Turno de tarde. Quedaba media hora para cerrar.
Ya eran las nueve y media de la noche y se notaba en la orfebrería. Apenas había trabajo para aquellas horas, pues oscurecía en Ciudad de Paso y la mayoría de clientes se habían pasado a lo largo del día, mientras todavía brillaba el sol y apetecía salir. Sin embargo, cuando la oscuridad abrazaba las oscuras calles de aquel mundo, los Sincorazón volvían a surgir por doquier por la mayoría de distritos, lo cual había afectado de forma muy negativa a la mayoría de comercios. Los moguris, sin embargo, seguían manteniendo su política de abrir sus establecimientos desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche.
Y aquel día a Sorkas le tocaba trabajar de tarde, con el riesgo de aquellas oscuras criaturas deambulando por allí. Rara era la vez que se les había visto por el Distrito 1, pero ya había sucedido en más de una ocasión. Un pequeño grupo de habitantes se había estado encargando de mantenerlos a raya hasta entonces, pero últimamente no se les había visto por el mundo. Lo cual era preocupante...
—¡No te duermas, kupó!
Uno de los trabajadores moguris golpeó la cabeza de Sorkas con un material helado que reconoció como un guijarro frío. La rosada criatura revoloteó por su cabeza, pretendiendo mantenerlo despierto para que estuviese atento a posibles clientes.
—¡El Gran Líder te ha puesto al cargo de la recepción para congeniar con humanos, nuestros clientes predilectos, kupó! No me hace gracia que alguien como tú se encargue de algo tan importante, kupó, así que no te quitaré ojo. ¡Faltaría más!
Desde que el llamado Gran Líder había aceptado al joven Sorkas en la tienda para trabajar tras dejar sus estudios aquel moguri, de nombre Mogpal, le había estado dando la tabarra alegando que la orfebrería era cosa de su raza, y no de humanos perezosos. Lo cierto es que podía llegar a ser como un grano en el culo en ocasiones, pero cuando realmente lo necesitaba le ayudaba explicándole cómo funcionaba el negocio.
—¡Despierta, kupó! ¡Es la hora del examen! —saltó de golpe la criaturilla—. ¡Primera pregunta! ¿Cuánto llevas trabajando aquí?
La hora del examen. De vez en cuando Mogpal ponía sus reflejos a prueba para ver si se merecía su paga, pues los clientes podían lanzar preguntas que exigían, en su opinión, una respuesta rápida y clara. Una vez hubiese contestado, el alado ser afirmó con la cabeza.
—¡Buena memoria! Recuerdo bien ese día, me dolía una muela. ¿O era la sensación al ver que te aceptaban en el trabajo? —se burló, intentando que el chico bajase la guardia. Pero no tardó en lanzar su nueva cuestión—. ¡Segunda pregunta! ¿Por qué te interesaste por la orfebrería?
De nuevo esperaba una respuesta, la cual escuchó en silencio una vez se la hubiese dado.
—Bueno, ¡pues que sepas que deberías dejárnoslo a nosotros, los moguris! —protestó Mogpal—. ¡Última pregunta! ¿Qué obtendrá el cliente si nos trae dos guijarros fuertes y un guijarro frío?
¡Teoría! Horrible teoría. ¿Habría aprendido lo suficiente Sorkas para sabérselo de memoria?