[País de las Maravillas] ¡Que les corten la cabeza!

[Sombra]

—¡Ay, madre!

El conejo con chaqueta se encogió asustado. Parecía que mi mentira había colado por completo, al menos en aquel animal parlante. No pude evitar sentirme en cierto modo aliviado.

—Solo leíais el cartel, ¿eh? —nos preguntó para aclarar lo sucedido. Estaba cediendo a mi amenaza, perfecto—. ¡Claro, entonces podéis iros! ¿Es eso lo que queréis? ¿Eh?

Los naipes empezaron a apartarse haciendo que todos los caminos quedasen libres. Miré a la reina un poco más calmado, ya sin ninguna clase de odio. Aquella ira irracional se había ido, al menos ya volvía a pensar con claridad.

—Gracias por su comprensión. Y perdone mis amenazas —hice una pequeña reverencia—. Primero nos pasaremos por el Bosque de Lotos, seguidme —dirigí mis últimas palabras a mis compañeros

—¡¡Traedme sus cabezas!

—¡Pero serás zorra! —toda mi calma se fue casi al momento tras escuchar sus palabras y ver como su extraño ejército nos bloqueaba el camino hacia el bosque y se acumulaban donde la reina para protegerla.

No había escapatoria y algunos de las cartas venían a por nosotros. La primera de las tres fue a por Fran, no podía permitir eso.

Me lancé contra el naipe que acababa de atacarle para quitarselo de encima y me fijé en algo en cuanto levanté un poco la vista hacia los setos. Una salida.

No había ido por ahí la última vez, aunque recordaba que allí había un camino. Tan solo teníamos que llegar allí.

—¡Corred, son demasiados! —grité mientras me dirigía a aquel camino. Tan solo deseaba que no fuese un camino sin salida.

[Quico]

—Bueno, ¿nos vamos? Aunque me gustaría ver a tu ejército... ¡seguro que es genial!

Parece que Hitori no se dio cuenta del farol.

—Luego te lo explico, Hitori.

— ¡Ay, madre!

Me giré hacia el conejo. Estaba asustado. Las palabras de Ragun parecían haberle hecho efecto. Parece que al final sí que se lo habían creído. Pero, al mirar a la Reina de Corazones, barajé que quizás temía la ira de la reina, pues la cara de la reina empezó a inflarse y a ponerse de un color muy rojo, como si estuviera aguantando la respiración. Por lo menos mi intervención parecía haberla relajado un poco:

—Solo leíais el cartel, ¿eh? ¡Claro, entonces podéis iros! ¿Es eso lo que queréis? ¿Eh?

Entonces las cartas se apartaron de todas las salidas para dejarnos pasar. Ragun entró en razón:

—Gracias por su comprensión. Y perdone mis amenazas. Primero nos pasaremos por el Bosque de Lotos, seguidme.

Hitori y yo le seguimos ante la mirada de todo el mundo, los naipes, la reina y el conejo blanco hasta que la reina volvió a gritar:

— ¡Traedme sus cabezas!

Y al instante todas las cartas se pusieron a tapar todas las vías de escape y a proteger a la reina.

— ¡Pero serás zorra! — Ragun gritó con todas sus fuerzas. Parecía enfadado con la reina, aunque supongo que era imposible que nos dejara en libertad tan repentinamente.

Me puse a dar vueltas buscando una posible salida, pero no encontré ningún sitio por el que pasar, y bajé la guardia.
Vinieron tres naipes hacia nosotros con la intención de atacarnos. Uno de ellos se acercó hacia mí y me atacó. Por reacción, iba a bloquear el golpe con mi linterna, pero llegó antes Ragun y me apartó al naipe.

—M…muchas gracias.

En guardia delante de los naipes, Ragun corrió hacia los setos. Fijándome bien, eso parecía ser una salida, así que fui detrás de él.

— ¡Corred, son demasiados!

— ¡Vamos Hitori!

[Hitori]

—Luego te lo explico, Hitori —dijo Fran, por lo bajo. Sin embargo, el chico no sabía a qué se refería.

—Solo leíais el cartel, ¿eh? ¡Claro, entonces podéis iros! ¿Es eso lo que queréis? ¿Eh?
—vociferó la Reina, haciendo que Hitori la mirase. El chico comprendió que la mujer les había dejado ir por no tener que enfrentarse al poderoso ejército de Ragun. Sin duda, estaba aterrada. Pero su expresión no indicaba lo mismo.

