[Tierra de Partida] Muñequita de trapo

[Soul Artist]

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Trama de YuOchiga, Suzume Mizuno, Kousen y Deja

—¡Por favor, danos un espectáculo!

Quizá aquel día no fuese el mejor de todos para aquella situación. El joven Yu Ochiga, un recién llegado aprendiz de Ciudad de Paso que llevaba dos días en aquel extraño nuevo mundo, había pasado un día francamente malo. Su Maestra Lyn le había tratado como algo inferior a una mierda aquella mañana, en el corto entrenamiento que habían tenido; dicho entrenamiento fue especialmente aburrido, quizá incluso humillante, pues solo había consistido en extraños bailes que la híbrida había definido como supuestos "movimientos de combate cuerpo a cuerpo", cuando más bien bien parecíael baile de un retrasado. Después, cuando finalmente parecía que la cosa se ponía interesante e iban a comenzar a luchar con la Llave Espada, ella se despidió para irse a ver unos espectáculos en otro mundo. Y para colmo, él no podía acompañarla. "Porque eres demasiado pequeño, mi muñequita".

La sangre de Yu debía estar hirviendo de rabia pura a esas alturas. Pero faltaba lo mejor.

Desde que llegó no dejaba de oír risitas a sus espaldas. El chico podía pensar que era por él o porque todos los aprendices se divertían entre sí, pero aquel día pudo comprobar, durante la comida, que quizá sí fuese por su presencia. Un chico de más o menos su misma edad se estaba riendo a su costa, de pelo castaño corto, pequeños ojos grises tan apagados y enormes gafas de pasta que le hacían más feo todavía. El muchacho le sacaba una cabeza, algo no muy difícil recordando el escaso tamaño de Yu; no era musculoso, desde luego, pues le sobraban unos cuantos kilos. Tampoco tenía aspecto de matón, pero su nariz aplastada le daba un toque de bruto que venía bien acompañado con sus más que pobladas cejas, unidas como si fuese una sola.

—En serio, tío, solo queremos reírnos un poco —garantizó el aprendiz, casi burlándose de él—. Todos aquí hemos oído lo de que te gusta vestirte como una chica. ¡No seas tímido y ponte uno de tus trajecitos!

Todo aquello era en pleno comedor, con la hora del almuerzo casi finalizado. La estancia estaba organizada en ocho enormes mesas, colocadas de forma horizontal hacia la mesa de los Maestros, ya vacía. Había espacio más que de sobra para todos los aprendices, por lo que había resultado imposible sentarse solo; y precisamente le había tocado tener que ponerse con aquel sujeto, junto con otros tres aprendices que no se conocían de nada. Sus nombres eran Fátima, Dejay y Kousen; aunque difícilmente podían saberlo ellos. Cada uno de ellos tenía su plato de comida, aquel día compuesto de pollo servido en filetes, con salsa, guisantes y algunos champiñones; más un vaso de agua y una manzana de postre.

—¡Vamos, solo queremos echar unas risas! No todos los días conocemos a un... ¡Travesti mariquita! —el aprendiz expulsó unas potentes carcajadas al otro lado de la mesa, frente a Yu, y comenzó a golpear la mesa—. ¡Venga, te pagaré platines como la putita que eres!

Los Maestros ya se habían ido hacía rato, y apenas quedaban más aprendices en aquel lugar. Machacar a aquel tipo sería algo sencillo para Yu, si quería entrar en pelea con él; en cuanto a los otros tres, podían intervenir o seguir comiendo para desaparecer cuanto antes.

[YuOchiga]

Habian pasado 2 dias desde que llegué a la Tierra de Partida. Según Lyn, era el lugar donde se entrenaban todos los usuarios de las llaves espada. Maestros y usuarios peleaban entre si para pulir sus pateticas habilidades. Nada que ver conmigo. Yo era tan buen usuario que mi maestra mas que enseñarme como blandir la llave espada, me enseñaba bailes... según ella, eran para el combate cuerpo a cuerpo... pero al obligarme a hacerlo, con toda mi desgana, parecía un maldito muñeco de lana meciendose por el aire... Lo peor de todo es que la gente me observaba, y eso me ponía de los nervios.

El dia no podía ir a peor... cierto?
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A la hora de la comida puedo decir que no mejoró mi estado de animo. En Ciudad de paso comía casi todos los dias pizzas y demás manjares. Robando, claro. Hoy nos habia tocado una especie de pollo, manzanas... Nada de lo que solía tomar.

Me senté al lado de uno que, sin verguenza, se empezó a reir de mi, al menos eso podía ver, se pasaba el rato mirandome de lejos mientras me acercaba partiendose de risa.

-Oye... caraculo, deja de reirte- dije, sin mirarle
-En serio, tío, solo queremos reírnos un poco.Todos aquí hemos oído lo de que te gusta vestirte como una chica. ¡No seas tímido y ponte uno de tus trajecitos!- dijo sin miedo

-..... - hacia como que no le escuchaba... pero todo lo que me decía me afectaba sobremanera. Si no se callaba...
A los lados habian sentados otros 3. Me miraban? Esperaba que no se rieran o acabaría de los nervios, poniendo todo el lugar patas arriba
-¡Vamos, solo queremos echar unas risas! No todos los días conocemos a un... ¡Travesti mariquita!- dijo el cejotas riendose como un loco y golpeando la mesa.
-No-le-veo-la-gracia- dije lentamente pero remarcando cada palabra, esperaba asustarle un poco.
-¡Venga, te pagaré platines como la putita que eres!

Demasiado...

Tiré toda mi bandeja de comida al suelo y salté encima de la mesa, preparado para darle un soberbio puñetazo en los dientes al cejotas.

