[País de las Maravillas] ¡Que les corten la cabeza!

por **Quico** » Mar Jun 19, 2012 6:15 pm

—H…hola, ¿q…quién eres tú?

—Hitori. Hitori Yagari. Y... ¿tú eres...?

Hitori… un nombre un poco raro, pero al menos estaba seguro de que podría recordarlo para más adelante.

—B…bueno, puedes llamarme F…fran.

Entonces Ragun, ajeno a la presentación, silbó de forma muy fuerte. Nada más articular ese sonido, una especie de perro enorme salido desde dentro del castillo se acercó hacia él. Asustado, pegué un brusco salto hacia atrás.

—Nyx, nos vamos al País de las Maravillas —le dijo Ragun.

El lobo pareció entender lo que dijo, pues le respondió con una serie de gruñidos.

Cuando terminó de “hablar” con él, se giró hacia Hitori y hacia mí:

—Hitori, Fran. Yo iré en mi nave, si queréis venir acercaros a mí, activaré el teletransporte ahora.

No sabía que elegir, o ir con el perro ese que me daba miedo o viajar por el espacio solo. Me decanté inmediatamente por la primera.

— ¡V…vale! —seguí sus órdenes de acercarme hacia él.

Sitio web · por **Hitori** » Mar Jun 19, 2012 9:49 pm

—B…bueno, puedes llamarme F…fran —dijo el joven, presentándose. Hitori se limitó a asentir con la cabeza y, cuando estaba a punto de invocar su Llave, fue interrumpido de nuevo, esta vez por un silbido de Ragun.

El silbido resonó por los jardines, y atrajo a un enorme animal que salió del castillo. Hitori reconoció a dicho animal: era el lobo que Ragun había adoptado como su mascota hacía poco. Ragun acarició cariñosamente al animal, y empezó a conversar con él. Por alguna razón, el aprendiz era capaz de entender lo que su mascota decía.

—Nyx, nos vamos a País de las Maravillas—dijo, invitando a la mascota al viaje. Acto seguido, miró a los otros dos chicos—. Hitori, Fran. Yo iré en mi nave, si queréis venir acercaros a mí, activaré el teletransporte ahora.

Hitori suspiró y se acercó a ellos. No tenía ganas de viajar acompañado, pero era mejor ir todos juntos que cada uno por su parte, ya que podrían perderse.

Lo cierto era que desde el día que había salido de Tierra de Partida por la noche para ir a Ciudad de Paso, se había encontrado algo mal. Hitori pensó en ello mientras subían a la Nave de Ragun. Desconocía la causa de su malestar y de sus extraños cambios de humor, pero tenía una sospecha: la placa de metal que había encontrado en el callejón tenía algo que ver.

Desde el momento en que había cogido esa placa, había empezado a comportarse de una manera extraña. Además, nada más cogerla se había mareado. Después de eso, empezó a escuchar voces en su cabeza, que cada vez eran más frecuentes... Toda una serie de sucesos desencadenados, al parecer, por un pequeño emblema de metal.

Hitori se sentó en una esquina de la nave, lejos de sus compañeros, y sacó el emblema de su bolsillo. Lo puso delante de su cara y lo observó lentamente. No notaba nada extraño en él, ningún tipo de magia ni nada similar. Sin embargo, le daba la sensación de ser algo importante... y por eso no era capaz de deshacerse de él.
En vez de guardar de nuevo el emblema en su bolsillo, Hitori decidió colocarlo en su chaqueta, cerca del pecho.

por **Soul Artist** » Mié Jun 20, 2012 3:03 pm

El viaje hasta el País de las Maravillas fue normal y corriente, sin ninguna clase de sobresalto especial. La verdad es que fue un viaje hasta aburrido, pues el mundo se encontraba bastante lejos de Tierra de Partida y se pasaron alrededor de dos horas para llegar hasta su destino, en las que algo tuvieron que hacer.

El mundo seguía tal y como Ragun lo recordaba. Habían aterrizado en el lugar que llamaron durante su visita anterior "Cubil del Conejo". Todo igual: los muebles pintados en suelos y paredes, los cuadros que conducían por un pasillo pequeño y unas pocas luces que les daban la bienvenida.

Solo un pequeño detalle alteraba el paisaje de la memoria de Ragun. Un cartel del tamaño de un folio estaba pegado en una de las paredes camino a la puerta de acceso: en él había dibujado, en sus bordes, corazones negros y rojos con una cruz que los tachaba por completo. Se podía leer perfectamente en él:

"¡Abajo la Reina de Corazones! ¡Viva la Revolución!

¡Hola! Aquí vuestro amigo Hein dirigiéndose a los habitantes de esta nuestra querida comunidad. ¿No estáis hartos de esa mujer pesada, bocazas y gordinflona cuyo deseo es ver todas nuestras calaveras amontonadas bajo su culo gordo? ¡Yo también!

¡Aliaos conmigo para ser el nuevo rey de este país y dirigirnos hacia una utopía en esta vida que es un lienzo a medio pintar! No dejéis que os aplasten más. ¡Por ahora a mi causa se han unido algunas criaturas negras y que bailan curiosamente!

¡Sé el siguiente! ¡Di sí a Hein! Yes, we can!"