—Qué buena es ocultando su miedo... —pensó el chico, mientras se daban la vuelta y caminaban, guiados por Ragun, hacia el "bosque de lotos".

— ¡Traedme sus cabezas! —gritó de repente, cuando ya estaban casi fuera de aquel lugar.

—¡Pero serás zorra! —la insultó Ragun, aún más enfadado. Todo había sido un engaño. Los naipes se abalanzaron sobre ellos, e intentaron atacar a Fran, pero Ragun los bloqueó con rapidez.

—¡Corred, son demasiados! —ordenó, alejándose de los naipes.

—¡Vamos Hitori! —le llamó Fran, haciendo que el chico reaccionase.

—¡S-sí! —exclamó, corriendo junto a sus compañeros—. ¿Pero... por qué la Reina nos engañó...?

[Soul Artist]

Nada más entrar por la puerta consiguieron librarse de los naipes... De milagro. Una barrera mágica, la cual Ragun podría reconocer por ser igualita a las que se usaban en los torneos del Coliseo del Olimpo, apareció por la entrada, evitando así que el ejército perseguidor les diese caza. Podían respirar tranquilos.

Se encontraban en una zona de altos setos que bloqueaba la vista de los aprendices, pero su altura y los distintos caminos podían deducir que habían llegado a un laberinto. Era imposible comprobarlo, pues los setos no podían ser escalados ni atravesados, pero con un Doble Salto pasarían por encima de uno sin problema alguno.

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—¡Mis ilustres invitados!

Encima del seto que tenían enfrente un hombre se encontraba tumbado, apoyado sobre los verdes setos y observando una calavera en su mano fijamente; algo irónico, pues él mismo era un esqueleto. Iba vestido con un traje de llamativos colores, pasando por amarillo, naranja e incluso morado. Una larga capa blanca caía a través del desconocido, y su sombrero negro, parecido al de un pirata, tenía plumas de distintas aves y colores.

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El desconocido tiró la calavera por encima de su hombro y dirigió las cuencas de sus ojos, vacías, hacia el trío de aprendices de la Llave Espada. Clavó su mirada en ellos y rió en alto hacia el cielo.

—¡Ya era hora de que aparecierais! —señaló el hombre, enderezándose y bajándose de su altar para colocarse de pie ante ellos—. Os llevaba esperando demasiado, ¿sabéis? ¡Tres días! ¡Un poco más y esa gorda me volvía a cortar mi gordo cuello! Venga, necesito seres bailarines más fuertes. Los que me habéis dado son pocos para conquistar este país.

El esqueleto frunció el ceño (si es que lo tenía) y se inclinó ante los tres aprendices, dudoso. En cuanto se dio cuenta de que no estaba hablando con aquellos a quienes esperaba, agarró su capa y se echó atrás.

—¿¡Quiénes sois vosotros!? —preguntó asustado—. ¿Espías de la Reina? ¡Pues jamás atraparéis a Hein! ¡Matadles, mi admirable ejército!

El esqueleto vivo dio un doble salto hacia atrás, pasando por encima del seto y desapareciendo de la vista de los aprendices. Al irse, un pequeño Sincorazón negro con forma de hormiga surgió de donde había saltado, como si de un miembro del aclamado ejército se tratara. No les daría problemas, aunque se podían encargar de él si así lo querían.

El laberinto tenía dos caminos desde allí. Uno por la izquierda, que doblaría hacia adelante, y otro por la derecha, que haría lo mismo. También podían saltar el seto y encontrarse con Hein, aunque aquella decisión dependía de ellos. ¿Qué haría cada uno?

[Quico]

Al entrar por el agujero los tres, me di cuenta de que los naipes ya no nos seguían. Volví hacia el agujero para mirar si la reina les había dicho algo, pero no pude ni asomar la cabeza. Había una especie de barrera transparente que no me dejaba pasar. Tendría que haber sido la magia quien la había invocado, aunque no tenía ni idea de quién podría haber sido. A lo mejor era obra de alguno de mis compañeros. Por lo menos las cartas no iban a seguirnos mucho más de momento.

Al darme la vuelta observé dónde nos encontrábamos. Nos situábamos en un sitio rodeado de setos, mucho más altos que nosotros tres. Formaba una especie de pasillo, que seguía por la derecha y por la izquierda; por lo que podría ser un laberinto.

— ¡Mis ilustres invitados! — vino una voz desde arriba.

