[Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Ragun y Fran + Ivan

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

[Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Vie Mar 22, 2013 1:44 am

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Situado inmediatamente después de Leyendas del fondo del mar.

Fecha límite: 30 de marzo.

PD. Ragun y Fran puntúan, pero Ivan no.



Las indicaciones de Alexis fueron precisas y concretas: seguirle la pista al aprendiz de Tierra de Partida para descubrir qué tramaba. Sin embargo, ella no era, ni mucho menos, una Maestra que pudiera darle órdenes. En cuanto terminó de hablar con Ragun, bajó de la roca donde estaba sentada y descendió por una obertura hacia las profundidades, quién sabía dónde.

Ragun era libre, por tanto, de decidir qué hacer a continuación.

Por otro lado, Fran continuaba con su misión de buscar ese misterioso tesoro del que Ronin les había hablado. Parecía que sólo quedaba él para desvelar el misterio, pues Ivan había desaparecido y, a aquellas alturas, Derhe debía de ser pasto de tiburones.

Ariel y Flounder los guiaron, o al menos a Fran si Ragun no se unía, de vuelta al castillo. Los guardias no pusieron ningún impedimento, y les permitieron franquear la entrada hasta el lugar donde les condujeron. Durante el camino no dijeron nada, aunque quizá los aprendices sí tuvieran algo que preguntar o que conversar entre ellos.

Era una sala circular (si es que podía llamarse así, pues ni siquiera había paredes, sino únicamente columnas para soportar el resto de pisos), vacía, pero majestuosa. En su centro había un trono alto, diseñado con motivos marinos, y rodeado de corales. Sobre él se sentaba un hombre viejo, de larga barba blanca, músculos bien definidos (debido a la falta de camiseta) y coronado de tal forma que no dejaba lugar a dudas de su rango. A su lado destacaba lo que sería su arma, un tridente, descansando en un soporte.

El Rey Tritón.

¡Ariel! ―advirtió Sebastián, que nadaba frente al trono del Rey.

¡Ariel! ―le secundó éste.

Flounder, viendo lo que se avecinaba, se quedó atrás. Y bien hizo, porque Ariel, aunque un tanto despreocupada, se llevó la bronca. Sin embargo, no una tan grande como se esperaría de cualquier padre más preocupado.

Simplemente, no sé lo que voy a hacer contigo… ―empezó el Rey, casi derrotado por la hija que le había tocado.

Lo siento, lo olvidé.

Sí. Y gracias a tu negligencia…

Y a tu imprudencia.

La fiesta fue completamente…

¡Una ruina! ―se exasperó el cangrejo―. ¡Punto! ¡No hubo fiesta!

Como máximo responsable del musical, Sebastián, como no, estaba incluso más enfadado que Tritón. Aun así, que se le permitiera hablar de tal forma a la hija más joven del Rey, hacía destacar su puesto en palacio por encima de los demás. ¿Cómo de distintas podían ser las sociedades y jerarquías de la tierra y el mar?

Inmediatamente después, se puso a compadecerse de la mala imagen que había dado, del batacazo que pegaría su carrera como director y de la gran gala que habían preparado y que, sin embargo, Ariel había arruinado al no asistir. Fran, que había asistido, era consciente de que había sido un musical memorable. ¿Y cómo de grande habría llegado a ser con la aparición de la estrella principal? No lo sabría, porque se había ausentado.

Desde luego, luchaban a dos bandas. Y nada parecía hacer capaz a Flounder de unirse al lado de Ariel, puesto que como criatura del mar tenía cierto respeto hacia su Rey.

Aquel problema familiar no era algo en lo que estuviese inmiscuido ninguno de los aprendices. En cierta forma, debía de resultar bastante incómodo tener que estar presente en una situación así. Puesto que Ariel no había podido presentarles, puede que fuera momento de intervenir, o de retirarse antes de llamar más la atención.
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[IK] Los padres no entienden a sus hijos - Ronda #1

Notapor Soul Artist » Dom Mar 24, 2013 6:25 pm

Está bien entonces. Mientras pierdes el tiempo, yo voy a demostrar a los Maestros quién merece ser un auténtico Portador. Allá tú con tu organismo.

Y a partir de ahí comenzó mi pesadilla.

No catalogaría aquel día como uno de los mejores de mi vida como aprendiz de la Llave Espada. Había resultado que nadie me reconocía como el gran cantante que debería haber sido en aquel mundo de pescados pasados y maleducados, sino que por culpa de un gordo idiota había sido perseguido por los guardias del palacio. Y no debí olvidar aquello, porque al separarme de Fran todo fue de mal a peor.

En primer lugar, debí pararme a pensar en lo que hacía: me estaba separando del grupo para verme perdido en un océano. Me costaba reconocer que tenía un problema de orientación, pues más de una vez me había visto desviado de mi equipo y perdido por ciudades como Villa Crepúsculo. Pero quitando aquello, es que no me estaba metiendo en esta ocasión en una calle apartada de un pueblucho, o siquiera en un bosque donde podía marcar árboles para perderme. Me estaba metiendo en un condenado océano, con todas las letras y todo lo que implicaba.

¿Cómo orientarse cuando todo es agua, arena y rocas? Antes de querer darme cuenta ni siquiera sabía por dónde estaba el camino de vuelta. ¿Dónde quedaba el palacio? ¿Adónde se habían dirigido don gordinflón y Fran? Me desesperé pensando en cómo había metido la pata. Les busqué un poco desesperado y pensando, no demasiado seriamente, que me disculparía cuando les encontrara. Y quizás tras una hora de búsqueda me di por vencido: no iba a volver a encontrarles. Lo mejor sería volver a la Black Hunter, decirle a Ronin que aquellos dos idiotas habían conspirado en mi contra para dejarme de lado y que merecían un castigo enorme.

Sólo había un ligero problema que me di cuenta tras nadar un rato en dirección a la nave gumi. No sabía tampoco el camino de vuelta a esta.

Me llevé las manos a la cabeza y me puse a correr por el mar mientras gritaba desesperado. ¿Cómo había podido tener tanta mala suerte? Sin compañeros, sin nave gumi, ¡sin GPS! ¡No tenía GPS por estar bajo el estúpido océano de un mundo que había condenado mi existencia desde el primer momento en el que había decidido meterme en él!

Creí que ahí acabaría mi vida tal y como la conocía. Sin la luz de la esperanza guiando mi corazón, me dejé llevar hasta una plaza rocosa con una piedra en el centro, dejando caer mis tentáculos entre las rocas y llevándome las manos a la cabeza. Ya no podía ser un gran Caballero. No sería recordado por ser el mejor de todos, no tendría la oportunidad de escuchar a Ronin decir un día que yo debía ser el siguiente Maestro de Maestros y que ojalá algún día fuese tan genial como yo. Ni siquiera vería ya a mis amigos, como Hitori o Fátima.

Lloré un poco. Nadie me miraba, así que daba igual. No me di cuenta de que la Llave Espada se podía convertir en Glider y así me habría podido ir como un idiota.

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Se me ha concedido la oportunidad de participar en la Trama, ahora que tengo más tiempo que entonces. No recibiré PX sin embargo, pero al menos estoy aquí. Espero que no os importe, Quico y Sombra.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Sombra » Lun Mar 25, 2013 7:09 pm

Osea, que no vas a hacer nada, ¿no? ―suspiré viendo como la chica-araña (o lo que fuese) descendía hacia las profundidades del mar por una obertura entre las rocas.

No me quedaba más remedio pues que seguir lo que ya tenía propuesto desde un principio: Acompañar a Ariel y sacar información. Además, me convenía claramente tener al chico de Tierra de Partida bien vigilado.

