Los tres nos adentramos en la cocina, sin darnos cuenta de que nos estábamos metiendo "en la boca del lobo", en un lugar peligroso, puesto que estaba "ella".
Los pasitos de Mog se oían detrás nuestra, supongo que él también sentiría curiosidad por saber qué clase de persona había podido hacer tal barbaridad con la comida.
En cuanto me adentré lo suficiente percaté un olor más fuerte que el anterior, nauseabundo y desagradable. Me llevé inconscientemente las dos manos a la nariz y a la boca, con una mueca de asco en cada una de mis facetas. Y no paraba de toser: siempre había sido sensible al humo. Me lloraban los ojos, seguramente ante la mirada de los demás estaría roja, pero intenté coger aire de algún sitio lejano a la pota que se encontraba en la cocina, con unas paredes sucias, llenas de comida. Ni siquiera quise ver lo que se estaba cociendo en ella.
Pero sí observé a la mujer que se encontraba revolviendo el mejunje de color... ¿violeta? Un Moguri revoloteaba alrededor de la chef, tirando y pelando zanahorias y demás ingredientes extraños... ¿¡eso era lejía!?
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Moglet, ahora trae más jamón y bacon, no olvides la lejía, para limpiar el colón, será bueno para la flora intestinal, así podremos cultivar jazmín en ellos y cocinaremos jazmín con bacon. Sísisisisisi, será genial. Enseguida la supe reconocer, había oído muchos rumores sobre su existencia y no había tenido la ocasión de encontrarme con ella. Su manera de actuar, de hablar y de "desvariar" por así decirlo... su vestimenta tras el delantal, un hermoso y enigmático "kimono", de los que sabía su nombre por libros del viejo Sendh... tenía que ser...
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Maestra Yami —pronuncié, segura de que se trataba de ella. Parecía muy entusiasmada por el trabajo que estaba haciendo. Pero, realmente, no se daba cuenta del daño que le estaba causando a los estómagos de sus compañeros y de sus propios aprendices en Tierra de Partida. Me acerqué a la Maestra, que se mostraba divertida cantando y le aconsejé de la forma más amistosa posible, incluso sonriendo, porque me resultó curiosa la idea de la lejía para "limpiar" el intestino. Era típico de las ideas de un niño pequeño, y todo lo que tuviera que ver con la infancia me fascinaba. También intenté no taparme la boca, seguramente no vomitaría porque, además, no tenía nada en el estómago para echar fuera de mi cuerpo—.
¿Sabe, Maestra Yami? Yo creo que con la lejía, lo más probable es que no se limpien los intestinos. Al contrario, creo que quedarán un poco chamuscados —pensé en lo mal que lo estaría pasando Kazuki. ¿Qué otra cosa habría echado la excéntrica Maestra? ¿Jabón? ¿Colonia quizás? Aún así, debía tratar así a Yami, puesto que tenía una manera de ver el mundo diferente a los demás. Otra de las cosas por las que sentía curiosidad —.
¿Qué le parece si usa yogur? Eso sí que ayuda a mejorar la flora intestinal. Aunque debo decirle que si lo mezcla con todo lo anterior perdería su efecto, ¿lo sabía?Ahí iba un intento para convencer a la Maestra Yami. Seguramente no querría dejar el puesto de cocina, pero si al menos le enseñaba a "cocinar bien", habríamos ganado algo.