Miré hacia arriba y nada más enfocar la vista en el personaje salté hacia atrás asustado. Con muy mala suerte me tropecé y me caí al suelo con los ojos fijos en aquella cosa.

Había algo tumbado que a primera vista parecía un hombre normal, pero en realidad era un esqueleto. Iba vestido con una capa blanca, ropa de varios colores, rojo, verde, amarillo… Además tenía un sombrero negro con tres plumas y una especie de peluca de colores. Parecería un simpático bufón, si no fuera por su claro “abandono del cuerpo”.

Llevaba algo en la mano, una calavera que para él quizás fuera de repuesto, y que tiró inmediatamente. Entonces su “cara” empezó a mirarnos. Entonces soltó una sonora carcajada.

— ¡Ya era hora de que aparecierais! Os llevaba esperando demasiado, ¿sabéis? ¡Tres días! ¡Un poco más y esa gorda me volvía a cortar mi gordo cuello! Venga, necesito seres bailarines más fuertes. Los que me habéis dado son pocos para conquistar este país.

Estaba muy confundido. No sabía cómo esa cosa podía tener vida, o en su defecto podía moverse y hablar. Además nos preguntó por algo de lo que al menos yo no tenía ni idea. Pero luego observé la calavera del esqueleto y por su cara no parecía tampoco muy convencido de lo que acababa de relatarnos. Intenté no mirarle mucho más y me levanté del suelo. Cuando estuve de pie, el esqueleto se fue hacia atrás, creía que asustado por mí, pero más tarde razón totalmente descartada, y se volvió a dirigir a nosotros:

— ¿¡Quiénes sois vosotros!? ¿Espías de la Reina? ¡Pues jamás atraparéis a Hein! ¡Matadles, mi admirable ejército!

Era Hein. Eso me ayudó a entender un poco de su discurso anterior. Quizás esas “criaturas bailarinas” eran sincorazones, aunque según los maestros estos fueran máquinas de matar.

El esqueleto, indignado, huyó dando dos saltos hacia atrás por encima de los setos. Ya no alcanzaba a verle. Entonces apareció una especie de hormiga gigante y negra justo en el mismo sitio donde estaba Hein. Al instante invoqué a mi Llave Espada alarmado:

— ¡C…cuidado! —grité asustado. Era la primera vez que combatía contra un sincorazón.

[Sombra]

Los tres corrimos hasta aquella puerta. Nos pisaban los talones, cada vez estaban más cerca, otros nos cerraban el paso... Pero todo pasó en cuanto atravesamos la puerta. Un sonido que reconocí como el de una barrera mágica idéntica a las mismas que se colocaban alrededor del cuadrilátero de Coliseo del Olimpo para evitar los ataques que pudiesen llegar al público se escuchó a nuestras espaldas. Estábamos salvados, o al menos eso parecía.

Aquel lugar era cuanto menos extraño. Unos altos setos no dejaban ver más allá de estos, el pasillo en el que estábamos (que se dividía a derecha e izquierda) eran bastante estrechos aunque podíamos caminar los tres a la vez comodamente. ¿Qué clase de lugar era aquel? ¿Qué utilidad tenía?*

Parecía ser que podría llegar a la parte más alta del seto, al menos en apariencia. Fue entonces, mientras miraba el alto de los setos cuando vi a alguien realmente extraño. Una especie de esqueleto vestido con un traje de colorines que habría sido elegante si tan solo tuviese uno o dos colores como mucho. En su cabeza llevaba puesto un sombrero con plumas de pavo real o de algún ave similar, una capa blanca tapaba su espalda y tenía puestos unos zapatos de tacón sobre unas medias rojas, aunque aquello no era lo único peculiar en él. En su mano, como si estuviese en una obra de Shakspeare, traía consigo una calavera a la que miraba atento, como si buscase el sentido de la vida en ella. Aquel autor tenía varios libros realmente interesantes de los cuales había tenido el placer de leer varios en la biblioteca de Tierra de Partida.

—¡Mis ilustres invitados! —habló el esqueleto que estaba tumbado sobre el seto enfrente nuestro. No pude evitar sorprenderme ligeramente, a pesar de que no me extrañaba tanto. En todo lo que llevaba siendo aprendiz había visto cosas tan raras que un esqueleto parlante no conseguiría sorprenderme.

Sin venir a cuento, el hombre (al menos eso parecía por su voz) lanzó hacia atrás la calavera haciendo que esta hiciese un sonido seco al chochar contra la hierba. El hombre miró a nuestras armas y empezó a reír a carcajada limpia.

