[Castillo de Bestia] ¿Es ella?

[A Nerd Girl]

Dentro de aquel cofre había una poción, había oido hablar de ellas... Curaban a quien se las tomase. Muy util, en verdad... Me alegré de encontrar algo que sirviese para una proxima lucha.

-Es un honor poder servirle para iluminar la oscuridad, mi lady -¿Eh? ¿¡Alguién!? -¿Puedo decirle que es muy hermosa a la luz de mis velas?-

No tenía una sombra que se proyectase ni nadie detras de mi ... Solo estaba yo... El miedo se apoderaba de mi, ¿un fantasma? ¿Un ser invisible? ¿Un objeto? Di vuelta al candelabro, con una cara llena de miedo, pude ver que poseía rostro...

Boca, ojos... Nariz... Me estremecí. Estaba muerta de miedo... ¿¡QUÉ ES ESTE LUGAR!? Grité lo más fuerte posible... ¡Los objetos tenian vida!

-¡Lumiére, nunca me haces caso! ¡Como el amo se entere de esto...! -El reloj se había movido solo hasta donde estaba yo...-Le ruego que nos disculpe, madame.-

-No pa-pasa na-nada....-Tartamudeé, esta llena de miedo, no podía moverme del sitio... ¿Dónde está Xefil? ¿Estará bien? Quiero que venga... tengo miedo...

-¡Oh, vamos Ding-Dong! ¡Si el amo es el que estará más contento de verla aquí! ¡Ella ha venido a romper el hechizo!-

-¿El he-hechizo? ¿Qué que-quereis decir? ¡Yo so-solo vine a investigar!- ¿Romper un hechizo? ¿Yo? Ni en broma... yo no podía... Mi cuerpo temblaba de pavor, ¡Estaba hablando con un reloj y un candelabro!

[EspeYuna]

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Fecha límite: Lunes, 22 de Octubre
Fuera de plazo: Zee (Xefil) [1/3] -> Esta vez no me has avisado de tu ausencia :S

El candelabro pareció triste tras las palabras de Mei.

—¿Ves, Lumiére? ¡Tendrías que haberme hecho caso! ¡Pero nunca me escuchas! —reprimió el reloj viviente.

—Oh, mon dieu! —exclamó Lumiére, saltando de la mano de Mei hacia el suelo. Decantaba haber perdido la ilusión, pero no por ello los respetos hacia la joven—. Madame, hace frío, ¿por qué no se sienta con nosotros al calor de la chimenea? ¿No le gustaría.. conocer nuestra historia?

—¡¡Lumiére!! ¡Te lo prohíbo! —exclamó de nuevo su compañero "hechizado", tapándole la boca. Pero Lumiére respondió colocando sus "manos" bajo las suyas, haciendo que el pobre reloj saltase del sitio, sobresaltado— ¡Ay, ay, ay, queeema!

—No la vamos a dejar con la intriga, Ding-Dong —explicó, guiando a Mei hacia un cómodo sillón que se encontraba frente a la confortable chimenea—. Siéntese, madame, siéntese.

>> Le voy a contar una historia. Trata de un príncipe, una bruja... y un poderoso hechizo.

—¡En el sillón del amo nooo! —gritaba Ding-Dong, intentando detener los pies de Mei.

¿Qué debía hacer la aprendiz? En realidad, aquellos seres mágicos le iban a hablar sobre un hechizo, puede que la maldición de la que los Maestros les habían encomendado su búsqueda de información. Y además, Mei, si era muy curiosa por la maquinaria, podría resultar tentador el comprender cómo un reloj podía hablar y gesticular como una persona.

Por otro lado, se había separado de Xefil. ¿Sería buena idea ir a buscarle, o quedarse a escuchar la historia antes?

[A Nerd Girl]

Tras haberle dicho mis intenciones en aquel lugar, pude ver como el candelabro que todavía sostenía en mi mano se había deprimido un poco. Seguramente se había echo muchas ilusiones seguramente.

-¿Ves, Lumiére? ¡Tendrías que haberme hecho caso! ¡Pero nunca me escuchas!-

El reloj trató de hacerle entrar en razón. Seguramente por que no quería mantener seguir hablando.

-Oh, mon dieu! -El candelabro exclamó.- Madame, hace frío, ¿por qué no se sienta con nosotros al calor de la chimenea? ¿No le gustaría.. conocer nuestra historia?-

Estaba ya algo acostumbrada al frío, vivía en una montaña. Aunque la tentación de conocer la historia de estos "objetos vivientes" era muy grande.

-¡¡Lumiére!! ¡Te lo prohíbo! -El candelabro llamado Lumiére trató de quitarse la "mano" de la boca cuando el reloj Ding-Dong trataba de hacerle callar.- ¡Ay, ay, ay, queeema!-

¿Qué es lo que oculta? ¿Qué era lo que les había pasado? Aquella maldición de la que dijo la Maestra Nanashi... ¿Estaba relacionada con la historia que pensaba contarme Lumiére?

-No la vamos a dejar con la intriga, Ding-Dong- Suspiré aliviada, quizás sea posible conocer la historia detras de estos dos curiosos seres.-. Siéntese, madame, siéntese. -

>> Le voy a contar una historia. Trata de un príncipe, una bruja... y un poderoso hechizo.

-¡En el sillón del amo nooo!- Gritó el reloj, yo por mi parte ignoré lo que decía.

Y así, sentada me dió algo de curiosidad, pude ver un reloj que hablaba. ¡Un reloj! ¿Como será por dentro? Aunque ahora lo principal era, ¿Estarán, el Maestro y Xefil, bien?

[Zee]

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No quiero una tercera ausencia, así que actualizo desde el móvil. Es mejor a nada.

Creí por un momento que se me invitaba a pasar al interior de aquella habitación, pues la puerta cedió a mi leve contacto, como si alguien la hubiese abierto en ese preciso instante o como si esperase entreabierta desde un principio. De una u otra manera, decidí aceptar ese gesto como una invitación a pasar.