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por **Sombra** » Mié Jun 20, 2012 4:04 pm

Conducí la nave sin muchos problemas hacia aquel mundo, incluso acabé poniéndole el Piloto Automático. Era en realidad bastante sencillo el control de la nave. Se limitaba a un timón que según como lo manejase la nave se movía hacia arriba, hacia abajo o hacia los lados, una palanca de velocidades y botones que controlaban cosas como las luces, ahorro de energía, sistemas de eyección, sistemas de seguridad, mapa holográfico de los alrededores que además funcionaba como radar para evitar accidentes con asteróides o basura espacial... etc.

El mundo apareció en frente a nosotros y puse la nave en la órbita del mundo para evitar que se alejase de allí. Con unos rápidos botones que pulsé activé una plataforma luminiscente que nos llevaría al cubíl del conejo, el lugar que marcaban las coordenadas de la nave.

—¿Estáis listos? —en cuanto hubiesen respondido me dirigí a Nyx—. Vamos.

—Lo que tú digas, "jefe" —se metió en el teletransportador sin decir nada más.
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El cubíl del conejo era el mismo sitio en el que había aterrizado la vez anterior y se notaba pues no había cambiado en nada. Cuadros pegados por las paredes del techo, muebles pintados por las paredes y suelos y algunas luces encendidas. No me fijé en nada demasiado ni en aquella especie de salita circular ni en el pequeño pasillo que llevaba a las puertas extrañas que tanto me habían sorprendido en mi primer viaje. Nada salvo un papel pegado en una de las paredes.

¡Abajo la Reina de Corazones! ¡Viva la Revolución!

¡Hola! Aquí vuestro amigo Hein dirigiéndose a los habitantes de esta nuestra querida comunidad. ¿No estáis hartos de esa mujer pesada, bocazas y gordinflona cuyo deseo es ver todas nuestras calaveras amontonadas bajo su culo gordo? ¡Yo también!

¡Aliaos conmigo para ser el nuevo rey de este país y dirigirnos hacia una utopía en esta vida que es un lienzo a medio pintar! No dejéis que os aplasten más. ¡Por ahora a mi causa se han unido algunas criaturas negras y que bailan curiosamente!

¡Sé el siguiente! ¡Di sí a Hein! Yes, we can!

—Eso no estaba aquí la última vez —murmuré algo extrañado leyendo la hoja que contenía extraños dibujos de corazones tachados—. Hein... Recordaré ese nombre.

—¿Ocurre algo, compañero? Este mundo huele raro, ¿acaso tú también lo notas?

—No, es solo que esta nota no estaba antes —le contesté a Nyx realmente extrañado.

por **Quico** » Mié Jun 20, 2012 11:54 pm

Al final fuimos hacia el País de las Maravillas todos en la nave de Ragun. Hitori, nada más llegar se sentó apartado del resto mirando una cosa que no llegue a atisbar, y que seguramente preguntarle por ella sería muy maleducado por mi parte. Aparte de eso, no pasaron muchas cosas durante el trayecto lo que lo hizo muy aburrido. Eso provocó que se me hiciera muy largo, literalmente, duró como unas pocas horas.

Cuando llegamos al lugar, Ragun nos llamó la atención a los dos:

— ¿Estáis listos?

— ¡Síiiii, capitán! — recordé cierta serie de la televisión.

Bajamos de la nave, y aterrizamos en una habitación circular con un pasillo hacia el frente. Todo parecía normal, pero me fijé en que los muebles que la conformaban estaban como dentro de la pared y el suelo, formaban parte de estos. Inmediatamente me dirigí hacia uno de esos muebles, una mesa, y efectivamente, solo había piso, por lo tanto tendría que estar pintada.

Luego, mirando hacia el pasillo, observé un papel que no parecía estar pegado como los demás artefactos de la habitación, el primer pensamiento que me pasó por la cabeza es que seguramente no hubiera pensado en este papel el creador de esta sala en un principio. Me dispuse a leerlo:

¡Abajo la Reina de Corazones! ¡Viva la Revolución!

¡Hola! Aquí vuestro amigo Hein dirigiéndose a los habitantes de esta nuestra querida comunidad. ¿No estáis hartos de esa mujer pesada, bocazas y gordinflona cuyo deseo es ver todas nuestras calaveras amontonadas bajo su culo gordo? ¡Yo también!

¡Aliaos conmigo para ser el nuevo rey de este país y dirigirnos hacia una utopía en esta vida que es un lienzo a medio pintar! No dejéis que os aplasten más. ¡Por ahora a mi causa se han unido algunas criaturas negras y que bailan curiosamente!

¡Sé el siguiente! ¡Di sí a Hein! Yes, we can!

—Eso no estaba aquí la última vez — Ragun no parecía recordarlo, por lo tanto mis suposiciones eran verdaderas—. Hein... Recordaré ese nombre.

—No parece que la Reina de Corazones sea muy bienvenida por aquí, o al menos al escritor de esta carta no le gusta...

Entonces, releyendo la carta me di cuenta de una cosa:

—¿Esas cosas negras de las que habla pueden ser sincorazones?