—¡Ya era hora de que aparecierais! —se quejó el extraño individuo bajándose del seto tras permanecer sentado para así no hacerse daño al caer. El hombre quedó enfrente nuestro—. Os llevaba esperando demasiado, ¿sabéis? ¡Tres días! ¡Un poco más y esa gorda me volvía a cortar mi gordo cuello! Venga, necesito seres bailarines más fuertes. Los que me habéis dado son pocos para conquistar este país —nos apuró. ¿Seres bailarines? Lo primero que se me pasó por la cabeza fue el cartel que nos había metido en aquel embroyo. Aquella persona... ¿Podría ser el famoso Hein y lo que esperaba de nosotros eran "criaturas negras"? ¿Sincorazón?

Aquel ser se inclinó hacia nosotros para mirarnos de cerca (¿se podía ver con tan solo unas cuencas vacías?) De pronto, se echó hacia atrás, casi chocando contra la pared y agarró la capa haciéndola hondear de manera un tanto dramática.


—¿¡Quiénes sois vosotros!? —quiso saber tembloroso—. ¿Espías de la Reina? ¡Pues jamás atraparéis a Hein! ¡Matadles, mi admirable ejército! —eso quería decir que no me equivocaba en lo que refería a la identidad de aquel ser. Un momento... ¿ejército? Por un momento me temí lo peor, aquellas criaturas negras que mencionaba en el cartel... Imaginé una horda de sincorazón como las de Mundo Inexistente, una horda que esperaba no encontrarme en mucho tiempo.

El hombre saltó hacia atrás con un doble salto pasando sin problema sobre el seto haciendo que lo perdieramos de vista. Esperé en silencio cualquier sonido, cualquier cosa que se moviera. Algo, lo que fuese. Sin embargo, solo una mísera sombra de aspecto débil apareció donde él había estado segundos atrás. Por un momento estuve por reírme. ¿De verdad pensaba que una simple sombra podría con nosotros?

Ni siquiera merecía la pena eliminarla aunque pensándolo bien... Aquel era nuestro trabajo.

—¡C…cuidado! —exclamó con miedo Fran lo que me hizo pensar que nunca antes había visto uno teniéndo en cuenta que aquel tipo de sincorazón era de lo más débil, aunque podía dar problemas si se metía en el suelo.

Asesté un tajo rápido con el que esperaba poder eliminar aquel ser de un solo movimiento, aunque podría enlazar otro más en caso de que no fuera así.

Pasase lo que pasase, al final sería eliminada y por tanto podríamos escoger sin problema un camino.

—Deberíamos separarnos para poder ver más camino —pensé en alto—. Id juntos si queréis, yo iré por este lado —señalé al camino de la izquierda.

[Hitori]

Los tres aprendices lograron escabullirse y salir del juzgado. Al llegar a una especie de laberinto, una barrera se levantó tras ellos, impidiendo el paso. Parecían estar al fin a salvo.

Hitori suspiró y, tras recuperar el aliento por completo, observó aquel extraño laberinto. Las paredes, hechas con setos, no eran demasiado altas y, sin duda, podría saltarlas sin esfuerzo. Por otra parte, había dos caminos en aquel lugar: uno por la izquierda y otro por la derecha. Tomarlos podría ser peligroso, ya que sería muy fácil perderse en un lugar así.

Cuando Hitori iba a proponer ir por encima de los setos, los aprendices vieron un extraño personaje encima de ellos.

—¡Mis ilustres invitados! —se dirigió a ellos, con una curiosa forma de hablar y un acento igual de peculiar.

El joven pudo ver bien a aquella persona... que no era una persona, sino un esqueleto. Resultaba algo siniestro, pero cómico a la vez. Vestía un traje de vivos colores: rojo, amarillo, violeta... así como elegantes florituras y encajes, y una capa de color blanco. En su mano, tenía una calavera, la cual tiró antes de observar a los chicos y reír a carcajadas.

—¡Ya era hora de que aparecierais! —Hitori ladeó la cabeza, sin saber a qué se refería—. Os llevaba esperando demasiado, ¿sabéis? ¡Tres días! ¡Un poco más y esa gorda me volvía a cortar mi gordo cuello! Venga, necesito seres bailarines más fuertes. Los que me habéis dado son pocos para conquistar este país.

