Tragué saliva, respiré hondo e intenté mover la pierna una vez más, invadido por el miedo. Si la panacea no funcionaba, no sólo habría desperdiciado uno de mis remedios, sino que habría condenado definitivamente mis posibilidades de volver a incorporarme a la batalla, dejando solos a Light y Maya. Tal vez pudieran acabar con Akio y los moguris, pero aun así seguía existiendo la posibilidad de que cayeran derrotados, y nunca me perdonaría eso.
Apreté los dientes y intenté levantar la pierna. Y, para mi sorpresa, ¡reaccionó! ¡logré moverla! No cabía en mí de la sorpresa y la alegría. ¡La última palabra aún no estaba dicha!
Me giré velozmente a pedirle mis pertenencias a Light, para no tardar ni un segundo en reincorporarme a la batalla, pero antes siquiera de poder reaccionar y decir algo quedé paralizado una vez más. No por el impacto de una bola de pintura o por algún golpe, sino por lo que mis ojos vieron. Y es que mi compañero se encontraba tumbado en el suelo, y con el rifle de Mog apuntando a su cabeza.
—¡No os mováis, kupó, o disparo!
Su semblante no parecía albergar dudas. Un movimiento en falso y Light caería, esta vez sin panaceas ni remedios posibles. Y allí estábamos, Maya y yo, mirándolo sin nada que poder hacer.
—¿Sabéis por qué habéis fallado en vuestro camino hasta aquí, kupó? —empezó diciendo el líder de los moguris.— Porque no trabajáis en equipo. Os lo digo por activa y por pasiva siempre, kupó: el trabajo en equipo es lo más importante en las batallas. Todo el castillo ha caído ante mis moguris, y no por ser muchos; hay más aprendices y Maestros, kupó. No, hemos ganado esta guerra porque nos mantenemos unidos. Actuamos en consecuencia a lo que hacen los demás. Ideamos estrategias respecto a cómo trabajamos, kupo.
>>No me importa el dinero, no me importan las mogunueces. Solo quiero que aprendáis la lección, kupó. No trabajáis en equipo. Vais pos libre, y ya luego pensáis qué haréis más tarde viendo los actos de aquellos con quienes os veis obligados a trabajar. Pero no es solo eso. Tenéis que ser una familia, kupó. Una gran familia.
—¿Una lección? ¿Habéis acabado con el castillo entero... para esto? ¿Quiénes... os habéis creído?
Light, inmóvil, intentaba descargar su ira en Mog mientras no podía evitar que una lágrima cayera por su mejilla. Lo observé impotente, sabiendo que cualquier movimiento mío lo condenaría, pero sabedor también de que no quedaba ninguna esperanza para él si no hacía algo rápido.
Una gran, gran familia.
—¿Una gran familia? ¿¡Una gran familia!? ¡¡Tierra de Partida ha sido una gran familia para mi!! Maestro Ronin, Saxor, Guilmon, Maestro Kazuki, Alec... ¡¡Eran una gran familia para mi!! ¡¡Y los habéis matado!! ¡¡No os perdonaré...!!
Y en ese momento, un disparo resonó en toda la sala. Quise gritar el nombre de mi compañero y saltar hacia él, apartar a Mog de un empujón y llegar a tiempo para salvarle la vida y de evitar una baja más. Pero, incluso teniendo tiempo, no habría sido necesario.
Sí, el moguri había disparado su arma. Pero la había disparado hacia Akio, quien se suponía que era su general y que se mostraba tan sorprendido como nosotros.
—¿Qué...?
De pronto, todos los moguris que había pegados a las paredes abrieron también fuego contra el tirano Maestro, que no pudo hacer otra cosa sino correr a esconderse detrás de su trono. No obstante, no fue lo suficientemente rápido como para evitar que una de las balas golpeara en su mano izquierda.
—¡Traidores! ¡No vale! ¡Me jurasteis lealtad!
—No puedes ganar, Akio. Te hemos dado y Higashizawa está vivo. La parálisis puede tardar unos minutos en hacer efecto, pero nunca saldrás impune de aquí, kupó. Has perdido.
¿Higashizawa estaba vivo? ¿Cómo que Higashizawa estaba vivo? Nosotros mismos vimos como el traidor de Flynn, que ahora se encontraba crucificado detrás del trono, se encontraba junto al
—¿Qué quieres decir con que Higashizawa sigue vivo? Flynn le traicionó y lo abatió.