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Sitio web · por **Hitori** » Jue Jun 21, 2012 11:24 pm

En todo el viaje de ida, Hitori permaneció sentado, alejado de sus compañeros. El viaje era bastante largo y aburrido, y el chico sólo podía entretenerse invocando y haciendo desaparecer su Llave Espada. No se sentía con ganas de hablar con los demás, pero tampoco notaba el malestar que había notado hasta entonces. Sencillamente, el aprendiz se sentía extraño y con ganas de estar solo.

Después de un par de horas, la nave llegó a su destino. Hitori se levantó de su sitio y, una vez sus compañeros y la mascota de Ragun hubieron bajado de la nave, les imitó. Después del primer destello cegador provocado por el teletransportador, el chico pudo ver por primera vez el mundo al que habían sido destinados.

Era un lugar sumamente extraño y curioso. El colorido no faltaba en aquel lugar, y los "muebles" en realidad eran dibujos de la pared, todos con un estilo deformado y algo surrealista. Los otros dos aprendices se dirigieron directamente a una de las paredes, donde había un cartel colgado. Hitori se puso al lado del lobo de Ragun y leyó lo que el cartel decía.

¡Abajo la Reina de Corazones! ¡Viva la Revolución!

¡Hola! Aquí vuestro amigo Hein dirigiéndose a los habitantes de esta nuestra querida comunidad. ¿No estáis hartos de esa mujer pesada, bocazas y gordinflona cuyo deseo es ver todas nuestras calaveras amontonadas bajo su culo gordo? ¡Yo también!

¡Aliaos conmigo para ser el nuevo rey de este país y dirigirnos hacia una utopía en esta vida que es un lienzo a medio pintar! No dejéis que os aplasten más. ¡Por ahora a mi causa se han unido algunas criaturas negras y que bailan curiosamente!

¡Sé el siguiente! ¡Di sí a Hein! Yes, we can!

Hitori se llevó una mano a la barbilla. Aquella "Reina de Corazones" debía de ser la que Akio había mencionado. El escritor del cartel propagandístico la describía como una mujer bastante tiránica y peligrosa. Sin embargo, el chico pensó que el que había escrito el cartel se estaba aprovechando demasiado de la situación de su mundo para llegar al poder.

—No parece que la Reina de Corazones sea muy bienvenida por aquí, o al menos al escritor de esta carta no le gusta... —comentó Fran.

—Yo... creo que esta persona lo que quiere es ser rey —dijo Hitori, en voz baja, casi para sí mismo—. Parece más interesado en gobernar que en mejorar la situación del reino...

—¿Esas cosas negras de las que habla pueden ser sincorazones? —señaló Fran, después de un momento de silencio. Hitori miró al cartel y leyó la mención a las criaturas negras. Sin duda, debían de ser Sincorazón.

Hitori se alejó un poco del grupo, en dirección al pasillo que tenían a un lado.

—Si esta persona está aliada con los Sincorazón, puede ser peligroso... —dijo, nuevamente en voz baja. No sabía si sus compañeros le escuchaban, pero tampoco era algo que le importase demasiado. El joven aprendiz bajó entonces la cabeza, mirando al suelo—. Para... no podemos estar en este plan, Hitori. Esto es una misión, y tus compañeros están para ayudar. Tenemos que dejar esta apatía... —murmuró, hablando consigo mismo. En esa ocasión, deseó que sus compañeros no le hubiesen escuchado, pues sería muy avergonzante que le viesen hablando consigo mismo.

El aprendiz asintió entonces y se dio la vuelta, mirando a sus compañeros.

—Vamos —dijo, intentando sonar lo más animado posible.

por **Soul Artist** » Sab Jun 23, 2012 1:52 am

Estaba claro que los aprendices tenían el objetivo de ir a investigar el mundo para cumplir el objetivo que les había mandado Akio, pero el destino tenía otros planes para ellos. Facilitándoles enormemente su labor, la puerta del pasillo se abrió de golpe y unos sujetos aparecieron por ella, que Ragun pudo reconocer perfectamente por su última visita: los naipes parlantes.

Caminaban en fila india y portaban peligrosas lanzas con las que perfectamente se podría hacer un rico pincho moruno de aprendices. Se caracterizaban por una enorme narizota y ojos cubiertos por su casco. Había de dos tipos, rojos y negros, y ambos parecían estar adiestrados para el combate; sin duda alguna, se trataba de un ejército, o quizás de una guardia real. Pudieron contar doce en total, seis de cada color y tres de cada grupo.

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Los tres aprendices no se vieron en otra opción que retroceder por el pasillo mientras les rodeaban las cartas. Quizá Fran o Hitori se llevaran una pequeña sorpresa cuando uno de ellos abrió la boca para hablar:

—¡Identificaos! ¿Sois hombres de Hein?

Quizá alguno de ellos replicara. Fuese así o no, los naipes ignoraron aquellas palabras, pues uno de ellos arrancó el cartel que acababan de leer y se lo mostró a los aprendices.

—¡Es innegable! ¡Leíais este cartel! —les acusó, como si fuese pecado mortal el simplemente haberse detenido ante él—. ¡Pagaréis cara esta traición!