Pero cuán sorprendido me hallé al encontrarme, por segunda vez en el día, con una habitación vacía.

— ¿Qué...? ¿Ho-hola...? —llamé, sin duda nervioso por hallarme en tan curiosa situacion. Frente a mí, los bien adornados aposentos de alguna respetable dama noble, perfectamente arreglados, y pulcrísimos. Indudablemente, algo que no se vería en un castillo abandonado.

Y sin embargo, vacíos.

Estuve a punto de dar la media vuelta, decidido a buscar a Mei finalmente, cuando mi nariz captó un olor peculiar:

—¿Té?

Sorprendentemente (y, cabe decir, otorgándome otra razón más para pensar que aquel sitio todavía alojaba vida), una tetera y una taza a juego esperaban en una mesa, acompañadas por unas cuantas galletas.

Un bonito gesto para los invitados, pero podra haber sido mejor si alguien más estuviese para acompañarlos.

Decidido a buscar a mi compañera, pero negando la posibilidad de que algo tan bien preparado (uno podría asumirlo por el olor) fuese desperdiciado, tomé un par de galletas y me dispuse a servirme apresuradamente una taza de té; la cual, para no perder tiempo, me llevaría conmigo mientras volvía sobre mis pasos.

[EspeYuna]

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Fecha límite: Domingo, 28 de Octubre
Fuera de plazo: Zee (Xefil) [1/3]

El joven aprendiz se sirvió una taza de té, volviendo sobre sus pasos para buscar a Mei. Pero algo inesperado y realmente asombroso sucedió cuando Xefil se llevó la taza rota a sus labios.

—¡Je, je, je! ¡Haces cosquillas!

Xefil observaría, seguramente confuso y asustado, cómo la taza de té disponía de dos ojos y una boca. Su nariz parecía ser el extremo por dónde se agarraba, y su voz era cristalina, la de un niño pequeño. Una voz que el muchacho reconocería como la que escuchó en la habitación que había abandonado hace unos instantes.

—¡Hacía mucho tiempo que nadie bebía té! —exclamó la tacita, brincando sobre la mano de Xefil— ¡Me llamo Chip! ¿Y tú? ¿Has venido con la muchacha que está en el castillo? ¡Seguro que ha venido a deshacer el conjuro!

Una vez que Xefil pudo presentarse y, si acaso, preguntar sobre el supuesto hechizo, la tacita saltó de la mano de Xefil y bajó por las escaleras que llevaban al oscuro recibidor donde poco antes el aprendiz había estado con Mei y el Maestro Ronin.

—¡Vamos, vamos! ¡Tengo que buscar a Lumiére y a Ding-Dong para darles la noticia..! ¡Mamá no me creía, pero es verdad! ¡Hay una muchacha en el castillo!

Xefil no tendría otra opción que seguir a la pequeña y encantadora taza viviente para terminar ante una puerta entreabierta del recibidor: la calidez de una fogata iluminaba la estancia. Y, en el sillón que presidía aquella sala tan reconfortante, se encontraría con Mei.

Frente a ella, Xefil pudo percatar la presencia de otros seres mágicos: un reloj, y un candelabro, quien parecía comenzar a relatar una historia:

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—Érase una vez, en un país lejano, un joven príncipe que vivía en un resplandeciente castillo. A pesar de tener todo lo que podía desear, el príncipe era egoísta, déspota, y concentido...

>>Pero, una noche de invierno llegó al castillo una anciana mendiga, y le ofreció una simple rosa a cambio de cobijarse del horrible frío. Repugnado por su desagradable aspecto, el príncipe despreció el regalo y expulsó de allí a la anciana. Pero ella le advirtió que no se dejara engañar las apariencias, porque la belleza se encuentra en el interior.

>>>Y cuando volvió a rechazarla, la fealdad de la anciana desapareció, dando paso a una bellísima hechicera. El príncipe trató de disculparse, pero era demasiado tarde, pues ella ya había visto que en su corazón no había amor. Y como castigo, lo transformó en una horrible bestia y lanzó un poderoso hechizo sobre el castillo y sobre todos los que allí vivían. Avergonzado por su aspecto, el monstruo se encerró en el interior de su castillo, con un espejo mágico como única ventana al mundo exterior. La rosa que ella le había ofrecido era en realidad una rosa encantada que seguiría fresca hasta que él cumpliera veintiún años. Si era capaz de aprender a amar a una mujer y ganarse a cambio su amor antes de que cayera el último pétalo, entonces se desharía el hechizo. Si no, permanecería condenado a seguir siendo una bestia para siempre. Al pasar los años, comenzó a impacientarse y perdió toda esperanza.

Pues, ¿quién iba a ser capaz de amar a una bestia?

Tras que Lumiére parase de contar tan impactante historia, Ding-Dong agachó su cabeza, entristecido.

Chip se acercó a Lumiére, exclamando alegre que habían encontrado a la muchacha. Sin embargo, tras que Lumiére le contara que las intenciones de Mei no eran las que ellos creían, también entristeció.

El silencio irrumpió en la sala, amortiguado por el crujir de la madera al fundirse con las chispas del fuego que lo consumía.

Era el momento perfecto para que Xefil y Mei hiciesen preguntas a los habitantes del castillo.

[A Nerd Girl]

Sentí pasos, detrás mio, estaba sentada en el aquel cómodo asiento, me daba pereza ver quien era. El candelabro al parecer vio que podía empezar a relatar la historia de este extraño lugar.

—Érase una vez, en un país lejano, un joven príncipe que vivía en un resplandeciente castillo. A pesar de tener todo lo que podía desear, el príncipe era egoísta, déspota, y consentido...

>>Pero, una noche de invierno llegó al castillo una anciana mendiga, y le ofreció una simple rosa a cambio de cobijarse del horrible frío. Repugnado por su desagradable aspecto, el príncipe despreció el regalo y expulsó de allí a la anciana. Pero ella le advirtió que no se dejara engañar las apariencias, porque la belleza se encuentra en el interior.

