este corazón de su oscuridad — suplicó en alto la dama, alzando una extraña arma hacia el cielo y provocando una inmensa luz en él—, mi Sanctus.

La luz volvió a cegar a Sorkas por completo, pero esta vez fue mucho más intensa, tanto que Sorkas se mareó y acabó cayendo estrepitosamente contra el suelo.

Cuando la luz fue perdiendo intensidad, a Sorkas le tomó más de medio minuto poder abrir los ojos de nuevo. Cuando lo hizo, su visión seguía borrosa, pero le permitió asegurarse de que el Sincorazón había sido exterminado pues vio como su corazón se perdía en la inmensidad del cielo estrellado. También se percató de que su jefe caminaba en dirección hacia él y de que la misteriosa dama se había reunido con el moguri llamado Mog.

— ¿Tu primer combate, kupó? — preguntó su jefe atendiéndole y colocándose junto a él con los brazos cruzados—. No lo has hecho mal, chico. ¿Cómo te sientes contigo mismo ahora mismo?

Sorkas seguía bastante aturdido así que hizo un poco el ridículo cuando intentó levantarse y con las mismas volvió al suelo. Al volverse a levantar consiguió ya mantenerse en equilibrio. Antes de responder a su jefe, se fijó en que la mujer conejo había desaparecido y que la dama recién llegada le miraba fijamente mientras Mog hablaba con ella.

— Eh… Sí, señor… Gracias señor… Un poco mareado… Creo que he perdido algo de memoria y, y, y, conservé su espada — dijo mientras recuperaba la espada que se le había caído durante la explosión de luz. Al momento se fue recuperando del mareo — Si no es mucha molestia, ¿podría alguien explicarme qué está pasando? ¿Y quién son esta gente?

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Tengo entendido que en Ciudad de Paso conocen quienes son los Sincorazones, pero creo que no conocen las Llaves Espadas ni a los Maestros, ¿o me equivoco y si los conocen?

[Soul Artist]

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Dentro del rol sí, los de Ciudad de Paso conocen a los Sincorazón, pero en principio no las Llaves Espada. Algunos sí, sin embargo. Todo depende de la historia de cada uno.

Montblanc no tardó en contestar a las preguntas de Sorkas, sin apartar la mirada de la mujer.

—Te ha atacado un Sincorazón y has tenido suerte de que mi compadre Mog y yo estuviésemos cerca, kupó —le explicó con los brazos cruzandos, señalando con la nariz al otro moguri—. Es un viejo amigo de la infancia y el, digamos, Gran Líder de otro lugar lejano. Nos habíamos reunido hoy, aprovechando que una de sus amigas, Nanashi... Tenía asuntos pendientes aquí. Algo de la muerte de una muchacha que debía notificar al cocinero de un restaurante, kupó...

El moguri enmudeció al ver que la dama se estaba acercando a ellos con las manos juntas, sin apartar la mirada de Sorkas y acompañada por Mog. Su serio semblante parecía estar castigando al muchacho antes de siquiera decirle nada, como si ya hubiese obrado mal en algo.

—Mog me ha hablado de ti. Dice que has estado... Interesante en esta batalla —le explicó ella, como si aquellas palabras fuesen difíciles de creer—. Pero lo que yo he visto es lo contrario. No has sabido desenvolverte en combate, no has planeado bien tus estrategias, ni siquiera sabes blandir tu espada como es debido. Tu valentía se confunde con imprudencia: podrían haberte matado desde un principio.

Sí, la mujer estaba siendo muy dura con el chico. Apartó la vista de él y observó su arma, una espada con la extraña forma de... ¿Llave? Sí, el llavero con forma de libro lo confirmaba. Colocó su filo azul marino frente al chico, sujetándola por un extraño mango.

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—Sin embargo, quizás puedas ayudarnos en nuestra empresa; he perdido una aprendiza hace poco y tú podrías sustituirla —sentenció ella, invitándole a coger su arma—. Vendrás conmigo a Tierra de Partida y te entrenarás día y noche hasta convertirte en alguien de provecho. Te convertirás en un Portador... De la Llave Espada.

—Deberías aceptar —afirmó Montblanc, mirando a su empleado seriamente—. Es tu oportunidad de salir de aquí, kupó, y ser recordad. Sé alguien, novato.