—¿Bailarines? —preguntó Hitori. Se hizo el silencio, mientras el curioso personaje los miraba más a fondo, antes de sorprenderse.

—¿¡Quiénes sois vosotros!? —parecía haberse dado cuenta de su confusión—. ¿Espías de la Reina? ¡Pues jamás atraparéis a Hein! ¡Matadles, mi admirable ejército!

—¿Tú eres Hein...? —sin llegar a recibir respuesta, el esqueleto dio un salto hacia atrás y desapareció de la vista de los chicos. Al mismo tiempo, una Sombra apareció.

—¡C…cuidado! —exclamó Fran. Sin embargo, aquel sincorazón no era para nada fuerte. Ragun se encargó de él y, acto seguido, decidió por dónde iba a ir.

—Deberíamos separarnos para poder ver más camino. Id juntos si queréis, yo iré por este lado —el chico señaló el camino de la izquierda, y se fue por él.

—Ten cuidado... —le dijo Hitori, algo preocupado—. Bueno, entonces yo iré por la derecha.

[Quico]

— ¡C…cuidado! — grité asustado mirando al sincorazón. Ese no parecía gran cosa, pero al ser yo un neófito en luchar contra estas criaturas, no pude aguantar mi miedo.

En un principio invoqué la Llave Espada para darle muerte cual cucaracha, pero no sabía lo que pasaría después, así que me quedé paralizado, sin hacer nada, expectante al siguiente movimiento del bicho.

Como dije antes, no parecía gran cosa, y tenía razón. Ragun se hizo cargo de él de inmediato y de un solo tajo acabó con él. O era muy fuerte o el sincorazón no era gran cosa.

Ya aliviado le di las gracias a Ragun por lo que había hecho, aunque tampoco pareció interesarse mucho:

—Deberíamos separarnos para poder ver más camino. Id juntos, si queréis, yo iré por este lado— dijo señalando la ruta de la izquierda.

—Ten cuidado... — se dirigió Hitori a Ragun—. Bueno, entonces yo iré por la derecha.

—Yo voy contigo entonces— le dije a Hitori—. No creo que pueda (ni me atreva) ir a por Hein directamente así que...

Cogimos el camino de la derecha, que inmediatamente giró a la izquierda, en dirección a donde había escapado el esqueleto. ¿Dónde estaría ahora?

[Soul Artist]

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¡Aviso!

Os estáis adentrando en el laberinto, con todo lo que significa. ¿Y qué significa? Que es un laberinto, habrá que elegir caminos que tomar... Y además, para que sea más divertido, he colocado en él una serie de tesoros y Sincorazón. La localización de estos, así como el diseño del laberinto, lo he creado de antemano pero, por supuesto, no os la daré. Demonios, es un laberinto. A ver si hay suerte y recorréis el mismo camino varias veces xD

Recordad que podéis usar Doble Salto, si lo tenéis (ejem, Fran no) para saltar en cualquier momento uno de los setos y aparecer en un sitio completamente nuevo. Igual os encontráis alguna sorpresa y todo...

Buena suerte con los premios... Y los Sincorazón.

Por cierto: santa rita rita, lo que uno se encuentra no se quita. Si encontráis entre dos un cofre lo de su interior se duplicará para ambos, pero si lo encuentra uno solo, será su único dueño.

Hitori & Fran
Los dos jóvenes decidieron afrontar juntos el camino del laberinto, con los peligros que podía conllevar. Fueron por la derecha para encontrarse con una pared que les obligaba a doblar hacia la izquierda, y a apenas dos pasos, de nuevo a la izquierda. Poco tardaron en encontrarse con un nuevo seto que les obligaba a ir hacia la derecha... Pero al girarse hacia allí, vieron un nuevo camino a su derecha nuevamente.

Podían ir de frente o por la derecha. O separarse nuevamente.

* * *

Ragun
El camino para el otro aprendiz fue prácticamente idéntico. Fue por el camino izquierdo, lo que le obligó a tirar a la derecha en cuanto se encontró con la pared, de nuevo a la derecha a apenas dos pasos, a la izquierda en el seto y nuevamente la izquierda.

A unos cuantos metros se encontró con un nuevo desdoble. Podía marchar por la izquierda, donde le tocaría doblar a la derecha al cabo de unos cuantos pasos, o por la derecha, donde también le tocaría doblar hacia la derecha antes o después.

