[Coliseo del Olimpo] El dios caído

Trama de Light, Hiro, Xefil y Maya + Ragun & Mei

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

Re: Ronda #5 - El dios caído

Notapor Zee » Vie Nov 01, 2013 7:37 pm

One-Handed Post :(

Por un momento, no supe qué estaba ocurriendo a mi alrededor. Súbitamente aquella caverna se convirtió en un campo de batalla real, en el momento en el que un gigantesco can de tres cabezas decidió atacarnos sin razón aparente. Y mientras algunos de mis compañeros se preparaban para luchar contra la bestia y otros se aseguraban de que el prisionero no escapara, yo me encontré siguiendo a Diana por un camino totalmente diferente (y sorprrendentemente, aprobado por la Maestra Lyn).

Aferraba mi mano con fuerza y aquello me bastaba para olvidarme de todo por un momento. Y aunque ella sólo lo hacía para asegurarse que yo iba detrás, para mí era suficiente. Nos deslizamos al interior de uno de los túneles y en cuanto nos alejamos de la batalla que estaba ocurriendo detrás, finalmente me dejó ir. Y aunque me decepcionó romper el contacto con ella, supe mantener la cabeza fría en cierta medida y saber que aquello era estrictamente necesario.

Frente a mí iba una sirena, lo sabía, que nublaba mis sentidos. Pero igual que los alquimistas en mi reino, cuya sangre poco a poco se acostumbra a las toxinas y los venenos, mi mente comenzaba a utilizar la información recibida en el pasado, en la villa de Bella, para combatir contra los poderes de Diana. Y aunque era casi imposible hacerlo inconscientemente, lograba concentrarme si me esforzaba en ello.

Es increíble que me haya abandonado… ¡por un chucho! —se quejó Diana en un momento dado, hablando sobre Ragun. Hice una mueca, evidentemente celoso por la atención que la chica le prestaba a su compañero—. Y no me refiero precisamente a Cerbero…

Pero sin previo aviso, Diana se acercó hasta mí y deslizó sus labios hasta mi mejilla, haciéndome estremecer. Aprovechando que se encontraba cerca de mi oído, murmuró:

¿Tú no me dejarás, verdad?

Tragué saliva. Mi conciencia y corazón volvieron a confundirse terriblemente. Y aunque sabía, en el fondo, que la especialidad de Diana era provocar esos sentimientos, aun así respondí:

No, ¿cómo podría...?

Cuando la chica se separó de mí, una parte de mi persona sintió un alivio incomparable, aunque mi mente no logró asociar claramente aquel sentimiento, hipnotizada por la joven. Pensando que me tenía en sus redes y me había convertido en un muñeco viviente, comenzó a hablar para sí misma.

Hubiese sido mejor tener con nosotros al chico emo, pero bueno —aquella frase me hizo apretar los dientes, con el estómago ardiendo de ira. ¿O sea que prefería estar con él? ¿Confiaba más en sus habilidades que en las mías...?—. Tú me valdrás, mi caballero. Por ahora.

>> Sígueme. Como dijo esa chucha, no hay tiempo que perder.

Continuamos caminando, aunque yo preferí permanecer en silencio durante gran parte del tiempo. En el interior de mi cabeza, mi sentido común se esforzaba por salir a la superficie. Suponía que, mientras más me expusiera a la habilidad de Diana e intentase mantenerme consciente, más inmune a ella me volvería. Tal vez no funcionara de esa manera, pero no tenía ideas mejores.

No sucedió nada interesante, salvo por la aparición de unos cuantos Sincorazón pequeños de los cuales Diana se encargó sin mucho esfuerzo.

¿Sabes? —comenzó entonces la chica, sin realmente mirar hacia mí, que todavía caminaba a sus espaldas—. En otras circunstancias, te habría llevado conmigo aquel día... Me intrigas. Y no he dejado de pensar en ti desde que me rechazaste —aquello me hizo sonrojarme. ¿Estaba Diana hablando en serio? Agradecí que no pudiese verme, pues aquello me tomó por sorpresa y me había dejado evidentemente vulnerable—. Es… curioso. El verse rechazada… es nuevo para mí. Y aunque debería fastidiar mis planes… me fascina igualmente.

No tenía idea de que lo que había pasado en el bosque la había afectado tanto...

Y me hace pensar que, quizás, alguien se pueda enamorar de mí… de verdad. Es divertido saber que todo hombre está dispuesto a dar su vida por mí, darlo todo y obsequiarme con riquezas o mínimos regalos, pero… no distingo la adoración verdadera. Y a veces, me siento sola.

De pronto, Diana Thorn se giró hacia mí y, por por primera vez, no me sentí irremediablemente atraído hacia ella. Sus ojos grises me miraban fijamente, pero no me hipnotizaban ni siquiera un poco.

Y supe que aquello no era gracias a mis esfuerzos.

No pretendo jugar contigo, ¿o sí? —se cuestionó a sí misma, sin apartar la mirada. Incluso sin su poder, sus ojos me parecían bastante bonitos, y lo eran mucho más incluso en ese momento—. Jugar no es la palabra adecuada. Quizás, experimento. Pero también suena algo… brusco. El caso es que me gustaría… verte más.

Instantáneamente aparté la mirada, sin saber cómo reaccionar. ¿Estaba... hablando en serio?

Tengo mis motivos para estar en Bastión Hueco. Y tú los tendrás en Tierra de Partida. Créeme, si me mandan matar a los tuyos, no tendría reparo alguno en hacerlo, pues son órdenes al fin y al cabo. Y, por supuesto, tú tendrás tus motivos para atacarme.

Diana extendió su mano hacia mí, pero no me vi obligado a tomarla. No me estaba manipulando, me estaba... invitando.

¿Pero no podríamos… divertirnos? Dejar atrás todo lo referente a los bandos, citarnos de vez en cuando. Sin trampas, ni juegos sucios.

>> Ahora no es momento. Pero tras acabar con Garland… ¿te gustaría verme?

Todo el mundo pareció congelarse en ese momento. Sólo estábamos... pues, ella y yo. Ella, haciendo una proposición que nunca me hubiera imaginado, y yo, sin saber cómo responderla.

¿Salir con el enemigo? Jamás se me habría pasado por la cabeza antes, pero... mentiría si dijera que Diana no me interesaba. Como ella había dicho... 'me intrigaba'. Quería saber más sobre ella; comprender su poder, entender sus razones, contemplar su fuerza y fragilidad... Incluso lejos de ella y de su habilidad, aquellos sentimientos eran míos.

¿Pero era sensato? ¿Y si era una trampa? Y no sólo eso...

¿No me había convencido de que me interesaba alguien más con tal de escapar de ella? Después de todo, recordar a Nadhia había funcionado para romper el poder de Diana. E incluso ella se había aprovechado de esos recuerdos para manipularme. ¿No era aquello una confirmación de que Nadhia me gustaba, aunque fuese un poco?

Te lo… he dicho… sin trampas.

Diana se encontraba pálida como el mármol y sus músculos temblaban, como si algo en su interior le estuviese haciendo daño...

No... ¿lo estaba? ¿Mantener su poder a raya la lastimaba? Si no lo hacía, al menos parecía ser un esfuerzo inhumano... ¿Y lo estaba soportando por mí?

Un Sincorazón apareció detrás de la chica de pronto, dispuesto a atacar. Mis ojos se entornaron al contemplar aquella oportunidad; era mi enemigo, después de todo...

No hay tiempo. Decídete.

Hice una mueca... Tenía que pensarlo. Y mucho. Diana parecía que había estado contemplando aquella posibilidad durante un buen tiempo, y sus palabras de alguna manera me lo confirmaban. ¿Pero yo... tenía que determinarme en ese preciso instante? ¡No podía! ¡Aquello me confundía como nada nunca lo había hecho!

Pero no podía pensar: no había tiempo. Y muy literalmente, no quedaba nada de tiempo antes del que el Sincorazón decidiera atacar a Diana.

Y... los asuntos del corazón no se piensan...


Materialicé mi Llave-Espada con su usual salpicadura de sangre y me lancé al frente en un sprint inmediato. Con mi velocidad, supuse, salí disparado como una bala; e incluso así, me aseguré de iniciar mi carrera con un Impulso Gravitacional para ser incluso más rápido. Llevé mi arma tan atrás como mi brazo pudo, para darle la fuerza necesaria al primer golpe.

Pasé a un lado de Diana cortando el viento como una flecha, para luego dirigirme al Sincorazón que la amenazaba. Me dispuse a golpearle directamente en el cráneo, esperando que con mi Impulso el golpe tuviera la fuerza suficiente para atontarlo.

¡Sí! —exclamé, comenzando después una secuencia básica de tres golpes, según lo instruido por el Maestro Ronin. Tomé medio segundo para recuperar el aliento—. Sí, Diana, sí...

Cuando hubiese derrotado, atontado o inmovilizado al Sincorazón (porque, seguramente, conmigo y con Diana sería suficiente), respondería a la invitación de la chica como era debido.

Diana Thorn, permita a este humilde caballero acompañarla entonces en una cita —hice una leve reverencia, con una sonrisa tonta en el rostro—. Pero cuando terminemos con esta tediosa misión, por supuesto. Luego nos divertiremos, lo prometo...

Me sonrojé. Qué estúpido y forzado había quedado aquello.

Oh, bueno, no había vuelta atrás.

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Re: Ronda #6 - El dios caído

Notapor EspeYuna » Lun Nov 04, 2013 11:14 pm

El aprendiz acabó con el sincorazón sin ningún tipo de problema. En principio, la joven se había asustado de la reacción de Xefil, pensando que el muchacho no le había creído y aprovechaba para acabar con ella estando en su debilidad. Pero, tras encontrarse con los restos de oscuridad danzando en el aire, no pudo más que abrir sus ojos grisáceos, sorprendida.

La sonrisa de Diana en aquel momento fue sincera. Por primera vez, Xefil sintió a Diana como a una chica más. Seguía siendo hermosa, pero los sentidos del joven estaban en el sitio que les correspondía.

Sin embargo, su corazón volvió a bombear, frenético y alocado.

Lo siento —se disculpó la hermosa ninfa—. No puedo estar mucho tiempo así. Es... doloroso.

