[Coliseo del Olimpo] El dios caído

Trama de Light, Hiro, Xefil y Maya + Ragun & Mei

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Light » Sab Nov 30, 2013 2:23 am

El aprendiz y el can se detuvieron en seco, incapaces de avanzar por el desafortunado derrumbamiento provocado por Cerbero. Pocos segundos después recibieron un aviso de la Maestra Lyn, quien parecía querer decirles algo más. ¿Puede que una nueva orden?

Ragun y él sólo podían retroceder y escuchar lo que tuviera que decirles. El aprendiz descendió de la espalda de su compañero canino y echó a andar hacia la posición de Lyn.

Tenéis que saberlo. Los dos... No, todos —empezó a confesar—. Ragun, tú te has enfrentado sólo a una reminiscencia de Gárland. No era él completo, ni tan siquiera una cuarta parte de lo poderoso que llegó a ser, e incluso así estuvo a punto de consumir Tebas de nuevo.

Light no se imaginaba ni por asomo lo que quería decirles.

Por eso, aunque vaya en contra de aquello en lo que crees, Light... —el muchacho observó a Lyn fijamente, nervioso. Estaba claro que Lyn iba a decir algo desagradable para sus oídos—. Debéis desobedecer a Tierra de Partida. Tenéis que destruir la armadura.

Light abrió los ojos de par en par y dirigió una mirada de incredulidad a la Maestra, incapaz de pronunciar palabra alguna. Lyn rápidamente bajo la mirada, consciente de las palabras que acababan de salir de su boca.

Había sugerido que traicionara a su hogar.

Algunos como Kazuki creen que Gárland se puede utilizar como invocación. Pretenden usar la fuerza destructiva que tuvo él para la guerra que se aproxima contra Bastión Hueco —alertado, el chico intercambió miradas con Ragun—. ¡Pero no podemos permitir que vuelva, de ninguna manera! Enviaron la armadura a Ciudad de Paso para que Merlín la investigara y dijera cómo podía usarse en combate. Yo... No podía permitirlo. Todavía no puedo.

Así que detrás del paquete estaba todo esto… —expresaba Light pensativo, intentado asimilar toda aquella información.

Por eso los Maestros ocultaban a toda costa el famoso tema del misterioso paquete. Debido a ese paquete, además, Tierra de Partida se había ganado muchas enemistades en Ciudad de Paso por los problemas ocasionados con el paquete, el cual atraía a los Sincorazón…

A la Oscuridad.

Increíble —pronunció, llevándose la mano hasta la frente.

>>Aunque tenga que traicionar Tierra de Partida me aseguraré de que no se repita lo de aquel día...

Los aprendices escucharon toda la historia de Gárland que les narraría la joven. En una ocasión, el villano final se había hecho con el trono de los dioses, superando a todos estos y sembrando el caos en todo Tebas. Un individuo capaz de desafiar a los mismos dioses: el poder del villano debía ser terrorífico.

Y Lyn había sido capaz de frustrar tus planes, increíblemente. A pesar de la traición que había sugerido, Light la respetaba, sus ideas estaban más que justificadas. Había atendido a toda su historia y por fin comprendía sus preocupaciones. Cuanto más escuchaba el relato del apocalipsis de Tebas, más se acordaba de las desoladoras ruinas de Bastión Hueco, la extinguida Ciudad de la Luz, su mundo natal.

Es el peor enemigo al que me he enfrentado nunca. Y todavía me pregunto tantas cosas... Light, necesito que lo hagas. Y tú también, Ragun.

No voy a traicionar los ideales de Tierra de Partida, Maestra —comentó seriamente, con las ideas claras. Mientras había escuchado la historia de Lyn, había tenido tiempo suficiente para ordenar sus ideas y tomar una decisión—. Por eso mismo quiero decirle que…

Qué decepción oír de los labios de una heroína como tú palabras tan llenas de oscuridad.

Alguien interrumpiría repentinamente su conversación. Fuera quien fuera, había llegado en el peor momento. Después de todo, quería contarle a la Maestra Lyn tantas cosas…

El individuo que acababa de hacer acto de presencia se encontraba sentado sobre las rocas que obstruían el camino. Sus ropajes dorados le hacían de lo más llamativo en aquel lóbrego lugar, por lo que no tardaron en dar con él.

Cuando me hablaron de una guerrera de la Luz me imaginé algo más... Noble, cuanto menos. No a alguien tan rastrera como para pensar en traicionar a los suyos y matar a inocentes con tal de evitar que un pequeño mal regrese.

Un pequeño mal —expresaba Light irónicamente, dando por hecho que se refería a Gárland.

Espera… ¿Ha dicho… matar a inocentes?” se preguntó Light, perdido en la conversación. Rápidamente, se giró hacia su Maestra para comprobar su reacción ante aquellas palabras. Por los gruñidos que emitía, no debían haberle sentado demasiado bien.

Light vigiló atentamente los movimientos de aquel hombre. Éste se aproximó a todos ellos levitando, guardando las distancias.

¿Y qué tenemos aquí? La mismísima estocada oscura, un asesino en toda regla... Y el señor Hikari, el escudo de la luz. Me gusta la luz que irradias, muchacho —señalaba, alabándoles descaradamente sin motivo alguno, como si quisiera ganarse su confianza—. Es agradable ver algo así aquí abajo tras llevarse semejante decepción con tu Maestra.

¿Cómo… sabes eso? —preguntó, ignorando cualquier halago o ataque dirigido a su Maestra—. Y tú…

Mi nombre es Mateus Palamecia; es un honor conoceros —dijo el elocuente hombre—. Así que... Sois Caballeros de la Llave Espada, ¿no? ¿Habéis visto a un amigo mío, un payaso de risa insoportable?

Desgraciadamente sí, aunque preferiría no haberlo visto nunca.

Se mordió el labio inferior y empezó a unir cabos. ¿Sería Mateus otro de los Villanos Finales, como Gabranth y Kefka? Todo parecía apuntar a eso: al igual que ellos dos, conocía el secreto de las Llaves Espada. En ese caso, si se trataba de un enemigo, no le daría a Mateus pista alguna.

No.

¡!

Dos extrañas criaturas de color blanco se aparecieron ante ellos, posiblemente invocados por Mateus Palamecia. Armados con lanzas y con el don de volar, su extraña y amenazante presencia sin duda alguna le intimidaría.

¿Estaba amenazándolos…?

¿Os importaría devolvérnoslo? Le echamos de menos.

¡Maestra! —a la vista de que la mujer no podía levantarse para ponerse en guardia, Light no dudó en sacar uno de los frascos de brebaje curativo de sus bolsillos. El chico arrojó la poción a Lyn para que ésta la bebiera—. Un ser tan peligroso como Gárland no debería volver a las andadas. Nuestro objetivo como Caballeros de Tierra de Partida es preservar el orden, y eso haremos.

>>Voy a ayudarte, Maestra Lyn.

Después, sus ojos desafiantes volvieron a apuntar a Mateus Palamecia.

Debéis ser muy especiales si podéis echar de menos a un payaso tan insoportable como ese —expresaba con una sonrisa descarada—. Amenázanos todo lo que quieras, no vas a conseguir absolutamente nada de nosotros —comentó Light, intentando no aparentar miedo alguno—. Desgraciadamente tu amigo no está aquí, así que estás perdiendo el tiempo. Sal a buscarlo y llévatelo, si puedes. Puede que incluso ya no esté en este mundo…

Tenían que evitar que liberaran a Kefka. ¿Acaso sabría aquel hombre que el citado payaso se encontraba al otro lado de las rocas que obstruían el camino? En principio, al igual que ellos, no podría superar aquel obstáculo para alcanzar a su amigo.

¿Podremos hacer frente a estas… cosas?

A la vista de su cansancio, Light quería evitar un combate a toda costa, y si podía alejar de allí a Mateus Palamecia y sus temibles monstruos, mejor. Si el Villano Final insistía con sus amenazas, los aprendices y la recién curada Lyn tendrían que lidiar contra aquellas misteriosas criaturas sin remedio.

Esas criaturas… ¿Qué son exactamente? —definitivamente no se trataban de Sincorazón, sino que se trataba de algo totalmente diferente. Por alguna razón, observarlas le producía escalofríos.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Sombra » Sab Nov 30, 2013 4:07 am

Comencé a alejarme hacia el lugar por el que Diana y Xefil se habían ido, sin embargo la llamada de Lyn hizo que me girase de nuevo y volviese a junto de ella, al igual que Light hizo. La miré con curiosidad en cuanto estuve a escasos dos metros de ella, preparado para escuchar lo que quisiese decir. No negaba que tenía curiosidad, ¿qué pretendía decirme Lyn?

Tenéis que saberlo. Los dos... No, todos —nos miró mientras hablaba. Clavé mis ojos silencioso en los de la maestra de Tierra de Partida—. Ragun, tú te has enfrentado sólo a una reminiscencia de Gárland. No era él completo, ni tan siquiera una cuarta parte de lo poderoso que llegó a ser, e incluso así estuvo a punto de consumir Tebas de nuevo.

Solo... Una cuarta parte... —susurré anodado.

Recordaba de sobras que habíamos vencido apenas a aquel ser despreciable y si no llegaba a ser ni una cuarta parte... ¿Que clase de monstruo todopoderoso podría derrotarle?

¿Ello? Incluso a él probablemente le costaría derrotarle, algo que me resultaba difícil de creer a causa de los horribles poderes corruptos que poseía. No... Ni siquiera creía que él pudiese derrotarle en caso de que Gárland estuviese a su máximo poder. Al fin y al cabo aquel ser absorbía oscuridad y Ello era oscuridad pura y dura, probablemente Gárland era el único ser capaz de derrotar a Ello en un combate justo. Le sería imposible corromper algo que ya poseía oscuridad.

Por eso, aunque vaya en contra de aquello en lo que crees, Light... —giré mi cabeza para ver al muchacho de pelo negro, que parecía algo nervioso—. Debéis desobedecer a Tierra de Partida. Tenéis que destruir la armadura.

¿Acaso no querían destruír la armadura? Levanté mi ceja dudoso. ¿Entonces que pretendían hacer con aquella armadura? Y que Lyn hubiese dicho eso, traicionar a Tierra de Partida... Parecía un chiste de mal gusto. Me parecía incluso imposible que ella fuese capaz de decir eso.

Algunos como Kazuki creen que Gárland se puede utilizar como invocación. Pretenden usar la fuerza destructiva que tuvo él para la guerra que se aproxima contra Bastión Hueco —una extraña sonrisa se formó en mis labios.

Así que era eso... —susurré.

¡Pero no podemos permitir que vuelva, de ninguna manera! Enviaron la armadura a Ciudad de Paso para que Merlín la investigara y dijera cómo podía usarse en combate. Yo... No podía permitirlo. Todavía no puedo.

Así que detrás del paquete estaba todo esto… —comentó Light algo consternado, como si no se creyese aquello.

Si mal no recordaba, había escuchado algo del tema. Tierra de Partida acusada de haber llevado Sincorazón por algo. Había pensado que había sido alguien de Bastión Hueco tratando de hacer que ganasen enemigos, me sorprendía que hubiesen sido ellos.

Increíble —respondió el aprendiz de Tierra de Partida mientras se llevaba las manos a la frente tratando de asimilar aquella información.