Pero antes de que el joven pudiese decidir, una figura nueva apareció frente a él con un salto, surgiendo de los setos que tenía a lo lejos a su derecha. Una joven de alrededor de 16 años apareció, vestida con un vestidito corto color verse suave. Unas medias blancas cubrían sus piernas, bajando hasta unos zapatitos dorados que hacían juego con su cabello rubio, cubierto por lo que parecía ser una gran boina amarilla.

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La mujer dio unos pasos hasta aproximarse a Ragun, llevándose la mano a la nuca mientras se estiraba. Le sonreía de oreja a oreja, intentando aparentemente mostrarse amable con el muchacho.

—¡Holaaa! —saludó la mujer energéticamente, alzándole la mano al muchacho—. ¿Qué tal? ¿Perdido por el laberinto?

La mujer ladeó la cabeza, contenta por haberse encontrado con alguien por allí. Se llevó las manos a la espalda y comenzó a balancearse hacia atrás y hacia adelante, sin apartar la vista de Ragun, como si fuese un objeto de estudio interesante.

—¿Cómo te llamas? No eres de por aquí, ¿verdad? Claro que no, o tendrías tu cabeza a unos cuantos metros de tu cuerpo —señaló la mujer, haciendo referencia a las sentencias de la Reina de Corazones—. Si es que esa gorda vieja y fea... ¡Habría que darle una lección! ¿No te parece?

[Sombra]

El camino acabó pronto obligándome a ir hacia la derecha y a la derecha otra vez más girando por donde el seto separaba ambos caminos. No tardé ni un poco en tener que ir girar a la izquierda otras dos veces lo que significaba que el camino que había cogido estaba dando vueltas estúpidas e innecesarias. ¿Con qué objetivo? Aquella pregunta escapaba a mis conocimientos. ¿Para qué servía aquel tipo de lugar? ¿Podría servir para proteger algo oculto?

Fue entonces cuando vi posibilidades de escoger un camino u otro. "Lo mejor en un laberinto es poner la mano en una de las paredes y caminar sin separar la mano de esta para tarde o temprano salir de allí" había aprendido de un libro por lo que estuve a punto de coger el primer camino a la izquierda con tal de hacer aquello que tenía pensado. Sin embargo, algo me impidió aquello.

Una chica rubia de apariencia más joven que yo apareció frente a mí al haber utilizado un Doble Salto para poder pasar un seto que quedaba a un lado. El ligero vestido de color verde que llevaba era realmente extraño, casi me recordó a uno de aquellos sincorazón que parecían campanillas de color verde. En sus piernas llevaba unas largas medias que le cubrían hasta cerca de las íngles, justo donde acababa su corto vestido. A juego con su cabello dorado llevaba unos zapatos amarillos con tacón. Por último, sobre su cabeza llevaba un abombado sombrero que me recordó a uno de los bollos de crema de Tierra de Partida que Higashizawa nos daba durante los desayunos.

La chica rubia se acercó un poco a mí e hizo un gesto para estirarse sin quitar una amplia sonrisa de su cara mostrando lo que parecía ser cierta simpatía o tranquilidad.


—¡Holaaa! —saludó feliz mientras levantaba la mano con énfasis—. ¿Qué tal? ¿Perdido por el laberinto?

—Ah, esto... Bien. Y bueno, no estoy perdido en realidad —expliqué mientras se movía para analizarme de una manera un tanto cómica.

—¿Cómo te llamas? No eres de por aquí, ¿verdad? Claro que no, o tendrías tu cabeza a unos cuantos metros de tu cuerpo —no pude evitar recordar a aquella fofa mujer que antes había buscado nuestra muerte—. Si es que esa gorda vieja y fea... ¡Habría que darle una lección! ¿No te parece?

—Me llamo Ragun. Y sí, soy de lejos como bien has deducido —afirmé las palabras de la chica—. Y sobre esa reina... Creo que tienes razón. No me ha gustado mucho que quisiese matarnos por leer un simple cartel. Con razón Hein está cansado de ella.

No pude evitar pensar en las palabras del esqueleto. Parecía estar esperando algo o a alguien para que le diese más sincorazón... ¿Qué significaba aquello? Podría ser que... ¿Y si había traficantes involucrados? Me sorprendía que en El Gremio no diesen un aviso, pero había visto como convocaba un sincorazón. Lo cual quería decir... Que era cierto que de algún modo alguien se los había dado. Pero nuestra misión no era esa, tenía que escribir un informe sobre sus habitantes. Era de vital importancia poner en sobreaviso a todos los de Tierra de Partida para que cuando fueran evitasen acercarse a esa tal Reina de Corazones.