>>>Y cuando volvió a rechazarla, la fealdad de la anciana desapareció, dando paso a una bellísima hechicera. El príncipe trató de disculparse, pero era demasiado tarde, pues ella ya había visto que en su corazón no había amor. Y como castigo, lo transformó en una horrible bestia y lanzó un poderoso hechizo sobre el castillo y sobre todos los que allí vivían. Avergonzado por su aspecto, el monstruo se encerró en el interior de su castillo, con un espejo mágico como única ventana al mundo exterior. La rosa que ella le había ofrecido era en realidad una rosa encantada que seguiría fresca hasta que él cumpliera veintiún años. Si era capaz de aprender a amar a una mujer y ganarse a cambio su amor antes de que cayera el último pétalo, entonces se desharía el hechizo. Si no, permanecería condenado a seguir siendo una bestia para siempre. Al pasar los años, comenzó a impacientarse y perdió toda esperanza.
Pues, ¿quién iba a ser capaz de amar a una bestia?

La historia era algo triste, solo por su orgullo y soberbia aquel príncipe se ha vuelto en una… bestia. Miré ya por fin a la persona que estaba, era Xefil. Le sonreí de forma un poco tonta.

Una taza viviente le acompañaba. Parecía alegre y su voz era como la de un niño. ¿También había niños en el castillo? Miré algo arrepentida, yo no sirvo para eso. Miré a mi compañero y me levanté evitando dar a los residentes de aquel castillo maldito. Me acerqué a él y le susurré.

- Siento haberme separado. - Me disculpé, al fin y al cabo yo me separé sin avisarle.

El entusiasmo de la tacita se la llevó la realidad, yo no vine a romper ningún hechizo. Suspiré, ¿Qué le vamos a hacer? Miré algo culpable, yo no podía hacer nada ni vine para eso. Entoncés me acordé del Maestro Ronin, no estaba aquí... ¿Seguirá investigando?

-Una duda, ¿que hay subiendo las escaleras de la izquierda?-

Solo esperaba que no le pasase nada a Ronin, por que si Xefil fué por el otro lado y no parecía haber visto a la bestia... Quizá el Maestro se haya topado con ella.

[Zee]

—¡Je, je, je! ¡Haces cosquillas!

—¡Gah!

El grito que escapó de mis labios, estuve seguro, tuvo que haber sido escuchado por Mei; por el Maestro Ronin, incluso. La sorpresa que me llevé es indescriptible: me hizo retroceder de un salto, aunque no sin antes apartar la taza de mis labios y por poco arrojarla a la mesa. Al final, por miedo a romperla, decidí no soltarla, aunque lo sujeté tan lejos como mi brazo me lo permitía.

¡Había hablado! ¡La taza había hablado! Y no sólo eso: tenía ojos, nariz, boca... ¡Y se movía! ¡Saltaba en mi mano!

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—¡Hacía mucho tiempo que nadie bebía té! —señaló, dando brinquitos en la palma de mi mano. Aparentemente, no notaba el susto que me había metido, por lo que siguió hablando con su infantil voz—: ¡Me llamo Chip! ¿Y tú? ¿Has venido con la muchacha que está en el castillo? ¡Seguro que ha venido a deshacer el conjuro!

—Soy... soy Xefil —balbuceé. De alguna manera, logré aplacar mi garganta, aunque no mi agitado corazón y mis temblantes manos, por lo que continué hablando—: Y sí, he venido acompañado de una chica. ¿Pero a qué te refieres cuando dices que deshará el conjuro?

A manera de respuesta, Chip bajó de mi mano de un salto (para mi sorpresa, sin romperse en pedazos) y echó a "andar" por donde yo mismo había venido.

—¡Vamos, vamos! ¡Tengo que buscar a Lumiére y a Ding-Dong para darles la noticia..! ¡Mamá no me creía, pero es verdad! ¡Hay una muchacha en el castillo!

¿"Mamá"?

Antes de seguir a Chip, miré a la tetera con curiosidad. Quería llevarla conmigo, por si las dudas... pero descarté la idea pensando que, si ella no estaba viva como la taza, sería una situación bastante incómoda. Además, Chip se alejaba a una velocidad que parecía demasiada para alguien que medía lo mismo que mi puño y no tenía piernas.

Finalmente, ambos volvimos al recibidor, donde nuestra incursión había comenzado. Para mi sorpresa, Chip me guió hasta una puerta que antes no había estado abierta, iluminada por la danzarina luz de un fuego. Siguiendo a la mágica tacita, entré.

Mei se hallaba allí y, convenientemente, acompañada por un reloj y un candelabro que también parecían estar vivos. La chica se hallaba sentada en un sillón que parecía ser bastante cómodo, y miraba con atención a dicho candelabro, pues parecía estar a punto de decir algo.

—Érase una vez, en un país lejano, un joven príncipe que vivía en un resplandeciente castillo. A pesar de tener todo lo que podía desear, el príncipe era egoísta, déspota, y concentido...

Cuando me di cuenta que la "criatura" se hallaba relatando una historia, me senté con las piernas cruzadas sobre el suelo, escuchando con atención. Tenía la impresión de que aquella estaría bastante relacionado con el encantamiento que debíamos investigar, por lo que decidí ponerme cómodo. Además, así no tendría que mirar a los tres objetos mágicos desde tan arriba.

—Pero, una noche de invierno llegó al castillo una anciana mendiga, y le ofreció una simple rosa a cambio de cobijarse del horrible frío. Repugnado por su desagradable aspecto, el príncipe despreció el regalo y expulsó de allí a la anciana. Pero ella le advirtió que no se dejara engañar las apariencias, porque la belleza se encuentra en el interior.