Aceleré el nado para alcanzar de nuevo al grupo, que se dirigía al extraño palacio. Me mantuve el último y pasamos a traves de los guardias que nos miraban recelosos o curiosos, pero que no dijeron nada para obstaculizarnos.

Vaya... ―dije en voz baja ciertamente maravillado ante la estructura de aquel castillo. Desde fuera ya parecía majestuoso, pero incluso desde dentro, en aquella sala circular en cuyo centro había una especie de trono a una gran distancia del suelo se podía ver el lujo de un noble. Un lujo que se me hacía familiar.

No pude evitar fijarme en un tridente que parecía ser el equivalente a un báculo para el barbudo hombre-sireno que estaba "sentado" en aquel trono. ¿Aquel sería el famoso Rey? ¿El padre de Ariel?

¡Ariel! ―exclamó el cangrejo.

¡Ariel! ―también exclamó el hombre con un tono de voz fuerte y digno de un rey.

El pez, miedica como siempre. Retrocedió como si el hombre fuese a explotar en ira atacando a todo el que estuviese presente.

Simplemente, no sé lo que voy a hacer contigo… ―dijo algo deprimido, algo agotado de las travesuras de Ariel. No pude evitar deducir que ya había hecho muchas de aquellas escapadas por lo cansado de su voz.

Lo siento, lo olvidé ―fue la única respuesta de la pelirroja.

Sí. Y gracias a tu negligencia…

Y a tu imprudencia ―continuó el cangrejo.

La fiesta fue completamente…

¡Una ruina! ―completó el cangrejo de extraño acento―. ¡Punto! ¡No hubo fiesta!

Por lo que se veía el cangrejo tenía que ser el consejero del rey o un similar. Este empezó a balbucear chorradas que ni me interesaban lo que hizo que le ignorase por completo.

Ascendí hasta la altura del trono a una distancia prudencial para no llegar a parecer maleducado o demasiado osado.

Supongo que usted es el Rey Tritón ―intenté llamar la atención del barbudo intentando parecer minimamente educado―. Mi nombre es Ragun. Vengo desde mares muy lejanos para investigar y eliminar unas extrañas criaturas que he oído que han aparecido hace poco y que podrían atentar contra la vida de los habitantes de la zona.

Era mentira claramente que quería eliminar a los sincorazón pues solo buscaba la persona que parecía estar al mando de ellos o que había logrado de alguna forma controlarlos. Posiblemente el chico de Tierra de Partida tenía un objetivo similar por lo que lo más probable es que fuese acabar con la amenaza sincorazón. Al decir eso seguramente este "confiase en mí" o por lo menos bajaría la guardia lo suficiente como para que no viese mis verdaderos objetivos y me dejase en paz. Tan solo esperaba que no me molestase demasiado, seguramente tenía más compañeros. Era obvio, rara vez los Maestros enviaban a un Aprendiz solo a una misión.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Quico » Lun Abr 01, 2013 10:04 am

De momento llevaba una misión fantástica. Llegué a este mundo bajo el mar en busca de la famosa perla que quería el maestro Ronin, que según parecía, tenía poderes mágicos. Vine con dos compañeros, Ivan Kit y Derhe Yeno. Por alguna extraña razón, estos dos desaparecieron según iba avanzando la misión: Ivan Kit, enfadado por nuestra “inutilidad”, se fue a su suerte por el mar para buscar la perla por el mismo; y Derhe Yeno, bueno, no me acordaba de cuando se perdió, pero de repente no se encontraba cerca de mí. Esperaba que no le hubiera pasado nada a ninguno de los dos.

Otra cosa que había que añadir es que por el camino sí que fui encontrando compañeros, la verdad es que de golpe me encontré con Ragun, Ariel y al pez Flounder. Debería estar contento por ver a Ragun por ahí, ya que estaba en el cuartel de Bastión Hueco y no había hecho aparición desde entonces. Pero seguía siendo el enemigo.

Ahora mismo nos dirigíamos los cuatro al castillo del musical para ver al padre de Ariel, que se trataba del rey. Cuando fui con Derhe a buscar a Ariel solo pensé que ella sería una corista más en aquel fantástico musical, pero parecía que ella era a la vez la princesa del reino. Menos mal que no le había pasado nada.

Llegamos al castillo sin mayor problema, incluso los guardias me volvieron a permitir la entrada al sitio. Por supuesto, les saludé con una sonrisa un poco débil.

Desde las puertas nos llevó Ariel por los pasillos, si se podía decir que eso eran pasillos, hasta una sala circular, que en realidad era más bien un sitio rodeado de columnas que imitaban a las paredes, en la que la única cosa que resaltaba era un enorme trono en el que estaba sentado un tritón, suponía que el rey. A su lado pude ver a un pequeño cangrejo, que pude reconocer como el director del musical.

¡Ariel! ―dijo primero Sebastián.

¡Ariel! ―le siguió el rey.

Parecía contento por haber encontrado a su hija, pero a la vez asomó bastante enfado.

Lo siento, lo olvidé.

Sí. Y gracias a tu negligencia…

Y a tu imprudencia.

La fiesta fue completamente…

¡Una ruina! ¡Punto! ¡No hubo fiesta!―el cangrejo terminaba todas las frases del rey sin siquiera preguntarle. Me pregunté cuando le diría algo el rey. ¿O quizás sí que podía hacer eso?

Se pasó un largo rato reprochándole su ausencia y comparando el musical que se celebró con el que podría haber sido si hubiera estado ella. Aunque recordaba un musical maravilloso, jamás había escuchado algo igual, parecía que hubiera sido mejor si hubiera estado Ariel. Pero aún así fue un buen musical, así que me dispuse a decirle algo al rey.

Pero…―¿cómo era el nombre del cangrejo? ―. Ehm… yo creo que fue un buen musical, incluso sin Ariel. ¿Por qué se enfada, si no fue un mal concierto?

Luego intervino Ragun hablando de una cosa completamente diferente.

Supongo que usted es el Rey Tritón. Mi nombre es Ragun. Vengo desde mares muy lejanos para investigar y eliminar unas extrañas criaturas que he oído que han aparecido hace poco y que podrían atentar contra la vida de los habitantes de la zona.

Qué objetivo más noble. ¿Pero de verdad a los maestros de Bastión Hueco les interesaba luchar contra los sincorazón? Después de todo, a ellos les molaba la oscuridad y todo eso.

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Encantado, Ivan Kit xD

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Lo siento por el tiempo de posteo...
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¿Os acordáis del tal HushHush? Digamos que le falta un rato largo.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Lun Abr 08, 2013 3:02 am

Ragun y Fran


Desde luego, no, no era un buen momento para interrumpir. Tanto por una parte, la defensora de la muchacha; como por la otra, del impaciente Ragun, quien a pesar del tono respetuoso sólo quería la información en todo aquel asunto.

Y al Rey Tritón, naturalmente, no le hizo gracia ninguna de las dos interrupciones.

¡Faltó a sus responsabilidades! ―respondió Sebastián a Fran―. ¡Por su culpa no pudimos dar el espectáculo final! ¡Un concierto sin un final no-es-un-concierto! ―la indignación casi podía con el cangrejo, que se quedaba rápidamente sin aliento.

¡No es buen momento! ―replicó con ira el Rey Tritón a Ragun, dirigiéndose de nuevo hacia Ariel―. En cuanto a tu castigo…

¡N-No fue su culpa! ―se adelantó, finalmente, Flounder, saliendo en defensa de su amiga. Sin embargo, al adelantarse y ver la mirada del Rey, se amilanó de nuevo―. Es decir, estábamos de regreso, pero entonces nos atacó ese tiburón y brruuummm, grrrrrr ―el pececillo comenzó a escenificar los gruñidos del animal―. Y luego esa gaviota loca…

¿Tiburón? ¿Gaviota? ―volvió a mirar con enfado a Ariel―. ¿Has vuelto a acercarte a la superficie? Creía haberte dicho que lo tenías prohibido.