-PUTITA!? TU MADRE, SO FEO DE MIERDA!- no iba a parar ni aunque se disculpara.

En el comedor solo estabamos yo, el cejotas y los otros 3... pero actué por instinto, no me importaba lo que pensara la gente.

Si no se dejaba pegar el cejotas, sacaría mi llave espada y el mundo se quedaria sin un usuario mas.

Ira... dulce ira

[Kousen]

El día había amanecido de la manera habitual, y sorprendentemente había logrado despertarme para el desayuno con la sensación de haber descansado lo suficiente para emprender el día con energía, lo cual me propició una buena inyección de optimismo al dirigirme al comedor.

Poco sospechaba que iba a encontrarme con semejante payaso en la mesa que me correspondía. Su voz y su aspecto en sí ya lograban pincharme, pero encima el hecho de como estaba tratando así a otra persona que no conocía de nada (algo que me parecía vergonzoso para un elegido de la llave espada, que se supone debe defender) era la gota que colmaba el vaso, el pobre chico estaba recibiendo todo ese pastel mientras no hacía otra cosa que comer tranquilamente.
En un principio intenté ignorarlo, esta clase de gente suele aburrirse cuando ven que no se les hace caso y no consiguen el fruto esperado de su acoso, y además no quería problemas con los maestros o los Moguris.

Durante un buen rato desconecté mentalmente a pesar de mis ganas de defender al chico y me centré en comer mi almuerzo, lo cual me hacía sentir impotente. Mientras apartaba los guisantes y me centraba en el delicioso sabor de la carne, un par de frases llegaron a mis oidos y me hicieron doblar el cubierto por la fuerza con que lo apreté contra la bandeja:

—¡Vamos, solo queremos echar unas risas! No todos los días conocemos a un... ¡Travesti mariquita! —Esa primera frase hizo que una chispa saltase dentro de mí y me hiciese intervenir — Chaval, te estás pasando... Yo de tí pararía antes de meterme en problemas. — dije con toda la calma que pude, conteniendo mi evidente molestia.

Pero el abusón no se detuvo a pesar de la advertencia y las protestas del joven —¡Venga, te pagaré platines como la putita que eres!—

Demasiado. Esa última frase terminó con mi paciencia, se merecía al menos un toque de atención, no haría nada grave por prudencia ante las replesalias de los profesores, pero no podía prometer nada por la rabia que bullía en mi interior. Me puse en pie de golpe, golpeando los cubiertos contra la mesa y derramando mi vaso, dispuesto a encararme con él.

Pero antes de que pudiese ponerle la mano encima, el chico objetivo de sus ataques verbales saltó sobre el pequeño monstruo y levantó su puño de forma que iba dirigido directamente a la cara de aquel idiota. Mentiría si negara que me habría gustado ver a aquel cerdo tirado por el suelo haciendo un charco de su propia sangre, pero peor sería que el inocente acabase en un problema mucho mayor por culpa de este energúmeno.

-¿¡PUTITA!? ¡TU MADRE, SO FEO DE MIERDA! - gritó el chico mientras se movía hacia el otro, en cuya cara juraría que se formaba una expresión de terror. Solo tenía unos segundos para reaccionar, pero no podía quedarme de brazos cruzados. Aparté al feo de turno con un empujón, al que no niego que añadí algo de fuerza adicional, debido a mi ira; y luego paré el puño del otro a pocos centímetros, procurando no hacerle daño.

— Tranquilízate — dije — Sé que estás cabreado por las animaladas que te ha dicho, pero devolvérselo de esta manera no hará más que meterte en problemas. Y éste no se merece ni eso — envié una mirada fulminante al abusón — Se supone que somos futuros Maestros de la Llave-Espada. Mantenemos el orden y defendemos, no podemos tomárnoslo todo por nuestra mano aunque nos apetezca, así que por favor...

[Deja]

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Me pido al lado de Yu Ochiga (?)

"¿Quieres un espectáculo? Ahí lo tienes, valiente cobarde".

No había cejado en mi acción de observar la pelea psicológica que ofrecía un "aprendiz" (si se le podía llamar así a aquel energúmeno) contra el chico que estaba sentado a mi lado.

Tal fue mi desdicha que, entretenida con la conversación, no había probado la comida. Cuando me dispuse a hacerlo, el pequeño-hombre se levantó y subió a la mesa. Tiró su plato y por poco el mío. Tuvo suerte, de haberlo hecho, yo lo habría tirado a él. O incluso...

"Hostia puta, me cago en tu puta madre y en todos tus putos muertos, joder", me gustaría verte desnudo cagando sangre, cabrón.

Seguí masticando el muy sabroso filete y apartando los guisantes de mi plato. Yo en el caso del chaval, le lanzaría los guisantes a la cara, eso sí que sería un espectáculo digno de ver en directo. Y, ¡jo! otro chico intervino en la discusión, que ya no merecía recibir ese nombre, mejor dicho, estábamos antes una batalla. El chico nuevo, destacado por su cabello, quería impartir calma entre los presentes.

—Es inútil, pero... Me gusta tu pelo —susurré para que no me oyesen.

Comencé a pensar en alto, cual persona que grita en una boda.

—¡Que se peguen, que se peguen, que se peguen! —cogí mi plato, que estaba lleno de guisantes y sin rastro de carne, y lo sujeté entre la muchedumbre—. ¿A alguien le gustan los guisantes? —después, haciendo gala de mis misteriosas artes de comportamiento, lancé el plato contra la cara del chico que había insultado a mi compañero instantes atrás. Con un sutil movimiento de muñeca, invoqué mi Llave-espada y la alcé contra él. Si iba a haber pelea física, sería yo quien la iniciase y no alguno de aquellos estúpidos aprendices.