>>>Y cuando volvió a rechazarla, la fealdad de la anciana desapareció, dando paso a una bellísima hechicera. El príncipe trató de disculparse, pero era demasiado tarde, pues ella ya había visto que en su corazón no había amor. Y como castigo, lo transformó en una horrible bestia y lanzó un poderoso hechizo sobre el castillo y sobre todos los que allí vivían. Avergonzado por su aspecto, el monstruo se encerró en el interior de su castillo, con un espejo mágico como única ventana al mundo exterior. La rosa que ella le había ofrecido era en realidad una rosa encantada que seguiría fresca hasta que él cumpliera veintiún años. Si era capaz de aprender a amar a una mujer y ganarse a cambio su amor antes de que cayera el último pétalo, entonces se desharía el hechizo. Si no, permanecería condenado a seguir siendo una bestia para siempre. Al pasar los años, comenzó a impacientarse y perdió toda esperanza.

Pues, ¿quién iba a ser capaz de amar a una bestia?

Cuando el candelabro terminó, Chip se acercó a él (llamándolo Lumière... "Luz") y señaló que finalmente habían encontrado a la chica que rompería el hechizo. Miré a Mei con curiosidad, pensando qué demonios era lo que había dicho para que la pensaran la salvadora de aquel castillo, cuando Lumière se corrigió: dejó claro que nuestras intenciones no eran las de romper el conjuro. Los tres se quedaron en silencio, entristecidos.

— Siento haberme separado — se disculpó Mei en un murmullo, aunque su voz sonó demasiado estridente en el silencio de aquella habitación, roto solamente por el crepitar del fuego.

—Descuida. Sin ti, no los hubiéramos encontrado

—Una duda, ¿qué hay subiendo las escaleras de la izquierda?

—¿La habitación de Chip...? —señalé a la tacita, a la par que me ponía de pie—. Al menos allí me lo encontré.

Me pregunté qué rayos habría pasado con el té que había servido en él y que, al final, ni siquiera pude beber. ¿Lo habría derramado en el camino? Con tantos saltitos, seguro que así había sido.

—Trágica historia, monsieur Lumière. Me da usted razones de creer que el conjuro de esa bruja es el que aflige a su señor y, de alguna manera, a usted y a sus compañeros también —señalé con la cabeza a Chip y al reloj, que supuse era el tal Ding-Dong que la tacita había mencionado—. Es una pena, sin duda, que Mei no sea... quien esperáis. Pero eso no implica, mi amigo, que no estemos aquí para ayudaros, no, no. ¿Habrá manera alguna de que podamos... reunirnos con vuestro amo?

No estábamos allí para romper el hechizo, pues la bestia debía encontrar el amor de una mujer (y dejar a Mei allí no era una opción), pero podríamos conseguir suficiente información para, tal vez, romperlo de una manera distinta o ganar tiempo para el príncipe. Seguramente ya habría aprendido su lección...

[EspeYuna]

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Fecha límite: Viernes, 2 de Noviembre
Fuera de plazo: Zee (Xefil) [1/3]

—Gracias por sus buenas intenciones, Monsieur Xefil... pero mucho me temo que no hay otra solución —le dijo el candelabro al joven—. Bien lo dijo la hermosa hechicera: sólo el amor de una muchacha podría romper el conjuro.

—¡Lumiére, si realmente quieres agradecerles, lo mejor será que se marchen cuanto antes! —exclamó Ding-Dong, empujando a Lumiére y colocándose frente a los dos aprendices— Disculpad mis modales, pero nuestro amo no es propenso a recibir visitas, y cómo se entere de esto...

—¡Pamplinas, Ding-Dong! Puede que el amo tenga mal genio, pero... ¡Oh, mon dieu!

De repente, unos fuertes golpes hicieron eco en todo el castillo. Las paredes retumbaban en la sala donde Mei, Xefil y los sirvientes encantados se encontraban. Chip se escondió detrás del sillón.

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No he podido encontrar la famosa pieza de banda sonora en la que aparece Bestia... una lástima u_u

—Oh, oh...

Las puertas de la sala se abrieron de golpe, dejando entrar un frío aterrador que apagaría al momento el fuego de la chimenea. Todo estaba oscuro, mas Mei y Xefil pudieron vislumbrar una gigantesca y terrible figura acechando frente a ellos. Una bestia.

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—Aquí hay un intruso.. —rugió el monstruo, acercándose a donde Mei y Xefil se encontraban.

—¡Deje que se lo explique, amo! ¡El frío, se habían perdido en el bosque...! —a Lumiére no le dio tiempo a dar explicaciones, otro rugido resonó de las fauces de aquel ser temible.

—Ruego que me disculpe, amo, pero yo se lo dije. ¿Y me hizo caso? ¡No, no, no! ¡Aaaaah!—la bestia calló también a Ding-Dong, intimidándole con su potente rugido. El pobre reloj se escondió bajo la alfombra de la habitación.

Poco a poco, el mosntruo, andando a cuatro patas, reconoció el olor de Xefil. Sin embargo, no se dio cuenta de la presencia de la pequeña Mei.

—¿¡Qué haces aquí!? —preguntó. Sin embargo, Xefil no tendría tiempo para explicar, al igual que los sirvientes— ¡¡No eres bien recibido!!

La bestia agarró los ropajes de Xefil, alzándolo al aire y mostrando sus afilados y enormes dientes. Cualquiera diría que Xefil podía ser un exquisito bocado.

—¿¡Qué estás mirando!?

>> ¿¡Has venido a ver a la Bestia!?

Antes de que Mei pudiese hacer algo, el monstruo se llevó a Xefil.

*****

—¡Muérete de hambre! —la bestia cargó con Xefil hasta lo que parecían ser los calabozos del castillo. Allí, no dudó en lanzar al joven hacia el interior de una de las mazmorras.

La bestia cerró con llave la celda, observando con profundo odio a su presa. Caminó de un lado a otro. Parecía que algo le "atraía" del joven. ¿Serían los ropajes? ¿Su aspecto? ¿Podría Xefil intentar hacerle entrar en razón? ¿Él sería el príncipe del cuento de hadas?