—Aunque tenga que traicionar Tierra de Partida me aseguraré de que no se repita lo de aquel día...

Lyn procedió a hablarnos de aquel día en el que Tebas se había enfrentado cara a cara con la muerte. A un Dios. Un ser que había logrado derrocar al podio divino del Olimpo, un ser cuyo objetivo parecía ser la destrucción sin más, el Caos más puro.

¿Acaso aquel ser era incluso más cruel que Ello? No podía creerlo, pero eso parecía.

Lyn, a traves de su historia logró contestar a mi pregunta. Ella había logrado destruír a Gárland y salvar el mundo lo que significaba que ella era mucho más poderosa. ¿Cuánta fuerza tenía aquella mujer híbrida?

Me quedé embobado, ensimismado en aquel pensamiento.
Si yo tuviese esa fuerza...


Es el peor enemigo al que me he enfrentado nunca. Y todavía me pregunto tantas cosas... Light, necesito que lo hagas. Y tú también, Ragun.

No voy a traicionar los ideales de Tierra de Partida, Maestra —contestó al momento muy serio en su decisión—. Por eso mismo quiero decirle que…

Bueno, para los de Tierra de Partida conseguir a Gárland como Arma seguramente les daría una probable victoria. Viendo el aspecto de sus aprendices se notaba a la legua que por lo general eran bastante más débiles, no era de extrañar que tuviesen tanto miedo que necesitasen de ese poder para al menos poder igualarnos.

Pobre cobarde —expresé con un tono burlón hacia Light, el aprendiz cegado por la luz. Demasiado cegado como para ver más allá.

Qué decepción oír de los labios de una heroína como tú palabras tan llenas de oscuridad.

Interrupiendo la conversación, alguien repentinamente había hecho acto de presencia en el lugar. Los tres miramos a nuestro alrededor buscando el origen de aquellas palabras encontrandonos a un hombre vestido con una armadura dorada y resplandeciente como un sol. Brillaba demasiado, estaba completamente fuera de lugar en aquellas oscuras cavernas del inframundo.

Cuando me hablaron de una guerrera de la Luz me imaginé algo más... Noble, cuanto menos. No a alguien tan rastrera como para pensar en traicionar a los suyos y matar a inocentes con tal de evitar que un pequeño mal regrese.

¿Inocentes? —me pregunté sin saber a quien se refería. La maestra pareció mirar con odio hacia aquel tipo extraño

Un pequeño mal —con un tono irónico repitió las palabras del desconocido.

Flotando en el aire se fue acercando hasta quedar a una distancia prudencial, parecía no querer entrar en combate, al menos por ahora. Sin embargo estuve atento, por si acaso.

¿Y qué tenemos aquí? La mismísima estocada oscura, un asesino en toda regla... Y el señor Hikari, el escudo de la luz. Me gusta la luz que irradias, muchacho —nos dijo como si nos conociese a la perfección—. Es agradable ver algo así aquí abajo tras llevarse semejante decepción con tu Maestra.

¿Quién se supone que eres? —pregunté alto y claro sin hacer comentarios a mayores. Sentía extrema curiosidad sobre él. ¿De dónde había sacado aquella información?

Mi nombre es Mateus Palamecia; es un honor conoceros —contestó con un tono educado—. Así que... Sois Caballeros de la Llave Espada, ¿no? ¿Habéis visto a un amigo mío, un payaso de risa insoportable?

Al momento supe a quien se refería. Podía haber sido sincero, pero no. Aquello no tenía nada que ver conmigo, ya que era un prisionero de Tierra de Partida por lo que evité hacer comentarios.

No —habló tajante el aprendiz.

El extraño hombre dorado pareció invocar dos criaturas blancas. Por un segundo pensé en sincorazón, sin embargo no eran eso... Producían una sensación muy distinta a los sincorazón, no sentía aquella afinidad. Mejor dicho, era como si no produciesen ningún tipo de aura o sentimiento, como si no existiesen o como si fuesen una mísera roca en el suelo a la que apenas le prestarías atención.

¿Que coño son esas cosas? —me sentía muy inseguro. ¿Iban a atacar?

Si no lograba ni siquiera sentir sus auras... Ni siquiera podía deducir que iban a hacer, como iban a actuar. Aquellas extrañas criaturas blancas, que portaban lanzas y flotaban como su amo... No podía comprenderlas. Eran algo que parecían escapar de la comprensión.

¿Os importaría devolvérnoslo? Le echamos de menos —su tono me hizo ver que nos estaba amenazando con aquellas criaturas.

No podía medir el nivel de fuerza de aquellas cosas a ojo, en aquel momento me lamenté de no haber aprendido Libra en su momento, tal vez iba siendo hora de ir aprendiendo aquella habilidad.

¡Maestra! —Light lanzó con destreza una poción a la Maestra para curar sus heridas. Había sido un movimiento inteligente por su parte, si había logrado derrotar a Gárland seguramente podría merendarse a aquellos dos blancuchos en un parpadeo, y otro más para Mateus—. Un ser tan peligroso como Gárland no debería volver a las andadas. Nuestro objetivo como Caballeros de Tierra de Partida es preservar el orden, y eso haremos. Voy a ayudarte, Maestra Lyn. —dijo Light a la propuesta de traicionar Tierra de Partida destruyendo la armadura de aquel que portaba el Caos.

Me beneficia la destrucción de esa armadura. No quiero ser asesinado por ella por lo que ayudaré también —contesté afirmativamente a la pregunta de Lyn sobre ayudarla—. Además, no me gustaría negarme a una mujer tan hermosa como tu —le guiñé un ojo a la maestra.

Debéis ser muy especiales si podéis echar de menos a un payaso tan insoportable como ese —continuó hablando Light, el muy idiota acababa de admitir que lo había visto, tonto de él. Podría haber seguido con su mentira—. Amenázanos todo lo que quieras, no vas a conseguir absolutamente nada de nosotros —se negó valiente—. Desgraciadamente tu amigo no está aquí, así que estás perdiendo el tiempo. Sal a buscarlo y llévatelo, si puedes. Puede que incluso ya no esté en este mundo…

Cierto... En Tierra de Partida debéis tener unos métodos de tortura muy avanzados. Parecía estar en las últimas el pobre —sonreí con malicia—. Que pena me da...

Esas criaturas… ¿Qué son exactamente? —preguntó.

No me dan la sensación de "vida" que tienen los humanos o los animales. Pero tampoco parecen sincorazón —respondí—. Mejor dicho, no me producen ninguna sensación, es como si no estuviese mirando a nada.

Pero era justamente aquella especie de sensación de vacío, aquella falta de sensaciones que me producían lo que me inquietaba.

Incluso habíendonos sentado un rato a descansar antes me sentía agotado, no había sido un combate largo, pero había gastado mucha magia y energía para ayudar a derrotar al Cerbero, no me sentía capaz de vencer a los dos blancuchos, y tampoco al tipo con complejo de lingote de oro.

Me puse en guardia sin apartar mis ojos de los tres extraños, preparandome lo mejor posible a cualquier posible ataque que viniese de ellos.

Quizás hacer una retirada estratégica era lo mejor, pero nos seguirían.

Sé que puedo vencerlos a los tres. Tan solo dame tu cuerpo...


Se hizo presente la voz de Ello en mi cabeza. Unas manchas oscuras empezaron a surgir por mi rostro a la par que mis ojos se volvían de color de los sincorazón.

No, no podía dejarme dominar.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor RedXIII » Dom Dic 01, 2013 5:21 am

Salvar a todas estas almas en pena, por supuesto — volvió a sus interminables narraciones, como si de un libro se tratara —. El Señor del Inframundo las mantiene presas en contra de su voluntad, y peor todavía, ha descubierto cómo usar sus corazones para la creación de oscuras criaturas. ¡Desgraciadas ellas! Obligadas a retornar a la vida de forma cíclica para luchar en contra de su voluntad... Y todo culpa de aquella chica de gran belleza...

¿Bella como Diana? — Preguntó, parecía aun embobado con su fragancia.

»En cuanto a mi muerte... ¿Ves adecuado y cómodo preguntar a alguien cómo nació, joven?

La compañera de Hiro calló, pero al joven aprendiz le daba completamente igual si era incomodo o no, solo quería respuestas y sin más rodeos.

Mientras, Kefka respondía a las palabras del Moguri, transformado, con una cara de calma y felicidad que daba un cierto repelús a Hiro.

¡Gracias, pequeñín! Tu alma bondadosa y tan llena de luz ha hecho que la maldición que sufría se haya desvanecido. ¡Ya no seré malvado nunca más!

¡¡No!! ¡Os mataré a todos en cuanto me deis la espalda, os arrancaré los miembros uno a uno! ¡Os ataré mientras os rompo los dedos uno a uno y me los sirvo para comer como alitas de pollo! Y vuestros corazones, los de todos vosotros, ¡serán un postre para mis amigos!

Cierra la bocaza, ¿quie...

Hiro sabía perfectamente que aquel era uno de sus brotes psicóticos que le caracterizaban, pues sufrió varios cambios de humor bruscos cuando estuvo con el en Tierra de Dragones, lo que no se esperó fue que surgiera un Sincorazón de la sombra del payaso y atacara sin previo aviso a MoguDer.

¡Eh, detente! — Exclamó la pequeña brujita.

¡Ha funcionado! ¡Es cierto, aquí hay Sincorazón! ¡Vamos, perrito, muérdeles el culete a todos ellos!

Soltó de repente a MoguDer y se acercó al payaso, al cual le demostró su afecto y cariño con lametones y ruiditos.

¡No, idiota! ¡Muerde! ¡Mata! ¿¡Por qué no me obedeces!?

Desgraciadamente no compartía el mismo cariño que el perro y lo estampó con fuerza, contra la pared, de una patada, haciendo que desapareciera y dejando únicamente una nube oscura que desapareció poco despues.

¿Veis? Y muchos más como ese pobre están aquí. El Dios de los Muertos cada día toma a más para crear guerreros más poderosos... Y sólo vosotros, los Caballeros, tenéis la llave para solucionar este conflicto.

Hiro, sigámosle — dijo Maya — Quizá sea una trampa o algo así, pero hay que intentarlo, aquí parados no conseguiremos nada. Tú ve adelante observándole a él y el camino por si se trata de algún truco sucio. Yo me quedaré atrás vigilando que ese idiota no haga nada.

Al joven perro le daba igual seguir al extraño individuo o seguir otro camino, su prioridad seguía siendo Kefka.

Tú, andando — se colocó detrás de Kefka, a saber porque —. Vamos, y no vuelvas a hacer nada raro. Eres un incordio, ¿lo sabías? Pero somos aprendices de la Llave Espada, no tenemos miedo a tus patéticos Sincorazón, entérate.Provocarlo no era precisamente una idea que le gustara a Hiro, puesto que la última vez no terminó demasiado bien, pero en aquel momento estaba en plena desventaja y más odio del que ya les tenía no podía albergar, así que no le importaba mucho lo que le dijera.