—¡Ordenación! —miré de reojo la situación. En nuestro bando éramos tres, sí, tres desconocidos. En el suyo, únicamente uno, una persona. Lo que más me llamó la atención fue la temple de la otra mujer que estaba en nuestro lado de la mesa, ella sí que sabía de maneras a la hora de comer—. Hostia puta, yo sí que te voy a dar una mierda de platin para que te compres una venda —y, al finalizar el comentario, lancé un ataque directo con mi arma.

[Suzume Mizuno]

Fátima llevaba solo seis días en Tierra de Partida y todavía no dejaba de asombrarse. En su vida había visto un lugar tan bonito, ni tan extraño. Era la primera vez que se encontraba con tanta gente joven en un mismo lugar. Y eran todos tan diferentes los unos de los otros… Chicas y chicos de todo tipo, ¡incluso algunos que no parecían humanos!, con unas formas de hablar que habrían causado horror a la gente de su pueblo. Tenía una habitación para ella sola, con una cama mullida y agradable, a la que se había acostumbrado rápidamente, y tres comidas al día. Casi se le saltaban las lágrimas siempre que veía el humeante plato, que no tenía que compartir con nadie y que podía rellenar cuantas veces se le antojara.

Pero quizás lo que más la había impresionado fue la biblioteca. Nunca, nunca había visto tantos libros juntos. A lo sumo uno o dos, y ninguno de tan buena calidad. Y tomó la firme decisión de aprender a leer con propiedad, no podía
despreciar tanto conocimiento… Después de los entrenamientos con Nanashi corría a su habitación a descifrar, paso por paso, los insufribles renglones del cuento que había cogido de la biblioteca, haciendo gala de una extraordinaria paciencia.

Ese día se lo había bajado al comedor, porque por fin empezaba a pillarle el ritmo y no quería interrumpir su costosa lectura.

— ¡Por favor, danos un espectáculo!

Fátima escuchó de fondo una voz grave y con un tono burlón, pero no levantó la vista de su cuento. Tenía que guiarse con el dedo para no perder las palabras. La voz fanfarrona insistió.

— Todos aquí hemos oído lo de que te gusta vestirte como una chica — Fátima levantó la vista, pillada por sorpresa. Vio que un chico gordo, con unas gafas de mal gusto que se dirigía a un muchacho jovencito —. ¡No seas tímido y ponte uno de tus trajecitos! ¡Vamos, solo queremos echar unas risas! No todos los días conocemos a un… ¡Travesti mariquita! — soltó unas carcajadas groseras.

—No-le-veo-la-gracia —masculló el chico.

— Ni la tiene — dijo ella en alto, apuñalando con la mirada al tipejo —. Las bolas de grasa deberían limitarse a quedarse en la basura, porque ni siquiera tienen músculo suficiente en el cerebro para pensar en un insulto inteligente.

Sin embargo, el tipo la ignoró y añadió, soez:

— ¡Venga, te pagaré platines como la putita que eres!

El joven que estaba al lado de Fátima dio un golpe a la mesa con los cubiertos y derramó su bebida. Ya le había lanzado una advertencia al idiota de turno, pero este no le había hecho ni caso, enfocado como estaba en atacar al otro chico. Este, antes de que ninguno pudiera reaccionar, saltó sobre la mesa y bramó:

— ¿¡PUTITA!? ¡TU MADRE, SO FEO DE MIERDA!

Justo entonces, antes de que se abalanzara sobre el subnormal, el de revuelto cabello azabache dio un buen empujón al tipejo y detuvo el puño del muchacho.

— Tranquilízate — le recomendó —. Sé que estás cabreado por las animaladas que te ha dicho, pero devolvérselo de esta manera no hará más que meterte en problemas. Y éste no se merece ni eso. Se supone que somos futuros Maestros de la Llave-Espada. Mantenemos el orden y defendemos, no podemos tomárnoslo todo por nuestra mano aunque nos apetezca, así que, por favor….

— Eso es mentira — intervino Fátima, rodeando la mesa y clavando los ojos en el matón de segunda —. A los de su calaña no les entran las cosas excepto a golpes. Si dejas que se vaya como si nada volverá una y…

— ¿A alguien le gustan los guisantes? − intervino entonces una voz.

Un plato voló entre ellos para estamparse contra la cara del aprendiz. Los guisantes llovieron por sus hombros y el plato se resquebrajó contra el suelo, resonando en medio del comedor. La otra chica de nuestra mesa bajó la mano después de haber lanzado el plato. Iba a sonreír, preguntándose por qué no se le habría ocurrido a ella hacer eso, cuando la vio materializar su Llave-espada.

— Hostia puta, yo sí que te voy a dar una mierda de platín para que te compres una venda — dicho esto, cargó al frente.

Fátima no era de las que se interpondrían en medio para evitar que alguien se llevara un golpe. Ni en broma, odiaba el dolor físico. Pero el entrenamiento de Nanashi había surtido efecto; durante esa semana se habían dedicado a mejorar sus reflejos y a aprovechar su ligereza, si bien lo más importante había sido la invocación de la Llave-espada:

“Antes que saber luchar, tienes que aprender a utilizar tu arma para la defensa”

De modo que esos días, Fátima había practicado paradas y formas de desviar o evitar el arma del contrario hasta quedar extenuada. La Maestra logró lo que buscaba: que Fátima manifestara en un acto reflejo la Llave para poder cubrirse.
Por ello, la chica reaccionó no por proteger a nadie, sino en respuesta a los ejercicios practicados una y otra vez. Se arrojó al frente, con una estocada no demasiado fuerte, pero sí lo suficiente intenso como para poder desviar la Llave-espada de la chica aprovechando su propio impulso.

