Al final, parecía que el grupo iba a desintegrarse por sí mismo antes de llegar a ningún lado, tras los embustes de Jack, el claro rechazo de sus compañeros por él, y su discusión con Paul, frente al mismísimo Mog, que los ignoraba deliberadamente. A ellos, y al comentario sobre “las criaturas con pompón”.
Sin embargo, al comenzar la misión de verdad, cada uno propuso varias ideas para usar a Moglullón.
Lo primero de todo, es que había un total de veinte mogunueces en el saco. Puede que fueran muchas, o puede que fueran pocas. No lo sabrían hasta que comenzaran a utilizarlas, pero al menos podían pensar poco a poco cómo racionarlas. Y siempre quedaba la opción de pedirle más a Mog, si es que tenía.
Como no había forma de saber cuál era la mejor idea, probaron todas. Primero, la de Sorkas, ofreciéndole platines. Pero nada. Moglullón seguía totalmente frito, sin importar la cantidad que mencionases. Quizá lo lamentase una vez estuviera consciente, cuando se percatara de que podría haberse comprado muchas más mogunueces…
En cualquier caso, la siguiente propuesta fue de Jack. De los dos objetos que les habían entregado, optaron por usar el disfraz, enrollando en él la mogunuez. Efectivamente, al sacar el fruto del saco, la nariz de Moglullón comenzó a reaccionar. Avanzó, casi a tientas, guiándose únicamente de dicho sentido y… se comió la nuez y olvidó por completo el disfraz. Seguramente no hubiese captado la intención de los chicos… Tirar la prenda encima tampoco habría servido de nada, puesto que Moglullón no prestaba atención a más olores.
Por último, vino la idea de Rhía. Tras tentarle con una nuez, dejaron que Moglullón captase el olor del disfraz, acercándoselo a la nariz, deseando que en aquel estado de seminconsciencia (cuando más le convenía), registrase el aroma. Y luego, le ofrecieron la mogunuez como recompensa.
El efecto fue inmediato: Moglullón comenzó a volar, casi a ras del suelo, como si no quisiera separarse de él, en dirección a la puerta. Al parecer, había sido tratado como un perro en ocasiones anteriores, así que estaba domesticado para aquel tipo de trabajos.
Moglullón avanzó, completamente decidido, a través de los pasillos del castillo. Tenían que abrirle las puertas para que no se chocaran (y alguna que otra ventana por la que quería pasar), y darle de vez en cuando nueces para que no se cansara, pero el trabajo en sí fue sencillo. Pasaron por la cocina, la biblioteca, la sala del trono, el gimnasio, los Jardines, el Gremio, la habitación de Kazuki, los baños de mujeres, la lavandería y una especie de habitación de juegos para las mascotas que no habían visto hasta entonces.
Habían recorrido más de medio castillo cuando Moglullón se detuvo ante una puerta, esperando que la abrieran. Al hacerlo, los chicos se encontraron con una desagradable sorpresa: habían vuelto al comedor. Toda la vuelta les había llevado hasta el mismo punto de partida, y en el saco sólo quedaban siete mogunueces. Pese a todo, Mog estaba a pocos metros de ellos, sentado en un banquillo picando algo.
No obstante, pudieron apreciar que Moglullón, quien tampoco parecía demasiado listo como para maquinar aquel plan de engañarlos para comer nueces, siguió avanzando, hasta una mesa concreta del comedor. Allí, cayó sobre el centro de la superficie, y se tumbó.
Pudieron entonces apreciar que su nariz seguía aspirando todos los olores posibles. La búsqueda continuaba. Pero, ¿qué demonios estaba haciendo?
Fecha límite: 25 de octubre.