[Trama] La adorable fantasma

[Nell]

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Narra... estamos en el ROL. Así que no lo dudes.

Con Hitori de guía, por motivos obvios, bajaron desde la estación por una de las calles principales de Villa Crepúsculo. Todo estaba tal y como lo recordaba el muchacho: día normal, gente normal, comercios normales (sin moguris por aquí y por allá)... Nadie pensaría que habían pasado más de un par de días desde la marcha de Hitori, pues nada había conseguido alterar la monotonía del lugar.

No había sincorazones por ninguna parte, ni tampoco signos de miedo o temor por parte de la gente. Ni rastro del típico ambiente de una población asustada, desde luego.

[Hitori]

Hitori bajaba animado por las calles de su ciudad natal, saludando a algunos conocidos de su madre. La mayor parte eran señoras de la edad de su progenitora, pero también mujeres más ancianas y hombres adultos le saludaban amablemente. Alguna ancianita se detuvo para comentarle lo alto que estaba, lo mucho que había crecido y lo poco que le veía últimamente. El chico se excusó diciendo que estaba muy ocupado con sus estudios, sin incidir demasiado en el tema para evitar desvelar nada de su nueva tarea.

—Dices que por aquí te criaste —dijo Kit, sin más—. ¿Cómo os divertís por aquí? ¿O este mundo está tan atrasado que todavía no ha descubierto la diversión?

Hitori ignoró el último comentario y se giró, comenzando a andar hacia atrás por las calles.

—La mayoría de chicos se dedican al Struggle, aunque a mí no me gusta demasiado —confesó. Al instante se dio cuenta de que Kit no podía conocer el Struggle, ya que no era de allí—. El Struggle consiste en luchar con una especie de bates de gomaespuma. El objetivo es quitarle unas esferas, que se pegan a la ropa, a tu compañero. El que más tenga al final, gana. Aunque claro, la mayoría de gente hace batallas callejeras sin esas esferas, para entrenar o para desafiarse.

Hitori volvió a darse la vuelta al escuchar el saludo de un tendero, al que respondió con una amable sonrisa.

—Yo, como dije, no soy muy fan del Struggle, así que la mayoría de veces me dedico a ver cómo Ben lucha. Oh, Ben es mi mejor amigo —añadió—. Seguro que ahora está en el Solar, entrenando como siempre.

Miró de reojo a Kit, esperando algún tipo de reacción en él, o uno de sus comentarios socarrones, antes de continuar hablando.

—Por supuesto, eso no es todo lo que se hace. También quedamos para tomar helado en algún sitio, vamos a la playa o paseamos por las terrazas que están en otra zona del pueblo —enumeró, pensando si se le olvidaba algo—. Aún así, la mayor parte del año tenemos clases, así que no podemos hacer gran cosa.

Cuando se percató, ambos jóvenes ya se encontraban en la calle principal, donde había unas cuantas tiendas, un tranvía que daba vueltas por las calles, y otra de las entradas a las calles subterráneas.

—Pues aquí estamos. Parece que no hay Sincorazón, por lo menos por el pueblo. La gente parece estar muy calmada... así que no creo que nadie haya sido atacado —comentó—. Creo que lo mejor será ir al bosque ahora. Nadie pasa por allí nunca, así que... Vamos, el bosque está por allí.

Hitori señaló hacia adelante, y comenzó a caminar en dicha dirección.

[Soul Artist]

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Ni qué decir que, por supuesto, estoy de acuerdo, Nell.

La gente claramente conocía a mi compañero. Viejas nos retrasaban en nuestro camino hacia donde me llevara, preguntando por cosas insustanciales por las que debí contenerme para no soltarles que estábamos ocupados; pero no, los modales y la caballerosidad ante todo. Mi compañero comenzó a explicar lo que hacían por allí, por lo que puse una oreja mientras me dedicaba a observar los edificios y los niños jugando:

—La mayoría de chicos se dedican al Struggle, aunque a mí no me gusta demasiado. El Struggle consiste en luchar con una especie de bates de gomaespuma. El objetivo es quitarle unas esferas, que se pegan a la ropa, a tu compañero. El que más tenga al final, gana. Aunque claro, la mayoría de gente hace batallas callejeras sin esas esferas, para entrenar o para desafiarse.