[Soul Artist]

El aprendiz de grandes proporciones se limpió la cara de la salsa de pollo con las manos, quitándose un par de guisantes que se habían quedado pegados en su mejilla izquierda. Mientras lo hacía, Dejay se había lanzado contra él armada con su Llave Espada, aunque la otra joven de la mesa había logrado desviar con éxito su ataque, acto que él interpretó como una ayuda de una amiga. Puso su enorme y peluda mano en el hombro de Fátima y le dedicó una sonrisa.

—Gracias por defenderme, pese a tus nada bonitas palabras anteriores.

El joven de pelo castaño dirigió su mirada hacia Yu, el cual todavía se encontraba sujeto por Kousen. Gruñó y le señaló con el dedo índice, frunciendo el ceño.

—¿Es que quieres pelea, gilipollas? ¡Vamos, ven a por mí! Guapetona —el gordo se dirigió a Fátima, algo más educado con ella—, tú te encargas de la rubia mal parida. ¡Yo me pido al travestido!

En las mano derecha del muchacho apareció en un destello la Llave Espada que le correspondía, preparado para recibir a su contrincante. Quizá pensó en lanzarse a por él, pero un moguri que limpiaba procedente de las cocinas se colocó entre él, Yu y Kousen; parecía nervioso por la situación, como si no le preocupase que fuese a armarse de verdad una tremenda pelea allí.

—¡Parad, kupó, por favor! ¡Si seguís peleando, destrozaréis el comedor!

El aprendiz se llevó una mano a la nuca y bajó la mirada, pensativo. Quizá después de todo era posible terminar aquello sin más conflicto ni un castigo grande; algo les caería, al menos, por la comida derramada por Yu al subirse a la mesa, el plato tirado de Dejay y las Llaves Espada invocadas en mitad del comedor, incitando la pelea. Serían inevitablemente castigados, pero quizás, y solo quizás, no fuese un castigo muy duro.

Por otra parte era la ocasión perfecta para atacar al gordo seboso, aprovechando que había bajado la guardia. Y quizás perdiesen aquella ocasión para siempre.

[Suzume Mizuno]

Fátima respiró hondo y solo entonces se preguntó qué se suponía que estaba haciendo. De alguna forma, había conseguido desviar el arma de la chica, a pesar de que parecía ser mucho más fuerte que ella.

Bajó su Llave Espada de inmediato y abrió la boca, dispuesta a explicarse. Pero, entonces, sintió un peso sobre el hombro. Se encontró con que el tipejo había posado una mano grande y peluda, con toda la familiaridad del mundo, y con que le estaba sonriendo.

— Gracias por defenderme, pese a tus nada bonitas palabras anteriores.

Fátima sintió que le habían asestado un golpe y se quedó en blanco. ¿Qué ella había hecho qué? Volvió a despegar los labios, frunciendo el ceño, para decirle que si había saltado había sido por un acto reflejo, no porque quisiera evitar que le dieran una soberana paliza bien merecida. Pero el aprendiz se le adelantó y exclamó:

— ¿Es que quieres pelea, gilipollas? ¡Vamos, ven a por mí! Guapetona — le dijo a Fátima —, tú te encargas de la rubia mal parida. ¡Yo me pido al travestido!

Y, acto seguido, invocó su Llave Espada.

Fátima estaba estupefacta.

—T-tú… — se encaró hacia él, algo cortada porque no olvidaba su diferencia de estaturas y de complexión. Sin embargo, dijo sin pelos en la lengua: —. ¿¡Pero quién te crees que eres para darme órdenes, eh!? ¿Es que eres todavía más subnormal de lo que aparentas? ¡Cómo se te ocurre pensar que te voy a ayudar! — a medida que hablaba y el enfado iba creciendo, apartaba a un lado su inicial reticencia e incluso llegó a pasar por alto que el otro podría haberla tumbado de un simple empujón —. ¡Odio a las personas como tú! ¿Qué más te da cómo vista nadie, por qué tienes que meterte con alguien que no te ha hecho nada? ¡Y encima esperas que me ponga de tu parte! ¡Te mereces que te tiren ya no el plato, sino la olla entera, coño!

Se detuvo para aspirar una bocanada de aire, porque había hablado prácticamente sin detenerse a respirar. Temblaba de indignación, de la mera idea de que hubiera podido pensar que ella estaba defendiéndole a propósito. Le miró con su mayor expresión de desprecio y le espetó:

— Nunca ayudaría a alguien como tú. Nunca.

[Kousen]

El caos vió la luz en pocos segundos. Lo que había sido una aparantemente tranquila mesa de estudiantes, con la excepción de un trozo de basura, se había convertido en un bullicio de aprendices a punto de enfrentarse, y otros que aparentemente se acercaban a curiosear lo que ocurría.

Mientras intentaba tranquilizar al chico, que seguía encima de la mesa, la joven que había estado sentada a mi lado me respondió.

— Eso es mentira — añadió, pasando a nuestro alrededor y apróximándose al gracioso —. A los de su calaña no les entran las cosas excepto a golpes. Si dejas que se vaya como si nada volverá una y…

Una voz empezó a gritar a nuestro lado, procediente de la chica rubia de nuestra misma mesa

—¡Que se peguen, que se peguen, que se peguen! ¿A alguien le gustan los guisantes? — Acto seguido estampó su plato de guisantes en la cara de aquel tipejo, con lo cual apenas pude contener una risa. Poco me duró esta, pues el horror casi se apodera de mí cuando ví como invocaba su llave espada y procedía a atacar al gordo con ella, — Hostia puta, yo sí que te voy a dar una mierda de platin para que te compres una venda— como su grito de guerra.