*****

—¡Qué terrible desgracia! —exclamó Lumiére, mirando a la pobre Mei— Madame, ¿se encuentra bien?

—¡Te lo dije, Lumiére, te lo dije! —regañó Ding-Dong a su compañero, aunque aún seguía temblando por la inesperada entrada de su amo— ¡Se lo habrá llevado a las mazmorras! ¡Pobre muchacho!

—¡Pero hay que hacer algo! —exclamó Chip, preocupado por Xefil.

¿Qué debía hacer Mei? ¿Buscar a Xefil por sí misma? ¿O encontrar al Maestro Ronin?

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Tanto a Mei como a Xefil, cada decisión que toméis repercutirá en el futuro de la trama. ;D

[A Nerd Girl]

No había otra solución, pero yo no podía estar aquí para ayudarles. El reloj, nervioso parecía que quería que nos largáramos del castillo. Hasta que... una bestia apareció.

—Aquí hay un intruso..

La bestia parecía enfadada y yo ya estaba temblando de miedo. Entiendo que cuando viví en el montaña me hubiese asustado cuando me cruzaba con algún que otro animal que estuviese a punto de devorarme, pero nunca sentí tanto pavor.

—¡Deje que se lo explique, amo! ¡El frío, se habían perdido en el bosque...! —¿Amo? ¡No me fastidies! Ahora si que estaba muerta de miedo. Esperaba que Lumière lo calmase pero soltó un rugido que le calló.

—Ruego que me disculpe, amo, pero yo se lo dije. ¿Y me hizo caso? ¡No, no, no! ¡Aaaaah!— También acalló al reloj.

El amo del castillo parecía de muy mal humor, estaba por desmayarme ahí mismo... No notó mi presencia o parecía más bien se fijaba más en Xefil, ¿Habrá hecho algo?

—¿¡Qué haces aquí!? —Replicó a mi compañero— ¡¡No eres bien recibido!!

Le agarró de tal manera, ¡Se lo iba a comer! o eso parecía. Caí al suelo de miedo, miré a Xefil con alguna lagrimilla que salía al sentir tal acontecimiento.

—¿¡Qué estás mirando!?

>> ¿¡Has venido a ver a la Bestia!?

Y se lo llevó, me quedé en silencio... Se lo había llevado a algún lugar.

—¡Qué terrible desgracia! —Dijo el candelabro parlante.— Madame, ¿se encuentra bien?

¿¡Acaso parece que estoy bien!? Estaba sollozando con el susto en el cuerpo y a punto de querer destrozar la sala de lo mal que me sentía. Negué con la cabeza mientras me tapaba la cara con algo de mi pelo para evitar que siguieran viendo mis ojos llorosos a punto de estallar.

—¡Te lo dije, Lumiére, te lo dije! —No hicimos caso a Ding-Dong... ahora no podíamos hacer nada.— ¡Se lo habrá llevado a las mazmorras! ¡Pobre muchacho!

—¡Pero hay que hacer algo!

Estoy sola, ahora en verdad quiero morirme. Xefil fué el primer amigo en mi vida y esa bestia o lo que sea se lo había llevado. Lo habrá encerrado y quizás si no hacía algo, podría ser comida para el amo del castillo. Odio ser débil, odio tener que ser tan débil.

Si no hago algo, será mi culpa.

Ese pensamiento vino a mi mente, debía hacer algo. Me limpié la cara de las gotas de las pocas lágrimas y de las que estaban casi por salir. me puse bien el pelo y miré al reloj. Ding-Dong nombró las mazmorras y los más probable, es que conozca el camino.

—Ding-Dong... ¿Me puedes guiar a las mazmorras?

Me levanté del suelo miré seriamente al reloj.

[Zee]

—Gracias por sus buenas intenciones, Monsieur Xefil... pero mucho me temo que no hay otra solución —hice una mueca ante las palabras del candelabro Lumière. Lo que me temía, entonces—. Bien lo dijo la hermosa hechicera: sólo el amor de una muchacha podría romper el conjuro.

Me crucé de brazos. No me agradaba la idea de dejar al príncipe de aquel castillo sin ayuda alguna cuando se trataba de un encantamiento como aquel. ¿No había otra manera de liberarle? Pues, ¿realmente podría encontrar el amor cuando semejante conjuro estaría aterrorizándole? ¿Sería posible no considerar aquel afecto algo artificial, una manera de manipulación e hipocresía para lograr romper el hechizo?

No sabía cómo reaccionaría si yo mismo me hallase en una situación como aquella.

—¡Lumiére, si realmente quieres agradecerles, lo mejor será que se marchen cuanto antes! —el reloj, Ding-Dong, expresó, a la par que apartaba a Lumière de un empujón y se situaba en frente de nosotros dos, Mei y yo—. Disculpad mis modales, pero nuestro amo no es propenso a recibir visitas, y cómo se entere de esto...

—¡Pamplinas, Ding-Dong! —intervino Lumière en nuestra defensa—. Puede que el amo tenga mal genio, pero... ¡Oh, mon dieu!

La exclamación del candelabro vino como respuesta a unos sospechosos golpes que resonaban fuera de la habitación, en algún lugar del castillo peligrosamente cercano. De alguna manera, llegué a pensar que el suelo y las paredes se movían cada vez que uno de aquellos sonidos se presentaba. Miré con nervios a Ding-Dong y Lumière, quienes parecían saber qué era lo que sucedía (lo cual no les agradaba mucho, cabe decir). De reojo, noté cómo Chip, la tacita, se escondía en algún lugar entre los muebles.

—Oh, oh...

Súbitamente, las puertas de madera se abrieron al ser empujadas por una tremenda fuerza que casi las arranca de su marco. Una corriente fría de viento apagó la chimenea, dejándonos a todos en la oscuridad. Las velas de Lumiêre iluminaban lo suficiente, no obstante, como para distinguir una enorme silueta acercándose a Mei y a mí. Gigantesca incluso, y de una forma que no pasaría por humana...