Aquello explicaba por qué unos niñatos a unos pasos a nosotros se pegaban con espadas de un color azul llamativo. Un juego en el que la gente se pegaba; definitivamente, no entendía a los niños de aquella generación. ¡Era estúpido! Estúpido y violento, pues solo fomentaba pegarse unos a otros. ¿Dónde habían quedado los buenos modales y comportarse como un ser ilustre, como yo?

—Yo, como dije, no soy muy fan del Struggle, así que la mayoría de veces me dedico a ver cómo Ben lucha —dediqué una mirada interrogativa mezclada con aburrimiento, esperando una explicación de quién fuese el tal "Ben"—. Oh, Ben es mi mejor amigo. Seguro que ahora está en el Solar, entrenando como siempre.

—No, pequeño inútil, no vamos a ir a saludar a tu amiguito —corté a mi compañero, imaginando que me pediría ir a hacerle una visita que nos atrasase más en nuestra misión—. No quiero perder tiempo conociendo a más gente inútil.

—Por supuesto, eso no es todo lo que se hace —continuó Hitori, probablemente ofendido por mi comentario; aunque me dio igual, pues seguí observando todo a mi alrededor—. También quedamos para tomar helado en algún sitio, vamos a la playa o paseamos por las terrazas que están en otra zona del pueblo. Aún así, la mayor parte del año tenemos clases, así que no podemos hacer gran cosa.

Llegamos a una enorme calle provista de todo lo que toda gran calle debía tener. Un tranvía que comunicaba a la ciudad; unas tiendas llevadas por humanos, algo que se me hizo extrañísimo; gente caminando por allí, alegres; carteles del extraño juego violento del que mi compañero me había hablado... Sin duda alguna, debía tratarse de una ciudad interesante. Pero intenté no mostrar mi interés en absoluto.

—Pues aquí estamos —comentó Hitori, observando la calle principal—. Parece que no hay Sincorazón, por lo menos por el pueblo. La gente parece estar muy calmada... así que no creo que nadie haya sido atacado. Creo que lo mejor será ir al bosque ahora. Nadie pasa por allí nunca, así que...

Ignoré a mi compañero por completo y seguí observando las tiendas, como si todo aquello que me contaba no fuese conmigo. Suspiré y me acerqué a la tienda más cercana, un establecimiento que era rodeado por las vías del tranvía, y que por el cartel que tenía encima parecía vender chucherías. Me llevé la mano a la barbilla mientras observaba la mercancía y seleccionaba mentalmente qué comprar.

No sé cuánto tiempo pasé allí, pero cuando finalmente compré mis dulces y me giré para reunirme con mi compañero, me di cuenta de que este ya no estaba donde antes. Giré mi cabeza a ambos lados, intentando localizarle por allí. Pero claramente, no estaba. Di unos pasos al frente, intentando abarcar más mi campo de vista. Pero no había nadie allí.

Oh, mierda. ¿Me había perdido?

—¡Ese cabronazo me ha abandonado! —preferí exclamar, aunque más para mí mismo que otra cosa.

[Nell]

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Podéis continuar otros par de posts más cada uno, ya que voy a estar ausente unos días.

A pesar de que los "amigos" se habían separado, no encontraron ningún cambio más por la ciudad, ni juntos ni separados.

Hitori había sugerido ir al bosque, y si decidía continuar sin Ivan, muy pronto comprobaría que entre los árboles no se escondía tampoco ni la más mínima sombra. Por otra parte, el niño perdido tampoco avistaría nada anormal.