Xefil volvía a sentirse atontado con la presencia de Diana. Aunque había experimentado de primera mano lo que era estar con una Diana más humana, más alcanzable, segundos antes, lo había olvidado por completo.

Sólo podía pensar en que tenía ante sus ojos a la mujer más hermosa y deseable del intersticio.

Pero puede que llegue a ser capaz de dominarlo —Diana Thorn se acercó de nuevo a Xefil para darle un beso en la mejilla. Contempló como los ojos del aprendiz de Tierra de Partida perdían el brillo con el que la había contemplado siendo como cualquier otra chica normal—. Y no tendrás que ser víctima de este maleficio. Me esforzaré porque puedas verme tal y como soy, Xefil.

>> Hasta entonces...

Diana volvió a camuflarse tras la niña traviesa, consentida y sensual con la que muchos la conocían.

Jugaré con tu pobre corazón maldecido un poco más. Sígueme, querido.

* * *


El propietario de aquellas lanzas esquivó sin problema alguno el hechizo que invocó la jovencita. No tuvo ni que apartarse, tan sólo girar un tanto la cabeza y su cuerpo escapó de la trayectoria del rayo. Sonriendo maliciosamente, vio como la muchacha a duras penas había escapado por una de las ventanas cercanas. Caminó sin prisa alguna alrededor de la casa donde se había escondido Mei, sabiendo que tarde o temprano le daría caza.

Al contrario, soy todo un caballero por darte ventaja.

>> No voy a dejarte escapar.

Mei, cayendo de culo y como pudo tras saltar por una ventana, tenía que ser astuta para no acabar siendo atravesada por las lanzas de aquel psicópata de la secta rara. ¡Tenía que dar con la Maestra Lyn, y rápido! O quizás lo más seguro fuera esconderse en un principio.

Dentro de la casa —alivio de que estuviese abandonada, evitándose problemas—, había varias habitaciones propias de unos propietarios humildes. Una enorme cama yacía en uno de los cuartos. Y un enorme armario decoraba la estancia principal. ¿Dónde esconderse y preparar un plan de huida posterior? Porque quedarse anclada en aquella casa con el enemigo era ser ya comida para los leones del coliseo.

* * *


¿Quién diría que aquellos dos muchachos pertenecían a bandos contrarios?

Habiéndose compenetrado a la perfección, Ragun vengó en sed de sangre que el perro de tres cabezas hiriera a Nyx, ejecutando un ataque combinado junto al aprendiz de Tierra de Partida. La Flama Tenebrosa había cegado por unos instantes al can, suficientes para atacar ambos a la vez. Light había tenido una buena idea, después de todo era mejor planear una estrategia previa antes que lanzarse a lo loco a por un perro de tres cabezas gigante.

Pero todavía no habían conseguido la victoria. Light había perdido el equilibrio sobre la cabalgadura de Gaomon, con otro inevitable terremoto que provocó la caída al suelo del enemigo, cayendo del lomo de su mascota y dándose un fuerte golpe en la cabeza. Un hilillo de sangre comenzó a descender por su rostro, pero conservaba aún parte de la cordura, aun estando un tanto confuso en principio.

¡¡Cuidado!!

Ragun también había tenido una mala caída, pero no tan grave como la de Light. Sin embargo, estando de espaldas y sin situarse bien en un primer momento, no sintió los seis ojos del can puestos en él. El enemigo de tres cabezas abrió sus fauces, preparando un potente y poderoso ataque.

Cuando de repente, el joven aprendiz de Bastión Hueco recibió un doloroso empujón que lo hizo volar hacia un lado, aterrizando bruscamente. Un olor desagradable a humo le hizo reaccionar y ver lo que había sucedido.

En el lugar donde hace pocos instantes se hallaba él, yacía de pie un cuerpo cubierto en una esplendorosa armadura. Sin embargo, el dorado de la dicha estaba echando humo y el cuerpo que la vestía orgulloso estaba envuelto en llamas.

La Maestra Lyn había recibido el impacto de aquel mortífero ataque en sus carnes.

¿Es que... acaso no os... han enseñado a vigilar vuestras espaldas...?

>> Patético.

La joven Maestra perdió el equilibrio y se apoyó sobre una de sus rodillas. Pero, orgullosa como era, alzó su rostro ennegrecido y buscó con sus ojos los de Light.

¡Acabad con él!

* * *


¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos por aquí? ¡Un par de tortolitos descendiendo al Hogar de los Muertos!

>> ¿No es acaso un sitio un tanto raro como destino para una Luna de Miel? En fin, yo es que tampoco sea el más indicado con los gustos, ¡je!

Habían pasado tan sólo unos minutos para Xefil desde que comenzaron a bajar otra vez por los entresijos del Inframundo. ¿O había sido más tiempo? No lograría recordarlo. Escuchar a Diana, contemplar su bello cuerpo danzar y sentir la calidez de su mano en la suya era más que suficiente para perder la noción del tiempo.

Pero habían llegado a un sitio más amplio que los estrechos y oscuros túneles. Con velas decorando la estancia, encendidas por un fuego etéreo, se podía decir que aquella sala resultaba incluso acogedora. En el centro de ella, había una gran mesa redonda, con marcas antiquísimas, semejando los viejos juegos de ajedrez. Algunas figuras se posaban sobre ella, entre las cuales Xefil pudo reconocer al perro de tres cabezas, el cual se hallaba frente a tres pequeños peones.

Y al frente de aquel extraño salón, la presencia de un dios reconocible por todo el Coliseo del Olimpo disfrutaba de un cóctel lleno de gusanos. Sorbió uno con gusto y se chupó los dedos, dejando entrever su buen humor con una llamarada azul en su cabellera.

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Hades, tenemos que hablar.

Oh, eres tú —el dios de los muertos hizo una seña de desgana, invitándola a irse por donde había venido— Hoy es día de descanso para mí, muñequita. No tengo tiempo para hacer negocios con tus superiores.

Son mis propios negocios los que me traen aquí.

Hades se acomodó en su trono de humareda y miró de reojo a los recién llegados.

¿Y qué esperas de mí? ¿Acaso queréis que os de la bendición a ti y a tu amiguito? Lo que me hace recordar, muñequita, ¿cuántos tienes? ¿Los coleccionas, acaso?

Diana frunció el ceño, molesta.

¿Haberse encontrado con Hades entraba dentro de sus planes desde un principio?

* * *


Kekfa no podría oponer resistencia, estando constantemente recibiendo descargas por parte de Maya. Mientras Hiro le ataba de nuevo con la cuerda, éste le observaba, mostrando una cínica sonrisa y gritándole al oído.

¡Él es quien debería estar atado como el chucho que es! —exclamaba a la pequeña bruja, señalándolo con su cabeza— ¿¡Por qué sois tan crueles conmigo!? ¡Claro, como soy un payaso! ¡Los payasos siempre salen malparados! ¡¡No tenéis corazón!!

Haciendo mero teatro con falsas lágrimas, escuchó la petición de Maya para que les indicase la dirección correcta. Rió con ansias de saborear lo perdidos que estaban los aprendices. Pero al ver que Maya volvía a amenazar con pulsar de nuevo el botón, el gallo estuvo dispuesto a cantar...

Pero no pudo. Tanto él, como Maya y Hiro habían percibido una sensación un tanto extraña, proveniente de uno de los caminos. Concretamente, el del centro. De pronto, unas extrañas luces, etéreas y hermosas, surgieron de la oscuridad. Imploraban una canción indescriptible, llena de suma tristeza y dolor.

Entonces se oyeron unos pasos. Una ostentosa figura apareció rodeada de aquellas luces, que comenzaron a bailar, tristes y desamparadas, a su alrededor. A la poca luz del lugar donde se encontraban los dos aprendices y Kefka, la figura resultó ser un apuesto hombre de extraño aspecto: su pelo, alzado y de un calor azulado, era su característica más notoria. Sus ropas parecían las de los grandes magos y monjes del pasado, aquellos que sólo se encontraban recogidos en los antiguos libros de historia de Tierra de Partida. Mostraba parte del pecho al descubierto, decorado con unos misteriosos tatuajes. Otra característica que no pasarían por alto serían sus manos: de sus dedos surgían unas uñas enormes, más semejantes a las garras de los animales salvajes. Sin embargo, no se podía referir a salvaje con aquellas manos: eran, a su modo, elegantes y hermosas. La diestra agarraba con firmeza una vara que atraía a las luces que no se despegaban de su cuerpo.

Pero, sin duda lo que más atraía del personaje eran sus ojos, tan azules como el inmenso océano. Bellos y enigmáticos.

Una amable sonrisa provino de sus labios.

Es un inmenso honor conoceros, Caballeros de la Llave-Espada.

¿¡Y tú quién narices eres, friki!? —exclamó Kefka, falto de ser educado— ¿Eres un tanto raro, lo sabías? ¡¡Tienes luces fluorescentes por todo el cuerpo, si no te has dado cuenta!! ¡A saber qué te tomas! ¡Y esos pelos! ¡¡JAJAJAJ!!

El enigmático personaje no dejó de sonreír. Mostraba serenidad e ignoró amablemente las burlas del payaso cautivo.

Oh, mis modales —agachó la cabeza y realizó una elegante reverencia a los presentes—. Hasta hace poco, tan sólo era un alma vagante de este lugar. Era mucha de las que dejaron atrás el dolor tras la muerte.

>> Pero gracias a ellos, por fin podré cumplir mi misión. Aquella con la cual poder aliviar el sufrimiento de vuestros corazones. Vosotros, portadores, debéis entenderlo. El mundo es una espiral eterna de dolor. Pero, ¿qué hay detrás de la muerte? Nadie había podido responder a esa pregunta... hasta ahora.

Las luces danzaron con más fuerza a su alrededor, desapareciendo dentro de la vara que portaba.

Porque he vuelto de entre los muertos para traer la paz a los mundos.

>> Ayudadme, portadores de la luz, para guiar a los corazones a su salvación.

Alzó la mano en dirección a Maya, con una complaciente sonrisa.

Uniros a mí...

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... a Lord Seymour.

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Re: Ronda #6 - El dios caído

Notapor A Nerd Girl » Mié Nov 06, 2013 11:30 pm

El hombre no pareció afectarle el electro. Se notaba la diferencia, yo quizá con otra paliza suya podría llegar a morir o al menos a no creo que llegue a gustarme ese final. Tenía miedo

Al contrario, soy todo un caballero por darte ventaja.