Pero, padre…

¡Los humanos son peligrosos, Ariel! ¿Cuándo lo entenderás?

¡Ni siquiera los conoces…!

La joven iba a replicar más, pero finalmente cambió de parecer, viendo que la discusión iba por el mismo camino que otras tantas. Además, se fijó en Ragun y Fran, de quienes iba acompañada, y que habían ido allí por un asunto específico. El Rey Tritón, al ver su mirada, se relajó para, finalmente, recibirlos como debía.

¿Y quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis aquí? ―les preguntó Tritón.

Ellos son, uhm…

Sin embargo, uno de ellos ya se había presentado, sí. Recordando las palabras de éste, y ya templado, hizo caso a la declaración de intenciones de Ragun. Podía parecer noble la tarea, como Fran pensaba, pero igualmente Tritón tampoco se la tomó muy bien.

¿Y a qué mares lejanos te refieres, muchacho? ―inquirió Tritón, mirándole de arriba abajo, a él y a Fran―. No necesitamos la ayuda de extranjeros ―declaró―. Por muy peligrosas que sean esas criaturas, no las dejaré entrar en mis territorios. No, al menos, mientras tenga mi Tridente.

El Tridente, en cuestión, descansaba a su lado, en una pila propia para él. Cierto brillo a su alrededor la delataba como un arma, efectivamente, inusual.

¡Sí! ¡Con él las espachurra y hacen chsssssssttt! ―representó de nuevo Flounder, fingiendo una electrocución. Y una nueva mirada del Rey también bastó para que parara.

No necesitamos tu ayuda. Vete enseguida, “criatura de un lejano mar”.

Quizá aún pudiese convencerle de la peligrosidad de éstas, o sacarle más información. También podía hacer caso a su petición y marcharse de palacio. Por otro lado, Fran no debía olvidar por qué estaba allí… ni tampoco dejar de pensar en qué hacer a continuación.



Ivan


Y ahí estaba el gran Ivan Kit. Llorando. Su mayor deseo habría sido hacerlo solo, pero no pudo ser. Mientras las lágrimas empañaban sus ojos, dos criaturas marinas habían salido de uno de los huecos de la pared para flotar a su alrededor.

Pobre niña…

Niño ―le rectificó el otro.

Pobre criaturilla…

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Lo cierto es que ambas criaturas eran bastante siniestras. Las dos tenían el ojo izquierdo y derecho, respectivamente, tintado de un color diferente, de tono anaranjado. Se movían por el agua con asombrosa flexibilidad, y su fila de dientecillos parecía más afilada de lo que debería. Algo en ellas, sin duda, no estaba bien.

Debe de tener un problema muy grave…

Y ojalá tuviera solución…

Claro que la hay. Siempre, siempre la hay…

Desde luego, estaban intentando decirle algo. O sonsacarle cuál era el motivo por el cual lloraba. ¿Podía de verdad fiarse de semejantes criaturas?

Y si de criaturas se trataba… Tenía a la vista otra mucho más bonita. Por el mismo camino que había venido, algo más alejado, si Ivan se fijaba bien, podría atisbar la figura de una sirena. No la conocía, ya que no era ni Adella, ni Alana, ni Arista, sino que tenía cola y bikini de color azul ambos. Parecía rara, porque hacía movimientos… extraños. Sin embargo, a esa distancia, Ivan no podía ni verlos bien, ni verla bien a ella.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Quico » Jue Abr 18, 2013 12:12 am

¡Pero…! pero…

Parece que el Rey Tritón y el pequeño cangrejo no querían escuchar a nada de lo que nosotros queríamos decir, pues también rechazaron a Ragun. Pero lo que no entendía era porque inculpaban a la princesa, el musical fue un completo éxito, jamás había escuchado nada mejor en ningún sitio, quizás sería el principio de mi relación con la música, pero nada.

El pez que acompañaba a Ariel inmediatamente intentó defender a su amiga de su padre, aunque no hubiéramos sido capaces de razonar con él antes.

¡N-No fue su culpa! Es decir, estábamos de regreso, pero entonces nos atacó ese tiburón y brruuummm, grrrrrr. Y luego esa gaviota loca…

¿Tiburón? ¿Gaviota? ¿Has vuelto a acercarte a la superficie? Creía haberte dicho que lo tenías prohibido.

Parecía que había empeorado un poco más la situación.

Pero, padre…

¡Los humanos son peligrosos, Ariel! ¿Cuándo lo entenderás?

¡Ni siquiera los conoces…!

Tenía toda la razón del mundo. Después de todo yo era humano, aunque seguramente no me reconociera por mi extraño aspecto de tritón-morsa. Seguro que era el único que reunía esos aspectos en todo el mar, lo que me hacía mucho más sospechoso. Si el Rey Tritón se daba cuenta… No parecía tener mucha simpatía con los humanos en general.

Su hija pretendía contestarle, pero no volvió a abrir la boca. El rey aprovechó este momento para, bueno, saludarnos.

¿Y quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis aquí?

Ellos son, uhm…

Bueno, yo soy Fran y…

Pero el Rey Tritón estaba demasiado ocupado hablando con Ragun. Este se había presentado antes.

¿Y a qué mares lejanos te refieres, muchacho? No necesitamos la ayuda de extranjeros. Por muy peligrosas que sean esas criaturas, no las dejaré entrar en mis territorios. No, al menos, mientras tenga mi Tridente.

Enseñó su Tridente, de un color amarillo muy extraño para un metal debajo del mar pues debería estar corroído, que descansaba en un espacio únicamente para él.

¡Sí! ¡Con él las espachurra y hacen chsssssssttt! ―gritó el pez anunciando la efectividad del arma. No quería imaginarme lo que era el chsssssssstt…

No necesitamos tu ayuda. Vete enseguida, “criatura de un lejano mar”.

Y por consiguiente, también me estaba invitando a mí amablemente a que me fuera del castillo. Intenté encontrar una razón para quedarme un poco más cuando volví a recordar la razón de mi estancia allí, la perla de la que nos habló Ronin.

Me acordaba que Ivan Kit nos había llevado hasta el castillo directamente. ¿Quizás estaría dentro del enorme complejo? ¿Debería preguntarle sobre ésta al Rey Tritón?

B…bueno, señor Rey, s…si es usted tan amable de no hacerme chssssssstt, me gustaría preguntarle por, ehmm…, por una perla; una mágica. Vengo de…― ¿otro reino lejano? Muy visto―. De…otro sitio donde, ehmm…, soy un gran coleccionista de...objetos maravillosos...―se me había ocurrido algo que podía funcionar―. ¡Como por ejemplo esto!

Invoqué mi Llave Espada y se la enseñé al Rey Tritón. Esperaba que así creyera en mis palabras y me ayudara en mi cometido.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Sombra » Jue Abr 18, 2013 8:03 pm

¡No es buen momento! ―replicó con ira el Rey Tritón a Ragun, dirigiéndose de nuevo hacia Ariel―. En cuanto a tu castigo…

Fruncí el ceño ante la tajante respuesta del Rey Tritón. Aquella humillación merecía una respuesta, sin embargo decidí no decir nada. Por muchas ganas que tuviese de decirle un par de cosillas no podía ir ganando enemigos tan facilmente, aquello podría entorpecerme a la larga.