[Hitori]

Hitori levantó la vista hacia la copa de los árboles de aquel frondoso bosque. Las hojas tapaban por completo el cielo, creando una especie de cúpula natural por la que se filtraban tímidos rayos de sol, los cuales le daban una atmósfera aún más siniestra al bosque. Sin girarse, Hitori comenzó a hablar con su compañero, sin saber que éste se había ido.

—Parece que aquí tampoco hay nada —afirmó, al notar el bosque en completa calma—. ¿Qué hacemos, vamos a la mansión o volve...?

Hitori se giró antes de acabar la frase, encontrándose a sí mismo hablando con el aire. Se quedó en silencio unos segundos antes de esbozar una media sonrisa de hastío.

—Y se me ha perdido el tío. Maldita sea, a ver cómo lo encuentro en la ciudad... a saber a dónde se ha ido —comenzó a reflexionar en alto—. Conociéndole, se habrá puesto a investigar él solito. Y se acabará perdiendo. Me cago en...

El chico caminó hacia el boquete en la pared que unía la ciudad y el bosque, pero se detuvo en seco al llegar a éste.

—Es inútil, sólo conseguiré dar vueltas. Podría preguntarle a la gente, pero seguro que nadie se fija en un tío tan normal... —volvió a girarse en dirección a los árboles—. Aprovecharé y visitaré la mansión.

Dicho eso, Hitori se encaminó hacia el claro del bosque donde se encontraba la imponente mansión a la que nunca había podido entrar.

[Soul Artist]

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Sé que debemos hacer dos posts cada uno, pero viendo que no sabemos el terreno con el que nos vamos a encontrar y tal, hemos decidido esperarte xD

Piensa, Ivan, piensa.

Tras el cruel abandono de mi compañero en una ciudad que no conocía en absoluto me había acercado de nuevo a la tienda a reflexionar qué hacer mientras tomaba un par de golosinas y saciaba mi vicio al dulce. Debo admitir que me sentía ligeramente dolido: no me había esperado y se había largado sin mí, seguramente a ver a su amigo "Ben" en el solar. Aquello no querdaría así, desde luego. Le haría pagar por aquella pereza suya de trabajar de algún modo.

Observé mi alrededor y pensé hacia dónde ir. Coger el tranvía se me antojaba peligroso, pues no recordaba que llegara hasta la estación y ya bastante perdido estaba. Miré a mi izquierda y mis ojos brillaron ligeramente al ver una entrada oscura con un número encima. ¿No era acaso muy parecida a la entrada que había en la plaza de la estación y que Hitori había señalado? Si hacía algo de memoria, llevaba a unos túneles.

¿Por qué habíamos decidido no ir por allí? ¡Era de tontos no hacerlo! Los túneles de una ciudad siempre eran oscuros, húmedos y poco transitados. El lugar perfecto donde esconderse, si uno era un Sincorazón. Casi como un hogar.

Así pues, me dirigí hacia la entrada, dispuesto a recorrer los túneles en busca de alguna de las oscuras criaturas.

[Nell]

Hitori

Al llegar a la mansión, Hitori pudo volver a ver a los dos guardias que le habían cerrado el paso la última vez. Ambos seguían igual, de enormes y de estatuas, clavados en ambos lados de la puerta, custodiando la entrada a la enorme residencia. Quizá, si hubiese intentado ponerse al día en la ciudad sobre el propietario de la casa, podría haber descubierto algo antes de llegar allí.

Nada más verle, el más próximo a él dio un respingo.

—¡Por fin! ¡Ya pensé que no vendría! —exclamó.
—Fíjate mejor, idiota. Es el chico de la otra vez.
—¿Y qué? Hay que comprobarlo, de todos modos. Le lleva esperando desde hace días y no ha habido nadie más que se haya acercado —se dirigió a Hitori—. Eh, tú. ¿Cuál es la contraseña?


Narrador

Los túneles, silenciosos y fríos, tal y como había imaginado el chico, no parecían, en absoluto, un mal lugar para que viviesen los sincorazón. No obstante, otros debían ser sus planes, pues ninguna de aquellas criaturas hizo acto de presencia.