[Sorkas]

— Te ha atacado un Sincorazón y has tenido suerte de que mi compadre Mog y yo estuviésemos cerca, kupó — le explicó con los brazos cruzados, señalando con la nariz al otro moguri—. Es un viejo amigo de la infancia y el, digamos, Gran Líder de otro lugar lejano. Nos habíamos reunido hoy, aprovechando que una de sus amigas, Nanashi... Tenía asuntos pendientes aquí. Algo de la muerte de una muchacha que debía notificar al cocinero de un restaurante, kupó...

Sí, tenía que reconocer que había tenido suerte. Por lo demás no le quedó nada claro quienes eran los demás, pero no le preocupó mucho pues la extraña dama acompañada del otro moguri se acercaban hacia ellos.

La mujer tenía un rostro solemne, casi como si estuviese enfadada con Sorkas, ya que no le quitaba los ojos de encima. Por lo demás, era una mujer muy hermosa, de las que no se suelen ver por la tienda.

— Mog me ha hablado de ti. Dice que has estado... Interesante en esta batalla — le explicó ella, como si aquellas palabras fuesen difíciles de creer —. Pero lo que yo he visto es lo contrario. No has sabido desenvolverte en combate, no has planeado bien tus estrategias, ni siquiera sabes blandir tu espada como es debido. Tu valentía se confunde con imprudencia: podrían haberte matado desde un principio.

“¿Qué?”, pensó Sorkas. ¿A qué venía este ataque tan gratuito? Para empezar, ella solo llegó al final de la batalla, y si había estado torpe fue precisamente por su culpa que le había deslumbrado. Justo cuando iba a reprocharle a la mujer, apareció el arma que había blandido antes. Viéndola más cerca, el arma no parecía muy mortífera. Sorkas se percató de que tenía forma de llave, lo que lo hacía menos mortífera aparentemente.

Entonces, la mujer movió el arma y lo colocó en frente suya. Al principio, Sorkas reaccionó echándose hacia atrás, pero rápidamente vio que no le iba a atacar sino que le estaba ofreciendo el arma, o algo parecido.

— Sin embargo, quizás puedas ayudarnos en nuestra empresa; he perdido una aprendiza hace poco y tú podrías sustituirla — sentenció ella, invitándole a coger su arma —. Vendrás conmigo a Tierra de Partida y te entrenarás día y noche hasta convertirte en alguien de provecho. Te convertirás en un Portador... De la Llave Espada.

Desde luego, sonaba a patraña todo lo que la mujer decía, pero su rostro que permaneció serio y un breve vistazo a la cara de su jefe, terminó por convencer a Sorkas de que no era una mentira lo que le estaban diciendo. Pero las cosas no funcionaban así de fáciles.

— No sé muy bien de que va todo esto. — dijo Sorkas retrocediendo lentamente — No conozco ese mundo, nunca he salido de aquí desde que tengo uso de razón, tengo una familia, trabajo en la tienda… Además, ni siquiera me has dicho tu nombre.

— Deberías aceptar — afirmó Montblanc, mirando a su empleado seriamente —. Es tu oportunidad de salir de aquí, kupó, y ser recordado. Sé alguien, novato.

Las palabras de su jefe le calaron hondo. “Sé alguien, novato”. Tal vez fuese su única oportunidad de ser alguien. Tal vez era la solución a sus problemas. Tal vez llegaría a conocer alguna vez su mundo. Tal vez encontraría a sus padres. No. Tenía que aceptarlo. Estaban muertos. Todo el mundo se lo decía. De todas formas estaba decidido. Podría salir de aquí.

— Bueno, tal vez no sea mala idea. Está bien acepto. Pero tendré que hablar con mi familia, si ellos no quieren, yo no iré. Se lo debo todo.

[Soul Artist]

—Bien —afirmó la mujer, invitando a caminar a Sorkas junto a ella hacia la salida del Distrito por el mismo lugar por el que habían accedido, a la vez que los moguris les seguían de cerca—. Pero antes de que te despidas de los tuyos, permíteme avisarte.

Nanashi subió las escaleras con las manos juntas, mirando siempre al frente y sin dirigir la vista hacia el joven ni un solo instante. Caminaba muy elegantemente, con delicadeza, como una auténtica dama que además vestía muy bien.