>> No voy a dejarte escapar.

Para mi no era nada caballeroso, pegar así a una dama era algo muy malvado. ¡Y no me dejará huir! Debí haber salido corriendo lo más rápido posible cuando me pilló o antes de eso. Estaba bastante preocupada, ¡yo y mis malas ideas! Parecía que no tenía nada que hacer con tal rival, solo esconderse...

La casa parecía vacía, anduve por la habitaciones una de ellas tenía una gran cama... Perfecta para una siestecita si no tuviera a ese hombre con armadura.

Había un armario... podía esconderme, pero demasiado fácil. Si bajo la cama podía esconderme lo haría, si no tendría que recurrir al armario pero no estaba segura, mordí mi labio pensando en si le distraía y me subía al tejado y me montaba en el Glider huyendo del lugar. Pero quizá me de caza antes de poder escapar.

Sea cual sea el lugar, bajo la cama o dentro del armario procuraría que no se me viera ni un solo pelo.
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Re: Ronda #6 - El dios caído

Notapor Sombra » Vie Nov 08, 2013 1:24 am

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Logré dar con la Flama al perro infernal y ejecutar toda la estrategia al completo, había sido fácil en cierto modo, sin embargo...

Cerbero cayó al suelo provocando otro terremoto. Escuché algo caer de Light en forma de lobo, pero no podía ver a nadie.

¡¡Cuidado!! —exclamó Lyn.

Caí al suelo dando la espalda al monstruo tricéfalo, un gran error.

Sentí a mi espalda un peligro aproximandose, un cálido y fétido aliento en mi nuca que provocó que mi piel se erizase.

No, no, no, no, no...


La temperatura empezó a subir, como si un fuego empezase a acercarse. Temblé...

¡Ah!

Me vi lanzado por los aires de golpe y porrazo cayendo de bruces sin poder evitar hacerme algunos rasguños. Al momento pude percibir un fuerte olor a quemado.

La Maestra Lyn, cubierta por su hermosa armadura dorada estaba donde yo lo había estado unos segundos atrás. Varias partes de aquella armadura ardían ligeramente y humeaba.

¿Es que... acaso no os... han enseñado a vigilar vuestras espaldas...?

>> Patético.

Se notaba agotamiento en su tono de voz, en otra circunstancia le habría contestado, pero me sentía avergonzado. ¿Haber sido salvado por el enemigo? Por mucha tregua temporal que tuviesemos aquello seguía siendo una mancha en mi honor.

La Maestra cayó al suelo de rodillas, pero aquello no la hizo parecer débil en absoluto, todo lo contrario. Parecía tener un alma inquebrantable.

¡Acabad con él! —nos dijo mientras observaba a Light, que... ¿Estaba sangrando?

Me di cuenta al fin de que el Lobo y Light no eran la misma persona, cosa que no me había esperado, aunque no era tiempo para aquello.

Entendido. Y... Gracias —respondí, bajando la voz bastante al agradecer a la Maestra. Por desgracia, yo también era bastante orgulloso—. Vamos, Luciérnaga. Domestiquemos a este chucho sarnoso.


Un par de alas de energía oscura salieron de mi espalda, las Alas del Equinocio. Alcé el vuelo alcanzando el techo de la cueva y me dejé caer en picado cogiendo impulso en el techo tal como había hecho Lyn antes. No sería tan poderoso como el de la Maestra, pero al menos esperaba poder fracturarle el cráneo si no lo atravesaba con la llave espada.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor RedXIII » Vie Nov 08, 2013 10:16 pm

¡Él es quien debería estar atado como el chucho que es! —exclamaba a la pequeña bruja, señalándolo con su cabeza— ¿¡Por qué sois tan crueles conmigo!? ¡Claro, como soy un payaso! ¡Los payasos siempre salen malparados! ¡¡No tenéis corazón!!

A callar — contestó —Chillas mucho

Pero la conversación fue interrumpida de una forma extraña, unas inquietantes luces aparecieron del camino central, captando la atención de Hiro y MoguDer. Acompañando a las luces se podían escuchar unos pasos, de entre las sombras se esbozaba una figura con un traje que parecía hecho de lujosas sedas, amplio y seguramente cómodo. Su pelo, desafiante a la gravedad, resultaba raro a ojos del aprendiz ¿como es que tenía el pelo azul? Era la primera persona que veía con tal color de pelo ¿Era una especie de alien como Fyk? no lo parecía, al menos no como el.

Es un inmenso honor conoceros, Caballeros de la Llave-Espada.

¿¡Y tú quién narices eres, friki!? ¿Eres un tanto raro, lo sabías? ¡¡Tienes luces fluorescentes por todo el cuerpo, si no te has dado cuenta!! ¡A saber qué te tomas! ¡Y esos pelos! ¡¡JAJAJAJ!!

¿Te has visto al espejo? Tu no te quedas precisamente corto — respondió a Kefka.

Oh, mis modales — hizo una reverencia—. Hasta hace poco, tan sólo era un alma vagante de este lugar. Era mucha de las que dejaron atrás el dolor tras la muerte.

>> Pero gracias a ellos, por fin podré cumplir mi misión. Aquella con la cual poder aliviar el sufrimiento de vuestros corazones. Vosotros, portadores, debéis entenderlo. El mundo es una espiral eterna de dolor. Pero, ¿qué hay detrás de la muerte? Nadie había podido responder a esa pregunta... hasta ahora.

Las luces, que hasta hace un momento parecían bailar ante una silenciosa melodía, desaparecieron en el bastón de aquel extraño personaje.

Porque he vuelto de entre los muertos para traer la paz a los mundos.

MoguDer no encontraba para nada interesante la conversación, incluso mostró un pequeño vostezo como indirecta a su aburrimiento, al contrario que Hiro, que prestaba su máxima atención al individuo.

>> Ayudadme, portadores de la luz, para guiar a los corazones a su salvación.

Uniros a mí...

... a Lord Seymour.

Perdón... — Hiro interrumpió poniéndose en medio, indirectamente de lo que pasara entre Maya y aquel tal Lord Seymour —¿Que hay por el camino que has venido? — le preguntó —No pretendo ser grosero pero mi misión es llevar a este... payaso...

Calló unos segundos y pensó —Espera... — su rostro pensativo mostraba más bien una expresión de despiste que de intelecto —¿Como sabes que somos portadores de la luz, conoces las Llaves Espada? Y más importante aun ¿Quien te mato? — Eran solo dos de las muchas preguntas que rondaban por la cabeza del curioso aprendiz —¿Quien te resucitó y para que quieres que nos unamos a ti Explícate — Exigió.

MoguDer vigilaba atentamente a Kefka, sin quitarle ni un ojo de encima, ya se intentó escapar en un despiste, no le extrañaría que lo volviera a intentar.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Light » Sab Nov 09, 2013 12:59 am

Lo estaban consiguiendo. Sus ataques consecutivos impactaron de lleno en las dos cabezas restantes del guardián del inframundo, debilitándole con éxito y sin darle prácticamente opción de contraatacar con todo su poder: se limitó a volver a producir una onda expansiva con su gran peso.

¡Mierda…!

El ataque de Cerbero resultó más doloroso para Light, quien inevitablemente se caería de la cabalgadura. Nuevamente, volvió a perder el equilibrio y cayó al suelo; pero esta vez aterrizó de mala manera, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza.

Mi cabeza…” se lamentó del agudo y permanente dolor, aturdido. Cuando se llevó la mano a la cabeza, notó algo húmedo que recorría el lateral de su cabeza. ¡Estaba sangrando!

No te preocupes, estoy bien —dejó constancia de ello a su compañero. “Me las pagarás”, juró con todas sus fuerzas. Firme y orgulloso, afirmó además—: ¡Esto no es nada! ¡Ragun!

Light contempló como el joven de Bastión Hueco estaba a punto de convertirse en el alimento de Cerbero. Desde su posición, no podía hacer absolutamente nada para evitar que el perro gigante ejecutara su ataque.

Por suerte, Lyn estaba con ellos. Y, como su Maestra, debía defender a sus aprendices y asegurarse de que no les ocurriera nada malo: aunque uno de estos fuera un aprendiz de la orden enemiga, Bastión Hueco.

Light había sido testigo de la heroicidad de la Maestra Lyn. La mujer bestia había empujado a Ragun en el último momento, para sacrificarse y recibir el ataque en su lugar. Por el humo que despedía su armadura y por las llamas que cubrían su quemada piel, Light se imaginó que se trataría de una habilidad de elemento fuego. ¿Habrían sido capaces de sobrevivir Ragun o él a un ataque de ese calibre?

¿Maestra…? ¿Estás… bien? —preguntó Light titubeante, en shock. Aun tras recibir aquel mortífero ataque seguía en pie, aunque a duras penas.

¿Es que... acaso no os... han enseñado a vigilar vuestras espaldas...?

>> Patético.


Lyn había gastado ya todas sus fuerzas y apenas podía mantenerse en equilibrio. Ahora todo dependía de los aprendices y sus fieles mascotas.

¡Gaomon! —llamó a su mascota inmediatamente, decidido a no perder más tiempo. El can que le conocía perfectamente acudió hasta su posición y permitió que se aupara en su lomo una vez más.

Entonces, su mirada se cruzó con la de Maestra Lyn. Recibiría un mensaje muy claro de ésta.

¡Acabad con él!

Vamos, Luciérnaga. Domestiquemos a este chucho sarnoso.

Hagámoslo.

Vas a pagar lo que has hecho.

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Sin más dilación, Ragun emprendió su ataque e invocó dos oscuras alas mágicas que le permitirían planear durante unos instantes. Dicho conjuro le permitiría emular que el ataque que había realizado Lyn, hiriendo a una de las cabezas de aquella bestia.

Yo no tengo alas como Nadhia y Ragun, pero también puedo volar —se atrevió a confesar Light—. Sabes a lo que me refiero, ¿verdad?

Era verdad, Light podía volar a su manera. Simplemente su compañero tendría que agarrarle con ambas garras de su espalda y arrojarle hacia el Cerbero: después de todo, Gaomon era capaz de cargar con objetos mucho más pesados que su propio invocador.

¡Después de ti! —bramó.