No creo que a mucha gente le agradase perder la cabeza. Lo que me recordó...

El maestro Akio, antes de salir nos había dicho algo "Perderéis la cabeza por ella". ¿Se refería a la reina? ¿Por qué no nos había avisado si sabía de antemano aquello?

Dejé de sumergirme en mis pensamientos para preguntar algo que debía hacer hecho antes.

—¿Y tú? ¿Cómo te llamas? —le pregunté el nombre a la muchacha—. ¿Por qué aseguras que no tendríamos ya cabeza? Se supone que eres de por aquí, ¿no? Quiero decir... Afirmas que no tendría ya mi cabeza, en cambio tú la tienes en su sitio. Me pareció raro.

[Hitori]

Hitori y Fran tomaron juntos el camino de la derecha, separándose de Ragun. El laberinto parecía bastante grande y peligroso, pero Hitori contaba con la ventaja de poder pasar por encima cuando quisiese. No obstante, desconocía si su compañero sería capaz de hacer lo mismo...

El camino que tomaron parecía dar vueltas. Giraron a la izquierda y, a pocos pasos, de nuevo a la izquierda. Hitori se percató de que si hubiese otro camino a la izquierda, llegarían al punto de donde habían salido. Pero no era el caso. Sólo había dos caminos: uno que seguía hacia delante y otro a la derecha. El aprendiz pensó durante un momento y se hizo un mapa en la cabeza. Ir hacia al derecha suponía adentrarse más en el laberinto, acabando eventualmente en el centro. En cambio, ir hacia delante sería como ir a uno de los laterales.

Antes de decidir nada, el chico invocó su Llave Espada y, con ella, hizo un corte en un seto, con la esperanza de que quedase una marca que sirviese para guiarlos en caso de andar en círculos. El chico permaneció con el arma en la mano, por si las moscas.

—Si nos perdemos... esta marca nos indicará que ya hemos estado aquí —informó, mirando la marca—. Lo mejor será que vayamos haciendo marcas en cada bifurcación.

Acto seguido, el chico se acercó al camino de la derecha, en señal de que él iría por ahí.

—Um... yo voy por aquí —dijo, todavía algo indeciso—. ¿Qué harás tú?

[Quico]

Hitori y yo tomamos el camino del laberinto que iba por la derecha. Este giró a la izquierda, e inmediatamente volvió a girar a la izquierda. Un poco después había otro seto, pero que esta vez nos llevaba hacia la derecha. Entonces, justo un poco más adelante, se mostraba la primera dificultad del camino, una bifurcación. Podíamos elegir entre seguir hacia delante o girar a la derecha.

Empecé a pensar en cuál sería nuestro próximo movimiento, si separarnos o seguir yendo juntos por un camino, aunque seguramente preferiría la segunda, el laberinto con Hein pululando por ahí me daba bastante miedo.

Entonces mi compañero invocó su Llave Espada de repente y dio un tajo al seto que tenía a su lado, haciendo una incisión en este. Suponía que hizo eso para marcar el camino y no perdernos.

—Si nos perdemos... esta marca nos indicará que ya hemos estado aquí. Lo mejor será que vayamos haciendo marcas en cada bifurcación.

—Vale, es una buena idea. Aunque espero no perderme…

Hitori se fue directo al camino de la derecha, como queriendo ir hacia ese lado:

—Um... yo voy por aquí. ¿Qué harás tú?

Aún no lo tenía claro, a mi verdadero yo no le gustaba la idea de ir solo por ahí, pero mi alter ego prefería que fuera solo por el camino que seguía al frente. Me encontraba muy confundido y un poco mareado, el tal SetonciOS me obligaba a irme por mi cuenta, pero mi voluntad intentaba esquivar esa respuesta. Al final, me doblegué a él, cansado, y respondí a Hitori:

—Iré por mi cuenta, gracias por preguntar.

Y seguí mi camino a regañadientes hacia delante mientras oía una risita mecánica en mi cabeza.

[Soul Artist]

Hitori
Al poco de girar hacia la derecha, camino que eligió, tuvo que ir por la izquierda. A otros pocos pasos más le tocó partir hacia la derecha nuevamente, y se encontró una nueva bifurcación: ir por la izquierda o dar unos pocos pasos hacia adelante para ir hacia la derecha.

Un nuevo corte seguramente le ayudaría a no perderse...