Dame la cuerda — Dijo Hiro a su compañero animal mientras se la arrebataba de la boca —El no es una persona ni en la que puedas confiar ni con la que puedas hablar seriamente, la próxima vez vigila

MoguDer se sentía tremendamente humillado, y algo triste, durante todo el tiempo que andaba con el joven aprendiz se había preocupado de su bienestar y de demostrarle que podía confiar en el, pero aquella vacilación había dejad clara su debilidad y su inocencia, en aquel momento solo deseaba morder con todas sus fuerzas la cabeza de Kefka, por el contrario, a Hiro aquella vacilación no tenía la menor importancia, exceptuando la preocupación por su Moguri, tan solo era un aviso el cual le advertía de que el despiste de MoguDer también era un despiste suyo y de su compañera, ambos habían centrado toda su atención a Seymour y era algo que podía haber aprovechado el payaso para matarlos si hubiera tenido la ocasión.

El joven perro tiraba de Kefka mientras su compañera lo empujaba para que avanzara siguiendo a Seymour, a su lado MoguDer, vigilando cualquier imprevisto.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor EspeYuna » Mar Dic 03, 2013 2:33 am

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1ª parte de Narra. 2ª parte de Espe. 8D


Lyn no se negó a la poción que el aprendiz Light le entregaba: escuchó cómo tanto él como Ragun le apoyaban, y tras el piropo del segundo se sonrojó e intentó ocultar su rostro las el frasco de cristal que había recibido.

Cállate, idiota —susurró para sí misma intentando imponerse ante un aprendiz de menos rango. De inmediato tragó el contenido del recipiente y la herida de la que sufría se cerró, permitiéndola levantarse de nuevo y tomar su Llave Espada contra el desconocido.

Debéis ser muy especiales si podéis echar de menos a un payaso tan insoportable como ese —comentó Light en alto, aceptando públicamente que sí había visto a Kefka—. Amenázanos todo lo que quieras, no vas a conseguir absolutamente nada de nosotros. Desgraciadamente tu amigo no está aquí, así que estás perdiendo el tiempo. Sal a buscarlo y llévatelo, si puedes. Puede que incluso ya no esté en este mundo…

El hombre observó apenado a Light, entristecido por las palabras del muchacho. Los Caballeros guardaban una clara actitud ofensiva hacia él y sus guardaespaldas blancos, los cuales habían despertado la curiosidad de los dos aprendices, que no habían hecho frente a ningún enemigo así con anterioridad.

¿Intentas engañarme, Hikari? Porque eso lo esperaría de un admirador de la oscuridad, no de alguien tan puro como tú —preguntó Mateus despreocupado—. Así que nuestro buen amigo está aquí. Creo que ha habido un malentendido: él es inocente de los cargos que se le han imputado. ¿Tenéis un minuto para hablarlo?

¿Perdón?

Mateus levantó unos centímetros en el aire su vara y golpeó el suelo con decisión. Frente a él apareció en un flash una mesa blanca con el mismo símbolo que portaban las dos criaturas blancas, junto a tres sillas de madera y un espectacular sillón con cuero rojo en el respaldo y exquisita decoración. Sobre la mesa había esperando una taza vacía y varias pastas, servilletas y té caliente.

El surrealismo de la escena se acrecentó cuando Mateus se sentó en el sillón y una de las criaturas blancas soltó su arma para tomar el té y servírselo en su correspondiente taza. Acto seguido sirvió en las tazas de los demás, tanto de los que se habían sentado como los que no, caso de Lyn. Al pasar junto a Ragun la criatura gruñó por lo bajo, pero no tardó en apartarse de él y volver junto a Mateus, invocando su lanza en su mano.

Sentaos, por favor. Es té de Londres, recomendado por un amigo mío —Mateus tomó un sorbo de su taza y cerró los ojos complacido, saboreando el sabor de la que parecía su bebida favorita. Lyn se cruzó de brazos, negándose a sentarse y fulminando al hombre con la mirada—. Sólo quiero hablar. Sin armas, ¿veis?

La Maestra se acercó a la mesa y en vez de sentarse en su sitio la golpeó violentamente con los dos puños, haciendo saltar su taza y no derramándola por poco. Su entrecejo fruncido lo decía todo, y Mateus suspiró ante la violencia de la mujer.

¿Nos tomas por idiotas o qué? ¿Con unas hierbas mojadas crees que soltaremos a ese payaso asesino?

Señorita, por favor, esa no es la manera de comportarse en la mesa —negó Mateus, volviendo a tomar su taza de té y mirando de reojo a Lyn—. Sólo quiero hablar pacíficamente. ¿No tengo derecho a ello? No he quebrantado ninguna ley, ni tampoco he invocado un puñado de Sincorazón con los que amenazar a inocentes ciudadanos.

Lyn bufó ante la actitud del pomposo hombre. Se apartó de la mesa y se cruzó de brazos, probablemente a sabiendas de la realidad: si no hubiese recibido aquella poción por parte de Light sí hubiese roto alguna ley atacándoles a ellos, aprovechando el momento de debilidad de la Maestra.

Veréis, nuestro amigo Kefka puede ser un payaso realmente malo en su trabajo, y quizás un poco maleducado —explicó Mateus, haciendo referencia a las amenazas de muerte que soltaba cada pocos segundos—, pero es inocente de una serie de crímenes de los que se le acusa que sucedieron en Tierra de Dragones.

Y una mierda.

Pero es cierto. Desde entonces mi organización ha sido buscada por la Confederación sin que hayamos hecho nada para merecerlo, y ahora me comunicáis de que tras capturarle le sometéis a una serie de torturas inhumanas e inconstitucionales —las palabras de Ragun así lo habían señalado cuando mencionó los métodos de tortura en alto—. Es todo un grave malentendido. Él no incendió el bosque, fue uno de los vuestros intentando asesinarle. Y sobre el veneno en el río, estoy seguro de que si buscáis en las pertenencias del mismo que le atacó encontraréis el mismo tipo de veneno: Kefka vio que tenía varios frascos de aquello.

La duda se hizo visible en la mirada de Lyn. No terminaba de creer a aquel hombre, pero seguía escuchando sus palabras.

El nombre del que le atacó es Hiro Inukai. ¿Le conocéis?

Está a mi cargo —contestó de inmediato Lyn sin bajar la guardia—. No haría daño ni a una mosca.

Bueno, una mosca no, pero un bosque...

Estoy harta de tu mierda —cortó la mujer con un tono de rabia en sus palabras—. ¿Eres un Villano Final o no?

El líder, pero es indiferente. No podéis colocarnos un crimen que no hemos cometido y además torturar cruelmente a uno de los nuestros.

¿Y la entrega de mitrilo a los hunos qué? ¿También vas a decirme que fue Hiro?

Bueno... —Mateus ladeó la cabeza, sin saber qué contestar a aquella pregunta—. No lo sabemos. Kefka es inocente de ese crimen también, pero no contamos con ninguna pista de quién puede ser el culpable tras tal acto. Pero creemos que os tendió una trampa a los Caballeros para que creyeseis que fue él. ¿Vostros tenéis alguna idea, Estocada e Hikari?

¡Se acabó! —Lyn volvió a golpear la mesa con fuerza, y esta vez sí derramó el té—. Light, Ragun, estamos perdiendo el tiempo. Dice que es el líder de los Villanos Finales: aprisionadle.

Los dos guardaespaldas se colocaron en guardia de inmediato ante la orden de Lyn a los jóvenes. La Maestra invocó en su mano unas esposas y se las entregó a Light, esperando que él capturase a Mateus. Este negó con la cabeza, suspirando.

¿Dónde está la armadura? —interrogó Lyn.

¿Acaso intentar resucitar bravos guerreros es un crimen? En Tierra de Partida tenéis una concepción de la justicia muy extraña —con un chasquido de dedos la mesa volvió a desaparecer, como si aquella escena surrealista no hubiese sucedido—. Incorpóreos, acercaos de que no se acerquen.

Los dos soldados gruñeron a los aprendices, sabiendo lo que se pretendían. No atacarían sin que ellos lo hicieran antes, pues sólo pretendían defender a su amo: pero un mal movimiento y podían verse en una situación comprometida.

* * *


Maya y Hiro decidieron seguir al enigmático hombre que les pedía su ayuda para salvar a los corazones del sufrimiento de la vida. ¿A qué se referiría? ¿Qué planes tenía para ellos? ¿Debían fiarse de él?

Caminaron durante un buen rato, descendiendo por gran cantidad de escaleras algo peligrosas. Kefka se tropezó una vez y se llevó a Hiro tras él, pero no por ello pudo hacer un intento de escapar cuando Maya tenía su dedo índice amenazando con hacer caer sobre él otra potente descarga.

Estamos llegando, mis honorables Caballeros. Sed bienvenidos...

Cuando Maya y Hiro se dieron cuenta, habían entrado en una especie de sala, con un tablero parecido a los usados para jugar al ajedrez. Pudieron reconocerse entre las figuras, contemplando como Lyn, Light y Ragun se hallaban próximas entre ellas... junto a una figura enemiga que no habían dejado atrás. La figura del perro de tres cabezas, por otra parte, se hallaba tumbada en el tablero. Mientras que ellos, junto a Kefka, MoguDer y el nombrado Seymour, se encontraban próximos a otras figuras. Reconocieron la de Xefil y la deslumbrante Diana. Incluso la pieza que la representaba desprendía un aura encantadora que dejaría a Hiro un tanto embobado durante unos instantes, antes de percatarse de que ambas piezas no estaban solas en el tablero. Un aura maligna los rodeaba a ambos, y en pocos segundos, a ellos también.

¡Vaya, vaya, vaya! —los presentes llegaron a donde el Dios del Inframundo se sentaba, charlando "amistosamente" con Xefil y Diana. Su pelo desprendiendo fuego rojo era señal de mal augurio, si conocías lo suficiente a Hades para contarlo— Pero si viene el lote completo de alumnos de escuela de esos caballerizos pijos de la luz. Aunque tú no, monada —el dios se acercó a Diana y le pellizcó con excesiva fuerza su mejilla, haciendo que ésta escapara un gruñido—. Eres una chica que sabe cómo mover sus piezas, ¡me gustas! Lástima que tenga ya la vacante de doncella en apuros ocupada, ricura.

>> Veamos, ¿qué tenemos aquí? Aparte de esta parejita, un payaso con aspecto un tanto... ¡señor, si tienes peor careto que cualquier muerto de aquí! Bueno, sigamos: un bicho volador, una niñita que se cree bruja, ¡oh! No te ofendas, pero hay demasiados frikis ahí arriba y tú das bastante el pego. Y no hablar del que te acompaña, ¿acaso eres como ese tal Philoctetes? Bueno, da igual. Y tú...

Señor del Inframundo, Dios de las almas fallecidas, es un inmenso honor volver a encontrarme con su presencia —Seymour hizo una reverencia a Hades, como si tratara con un importante soberano.

Definitivamente tú el más friki, aunque no por ello el que peor aspecto tiene —el dios de los muertos se sentó de nuevo en su trono de humareda—. Te recuerdo, ¿no deberías estar perdido con tus lucecitas por el Inframundo? ¿A qué has venido?

Vengo a proponerle un trato, mi señor... si me permitiera...

¡¡Ey, ey, ey!! ¡¡Un momento!! ¿¡Estás diciendo que este floripondi tiene mejor aspecto que el GRAN KEFKA!? ¡¡Tienes el gusto en el culo, y una cosa má...!! ¡¡Agh!!