Pero antes de que pudiese ni abrir la boca, la chica de cabello oscuro y piel clara se interpuso con una estocada que impidió daño alguno. Fué entonces cuando aquel gorila volvió a hacer su actuación, posando su mano sobre el hombro de la que había impedido que se llevase un buen golpe

—Gracias por defenderme, pese a tus nada bonitas palabras anteriores.— Acto seguido señaló donde yo estaba hasta su víctima — ¿Es que quieres pelea, gilipollas? ¡Vamos, ven a por mí! Guapetona — Parecía no enterarse de que ni ella ni nadie procesaba especial simpatía hacia él. —, tú te encargas de la rubia mal parida. ¡Yo me pido al travestido!

Simplemente explotó ante semejante descaro.

— ¿¡Pero quién te crees que eres para darme órdenes, eh!? ¿Es que eres todavía más subnormal de lo que aparentas? ¡Cómo se te ocurre pensar que te voy a ayudar! — Siguió soltándole de todo hasta que finalmente dejó clara su postura — Nunca ayudaría a alguien como tú. Nunca.

— Ni tú ni nadie — añadí, invocando mi llave entre el altercado y apuntándola a aquella mala excusa de aprendiz, esperando hacerme notar — Ya has hecho bastante con actuar de semejante forma para que encima, tengas la desfachatez de querer devolver violencia para defender tus asquerosas acciones ¡Si esto se ha puesto así ha sido porque pretendíamos defenderle a ÉL, no a tí, becerro! —exclamé, indignado — Así que mejor lárgate al agujero del que saliste. Sí que tenían que estar desesperados los maestros para ver algo en tí.— resoplé finalmente e hice desaparecer mi llave, harto de aquel sujeto.

Un pobre Moguri llegó revoloteando como podía hasta donde estábamos, tan sulfurado estaba que se le erizó el pompón.

—¡Parad, kupó, por favor! ¡Si seguís peleando, destrozaréis el comedor! — El pobre se temía que la liásemos pardísima, sin duda... aunque sinceramente, ya la habíamos liado. Susurré cerca de él para tranquilizarlo — No desesperes, no creo que esto vaya a peor. Espero que se aclare sin romper nada, aunque los maestros deben estar de camino, sin duda.

[YuOchiga]

Fuí parado por uno de los que se sentaban conmigo... lo cual no me hizo gracia de ninguna manera. Quería reventar a aquel proyecto de tumor.
Seguidamente guisantes, llaves espada, de todo un poco aparecieron a mi alrededor, apuntando al gordo seboso.
Al parecer me estaban defendiendo, pero a la vez me contenian a mi y al gordo para que dejasemos de montar follón.

-Sueltame...- le dije al que me sujetaba. Le aparté la mano con un movimiento de hombro. Seguidamente me bajé de la mesa y me quedé detras de ellos mirando a otra dirección, con la intención de marcahrme de alli.

De repente, vi que un moguri ( asi los llamaba la maestra) se acercaba imponiendo un poco de orden. Todos escondieron sus llaves espada y el gordo se quedó bastante desinflado tras lo ocurrido. Claro que seguía insultandome con motes estupidos.

-Guapetona? Debes de estar muy desesperado, cierto?- le dije sin alzar demasiado la voz. Ni siquiera sabia si lo habia escuchado.

Seguidamente me alejé de alli, pero no sin antes decirles algo a los que me habian ''ayudado'' sin mi permiso

-Oid, gracias por evitar que le matara. Me habrian echado de este lugar. Hasta que nos veamos. Yo no pienso quedarme aquí viendo como me castigan... Y tu- dije dirigiendome al Moguri- No te vayas de la lengua. Vale? Todo ha sido culpa suya.- El moguri era el unico que podría contarle a los maestros la batalla que habiamos tenido. Y no quería que me riñeran... Me pongo nervioso cuando eso ocurre.

-Adios- me dispuse a salir de la sala.

[Deja]

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Explicación: No copio los diálogos de otros personajes porque los míos siempre van a ser dichos después.

La chica que aparentemente comía tranquila comentó algo incomprensible (desde mi posición) por lo que en un principio no supe si estaba en mi contra o a mi favor. Yo, la "guapetona del grupo" podría batir al hombre sola. Sin embargo, en el fondo me alegro de que haya bloqueado mi ataque. Nunca supe hasta que punto podría llegar el factor sorpresa si, lógicamente, me pillaba por sorpresa.

No tardaron mucho tiempo en contestar a mis actos con palabras. Que si era guapa, rubia... Bajé la mirada, en definitiva halagos igual a tonterías. Por lo menos en aquella situación. Aparenté pena y vergüenza mientras atendía con orejas de lince a los comentarios que salían de las bocas de aquellos aprendices. Llegó un moguri para poner orden, quizás él pensaba que sí iba a poner orden sobre ellos; porque ellos necesitaban a alguien superior para que les enseñara maneras, yo por mi parte, no.

"Ja, vas a matar tú sí, si no has hecho casi nada. Además, el chaval este te coge y te come..." Pensé al escuchar la última intervención de la víctima a la que yo "había defendido". Nadie es perfecto, seguro. Si al otro le faltaban modales a este le sobraba chulería.

Pues, acabó la sarta de insultos e intervenciones. Me tocaba a mí. No sabía qué hacer, si ir a hablar sobre lo hecho con la víctima, si reprochar todavía más su comportamiento al emisor de insultos, o si hablar con la primera persona que me había bloqueado un ataque. Decidí esta última, porque, entre otras cosas, era una mujer.

—Oye —puse una voz muy dulce para llamar la atención de la víctima—. No te vayas, vuelve aquí, que nadie te va a pegar ni nada —fui hasta su posición, le sujeté el brazo y lo traje por mis medios al círculo allí formado—. A ver... ¿Cómo te llamas? Ahora me ha entrado la curiosidad.