Las cartas se colocaron en posición de ataque, obligándoles a caminar por el pasillo mientras les rodeaban. ¿Adónde les llevaban? Estaba claro que no tenían buenas intenciones, fuera como fuese. Podían oponer resistencia o dejarse llevar, para descubrir hasta dónde conducía aquella situación...

por **Quico** » Sab Jun 23, 2012 9:23 am

Mientras leíamos la carta, Hitori se alejó del grupo y se puso a hablarse a sí mismo, quizás cavilaba sobre la carta, que bien parecía explicar la situación de un rebelde al que no le gusta la reina o, como dijo Hitori, un rebelde que quería ser rey.

Mientras pensaba yo también en esto, la puerta del final del pasillo se abrió de un portazo y aparecieron por el pasillo unas cartas, que por alguna extraña razón eran más altas que yo y podían andar. Había tres naipes de cada palo; corazones, picas, rombos y tréboles, y seis de cada color; rojo y negro. En total eran doce cartas. No parecían muy amigables, llevaban una especie de lanzas que no me hubiera gustado que utilizaran para hacer pinchitos morunos con nosotros.

Intenté echarme para atrás, pero los naipes nos estaban rodeando con sus lanzas en ristre. Entonces, para mi sorpresa:

— ¡Identificaos! ¿Sois hombres de Hein?

Podían hablar. Es verdad lo de que este mundo era un poco especial.

Intenté reunir fuerzas para contestarle, pero me dio miedo inmediatamente y no dije absolutamente nada, mejor dejárselo a los otros.

Aunque le hubiéramos cantado misa, no nos escucharon para nada, nos ignoraron. Quizá estaban aburridos y al vernos a nosotros habían decidido atraparnos.

— ¡Es innegable! ¡Leíais este cartel! ¡Pagaréis cara esta traición!

Entonces acercaron las lanzas hacia nuestros cuerpos y nos obligaron a avanzar por el pasillo. Intenté comunicarme con el resto:

—O…oíd, ¿qué tal si nos dejamos llevar? A lo mejor nos llevan a un sitio interesante—les pregunté a mis compañeros de forma medianamente baja.

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por **Sombra** » Dom Jun 24, 2012 4:49 pm

Escuché como las múltiples puertas se abrían de golpe haciendo que un ejército de cartas parlantes que ya había visto en el pasado apareciesen caminando en fila india. Se dirigían hacia nosotros, o eso aparentaba al menos. No pude evitar darme cuenta de las lanzas que llevaban en sus manos, eran imponentes, sin duda.

Retrocedí hacia atrás y por un momento estuve a punto de invocar mi llave espada para enfrentarme a ellos pero no, no era buena idea. Cuando había ido en aquella misión a aquel mundo recordaba que Dejay, había sido confundida con alguien y intentando defenderla nos enfrentamos en un corto pero intenso combate. Eran enemigos poderosos, y eran muchos.

—¡Identificaos! ¿Sois hombres de Hein?

—¿Quién? —pregunté arqueando una ceja. Aquellas criaturas eran más inútiles de lo que creía, no solo habían confundido la última vez a Dejay con otra persona, si no que ahora nos acusaban sin motivo.

Uno de los miembros de aquel ejército... Mejor dicho, de aquella "baraja" arrancó la hoja y nos señaló amenazante con ella.

—¡Es innegable! ¡Leíais este cartel! —gritó furioso sin dejar de señalarnos—. ¡Pagaréis cara esta traición!

Los naipes se colocaron a nuestro alrededor obligandonos a avanzar hacia la salida del pasillo. Si mal no recordaba aquello conduciría a la habitación de los frascos que te reducían o hacían grande según cual tomases.

—O…oíd, ¿qué tal si nos dejamos llevar? A lo mejor nos llevan a un sitio interesante —propuso Fran. No es que fuese algo que quisiese hacer, pero no había más opción que esa. Al fin y al cabo, sabía que teníamos las de perder en caso de enfrentamiento. Éramos tres contra doce y aunque sabía que yo podría con algunos de ellos también era conocedor de que no era inmortal ni tenía el nivel de un maestro. Por ello era necesario seguir la corriente en aquel momento.

Asentí hacia Fran y miré a Hitori, por lo poco que sabía de él era alguien bastante tímido y algo miedoso por lo que no podía evitar mirarle para tratar tranquilizarle en caso de que estuviese asustado. Al menos Fran si que parecía calmado.

Nyx miraba desconfiado a los naipes, como si sintiese el peligro inminente. Pude ver su cabello algo erizado y una mirada ligeramente rabiosa, incluso gruñía con odio mostrando sus fuertes incisivos.

—Os juro por los colores que no veo, que como intentéis algo os arrancaré los brazos —decía en realidad aunque solo yo le entendiese.

Por ahora, no teníamos más remedio que avanzar.

Sitio web · por **Hitori** » Dom Jun 24, 2012 9:30 pm

Justo cuando Hitori iba a darse la vuelta para salir de aquella pintoresca sala, la puerta se abrió. Sin embargo, no sólo había una puerta, sino una serie de puertas que se abrían una a una hasta que, una vez abiertas todas, entró un pelotón de cartas con lanzas. Hitori ahogó un grito y retrocedió, hasta estar al lado de sus compañeros. ¿Cartas gigantes con armas? Aquel mundo era cada vez más extraño. Y de repente, se pusieron incluso a hablar.

—¡Identificaos! ¿Sois hombres de Hein?—además de hablar, aquellas cartas les estaban hablando en un tono brusco, casi gritando, y apuntándoles con las lanzas.