Por el contrario, Ivan escuchó unos ruidos extraños en un pequeño cubículo central de los túneles, donde al asomarse pudo apreciar una figura humanoide, que tampoco parecía muy humana de lo muy recubierta que estaba, y que practicaba en ese momento con un arma del Struggle (que Ivan podía o no conocer) contra un muñeco de paja que había instalado.

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El chico siguió peleando contra su rival inerte, sin percatarse de la presencia del aprendiz.

[Soul Artist]

Ni un Sincorazón. No podía evitar sentirme ligeramente apenado por no encontrar a ninguno, pues parecía el lugar idóneo donde se podían encontrar y no conocía nada más de la ciudad. Ni siquiera me orientaba allí, donde se me hacía fácil perderme con tantos pasillos y puertas con números; caminé de frente intentando recordar por dónde iba, pues el mínimo despiste podía significar perder el camino de vuelta. Y no quería que Ronin y Hitori fuesen detrás de mí a buscarme como a un niño pequeño: sería el colmo para mi reputación.

Unos extraños sonidos llamaron mi atención al pasar por al lado de una verja de seguridad a mi izquierda. Pensando que se trataban de gemidos, dediqué una mirada hacia abajo, donde un niño bajito pegaba a un monigote con una de las espadas de gomaespuma que mi compañero había señalado con anterioridad. Su vestimenta llamó mi atención, sobre todo por el enorme sombrero amarillo con el cual se cubría la cabeza. Los movimientos del muchacho eran bastante cómicos debido a su baja estatura, lo que hizo que le mirase por encima del hombro un momento.

Y durante un instante, pude ver su cara.

Una figura negra de ojos amarillos. Me acordé de inmediato de los Sincorazón a los que hicimos frente Hitori y yo en Ciudad de Paso y me mordí el labio inferior. El brillo de los ojos parecía distinto, y aunque no pareciese humano se comportaba como un ser vivo normal... ¿Pero sería lo que buscaba? No podía irme sin estar seguro.

Seguí caminando para bajar una rampa a mi izquierda y atravesé la puerta que daba acceso al cubículo, todavía por encima del desconocido. Pensé durante unos instantes cómo presentarme; debía andarme con cuidado, pues si me atacaba y me pillaba desprevenido podía acabar mal. Pero con su altura no creía que me fuese a dar ningún problema en caso de entrar en combate.

—Agradables tardes —saludé, peinándome ligeramente con la mano izquierda y manteniendo la derecha baja, en guardia para invocar la Llave Espada si hacía falta—. ¿Practicando Smuggre?

[Hitori]

El chico pensó en dar la vuelta al ver a los dos guardias, pero era demasiado tarde. Uno de ellos se había fijado en él y había exclamado algo que Hitori no llegó a entender. Mientras se acercaba, cabizbajo, pudo escuchar al otro guardia.

—Fíjate mejor, idiota. Es el chico de la otra vez. —le contestó, por lo que Hitori dedujo que le habían confundido con otra persona. El aprendiz se mantuvo en silencio, mirando al suelo, en parte esperando que aquellos guardias le echasen. Prefería eso a que le echasen una bronca.

—¿Y qué? Hay que comprobarlo, de todos modos. Le lleva esperando desde hace días y no ha habido nadie más que se haya acercado —dijo, finalmente, el guardia que le había confundido—. Eh, tú. ¿Cuál es la contraseña?

El chico levantó la mirada, nervioso, sin saber bien qué contestar. Se ruborizó al instante, mientras miraba de un lado a otro, deseando que algo o alguien le sacase de aquella situación. Sin embargo, le llegó un momento de lucidez. Si acertaba la contraseña, podría entrar en esa mansión. Esos guardias parecían esperar a alguien, quizás porque el dueño de la mansión se había citado con alguna persona que sabía algún tipo de contraseña... Aún así, acertar una contraseña al azar era una locura.