—Una vez aceptes tu destino de Portador, no tendrás vuelta atrás —explicó ella seria—. Serás un Caballero de la Llave Esperada, por y para siempre. Lucharás contra las bestias que se ocultan en la oscuridad, y para ello... Deberás combatir la tuya propia.

La mujer abrió las puertas de par en par, quedándose quieta para que Sorkas se adelantase. Dirigió la mirada hacia Mog y le hizo un afirmación con la cabeza.

—Avisa a Simón, Mog. Volvemos a casa —le ordenó ella—. Te esperaremos en las puertas de salida de Ciudad de Paso, joven. Mi nombre es Nanashi, Maestra para ti. Ve a despedirte de los tuyos, aunque podrás volver cuando quieras.

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Post libre para despedirte de tu familia e incluso, si quieres, del pobre Mogpal, al que te permito controlar. Este post es muy importante, así que tómate tu tiempo y hazlo lo mejor que puedas, pues una buena cantidad de PX dependen de él. Cuando lo termines, dirígete a la plaza del Distrito 1 y en dos o tres rondas acabamos.

[Sorkas]

— Bien — afirmó la mujer, invitando a caminar a Sorkas junto a ella hacia la salida del Distrito por el mismo lugar por el que habían accedido, a la vez que los moguris les seguían de cerca —. Pero antes de que te despidas de los tuyos, permíteme avisarte.

La solemnidad con la que hablaba hechizaba a Sorkas. Parecía que no iba a cometer un error nunca, que era perfecta. Y Sorkas no tenía ninguna duda de eso.

— Una vez aceptes tu destino de Portador, no tendrás vuelta atrás. Serás un Caballero de la Llave Esperada, por y para siempre. Lucharás contra las bestias que se ocultan en la oscuridad, y para ello... Deberás combatir la tuya propia.

¿Su propia oscuridad? A Sorkas le gustaba lo oscuro, la noche, pero nunca se hubiese planteado que eso era algo “malo”. ¿Significaba aquello que debía preferir la luz del día a la oscuridad de la noche? No, eso sonaba estúpido, y si algo tenía claro es que las cosas estúpidas no valían con esa mujer.

Ya habían llegado a la puerta que conectaba el Distrito 1 y el 2. Allí, la mujer se paró como invitando a Sorkas a pasar primero.

— Avisa a Simón, Mog. Volvemos a casa — dijo la mujer a Mog —. Te esperaremos en las puertas de salida de Ciudad de Paso, joven. Mi nombre es Nanashi, Maestra para ti. Ve a despedirte de los tuyos, aunque podrás volver cuando quieras.

Nanashi. Maestra Nanashi era su nombre. Haría bien en no olvidarlo nunca.

Cuando entraron en el Distrito 1, Sorkas se separó de ellos caminando rápidamente hacia su casa. Mientras caminaba iba pensando en qué les iba a decir a sus padres, cómo podría explicarles todo lo que había acontecido en una noche y, sobre todo, cómo iba a despedirse de ellos hasta… ¿Hasta cuándo exactamente? No tenía ni idea. Nanashi… ¡No! La Maestra le había dicho que iba a luchar contra las bestias de la oscuridad y Sorkas suponía que los Sincorazones eran de ese tipo, así que, tal vez podría volver de vez en cuando a ayudar a los ciudadanos con los que había convivido casi toda su vida.

En todo esto ya había llegado a la puerta de su casa. Paró antes de entrar, cogió aire y cerrando los ojos a la vez que disfrutaba del momento, abrió la puerta.

Inmediatamente dentro de la estancia, la luz de las lámparas que conocía de memoria lo inundó y el olor a comida recién hecha lo bañó completamente. Todo era normal, nada había cambiado desde que llegó aquí. El mismo sofá descolchado que había perdido su color, las mismas cortinas en las que se vislumbraban gotitas de aceite salpicadas hace años, la misma alfombra llena de polvo que había soportado sus pasos durante todo este tiempo.