De pronto, sin responder siquiera, se giró hacia nosotros y siguió su discurso
—Siento lo de vuestro amigo, kupó, pero no vi otra alternativa. Os iba a traicionar y debía ganarme la lealtad de Akio. En realidad, este plan viene de largo.
—¿A qué te refieres con que...?
Tanto Light como yo nos disponíamos a pedirle explicaciones sobre lo que nos estaba explicando, pero un iracundo grito de Akio hizo que recordáramos que la batalla no había terminado aún.
—¡Morid!
—¡¡Cuidado!! ¡Cubríos con lo que sea, o huid! —bramó Light—. ¡Axel! ¡Maya! ¿Estáis bien?
Decenas de granadas de pintura empezaron a salir de detrás del asiento. No obstante, no todas explotaban al chocar contra el suelo. Muchas de ellas quedaban intactas durante unos segundos, para después estallar salpicando a todo el que se hallaba a su alrededor. ¡Llevaban un temporizador!
—¡Yo estoy bien, pero tened cuidado! ¡Algunas de las granadas llevan un temporizador, y explotan al cabo de unos segundos!
Aún no había terminado de decir la frase cuando una de ellas cayó justo al lado de Maya. Estaba lo suficientemente cerca como para que no tuviera el tiempo necesario como para apartarse. La miré, poseído por el miedo, asumiendo que su final estaba cerca, cuando un agudo grito rasgó el silencio que la tensión había creado.
—¡Quita, kupó!
Con un enérgico salto, Mog empujó a Maya apartándola de la granada y cayó de bruces sobre ella, intentando parar el impacto con su cuerpo. Corrí hacia él tan veloz como mis piernas me lo permitieron, pero el esfuerzo fue inútil.
Una pequeña explosión proveniente de donde el moguri se hallaba instantes antes retumbó por toda la sala. Mog salió disparado unos centímetros por los aires, aterrizando al lado de la pequeña brujita con el estómago completamente manchado de pintura negra. Akio, aprovechando la distracción, salió de su escondite y bajó por las escaleras, dirigiéndose a la cocina.
—¡Mataré a Higashizawa y no podréis impedírmelo!
Light parecía mostrarse tan sorprendido como yo lo había estado cuando llegué a la misma conclusión que él alcanzaba en ese momento
—¿Higashizawa? Espera... ¿Flynn no había acabado con él antes?
—Me temo que todo este asunto tiene una magnitud mucho más grande de lo que habíamos podido imaginar —le dije a mi compañero.— Y aún nos queda el trozo de camino más importante antes de llegar al fin de la senda
Miré a la puerta que conducía a la cocina, sabiendo que ese era nuestro siguiente destino y que debíamos dirigirnos a él lo más pronto que pudiéramos o sería demasiado tarde. Miré a Mog, apenado e intentando contener las lágrimas. En él quedaba encarnado el espíritu de todos los que habían luchado y caído defendiendo aquello en que creían.
—Impedídselo, kupó... —susurró con su último aliento—. Sois la... Última esperanza de Tierra de Partida. Pero si no trabajáis en equipo, seréis incapaces de derrotarle. Trabajad... En equipo. Trabajad...
Contemplé a mis compañeros. Light parecía estar tan apenado como yo, sufriendo internamente como aún no habíamos sufrido en aquella guerra.
—Tenemos... que hacerlo. Por todas las personas que han sido victima de esta vil guerra
Entonces, me tendió el escudo y la granada que le había dado antes de recuperarme del impacto. Le miré a los ojos y asentí, aprobando su plan. Debíamos de dar la cara por todos aquellos que habían caído. Por Mog, por Ronin, por el Aprendiz de la biblioteca. Por todos y cada uno de ellos.
—Vamos a las cocinas, rápido. Creo... que tengo un plan, os lo contaré por el camino. Creedme. Tenemos un arma muy poderosa con nosotros... se trata de algo que Akio no tiene.
—Vamos, compañero —respondí, haciendo especial énfasis en aquella última palabra. Era nuestro deber demostrar que el sacrificio de Mog había servido para algo. —Prepárate, Akio. Esta va a ser la última vez que te dé por sentirte superior a los demás.