El dios, irritado por el comportamiento de Kefka, lanzó una llamarada que lo dejó chamuscado en el suelo. Puede que quedara un tanto inconsciente durante un rato, pero no podían fiarse.

Interrumpir unos negocios es de muy mala educación.

¡Para el carro, Hades! —el dios se giró hacia la sensual voz de Diana, pero por lo que parecía, no le afectaba— ¡Yo he venido antes a hacer negocios contigo!

Sinceramente, ricura, mis muertos van primero en los negocios. ¿Y bien, esto... Seymour, eras?

Hablé con usted hace mucho tiempo. Y he estado esperando mi oportunidad hasta ahora para verme recompensado si le traía algo a cambio de lo que deseo. Su luz brilla por sí sola, incluso yo puedo sentirla siendo un ser etéreo, y bien sabe usted que es suficiente para pagar mi deuda como alma vagante en este mundo.

>> Estos sacrificios son justos.

El Lord señaló con sus largas y afiladas uñas a Maya y a Hiro. ¿Acaso... a qué se refería...?

Concédame, pues, la vida que me fue arrebatada.

De pronto, un estruendo resonó en el lugar. Acompañado de una explosión en la sala del dios de los muertos, éste comenzó a echar humo por las orejas... no, más bien, llamaradas con su característica "cabellera".

¿¡Quién se atreve a cargarse mi propiedad!?

El dios calló cuando una sombra se asomó entre la humareda que se levantó. Una enorme armadura caminó hacia los presentes, cargando con un bulto en su hombro.

Horrorizados debieron quedar los aprendices cuando se dieron cuenta de que una pequeña muchacha de larga cabellera castaña y atuendos rosados era desplomada en el suelo con un aspecto deplorable. Medio inconsciente, quien se encontrara dentro de la armadura pisó el rostro de la chiquilla, mostrando un porte temible. Para sorpresa de Diana, el dios de los muertos exaltó:

Ah, pero si eras tú —dijo, calmando su llama de roja a azul—. ¿Por qué has tardado tanto?

Diana, quien estaba atando cabos sueltos, exclamó de pronto:

¡¡Tú!! ¿¡Acaso estás con ellos!?

Estar con ellos no es la expresión más acertada —Hades les regaló a los aprendices una tétrica sonrisa—. Podría decirse que son... ¿negocios?

Toda salida fue bloqueada por el dios del Inframundo. Los presentes se hallaban atrapados en la guarida del dios de los muertos. Lord Seymour les había engañado por completo, llevándolos a la boca del lobo, a una trampa sin salida posible. Y Diana no parecía estar muy tranquila con lo que estaba ocurriendo en aquel momento.

Las cosas se estaba poniendo feas. Y parecía que la única manera de salir de aquel embrollo era luchar por sus vidas. Seymour había dejado claro que había traído a los muchachos como un posible trueque. Mei había recibido una brutal paliza y Diana no controlaba para nada la situación como podría haber hecho en un principio. Pero nunca se hubiera imaginado que Hades estuviese de su lado.

Del lado de los Villanos Finales.

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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Sombra » Mar Dic 03, 2013 8:24 pm

Cállate, idiota —le escuché decir a Lyn muy por lo bajo avergonzada por mis palabras. De no estar en aquella situación tan peliaguda probablemente me habría reído.

¿Intentas engañarme, Hikari? Porque eso lo esperaría de un admirador de la oscuridad, no de alguien tan puro como tú]. Así que nuestro buen amigo está aquí. Creo que ha habido un malentendido: él es inocente de los cargos que se le han imputado. ¿Tenéis un minuto para hablarlo?

¿Perdón? —preguntó incrédula Lyn.

El extraño hombre dorado alzó su vara un poco y con esta golpeó el suelo. Al instante, tras un haz de luz apareció una mesa de color blanco impoluto, sobre esta había una especie de logotipo similar a un corazón invertido, el mismo que portaban los blancuchos que acompañaban a Mateus. Sobre la mesa había servilletas así como galletas y demás pastas para acompañar el té, que podíamos servirnos si lo deseabamos en unas hermosas tazas de porcelana.

De haber sido un aliado podría haberme sentado gustosamente, pero tratandose de un completo desconocido, que resultaba bastante amenazador en algún aspecto rechacé la idea al momento.

El hombre se sentó en un sillón de cuero rojo que había aparecido junto a tres sillas más de madera a la par que la mesa tranquilamente

Era algo chocante ver aquello en un lugar tan lúgubre como el inframundo. Mucho más chocante fue ver como una de las criaturas soltaba su arma para empezar a tomar té y seguir al poco sirviendonos a los demás.

Cuando llegó mi turno creí escucharle gruñir, como si mi presencia crease incomodidad en él o como si por su mente (o lo que fuese) hubiese pasado un pensamiento atroz. No, no podía confiarme.

La criatura blanca se aproximó nuevamente a aquel extraño hombre y recogió su arma.

Sentaos, por favor. Es té de Londres, recomendado por un amigo mío —ofreció aquel hombre que desprendía un aire aristocrata mientras degustaba el té con rostro complacido, parecía acostumbrado a ese tipo de bebida—. Sólo quiero hablar. Sin armas, ¿veis?

Lyn se aproximó a la mesa, por un segundo creí que iba a aceptar la invitación de Mateus, sin embargo su reacción no me decepcionó. Golpeó la mesa con fuerza haciendo que la taza que tenía más próxima saltase en el aire sin derramarla de milagro. Mateus suspiró.

¿Nos tomas por idiotas o qué? ¿Con unas hierbas mojadas crees que soltaremos a ese payaso asesino? —habló harta de aquel estúpido juego. Aquel tipo solo nos entretenía.

Señorita, por favor, esa no es la manera de comportarse en la mesa —rogó educadamente. Yo también me estaba empezando a cansar de aquella actitud—. Sólo quiero hablar pacíficamente. ¿No tengo derecho a ello? No he quebrantado ninguna ley, ni tampoco he invocado un puñado de Sincorazón con los que amenazar a inocentes ciudadanos.

La maestra bufó y se apartó de la mesa cruzándose de brazos. No pude saber en que pensaba, pero en cierto modo comprendía su comportamiento.

Veréis, nuestro amigo Kefka puede ser un payaso realmente malo en su trabajo, y quizás un poco maleducado —explicó el hombre que parecía tener complejo de noble—, pero es inocente de una serie de crímenes de los que se le acusa que sucedieron en Tierra de Dragones.

Y una mierda. —respondió al momento la mujer híbrida.

Pero es cierto. Desde entonces mi organización ha sido buscada por la Confederación sin que hayamos hecho nada para merecerlo, y ahora me comunicáis de que tras capturarle le sometéis a una serie de torturas inhumanas e inconstitucionales —me sorprendió que se tomase en serio mis palabras haciendo que una sonrisa apareciese en mi cara—. Es todo un grave malentendido. Él no incendió el bosque, fue uno de los vuestros intentando asesinarle. Y sobre el veneno en el río, estoy seguro de que si buscáis en las pertenencias del mismo que le atacó encontraréis el mismo tipo de veneno: Kefka vio que tenía varios frascos de aquello.

El nombre del que le atacó es Hiro Inukai. ¿Le conocéis?

Está a mi cargo —contestó de golpe—. No haría daño ni a una mosca.

No le creas, Lyn. Está jugando con nosotros —dije discretamente hacia la maestra.

Bueno, una mosca no, pero un bosque...

Estoy harta de tu mierda. ¿Eres un Villano Final o no?

¿Villano Final? Aquella era la primera vez que escuchaba ese término... ¿O no? No recordaba al menos ese nombre, pero no estaba del todo seguro. ¿Lo había mencionado el payaso?

Eras Light, ¿no? —intenté llamar la atención del aprendiz de Tierra de Partida—. Responde a esto: ¿Que son los Villanos Finales? —pregunté de una forma un tanto brusca, aunque en aquella situación creía que era necesario.

Escuché la respuesta de Light (si respondía) y asentí en silencio.

El líder, pero es indiferente. No podéis colocarnos un crimen que no hemos cometido y además torturar cruelmente a uno de los nuestros.

¿Y la entrega de mitrilo a los hunos qué? ¿También vas a decirme que fue Hiro?

Bueno... —dudó—. No lo sabemos. Kefka es inocente de ese crimen también, pero no contamos con ninguna pista de quién puede ser el culpable tras tal acto. Pero creemos que os tendió una trampa a los Caballeros para que creyeseis que fue él. ¿Vostros tenéis alguna idea, Estocada e Hikari?

Miré directamente a Mateus.

No, y tampoco te importa —negué. Sabía lo que había insinuado sobre el tema, basicamente acababa de intentar culparme a sabiendas de que no estaba en el mismo bando que Lyn y Light.

¡Se acabó! —la híbrida golpeó la mesa nuevamente, esta vez derramando el té tiñendo de un color oscuro el mantel y las servilletas—. Light, Ragun, estamos perdiendo el tiempo. Dice que es el líder de los Villanos Finales: aprisionadle.

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Los seres blancos se pusieron frente a Mateus esperando cualquier ataque por nuestra mano. Pensandolo bien, si era tan problemático como parecía... ¿Para que mantenerlo con vida? Solo se arriesgaban a que huyese tarde o temprano.

El hombre movió la cabeza en forma de negativa suspirando ante la acción de Lyn. En ningún momento había desmaterializado mi Llave Espada por lo que también me puse en guardia, esperando cualquier ataque por parte del hombre dorado.

¿Dónde está la armadura? —preguntó sin rodeos Lyn.

¿Acaso intentar resucitar bravos guerreros es un crimen? En Tierra de Partida tenéis una concepción de la justicia muy extraña —el hombre chasqueó los dedos y tanto la mesa como todo lo demás desapareció en un parpadeo—. Incorpóreos, acercaos de que no se acerquen.

¿Incorporeos? ¿Así se llaman esos monstruos? —fruncí el ceño.

Los dos monstruos blancos empezaron a gruñir, sin embargo no se movieron de su sitio. ¿Eran como los sincorazón?

Estos al menos parecían inteligentes...

Lyn, no me parece buena idea aprisionarle. Hacer prisionero al líder es estúpido, podemos cortar el problema de raíz acabando con su vida aquí y ahora —dije—. Light, encarguemonos de los paliduchos, me pido el de la izquierda. Lyn, eres más fuerte así que ve a por el pijo.

Lo primero que hice fue coger la llave espada alreves, por el filo y apuntarla a mi pecho. Un segundo después clavé el arma con fuerza haciendo que algo de sangre de un color similar al del petroleo saliese de la herida. Un aura de oscuridad empezó a envolverme ligeramente. Sentí como si mi magia se estuviese recargando velozmente, aquello era un Éter Sangriento, una útil habilidad sin ninguna duda.