Light cortó el aire con su Llave Espada y señaló con esta arma al objetivo de su próximo ataque. Gaomon saldría corriendo hacia la bestia y, obedeciendo su invocador, atacaría en primer lugar con un Gao-rayo. El símbolo lunar de la cabeza del eidolon se iluminaría y de él saldría un rápido y fino rayo láser de luz que impactaría contra la cabeza que Ragun no había atacado. Justo después de atacar con ese hechizo, utilizaría Coger para agarrar con fuerza a Light e impulsarle.

Afortunadamente, Light pasaría por encima de la cabeza central inconsciente (la cual no podría hacer nada para detenerle, una pena). Además, Gaomon le arrojaría de tal manera que cayera justo sobre la espalda del Cerbero, donde atacaría con todas sus fuerzas.

¡¡Estás muerto!!infundido por el valor de la Maestra y decidido a darle fin al Cerbero, enarbolaría en el aire a Alma Inquebrantable y se la clavaría sin miramientos en la espalda del Cerbero. Utilizaría la fuerza de la gravedad que implicaba aquella caída en el ataque, del mismo modo que Cerbero hacía con sus mortales ondas expansivas.

Me las vas a pagar”, había jurado Light Hikari. En efecto, se aseguraría que así fuera.
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#Ronda 7 - El dios caído

Notapor EspeYuna » Mié Nov 20, 2013 12:11 am

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Como Xefil está solo, dejaré un post sin parte de Diana y Hades. La próxima vez procura estar, señor Zee, plz.


Mei no fue lo suficientemente rápida para decidirse. En medio de aquel hogar, la sombra de alguien más alto que ella la abrazó, y una gran lanza rasgó parte de su kimono para alzarla en el aire. La sangre comenzó a emerger de su brazo, cayendo en el suelo gota a gota.

Demasiado fácil —confesó el guerrero—, ¿eso es todo lo que sabéis hacer los portadores de la luz?

Y con un movimiento ágil y aterrador, lanzó a Mei contra una pared. Sin reparo en que fuese una chica, la estrelló con tanta fuerza que podría haberle roto la columna si se lo hubiera propuesto. Recogió la lanza y se acercó a la medio confundida Mei, agarrándola fuertemente por su larga cabellera para que le mirara a los ojos.

He dicho que era un caballero, pero ser una traidora y una cobarde que huye me saca de mis casillas.

>> Ahora bien, ¿qué debería hacer contigo?

Un frío dedo de su mano libre acarició una de las mejillas de Mei.

¿Qué podía hacer? Intentar escapar podía ser una locura, quizás no viviera para contarlo. ¿Razonar con él? Podía darse una segunda oportunidad, quizás si usara las palabras adecuadas. ¿Qué sería lo más correcto?

* * *


El ataque combinado de Ragun y Light fue definitivo. Con puntos tan débiles como uno de sus cráneos y la espalda, a la que difícilmente podía llegar para defenderse, el can de tres cabezas emitió un último rugido de dolor y se desplomó en el suelo, provocando otro inevitable terremoto. El eco fue aminorando y Lyn, quien se había apartado a tiempo a pesar de su estado, se acercó a Cerbero para darle una patada en uno de los hocicos.

Perro malo.

Ante la duda de ambos aprendices, Lyn explicó:

Ni creáis por asomo que habéis acabado con el guardián del Inframundo. Sólo está inconsciente. Un par de horas y volverá a por nuestras cabezas.

La maestra se sentó en el suelo, sin tener un atisbo de miedo por el can que yacía inconsciente frente a ella. Gruñó entre dientes, llevándose una mano al rostro.

Eso ha dolido, je.

Echó un ojo a Ragun primero, no desconfiada, pero sí con curiosidad:

Ahora que tu princesita no está por aquí, podrías ser capaz de razonar por ti mismo. ¿A qué has venido?

>> Me debes una explicación. Sabes que te he salvado el culo.

La mentora señaló su armadura, hecha ascuas. Acto seguido suspiró, escuchando lo que Ragun fuese a contar. Dirigió sus ojos a Light, y luego a las diferentes rutas por las que habían desaparecido Kefka, Diana y los aprendices.

Esto se está poniendo feo —a pesar de haber perdido al fugitivo, Lyn se tomaba con tranquilidad el asunto. O eso parecía—. Y yo con estas heridas...

De pronto, señaló tanto a Light como a Ragun con su Llave-Espada, como si los desafiara a ambos:

Light, ve tras tus compañeros, y procura que Kefka está bajo nuestra custodia. Procuraré alcanzarte cuando encierre a este perrito en algún sitio de estas cuevas y compruebe mis quemaduras. Y en cuanto a ti... decide.

>> Veo que nos has ayudado tanto a mí como a mis aprendices. ¿Por qué deberías? Tu misión, o tu deber, era con los tuyos. En este caso, de la niña pomposa. ¿Acaso dudas de tu lugar?

La pregunta de Lyn era clara: o ir tras Light para ayudar a los suyos, o ayudar a Diana. Por otra parte, Light también podía estar preocupado por su amigo Xefil y no hacer caso a las órdenes de Lyn.

* * *


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¿Quién ha dicho que alguien me matara, joven? —dijo Seymour, sonriendo amablemente— Morí, como muchos. No sólo la mano de un enemigo puede acabar con tu vida: un accidente, una enfermedad... hay tantas cosas que pueden cambiar tu destino en sólo unos segundos, caballero de la luz.

>> Sois muy famosos, portadores. He escuchado a tantos corazones suplicar por vuestra ayuda. Últimamente, no paran de gritar cuando llegan aquí. Desolados por no haber recibido vuestra ayuda antes, aun sin conocer vuestro secreto. Mis disculpas, no dudo de vosotros. Es difícil cuando tal horda de sincorazón aparece de repente.

El personaje entrecruzó su mirada con la de la pequeña Maya, sonriéndole. Perturbadora, inquietante.

Pero una vez pasa el tiempo, esos corazones encuentran la paz en la muerte. Dejan atrás el dolor. Ya no sienten, flotan y bailan en el aire, etéreos. Olvidan lo que una vez fueron, otros muchos reniegan y luchan. Pero consiguen olvidar.

>> ¿Acaso no querríais que vuestros seres queridos no sufrieran tras la muerte?

No me entero ni zorra de lo que está diciendo esta locaza... —musitó Kefka, con miedo a alzar la voz por si Maya volvía a pulsar la descarga.

¿Cómo os llamáis, héroes de la luz?

>> Lord Hiro, Lady Maya. Venid conmigo. Y usted también, extraño amigo. Junto a mí, podréis liberar a todos los mundos del dolor, hacer olvidar lo que una vez les arrancó la felicidad... la vida misma.

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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Sombra » Mié Nov 20, 2013 1:56 am

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Un rugido de dolor sonó de las dos cabezas de aquel ser infernal, que se desplomó haciendo retumbar el suelo nuevamente por su enorme peso. ¿De que estaba hecho ese bicho? ¿Plomo?

Me quedé a un lado de la cabeza que había derrotado observando como Lyn se acercaba a dar una patada a uno de los hocicos de aquella bestia tricéfala.

Perro malo —comentó, sonreí para mis adentro. Me pareció un tanto irónico que ella lo dijese—. Ni creáis por asomo que habéis acabado con el guardián del Inframundo. Sólo está inconsciente. Un par de horas y volverá a por nuestras cabezas —explicó brevemente.

—¿Entonces supongo que tiene algún tipo de inmortalidad por ser una criatura bajo el mandato directo de Hades, el Dios de los Muertos? —pregunté en alto sin esperar respuesta alguna realmente.

La mujer se sentó cerca del chucho, algo muy osado por su parte a mi parecer. Soltó un gruñido de dolor que trató de disimular.

Eso ha dolido, je.

Me senté también en el suelo para recuperar el aliento por aquella batalla, que aunque corta me había parecido intensa.

La maestra dirigió su mirada hacia mí, clavé mis ojos en ella dudoso, como si esperase que rompiese el hielo.

Ahora que tu princesita no está por aquí, podrías ser capaz de razonar por ti mismo. ¿A qué has venido?

>> Me debes una explicación. Sabes que te he salvado el culo.

En cuanto la mujer señaló a su armadura, que parecía un poco chamuscada no pude hacer más que suspirar, además probablemente ellos también querían hacer lo mismo. ¿No lo había dicho el propio Gárland durante la batalla? Conocía la llave espada y la temía, eso solo quería decir una cosa... Que había sido derrotado con una anteriormente, y solo se me ocurría una persona. Alguien que consideraban una heroína...

Miré a Lyn, en cierto sentido notaba que había sido ella pese a que no podía decirlo con certeza.

Medité unos instantes como debía contestar.

Si te refieres a que hago en el inframundo... Dejando de lado el poder de Diana y que me lo hubiese pedido utilizando su influencia deberías saber una cosa. Habría venido igual —confesé—. Ya derroté junto a Fyk a Gárland una vez, creo que el que sepa la clase de poderes que posee podría dar una gran ventaja tanto para crear una estrategia como para derrotarle. Podríamos decir que tengo que hacerle pagar por sus crímenes y algo me impulsa a querer destruirle a toda costa.

>>Supongo que entiendes esa clase de emoción. Al fin y al cabo tu también lo derrotaste una vez, ¿me equivoco?

Esto se está poniendo feo —me interrumpió con un tono relajado, no supe si no quiso contestar a mi pregunta o simplemente no había hablado lo suficientemente alto, pero no insistí—. Y yo con estas heridas...

Lyn nos apuntó con su llave espada, casi de una forma que de no estar en aquella situación habría provocado que respondiese con un ataque sin dudarlo.

Light, ve tras tus compañeros, y procura que Kefka está bajo nuestra custodia. Procuraré alcanzarte cuando encierre a este perrito en algún sitio de estas cuevas y compruebe mis quemaduras —ordenó con bastante rudeza—. [bY en cuanto a ti... decide. [/b]

>> Veo que nos has ayudado tanto a mí como a mis aprendices. ¿Por qué deberías? Tu misión, o tu deber, era con los tuyos. En este caso, de la niña pomposa. ¿Acaso dudas de tu lugar?