¡N-No fue su culpa! Es decir, estábamos de regreso, pero entonces nos atacó ese tiburón y brruuummm, grrrrrr. Y luego esa gaviota loca… ―intentó defender el pez cobarde mientras soltaba sonidos como simulando una pelea.

¿Tiburón? ¿Gaviota? ¿Has vuelto a acercarte a la superficie? Creía haberte dicho que lo tenías prohibido.

El pez no parecía muy listo, acababa de meter en más líos a su querida amiga.

Pero, padre…

¡Los humanos son peligrosos, Ariel! ¿Cuándo lo entenderás?

¡Ni siquiera los conoces…! ―contestó Ariel enfadada sun saber que más decir.

A pesar de estar escuchando toda la conversación hice caso omiso al significado de esta, simples palabras vacías que ni me hicieron reaccionar o meditar en ellas.

¿Y quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis aquí? ―preguntó de pronto el "Gran" rey de los mares.

Ellos son, uhm… ―intentó explicar de nuevo Ariel.

Bueno, yo soy Fran y… ―se adelantó Fran siendo interrumpido por el Rey Tritón al recordar que ya me había presentado.

¿Y a qué mares lejanos te refieres, muchacho? No necesitamos la ayuda de extranjeros. Por muy peligrosas que sean esas criaturas, no las dejaré entrar en mis territorios. No, al menos, mientras tenga mi Tridente.

El hombre mostró su arma. Un tridente dorado, muy brillante y de aspecto puntiagudo. Parecía ser un arma que no tenía mucho tiempo pues bien era sabido que un objeto bajo el agua acaba oxidandose... Sobre todo si es metálico.

¡Sí! ¡Con él las espachurra y hacen chsssssssttt! ―continuó Flounder la explicación con su típica forma de hablar llena de onomatopeyas.

No necesitamos tu ayuda. Vete enseguida, “criatura de un lejano mar”.

Bueno, no te quejes cuando las gentes de tu reino empiecen a morir lentamente. ¡Oh! "Gran Rey" ―contesté sarcástico―. No son simples monstruos marinos, es algo que posiblemente jamás hayais visto. Cuando estéis al borde de la extinción te arrepentirás de lo que acabas de hacer.

>Ha sido un placer, Princesa Ariel, Flounder.

Y con esa despedida empecé a nadar hacia la salida del palacio escuchando la conversación que Fran estaba llevando a cabo.

Así que una gema... Me pregunto si Alexis sabe algo del tema...

Y sin duda aquel tridente también me llamaba la atención. Por el sonido del pez deduje que aquella arma era algún tipo de objeto mágico, probablemente con afinidad a Electro. Sin duda, aquella arma tenía que ser una ventaja monstruosa en un mundo acuático como aquel. ¿Pero de dónde había sacado aquel objeto? ¿Algún viajero que lo perdió? ¿Un traficante de objetos? De todos modos, aquella arma no parecía ser del tipo que apareciese de la nada en aquel mundo...

De pronto, un brillo a mi espalda me alertó cuando me estaba alejando. En la mano de Fran su llave espada se mostraba sin pudor alguno. No pude evitar quedarme a observar desde cierta distancia (y con discrección) como avanzaba la conversación.

En serio... ¿A quién se le ocurre enseñar la Llave Espada con tanta facilidad? ¿Es que a los de Tierra de Partida no les han enseñado las normas básicas? ―murmuré considerando realmente estúpida su acción.

Pero pese a mis palabras, realmente quería saber que reacción tendrían allí los presentes.

Bueno, de todos modos al menos había descubierto que el Rey Tritón no sabía nada de los Sincorazón. Si conociese algo de ellos realmente no habría hablado así. Ni siquiera parecía sonarle aquellos monstruos por lo que decía.
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Notapor Soul Artist » Jue Abr 18, 2013 11:08 pm

Tardé un rato en darme cuenta de que no estaba llorando en soledad. Acabé percibiendo una perturbación en el agua, algo que nadaba a mi alrededor. Hice un intento de secar mis lágrimas, aunque bajo el mar poco efecto tuviese, y dirigí mi mirada hacia las dos criaturas que me observaban en silencio.

Siniestros monstruos. Dos morenas de color verde nadaban a mi alrededor, probablemente pensando que sería una presa fácil para su merienda, aunque iban listas si pensaban enfrentarse a mí. Observé sus muy llamativos ojos saltones, amarillos casi chillones, y me erguí para verles más de cerca. Si estaban allí para ayudarme, lo cierto era que me estaban asustando.

Pobre niña… ―señaló una de las dos criaturas. Mi reacción fue inmediata, sintiéndome ofendido por equivocarme de sexo.

¿¡Qué!?

Niño ―rectificó el otro, empeorando la situación.

¡¡Niño tú!!

Pobre criaturilla…

Inflé mis mofletes al ver el comportamiento de las dos morenas. Gracias a mi astucia ya había llegado a la conclusión de por qué estaban allí, y no era precisamente para ayudarme: se estaban riendo en mi cara. Imaginé que las morenas debían ser como las hienas del mundo submarino, riéndose de forma constante y muy desagradable de otros animales submarinos.

Me giré decidido a marcharme y perderlas de vista, pero ellas continuaron hablando:

Debe de tener un problema muy grave…

Y ojalá tuviera solución…

Claro que la hay. Siempre, siempre la hay…

Giré mi cabeza ligeramente hacia ellas. Si no me equivocaba, estaban sugiriendo que quizás existiera una forma de ayudarme a encontrar el camino a la nave gumi o a reunirme con Fran y Yeno. Me llevé la mano al labio y pensé por un momento con algo de lógica: no había visto a ningún otro ser vivo a kilómetros a la redonda. Seguramente aquellos dos animales sabían volver al palacio, y desde allí podría guiarme para regresar a la nave.

Sonreí. Por fin un poco de suerte.

Bueno… —comencé a comentar en alto, con el dedo índice sobre el labio inferior, tragando mi orgullo ante lo que podían ser probables burlas de las morenas—. Quizás podáis ayudarme, yo… Simplemente, ¿podéis ayudarme?

Como fuese una broma de mal gusto, las estrangulaba hasta la muerte y las llevaba al cocinero de Tierra de Partida para cenármelas.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Lun May 20, 2013 2:35 pm

Ragun y Fran


Tal vez en tus mares necesiten entrenar a niños para protegerse. Pero en los míos, no permitiré que nada ocurra mientras yo esté aquí ―le contestó Tritón a Ragun. Por muy gallito que fuera el aprendiz, irse le libraba de tener que enfrentarse a la guardia, puesto que no consentiría otra falta de respeto.

El Rey atendió a la petición de Fran y no le espachurró. Al menos, no por el momento, sin embargo, pronto consiguió que ganas no le faltasen, a juzgar por la expresión de su cara nada más contemplar la Llave Espada del chico.

No he oído hablar de ninguna perla mágica. Pero si tus intenciones son las de arrebatarnos nuestros tesoros y riquezas, aquí no eres bienvenido. Te pido otra vez que te marches. O si no… ―enarboló el tridente con claras intenciones.

¡Padre! ―exclamó, indignada, Ariel, ante el trato a quien consideraba un invitado―. Vámonos, Fran.

Le agarró del brazo con el que sujetaba la Llave y nadó arrastrándole hacia la entrada de palacio, pasando al lado de Ragun si éste no se escondía previamente. El Rey Tritón los dejó marchar, quedándose con Sebastián en la sala del trono. Flounder los siguió rápidamente en cuanto se dio cuenta de que lo habían dejado solo.

Él es así. Ve peligro en todas partes ―trató de disculparse Ariel, aunque parecía estar pensando en algo en particular―. ¡Sólo porque no los conoce…!