* * *

Fran
Fran decidió ir por su cuenta, con todo lo que significaba. Avanzó hacia adelante para sorprenderse conque debía tirar hacia su izquierda, un caminillo hasta otra pared del seto.

Pero antes de llegar al final del pasillo del laberinto, pudo ver cómo una figura caminaba de espaldas a él, dirigiéndose en la misma dirección hacia la que debía ir el chico. Ya casi había llegado al final, por lo que lanzarse con la Llave Espada para un golpe directo era poco aconsejable, pero quizás con algún ataque a distancia...

* * *

Ragun
—¡Bah! Si sabes esquivar a la gorda puerca puedes sobrevivir el tiempo suficiente para echar unas cuantas partidas al parchís. ¡Eh! ¿Quieres jugar conmigo una partida?

La joven parecía hablar en serio sobre jugar a aquel juego de mesa, incluso en aquellas condiciones y en mitad de un laberinto. Observó el camino hacia el que Ragun se había dirigido con anterioridad.

—¡Oh! ¿Ibas a avanzar por el laberinto? No te interrumpo. Venga, vamos —comentó la mujer, sonriéndole al chico.

Avanzaron hacia adelante, como Ragun quería, a la izquierda de su anterior salida. Al llegar al final se encontraron un giro hacia la derecha, pero que llevaba directo hacia otro pasillo a su nueva derecha, siguiendo un camino paralelo al anterior. Lo mismo se encontraron al final del camino: otro pasillo paralelo a su izquierda. La mujer bufó.

—¡Pasillos, pasillos, pasillos! Ya no saben hacer laberintos como los de antes —se quejó, dirigiendo una mirada de reojo hacia los setos—. Esta Reina... ¡Debería dejar el diseño de estas cosas a gente más capacitada! ¡Gente como yo!

Al llegar al final del pasillo, otro pasillo paralelo a la derecha se abrió, levantando una nueva queja de la joven. Pero antes de llegar al final se encontraron un pequeño camino hacia la derecha abierto que les daba la oportunidad de avanzar por allí.

—¡Anda! ¿Hueles eso? —preguntó la chica repentinamente, moviendo su nariz como si estuviese olfateando algo en aquel nuevo camino—. ¡Huele a tesoro! ¡Huele a tesoro! ¡Vamos por allí, vamos!

La decisión, como siempre, era de Ragun...

[Hitori]

Hitori continuó solo, dejando atrás a Fran, por el camino de la derecha. Después de unos metros, giró a la izquierda y luego a la derecha de nuevo. Por suerte, el joven sacó su diario y, en una hoja aparte, fue dibujando su percepción del laberinto.

Nuevamente se encontró con una bifurcación. Tras hacer la marca en uno de los setos, se detuvo a reflexionar por dónde ir esta vez.

—Si sigo por la izquierda, hay probabilidades de que me meta en uno de los caminos que Ragun o Fran tomaron —pensó, mirando el mapa—. O... que me encuentre con un callejón sin salida. En cambio...

Hitori caminó por el camino que tenía frente a él, que doblaba hacia la derecha.

—Por aquí puede que me adentre más en el laberinto. Pero es tan enorme...

El chico se cruzó de brazos, pensando. Notó un ligero dolor de cabeza, pero no le prestó atención. No era momento de distraerse, estaba solo y debía decidir qué camino seguir. Después de un rato, marcó en su mapa provisional una línea que seguía de frente, y el joven hizo lo mismo. Tomó el camino que tenía frente a él, que giraba más tarde hacia la derecha.

[Quico]

Seguí solo mi camino hacia delante, mientras veía a Hitori girar a la izquierda antes de desaparecer entre los setos. Aún me estaba preguntando por qué había elegido la opción de quedarme sin compañía el resto del camino.

Apareció un giro a la izquierda que di inmediatamente. Al fijarme en el nuevo camino, vi que había un gran seto que cortaba el camino, era un callejón sin salida. Volví a repetirme por quñe había hecho esa decisión tan extraña.

Fijándome de verdad, observé a alguien se dirigía a ese seto, aunque no llevara a ninguna parte, y que no pareció darse cuenta de mi presencia. Alcé la mano, esperando a un posible ataque del individuo, y me preparé para lanzar un hechizo electro. No le iba a atacar directamente, primero iba a preguntarle quién era, aunque eso me dejara en cierta desventaja.

— ¡¿Q…quién eres tú?! —grité asustado. No me transmitía muy buenas sensaciones.