Nyx se adelantó a mí mientras utilizaba Éter Sangriendo lanzando un Aturdidor contra el Incorporeo. Momentos después, en cuanto recuperé mi magia empecé a correr hacia el Incorporeo preparado para lanzar un Golpe Contundente directamente y si conseguía un buen efecto no me contendría y continuaría atacando tratando de bloquear lo mejor posible los ataques que pudiesen venirme de aquel ser y en caso de verme en peligro retrocediendo con prudencia. Nyx tampoco se quedaría quieto mordiendo en cuanto tuviese ocasión o alejandose si la cosa se ponía fea.
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Re: Ronda #6 - El dios caído

Notapor Zee » Jue Dic 05, 2013 7:18 pm

No había visto, jamás, una sonrisa tan hermosa en el rostro de Diana. Lo que la volvía tan cálida y tan especial era el simple hecho de que aquel gesto era sincero, algo que muy seguramente no podía decirse de su actitud habitual. Y... curiosamente, observándola de aquella manera, sin el distorsionado lente que su poder suponía, me sentía orgulloso por la decisión que había tomado.

Si tenía la oportunidad de conocer a aquella Diana, entonces valía la pena.

Perdí la claridad de mi mente casi al instante. Sentí a mi cuerpo activarse de nuevo y supe que mi momento íntimo con Diana había terminado. Lentamente, comencé de nuevo a descender en su hipnótica prisión.

Lo siento —se lamentó, apartando la mirada—. No puedo estar mucho tiempo así. Es... doloroso.

>>Pero puede que llegue a ser capaz de dominarlo —entonces Diana se acercó a mí y me obsequió un beso en la mejilla, gesto que al instante me devolvió la sonrisa a mi rostro. Desafortunadamente, no podría decir que presté entera atención a sus palabras, puesto que, pese a que las escuchaba claramente, no tuvieron mucho sentido en mi cabeza—. Y no tendrás que ser víctima de este maleficio. Me esforzaré porque puedas verme tal y como soy, Xefil.

>> Hasta entonces...

Su fragancia volvió a apoderarse de mis sentidos sin mayor esfuerzo. Y antes de que me diese cuenta, ya me hallaba atrapado en sus redes de nuevo. Sin nada más en qué pensar o concentrarme, sumado a la confesión que había hecho antes, era simplemente inevitable.

Jugaré con tu pobre corazón maldecido un poco más. Sígueme, querido.

* * *


Perdí la noción del tiempo, por supuesto. Acompañé a Diana por las oscuras grutas del Inframundo, descendiendo cada vez más en aquel estrecho laberinto que parecía no tener fin. Siempre tomados de la mano, pese a no habernos visto más que un par de veces; sabiendo bien que aquello era lo que ambos queríamos del otro.

¿No lo era? Yo estaba más que satisfecho con aquello, incluso al tomar en cuenta la clase de la situación en la que nos hallábamos. Estaba seguro que tenía una misión, un objetivo; sí, estaba bien seguro, pero estar con Diana me nublaba tanto el juicio que apenas recordaba mi nombre.

¿Qué estábamos buscando, de nuevo? Oh, maldita sea. Lyn me lo había dicho hacía sólo un par de horas... ¿horas? No, minutos. ¿Minutos? Gruñí por lo bajo. Diana lo estaba haciendo de nuevo.

Pasó un poco más de tiempo hasta que pude parar mis silenciosas quejas, en cuanto Diana y yo nos topamos con una estancia amplia, tan elegante que desentonaba con los oscuros túneles que habíamos recorrido anteriormente. Aunque ésta también había sido tallada en la roca de aquellas grutas, por lo que el mismo motivo espeluznante seguía haciéndose presente, aunque fuese un poco. Si tuviera que dar mi opinión al respecto, diría que era bastante apropiado para el reino de los muertos.

Hubo sólo dos cosas de aquel sitio que llamaron mi atención: la gran mesa de guerra que se hallaba en el centro y el tétrico trono donde un monarca se había acomodado. Describiendo brevemente el primero para darle su debida importancia al segundo, menciono solamente que no se parecía en lo más mínimo a los muebles que había visto en los consejos de guerra en mi reino, repleto de mapas, maquetas y pequeñas fichas representando a las tropas. Era un tablero de ajedrez, pero las figuras parecían haber cobrado vida y representaban fielmente a los individuos en cuestión.

En aquel momento, la Maestra Lyn cooperaba con Light y Ragun para derrotar al gigantesco perro de tres cabezas. Maya, Hiro y Kefka no se encontraban por ningún sitio, al igual que Diana y yo. Probablemente se habrían alejado por otro camino.

¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos por aquí? ¡Un par de tortolitos descendiendo al Hogar de los Muertos!

>> ¿No es acaso un sitio un tanto raro como destino para una Luna de Miel? En fin, yo es que tampoco sea el más indicado con los gustos, ¡je!

Volviendo a la figura que nos había recibido en aquel sitio, no era nadie más sino el dios de la muerte (en aquel mundo, al menos). No hacía falta más que tener un conocimiento general sobre la mitología y la cultura locales para saber de quién se trataba, y consecuentemente sustituir las articulaciones por gelatina y las entrañas por denso plomo. Hades, hermano de Zeus y Poseidón, como Axel alguna vez me había contado. Mientras sus hermanos dominaban sobre el mundo de los vivos, a él le había tocado la peor parte del trato: el Inframundo.

Pero parecía bastante satisfecho, viéndolo cara a cara. Incluso disfrutaba una... cosa... en una copa. Con gusanos.

Y su calva estaba en llamas.

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Hades, tenemos que hablar.

¿Teníamos? ¿O tenía que hacerlo ella? No podía recordarlo...

¡Casanova, haz caso a Diana! ¡Encontrad a Hades! ¡¡No hay tiempo que perder!!

Sí, y ya lo habíamos encontrado. ¿Pero para qué...?

Oh, eres tú —sentenció la deidad, desacretidando la presencia de Diana. Y no pude evitar notar... que la conocía. ¿La conocía?— Hoy es día de descanso para mí, muñequita. No tengo tiempo para hacer negocios con tus superiores.

Bastión Hueco jugando con el señor de los muertos. ¿Por qué no me sorprendía en absoluto?

Son mis propios negocios los que me traen aquí.

Hades se acomodó en su trono y nos miró sin mucho interés.

¿Y qué esperas de mí? ¿Acaso queréis que os de la bendición a ti y a tu amiguito? Lo que me hace recordar, muñequita, ¿cuántos tienes? ¿Los coleccionas, acaso?

Aquello me hizo gruñir por lo bajo. Claro que tenía claro con qué intenciones Diana jugaba a la niña seductora y traviesa, pero eso no significaba que me gustara recordarlo. Y mucho menos que me metieran en el mismo saco que al resto de indefensas marionetas, sabiendo que yo era diferente... ¿o lo era?

¿Tú lo conoces? —cuestioné, apuntando a Hades con el dedo y mirando a Diana, esperando una respuesta. Pero antes de que ésta llegara, cambié los lugares y añadí—: ¿Tú la conoces? ¿Negocios? ¿Colecciones? —me giré hacia Diana—. Suponía que eras de aquí, pero...

¿Qué hacía una chica discutiendo con un dios? Su relación parecía ir más allá de simples juntas de negocios, por lo que podía ver. Aunque fuese una portadora, era extraño que sus redes llegaran tan lejos como el Inframundo. Las pocas maneras en las que se me ocurría que pudiese tener contacto con Hades incluían haber muerto anteriormente, lo cual no me agradaba mucho (habría besado un cadáver, de lo contrario) o tener alguna relación con el Olimpo. Las relaciones de Diana... la única vez que había escuchado algo al respecto había sido...

Mira que ponerte a perseguir hombres por el bosque, ¿qué diría tu madre?

Y entonces todo hizo click.

¡No es cierto! —exclamé, incrédulo—. ¡He leído sobre ustedes! ¡Oh, tiene sentido, todo cuadra; tú cuadras! ¡Eres su hija! —una vez más me giré hacia Hades, como queriendo compartir mi supuesto descubrimiento—. ¡Ella es su madre!

***


¡Vaya, vaya, vaya! —expresó en cierto momento el dios Hades, girándose hacia un sitio de la habitación que había estado fuera de mi vista. Para mi sorpresa, Hiro, Maya y Kefka se hallaban allí, llegados de Dios sabría dónde. Y no sólo eso, sino que alguien más los acompañaba; parecía que todos estábamos haciendo amigos por allí. Era un hombre que se acercaba muy seguramente a sus treinta, que llevaba consigo un báculo de complicado diseño y un kimono que parecía quedarle demasiado grande. Y no sólo eso, sino que su cabello azulado, había sido peinado para parecer un par de cuernos.

No sólo eso. A Hades no parecía agradarle su presencia en absoluto, pues sus llamas se avivaron al instante.

Pero si viene el lote completo de alumnos de escuela de esos caballerizos pijos de la luz. Aunque tú no, monada —Hades se aproximó hasta Diana y le dio un leve pellizco en la mejilla, algo que no nos agradó a ninguno de los dos—. Eres una chica que sabe cómo mover sus piezas, ¡me gustas! Lástima que tenga ya la vacante de doncella en apuros ocupada, ricura.

>> Veamos, ¿qué tenemos aquí? Aparte de esta parejita, un payaso con aspecto un tanto... ¡señor, si tienes peor careto que cualquier muerto de aquí! Bueno, sigamos: un bicho volador, una niñita que se cree bruja, ¡oh! No te ofendas, pero hay demasiados frikis ahí arriba y tú das bastante el pego. Y no hablar del que te acompaña, ¿acaso eres como ese tal Philoctetes? Bueno, da igual. Y tú...

Señor del Inframundo, Dios de las almas fallecidas, es un inmenso honor volver a encontrarme con su presencia —saludó el hombre desconocido, dedicándole una reverencia a la deidad.

Definitivamente tú el más friki, aunque no por ello el que peor aspecto tiene —Hades volvió a tomar asiento, poco interesado—. Te recuerdo, ¿no deberías estar perdido con tus lucecitas por el Inframundo? ¿A qué has venido?

Vengo a proponerle un trato, mi señor... si me permitiera...

Aquello me daba mala espina. Mientras Hades castigaba a Kefka por su estresante comportamiento, aproveché la oportunidad para observar a Maya y a Hiro... y, curiosamente, parecían estar allí por su propia voluntad. A menos que aquel hombre tuviese un poder similar a Diana, parecía que no habían sido obligados en absoluto.

¡Para el carro, Hades! —interrumpió la chica, desafiando a Hades con la mirada— ¡Yo he venido antes a hacer negocios contigo!

Sinceramente, ricura, mis muertos van primero en los negocios. ¿Y bien, esto... Seymour, eras?

Seymour. Tomé nota.

Hablé con usted hace mucho tiempo. Y he estado esperando mi oportunidad hasta ahora para verme recompensado si le traía algo a cambio de lo que deseo. Su luz brilla por sí sola, incluso yo puedo sentirla siendo un ser etéreo, y bien sabe usted que es suficiente para pagar mi deuda como alma vagante en este mundo.

>> Estos sacrificios son justos.

Seymour apuntó entonces con sus extraños dedos en dirección a Maya y Hiro. Pretendía sacrificarlos. Y debo añadir que aquello no me parecía enteramente agradable.

Concédame, pues, la vida que me fue arrebatada.

¡No, no, espera! ¿Qué es esto? —interrumpí, avanzando hacia el trono, comenzando a perder la poca tranquilidad que me quedaba—. ¡Hades, no puede simplemente--!

