Shintaro se apresuró a los jardines, donde le estaría esperando la Maestra Yami. Ésta, vigorosa, radiante y con un tono infantil que incitaba a sacar una sonrisa a los aprendices más simpáticos, se acercó bailando al joven.
Cabía señalar también que era muy hermosa, y su vestimenta, tan extraña para Shintaro, hacía que su cuerpo a mitad del baile emergiera la alegría y el colorido de los jardines.
Cuando terminó de recoger unas cuantas flores, percató la presencia del aprendiz y corriendo descalza a donde se encontraba, le saludó con una embriagadora sonrisa:
—
¿Eres tú ShinChan? —preguntó con ojos curiosos, y una distancia algo intimidadora para el joven—
¡Ambas te esperábamos impacientes! ¡Toma, estas flores son para ti!La mujer le ofreció el ramo, entusiasmada. ¿A quién se referiría con "ambas"? No estaban más que él y ella en los jardines, pues era demasiado temprano.
—
Bueno, ShinChan, te voy a explicar lo que haremos, sí, sí —la Maestra giró de nuevo sobre el sitio para ondear su kimono, aquella prenda tan curiosa a ojos de Shintaro—.
Vamos a ir a un mundo muy, muy bonito, lleno de magia oculta. Sólo algunos habitantes de ese mundo conocen de su existencia, de la magia de los corazones. Es una lástima, ¿verdad que sí? Vamos a llevar a cabo una misión de exploración... ojalá pudiéramos llevar un par de chocobos para cabalgar por el reino...Shintaro comprendería entonces los rumores sobre su mentora. Realmente parecía estar hablando consigo misma en su presencia, enfrascada en sus pensamientos y tras lo cual sacar al exterior sus alocadas ideas como si de una niña pequeña se tratara.
—
¿Tienes alguna preguntita, antes de irnos, sí, no? —preguntó Yami, materializando su Llave-Espada—
¡Estaremos encantadas de revolverte cualquier duda, querido chocobito recién nacido!* * *—
¡No me hagas reír! No es inteligencia, es mero instinto —bufó Shinju, esbozando una sonrisa despectiva al ratón humanoide—.
Instinto de un animal. Si no hubiese alimento en el laberinto, jamás encontraríais la meta. Además, si tan inteligente fueras, ¿por qué no escapas del laboratorio, buscando la salida?
>> Tengo razones más que suficientes para menospreciar a unas sucias ratas de laboratorio. Aunque parece que sí conseguiste escapar el otro día. Me hubiese gustado ver tu cara de espanto, y la de ese canijo. Vaya que sí... El sarcasmo de Mickael llamó la atención de la aprendiz vestida en seda, quién subida descalza al balcón que daba al tétrico paisaje que rodeaba el castillo de Bastión Hueco, le respondió:
—
Primero de todo, me importa poco que consigáis mayor o menor experiencia. Sólo me quito trabajo inútil —replicó la muchacha, incrédula a las palabras de Mickael—
Y en segundo lugar, puede que encuentre algo interesante allí. Necesito nuevas... ratas de laboratorio.La aprendiz se alzó e invocó al aire su arma. Ésta volvió enseguida en forma de su peculiar Glider, y la mascota de Shinju, al escucharla irse, apareció de entre los confines del castillo para acompañarla. Sin embargo, ésta negó con la cabeza.
—
Si vinieses conmigo, las presas no llegarían a casa.
>> Pero te prometo que reservaré una especialmente gordita y jugosa para ti.Fecha límite: Domingo, 23 de Junio