—¿Quién?—preguntó Ragun, quizá fingiendo que no sabía de quién hablaban los naipes. Sin embargo, éstos no le escucharon y fueron a arrancar el papel de la pared.

—¡Es innegable! ¡Leíais este cartel! —gritó uno de ellos, agitando el papel en la mano—. ¡Pagaréis cara esta traición!

Sin dejar excusarse a los chicos, el ejército de cartas rodearon al grupo y lo condujeron a través del pasillo, haciéndoles atravesar las puertas.

—O…oíd, ¿qué tal si nos dejamos llevar? A lo mejor nos llevan a un sitio interesante —dijo Fran. Hitori asintió levemente, sin dejar de mirar al suelo. El chico tenía razón, lo mejor era no oponer resistencia y dejarse llevar por aquel extraño ejército.

Hitori miró a sus dos compañeros y al lobo de Ragun. Éste le dedicó una mirada tranquilizadora a Hitori, pero el chico no podía calmarse tan fácilmente. El día iba de mal en peor.

por **Soul Artist** » Dom Jun 24, 2012 9:35 pm

Los aprendices permitieron a los naipes que les llevaran, sin oponer la mínima resistencia. Así pues, se mostraron en todo momento alerta con los forasteros para que no se escaparan, aunque no entrase en sus principales planes.

* * *
Tras pasar por una pequeña habitación donde les hicieron beber un líquido extraño llegaron a una nueva zona que Ragun ya debía conocer de antes. Todo estaba rodeado del color verde, de altos setos que se levantaban sobre ellos, rosas ¿pintadas? De color rojo y blanco... Y una pequeña estructura al fondo. Hecha de madera, con una alfombra que conducía directamente al asiento más alto de todos, recordaba enormemente a un juzgado en miniatura.

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Los naipes soldado dejaron a los tres jóvenes frente a la estructura y se dispersaron, colocando sus armas a sus "hombros" para pasar a un segundo plano, protegiendo salidas y entradas. Un conejo blanco apareció tras ellos corriendo, abriéndose paso entre los naipes con algo de prisa. Escaló rápidamente las escaleras a la izquierda de ellos y sacó una trompeta que hizo sonar al momento, anunciando el comienzo de un evento.

—¡Preside la honorable Reina de Corazones! —anunció el animalito jadeando e intentando tomar el aire, aparentemente agotado de la carrera que se había pegado desde Dios sabía dónde.

Y finalmente, pudieron verla. Sentada en la posición de jueza, una mujer de aspecto severo, gorda y fea se abanicaba con un una pequeña baratija con forma de corazón. Su traje alternaba entre los colores negros y rojos, abriendo una falda y haciéndola parecer más gorda de lo que todavía era; una pequeña corona dorada señalaba su condición real, sobre su pelo negro recogido en un moño.

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El conejo blanco sacó de su espalda un pergamino y lo desplegó frente a él, leyendo en voz alta atentamente lo que en él había escrito:

—¡Se acusa a estos tres hombres de traición premeditada contra la nuestra Reina! ¿Cómo se declaran?

La mujer oriunda, sin previo aviso, golpeó con fuerza la zona de madera noble que tenía delante y gritó:

—¡La sentencia es primero! El juicio vendrá después —aseguró con un grito, para automáticamente ser más energética con sus nuevas palabras:—. ¡¡Que les corten la cabeza!!

por **Sombra** » Jue Jun 28, 2012 4:11 am

Los tres fuimos guiados al cuarto de los brebajes alteradores del tamaño donde todos bebimos una pequeña parte del mejunge de sabor indescriptible.

Menguamos el tamaño pudiendo pasar por la entrada a la izquierda de la Puerta Parlante que estaba profundamente dormida y por tanto, ni se percató de nuestra presencia.

No pude ver mucho más pues fuimos guiados... Más bien forzados a entrar por la puerta de la izquierda que nos llevó a un jardín con rosas blancas y rojas que reconocí. Al fondo, una especie de construcciones de madera nos esperaban.

Se trataba del "Juzgado" como le había apodado al lugar durante mis informes. Según lo que había leído eran lugares donde se juzgaba a la gente por cometer crímenes o por faltar a la ley de forma grave. Por ejemplo... Cometer un asesinato. ¿Significaba aquello que algún día acabaría en un juicio presidido por Ronin como juez algún día?

Me di cuenta mientras nos acercábamos, que en el asiento que presidía todo el lugar había una mujer obesa y bastante fea con cara de pocos amigos*. Su pelo era negro y llevaba puesto un vestido tan horrible y hortera como ella, sin embargo, en cierto modo imponía bastante respeto con su mirada intimidatoria.

Los soldados naipes nos dejaron frente a aquella serie de construcciones de madera y se fueron colocando de una forma que parecía haber sido practicada durante semanas. Un ser blanco con grandes orejas que reconocí como una especie de conejo con ropa llegó pasando a traves de las cartas parlantes empujando algunas por el camino.

—¡Preside la honorable Reina de Corazones! —habló el agotado animal. Noté que Nyx tenía de pronto instinto de caza dirigido contra el conejo, algo normal, al fin y al cabo seguía siendo un animal salvaje, el instinto de caza estaba presente en él. Acaricié el pelaje de mi amigo relajándolo. Así que aquella era la "Reina de Corazones" que mencionaba aquel cartel...