"No pierdo nada por intentarlo"

El chico cogió aire y soltó lo primero que le vino a la mente.

—¡H-helado de sal marina! —dijo, mientras su estómago rugía al imaginarse el delicioso helado dulce y salado.

[Nell]

Hitori

El segundo guardia casi chillaba de gozo por la respuesta del chico.

—¡Ja! ¡Incorrecto!
—Pero, espera, ¿y si aún no se la dijeron…?
—¡No trates de respardarlo, inútil! Ha fallado, y punto.
—Pero puede también que la contraseña haya cambiado y… y… ¡Arg! —empezó a susurrar a su compañero, aunque Hitori pudo oír la conversación perfectamente—. Oye, oye, ¿qué más da, al fin y al cabo? Cada día que se retrasa, ella está más insoportable. Y no hace más que llamarnos ositos sin algodón. ¡Estoy harto! Cualquiera vale, y éste nos viene como anillo al dedo.
—¿Tú crees? —dudó.
—Sí. Dejará de molestarnos….
—¡Ehhh…! —soltó en tono normal, dirigiéndose amistosamente a Hitori—. ¡Bienvenido, señor! No le habíamos reconocido. Disculpe nuestra torpeza. Puede pasar.

La verja se abrió para Hitori. Y el joven, que a pesar de haber errado en la contraseña, tenía la oportunidad de entrar, no la dejó pasar.

Dentro de la mansión, el paisaje cambió radicalmente. Y, acaso, ¿no había estado abandonada hasta hacía nada? No lo parecía, en absoluto. Pero lo más llamativo era, sin duda… la decoración. Era una mezcla de la mansión de Tierra de Partida el día de San Valentín y los adornos florales y rosados de cualquier niñita mimada y cursi de papá. Flores adornando las esquinas, seda recubriendo las escaleras… Desprendía glamour por todos los poros. Incluso el olor del aire, el perfume, era magnífico. Magníficamente cursi.

No había nadie a la vista. Hitori se encontraba solo y, por tanto, con completa libertad para moverse. Al fondo, una puerta de cristal conducía al patio. A los lados, había también una puerta. Y, al subir las escaleras, otras dos más.

Narrador

El chico (si es que lo era) estaba tan concentrado en su tarea que se le resbaló el arma de las manos, hasta el otro extremo opuesto de Ivan de la sala. Confundido, el muchacho miró a Ivan paralizado en el sitio, hasta que fue capaz de murmurar una pregunta.

—¿Es mugre? ¿El qué?

Caminó con sus cortos pies hasta el sitio donde el arma del Struggle había caído, y lo recogió. Luego, volvió a su posición inicial.

—¿Quién eres? Me has asustado. Pensé que eras el fantasma —afirmó, dudoso.

[Soul Artist]

Observé la actitud del sujeto y sus movimientos, todo para asegurarme de si se trataba de una amenaza peligrosa o no. Se le había escapado la espada de las manos, asustado al oírme, pero al ser hacia el otro lado del cubículo bajé la guardia. El chico parecía algo torpe y me dirigía la palabra; que yo supiese, los Sincorazón atacaban sin pensar y, desde luego, ni hablaban ni razonaban. Suspiré algo aliviado.

Pensé en despedirme y abandonar el lugar para proseguir mi búsqueda al ver que el chico no era ningún peligro como había sospechado, pero sus palabras me llamaron la atención. Me llevé la mano a la barbilla, reflexivo. ¿Un fantasma? Los Sincorazón eran difícilmente distinguibles como fantasmas, al menos los que había visto hasta el momento... Pero no podía descartar del todo la posibilidad. La gente de aquella viudad parecía tan atrasada que podían equivocar cualquier cosa con un espectro.

—Mi nombre es Ivan —me presenté, intentando mostrar mi educación al chico y no demostrar mi clara superioridad de primeras—. Soy nuevo en la ciudad y estoy investigando un poco por mi cuenta, por lo que no he podido evitar oírte practicar aquí ese juego de la espada. ¿Y tú eres...?

