—¡Habéis llegado!
Después de que una cantarina voz pronunciara aquellas palabras, en la estancia sonaron algunos entusiastas aplausos. Al girarme, pude contemplar a una bella y joven mujer de oscura cabellera y blanca tez, que nos dedicaba una amable sonrisa. Llevaba puesto un extraño y exótico vestido, desconocido en mi reino, con tela sobrante por muchos lados (especialmente en las mangas y en la parte baja, que arrastraba por el suelo), un escote en V alarmantemente bajo y adornos de rosas negras sobre un gradual cambio de rojo a violeta. A modo de cinturón alto, la mujer llevaba una tira más de tela, atada en un enorme y llamativo moño por la espalda.
Sentí una fuerte pero efímera punzada en la cabeza mientras miraba su vestido, así que aparté la mirada por un momento.
—Nuestro nombre es... Mi nombre es Yami, y soy la Maestra que os ha enviado la carta que os citaba aquí—explicó, todavía con una sonrisa de oreja a oreja. Me pareció algo curioso cómo vaciló al usar el pronombre, como si aquel no fuese su idioma nativo. No le di importancia en aquel momento. Al ver que todos seguíamos prestándole atención, la supuesta Maestra Yami continuó—: Lo que me recuerda. Vuestros nombres eran... Pichui, Mikado y Chesin. Son muy bonitos..
¿Se suponía que yo era Chesin? Solté una pequeña carcajada. No me molestaba en lo más mínimo; al contrario, me causaba gracia. Por ello no quise corregirla; tal vez realmente tenía problemas al hablar. Sin embargo, pude notar, tras una leve mirada a mis dos compañeros, que no se hallaban precisamente calmos: en realidad, parecían bastante confundidos.
Escuché cómo Yami comenzaba a murmurar una canción. Volví mi atención a ella y descubrí que, sin razón aparente, ahora se hallaba bailando frente a nosotros, "deleitándonos" con gráciles giros y saltos. Debo admitir que su baile fue algo hipnotizante, debido a su gran belleza y la delicadeza de su figura resaltando con los salvajes movimientos de la tela de su vestido. Esto, no obstante, no lo hacía menos extraño.
Tal vez el problema no residía en el idioma...
—Vamos a entrenar —continuó, deteniendo finalmente su baile. ¡Ah, finalmente un entrenamiento diferente! ¿Sería Yami menos o más estricta que Nanashi?—. Primero quiero que consigáis un chocobo y me lo entreguéis como muestra de respeto; después comeremos juntos jamón con jazmín.
—¿Un... un chocobo? ¿Qué...? ¡En el reino no hay chocobo, ¿cómo se supone que encuentre uno sin siquiera saber--?! —detuve mi salvaje queja mental de golpe, como interrumpiéndome a mí mismo. ¡Esa debía ser la prueba! No se basaba solamente en magia o combate, sino en conocimiento, como siempre deseé. Nosotros, los Aprendices, debíamos demostrar que éramos capaces de conseguir la información necesaria antes de actuar, ¿no?
—Disculpe Maestra Yami, ¿qué es un Chocobo?.
¿...no?
¿Qué estaba haciendo Hikaru? ¿Preguntando así, sin más? Inmediatamente me giré hacia Yami, esperando su reacción. ¿Respondería o no a la interrogante? Porque si lo hacía, entonces el entrenamiento sería ir a buscar chocobo y volver con él, nada más, y no involucraría ir a buscar la info por nuestra cuenta. Sería más sencillo, sí, y en el fondo deseaba que fuese así... pero también sería algo decepcionante.
—Debe ser algún condimento para echarle al jamón con jazmín... al menos eso pienso yo —murmuró Exuy.
Fue en aquel momento en el que me di cuenta de que lo horrible y difícil del entrenamiento no sería sólo buscar qué era el chocobo y encontrarlo... sino comer la extraña receta de Yami y no devolver el almuerzo.