—Cuando volvamos te daré un filete sin hacer bien jugoso —prometí a lo que el lobo se limitó a asentir.

El conejo rebuscó en su chaqueta roja para sacar de su espalda un largo pergamino que abrió con sus patitas. ¿Cómo llevaba aquel pergamino sin que siquiera se notase?

—¡Se acusa a estos tres hombres de traición premeditada contra la nuestra Reina! ¿Cómo se declaran? —habló. No me sorprendió ver a un conejo parlante, al fin y al cabo ya había visto otros animales que hablaban y seres de bastantes tipos. Aquello ya casi me parecía lo más normal del mundo.

Estuve a punto de hablar para explicar que no sabíamos nada, pero la mujer alzó su mano hablando antes que nadie con un fuerte vozarrón que perforó mis tímpanos.

—¡La sentencia es primero! El juicio vendrá después —chilló poniéndo su cara roja. ¿Tan gorda estaba que le costaba respirar? Me reí por lo bajo. No sin antes querer decir algo en nuestra defensa—. ¡¡Que les corten la cabeza!!

—Espera, ¿qué? —pude decir finalmente cuando la mujer dijo nuestra sentencia sin pelos en la lengua—. ¿Cortarnos la cabeza? ¿Pero quién te crees que eres? —mi voz fue cambiando y mi cabeza empezó a doler, mis palabras simplemente fluyeron como el agua de un río a punto de desbordarse—. Tú no eres nadie más que una vieja amargada que se atreve a acusar a cualquiera. Con razón ese tal Hein está cansado de ti. Espero que pronto te destronen pronto y te largues muy lejos, para siempre, vieja gorda —clavé mis palabras en ella como si de puñales se tratasen. Dicho eso, me giré hacia mis compañeros—. Nos vamos a cumplir nuestro objetivo y volveremos después a casa—les dije en voz baja evitando que cualquier otro ajeno a nosotros nos escuchase. Tras eso me volví hacia la "Reina de Corazones" y le apunté con mi Llave Espada Oscura que materialicé en mi mano.

>>No me interesa tu estúpido reino, solo diré una cosa antes de que nos vayamos. Atrévete a interferir, herirnos o a cortarnos el camino y me aseguraré aún muerto de que todo el ejército del que dispongo yo; La Estocada Oscura te destroce. Y te aseguro que nosotros tres no somos ni la mitad de poderosos que los otros cientos de los que disponemos —claro que aquello que le contaba era un farol bastante gordo, pero por suerte ni se daría cuenta de aquello. Aquella sensación que me provocaba una extraña ira hacía que mis palabras desprendiesen un aire mucho más inhumano, más cruel y por tanto, más creíble en aquel tipo de situación. Incluso Nyx pareció creerselo un segundo. Mientras que mis compañeros me siguiesen el juego seguramente pudiésemos salir de allí.

Y en caso de que no funcionase... Podríamos abrirnos el camino a base de golpes hacia el Bosque de Lotos a la izquierda de aquella estancia que emulaba un falso jardín pero que en realidad estaba cerrado en una especie de caja. Aquel bosque laberíntico era lo suficientemente enrevesado como para deshacernos de ellos sin necesidad de hacerles demasíado daño.

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por **Quico** » Sab Jun 30, 2012 6:16 pm

Fuimos escoltados por los naipes, sin oponer ninguna resistencia.

Nos llevaron hacia una sala, a la que se entraba por las puertas del final del pasillo. Allí dentro había una habitación con muebles por todos los lados, pero literalmente, había algunos que parecía que estaban pegados a la pared. Luego mirando a mi alrededor me fijé en una puerta, por la que seguramente no cabríamos ninguno de los tres ni las cartas.
Adonde nos quisieron llevar fue a una mesa, dónde había dos botellas. Nos ordenaron beber de una de ellas. Al principio me sentí un poco raro, y al momento me puse a encoger, o el paisaje a mi alrededor empezó a agrandarse, aunque ninguna de las dos opciones fuera seguramente muy acertada. Desde esta nueva perspectiva observé un agujero a la izquierda de la puerta pequeña, que ahora era de mi tamaño, y al que nos dirigíamos.

Llegamos a un jardín. Todo estaba lleno de setos altos y de color verde, algunos matorrales con rosas blancas y rojas. De algunas de estas parecía gotear un líquido rojo, que seguramente fuera pintura y con la que alguien había pintado los árboles. Al frente los setos formaban una especie de pasaje en forma de corazón. Lo atravesamos y llegamos a un espacio abierto, con una larga alfombra roja con corazones estampados en esta. En el centro había un estrado que apuntaba a la silla más alta de toda la habitación. Aparte, en el lateral derecho había un balcón y en el izquierdo una plataforma, que se podía subir por las escaleras.

Entonces los naipes nos soltaron y se dirigieron a las posibles vías de escape de ese sitio, quitando nuestras posibilidades de huir de aquel sitio. Entonces un conejo blanco pasó por el medio de nosotros y se fue corriendo hacia la plataforma de la izquierda. Sacó una trompeta de algún sitio e hizo que sonara, llamando supongo a algo.