Súbitamente, una explosión me interrumpió, haciéndome perder un poco el equilibrio debido a la impresión. Inconscientemente, invoqué mi Llave-Espada, la cual apareció en mi zurda sin más aviso sino una salpicadura de sangre proveniente del vacío.

¿¡Quién se atreve a cargarse mi propiedad!?

Quien arribó a la estancia no podía traer buenas noticias. Llevaba puesta una gigantesca armadura de color negro y una capa que cubrían su cuerpo por completo, y mientras en una mano llevaba una doble hoja, en la otra llevaba...

¡¡Mei!!

No me tomó más que unos segundos reconocerla, con su largo cabello y su atuendo oriental. Estaba hecha polvo y muy seguramente inconsciente; y no ayudó en absoluto que el hombre la arrojara al suelo con crueldad y colocara su pie sobre su rostro, amenazando con aplastarla.

Ah, pero si eras tú —declaró Hades con total serenidad, perdiendo todo el interés y la ira que había dedicado a aquel asunto—. ¿Por qué has tardado tanto?

¡¡Tú!! ¿¡Acaso estás con ellos!? —exclamó Diana, incitándome a conectar los puntos en mi propia cabeza. Por supuesto, si no había quedado claro antes... aquel hombre era también el enemigo.

Estar con ellos no es la expresión más acertada. Podría decirse que son... ¿negocios?

Todos eran nuestros enemigos. Estábamos rodeados, absolutamente rodeados, y todos estaban dispuestos a arrebatarnos la vida. Con espada en mano, lentamente retrocedí hasta colocarme al lado de Diana, mirando alternativamente a todos los que suponían un peligro. Hades, Seymour y el hombre de la armadura... ¿Era aquel el tal Gárland? Si lo era, estábamos metidos en un buen embrollo. Llenos de mierda hasta las rodillas.

¡Oh, podríamos armar una fiesta ahora! —declaré sarcásticamente—. ¿Saben qué sería asombroso? Si ustedes tres muchachos pudieran ir a buscar algo de comer, algunas bebidas y tal vez algo de música... Prometo que estaremos aquí hasta que regresen.

>>Eso no va a funcionar, ¿cierto...?
—murmuré, haciendo una mueca—. ¿Caballeros, no les importa si recojo a mi amiga mientras conversamos? Yo diría que está algo incómoda —fulminé al hombre de la armadura con mi mirada, mientras me acercaba cauto hacia él. Esperaba que, por el bien de la discusión sana, me dejara acercarme a ella. O que al menos le quitara su pie de encima.

>>¿Dónde está Cloud? ¿Ha sido él también un sacrificio para sus planes, señores? Todo debe haber funcionado de maravilla, estoy seguro —dediqué una sonrisa sarcástica a los dos Villanos Finales—. Y para manipular a un dios... Mi respeto para ustedes —añadí, intentando provocar a Hades, pero procurando que no dirigiera su ira hacia mí. Parecía un dios bastante orgulloso, pero era posible que, si era lo suficientemente sutil, no notara mis intenciones. ¿Pero cómo incitarlo a enfadarse con sus aliados?—. Para usar como marioneta al señor de los muertos, sus estándares deben ser bastante altos, ¿no? No voy a mentir, me da curiosidad... ¿Qué pueden tener planeado, qué cosa, que requiera poner a una deidad a bailar?

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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Light » Vie Dic 06, 2013 1:54 am

¿Intentas engañarme, Hikari? Porque eso lo esperaría de un admirador de la oscuridad, no de alguien tan puro como tú.

Oh, no es esa mi intención, de verdad. Si fuera tú temería por su vida, créeme, no te olvides dónde nos encontramos —respondió rápidamente. ¿Acaso no habían dicho que se encontraban en el Inframundo, el territorio del dios de los muertos? Quién sabe en qué situación comprometida se encontrarían Kefka y los aprendices en aquel momento.

Respiró hondo y giró su cabeza en dirección a la ruta por la que Xefil y Diana habían huido. Esperaba que tampoco le pasara nada malo a él.

Así que nuestro buen amigo está aquí. Creo que ha habido un malentendido: él es inocente de los cargos que se le han imputado. ¿Tenéis un minuto para hablarlo?

¿Perdón?

Ante Lyn y los aprendices apareció una mesa blanca invocada por el líder de los Villanos Finales: un mueble que no venía en absoluto a cuento, y con él, algunas sillas y un generoso piscolabis. Todos contemplaron como uno de los esbirros de Mateus se encargaba de rellenar con té las tazas vacías, mientras éste se acomodaba en su sillón de cuero, dispuesto a invitarles a un agradable tentempié.

Light se había imaginado que Mateus había invocado aquellas criaturas para intimidarles. Pero, en su lugar, las estaba utilizando para servirles el té…

Esto… ¿Esto es en serio? —cuestionaba, sin poder tomarse en serio la invitación de Mateus. Light sospechaba que, a la vista de la recuperación de su Maestra, a Mateus ya no le resultaba tan beneficioso enfrentarse directamente a ellos, optando así por una negociación.

Sentaos, por favor. Es té de Londres, recomendado por un amigo mío —les invitó, probando en primer lugar el citado té que les había ofrecido. Naturalmente Lyn no accedió, y Light tampoco—. Sólo quiero hablar. Sin armas, ¿veis?

La Maestra de Tierra de Partida se acercó a la mesa y golpeó salvajemente contra ésta, dándole a entender que no estaba dispuesta a perder el tiempo de aquella forma.

¿Nos tomas por idiotas o qué? ¿Con unas hierbas mojadas crees que soltaremos a ese payaso asesino?

Señorita, por favor, esa no es la manera de comportarse en la mesa —indicó amablemente, con taza de té en mano—. Sólo quiero hablar pacíficamente. ¿No tengo derecho a ello? No he quebrantado ninguna ley, ni tampoco he invocado un puñado de Sincorazón con los que amenazar a inocentes ciudadanos.

Light chasqueó la lengua. Bastaba con mirarle a los ojos para darse cuenta que tras aquella faceta de hombre amable se escondía una víbora vil y astuta. Cuando invocó a esos monstruos blanquecinos, claramente lo había hecho con malas intenciones, no había vuelta de hoja.

Veréis, nuestro amigo Kefka puede ser un payaso realmente malo en su trabajo, y quizás un poco maleducado —admitió—, pero es inocente de una serie de crímenes de los que se le acusa que sucedieron en Tierra de Dragones.

Y una mierda. —Lyn negó la afirmación de Mateus inmediatamente.

Pero es cierto. Desde entonces mi organización ha sido buscada por la Confederación sin que hayamos hecho nada para merecerlo, y ahora me comunicáis de que tras capturarle le sometéis a una serie de torturas inhumanas e inconstitucionales —alegaba, haciendo referencia a lo que había dicho Ragun hace un momento—. Es todo un grave malentendido. Él no incendió el bosque, fue uno de los vuestros intentando asesinarle. Y sobre el veneno en el río, estoy seguro de que si buscáis en las pertenencias del mismo que le atacó encontraréis el mismo tipo de veneno: Kefka vio que tenía varios frascos de aquello.

¿No se va a callar nunca?” se preguntaba Light, quien ya ni se molestaba en atender sus excusas. En cambio, Lyn se mostró por un momento dubitativa tras escuchar sus palabras.

No obstante, Light no se lo tragaba. Sí, era cierto que le eran ajenos todos los acontecimientos de Tierra de Dragones, pero no los de Ciudad de Paso. Él sabía de primera mano qué clase de persona era Kefka: ese payaso tenía de inocente lo que tenía Ronin de cascarrabias.

El nombre del que le atacó es Hiro Inukai. ¿Le conocéis?

Está a mi cargo —respondió inmediatamente. Se trataba del mismo aprendiz que había acudido con ellos—. No haría daño ni a una mosca.

Bueno, una mosca no, pero un bosque...

Estoy harta de tu mierda —confirmó de mala gana—. ¿Eres un Villano Final o no?

Eras Light, ¿no? —en cuanto escuchó su nombre de la boca del aprendiz de Bastión Hueco, asentiría y empezaría a escuchar con el semblante serio lo que Ragun tuviera que decirle—. Responde a esto: ¿Que son los Villanos Finales? —preguntó de manera grosera.

Si te soy sincero no tengo ni idea —mintió, aunque no del todo. Sólo sabía que conocían el secreto de la Llave Espada y viajaban por los mundos, al igual que ellos, aunque sus objetivos eran bastante desconocidos.

Sólo se había encontrado con ellos en Ciudad de Paso, cuando les secuestraron para utilizarlos como cobayas para probar la armadura de Gàrland, la cual atraía a los Sincorazón…

Oh, es cierto. Ellos también pueden controlar a los Sincorazón” recordó Light repentinamente. No sería novedad que todos ellos tuvieran la capacidad de darles órdenes a los Sincorazón, tal como hizo Gabranth para detectarle cuando estuvo bajo los efectos de Tenue.

Igualmente, aquella sería información que lógicamente no compartiría con un miembro de la facción de Bastión Hueco, por lo que se la guardaría.

Bueno... —Mateus no supo qué responder a su última cuestión, ajena a Light por completo—. No lo sabemos. Kefka es inocente de ese crimen también, pero no contamos con ninguna pista de quién puede ser el culpable tras tal acto. Pero creemos que os tendió una trampa a los Caballeros para que creyeseis que fue él. ¿Vosotros tenéis alguna idea, Estocada e Hikari?

No, y tampoco te importa.

¡Se acabó! —exclamó furiosa, antes de que Light pudiera dar respuesta alguna. El muchacho igualmente no había tenido nada que decir—. Light, Ragun, estamos perdiendo el tiempo. Dice que es el líder de los Villanos Finales: aprisionadle.

Las criaturas aladas que acompañaban al individuo rápidamente se colocaron en guardia. No debían ser estúpidas como los Sincorazón: a diferencia de estos parecían tener cierta inteligencia, pues estaban dispuestas a proteger a su señor sin que éste les diera orden alguna.

De acuerdo —Light cogió las esposas que la Maestra le dio y empezó a analizar fríamente su situación. Estaba claro que Mateus no se iba a entregar tan fácilmente.

¿Dónde está la armadura?

¿Acaso intentar resucitar bravos guerreros es un crimen? En Tierra de Partida tenéis una concepción de la justicia muy extraña —dejó caer, haciendo desaparecer la mesa que había invocado previamente—. Incorpóreos, acercaos de que no se acerquen.

¡Espera! —exclamó alarmado— ¿Esos son… Incorpóreos?

Xefil y él habían especulado al respecto. Se trataba del mismo tipo de criatura enigmática que Hisa Wix, una coraza vacía carente de corazón alguno. Hasta ahora, se suponía que ella había sido el único incorpóreo con el que se había topado en su vida.

De todas formas, la Guardiana del Castillo y aquellos seres eran muy diferentes. Los incorpóreos que protegían a Mateus no tenían una forma humana como tal, ¿acaso serían un tipo más débil de Incórporeos? ¿O serían más poderosos que la Guardiana? Había llegado el momento de comprobarlo.

Lyn, no me parece buena idea aprisionarle. Hacer prisionero al líder es estúpido, podemos cortar el problema de raíz acabando con su vida aquí y ahora.