Atravesó el salón-recibidor despacio, apreciando cada centímetro de la casa, fijándose en detalles que creía conocer de memoria, pero que le sorprendían ahora que se centraba en ellos. Prestó una mayor atención a los cuadros que colgaban de la pared y que representaban paisajes agrícolas siempre iluminados por un sol casi cegador. Sorkas siempre creyó que era su mundo de origen, pero su padre adoptivo siempre le contestaba riendo y le explicaba que no era ningún lugar en especial.

Cuando llegó a la cocina, se encontró a su madre adoptiva cocinando como siempre a estas horas. Cuando le tocaba turno de tarde, su familia le esperaba a cenar a pesar de llegar siempre bien entrada la noche. Su madre tardó un tiempo en darse cuenta de su presencia.

— ¡Oh! Sorkas, ya estás aquí. Hoy sí que has tardado. Pero llegas justo a tiempo para cenar caliente. — saludo su madre con una amplia sonrisa.

— Sí, madre, me he retrasado… Había… Un trabajo especial en la tienda.

— Bueno, puedes ayudar a tu padre a poner la mesa.

Sorkas se vio incapaz de contar nada de lo sucedido en ese momento. Sin saber como, se encontraba poniendo la mesa para la cena manteniendo una charla banal con su padre. Al terminar de poner la mesa, cenó como cualquier otro día, interesándose del día de sus padres.

Cenaron en apenas unos minutos, y después de recoger todo, Sorkas llamó a sus padres al salón y les pidió que se sentasen.

Entonces, empezó a contar todo lo acontecido en aquella noche. No se dejó nada. Desde sus distracciones mirando la ventana y el posterior golpe de Mogpal hasta sus torpes caídas cegado por la luz de la Maestra. Y por último, con lágrimas en los ojos, les contó la proposición de la Maestra y como había aceptado si ellos le dejaban.

— Sorkas… Te has hecho tan mayor de repente… — dijo su madre sin poder contener las lágrimas que caían por su cara —, todos los hijos se acaban yendo de su casa tarde o temprano. Ahora es tu turno.

— Estoy de acuerdo — dijo su padre con un brillo en los ojos que Sorkas interpretó como orgullo —, serás un gran Maestro de esos algún día no muy lejano. Ten por seguro que tus padres estarían muy orgullosos.

Con estas palabras y varios minutos de despedidas más personales, Sorkas dio por concluida su visita a su casa.

— Sabes que siempre que quieras esta será tu casa.

Se cerró la puerta. Se había ido de casa. Ya no viviría más en la casa de su infancia.

Con estos pensamientos, Sorkas se encaminó a la plaza del Distrito 1 con la sensación de que se olvidaba de algo. Esta sensación se le esfumo en cuanto vio a su Maestra allí esperándole.

— Ya estoy preparado para ir con usted, Maestra — dijo Sorkas intentando sonar todo lo solemne que pudo.

[Soul Artist]

—De acuerdo.

La mujer, que le había estado esperando en la puerta de salida del mundo, invocó en un haz de luz su arma de nuevo. Ya no iba acompañada de Mog, y desde luego no había rastro alguno del tal Simón. ¿Estaban solos?

—Esta es la Llave Espada —pasó a explicarle la mujer, blandiéndola y ejecutando unos precisos y gráciles movimientos, como si pesara realmente poco—. No solo será tu arma a partir de ahora, sino que pasará a convertirse en tu identidad, tu razón de ser, tu objetivo a corto y largo plazo. La Llave Espada descansa en nuestros corazones, siendo parte de nosotros, y podrás invocarla siempre que quieras.

Nanashi se colocó la mano en el pecho mientras decía aquellas palabras, como si saliesen de verdad de parte de su ser. Después, tomó la Llave Espada con las dos manos y se la ofreció al joven Sorkas, en una especie de ceremonia entre Maestro y aprendiz.

—Tómala e invócala —ordenó ella—. Siempre que lo necesites... Acudirá.

[Sorkas]

— De acuerdo. — dijo su Maestra al ver a Sorkas.

Acto seguido volvió a invocar su arma. “Llave Espada” la había llamado anteriormente, pero, ¿por qué volvía a blandirla? ¿Acaso había un nuevo enemigo? Sorkas se sobresaltó un poco y miró alrededor suyo. Pero allí no había nadie más, estaban solos, ni siquiera estaba Mog.