No, yo no estoy en ningún lugar. Nunca he pertenecido ni a Bastión Hueco ni a Tierra de Partida y no me interesan las disputas internas que haya entre todos. Si Kazuki te lo ha dicho, sabrás que el motivo que me ha guiado hasta ahora es recuperar mi memoria. Os he ayudado porque me interesa que estéis saludables, así de simple, al igual que me interesa entrenar libremente el poder de la oscuridad sin necesidad de contenerme, cosa que en Tierra de Partida se hacía casi imposible por ese miedo irracional. ¿Tanto miedo da lo que no la gente no comprende? ¿Aquello que se desconoce?

>> Además no me gusta permanecer demasiado tiempo cerca de Diana.

Me mantuve callado unos instantes tras haber dejado fluir mis palabras, que habían salido disparadas como si cada una de aquellas frases fuese un chorro de agua infinito.

De todos modos, ahora que todo está solucionado por aquí...

Me puse en pie y por última vez miré a Light con interes antes de volver mi vista hacia la híbrida.

Lyn... Gracias por haberme salvado.

Y empecé a caminar en silencio hacia el portón por el que Xefil y Diana habían desaparecido antes. Aquello era lo correcto.

Sentí asco por mis propias palabras una vez dichas. Aquello lo habría dicho el estúpido Ragun de antaño, desorientado y débil, tanto que lanzar dos o tres flamas tenebrosas significaban agotar todas mis reservas mágicas. Era una suerte que cada vez poseyese más y más poder sin duda. Mis ojos resplandecieron de amarillo unos segundos.

Agradecer a alguien así... ¿En que estaba pensando? Ni siquiera le había pedido ayuda, podría haber aguantado perfectamente aquel ataque.

Me doy asco.
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Re: #Ronda 7 - El dios caído

Notapor A Nerd Girl » Mié Nov 20, 2013 9:45 pm

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Cuando menos me di cuenta lo inevitable fue real. La sangre caía gota a gota sin miedo de la gravedad y caer al suelo, separarse de mi y yo viendo como mis intentos desesperados de huir de el hombre que estaba de una manera lleno de ganas de verme sufrir. Aquel hombre era rápido y muy fuerte.

Demasiado fácil —ya notaba la diferencia de experiencia entre ambos nada más verle, ¿qué podía esperar?—, ¿eso es todo lo que sabéis hacer los portadores de la luz?

Me lanzó con brutalidad, parecía con ganas de dejarme al borde de la muerte. La sangre no paraba, la casa acabaría llena de mi propia sangre y yo no veía capacidad de escapar o huir. De alejarme siquiera, solo deseaba no haberme quedado oyéndolos. Deseaba haberme ido antes de abrir mi bocaza.

Me agarraba del pelo, estoy condenada. Aquel hombre ya me había vencido, yo no poseía gran capacidad para huir y como él era no parecía capaz de nada, solo tenía que intentarlo. Un libra bastaba como para saber que estrategia tomar. Solo tenía que haber una manera, afrontar la muerte.

No me escapé, no huí de mi misma para hacerme la débil. Quería ser fuerte, y debía morir con algo que mi familia siempre ha defendido.

el honor.


He dicho que era un caballero, pero ser una traidora y una cobarde que huye me saca de mis casillas.

>> Ahora bien, ¿qué debería hacer contigo?

Cuando me tocó el rostro giré la mirada evitando mirarle a los ojos. Tenía que deshacerme de esto de una vez por todas. No moriré en vano. Menos con alguien quien ni se digna a mostrarse a la gente, escondiéndose bajo una armadura que para él le forjaba un gran valor. Tenía que buscar la manera de quitar tal defensa. Quizá se vuelva más rápido sin ella pero no me dejaré caer tan rápidamente.

Siento decirte que no he traicionado ya que no aceptaste la tregua. Podíamos habernos quedado sin pelear solo me bastaba con un no... Pero veo que tu cerebro de cacahuete no te sirve para pensar nada más que en lo bruto — Solo rezaba que me saliera bien—. ¿Te crees cómodo en esa armadura? Los cobardes cubren sus debilidades con armaduras para sentirse más fuertes y los reyes de todo. Si en verdad me llamas cobarde por estar en una gran desventaja y saber que no debo meterme con alguien como tú es que no quiero mancharme las manos o menos aún, luchar contra alguien quien ni se digna a mostrar su rostro.

Con la mano del brazo bueno agarré el brazo con el que me tocaba la mejilla el hombre en armadura, Gabranth, para apartarla.

>>Y creo que las presentaciones no son lo mío... Me llamo Kemu Yang, aunque mis aliados me llaman Mei... Y soy una portadora de la llave espada.

Invocándola con el brazo bueno llamé a mi llave espada (Suspiro del Corazón), era hora de pelear por mucho que no lo deseara.

Pero prefiero morir en batalla que en llantos.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Light » Sab Nov 23, 2013 6:02 pm

Tras recibir el último de los ataques, Cerbero inmediatamente respondió con un aullido de dolor. El debilitado guardián del inframundo se derrumbó, cayendo estrepitosamente sobre el suelo.

Light se mantuvo firme en todo momento, agarrándose a Alma Inquebrantable, la cual atravesaba el lomo de Cerbero en aquellos momentos. En cuanto el Cerbero tocara el suelo y cesara el temblor provocado por su caída, Light extraería su Llave Espada de aquella criatura y buscaría de nuevo la espalda de su compañero para saltar sobre ésta.

Lo hicimos —confirmaba triunfante, aún con la respiración acelerada.

A continuación se acercaron a la Maestra Lyn. Light se bajó de la montura para aproximarse a Ragun y a Lyn, para conversar con ellos y comprobar qué estaba haciendo la mujer bestia. La adolescente de rasgos cánidos se atrevió a patear al guardián del Inframundo, acusándole de “perro malo”.

Ni creáis por asomo que habéis acabado con el guardián del Inframundo. Sólo está inconsciente. Un par de horas y volverá a por nuestras cabezas.

¿Entonces supongo que tiene algún tipo de inmortalidad por ser una criatura bajo el mandato directo de Hades, el Dios de los Muertos?

Eso da igual —indicó tajante—. Ahora tenemos que encontrar a los demás y alejarnos de este monstruo.

Lyn parecía tomarse con calma la situación, al contrario que Light. La Maestra decidió sentarse para reposar, a escasos centímetros del Cerbero.

Eso ha dolido, je.

Ragun también se sentó sobre el suelo. Light haría igual que él, aunque no se encontraba nada cansado. En comparación con otras batallas, como la de Wix y la de la Maquinista, aquella había sido un juego de niños; después de todo, habían logrado dominar a Cerbero desde el principio del combate. Además, al lado de las quemaduras de la Maestra Lyn, su herida no era nada significativa.

Ahora que tu princesita no está por aquí, podrías ser capaz de razonar por ti mismo. ¿A qué has venido?

>>Me debes una explicación. Sabes que te he salvado el culo.


Si te refieres a que hago en el inframundo... Dejando de lado el poder de Diana y que me lo hubiese pedido utilizando su influencia deberías saber una cosa. Habría venido igual —les aclaró—. Ya derroté junto a Fyk a Gárland una vez, creo que el que sepa la clase de poderes que posee podría dar una gran ventaja tanto para crear una estrategia como para derrotarle. Podríamos decir que tengo que hacerle pagar por sus crímenes y algo me impulsa a querer destruirle a toda costa.

Aquella historia le sonaba. Desde que Light entró en Tierra de Partida había escuchado de la Estocada Oscura; en especial, su aventura en el Coliseo del Olimpo. Si los rumores eran ciertos, el temido Ragun había sido el directo responsable del asesinato de un inocente. Peor fama imposible, en verdad se le podía considerar la antigua oveja negra de Tierra de Partida, nunca mejor dicho.

Aunque sólo eran eso, rumores.

Aparte de responder a la pregunta de Lyn, insinuó que ésta también había derrotado a Garland en una ocasión. La Maestra ignoró su comentario y cambió de tema rápidamente.

Esto se está poniendo feo —expresaba totalmente tranquila—. Y yo con estas heridas...

Tenían que moverse y hacer algo. Ella les apuntaría con su Llave Espada y les sugeriría su siguiente movimiento.

Light, ve tras tus compañeros, y procura que Kefka está bajo nuestra custodia. Procuraré alcanzarte cuando encierre a este perrito en algún sitio de estas cuevas y compruebe mis quemaduras.

Hecho. Ten cuidado, Maestra —acató sus órdenes sin ninguna queja. Sin más preámbulo, se puso de pie y se montó sobre su compañero.

En verdad no hacía falta que se lo dijera, aquella había sido su intención desde el principio. Xefil estaría seguro si tenía a Némesis a su lado; y Lyn también, pues a pesar de sus heridas seguía siendo muy poderosa. Light únicamente estaba preocupado por su amiga Maya y por el rehén que tenían que custodiar a toda costa, así que emprendería la búsqueda de estos.

Light no esperaría a escuchar la decisión de Ragun y saldría corriendo a lomos de su compañero, en dirección a la ruta que Kefka había tomado para escapar.

Los motivos que tuviera Ragun para estar allí y sus decisiones le eran indiferentes. Ambos habían cooperado en la batalla contra Cerbero y habían triunfado. La pelea había acabado, y por tanto, la tregua entre ellos dos había finalizado.

Aunque… ¿Quién sabe? Puede que pronto volvieran a luchar juntos.
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Re: #Ronda 7 - El dios caído

Notapor Zodiark » Sab Nov 23, 2013 11:20 pm

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¿Un alma vagante que había vuelto de entre los muertos? ¿Ayudarle a guiar a los corazones a su salvación? ¿De qué hablaba ese tal Seymour...? ¿Y quién era? ¿Sería en realidad un espíritu, tal y como había dicho? Dentro de mí, algo le temía, algo desconfiaba de él, no le creía. Pero también me imponía cierto respeto, casi como si le admirase, quizá por su potente y solemne voz, o por la expresión siempre serena de su rostro.

Sois muy famosos, portadores. He escuchado a tantos corazones suplicar por vuestra ayuda. Últimamente, no paran de gritar cuando llegan aquí. Desolados por no haber recibido vuestra ayuda antes, aun sin conocer vuestro secreto. Mis disculpas, no dudo de vosotros. Es difícil cuando tal horda de sincorazón aparece de repente. —dijo tras comentar que él había muerto en lugar de haber sido asesinado, como había supuesto Hiro.