Esperé durante unos segundos la respuesta del muchacho de manera cortés sin quitarle el ojo de encima. Después de que me diese o no una respuesta, observé a mi alrededor y pensé en cómo sacarle algo sobre el fantasma. Preguntar directamente me parecía una tontería; mejor arriesgaba algo más.

—He oído algo sobre ese fantasma —mentí—, y eso es precisamente lo que investigo. Claro que no estoy sacando nada en claro, a pesar de mis dotes detectivescas... ¿Sabes algo? Cualquier ayuda se agradecerá.

[Hitori]

—¡Ja! ¡Incorrecto! —gritó el segundo guardia, haciendo que Hitori diese un respingo del susto.
—Pero, espera, ¿y si aún no se la dijeron…?
—¡No trates de respardarlo, inútil! Ha fallado, y punto.

Los dos guardias comenzaron a discutir, haciendo que Hitori se sintiese fuera de lugar. Pensó en dar media vuelta y volver por donde había venido, pero las palabras del primer guardia le hicieron cambiar de idea.

—Pero puede también que la contraseña haya cambiado y… y… ¡Arg! —se acercó a su compañero, intentando susurrarle, pero con poco éxito, pues Hitori escuchaba a la perfección todo lo que decía—. Oye, oye, ¿qué más da, al fin y al cabo? Cada día que se retrasa, ella está más insoportable. Y no hace más que llamarnos ositos sin algodón. ¡Estoy harto! Cualquiera vale, y éste nos viene como anillo al dedo.

Hitori contuvo su risa al escuchar el mote de los dos guardias. Pero más allá de lo cómico de la situación, el joven veía una esperanza de entrar en esa mansión tan misteriosa...

—¿Tú crees? —dudó.
—Sí. Dejará de molestarnos….
—¡Ehhh…! ¡Bienvenido, señor! No le habíamos reconocido. Disculpe nuestra torpeza. Puede pasar.

Las verjas se abrieron, y el joven aprendiz pudo entrar en la mansión. Nada más poner el pie en el jardín, los guardias volvieron a cerrar la verja por motivos de seguridad, y Hitori continuó caminando por el ancho jardín que precedía a la gran mansión, observando los grandes arcos que cubrían el camino. Pronto llegó a la gran puerta de entrada.

El interior de la mansión no se correspondía para nada con la imagen que tenía Hitori de ella. El chico se había imaginado una majestuosa, aunque sobria, decoración interior, con grandes columnas doradas o con paredes decoradas con cuadros exquisitos... Y sin embargo, el color predominante de la estancia era rosa. Cintas rosas, lacitos rosas, adornos rosas... Un escalofrío recorrió el cuerpo del chico, ya que la decoración le recordaba a algo familiar...

Ignorando aquella sala excesivamente cursi, Hitori se dirigió hacia el frente, donde podía observar un jardín exterior. Lleno de curiosidad, abrió las puertas de cristal para entrar en aquel pequeño jardín, plagado de árboles, con una gran fuente en el centro.

[Nell]

Hitori

Al dirigirse el joven hacia el exterior, pudo observar un maravilloso jardín que no parecía tan adornado y floreado cursimente como el interior. No obstante, abría la puerta justo cuando una voz le sorprendió.

—¿¡Quién anda ahí!? —exclamó una voz desde lo alto de las escaleras.

En pocos segundos, alguien bajó y se encaró con el chico, que no había tenido la precaución de ser sigiloso en una mansión donde le habían invitado a entrar, aparentemente, por error. Se trataba de una muchacha menor que él, no vestida a conjunto con su morada (como cabía esperar de cualquier niñita así), sino de un mismo color oscuro, como su cabello, resaltando al mismo tiempo con unos profundos ojos azules.

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—¡Qué mono! —exclamó, nada más verle—. Pero no deberías estar aquí. No, no, no. Aún es demasiado pronto.