— Esta es la Llave Espada — explicó la Maestra mientras la blandía y describía unos movimientos suaves y elegantes —. No solo será tu arma a partir de ahora, sino que pasará a convertirse en tu identidad, tu razón de ser, tu objetivo a corto y largo plazo. La Llave Espada descansa en nuestros corazones, siendo parte de nosotros, y podrás invocarla siempre que quieras.

En este momento Sorkas se dio cuenta de que este “trabajo” le iba a durar el resto de su vida, que tendría que vivir con ello para bien o para mal y, sobre todo, que nada sería igual.

La Maestra había pegado su mano a su pecho, haciendo ver la importancia de sus palabras. Con la otra mano, acercó la Llave Espada hacia Sorkas para que él la tomase. Sorkas sin mediar palabra acarició el pomo de la Llave Espada. Al momento, notó como una calidad sensación le invadía el cuerpo y, por primera vez en su vida, notó luz en su interior.

— Tómala e invócala — ordenó ella—. Siempre que lo necesites... Acudirá.

¿Ya estaba? ¿Ahora él tenía una Llave Espada? Pero… ¿Cómo la invocaba? Sorkas dudó unos instantes, pero inmediatamente extendió su brazo izquierdo. No supo porque realizó ese movimiento, simplemente sintió que era lo que debía hacer. En cuanto su brazo estuvo totalmente perpendicular al cuerpo, una potente luz procedente de su mano apareció, pero esta vez no se cegó sino que abrió los ojos para no perder detalle de lo que estaba aconteciendo. Cuando se apagó la luz, en la mano de Sorkas había aparecido otra Llave Espada.

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Era diferente a la de su Maestra, pero bella igualmente. Le sorprendió lo ligera que era y lo comprobó realizando sendos movimientos lentos pero firmes. La cara de sorpresa y asombro que tenía en ese momento debía de ser un poema, pero no le importó, en ese momento solo estaban él y su Llave Espada.

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Edito para poner la imagen, que se me había olvidado

[Soul Artist]

—Bien —fue lo único que dijo Nanashi al ver cómo invocaba la Llave Espada delante de él, aunque no como felicitación, sino como aprobación a su acción—. Esa es la que llamamos Cadena del Reino. Todos los aprendices poseen una, aunque tengo entendido que en tu antiguo empleo creabais llaveros que le daban nuevos aspectos. Como la mía.

La mujer se giró y se dirigió hacia la puerta, esperando que el chico le siguiese de cerca. Caminaba lentamente hacia la salida del mundo, donde probablemente Sorkas nunca se había aventurado a llegar... Lejos, muy lejos de allí. Cientos de posibilidades le esperaban una vez cruzadas esas puertas.

—Debes saber una cosa más —advirtió su Maestra, colocando la mano en las gigantescas puertas y girándose a su nuevo aprendiz para mirarle directamente—. Hoy viajaremos en nave gumi, pues un amigo de los Maestros, Simón, nos acercó esta mañana. Pero podrás viajar a otros mundos siempre que quieras con tu Llave Espada; solo debes lanzarla al cielo y se convertirá en vehículo. Solo debes usarla para viajar entre mundos. ¿Ha quedado lo suficientemente claro? Y nunca, nunca viajes al llamado Bastión Hueco. Todo Portador tiene prohibida la visita allí.

Con aquello dicho volvió a dirigir su mirada hacia las puertas y las abrió con energía, permitiendo al joven ver el cielo, el espacio, sus estrellas... Todo. Una nave les esperaba cerca, la del tal Simón seguramente.

Pronto... Tierra de Partida.

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Prólogo finalizado.



Obtienes:
- 16 PX.
Resumiendo: me gusta cómo escribes, pero tienes que pulir un poco la narración, no me ha convencido la despedida de Sorkas con respecto a sus padres y... Al copiar algunas frases de personajes no has cambiado la narración entre líneas, lo cual no queda bien. Pese a todo, no lo haces nada mal.
¡Subes al Nivel 2!
9 PX para Nivel 3.
- Cadena del Reino.
- Armadura (Pon imagen si quieres al subir de nivel en Actualizaciones).
- Glider (Pon imagen si quieres al subir de nivel en Actualizaciones).
- La habilidad: Materialización del arma.