¿Espíritus que sufren y piden nuestra ayuda...? —musité con la vista al suelo, pensando en lo que nos acababa de decir el misterioso hombre.

Alcé la vista y me percaté de que el hombre me estaba mirando fijamente, y su penetrante mirada perforó en la mía, haciendo, por alguna razón, estremecerse mi corazón. Aquel hombre me provocaba unos sentimientos encontrados. Era tan misterioso que no sabía en absoluto qué pensar sobre él.

Pero una vez pasa el tiempo, esos corazones encuentran la paz en la muerte. Dejan atrás el dolor. Ya no sienten, flotan y bailan en el aire, etéreos. Olvidan lo que una vez fueron, otros muchos reniegan y luchan. Pero consiguen olvidar.

>> ¿Acaso no querríais que vuestros seres queridos no sufrieran tras la muerte?

Así es —respondí simplemente, sin entender prácticamente nada de lo que nos estaba diciendo.

Oí murmurar algo a Kefka, pero no le di importancia. Durante el silencio que se formó durante unos segundos, observé de arriba a abajo, varias veces, a Seymour, como intentando escanearle para saber si realmente era todo una trola o lo que nos estaba contando era cierto. El tema de los espíritus era algo hacia lo cual me mantenía escéptica ya que, a pesar de mi corta edad, ya me había planteado ese tipo de asuntos cuando mi abuelo me contaba historias de fantasmas.

¿Cómo os llamáis, héroes de la luz? —preguntó el peliazul rompiendo el silencio de la estancia.

Mi nombre es Maya. Y este chucho —señalé a mi compañero moviendo la cabeza— es Hiro.

Lord Hiro, Lady Maya. Venid conmigo. Y usted también, extraño amigo. Junto a mí, podréis liberar a todos los mundos del dolor, hacer olvidar lo que una vez les arrancó la felicidad... la vida misma.

Miré a Hiro, como esperando a que me dijera qué hacer, pero él ya me había otorgado la responsabilidad de guiarnos a mí, así que debía ser mía la decisión de si seguir a Seymour o ignorarle. Pero... ¿quería liberar a los mundos del dolor haciendo que olvidaran la vida? No lo entendía muy bien, pero me sonaba a locura. Tenía que saber qué planeaba aquel hombre antes de decidir si aliarnos a él. Además, me interesaba conocer todo sobre él, saber quién era, de dónde había venido, antes de confiar ciegamente en sus palabras.

¿Qué pretendes que hagamos? —le pregunté directamente, sin rodeos—. Y, si no es una molestia... ¿podrías decirme cómo moriste?
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Red: [Coliseo del Potato] El dios caído

Notapor RedXIII » Dom Nov 24, 2013 4:17 am

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¿Quién ha dicho que alguien me matara, joven? Morí, como muchos. No sólo la mano de un enemigo puede acabar con tu vida: un accidente, una enfermedad... hay tantas cosas que pueden cambiar tu destino en sólo unos segundos, caballero de la luz.

Será que he oído mal... — ¿Había mal interpretado sus palabras o verdaderamente estaba intentando esconder el motivo de su muerte? bueno, de todas formas era algo bastante inútil saber, puesto a que la respuesta no les ayudaría a encontrar a su maestra.

>> Sois muy famosos, portadores. He escuchado a tantos corazones suplicar por vuestra ayuda. Últimamente, no paran de gritar cuando llegan aquí. Desolados por no haber recibido vuestra ayuda antes, aun sin conocer vuestro secreto. Mis disculpas, no dudo de vosotros. Es difícil cuando tal horda de sincorazón aparece de repente.

Que aparezcan sincorazónes no es mi culpa — Replicó el joven aprendiz, indignado —Trabajamos bastante para proteger a la gente de la amenaza de los sincorazónes

Pero una vez pasa el tiempo, esos corazones encuentran la paz en la muerte. Dejan atrás el dolor. Ya no sienten, flotan y bailan en el aire, etéreos. Olvidan lo que una vez fueron, otros muchos reniegan y luchan. Pero consiguen olvidar.

Sin embargo aquí estas tú — Susurró.

>> ¿Acaso no querríais que vuestros seres queridos no sufrieran tras la muerte?

Un pequeño flash inundó la cabeza de Hiro, mostrando un breve infierno de llamas envueltas de luz, haciéndole recordar algo que empeoró la imagen que tenía de aquel tipo.


No me entero ni zorra de lo que está diciendo esta locaza... —musitó Kefka, compartiendo la opinión de Der, quien tampoco prestaba demasiada atención a lo que decía Seymour.

¿Cómo os llamáis, héroes de la luz?

Mi nombre es Maya. Y este chucho es Hiro.

Preferiría que usaras el complemento "chico del pelo rojo" o "el de la manga roja" antes que "Chucho — Replicó, parecía que todo el mundo se había aliado para llamarlo "chucho".

>> Lord Hiro, Lady Maya. Venid conmigo. Y usted también, extraño amigo. Junto a mí, podréis liberar a todos los mundos del dolor, hacer olvidar lo que una vez les arrancó la felicidad... la vida misma.

No entendía a que se refería, aquel extraño individuo solo había soltado filosofía y demagogia barata por su boca, sin responder de forma clara a ninguna de sus preguntas, esquivando cualquier pizca de información que pudiera aportar y solo hacía que insistir en que le ayudáramos a cumplir un sueño que solo un loco podría soñar.

Aguardaba a que Maya decidiera, mientras le concedía la cuerda con la cual tenía atado al payaso a Der, para así poderse centrar en aquel hombre y acercarse más a Maya para dejar por un momento a Kefka en segundo plano.

Oye, payaso — le comentó el peludo y feroz Moguri, con dificultad al hablar, ya que sostenía la cuerda con la boca —se que eres un "villano malvado" y que quieres destruir el mundo y esas cosas pero, si algo sale mal no les hagas daño — dijo, sonaba incluso a locura pensar que Kefka siquiera se plantearía la posibilidad de no matarlos si se le presentaba, pero verdaderamente aunque había intentado matar a Hiro y a "inocentes" guerreros chinos no parecía tan malo, y tampoco le pedía gran cosa.
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Ronda #8 - El dios caído

Notapor Soul Artist » Mar Nov 26, 2013 5:30 pm

Ya derroté junto a Fyk a Gárland una vez, creo que el que sepa la clase de poderes que posee podría dar una gran ventaja tanto para crear una estrategia como para derrotarle. Podríamos decir que tengo que hacerle pagar por sus crímenes y algo me impulsa a querer destruirle a toda costa.

»Supongo que entiendes esa clase de emoción. Al fin y al cabo tu también lo derrotaste una vez, ¿me equivoco?

Lyn guardó silencio ante las palabras de Ragun. Su mirada se desvió hacia su herida y se centró en el daño que había sufrido, pero su mente en realidad estaba perdida en otro lugar: sus recuerdos. Se quedó en silencio hasta que Ragun habló de nuevo:

De todos modos, ahora que todo está solucionado por aquí...

Lyn levantó la mirada y vio cómo Light se alejaba para cumplir la orden que le había dado. Ragun se levantó y tuvo la intención de marcharse tras darle las gracias a la mujer por salvarle. Apretó los dientes y gritó:

¡Esperad los dos!

La Maestra no aceptaría que se fueran sin hablarles previamente. Ragun se había enfrentado a Gárland previamente, pero no les veía lo suficientemente preparados para lo que ella temía.

Tenéis que saberlo. Los dos... No, todos —la mirada de Lyn se perdió durante unos instantes, pensando en cómo contárselo a ambos aprendices—. Ragun, tú te has enfrentado sólo a una reminiscencia de Gárland. No era él completo, ni tan siquiera una cuarta parte de lo poderoso que llegó a ser, e incluso así estuvo a punto de consumir Tebas de nuevo.

»Por eso, aunque vaya en contra de aquello en lo que crees, Light... —Lyn suspiró un momento, preparándose para lo que estaba a punto de decir—. Debéis desobedecer a Tierra de Partida. Tenéis que destruir la armadura.

Se llevó la mano a la boca, sabiendo que lo que acababa de pronunciar era una traición hacia la misma Orden de la Llave Espada. Bajó la mirada y se dejó perder en los recuerdos, abrazándose a estos para refugiarse en aquel objetivo que ella defendía.

Algunos como Kazuki creen que Gárland se puede utilizar como invocación. Pretenden usar la fuerza destructiva que tuvo él para la guerra que se aproxima contra Bastión Hueco. ¡Pero no podemos permitir que vuelva, de ninguna manera! Enviaron la armadura a Ciudad de Paso para que Merlín la investigara y dijera cómo podía usarse en combate. Yo... No podía permitirlo. Todavía no puedo.

»Aunque tenga que traicionar Tierra de Partida me aseguraré de que no se repita lo de aquel día...

* * *

¡Desátanos, Gárland!

El guerrero dirigió su mirada hacia el dios que exigía su libertad, Zeus. Se inclinó en su trono injustamente arrebatado hacia la divinidad, atrapado entre dos columnas con cientos de grilletes y cadenas reteniéndole en contra de su voluntad. Parte del característico brillo de líder de los dioses se había perdido, evidenciando su debilidad ante su nuevo amo.

¿De verdad crees que lo voy a hacer porque me lo exijas? —Gárland rió a través de su casco, pasando a negar con la cabeza la voluntad de Zeus—. Quiero que veáis cómo destruyo Tebas. Vuestro mundo arrasado por la guerra.

¡Esto no es una guerra! —clamó Zeus, apretando sus cejas y tirando de las cadenas en un intento de liberarse—. Nos has atacado por la espalda y estás quitando miles de vidas indefensas ahí abajo. ¡Esto es una masacre!

Masacre... ¿No debería ser esa la definición de toda guerra? —se preguntó el voz alta para sí mismo el guerrero, agitando la copa de vino en su mano derecha—. Cientos de soldados que se lanzan a la muerte en nombre de dioses que no mueven un dedo por ellos. ¿Qué harán tras esto? ¿A quién aclamarán cuando sólo los más fuertes sobrevivan?