La recepción con su padre no le había sentado nada bien. Se la veía decaída y triste, incluso consciente de que no había sido castigada por faltar al musical. No obstante, dejó de lado la discusión para pasar a otro tema.

Entonces, ¿eres un coleccionista? ―se interesó Ariel―. Yo también almaceno algunas cosas. ¿Quieres que te la enseñe? Aunque no tengo esa perla que dices.

Si la perla no estaba entre las pertenencias de Ariel, aceptar la invitación no sería conveniente, sobre todo contando que Fran no estaba allí de vacaciones, sino que tenía una misión muy clara. Sin embargo, tal vez ella sí la tenía y no era consciente. Por otro lado, ¿le habría dicho el Rey Tritón todo lo que sabía…? ¿Debería volver…?

En cambio, Ragun, estaba más perdido. El Rey no conocía nada de los sincorazón, no sabía dónde estaba Alexis ni quien podría aportarle la información que necesitaba. Mirando el lado positivo, se había escabullido prudentemente de la sala, y como Fran había acaparado toda la atención, nadie recordaba que, en teoría, se había marchado del castillo. Ahora, por lo tanto, tenía un castillo completo para investigar, si así lo deseaba.

Además, empezó a escuchar un ruido extraño. Tal vez fuese la primera vez que el chico escuchaba algo parecido, como si alguien estuviera practicando sonidos con su boca. Si se acercaba a la fuente, tras una columna encontraría la fuente: una parejita de tortolitos que no hacían más que besarse. El tritón tenía la cola azul y el pelo castaño engominado hacia arriba, además de un collar con un diente; la sirena, en cambio, tenía la cola naranja, el sujetador verde y el pelo castaño recogido por cuentas.

Desde luego, atinaba bien en descubrimientos inútiles…


Ivan


Úrsula…

Úrsula puede hacerlo…

Ella ayuda a quienes lo necesitan…

Como tú…

Síguenos.

Las morenas nadaron hacia la única salida, por la que también se entreveía la sirena de movimientos sospechosos. Sin embargo, ni siquiera llegaron a pasar por su lado, puesto que esta se hallaba lejos, y cada vez, más; además, las criaturas viraron en la dirección contraria.

No daban muy buena espina, pero fueran cuales fuesen sus intenciones parecían querer ayudar al pobre y desdichado Ivan. Tal vez eran voluntarias en comedores de acogida o recogían a niños en la calle para comérselos. ¿Quién sabe?

Le llevaron por grietas, anchos mares e incluso corrientes de agua, en las que pidieron a Ivan que se agarrara para que ellas lo impulsasen. Al final, acabaron en un sitio que habían conocido sus compañeros, aunque él no había tenido el placer. En el centro de la estancia, un misterioso barco hundido parecía llevarse toda la luz del mar.

Por aquí.

Bajaron por la pared hasta una gran roca. A través de sus contornos, se entreveía una obertura, pero era imposible pasar por ella. Una de las morenas se dirigió hacia el trozo de una barca que estaba contra la pared, cerca de ésta, y se escurrió por ella hasta llegar a un botón que apretó. Inmediatamente, la roca que bloqueaba el paso bajó.

Las morenas continuaron el camino. Llegados a aquel punto, Ivan aún tenía la posibilidad de dar media vuelta. Si no lo hacía… comprobaría, con horror, cómo la roca volvía a su sitio justo cuando la pasó.

El paisaje pasado aquel punto no mejoró. Parecía la típica película de miedo en la que se guiaba a uno de los inocentes chavales, desgraciadamente para Ivan, no al protagonista; hasta un terrible destino, ya fuera en forma de susto para el espectador o lo que en un principio parecía uno. En cualquiera de ambos casos, seguro que acababa muerto.

La caverna por la que discurrieron era tranquila, pero siniestra. Había tanto estalactitas como estalagmitas, que las morenas bordeaban con suma gracia, hacia un destino que tenían muy claro. Tras atravesar el túnel, éste se abría paso hacia un espacio más grande, en cuyo centro se esculpía una roca con forma de un monstruo en los huesos. El lugar en el que cualquiera querría vivir, vamos.

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Se dirigiero directamente hacia la boca de la inanimada criatura, que discurría en un túnel mucho más peculiar que el anterior. Y es que, aparte de ser muy estrecho, allá donde mirara no vería en el suelo más que unas especies de algas, con ojos y bocas, y la expresión de quien todo lo ha perdido, que observarían al muchacho atentamente. Si no se apartaba de ellas, más de una lo agarraría, aunque podría liberarse tirando un poco.

Al final, llegarían hasta una estancia mucho más acogedora. Parecía la habitación de alguien, ya que estaba adornada de estantes, conchas y utensilios. En el centro se hallaba un caldero, y al fondo lo que parecía el aposento privado. Sin embargo, algo más llamaría la atención a Ivan mucho antes que, incluso, la mujer pulpo de pelos blancos y masa similar a la de Derhe Yeno.

Mira a quién tenemos aquí ―sonrió la aprendiza―. Mi próximo menú: calamar a la romana.

Alexis.
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[IK] Los padres no entienden a sus hijos - Ronda #3

Notapor Soul Artist » Mar May 28, 2013 8:00 pm

Síguenos.

No me quedó otra que obedecer a las morenas. Aseguraban que la tal Úrsula era un alma caritativa deseosa de ayudar a gente con problemas reales como era el mío. ¿Cómo iba a negarme a ver a alguien cuyo altruismo probablemente sólo podría compararse con el mío? Me encogí de hombros y las seguí en silencio, sin rechistar durante gran parte del trayecto.

Fue entonces cuando vi a una sirena a lo lejos, aunque la realidad es que nos estábamos alejando de ella. Me detuve un momento a observarla, incapaz de reconocerla. ¿También se había perdido acaso? ¿O sabría el modo de regresar a la ciudad submarina?

Esto… Muchachas… ¿No deberíamos ayudar también a…?

Pero no sirvió de nada mi llamada de atención. Cuando volví a dirigir la mirada a las morenas, estas seguían su trayecto sin molestarse a mirar atrás. Lo sentí por la sirena a lo lejos, pero probablemente aquella fuese la única manera de volver a casa.

Y el camino cada vez era menos agradable. Llegamos hasta un foso submarino donde un barco hundido nos esperaba, el cual inevitablemente llamó mi atención. ¿Era un atajo lo que estábamos tomando? Porque desde luego, nunca había visto nada así en mi huida de mis compañeros.

Por aquí.

Las morenas revelaron el camino a lo que parecía ser un túnel después de que una roca que ocultaba la entrada se moviera. Curioso el lugar al que me querían llevar, desde luego. Cada vez parecía menos probable que aquello se tratara de un atajo, e incluso quizás fuera una trampa. Igual me estaban intentando tomar el pelo, o incluso secuestrar a una gran estrella del canto como era yo. Tragué saliva mientras se adentraban dentro, mientras me pensaba qué hacer.

Pero qué demonios, pensé. Tenía una Llave Vara. Podría electrocutar a esos bichos cuando quisiera. Decidí seguirlas a través del túnel en silencio, observándolas con sospecha. Y cuando atravesamos el camino, finalmente la espina de la sospecha se tornó un poco en la del miedo.

¿Pero qué co…?

Si tuviese que definir de algún modo hacia dónde nos estábamos dirigiendo, lo compararía con la típica casa encantada fusionada con el castillo de Drácula en versión submarina. Si la tal Úrsula era real, la tía se pasaba de oscura y siniestra, además de tener un gusto de exteriores digno de un retrasado mental de seis años de edad. ¡Parecía un jodido monstruo submarino!