No esperé una respuesta, pero sí fijé un oído en lo próximo que diría, para enterarme. Después me enfrenté a la difícil decisión de cómo encararme con la chica. Opté por alzar la mano para provocar un apretón de manos, pero tampoco esperé respuesta. Tan sólo comenté algo y volví a la carga.

—¡Jo! ¡Qué guay ha sido ese bloqueo! Aunque no entiendo por qué lo has hecho... ¡Pero mola! —me giré hacia el chico gordo—. En cuanto a ti, enfréntate a mí, "la rubia guapetona" Y deja a mis chicos en paz— apreté mi Llave-espada con la mano y giré la cabeza hacia la chica antes de atacar—. Si es que... ¡Qué valor! —y lancé un ataque directo contra él. Esperando cualquier bloqueo por cualquier parte, pero esta vez tendrían que ofrecer muchísima más defensa que en la anterior.

[Soul Artist]

El moguri detuvo el ataque de Dejay invocando con un detello unas afilladas garras de metal que no tuvieron problema alguno en detener la Llave Espada de la rubia. El animalito se enfadó con ella, dirigiéndose las puertas.

—¡Nadie se va de aquí, kupó! —anunció en alto el moguri, bloqueando la entrada a los aprendices—. El Maestro Akio viene hacia aquí y ha avisado a la Maestra Lyn también para que seáis castigados como es debido por vuestra mala actitud, kupó. ¡Mirad, ahí viene!

Tras el moguri, entrando en el comedor desde el pasillo que daba acceso a él, surgió la figura de un niño de cerca de diez años al que seguramente ninguno de los aprendices había visto nunca. Se trataba de un chico rubio de grandes ojos verdes, baja estatura y blancos ropajes. Su nariz era minúscula, a la vez que sus cejas apenas se podían llegar a ver, como dos delgadísimas líneas muy cuidadas. Su pelo corto brillaba con intensidad ante los rayos del sol que entraban por las vidrieras del lugar, en la pared derecha a la entrada.

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El muchacho clavó su mirada en el aprendiz obeso, el cual desvió la mirada nada más verle. Akio se encogió de hombros, alzando sus manos ligeramente, y suspiró con fuerza.

—¿Otra vez armando problemas, aprendiz Derhe Yeno? —preguntó el que todos debían imaginar que era el Maestro—. Muy mal, gordinflón. Tu Maestro estaría decepcionado.

El joven bajó la mirada y murmuró algo que nadie allí pudo comprender. Akio le hizo una seña para que le siguiese y este obedeció sin rechistar, yendo detrás de él.

—Cuida de los demás niñitos irritables hasta que llegue la gatita, Mogi. Yo me encargo de este inútil rellenito —bromeó el niño, señalando a Derhe Yeno.

—¡Sí, kupó! ¡Puede confiarme esta labor, kupó!

Akio salió del comedor y el moguri cerró las puertas tras él. Seguramente Lyn tardaría... Y no podían escapar por ninguna parte. Tenían que esperar los cuatro a Lyn, quien fuera que fuese. Seguramente, solo Dejay y Yu sabían qué clase de castigo les vendría encima; en especial Ochiga, pues era aprendiz directo de ella.

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Tenéis dos turnos de posts para relacionaros entre vosotros, ampliables a tres. Si queréis interrelacionaros con Mogi, es una opción también; solo acercaros a él para hablar y yo le controlaré.

[YuOchiga]

Mierda... el moguri tenia caracter.. no habia terminado de hablar cuando un niñato rubio habia aparecido en el salon ... Lo primero que hizo fué abroncar al gordo... pero no parecía su maestro.
Tampoco era el nuestro... al menos la mia era Lyn... esa pesada de Lyn. Seguro que este chico era mejor maestro... o no, parecia demasiado blando..

Al final el chico le encomendó el trabajo al moguri de cuidarnos mientras venia la gatita...
-Mierdaaaa... gatita.. esa es Lyn? Ahora seguro que me hace ponerme otro trajecito o me hace bailar- lo dije bastante bajito, no quería que se enteraran de mis humillaciones a manos de Lyn. Aunque gracias al gordo ya lo sabian.

La sala estaba bastante silenciosa... menudo muermo... conociendo a Lyn, tardaría por lo menos unos 15 minutos o mas, la muy vaga.

-Veamos... - quise romper el hielo- quienes sois vosotros? El gordo se llamaba Derhe Yeno? No le pega el nombre, demasiada categoría.
Miré al tejado un momento

-Yo me llamo Yu Ochiga, de Ciudad de Paso - dije mientras a la vez invocaba mi llave espada poniendomela al frente.- Aprendiz de Lyn, la maestra Lyn.- volví a esconder la llave espada.
-Supongo que no iré en el mismo grupo que vosotros- o quizás si... no sabía quien era mi grupo todavia.
-De todas maneras, vamos a compartir castigo. Propongo hacer la pelota y si viene ''la gatita'', que seguro que es mi Maestra Lyn, haced lo que os diga, como si es poneros un cutre vestido rosa chillón. Aunque a ella - señalando a la chica del grupo con la cabeza- seguro que le hace mas gracia

[Suzume Mizuno]

—Ni tú ni nadie — intervino entonces el aprendiz más mayor, amenazando con su recién materializada Llave al grandullón —. Ya has hecho bastante con actuar de semejante forma para que, encima, tengas la desfachatez de querer devolver violencia para defender tus asquerosas acciones. ¡Si esto se ha puesto así ha sido porque pretendíamos defenderle a ÉL, no a ti, becerro! — bramó, arrancándole una sonrisa a Fátima —. Así que mejor lárgate al agujero del que saliste. Sí que tenían que estar desesperados los maestros para ver algo en ti — resopló por último, instantes antes de devolver a la nada su arma. Entonces se volvió para hacer caso al adorable y esponjoso animalito llamado moguri. El pobre estaba desesperado por acabar con la pelea.