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La bestia del castillo.

—Aquí hay un intruso.. —señaló el ser, con una voz que parecía más un rugido que nada más.

—¡Deje que se lo explique, amo! —Lumière intentó aclarar la situación—. ¡El frío, se habían perdido en el bosque...! —pero su "amo" lo acalló con un potente rugido que me hizo retroceder medio paso.

—Ruego que me disculpe, amo, pero yo se lo dije. ¿Y me hizo caso? ¡No, no, no! ¡Aaaaah!—intentó excusarse Ding-Dong. Y, como esperé, la bestia volvió a rugir, provocando esta vez que el reloj terminara escondiéndose fuera de su alcance.

—Vaya maneras. ¿Es así como trata a sus sirvientes?

Interrumpí mis pensamientos cuando advertí que la bestia olfateaba el aire. Y, siguiendo el rastro a cuatro patas, se acercó...

...hasta mí.

—¿¡Qué haces aquí!? ¡¡No eres bien recibido!! —me rugió. Quisiera decir que, naturalmente, me quedé paralizado y no pude decir nada; pero ni siquiera me dio tiempo para eso, pues la bestia me tomó por mis ropas con su enorme garra y me levantó en el aire sin esfuerzo alguno, amenazándome con sus colmillos.

—¿¡Qué estás mirando!?

—Yo... —quise decir, pero el extraño individuo me interrumpió:

—¿¡Has venido a ver a la Bestia!?

Y sin poder decir nada más al respecto, dicha Bestia salió de la habitación, cargando conmigo como si no fuera más que un simple muñeco de trapo. Por lo menos, no me estaba asfixiando, pero ser levantado por mis ropas era bastante incómodo y doloroso.

Fui arrastrado así por todo el castillo. Quise recordar el camino recorrido, pero Bestia se movía con enfado, por lo que me fui imposible poder mantener la vista en el mismo punto durante más de unos instantes. Al final, terminamos en los calabozos del castillo. Y allí fui lanzado al frío suelo sin ninguna clase de amabilidad, para...

—¡Muérete de hambre!

Me levanté un poco, lo suficiente para ver cómo Bestia cerraba la celda con llave. Sin embargo, no se alejó. Permaneció en la estancia, caminando de un lado al otro, dirigiéndome miradas de vez en cuando. Desafiante, me senté con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en mis rodillas, y seguí su recorrido con los ojos durante todo momento, preocupándome especialmente en mover la cabeza también para que la Bestia notase mi atención.

Permanecimos así un rato. Él caminando y yo siguiendo su trayectoria con mi cuello, sin pestañear siquiera.

Y finalmente, como si me rindiera, dejé salir un profundo suspiro.

—El salón de baile me parecía más bonito, para ser sincero —confesé, poniéndome de pie y caminando hasta que la pared del fondo quedó a mi alcance. Me recargué en ella—. Lo tiene bien cuidado, debo admitir, buen señor —me permití resaltarme mentalmente la palabra "buen", como burlándome de Bestia. Pero no lo hice en voz alta. Debía ir con cuidado.

Esperé alguna respuesta antes de continuar. Alguna pista o reacción que me permitiera hacer magia. Magia con las palabras.

—Al menos no huele mal aquí. Nadie ha estado encerrado aquí durante un buen tiempo, supongo. ¿A qué debo la desdicha de ser el primero en años? En su posición, yo estaría más ocupado pensando en cómo solucionar semejante problema en lugar de encerrar inocentes.

>>No voy a ofrecerle ninguna ayuda, príncipe, pues por sus maneras deduzco que inmediatamente la rechazará. Pero sí un par de consejos, si está dispuesto a escucharlos. Después de todo, yo vengo de un país muy muy lejano y...

Aunque sí le había mirado antes (enorme, tan ancho como un oso y con el mismo color de pelaje, largos colmillos y afilados cuernos...), fingí prestarle más atención a los ladrillos de la pared que a mí anfitrión, como casualmente deslizando la información que, supuse, le interesaría.

—...soy el único que sobrevivió a la maldición de una bruja... Soy Xefil, la Hoja Insomne.

[EspeYuna]

Los tres sirvientes quedaron sorprendidos de la decisión de la joven damisela. No estarían acostumbrados a que una dama decidiera arriesgarse a encontrar de nuevo a su amo.. no le faltaba valor.

—Déjeme decirle, madame Mei, que es usted muy valiente al querer recuperar a monsiéur Xefil —expresó Lumiére, entrelazando las velas que hacían de manos—. Razón de más para guiarla, oui, oui!

—Pero Lumiére... si el amo se entera...

—¡Ding-Dong, por favor! ¿Acaso te gustaría que esta jovencilla perdiese a un caballero como él? —replicó el candelabro contra el reloj, algo mosqueado ya por la actitud de éste— Ya has visto que, aunque seamos gentiles con el amo, él nos seguirá tratando igual... el tiempo se acaba para nosotros, pero no para estos jóvenes que aún tienen una oportunidad.

La pequeña tacita, Chip, saltó a la rodilla de Mei.

—¡Vamos, vamos! ¡Rescatemos a Xefil!

Mei fue guiada por los habitantes del castillo, subiendo por las escaleras centrales. Pero en vez de girar a donde se dirigió Xefil la primera vez, sus guías la condujeron al ala oeste.

El aspecto de aquel sitio era, sin duda, majestuoso y enorme, al igual que lo fue en su momento el salón de baile. Ding-Dong parecía orgulloso de la infraestructura del castillo, pues no paraba de hablar y explicar cada uno de los matices de éste, como si aquello se tratara de una visita turística. Pero algo hacía que la joven no prestase atención a sus palabras: algo imponía a Mei, pues a lo largo de aquel gran pasillo unas armaduras lo decoraba.. ¿era su imaginación o éstas, supuestamente huecas, giraban hacia ella para observarla?