Las morenas se dirigieron hacia la boca de la casa, como si fuese la entrada de un edificio. Pero me negué en rotundo a entrar.

¡Y una mierda voy a entrar ahí! ¿Estáis locas? ¡Por el amor de…! ¡Joder, vuestra Úrsula está…!

Me rendí recordando que era mi única opción de volver a casa. No sólo eso, sino que ahora no podía echarme atrás, y resistirme a entrar era inútil. Les seguí en silencio, sin más que decir al respecto.

El interior de la casa embrujada era peor de lo que imaginaba. Antes de llegar a la habitación a la que se dirigían mis dos guías atravesamos un pasillo en el que hacía tiempo que nadie limpiaba, ya que la suciedad del suelo se me intentaba pegar cada dos segundos a mis extremidades. En cuanto lo que parecía ser un alga se enganchó en mi brazo solté un chillido y me puse a agitarlo histéricamente, dándome cuenta de que no era suciedad: aquello tenía vida. Y aquello no era agradable.

Nadé lo más rápido que pude hasta la habitación, librándome de todo aquello que me intentara capturar. Y finalmente me lancé al suelo acuático, ignorando todo poder que tuviese la gravedad en mí. Fue entonces cuando noté que no estaba solo allí, además de las morenas.

Mira a quién tenemos aquí. Mi próximo menú: calamar a la romana.

Tú…

Levanté ligeramente la mirada para ver a dos personas más allí: una mujer con tentáculos negros como extremidades, de piel morada y pelo blanco. Pero además de aquella extraña entidad, una niña de patas de araña me miraba con sonrisa maléfica. Su piel tan pálida, aquella fuerza mágica que desprendía… Me sonaba haberla visto antes. Y entonces caí en la cuenta: sólo podía ser una persona. Una única persona en todo el universo…

… Eres Úrsula, imagino —deduje, volviendo a nadar y levantándome del suelo mientras señalaba con el dedo índice a la niña araña—. Ivan Kit. Probablemente ya hayas oído hablar de mí, claro. Puedo firmarte un autógrafo, a cambio de un pequeño favorcillo de nada, claro.

Me crucé de brazos y observé la habitación de mi alrededor. Después analicé a ambas féminas delante de mí, y deseché toda idea de presentar mis encantos masculinos a cualquiera de ambas. Si lo intentaba con la que imaginaba que era Úrsula cualquiera me acusaría de pedófilo, y su compañera… Pensarlo alimentaba mis pesadillas.

¡Bueno! He oído mucho hablar de ti, Úrsula. Incluso… ¿Te he visto en otra parte? Un rostro como el tuyo sería difícil de olvidar, y más siendo alguien de tanto renombre —un poco de peloteo no hacía daño a nadie, y menos cuando me podía ayudar a salir de allí—. Bueno, verás, me lo estoy pasando en grande, pero… Hay algo que necesito. Quiero volver a…

Me detuve, dándome cuenta de algo. ¿Y si me podía ayudar a algo más que volver a casa? La Perla. No debía olvidar mi misión, estaba en aquel mundo por misión de Ronin. Si volvía con aquel objeto me ganaría el favor de mi Maestro, y probablemente de todos los demás.

Sonreí con encanto. Quizás ya no quisiese volver tan rápido.

Creo que tenemos tiempo para charlar.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Jue Jul 18, 2013 1:07 am

Ivan


Tal vez Ivan tendría que haberse fiado de sus instintos y no haber entrado en la casa embrujada, al menos mientras nadie mirase, puesto que su reputación podía echarse a perder fácilmente. Porque lo que le esperaba dentro (la niña araña y la pulpo verrugosa) era todo lo que un chico como Ivan prefería no toparse nunca.

¿Dónde se habría quedado esa bonita sirena perdida?

En cualquier caso, lo hecho, hecho estaba. Pese a las poco agraciadas circunstancias, tenía ante sí una oportunidad espléndida: regresar a casa, y con la Perla.

Debió sentirse muy confuso, entonces, cuando “Úrsula” comenzó a reírse, como si todos los halagos y las pretensiones del joven fueran parte de un chiste.

Había olvidado lo pardillos que sois en Tierra de Partida ―se jactó Alexis, cruzando los brazos y adoptando una postura cómoda, a pesar de flotar en el agua―. ¿Recuerdas mi cara? Mmm… Sí, nos hemos visto. Una vez. Bueno, en todo caso, me viste a mí. No iba a malgastar mi tiempo entonces en recordar los rostros de tantos próximos cadáveres ―obvió el dato de que ella lo había reconocido antes, aunque Ivan no podía saber de dónde, si lo que afirmaba era cierto—. Hoy no tengo ningún asunto que tratar contigo ―hizo un gesto, despachándole—. Así que procura ser breve.

Alexis se llevó la mano a uno de sus bolsillos, distraídamente, para palparlo y recordar la horrible desgracia de que no había llevado su consola, puesto que se estropearía con el agua. Susurró una palabrota y enfurruñó la cara, consciente de que tendría que aguantar la cháchara entre la verdadera Úrsula e Ivan.

Intervinieron, de nuevo, Jetsam y Flotsam, para presentar, ésta vez sí, a su ama, sobre la cual dieron vueltas:

Ella…

… te ayudará.

Preséntate debidamente a la señora de la casa, mi pequeño niño ―Úrsula también había encontrado graciosa la escena, pero su risita era mucho más contenida―. O pensaré que no tienes modales.

La mujer pulpo descendió hasta la altura de Ivan, separados ambos por el ancho caldero.

Yo soy Úrsula ―se presentó al chico―. Si Flotsam y Jetsam te han guiado hasta mí, es porque tienes algo que pedirme.

La media sonrisa que, hasta entonces, había esgrimido por la confusión de personas de Ivan se desvaneció.

Ya que tanto has escuchado de mí, ya me conocerás, pececito. Hice cosas terribles en el pasado y, por ello, ahora intento redimirme. Gracias a mis poderes de bruja, puedo ayudar a toda alma que necesite auxilio. Que esté sola, triste, sin nadie con quien contar… ―empezó a desplazarse alrededor de Ivan, acercándose protectoramente, queriendo mostrarle el amparo que iba a tenderle―. Y tú, ¿por qué estás aquí? ¿Adónde quieres volver?

»¿Cómo puedo aliviar tu pesar?
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Sombra » Jue Ago 15, 2013 12:46 am

Me alejé de la sala escondiendome tras una de las múltiples columnas que se extendían por el pasillo de la sala del trono de aquel castillo escuchando a hurtadillas y descubriendo algo interesante.

Una perla, probablemente aquello era una misión que los de Tierra de Partida le había encomendado, pero no. No iba a interferir en su misión si esta no interfería con la mía. Ya tenía suficiente con buscar al que supuestamente podía controlar allí a los Sincorazón.

Tras unos intercambios de palabras el Rey Tritón les ordenó retirarse. Tanto Ariel como el de Tierra de Partida se fueron mientras tenían una conversación coloquial y no muy interesante.

Supongo que me pondré a explorar el castillo... —medité cuando vi que Fran y los otros se habían alejado lo suficiente. Realmente no tenía muchas pistas ni sabía por donde empezar a buscar ya que no conocía nada de aquel mundo. Pero aquello era un castillo, alguien tenía que saber algo.

Con esos pensamientos empecé a nadar... Tras nadar un poco unos sonidos llegaron hasta mí, al principio no supe lo que era por lo que con cierta curiosidad me acerqué a mirar encontrandome a una pareja besandose como si no hubiese mañana.

"Oh, genial..."