¡De ninguna manera! Le necesitamos vivo —contradijo a Ragun, sin dar muchas más explicaciones, aunque se sobreentendían. La información que podrían sacarle al líder de los Villanos Finales podía resultar crucial para encontrar la misteriosa armadura, después de todo.

Light, encarguemonos de los paliduchos, me pido el de la izquierda. Lyn, eres más fuerte así que ve a por el pijo.

Me parece bien. Déjenos a estos dos, Maestra Lyn.

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Gaomon dio un paso al frente y se preparó para apoyar al joven Light en combate. El aprendiz guardó las esposas en el bolsillo de la camisa, agarró con las dos manos su Llave Espada y comenzó a plantear su primer movimiento. Gaomon y él habían gastado bastantes energías en el combate anterior y no podían usar demasiadas habilidades…

Así que lucharía sin éstas: se centraría en el Incorpóreo que no había escogido Ragun y arremetería contra él usando simplemente su Llave Espada. Su compañero eidolon le acompañaría, atacando a ese mismo Incorpóreo, desde otro flanco. El perro utilizaría su forma bípeda para atacar con puñetazos normales y corrientes, sin usar habilidad alguna.

En principio, Light no se encargaría todavía de Mateus, pero sí que le vigilaría. Si el extraño hombre entablaba conversación (o combate mismamente) con la Maestra Lyn, o por casualidad le daba la espalda, aprovecharía cualquier distracción para salir corriendo hacia su posición. Su mascota evitaría que alguno de los incorpóreos le estorbara en su camino, ejecutando un Gao-torbellino para embestir a cualquiera de estas criaturas.

Si todo esto salía bien, Light utilizaría su habilidad mágica exclusiva Pseudo Locura. Light pensaba que sería mucho más sencillo atraparle si impedían que utilizara la peligrosa magia que había exhibido minutos atrás; sin ésta, no podría hacer prácticamente nada contra la fuerza sin parangón de la Maestra Lyn.

Para utilizarla tenía que tener contacto físico con el enemigo, ya que no era un hechizo que se pudiera utilizar a distancia. Así que, si se le daba la oportunidad, atacaría a Mateus con su Llave Espada imbuida con el poder de la locura, inutilizando sus peligrosos hechizos en el acto si lograba acertarle.

Si el hechizo de locura lograba funcionar, Light forcejearía con él e intentaría ponerle las esposas que Lyn le había entregado. Si la Maestra tenía más suerte que él, le entregaría las esposas a ésta para que se encargara de ponérselas.

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PD: PH y vitalidades para la siguiente ronda, pls.
PD2: He hecho los cálculos (suponiendo que estoy al nivel 10 en la trama) a la hora de calcular los PH restantes para escoger las habilidades a usar, aunque en principio no las usaré a menos que se den los requisitos que especifico en el post.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Zodiark » Mar Dic 10, 2013 11:15 pm

Estamos llegando, mis honorables Caballeros. Sed bienvenidos... —dijo el peliazul tras un rato de camino.

Y por fin llegamos a nuestro destino. Era una sala con una especie de tablero de ajedrez enorme, con unas figuras repartidas por su superficie.

¿Qué significa esto...? —pensé en voz alta al identificar que todas las figuras se trataban de nosotros, incluso las del perro de tres cabezas y Kefka estaban allí.

¿Acaso éramos simples piezas de ajedrez en aquel lugar? ¿Estábamos siendo manipulados por alguien, llevados hacia una trampa? Dirigí mi mirada hacia Seymour, desconfiada. ¿Sería ese tablero cosa suya?

Guiados por Seymour, y con la cabeza llena de preguntas, llegamos al lugar en el que moraba un "hombre" de tez rojiza, con una toga oscura y un ¿cabello? hecho de llamas rojas. También estaban allí hablando con él Xefil y Diana.

¡Vaya, vaya, vaya! —exclamó al vernos—. Pero si viene el lote completo de alumnos de escuela de esos caballerizos pijos de la luz. Aunque tú no, monada —se acercó a Diana y le pellizcó una mejilla, lo cual hizo a la rubia gruñir—. Eres una chica que sabe cómo mover sus piezas, ¡me gustas! Lástima que tenga ya la vacante de doncella en apuros ocupada, ricura.

Piezas... Él tenía que tener algo que ver con aquel tablero, y necesitaba saber de qué iba eso.

Veamos, ¿qué tenemos aquí? Aparte de esta parejita, un payaso con aspecto un tanto... ¡señor, si tienes peor careto que cualquier muerto de aquí! Bueno, sigamos: un bicho volador, una niñita que se cree bruja, ¡oh! No te ofendas, pero hay demasiados frikis ahí arriba y tú das bastante el pego.

¡Eh! ¡¿Acaso te has mirado al espejo?! —dije gruñiendo, furiosa por su burla.

Y no hablar del que te acompaña, ¿acaso eres como ese tal Philoctetes? Bueno, da igual. Y tú...

¿Y quién eres tú, si puede saberse? —pregunté directamente, cruzándome de brazos.

Señor del Inframundo, Dios de las almas fallecidas, es un inmenso honor volver a encontrarme con su presencia —intervino Seymour haciendo una reverencia.

¿Señor... del Inframundo...?

Entonces él era el que manejaba el cotarro allí, por lo tanto, aquello del tablero tenía que ser cosa suya, y seguramente también sabría dónde se hallaba Cloud, así que tenía que sacarle información urgentemente.

Definitivamente tú el más friki, aunque no por ello el que peor aspecto tiene —le dijo a Seymour mientras se sentaba en su trono—. Te recuerdo, ¿no deberías estar perdido con tus lucecitas por el Inframundo? ¿A qué has venido?

Vengo a proponerle un trato, mi señor... si me permitiera...

¡¡Ey, ey, ey!! ¡¡Un momento!! ¿¡Estás diciendo que este floripondi tiene mejor aspecto que el GRAN KEFKA!? ¡¡Tienes el gusto en el culo, y una cosa má...!! ¡¡Agh!! —interrumpió Kefka con su chirriante voz.

Enojado, el Dios le lanzó una llamarada a Kefka que le dejó frito, literalmente. Estaba chamuscado e inconsciente en el suelo. Si ése era el humor que se gastaba el tipo, sería mejor no hacerle enfadar. Tenía que seleccionar cuidadosamente qué palabras utilizaría para sonsacarle la información que quería obtener. Por el momento, no obstante, prefería seguir la conversación entre el Dios y Seymour, para saber qué tramaban.

Interrumpir unos negocios es de muy mala educación.

¡Para el carro, Hades! —interrumpió esta vez la chica rubia de Bastión Hueco—. ¡Yo he venido antes a hacer negocios contigo!

Sinceramente, ricura, mis muertos van primero en los negocios. ¿Y bien, esto... Seymour, eras?

Hablé con usted hace mucho tiempo. Y he estado esperando mi oportunidad hasta ahora para verme recompensado si le traía algo a cambio de lo que deseo. Su luz brilla por sí sola, incluso yo puedo sentirla siendo un ser etéreo, y bien sabe usted que es suficiente para pagar mi deuda como alma vagante en este mundo.

>> Estos sacrificios son justos.

No... —musité dando un par de pasos hacia atrás.

Así que se trataba de eso. Me había dejado enañar por un hombre que lo único que quería hacer era sacrificarnos. Y, lo peor, es que por mi decisión había arrastrado también a Hiro. Ambos estábamos en un buen apuro.

Concédame, pues, la vida que me fue arrebatada.

¡No, no, espera! ¿Qué es esto? —intervino Xefil en nuestra defensa—. ¡Hades, no puede simplemente--!

¡¿Vas a sacrificarnos para volver a la vida?! —me dirigí a Seymour, y entonces clavé mi mirada sobre Hades para hablarle directamente a é—. ¡¿Por qué?! ¡¿Qué quieres de nosotros?!

Me calmé y bajé la vista al suelo, apretando los puños con impotencia.

Hiro, lo siento, es culpa mía...

Pero si se pensaban que nos íbamos a dejar manipular y sacrificar de aquella forma lo llevaban claro. Lucharía por nuestras vidas, y por eso levanté la mirada y la dirigí hacia Hiro, y acto seguido, asentí con determinación. Enfrentarnos a un Dios... Qué locura. Pero aquello eran sus dominios, escapar no iba a ser posible, sólo podíamos combatir.

No obstante, nuestra batalla no pudo ni siquiera comenzar, pues una estruenduosa explosión destruyó una de las paredes de la sala.

¿¡Quién se atreve a cargarse mi propiedad!? —exclamó furioso Hades.

De entre el humo de la explosión surgió una figura, era un hombre de oscura armadura que llevaba en sus hombres a una jovencita que recordaba haber visto de pasada por los pasillos del castillo de Tierra de Partida. Era uno de los nuestros, y estaba allí, inconsciente, en los brazos de aquel hombre al que en seguida logré reconocer. Era Gabranth, uno de los hombres que estaba en la oficina de Correos. Uno de los que había secuestrado a Light, Sorkas y Cloud. Uno de los villanos finales.

El hombre lanzó con desprecio a la chica al suelo y, acto seguido, le aplastó la cabeza con su pie, como quien caza un animal y lo pisotea para demostrar su superioridad, para celebrar su victoria.

¡¡Mei!! —Xefil reconoció a la chica y exclamó su nombre, preocupado.

No... Esto no... no puede estar pasando... —murmuré preocupada, superada por la situación. Uno de los nuestros había caído, había sido aniquilado por el enemigo.

Ah, pero si eras tú —dijo calmándose, con lo cual su piel rojiza y la llama roja que tenía sobre la cabeza a modo de cabellera se tornaron azules—. ¿Por qué has tardado tanto?

¡¡Tú!! ¿¡Acaso estás con ellos!? —exclamó Diana.

¿Los Villanos Finales también eran enemigos de Bastión Hueco? Ragun y Diana estaban allí para acabar con Gárland, después de todo... ¿Qué era lo que ocurría entre ellos para que también fuesen enemigos?

Estar con ellos no es la expresión más acertada. Podría decirse que son... ¿negocios?

Las salidas fueron bloqueadas, impidiéndolos salir de allí, tal y como me temía. Realmente pretendían acabar con nosotros allí mismo, al parecer. Tres bandos enfrentados entre sí, pero un enemigo común para dos de ellos: los Villanos Finales. Seguramente acabaríamos colaborando con Diana, una mujer de Bastión Hueco, para luchar por nuestras vidas.

¡Oh, podríamos armar una fiesta ahora! —comentó Xefil de forma sarcástica—. ¿Saben qué sería asombroso? Si ustedes tres muchachos pudieran ir a buscar algo de comer, algunas bebidas y tal vez algo de música... Prometo que estaremos aquí hasta que regresen.

¿Qué pretende? ¿Hacerles enfadar más todavía? —murmuré.

¿Caballeros, no les importa si recojo a mi amiga mientras conversamos? Yo diría que está algo incómoda —dijo refiriéndose a la tal Mei, que seguía bajo el pie de Gabranth, y comenzó a acercarse hacia él.

Me coloqué en guardia mientras el joven castaño se acercaba al hombre de la armadura, preparada para ayudarle si en algún momento era atacado por el enemigo.

¿Dónde está Cloud? ¿Ha sido él también un sacrificio para sus planes, señores? Todo debe haber funcionado de maravilla, estoy seguro.

