Hikaru apretó el busca y emitió una tenue luz verdosa. Si había funcionado, Nanashi ahora sabía dónde estaban y que se encontraban en peligro. El chico parecía querer aferrarse a la idea de que alguien los salvaría pronto... presa del miedo.
—
Eso es... Deja que el miedo te consuma... —le susurraba una voz al oído.
Exuy, por su parte, intentó no ceder y zafarse de aquello que le oprimía el pecho. Contrarrestaba el terror con una chispa de valor que le ayudó a ver con más claridad durante un segundo. Entre la oscura niebla, a escasos metros de los aprendices, pudo ver una alta figura extendiendo sus brazos hacia ellos. En un parpadeo, desapareció. No tenía aún el poder necesario para liberarse de aquella oscuridad.
Sin embargo, la oscuridad es contrarrestada con la luz. La sombra se hizo cada vez más espesa y comenzó a recorrer los cuerpos de los dos niños, pero algo ocurrió cuando llegó a la Llave Espada de Hikaru, que había desenvainado como medida de precaución. Se oyó un chasquido como la rotura de mil cristales y la isla volvió a tomar su color original. A unos metros de ellos, con expresión afectada, se encontraba el ser que había visto Exuy durante su brote de coraje.
Sus brillantes ojos amarillos y su cabello claro contrastaban con su piel de color azul, más profundo que el del océano. Llevaba unos pantalones holgados del color de su mirada, y su ondeante capa le daba a su voluminoso torso descubierto un aire intimidante.
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¡¿Qué es eso?! —exclamó, con el rostro desencajado—
. ¿¡Cómo osáis perturbar mi oscuridad!?Juntó las palmas de las manos y las separó poco a poco, haciendo aparecer entre ellas un largo bastón de lustrosa madera. Cuando hubo acabado de invocarlo, lo asió con ambas manos y adquirió una postura de batalla.
—
¡¡Me entregaréis vuestras vidas por la fuerza!! ¡¡Se las entregaréis al inmortal Zande!!El hombre se lanzó hacia los chicos, bastón en ristre.
* * *Sobrevolando el vasto océano, a unos kilómetros de distancia, se encontraban Zait y Campanilla. El hada volaba muy rápido. Dejaba atrás a Zait constantemente, y tenía que pararse cada dos por tres para meterle prisa al aprendiz. Su tintineo se volvía más frenético cada vez que tenía que hacerlo, y podía notarse cómo la tonalidad de su luz cambiaba a uno más rojo cada vez.
Al fin, pudieron vislumbrar tierra. Un frondoso archipiélago de islas de diversos tamaños se pudo ver en la lejanía. En la más grande era obvio que estaba sucediendo algo extraño. Una extraña niebla negra cubría una pequeña porción de ella y parecía estar centrándose alrededor de algo concreto. Al acercarse más, Zait podría ver a alguien fuera del rango de la extraña zona: un hombre de tez oscura, con los brazos extendidos hacia ella.
Segundos después de haber establecido contacto visual con aquel lugar, la niebla se disipó de repente con un destello de luz blanca, revelando dos figuras que habían estado dentro todo aquel tiempo: un chico de capucha naranja y otro de ropas sencillas y pelo castaño, que llevaba un arma en la mano.
Campanilla los señaló y comenzó a tintinear más sonoramente todavía.