Suspiré decepcionado ante aquel hallazgo cuanto menos inútil... Ni siquiera podrían servirme de ayuda, seguro que en sus cabezas solo pasaban estúpidos pensamientos que resultarían molestos y sobre todo incoherentes.

Seguramente incluso merecería más la pena lanzarles un Electro o algo similar solo por diversión. Sonreí maleficamente, quizás ayudado por Ello, al cual sentía muy cerca de mí.

Invoqué mi Llave Espada, unas diminutas chispas mágicas salieron de la punta de esta como si supieran que hechizo quería realizar. Por mi cabeza se cruzó una imagen de como los dos se convertían en pez a la parrilla... Algo digno de ver sin duda. ¿Como podría resistirme? Además... No podía negarlo. Tenía ganas de hacer algo que me resultase divertido simplemente como una pequeña "venganza" al rey estúpido que había osado hablarme así.

Hazlo —incitó Ello. Mis ojos empezaron a volverse amarillos lentamente. Habían sido unos pocos segundos desde que se me había antojado atacarles, pero cada vez estaba más seguro de ello—¡Acaba con todos!

Miré de que no hubiese nadie más alrededor, no era tonto. No iba a hacerlo con alguien más mirando. En caso de que hubiese alguien más no iba a atacarles. En cuanto viese que no había nadie...

...Electro —susurré como hipnotizado... El fogonazo de luz de aquel ataque salió desde la punta de la llave espada hacia aquellos incautos.

No me paré a ver el resultado y me apresuré a irme sin dejar huella haciendo desaparecer el arma del crimen... No me apetecía que viesen mi cara y me cogiesen... Al menos aquel ataque no dejaba huellas... Sería muy difícil que me atrapasen por no decir imposible... E incluso si me veían por allí podría facilmente decir que simplemene los había encontrado o que no los había visto, en caso de que me viesen alejandome.

Sonreí para mis adentros... Quizás ahora si que debía explorar el castillo.

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No sé bien la estructura del castillo, ni en donde estoy por tanto si es posible ascender a alguna planta superior... (En caso de que nada se lo impida, claro)
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Quico » Lun Ago 26, 2013 2:33 am

Se me nubló la mente durante un momento, cuando le había pedido al rey del lugar que no me destruyera. Aunque al principio pareció que hubiera estado un largo tiempo mirando anonadado, en realidad en un suspiro volví a recuperar la conciencia. Ciertamente era algo extraño.

No he oído hablar de ninguna perla mágica. Pero si tus intenciones son las de arrebatarnos nuestros tesoros y riquezas, aquí no eres bienvenido. Te pido otra vez que te marches. O si no…

Como el mismo dijo no tenía ni idea sobre la perla, y encima quería… bueno… Vamos, que aparte de no conseguir nada mi vida peligraba.

Buen...

¡Padre! ―me interrumpió Ariel―. Vámonos, Fran.

Y la sirena me cogió del brazo y me llevó a rastras, aunque no sabía si en el mar se diría de otra forma, hacia la salida del castillo. El pez amarillo, por supuesto, nos siguió a Ariel y a mí a las puertas.

También Ragun había desaparecido del mapa, escabulléndose antes de que nos fuéramos. Quizás había abandonado la posibilidad de razonar con el Rey Tritón.

Pero mientras Ariel seguía llevándome lejos de su padre.

Él es así. Ve peligro en todas partes. ¡Sólo porque no los conoce…!

¿A quiénes no conocía? Esperaba que no se hubiera dado cuenta de que pertenecía a otro mundo, aunque mostrar la Llave Espada fuera una prueba concluyente de mi origen. Menos mal que no estaba Ivan conmigo, porque estaba seguro de que se habría chivado a Ronin o me habría matado.

Ariel, aunque triste por la resolución de su padre de no escucharnos ni a Ragun ni a mí, cambió de tema rápidamente, interesándose por la perla de la misión.

Entonces, ¿eres un coleccionista? Yo también almaceno algunas cosas. ¿Quieres que te las enseñe? Aunque no tengo esa perla que dices.

De momento no tenía ninguna pista sobre la perla, se habían esfumado con mi entrevista con el rey, así que tampoco me quedaban muchos recursos. E incluso a lo mejor podría encontrar la perla en donde decía Ariel, siempre se podía ser despistada.

Vale, veamos qué es eso de que me hablas.
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¿Os acordáis del tal HushHush? Digamos que le falta un rato largo.
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[IK] Los padres no entienden a sus hijos - Ronda #4

Notapor Soul Artist » Mié Ago 28, 2013 9:59 pm

Risas. La niña a la que creía por Úrsula se estaba mofando en mi rostro, como si le hubiese contado un pésimo chiste. Me molestó su inadecuado comportamiento, puesto que nadie invitaba a su casa a un famoso cantante para carcajearse a su costa cual bufón. La fulminé con la mirada, pero sus palabras me sorprendieron:

Había olvidado lo pardillos que sois en Tierra de Partida. ¿Recuerdas mi cara? Mmm… Sí, nos hemos visto. Una vez. Bueno, en todo caso, me viste a mí. No iba a malgastar mi tiempo entonces en recordar los rostros de tantos próximos cadáveres.

Abrí la boca ligeramente al escuchar aquello de su boca. ¿Nos habíamos visto antes? Claro, por eso me sonaba. Aunque el hecho de que supiera que era de Tierra de Partida fue lo que más me llamó la atención, junto con el hecho de que se referiera tanto a mí como a otro grupo de gente como futuros muertos. Mi mente sólo podía encontrar un escenario en mi cabeza donde nos hubiésemos visto. Abrí los ojos como platos al caer en dónde podía ser: el mismo sitio con el que soñaba cada noche desde que el Maestro había anunciado que podíamos movernos hacia allí cuando quisiéramos.

Hoy no tengo ningún asunto que tratar contigo, así que procura ser breve.

Debería haberte reconocido…

Apreté el puño mientras la niña me daba la espalda, murmurando algo para sí misma tras buscar algo en sus bolsillos. Quería invocar mi Llave Espada y atacarla mientras no mirase, mas sabía que no debía: me superaba mucho en nivel de poder. No era nadie a su lado, sólo polvo, algo inútil. La recordaba junto a Ryota, sonriéndonos a una gran multitud, y todos los rumores que había escuchado sobre su persona me hacían retorcerme.

Ariasu, maldita… —murmuré para mí mismo, clavando mis ojos en su nuca—. Tiene suerte de que esté aquí por otros motivos: estoy casi al nivel de Kazuki. Mi victoria estaría cantada.

Preséntate debidamente a la señora de la casa, mi pequeño niño ―me llamó la atención la mujer gorda y terriblemente fea, la cual había encontrado aparentemente mi escena con la Maestra de Bastión Hueco―. O pensaré que no tienes modales.

La fofa mujer descendió hasta mi altura, quedándose al otro lado de un extraño caldero que me hizo preguntarme cómo podría echarse cualquier clase de líquido a su interior. Carraspeé mi voz e hice una reverencia a la mujer.

Discúlpele, madame. No sé cómo he podido equivocarle con ella cuando su presencia es mucho mayor… Mi nombre es Ivan Kit, cantante profesional. Encantado.

Yo soy Úrsula. Si Flotsam y Jetsam te han guiado hasta mí, es porque tienes algo que pedirme.

La mujer borró su sonrisa para comenzar a contarme su trágica historia, en la cual parecía haber cometido alguna clase de crimen del cual intentaba redimirse ayudando a extranjeros extraviados como yo. La verdad es que no atendí para nada a su discurso, pues mis ojos estaban colocados en Ariasu: sabía que era ella, no tenía duda. Me habían contado que tenía menos años de los que aparentaba y que se trataba de una formidable jugadora, por lo que todo en ella me cuadraba.