— Oíd, gracias por evitar que le matara — Fátima arqueó una ceja al escuchar esto de la boca del muchacho —. Me habrían echado de este lugar. Hasta que nos veamos. Yo no pienso quedarme aquí. Y tú — añadió, dirigiéndose al moguri —. No te vayas de la lengua. ¿Vale? Todo ha sido culpa suya. Adiós — y, sin más, después de dar su discurso, se dirigió hacia la salida.

Fátima frunció los labios. Entendía que había gente retraída y que no sabía cómo expresarse y todo eso. ¡Pero ser tan borde con los que, como él había dicho, le habían salvado de ser expulsado…!

La chica rubia salió en pos de él y, atrapándolo por un brazo, lo arrastró de vuelta hacia ellos, interesándose por su nombre. Acto seguido le tendió la mano a Fátima que, después de un titubeo, se la estrechó.

— ¡Jo! ¡Qué guay ha sido ese bloqueo! Aunque no entiendo por qué lo has hecho… ¡Pero mola! — Fátima le dedicó una tímida sonrisa, si bien la otra se encaró al problemático aprendiz, sin darle la oportunidad de responder —. En cuanto a ti, enfréntate a mí, “la rubia guapetona” y deja a mis chicos en paz —se volvió una última vez hacia Fátima —. Si es que… ¡Qué valor! — y se arrojó contra el aprendiz, con la Llave Espada en ristre.

Fátima soltó una exclamación ahogada, pero no pudo reaccionar a tiempo.

Para su sorpresa, el moguri se interpuso en el camino de la chica y, lanzando un destello, unas garras de metal impactaron contra la Llave y frenaron su avance.

— ¡Nadie se va de aquí, kupó! — les bloqueó la salida. Fátima notaba el tono de enfado en su voz, pero se quedó hipnotizada viendo el pompón, reprimiendo el súbito deseo de tocarlo y comprobar si era tan suave como parecía.

Después de aquello llegó un niño rubio, de impresionantes ojos verdes, que Fátima observó con impresión, porque el moguri afirmaba que era un Maestro. No podía ser. Era un crío. ¿Cómo era posible…?

El tal Akio se llevó a Yeno sin que este replicara, no sin encargarle a Mogi que se ocupara de que los demás no se marcharan. El moguri cerró las puertas, que resonaron en el comedor con un sonido desesperanzador para Fátima. Los iban a castigar, aunque ella no había hecho nada que considerase malo…

“¿Qué dirá Nanashi?” pensó con agobio. “Tal vez si consigo explicar la situación…”

Miró a sus compañeros, esperando ver en sus rostros un rastro de esperanza. Esperaba que llevaran más tiempo que ella en Tierra de Partida y tuvieran alguna idea del tipo de sanción que se les podía imponer. Una voz atrajo su atención.

—Veamos, ¿quiénes sois vosotros? — después de burlarse del nombre del otro se presentó él mismo, sin esperar a que los demás contestaran —. Yo me llamo Yu Ochiga, de Ciudad de Paso — Fátima se quedó igual que antes, porque no tenía ni idea de dónde estaba aquella ciudad —. Aprendiz de Lyn, la maestra Lyn. Supongo que no iré en el mismo grupo que vosotros. De todas maneras, vamos a compartir castigo. Propongo hacer la pelota y si viene “la gatita”, que seguramente es mi Maestra Lyn, haced lo que os diga, como si es poneros un cutre vestido rosa chillón. Aunque a ella — señaló en dirección a las chicas del grupo —, seguro que le hace más gracia.

Fátima se cruzó de brazos. ¿Pensaba que tenía el suficiente mal gusto para llevar un vestido así o qué?

— Me llamo Fátima Laforet, y soy de Atlántica. Mi Maestra es Nanashi. Es un placer conoceros. En cuanto a lo del castigo… — frunció el ceño y se dirigió a todos a la vez —, ¿no sería más lógico explicarle la situación? Al fin y al cabo, todo lo comenzó ese Yeno. Seguro que si le aclaramos lo ocurrido saldremos bien parados. Solo tenemos que pedirle que hable con Yeno — no entendía por qué se lo habían llevado, si era el culpable de todo.

[Kousen]

Reaccionando de una forma algo brusca ante mi intento de evitar que atizase al gordinflón, la "víctima" se soltó mientras avanzaba en dirección a la puerta del comedor, no sin antes voltearse para hablarnos.

— Oíd, gracias por evitar que le matara — Detecté la confianza que tenía depositada en sí mismo —. Me habrían echado de este lugar. Hasta que nos veamos. Yo no pienso quedarme aquí. Y tú — soltó al inocente Moguri —. No te vayas de la lengua. ¿Vale? Todo ha sido culpa suya. Adiós — y, sin más, después de dar su discurso, se dirigió hacia la salida.

Madre mía, no me había dado cuenta de la chulería que se guardaba dentro hasta ahora, aunque quizá solo fuese temporal como resultado de la ira o para evitar futuros abusos, pensé.
No se alejó mucho sin embargo, pues la rubia de piel morena lo arrastró de nuevo al grupo y formuló una pregunta para conocer su nombre, para luego alabar el bloqueo más que capaz que la otra joven había realizado antes. Poco podía anticipar que volvería a levantar su llave para golpear a nuestro "amigo" el cejas... Aunque poco tardó el pequeño Moguri que instantes antes parecía inofensivo, sacando unas garras metálicas de la nada.

—¡Nadie se va de aquí, kupó! El Maestro Akio viene hacia aquí y ha avisado a la Maestra Lyn también para que seáis castigados como es debido por vuestra mala actitud, kupó. ¡Mirad, ahí viene!

