Hizo bien Sorkas en ir primero a investigar el trabalenguas, porque cuando quiso acercarse al moguri, éste le vio y le advirtió:
―
¡No! ―gritó. Sin embargo, parecía no ser capaz de decir nada más, y no añadió la explicación.
En cualquier caso, el daño ya estaba hecho, pues en cuanto el muchacho avanzó un poco, unas barras alrededor de él, formando un cuadrado, surgieron y lo aprisionaron en un reducido espacio. Y en el techo… aparecieron pinchos. Que comenzaron a bajar lentamente hacia Sorkas…
Por otro lado, Paul y Rhía tuvieron más suerte, puesto que al pegar la puerta, ésta se abrió, y pudieron pasar a la siguiente sala. En esta ocasión, la habitación estaba llena de plataformas. Algunas tan altas que apenas podrían subirse en ellas sin chocar la cabeza, mientras otras estaban niveladas con el suelo. Escucharon un click, y si alguno se atrevía a comprobarlo, verían que la puerta por la que habían venido estaba cerrada. Y pronto notarían los pies húmedos. Desde una pequeña cañería, el agua surgía, llenando lentamente la habitación.
La única salida era la puerta de la izquierda. Sin embargo, tenía una inscripción que ya habían encontrado antes: la misma del inicio que ninguno de los cuatro supo resolver. No salir a tiempo supondría ahogarse. De ahí las plataformas.
Ambos grupos se habían metido en situaciones bastante problemáticas. El Juego empezaba a mostrarse altamente letal, y ni siquiera parecían tener la opción de retroceder. ¿Cómo iban a sobrevivir todos entonces? ¿Qué les aseguraba que ninguno de sus compañeros hubiera sufrido un terrible destino ya?
Éste quiso que no fuera así.
Sorkas vio los pinchos pararse, mientras que Paul y Rhía escucharon un nuevo click que indicaba la reapertura de la puerta por la que habían entrado. Ninguno entendería lo que estaba pasando, hasta unos segundos después, cuando todo se descontrolase.
Todas las puertas se abrieron de golpe, con fuerza, y moviéndose aún en su bisagra. Los barrotes de Sorkas subían y bajaban descompensados, pero el muchacho encontraría fácilmente un buen momento para salir de ellos. Además, las cadenas del Moguri también se abrieron en un momento, lo suficiente para que éste pudiera quitar las manos, antes de que se volvieran a cerrar violentamente.
El agua, por otro lado, fluía o dejaba de brotar según le parecía, no suponiendo ya ningún peligro para los chicos.
―
¡¡NOOOOO!! ―escucharon todos de la misma voz que anteriormente les había hablado―.
¡Has destruido mi Juego! ¡Mi gran OBRA! ¡Todos mis sueños y esperanzas estaban en él! ¡T-TE ODIO! ¡TEODIOTEODIOTEODIO! ―parecía estar pasando algún tipo de rabieta, porque también se le notaba el tono entrecortado por las lágrimas en la voz―.
¡Dijiste que sabías lo que hacías! ¡Que sabías programar este tipo de cosas! ¡Te odio MUCHO! Recuerda esto: ¡Shinju NUNCA olvida! ¡TEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIOTEODIO!En la sala contigua, las luces se encendían y apagaban; y la de los pinchos en el suelo había perdido toda su coordinación, y ahora surgían al azar. Y si miraban la puerta siguiente, verían la habitación que tendrían, todos, que haber entrado a continuación. Ésta estaba llena de lo que parecían ser estatuas. Puede que alguno lo reconociese como lo que eran: doncellas de hierro.
Y una de las centrales estaba abierta. En ella, se podían ver por dentro de sus puertas agujas, grandes y afiladas; y que amenazaban, en ese momento, a quien estaba encadenado a ésta:
―
¡Megiro! ―le llamó el moguri, echando a volar, muy debilitado, intentando acercarse a su amigo.
―
¡¡AYUDADME!! ¡¡SOCORRO!! ¡¡POR FAVOR!!Demasiado tarde. El sistema estaba fuera de control, y lo que en principio era sólo una presa para incentivar a los Jugadores de aquel “Juego”, se convirtió en la víctima. Las puertas de la doncella se cerraron, y entre sus bordes pudieron ver el río de sangre que salía de su interior.
El Sr. Bigotitos ya no podría ser rescatado.
―
¡Tenemos que… salir… de aquí! ―tartamudeó el moguri, que había roto a llorar escandalosamente, y las babas y los mocos no le dejaban decir nada seguido―.
¡Ahora que... no lo controla! ¡Deprisa...a...a...a...a!La habitación en la que había hallado su final el moguri estaba entre las dos salas donde se hallaban los aprendices. Si seguían allí, podían quedar encerrados, como había dicho el moguri, por lo que no tuvieron más opción que correr hacia la salida, aprovechando el descontrol para solventar las salas sin pasar por ninguna dichosa prueba.
Al llegar a la puerta de inicio, comprobaron que ésta también estaba completamente loca, y la pasaron sin dificultades, escuchando los últimos lloriqueos de Shinju. Al poco de abandonar el lugar, la puerta principal se cerró y nada volvieron a saber de lo que sucedía dentro.
Fuera, en cambio, alguien les interrumpió con un bostezo.
―
Uhm… ―murmuró el Maestro Kazuki. Estaba tumbado en el extremo de la sala, y hasta entonces parecía haber estado… dormitando―.
Oh, ya habéis salido ―se pispó rápidamente, agilidad que había conseguido tras muchos años de práctica―.
El moguri… uhm… ése ―señaló a Moglullón, que también dormía a unos metros de él―.
Me trajo hasta aquí… pero no podía abrir la puerta… y decidí… esperaros… un poquito…Al final, parecía que Moglullón había cumplido con su tarea. Aunque no lo hubiese hecho el Maestro Kazuki.
―
Y, uhm… ¿Qué ha pasado? ―preguntó―.
¿Por qué sólo habéis traído a uno?El moguri aún seguía llorando. Jamás olvidaría el grito de socorro del amigo al que no pudo ayudar.
Este será vuestro último post, y la fecha límite será el miércoles 20 de marzo. Cualquiera que no postee en el final, o no dé aviso de su ausencia, no lo tendré en cuenta para la repartición de las próximas Tramas, puesto que pensaré que ha abandonado el juego o está desaparecido.
PD. Tranquilos, ésta no tiene continuación.
PD2. No existen Bolas de Dragón para moguris.