Le agarró del cuello de la camisa y de la manga, y tiró de él por donde había venido, hacia la entrada principal de la mansión. Hitori notó, inmediatamente, que tenía más fuerza de la que aparentaba su escuálido aspecto. Frente a la puerta, le arrastró hasta el marco, prácticamente echándolo.

—¿Cómo te llamas? Te invitaré cuando esté todo preparado —le guiñó un ojo—. Te prometo que te divertiras. ¡Me encanta la diversión! ¿A ti no?

Narrador

—Soy Vivi —se presentó secamente.

No parecía muy hablador, sin duda, y la primera muestra amistosa podría haberse debido al alivio momentáneo por no reconocerle como un fantasma. Sin embargo, sí se mostró interesado en los conocimientos del chico sobre el supuesto espíritu.

—Sólo se le ha visto en la vieja mansión que hay al otro lado del bosque —explicó a Ivan—. Pero ayer Trueno dijo que se encontró a la niña en el callejón. Así que puede estar dando una vuelta por la villa —añadió, de repente—. Aquí aún no ha venido.

[Soul Artist]

Así que el "fantasma" tenía aspecto de niña y le daba por pasear por la ciudad. Definitivamente, por lo que me contaba, no tenía pinta de ser un Sincorazón; incluso me atrevería a pensar que no se trataba de un espectro "real", sino de una pobre chica de aspecto extraño a la que podían estar equivocando por tal por su aspecto. Claro que, si pensaban aquello de alguien (a quien imaginaba tímida, muy pálida de vestida de blanco), ¿cómo es que no se asustaban de aquel "Vivi", algo negro y de ojos amarillos? Era de locos pensarlo.

—Así que da vueltas por la villa... —pensé en voz alta, sin remarcar el dato de la mansión. Me hubiese gustado preguntar dónde quedaba, pues no tenía localizado el bosque en aquel mundo, pero hubiese sido demasiado extraño que, supuestamente investigando sobre aquello, no lo supiese ya—. Eso es nuevo para mí. ¿Cuál es tu opinión al respecto? Si hasta el momento habíamos dado por sentado que no salía de la mansión y parece salir a plena luz del día...

Quería oír la teoría del joven para terminar de confirmar mi teoría acerca de que se trataba de una niña normal y corriente. Rodeé ligeramente el muñeco para intentar establecer contacto visual con Vivi, que tan centrado estaba en él para entrenar con su espada.

[Hitori]

—¿¡Quién anda ahí!?

El chico se sobresaltó y ahogó un grito, tapándose la boca con una mano. Tras recuperar la compostura, buscó el origen de aquella voz femenina e infantil que le había llamado. Pronto la localizó: en lo alto de las escaleras había una niña de piel muy clara, vestida con un vestido oscuro que contrastaba con su tono de piel y, a la vez, con sus ojos azules. La joven bajó las escaleras con el porte propio de una señorita, pero muy velozmente, pues pronto estuvo a su altura y le miró de arriba a abajo.

—¡Qué mono! Pero no deberías estar aquí. No, no, no. Aún es demasiado pronto.

—P-perdón... —musitó Hitori, poniéndose colorado—. Esto... ¿para qué es demasiado...?

El chico no pudo terminar la frase, pues la pequeña joven le agarró del cuello de la camisa y de una manga con una fuerza inesperada y le arrastró hacia la salida. Por supuesto, ignoró la pregunta que no llegó a formular.

—¿Cómo te llamas? Te invitaré cuando esté todo preparado —guiñó un ojo—. Te prometo que te divertirás. ¡Me encanta la diversión! ¿A ti no?

La chica hablaba tan rápido que Hitori no podía contestar a sus preguntas a un ritmo normal. Antes de que le echase, se paró a intentar responderlas.

—S-soy Hitori. Esto... sí, me gusta la diversión, pero... ¿qué es lo que...?

El chico no sabía si la joven le contestaría antes de cerrarle la puerta en las narices o no, pero guardaba la esperanza de que lo hiciese. No quería volver al pueblo sin ninguna respuesta.