Fue entonces cuando Ding-Dong gritó:

—¡Firmes! —para sorpresa de Mei, las armaduras, que parecían tener vida propia, pusieron su casco de nuevo al frente, dejando atrás un sonido metálico. Increíble, ¿no?

—¿Q...qué es eso? —la voz temerosa de Chip alertó a Mei.

En un rincón del pasillo, una criatura negra, con antenas y ojos amarillos observaba a Mei y a sus habitantes, acechando. Sin embargo, aquella sombra se esfumó, pero su sola presencia habría alarmado a la joven: había sincorazón en el castillo.

Sin embargo, no era el único sincorazón existente. De repente, cinco soldados aparecieron alrededor de Mei y los habitantes.

—Oh, mon dieu! ¡Otra vez ellos! —exclamó Lumiére.

Mei no tendría otra opción que luchar contra ellos para pasar y rescatar a Xefil.

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Dependiendo de cómo acabe este combate, podrá pasar una cosa u otra, e influirá también en la trama de Xefil. ¡Ánimo! ;D

*****

La Bestia, aún enfadada, escuchó las palabras del joven. Gruñó cuando habló del salón de baile, aunque no quiso hablar de ello, ni se molestó. Volvía sobre sus pasos, gruñendo igualmente.

Sin embargo, al oír a su prisionero sus dudas sobre si había dejado a inocentes morir de hambre en el calabozo, su mirada tornó confusa y, para sorpresa de Xefil, triste. Lo había calado hasta el fondo, pues aquella Bestia jamás había dejado que aquello pasara.

—¡Eres el primero en mucho tiempo! —insistió la bestia, pero poco le serviría, pues Xefil provenía de un mundo muy parecido a aquel. En los calabozos, si la gente moría de hambre, no sólo su mal olor ante la inevitable descomposición de su cuerpo, sino que, al menos, debería oler mal por haber apresado a gente sin poder disponer de agua para bañarse. Los calabozos parecían haberse estrenado con él, a fin de cuentas.

La bestia se sentó, su cola se movió de un lado a otro y, cansada, se llevó una mano a la frente, tapando sus ojos. Parecía estar sufriendo. Mucho.

—¿¡Cómo sabes eso!? —rugió, pero cuando escuchó que Xefil había sobrevivido al hechizo de una bruja, el rostro de la Bestia pudo palidecer, debido a la sorpresa. Se puso de espaldas a Xefil, ocultando su miedo y mostrando su orgullo— ¡No te creo! ¡Deja de engañarme!

Pero las palabras de Xefil, su presentación, parecía del todo sincera. La bestia volvió sus ojos a los de su prisionero. En aquel instante, el aprendiz pudo comprobar que la mirada de aquella criatura desprendían un celeste cálido, no propio de un monstruo. Los ojos de un príncipe maldecido.

—No puedes ayudarme.

Se llevó las zarpas a la cabeza de nuevo, intentando tapar su demacrado rostro, sus colmillos... la única forma de buscar un sitio donde esconderse del mundo.

[Zee]

Los ojos de la Bestia... no eran los propios de una. Sus ojos eran color celeste. Y brillantes. Cálidos. Vivos.

Humanos.

—No puedes ayudarme —sentenció, triste. Y se escondió bajo el refugio de sus gigantescas garras, rehuyendo mi mirada. Suspiré, fingiendo decepción ante sus palabras. Sin embargo, en realidad me hallaba algo esperanzado: parecía que había elegido bien lo que decía.

—Razón no te falta, príncipe. Sólo tú podrás ayudarte, pues de ti depende la ruptura del conjuro —dije, coincidiendo sólo a medias con sus palabras—: Pero te equivocas si crees que puedes rechazar a otros. Como aquellos que me han hablado de la maldición que te aqueja... —añadí, refiriéndome a Chip, Ding-Dong y Lumière.

Me alejé de la pared y me acerqué hasta los barrotes, de los cuales me así con fuerza. De reojo, observé la cerradura. No me costaría ni unos segundos abrirla con la Llave-Espada. Pero no era sabio; no, la Bestia misma debía liberarme. Aquél era el plan.

—Lo has visto, ¿no? Los he conocido: he hablado con tus súbditos y ellos me han contado con gran pesar lo que la bruja ha hecho. Te aprecian, ¿sabes? Aunque la maldición también los afecta, siguen aquí, en el castillo, y se han esforzado para que mi compañera y yo podamos ayudarte. Te apoyan y comparten tu dolor —tomé los barrotes con más fuerza y grité, asomando la cabeza lo poco que pude por entre ellos—: ¡Eres su príncipe, Bestia o no! ¡Si ellos pueden apreciarte como hacen, ¿qué te impide encontrar el amor en otra persona?!

Me permití dejarme caer en el suelo, todavía cerca de la puerta a mi celda, como para darle dramatismo a mi sincera actuación. Y, sin siquiera planearlas, unas nuevas palabras de simpatía salieron de mi boca, casi en un susurro:

—Todos cayeron dormidos... y yo me quedé solo... Es por eso que mis amigos son lo más preciado... porque estar solo duele... Eres afortunado, príncipe, por tener siervos que tanto te quieran. No caigas en la soledad, pues allí a la Oscuridad le resultará sencillo tomar tu corazón.

[EspeYuna]

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Sólo porque se me olvidó poner fecha límite en el último post, HappyDelice me ha abandonado. No me quiere ;___;
Y voy a tener que poner medidas. Tienes hasta este miércoles 14 de Noviembre para postear.

[A Nerd Girl]

Parecían sorprendidos, no lo entienden, No quiero estar sola... Si abandoné mi hogar, fué por que no quería vivir en un lugar que me resultar infernal. Pasar años en una montaña, en la soledad, casi ya ahora me da miedo volver y encerrarme donde solía vivir, una cueva.