—¡Preside la honorable Reina de Corazones!

Entonces todo el mundo miró hacia el estrado donde estaba la silla más alta. Allí se situaba una señora bastante gorda y fea de pelo y ojos negros. Llevaba un vestido rojo y negro, una corona, y una piruleta con forma de corazón. Quizás fuera una reina. Me hizo recordar a la reina de corazones que anunciaba el cartel del tal Hein y del que es la culpa de que estuviéramos allí.

El conejo sacó de algún otro pliegue de su ropa, suponía que era algo absurdo que un conejo llevara ropa, un pergamino que dispuso a leer:

— ¡Se acusa a estos tres hombres de traición premeditada contra la nuestra Reina! ¿Cómo se declaran?

Parecía que iba a celebrarse un juicio contra nosotros, y todo por leer un papel en un pasillo. Verdaderamente era un mundo muy raro. De repente, la reina se levantó de golpe y se dirigió hacia nosotros chillando:

— ¡La sentencia es primero! El juicio vendrá después. ¡Que les corten la cabeza!

—Espera, ¿qué? —interrumpió Ragun a la señora—. ¿Cortarnos la cabeza? ¿Pero quién te crees que eres? Tú no eres nadie más que una vieja amargada que se atreve a acusar a cualquiera. Con razón ese tal Hein está cansado de ti. Espero que pronto te destronen pronto y te largues muy lejos, para siempre, vieja gorda.

Después de dirigirle esas palabras tan duras, que espero que después de estas saliéramos vivos, nos habló a Hitori y a mí en voz baja:

—Nos vamos a cumplir nuestro objetivo y volveremos después a casa—volvió a girarse hacia la reina e invocó su llave espada, que no se parecía en nada a la cadena del reino, con una empuñadura roja y una hoja de color negra—. No me interesa tu estúpido reino, solo diré una cosa antes de que nos vayamos. Atrévete a interferir, herirnos o a cortarnos el camino y me aseguraré aún muerto de que todo el ejército del que dispongo yo; La Estocada Oscura, te destroce. Y te aseguro que nosotros tres no somos ni la mitad de poderosos que los otros cientos de los que disponemos.

Me quedé con la boca abierta. No tenía ni idea de qué iba a ocurrir ahora, pero seguramente no fuera nada bueno. Aparte, la mitad de lo que ha dicho era mentira. Tampoco éramos tantos aprendices en Tierra de Partida. Si nos dejaba ir, tendríamos al menos una oportunidad, pero como no se lo crea me temía que no nos iba a quedar sitio para correr. Intenté que la reina eligiera la primera opción:

—S...somos inocentes, solo hemos leído un cartel que estaba a la entrada. Además, dejarnos ir es ahora mismo tu mejor opción, deberías dejarnos seguir nuestro camino si no quieres encontrarte con el resto.

Sitio web · por **Hitori** » Sab Jun 30, 2012 11:00 pm

Hitori pudo ver, acompañado por sus compañeros y llevado por los naipes, algunas de las zonas de ese mundo. Tras las extrañas puertas que se sucedían, yendo de mayor a menor, había una sala decordada de un modo extraño. El color rosa y los ladrillos en las paredes eran lo que predominaba. En las paredes había un gran número de elementos colgados, desde los más normales hasta los más variopintos. Hitori levantó la mirada y vio que el techo tenía algo parecido a mesas colgando de él.

En cuanto al resto de la estancia, contaba con una chimenea apagada muy extraña, puesto que la boca de la chimenea era diminuta; una mesa blanca con una silla, con dos botes encima; una maceta con una flor que estaba pegada al suelo; sillones y un reloj grande; una cama adherida a la pared y, finalmente, una puerta con un extraño pomo.

Los guardias obligaron a los chicos a beber el contenido de uno de los frascos, e hicieron lo mismo. Tras unos segundos, Hitori empezó a sentirse extraño, y la estancia se hizo más grande... o eso creía al principio. En realidad, el aprendiz comprobó que los que habían encogido eran ellos. A pesar de que no hizo ningún comentario, le sorprendió la extraña magia de aquel mundo.

Tras ser encogidos, los tres aprendices fueron llevados a través de un hueco en la pared, a la izquierda de la pequeña puerta del pomo. Al atravesar unos jardines, llegaron a otro mucho más grande, con un arco de hierba con forma de corazón que llevaba a una especie de juzgado. Presidiéndolo, se encontraba una corpulenta mujer de pelo negro, con un vestido que resaltaba su gruesa figura. La mujer tenía cara de estar enfadada, y permanecía con los ojos cerrados, esperando a que todos estuvieran en su sitio.

Los guardias obligaron a los tres aprendices a subir unos escalones y ponerse frente a la jueza. Acto seguido, ellos se colocaron en una posición estratégica, de modo que los chicos no podían salir fácilmente por detrás. Hitori aprovechó el momento para analizar la sala. Curiosamente, era una sala cúbica. No había un cielo real, sino que parecía más bien pintado. Al lado del sitio de la jueza, había una jaula en la que sólo cabría una persona. No era una sala con nada destacable, salvo la extrañeza del lugar, que compartía con el resto del mundo.