Antes de poder sorprenderme por las armas del pequeño ser o preocuparme por el castigo, algo aún más insólito captó mi atención. El maestro Akio era extremadamente joven, tal vez rondaba la decena de años por su complexión, pero el aura que transmitía no era en absoluto la de un niño cualquiera. ¿De verdad había calificado para Maestro a semejante edad? Tenía que ser un genio en el arte de la Llave espada, sin duda...

—¿Otra vez armando problemas, aprendiz Derhe Yeno?— Así que no era la primera vez, aunque ya lo sospechaba. Una sonrisa burlona hizo ademán de formarse en mi cara, pero la borré de inmediato, pues el maestro salió acompañado de Yeno para aplicarle su correspondiente castigo. Lyn se haría cargo del nuestro al parecer.

El Moguri quedó apostado como guardia para que ninguno de nosotros dejase la sala, pues la maestra iba a retrasarse al parecer. Me encogí de hombros, resignado al conocimiento de un castigo de dureza desconocida que pendía sobre nuestras cabezas, y luego me acerqué a donde conversaban los demás.

—Veamos, ¿quiénes sois vosotros? — soltó sin preámbulos nuestro compañero —. Yo me llamo Yu Ochiga, de Ciudad de Paso — Había escuchado ese nombre por los pasillos, pero la verdad es que no andaba muy puesto en donde quedaba —. Aprendiz de Lyn, la maestra Lyn. Supongo que no iré en el mismo grupo que vosotros. De todas maneras, vamos a compartir castigo. Propongo hacer la pelota y si viene “la gatita”, que seguramente es mi Maestra Lyn, haced lo que os diga, como si es poneros un cutre vestido rosa chillón.—

¿Gatita?¿Estaría hablando de alguien con rasgos animales o solo era un mote burlón?
La chica de cabello oscuro se cruzó de brazos, algo ofendida por la insinuación de que no le importaría llevar un vestido espantoso.

— Me llamo Fátima Laforet, y soy de Atlántica. Mi Maestra es Nanashi. Es un placer conoceros. En cuanto a lo del castigo… ¿no sería más lógico explicarle la situación? Al fin y al cabo, todo lo comenzó ese Yeno. Seguro que si le aclaramos lo ocurrido saldremos bien parados. Solo tenemos que pedirle que hable con Yeno

—Antes de responder a tu pregunta, me gustaría presentarme— Inicié — Me llamo Kousen Zephyr, provengo de Islas del Destino y entreno bajo la tutela de la Maestra Yami... Si, la que iba lanzando flores en San Valentín— reí entre dientes para relajar un poco la tensión — Respecto al castigo, creo que la dureza dependerá de lo estricta que sea la Maestra en cuanto a ello, pero aunque hayamos intentado defender a alguien, formar un corro de gente e invocar las llaves en medio del comedor ya es suficiente para un toque de atención. Analicemos la situación: Nosotros solo hemos protestado ante abuso psicológico, mientras que al parecer "Derhe" ya ha montado escándalo antes, y sigue aquí tan campante...

[Deja]

Mostré una cara de clara decepción cuando noté que algo bloqueaba, por segunda vez, mi ataque. Pero, esta vez no fue la chica. Como pude intuir, el factor sorpresa la pilló, obviamente, por sorpresa, y no reaccionó a tiempo. Pero bueno, en definitiva, el gordo parecía tener un escudo anti-persona y anti-Llave-espada porque, vamos, ni conseguía rozar su cuerpo. Quité suavemente el mechó de pelo que me había caído por delante de los ojos y me di la vuelta.

El moguri, quién si no. Los otros no tendrían la fuerza suficiente como para bloquearme estando preparada. No tuve oportunidad de reprocharle nada ya que, como un espía que hubiera estado esperando su momento, apareció el maestro Akio. Mi maestro. El hombre que me había llevado consigo a este mundo. Ese hombre.

Hombre o niño, era más fuerte que yo, mucho más fuerte que yo. Posiblemente me superaba en todas las características. No lo consideré momento oportuno como para charlar con él ni para decirle algo, a menos que el se refiriera a mí. No lo hizo. Tan sólo se llevo al otro aprendiz, al problemático.

"Yeno rima con heno", y saqué la lengua pensativa, mientras los demás contaban su historia y decían sus nombres.

La víctima era básicamente el gallito del corral. No me impresionaba demasiado su actitud, pero tampoco es que me gustase. Es más, en una batalla, me pondría del bando de la mujer. Menos farfullar y chulearse, y más valentía y actos. Ésta segunda parecía más interesante. Y, por último, el otro hombre, lo taché de desconocido.

—A lo que iba. Lyn es muy buena maestra, me gusta su forma de ser. Lo único malo es que no se compadece de los caídos en batalla —como yo aparentaba a veces—. Algo sobre mí... veamos... ¿Esencial? ¿Imprescindible para conocerme bien? Me gusta luchar, como habéis podido comprobar —anduve hasta colocarme en frente de ese tal Kousen Zephyr—. Ah sí, y me llamo Dejay Lion. ¡Oye, tú! A sí que vienes de las Islas del Destino, ¿eh? Me suena —era mentira—, pero la verdad es que tienes mucha razón. Yeno es insoportable.

Todos aquellos personajes tenían menos experiencia que yo, pero no le di importancia. Algo me decía que provocar la desaparición de la Llave-espada sería un error. No lo hice. Sin apenas moverme, los hice conocedores de mis pensamientos.

—No hagáis desaparecer la Llave-espada, supongo que nos hará falta luego. Estoy segura de que pronto aparecerá la Maestra tan esbelta y exquisita como siempre. Que levante la mano el que ha usado la Llave-espada —y agité la mano para luego levantar el brazo.