—Déjeme decirle, madame Mei, que es usted muy valiente al querer recuperar a monsiéur Xefil —Sonreí un poco, parecía un chiste, ¿Valiente? No, solo quiero que Xefil esté bien, por qué él fué mi primer amigo—. Razón de más para guiarla, oui, oui!

—Pero Lumiére... si el amo se entera...

—¡Ding-Dong, por favor! ¿Acaso te gustaría que esta jovencilla perdiese a un caballero como él? — Perder a Xefil, ¿que diría el Maestro? Mejor debo solucionarlo antes de toparme con él. Puede que se enfade... un poco.— Ya has visto que, aunque seamos gentiles con el amo, él nos seguirá tratando igual... el tiempo se acaba para nosotros, pero no para estos jóvenes que aún tienen una oportunidad.

La tacita algo rota parecía emocionada así que saltó en mi rodilla y la cogí para poder llevarla conmigo.

—¡Vamos, vamos! ¡Rescatemos a Xefil!

Fuimos subiendo hacia la parte que Xefil no visitó. Ding-Dong empezó a hablarme sobre el lugar. Era todo tan precioso... Casi un sueño. Pero tenía algo qu eme daba miedo, las armaduras parecían voltearse a verme. ¿Estarán también malditas? ¿Eran personas?

—¡Firmes! —Las armaduras se pusieron tiesas mirando al frente. Lo que pensaba, estaban vivas.

—¿Q...qué es eso?

Un sincorazón, mierda. Era uno solo pero esto debía decirselo al Maestro. Este se disipó pero por fortuna. Entonces pude ver como otros cinco más nos rodeaban, diferentes al anterior.

—Oh, mon dieu! ¡Otra vez ellos!

—Poneos a salvo, yo me encargaré de ellos.

Materialicé mi llave espada y me dispuse a atacar al más cercano. Tenía que ganar, si no... ¿Qué pasará con él?

[EspeYuna]

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Fecha límite: Domingo, 18 de Noviembre
Fuera de plazo: Zee (Xefil) [1/3]

Mei

Mei usó su Llave-Espada, aturdiendo al soldado que tenía más cerca. Sin embargo, haber empleado un sólo movimiento le iba a costar caro, tanto a ella como al pobre Chip.

El sincorazón atacado se alejó, mientras que otro de sus compañeros empezó a girar sobre sí mismo, acercándose peligrosamente a Mei, hasta que al final, chocó contra ella. Por mucho que intentase bloquearle, Mei saldría disparada, cayendo de culo al suelo. Chip, quien se había escondido tras las ropas de Mei, también habría sentido algún que otro contratiempo.

Pero Ding-Dong y Lumiére no se quedaron de "brazos" cruzados.

—¡Ding-Dong, busca al amo! —exclamó Lumiére, quien lanzó una llamarada de su cabeza en forma de vela en otro soldado que intentaba alcanzar con sus garras a Mei y a Chip.

Ding-Dong hizo caso a las palabras de Lumiére, saliendo en busca de la Bestia. Gracias a su pequeño tamaño, pasó con facilidad entre los soldados. Dos intentaron atraparlo, pero al hacerlo sólo consiguieron chocar entre ellos, encontrándose igual de aturdidos que el sincorazón que había atacado a Mei.

¿Podrían conseguir ayuda de la Bestia? ¿Vendría con Xefil, o lo habría dejado en los calabozos? Mei tendría que luchar con todas sus fuerzas para deshacerse de los sincorazón.

* * *

Xefil

El monstruo volvió a mostrar su rostro, escondido entre sus afiladas garras. Miró de nuevo a Xefil, pero esta vez, con curiosidad. El joven aprendiz parecía haber empatizado con los sentimientos de la Bestia, quien supo calmarse y, desde allí sentado, con una mirada confusa y bella, no propia de una criatura con fiero aspecto, dijo:

—¿Te contaron ellos...? —se llevó de nuevo las garras a los cuernos que asomaban por su cabeza. Suspiró, transmitiendo culpa— Siempre los trato como míseros esclavos... y ellos, preocupados... por mí. Yo soy quien merece castigo, no ellos...

>> ¡Pero... mírame! ¿Quién iba a amar a una Bestia como yo? No estamos hablando de un amor fraternal, ni admiración, ni respeto por haber sido de la realeza... ¿qué mujer iba a querer estar con alguien como yo? ¡¡Mírame!!

El monstruo volvió a perder el control, lanzando una silla contra la celda de Xefil. Por suerte, éste podría quitarse a tiempo. Aunque, por otra parte, la silla impactó sobre la cerradura de la celda. Por lo pronto, si la Bestia no cedía a sacarlo de allí, difícil sería usar su Llave-Espada para escapar.

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No, no podrás abrirla, ni con los dientes (?)

En ese momento, unos pequeños pasos se escucharon desde las escaleras de caracol por las que había traído a rastras la Bestia a su preso. ¡Cual fue la sorpresa de Xefil al ver a Ding-Dong allí!

—¡Amo! ¡Amo!

—¿¡Qué es lo que quieres!?

—¡Esas criaturas... están atacando el castillo! ¡Lumiére... Chip...! —en el rostro de la Bestia, la rabia producida por la maldición fue sustituida por el miedo. Miedo a que algo les sucediese a sus sirvientes, aquellos que tanto apreciaba.

No respondió. Propio de él, lanzó al aire un temeroso y potente rugido, yendo en busca de las criaturas que atacaban su hogar... su familia. Así podría verlo Xefil. ¿A qué criaturas se refería Ding-Dong? ¿¡Y dónde estaba Mei!?

Tendría que pedirle ayuda a Ding-Dong para salir de allí. Fue entonces cuando notó algo extraño en el ambiente, un sentimiento que percibía cuando ellos aparecían. Y daría en el clavo, pues dentro de su celda surgieron tres neosombras dispuestas a arrancarle el corazón.

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Estamos en una parte primordial de la trama. Por favor, intentad postear en los días acordados =(