Zeus gruñó y se lanzó con más fuerza hacia delante, pero fue incapaz de liberarse. Gárland dejó la copa en el suelo y se llevó las manos a la cabeza, quitándose el casco para mostrar su rostro. Su cuerpo se había vuelto negro, contrastado con su pelo blanco y brillante. La divinidad que el guerrero había obtenido no le había embellecido, sino que le había convertido en un monstruo oscuro, de ojos brillantes y dientes afiladísimos.

Habéis ocupado durante casi mil años un puesto que no os pertenece, dioses —Gárland pronunció aquel adjetivo con desdén, despreciando a Zeus y sus compañeros—. Habéis organizado un cosmos inquebrantable basado en un ciclo infinito de odio, pena y muerte. ¿Es lo que todas las formas de vida merecen? Yo soy el héroe que todos esperaban. Yo soy un mundo sin dioses.

Se aproximó a Zeus y se plantó frente a él, levantando la mano hacia él. El dios gruñó y Gárland le cogió de la mandíbula para que clavase su vista en él: sonrió con prepotencia, sabiendo que estaba tratando de forma despreciable a un ser teóricamente superior.

Yo soy el caos.

Un proyectil chocó y rebotó en la cabeza de Gárland, obligándole a soltar a Zeus. Los ojos del demonio brillaron con intensidad y se dirigieron hacia el origen del ataque: una joven híbrida se encontraba en la entrada al pie de las escaleras, recibiendo en sus manos el arma que le había arrojado: una espada con forma de llave.

Estimado señor caos —jadeó la chica, tras lo que sacó una pequeña botella con un líquido verde en su interior y descorchándola con la boca—, estamos poniendo un poco de orden en tu ciudad.

Gárland borró la sonrisa que tenía en su rostro y observó cómo la desconocida escupía el corcho y se bebía la poción para recuperar fuerzas. Desvió la mirada hacia la ciudad y contempló que sólo quedaban el titán de Hielo y el de Viento en pie; tanto el de Roca como el de Lava habían sido derrotados. Incluso vio que estaban teniendo problemas, enfrentándose a guerreros humanos inferiores a ellos.

El sonido del cristal chocando contra el suelo le hizo volver a la realidad. Dirigió los ojos hacia la joven y vio el frasco del que bebía tirado en el suelo cerca de él, una provocación. La joven se colocó en posición defensiva y miró de reojo hacia el trono donde Gárland acababa de estar sentado, observando cómo alguien recogía la copa de vino del suelo.

Tu plan se ha ido al traste, Gárland.

No —negó el nuevo dios sin darle mayor importancia—. Que los humanos sobrevivan no supone ningún impedimento: el objetivo de los titanes era hacer presa la divinidad del Olimpo y entregarme su don. Mientras yo siga siendo inmortal seguiré saliendo victorioso. Sólo habéis alargado la vida de este mundo unas horas más.

Lo sabía —susurró la joven con los dientes apretados, observando con ira al dios—. No eres de por aquí.

Gárland soltó una pequeña carcajada mientras observaba a la chica de orejas de lobo con la barbilla levantada. Aunque para otros pudiese pasar como una paisana imaginaba la realidad sobre ella: no había criaturas así en Tebas ni en todo el territorio que alcanzaba el Olimpo. Hizo aparecer con una densa nube de oscuridad su gigantesca hacha en su mano y la dirigió hacia ella, interrogándola antes de lanzarse al combate.

¿Puedo saber tu nombre, niña?

No. —contestó con brevedad la chica.

Dejémoslo en Guerrera de la Luz por el arma que portas —se burló el dios, encogiéndose de hombros—. Niña, esta es la batalla por el futuro que defiendes. Cuando pierdas escribiré en los libros de Historia cómo tú y un ejército de guerreros luchasteis inútilmente contra el destino: cómo os rebelasteis contra el fin del ciclo y fuisteis castigados por ello. Serás recordada como una traidora para todos.

Nunca hice esto por la fama —contestó ácidamente la joven. Gárland guardó silencio un segundo en respeto a aquellas palabras.

Bien.

La muchacha se lanzó de un salto con la espada en mano contra el dios, con Zeus como testigo de la batalla que librarían en secreto a espaldas del mundo.

* * *

La mirada de Lyn se perdió a mitad del relato, cortándolo justo en el momento en el que ella y el nuevo dios entraron en combate. La mujer levantó la mirada y buscó las palabras para continuar, pero no las halló. No sabía qué decir a continuación.

Es el peor enemigo al que me he enfrentado nunca. Y todavía me pregunto tantas cosas... Light, necesito que lo hagas. Y tú también, Ragun.

Qué decepción oír de los labios de una heroína como tú palabras tan llenas de oscuridad.

Sentado en las piedras que bloqueaban el camino por el que había Kefka esperaba un hombre vestido con un traje dorado y una capa transparente y púpura. Portaba con él una vara que flotaba a su lado, semejante a la usada por la gente de la realeza: su rostro era pálido como el de Kefka, y sus labios negros como la noche.

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Cuando me hablaron de una guerrera de la Luz me imaginé algo más... Noble, cuanto menos. No a alguien tan rastrera como para pensar en traicionar a los suyos y matar a inocentes con tal de evitar que un pequeño mal regrese.

Lyn gruñó ante la provocación del hombre. Este se levantó del suelo y se limpió el polvo acumulado, tras lo cual tomó la vara en su mano. Bajó de las piedras flotando en el aire y se posó a unos metros de ellos, guardando las distancias en todo momento.

¿Y qué tenemos aquí? La mismísima estocada oscura, un asesino en toda regla... Y el señor Hikari, el escudo de la luz. Me gusta la luz que irradias, muchacho —comentó el hombre, acercando su mano libre a la punta de su vara y haciendo surgir una potentísima esfera luminosa—. Es agradable ver algo así aquí abajo tras llevarse semejante decepción con tu Maestra.

»Mi nombre es Mateus Palamecia; es un honor conoceros —el hombre hizo una reverencia, la cual acortó para mantener la mirada en los jóvenes—. Así que... Sois Caballeros de la Llave Espada, ¿no? ¿Habéis visto a un amigo mío, un payaso de risa insoportable?

Bajo los pies de Mateus surgieron dos criaturas blancas de grandes bocas y extensas alas. Portaban lanzas con puntas púrpuras, y en general daban un aspecto de dragones bípedos de tamaño humano. Su aspecto agresivo les mandaba un mensaje claro como el agua, pero estaban demasiado agotados tras enfrentarse a Cerbero. Lyn intentó levantarse para ponerse en guardia, pero cayó al suelo con una pequeña queja, dolorida por sus heridas.

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¿Os importaría devolvérnoslo? Le echamos de menos.

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VIT de Mei: 0/18

* * *

Gárland apartó su mano cuando Mei le agarró del brazo, sorprendido de que contestara. Después la chica invocó su Llave Espada y se la mostró al enemigo, dispuesta a defenderse con lo que fuera: estaba agotada y muy malherida, pero no caería sin luchar cuanto menos.

Sin embargo, pese a ser acusado de cobarde, no se quitó la armadura ni el casco. Gabranth no era tan idiota como para caer en algo tan infantil: hubiese sido incluso insultante de haber caído en algo así.

¿Te has comportado como una vil traidora para ahora mostrar dignidad y honor? —preguntó el hombre, bajando la guardia—. La gente como tú me sorprende. Eres toda una mentirosa.

Gabranth levantó su arma en dirección a Mei. Clavó su mirada en ella y aguardó durante unos segundos en silencio, probablemente desconcertándola por la calma que había provocado. Y sin embargo, las palabras del caballero llegaron:

Eres culpable.

Por mucha voluntad que tuviera Mei aquel ataque fue demasiado para ella. A una velocidad vertiginosa el enemigo se lanzó hacia adelante, haciendo un doble corte separando sus espadas y atravesándola como un fantasma. Durante un instante no pudo comprender qué había pasado, pero si abrió la boca era sólo para gritar de dolor; el corte provocado le había atravesado los dos costados y había provocado toda una explosión que envolvió toda la habitación, como si un gran muro hubiese surgido de su propio cuerpo y la hubiese hecho implosionar desde dentro.

Gabranth dirigió los filos de sus espadas hacia el techo, victorioso, y las bajó para observar cómo todas las energías restantes de la chica se habían agotado. Cayó de rodillas al suelo y se acercó por su espalda mientras todavía seguía consciente, luchando para no caer rendida.

Has luchado con honor, Portadora —le felicitó el hombre, colocándose a pocos centímetros de su espalda—, pero tus mentiras te han traicionado.

Tras aquello, Mei cayó semi inconsciente al suelo. Notó cómo el hombre le agarraba de la cintura para levantarla a su hombro casi sin esfuerzo, llevándosela de nuevo hasta la plaza. Allí definitivamente perdió la consciencia cuando Gabranth se acercó al pozo.

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VIT de Mei: 0/18

* * *

¿Qué pretendes que hagamos? Y, si no es una molestia... ¿podrías decirme cómo moriste?

Maya tomó la iniciativa sobre si obedecer al misterioso hombre de pelo azul que había surgido frente a ellos: lo primero era conocer sus intenciones. La niña no confiaba en él de primeras, y Hiro parecía querer obedecer al instinto femenino de la joven.

Salvar a todas estas almas en pena, por supuesto —explicó Seymour tranquilo, expandiendo su mano hacia las paredes de la caverna, donde pequeñas luces flotaban en el aire—. El Señor del Inframundo las mantiene presas en contra de su voluntad, y peor todavía, ha descubierto cómo usar sus corazones para la creación de oscuras criaturas. ¡Desgraciadas ellas! Obligadas a retornar a la vida de forma cíclica para luchar en contrade su voluntad... Y todo culpa de aquella chica de gran belleza...

»En cuanto a mi muerte... ¿Ves adecuado y cómodo preguntar a alguien cómo nació, joven?

Kefka escuchó detenidamente la conversación que Seymour había dado a Maya, entrecerrando sus ojos cuando mencionó los corazones de las almas perdidas en el Inframundo. Se llevó las dos manos encadenadas a las manos y soltó un pequeño suspiro exclamativo, dibujando una sonrisa en su rostro.

Oye, payaso —el molesto moguri de Hiro se plantó frente a su cara, bloqueándole la vista e incordiándole sin motivo alguno en especial—, sé que eres un "villano malvado" y que quieres destruir el mundo y esas cosas, pero si algo sale mal no les hagas daño.

