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Lyn se cruzó de brazos, observando fijamente al aprendiz mientras este clavaba su mirada en la estatua del villano. Resopló, incapaz de tomárselo en serio.
—Ya, una promesa. Al menos no eres tan egoísta como para hacerlo por tu cara bonita.
La mujer dio unos pasos hacia otro de los pasillos, queriendo apartar la vista del oscuro guerrero que les dirigía la mirada con rabia. Se detuvo ante otra estatua y se quedó quieta frente a ella, apreciando su arte; aunque el aprendiz debió sospechar que más bien planteaba su castigo mientras le daba la espalda.
—Ya está —anunció la bestia, girándose hacia el niño—. Ya sé lo que vas a hacer. Cuando dé comienzo el combate de la Final, vas a mirar al público, cancelarás el combate y gritarás en alto: "estoy aquí porque hice trampas. Y volvería a hacerlo".
Lo que le estaba proponiendo... Era una locura. Fyk podía aceptar aquel severo castigo o no, pero fuese como fuese, decir aquello delante de tanta gente sería una sentencia del fin de toda su reputación... Y de la de Ragun. No solo en el Coliseo del Olimpo, sino probablemente en Tierra de Partida también, ya que las noticias corrían rápido.
—¿Y bien? —preguntó Lyn, cruzándose de brazos—. ¿Alguna objeción?
—¡Claro, tío! ¡Te acompaño! —se animó Zack al oír por parte de Ragun que debía volver ya al Coliseo—. Hay que atravesar parte de Tebas y subir la gran escalera de la colina, no tiene pérdida. ¡Venga, y de camino te invito a un Herculade!
Los dos abandonaron el templo, dejando atrás al hombre del tobillo roto. Fuera, Tebas estaba realmente a rebosar; Ragun no pudo evitar preguntarse cómo estaría aquello en un día sin juegos, aunque ya lo hubiese visto con anterioridad.
—¡Bueno, y dime! —se animó Zack tras un rato caminando en el cual compró dos refrescos para ambos, ya subiendo las escaleras hacia el coliseo—¿Cuál es tu dios y tu héroe favorito? Bueno, en mi caso está claro que opino que Lyn es la mejor... Y sobre dioses, ¡hay que ver cómo Zeus patea culos a veces!
Mientras Zack formulaba su pregunta, una joven bajó las escaleras junto a los otros dos chicos. Se trataba de alguien joven, de más o menos la misma edad de Ragun; una chica rubia cuyo pelo no llegaba a los hombros y se levantaba hacia los lados, con un toque rojo en las puntas. Sus grandes y azules ojos hacían juego con la alargadísima bufanda que ondeaba al viento, mostrando lo poco que la cuidaba hacia el final de esta, con agujeros y roturas por todas partes. Una de las cosas que más llamaban la atención en ella era las planta que rodeaba su cuerpo, empezando por su piena derecha, pasando cerca de su ombligo y terminando en el brazo.
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—Perdonad, chicos... —les interrumpió, deteniéndose—. ¿Volvéis del hospital? O sea, soy súper fan de uno de los participantes de los juegos y me encantaría ir a, ya sabéis... —la joven hizo un gesto con su mano izquierda y mágicamente apareció un ramo de media docena de rosas rojas—... Hacerle una visita con cariño.
La verdad es que los dos chicos debían estar atontados con la fémina, pues algo en sus movimientos, su forma de hablar, su actitud o incluso su olor les había enamorado desde un principio. Incluso Ragun habría caído ante ella, aunque no podría explicarse por qué.