—¡Preside la honorable Reina de Corazones! —gritó de repente alguien, sobresaltando a Hitori. Vio a un conejo con traje subiendo unos escalones, con una trompeta en la mano, que hizo sonar una vez llegó arriba de todo—. ¡Se acusa a estos tres hombres de traición premeditada contra la nuestra Reina! ¿Cómo se declaran?

—¡H-habla! —exclamó Hitori, antes de llevarse las manos a la boca, sorprendido. El que había hablado, anunciando que presidía la Reina de Corazones, era un conejo blanco con traje. Además, el chico se dio cuenta del significado de sus palabras. La jueza era, en realidad, la Reina de aquel mundo.

—¡La sentencia es primero! El juicio vendrá después—con el grito de la reina, era posible que nadie hubiese escuchado a Hitori sorprenderse. El chico la miró, después de observar al conejo blanco un rato—. ¡¡Que les corten la cabeza!!

Hitori volvió a sorprenderse. La reina había dictaminado tal cosa sin preguntarle a nadie, y sin hablar siquiera con la gente a la que había acusado. El aprendiz se preguntó si aquel era el procedimiento habitual en un juicio. Aunque lo fuera, era algo injusto.

Los guardias se movieron, elevanto sus lanzas, preparados para llevárselos. Sin embargo, antes de que nadie pudiese decir ni hacer nada, la voz de Ragun inundó la sala.

—Espera, ¿qué? ¿Cortarnos la cabeza? ¿Pero quién te crees que eres? Tú no eres nadie más que una vieja amargada que se atreve a acusar a cualquiera. Con razón ese tal Hein está cansado de ti. Espero que pronto te destronen pronto y te largues muy lejos, para siempre, vieja gorda —las palabras de Ragun dejaron en total silencio a la sala. Nadie se movió un ápice, aunque Hitori pudo ver que la cara de la reina se volvía roja—. Nos vamos a cumplir nuestro objetivo y volveremos después a casa—dijo Ragun, dirigiéndose a sus compañeros, mientras invocaba su Llave Espada.

>>No me interesa tu estúpido reino, solo diré una cosa antes de que nos vayamos. Atrévete a interferir, herirnos o a cortarnos el camino y me aseguraré aún muerto de que todo el ejército del que dispongo yo; La Estocada Oscura te destroce. Y te aseguro que nosotros tres no somos ni la mitad de poderosos que los otros cientos de los que disponemos —la tercera sorpresa del día para Hitori. ¿De verdad Ragun poseía tal ejército? El joven no sabía nada de su misterioso compañero, pero conociendo gente tan pintoresca como Ivan Kit, no sería de extrañar que un general de un ejército fuese aprendiz.

—S...somos inocentes, solo hemos leído un cartel que estaba a la entrada. Además, dejarnos ir es ahora mismo tu mejor opción, deberías dejarnos seguir nuestro camino si no quieres encontrarte con el resto—al parecer, Fran también sabía algo de aquella "Estocada Oscura". A pesar de que Hitori no la conocía, asintió con la cabeza.

—Bueno, ¿nos vamos? —dijo, sin más—. Aunque me gustaría ver a tu ejército... ¡seguro que es genial!

Hitori estaba realmente entusiasmado al saber que su amigo era tan importante. Además, el chico nunca había visto un ejército de verdad, y le producía curiosidad. En aquel mar de tensión, Hitori destacaba por su curiosa calma y entusiasmo. Por primera vez, se sentía como un niño.

por **Soul Artist** » Dom Jul 01, 2012 3:33 pm

—¡Ay, madre!

El Conejo Blanco se había encogido de miedo al escuchar las amenazas de Ragun hacia su soberana, probablemente más por la reacción que esta tendría que por el supuesto ejército del joven. La mujer, por su parte, enmudeció cuando el chico le habló de aquella manera, frunciendo el ceño y llena de rabia. Sin embargo, las palabras de Fran parecieron calmarla un poco.

—Solo leíais el cartel, ¿eh? —preguntó la mujer, apoyándose con los codos sobre el altar—. ¡Claro, entonces podéis iros! ¿Es eso lo que queréis? ¿Eh?

Los naipes se abrieron paso, permitiéndoles volver a la sala por la que habían venido. Ninguno de ellos se lanzó a capturarlos, apresarlos o siquiera matarlos. La mujer parecía haber entrado en razón, aunque fuese un poco.

Y en cuanto diesen unos cuantos pasos, ya pasando los setos que daban a la corte, escucharían los gritos de la mujer:

—¡¡Traedme sus cabezas!

Definitivamente, no podía ser tan simple.

Rápidamente los naipes se lanzaron a por ellos, bloqueando el acceso al lugar donde se encontraba la reina y la salida hacia el bosque que Ragun conocía. Estaban dispuestos a luchar contra ellos, e igual no fuese buena idea hacerlo. Claro que, más adelante, la puerta que daba a la sala estaba custodiada también por más naipes...

Estaban atrapados. Tres naipes les dieron alcance y prepararon sus lanzas para la batalla. Una de ellas atacó directamente a Fran, lanzándose con su arma; bloquearle sería fácil, aunque si le esquivaba seguro que otra de las cartas terminarían atacándole pronto...

Podían luchar o, por el contrario, podían seguir corriendo hasta otra salida por la que no habían pasado. Adónde les llevaría, ni idea...

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