Kefka echó la cabeza hacia atrás, impresionado por la petición que la criatura le estaba haciendo. Rió en alto y le sonrió con calma por primera vez en todo el viaje,

¡Gracias, pequeñín! Tu alma bondadosa y tan llena de luz ha hecho que la maldición que sufría se haya desvanecido. ¡Ya no seré malvado nunca más!

El payaso mantuvo su amable sonrisa durante dos segundos; pero apenas le duró, pues en seguida se puso serio como un témpano. Sus ojos se abrieron como platos hasta casi salirse de sus órbitas, gruñiendo con fuerza al pequeño moguri.

¡¡No!! ¡Os mataré a todos en cuanto me deis la espalda, os arrancaré los miembros uno a uno! ¡Os ataré mientras os rompo los dedos uno a uno y me los sirvo para comer como alitas de pollo! Y vuestros corazones, los de todos vosotros, ¡serán un postre para mis amigos!

De la sombra de Kefka surgió una criatura verde cuadrípeda, la cual saltó velozmente en dirección a MoguDer y clavó sus fauces en él, atrapándolo al vuelo. Kefka rió de manera obsesiva y comenzó un pequeño baile de celebración por la aparición de Sincorazón con forma de perro.

¡Ha funcionado! ¡Es cierto, aquí hay Sincorazón! ¡Vamos, perrito, muérdeles el culete a todos ellos!

El perro soltó a MoguDer y miró en dirección a Kefka, sacando su lengua y jadeando como un loco. Se aproximó al Villano Final y comenzó a acariciarle la pierna, encariñándose con su nuevo amo.

¡No, idiota! ¡Muerde! ¡Mata! ¿¡Por qué no me obedeces!?

El payaso dio una patada al Sincorazón y este se lamentó en alto, volando hasta la pared de la caverna. Al chocar con esta desapareció en una nube de oscuridad del mismo modo que había surgido, abandonando a su señor a su suerte.

¿Veis? Y muchos más como ese pobre están aquí. El Dios de los Muertos cada día toma a más para crear guerreros más poderosos... Y sólo vosotros, los Caballeros, tenéis la llave para soluncionar este conflicto.

Seymour se dio la vuelta y comenzó a caminar en silencio hacia un sendero a su derecha por las interminables cavernas del Inframundo. Había dejado claros sus motivos a los jóvenes: ahora dependía de ellos seguirle o no. Y, claro, también tenían que tomar la decisión sobre si castigar a Kefka por invocar un Sincorazón e intentar matarles a todos.

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Fecha límite: 30 de noviembre.

Light y Sombra: sentimos que no hayáis podido seguir vuestros caminos, pero había un pequeño problema que a Espe se le pasó por alto: no se podía continuar por el camino que habían seguido Maya y Hiro debido a que un derrumbamiento había bloqueado el paso x_D De veras que sentimos que no lo hayas podido hacer. Los sucesos del flashback los conocéis ahora, pues han sido narrados por Lyn.

Zero: si tienes problemas para postear coméntanoslos, por favor. Creíamos que ya estabas bien de la mano, pero viendo que has faltado las dos últimas rondas no sabemos si es así o no.

HappyDelice: siento que no tengas margen para actuar, pero un consejo: toma la iniciativa. En el post anterior has dejado claro que lucharías hasta el final, pero ahí se ha quedado. Defiéndete tomando la iniciativa, atacando primero o diciendo qué hará tu personaje dependiendo de las acciones del enemigo. No garantiza la victoria, pero sirve de defensa.
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¡Gracias, Flan, por Alexis e Ivan!
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Re: Ronda #8 - El dios caído

Notapor Zodiark » Jue Nov 28, 2013 12:08 am

Salvar a todas estas almas en pena, por supuesto —explicó Seymour tranquilo, expandiendo su mano hacia las paredes de la caverna, donde pequeñas luces flotaban en el aire—. El Señor del Inframundo las mantiene presas en contra de su voluntad, y peor todavía, ha descubierto cómo usar sus corazones para la creación de oscuras criaturas. ¡Desgraciadas ellas! Obligadas a retornar a la vida de forma cíclica para luchar en contrade su voluntad... Y todo culpa de aquella chica de gran belleza...

»En cuanto a mi muerte... ¿Ves adecuado y cómodo preguntar a alguien cómo nació, joven?

Yo, eh... —me quedé cabizbaja, bastante incómoda por el tono de voz del hombre, pero al segundo me quedé algo extrañada por sus palabras, "cómo nació"—. ¿Eh?

¡Gracias, pequeñín! Tu alma bondadosa y tan llena de luz ha hecho que la maldición que sufría se haya desvanecido. ¡Ya no seré malvado nunca más! —oí decir a mi espalda al prisionero con aquella insoportable voz que le caracterizaba—.¡¡No!! ¡Os mataré a todos en cuanto me deis la espalda, os arrancaré los miembros uno a uno! ¡Os ataré mientras os rompo los dedos uno a uno y me los sirvo para comer como alitas de pollo! Y vuestros corazones, los de todos vosotros, ¡serán un postre para mis amigos!

Cierra la bocaza, ¿quie... —antes de poder terminar mi frase, de la sombra del payaso surgió una bestia que atacó al moguri de Hiro—. ¡Eh, detente! —exclamé comenzando a preparar un hechizo.

¡Ha funcionado! ¡Es cierto, aquí hay Sincorazón! ¡Vamos, perrito, muérdeles el culete a todos ellos!

Pero no me hizo falta usar mi magia, pues el Sincorazón soltó rápidamente a MoguDer y corrió hacia Kefka para babearle la pierna. No parecía ser peligroso ni ofensivo.

¡No, idiota! ¡Muerde! ¡Mata! ¿¡Por qué no me obedeces!?

El bufón le propinó una violenta patada al monstruo que él mismo había creado, y éste, al chocar con la pared a causa del golpe, se desvaneció una nube de humo oscuro.

¿Veis? Y muchos más como ese pobre están aquí. El Dios de los Muertos cada día toma a más para crear guerreros más poderosos... Y sólo vosotros, los Caballeros, tenéis la llave para soluncionar este conflicto.

Tras su sentencia, el misterioso hombre comenzó a caminar, adentrándose en la caverna. Era el momento de decidir qué hacer. Me crucé de brazos, pensativa, mirando al suelo. Tras unos instantes de dudas, sopesando pros y contras, tomé una decisión.

Hiro —le llamé, dejando ir mis brazos y viendo cómo se alejaba Seymour—. Sigámosle —dije en voz baja, para que sólo él pudiera oírme— Quizá sea una trampa o algo así, pero hay que intentarlo, aquí parados no conseguiremos nada. Tú ve adelante observándole a él y el camino por si se trata de algún truco sucio. Yo me quedaré atrás vigilando que ese idiota no haga nada.

Volví a dirigir la mirada hacia Seymour. ¿De verdad estaba haciendo lo correcto confiando en él? Giré la cabeza y miré al prisionero. Si todos los Sincorazón que podía invocar eran como aquel perrito inofensivo no teníamos nada que temer, pero quién sabe si aquel perturbado se guardaba algún as bajo la manga, así que más nos valía tenerlo vigilado.

Tú, andando —dije secamente mientras me colocaba detrás del prisionero—. Vamos, y no vuelvas a hacer nada raro —comenté comenzando a andar, empujándole un poco para que avanzara y, al mismo tiempo, mostrándole, una vez más, el aparato de las descargas eléctricas—. Eres un incordio, ¿lo sabías? Pero somos aprendices de la Llave Espada, no tenemos miedo a tus patéticos Sincorazón, entérate.

La decisión estaba tomada, y no estaba segura de que aquello fuera a acabar bien. Estábamos en un lugar siniestro, siendo guiados por un hombre misterioso que decía ser un espíritu que había regresado de entre los muertos para ayudarnos, y además teníamos que vigilar a un chalado que podía invocar Sincorazón. Pero ya no podíamos volver atrás, el camino estaba bloqueado y solamente podíamos avanzar si queríamos salir de allí. No había más remedio.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor A Nerd Girl » Jue Nov 28, 2013 12:38 am

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No logré hacer que cayera, claramente no era tan tonto y bruto como pensaba, aunque seguramente su rostro sea tan feo como su vanidad. Tenía que librarme de él ni idea alguna de qué hacer o que no hacer, pero estoy por el momento bien, ¿verdad?

Si le hubiese enfadado me hubiera matado ya, pero no podía morir, no entonces. Por que tenía tantas cosas que hacer, este hombre no era más que una molestia estúpida por mi problema con mediar con las palabras, algo que no podía controlar. Debí haber intentando atacarle con algo pero no pensé rápido. Quizá eso hubiera cambiado todo.

¿Te has comportado como una vil traidora para ahora mostrar dignidad y honor? —En verdad había resumido mi comportamiento hoy, y para no decir que me dolía el pensar que no hubiera funcionado. En verdad si hubiera aceptado no hubiese pasado por tanto—. La gente como tú me sorprende. Eres toda una mentirosa.

Levantó su arma, pero no podía. ¡Ahora no! Se detuvo, ¿negociará o querrá meterme solamente miedo? ¿O algo peor? No podía evitarlo pero me salía una lágrima de la incertidumbre. ¿Estaba llegando mi final? No podía dejarle traté de cubrirme cuando entonces su sentencia como un rayo llegó:

Eres culpable.

Los golpes eran numerables y difíciles de poder apreciar. Grité de dolor, este suplicio no parecía terminar, parecía que mi sentencia había llegado a tener como una pena de muerte y tenía como plato inicial una tortura nunca vista antes por mi. Iba a sucumbir fácilmente con tal número de golpes llenos de energía y fuerza.

No tenía ahora a nadie quien me salvara, estaba sola e indefensa y mi enemigo me había derrotado. No podía mantenerme en pie, pero lo intentaba, mis rodillas parecían desplomarse y yo me trataba de sujetar con los brazos que a su vez parecían ya muy cansados de tanta desdicha y de congoja.

Has luchado con honor, Portadora —el hombre parecía congratularse de mi voluntad—, pero tus mentiras te han traicionado.

Tras esas palabras empecé a perder el conocimiento, solo recordaba como si me hubieran tirado a algo pero ya no podía recordar más. Perdí la percepción de todo lo de mi alrededor.
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