Mi mente vagó un segundo mientras me preguntaba qué hacía allí. ¿Acaso había venido también en busca de la Perla? Claro... Era una enviada de Ryota. Ya había dicho Ronin antes de partir a la misión que sospechaba que el bando de Bastión Hueco iba también tras el mágico objeto, por lo que quizás al verme cancelara su operación de búsqueda.

Pero algo provocó un escalofrío en la espalda. ¿Y si en realidad ya poseía la Perla? ¡Aquello debía impedirlo! Aunque bien era cierto que si la niña no se marchaba por algo sería. Por lo tanto, lo primero era averiguar qué hacía allí, frente a mí.

¿Cómo puedo aliviar tu pesar?

Oh, mi señora, gracias por atenderme —me sinceré poniendo la mano izquierda sobre mi pecho para rodear el caldero y acercarme hacia el pulpo, cada vez bajando más la voz para que Ariasu no pudiese escuchar nuestra conversación—. Un gran mal me atormenta, y me es de total necesidad acabar con mi martirio. Pero mucho me temo que la mujer que le acompaña es culpable de dicho castigo a mi proble mente —señalé en dirección a la niña con la cabeza, intentando disimular para que ella no se diera cuenta—. ¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué ha acudido en su socorro? Me temo que no es alguien de mi confianza, y mi timidez me impide explicaros mi situación mientras ella siga aquí.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Jue Sep 05, 2013 2:38 am

Fecha límite: 10 de septiembre.

Fran


Ariel pareció ilusionada de que Fran mostrara interés en sus pertenencias. Durante el camino hacia el lugar donde las guardaba, no paró de hacer preguntas a Fran, quien la decepcionaba cada vez que eludía su curiosidad.

¿Y qué clase de cosas tienes? ¿Perlas? ¿Dónde las consigues? ―se interesaba―. Las perlas son bonitas, pero aburridas. Sólo puedes mirarlas y…

Y son marinas.

¡Flounder!

Llegaron hasta lo que parecía una apilación natural de rocas gigantescas. Ariel se dirigió con decisión hacia la que más sobresalía y, con un poco de fuerza, la empujó hacia sí para abrir por ella un resquicio, por el que indicó a Fran y Flounder que pasaran, para luego hacerlo ella.

El interior era increíble. Sólo una palabra podía describir semejante vista: trastero. Tal vez Fran estuviera familiarizado con estos lugares, los trasteros, donde la gente (terrestre) almacenaba sus cosas sin ton ni son, a veces incluso rotas, acumulándose durante años hasta que llegaba el fatídico día en el que necesitabas de verdad algo del montón, te proponías ordenar o un bebé se colaba bajo la mortal pila.

El espacio en sí era bonito, ya que la estancia ascendía de manera circular hasta acabar en una ventana a través de la que se veía con claridad la superficie. En las paredes, había estanterías naturales donde se hallaban colocadas todos los nimios objetos que pudiera imaginar: teteras, libros, velas, espejos, cofres, jarras, saleros, cuadros, relojes de arena, sacacorchos, gafas, telescopios…

¡Bienvenido a mi Gruta! ―le presentó Ariel―. ¿Te gusta? Aquí guardo todo lo que consigo del mundo humano. Mi padre no lo aprobaría, porque los odia, así que no le digas nada. ¡Puedes mirar tanto como quieras!

Ariel nadó hasta un soporte, donde tenía ya una cuchara y un cuchillo colocados, y depositó el tenedor, tumbada para mirarlo de cerca.

Este es un buen lugar para el cachivache ―asintió, con una sonrisa, orgullosa. Tal vez, y sólo de chiripa, hubiese relacionado el trío de objetos.

Algo en aquella imagen, tras observarla un momento, hizo cambiar la expresión de la joven sirena. Flounder, notándolo, acudió de inmediato, preocupado.

Ariel, ¿te encuentras bien?

Ojalá pudiera hacerle comprender que… yo no veo las cosas como él ―se lamentó, tanteando con el dedo el tenedor―. No entiendo cómo un mundo que hace cosas tan maravillosas pueda ser malo.

Nunca verá
lo que hay aquí
Tantos tesoros
que yo descubrí


Su voz era, realmente, como la habían descrito: asombrosa. Dulce, en armonía y acompañada de buena letra. Si algo fallaba, sin duda, era el tono afligido de su canción. Y, además, que tal vez Fran estuviera más interesado en perlas que en melodías.



Ragun


El cruel ataque de Ragun pasó poco desapercibido. La pareja se separó con sorpresa y con algún grito de la muchacha; y, mientras éste huía de la escena del crimen sin levantar sospechas, curiosos se acercaban a escuchar las advertencias de los sorprendidos enamorados sobre una posible anguila eléctrica desbocada en palacio.

Aquel castillo hundido tenía mucho que envidiar con los que Ragun pudiera haber visto en la superficie. Tenía poco esplendor y una decoración tan… marina, que no parecería lujoso ni para un ser de las profundidades. Además, su carencia de seguridad y paredes lo hacían insultantemente indefenso.

Si bien no vio escaleras por ningún lado, sí halló huecos en las superficies por donde la gente pasaba para acceder a habitaciones superiores o inferiores. Todo parecía casi al aire libre, salvo salas más cubiertas que Ragun fue descubriendo según se adentraba cada vez más.

Hasta que, finalmente, pasó a un cuarto privado. Había varias conchas, con mantas y almohadas (debían ser camas), un gran ventanal al fondo y un tocador. En él, dos bellas sirenas se retocaban, mientras hablaban entre sí de asuntos de palacio triviales, como las aburridas peroratas de Sebastián o el desastroso musical.

Estaban muy sumidas en ponerse guapas, pero el espejo delataría a Ragun en cuanto alguna se fijase en él o éste hiciera un movimiento brusco.

Por otro lado, si salía, encontraría por ese mismo pasillo a más de un grupillo de criados indiscretos, que cuchicheaban entre ellos con rapidez y se quejaban, por lo que escuchaba Ragun, de la asquerosa comida del cocinero, que últimamente tenía muy malas pulgas.

Si quería información, tenía a su alcance a más de un posible informante. Por otro lado, cabe destacar que, hasta entonces, nadie le había llamado la atención sobre su presencia en palacio.



Ivan


Úrsula miró de reojo a Alexis mientras Ivan le susurraba toda aquella sarta de mentiras, que prestaba atención al armarito concha, donde la bruja guardaba todos sus ingredientes, atenta a que no se fijara en ellos.

Entiendo tu desconfianza, pequeño ―le dijo Úrsula, con ternura―. Ella no es como tú. Tenía asuntos que tratar conmigo y por eso vino, pero no son importantes. Tu caso me preocupa más. Debo aliviarte la pena antes de que ésta acabe contigo, mi niño.

Se dirigió entonces a Alexis directamente.

Déjanos a solas, ricura. Vuelve más tarde cuando tenga tiempo para ti ―le ordenó la bruja.

La aprendiza, si se sintió ofendida por el trato, no dio muestras de ello. Se encogió de hombros y salió de la estancia por el mismo camino que había usado Ivan, sin echar ni un solo vistazo al muchacho.

Una vez hubieron pasado los pertinentes minutos para asegurarles una total privacidad, Úrsula volvió a girarse hacia él.

Cuéntame ahora, joven promesa. ¿Qué te aflige?


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PH de Fran: 18/18
PH de Ragun: 32/34
PH de Ivan: 22/22
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Awards 2010-2011, 2012, 2013, 2014 y 2015
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Nell
161. Kairixula
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