Cloud... —musité al recordar la promesa que le había hecho a Aeris.

Cloud, era él por quien estaba allí, en aquel lugar. Necesitaba encontrarlo, y Gabranth sabía dónd se encontraba, pero, evidentemente, no iba a proporcionarnos esa información así como así. ¿Qué podía hacer para saber dónde estaba el amigo de Aeris?

Y para manipular a un dios... Mi respeto para ustedes. Para usar como marioneta al señor de los muertos, sus estándares deben ser bastante altos, ¿no? No voy a mentir, me da curiosidad... ¿Qué pueden tener planeado, qué cosa, que requiera poner a una deidad a bailar?

¿Estaba llamando marioneta a Hades? ¿Acaso le estaba intentando provocar? ¿Con qué fin? ¿No se daba cuenta de que estábamos en sus dominios, de que allí teníamos una clara desventaja?

Hiro —le llamé mientras me acercaba a él—, toma. Encárgate tú de Kefka, yo debo ocuparme de Gabranth —le comenté en voz baja para que solamente me oyese él, entregándole el mando que servía para mantener a raya al bufón—. Tengo una promesa que cumplir, y él —señalé a Gabranth con la cabeza— es el único recurso que tengo por ahora para ello.

Con el dispositivo ahora en manos de Hiro, mi prioridad no era encargarme de que Kefka no hiciera nada raro, sabía que Hiro se ocuparía bien de él. Ahora lo que me importaba era encontrar a Cloud y llevarlo con Aeris, y para ello debía sacarle esa información a Gabranth. No obstante, utilizar la violencia de buenas a primeras no iba a ser muy buena idea, y además estaba el asunto de Seymour y Hades, que querían sacrificarnos a Hiro y a mí.

Mei... ¿Acaso podría curarla con mi magia? Podía intentarlo, pero sería mejor esperar a que estuviera en un lugar seguro, y no bajo el pie de Gabranth. Reanimarla en aquella situación no era lo mejor.

Gabranth —di un par de paso al frente, acercándome a él—. Deja que Mei se quede con Xefil, por favor. A cambio... Secuéstrame. Llévame contigo ante Gárland, necesito hablar con él. No haré nada raro, después de todo, estoy en desventaja —dije levantando las manos, en señal de paz.

Era una verdadera locura, la mayor de mi vida. Meterme aún más en la boca del lobo, yo sola, con desventaja numérica ante los Villanos Finales. Pero realmente no quería luchar, solamente quería localizar a Cloud y escapar de allí para buscar a Light y Lyn e ir a rescatarle todos juntos.

¿Por qué quería ponerme en peligro de aquella forma? ¿Sólo para cumplir la promesa que le había hecho a Aeris? No, había algo más. Quería acabar con los Villanos Finales, no yo sola, evidentemente, pero aquello era un paso para ello. Esos hombres eran un verdadero peligro en potencia, y tenía que hacer todo lo que estuviera en mis manos para aniquilarlos.

Estoy como una cabra —pensé en voz alta, murmurando, dándome cuenta de lo que acababa de hacer. Pero la decisión estaba tomada.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor RedXIII » Mié Dic 11, 2013 1:29 am

El trecho se hacía largo y repetitivo, hasta que llegaron a unas escaleras que descendían a saber donde, algo que a Hiro no le gustaba, adentrarse en las cuevas no era su fuerte, bajar hacia las profundidades menos. Kefka tropezó, pillando desprevenido al joven aprendiz y llevándoselo con el por los suelos.

¡Ten más cuidado! — Gritó furioso —Para ser un Villano final eres bastante torpe — Se recuperó rápidamente y se incorporó a la marcha.

Estamos llegando, mis honorables Caballeros. Sed bienvenidos...

Les había conducido a una sala con una especie de tablero al cual Hiro no le dio la más mínima importancia, o al menos así fue hasta que pudo sentir la fragancia de la bella Diana.

Oh, hermosa Diana ¿Estas aquí? — Miró de lado a lado pero no la encontró, ni siquiera el más mínimo rastro de su existencia. Su olor era más fuerte cuanto más se acercaba al tablero, así que decidió observarlo, un montón de piezas se hallaban en el, como si de un ajedrez se tratara, la tentación de coger y quedarse aquellas bonitas figuras era bastante grande, pero entonces se dio cuenta.

Todo... este tiempo hemos sido observados, como si de una partida de ajedrez tratara

¡Vaya, vaya, vaya! — Un extraño tipo de color rojo con llamas como pelo se hallaba sentado en un trono, frente a el Xefil y Diana — Pero si viene el lote completo de alumnos de escuela de esos caballerizos pijos de la luz. Aunque tú no, monada — Refiriéndose a Diana, la cual parecía indignada al ver como le pellizcaba la mejilla aquel tipo extraño —. Eres una chica que sabe cómo mover sus piezas, ¡me gustas! Lástima que tenga ya la vacante de doncella en apuros ocupada, ricura.

>> Veamos, ¿qué tenemos aquí? Aparte de esta parejita, un payaso con aspecto un tanto... ¡señor, si tienes peor careto que cualquier muerto de aquí! Bueno, sigamos: un bicho volador, una niñita que se cree bruja, ¡oh! No te ofendas, pero hay demasiados frikis ahí arriba y tú das bastante el pego. Y no hablar del que te acompaña, ¿acaso eres como ese tal Philoctetes? Bueno, da igual. Y tú...

Ni idea de quien es ese Philopertes — Susurró, dejando escuchar las palabras de Seymour.

Señor del Inframundo, Dios de las almas fallecidas, es un inmenso honor volver a encontrarme con su presencia

Definitivamente tú el más friki, aunque no por ello el que peor aspecto tiene. Te recuerdo, ¿no deberías estar perdido con tus lucecitas por el Inframundo? ¿A qué has venido?

Vengo a proponerle un trato, mi señor... si me permitiera...

¡¡Ey, ey, ey!! ¡¡Un momento!! ¿¡Estás diciendo que este floripondi tiene mejor aspecto que el GRAN KEFKA!? ¡¡Tienes el gusto en el culo, y una cosa má...!! ¡¡Agh!!

Kefka fue alcanzado por una llamarada del dios del Inframundo, dejándolo inconsciente, o eso parecía, era increíble como había podido tumbar a un enemigo tan fuerte de un solo ataque, no podía creer lo fuerte que tenía que ser aquel tipo.
Interrumpir unos negocios es de muy mala educación.

¡Para el carro, Hades, yo he venido antes a hacer negocios contigo!

Sinceramente, ricura, mis muertos van primero en los negocios. ¿Y bien, esto... Seymour, eras?

Hablé con usted hace mucho tiempo. Y he estado esperando mi oportunidad hasta ahora para verme recompensado si le traía algo a cambio de lo que deseo. Su luz brilla por sí sola, incluso yo puedo sentirla siendo un ser etéreo, y bien sabe usted que es suficiente para pagar mi deuda como alma vagante en este mundo.

>> Estos sacrificios son justos.

Señaló a ambos aprendices, Hiro y Maya, las sospechas de MoguDer fueron totalmente reveladas en aquel momento, quería sus vidas.

Concédame, pues, la vida que me fue arrebatada.

¡No, no, espera! ¿Qué es esto? — Protestó Xefil—. ¡Hades, no puede simplemente--!

¡¿Vas a sacrificarnos para volver a la vida?! — Continuó Maya —. ¡¿Por qué?! ¡¿Qué quieres de nosotros?!

Hiro, lo siento, es culpa mía...

Tu no podías saberlo — Dijo el joven aprendiz mientras sacaba su kiseru y se lo ponía en la boca —Hemos sido peones en un macabro juego de ajedrez y ahora estamos delante de las piezas mayores, un paso en falso y terminaremos fuera del tablero

Ninguno de los dos se hubiera esperado aquel desenlace, ninguno habría pensado que terminarían frente al mismísimo Dios del Inframundo, pero, el joven aprendiz estaba contento, una extraña y agradable sensación recorría todo su cuerpo, el fervor de la batalla.

Se disponía actuar, tal vez con palabras o con algún movimiento complicado para usar alguna de sus ininteligibles habilidades, desgraciadamente fue interrumpido por una explosión que resonó fuertemente por la sala, destruyendo alguna que otra pared.

¿¡Quién se atreve a cargarse mi propiedad!?

Parecía una armadura viviente que se movía por su propia voluntad ¿Tal vez fuera así o un rostro se escondía tras aquel extraño e incomodo Yelmo? Seguramente la persona que portaba aquella armadura era alguien temible, puesto a la admiración que pusieron todos ¿O tal vez no era por el su admiración?

Tirada bruscamente contra el suelo yacía Mei, inconsciente o sin ganas de moverse, puesto a que recibió un buen pisotón en la cara por parte de su caballero con armadura.

¡¡Mei!! — Exclamó Xefil.

Sabía que era una persona bastante ausente, pero no esperaba que hiciera una aparición similar — Dijo Hiro, sin duda era una imagen demasiado desagradable.

Ah, pero si eras tú —dijo el extravagante hombre antorcha—. ¿Por qué has tardado tanto?

¡¡Tú!! ¿¡Acaso estás con ellos!?

Estar con ellos no es la expresión más acertada, podría decirse que son... ¿negocios?

Abre una tienda, ya que estamos — Balbuceó el joven híbrido mientras hacía una mueca de desagrado, solo hacía que negociar y negociar, esperaba algo más del dios del Inframundo.

No podían huir a ningún lugar, ya que las salidas estaban bloqueadas y enfrentarse cara a cara contra ellos era casi un suicidio, MoguDer se mostraba bastante tenso y no quería ni acercarse, mientras, Hiro se mostraba pasivo y recto, no tenía miedo, pero tampoco era un idiota.

¡Oh, podríamos armar una fiesta ahora! — Xefil parecía estar animado para soltar frases sarcásticas, aunque en el parecía normal —. ¿Saben qué sería asombroso? Si ustedes tres muchachos pudieran ir a buscar algo de comer, algunas bebidas y tal vez algo de música... Prometo que estaremos aquí hasta que regresen.

Era un plan casi digno de la marca Hiro.

¿Caballeros, no les importa si recojo a mi amiga mientras conversamos? Yo diría que está algo incómoda — Se acercó hacia Mei, casi sin ser consciente de que la persona que tenía delante tenía una perfecta oportunidad de propinarle una patada.

¿Dónde está Cloud? ¿Ha sido él también un sacrificio para sus planes, señores? Todo debe haber funcionado de maravilla, estoy seguro, y para manipular a un dios... Mi respeto para ustedes — ¿Era posiblemente lo que Hiro tenía en mente? El aprendiz puso una cara de sorpresa al ver que lo que había esbozado mentalmente era lo que narraban los labios de Xefil, confundir al enemigo —. Para usar como marioneta al señor de los muertos, sus estándares deben ser bastante altos, ¿no? No voy a mentir, me da curiosidad... ¿Qué pueden tener planeado, qué cosa, que requiera poner a una deidad a bailar?

Pero antes de que pudiera seguir el juego a su reencontrado compañero ocurrió algo, posiblemente algo que hiciera que todo cambiara e aquel momento, algo que definiría el final de aquel fatídico encuentro.

Hiro — Maya se acercó —, toma. Encárgate tú de Kefka, yo debo ocuparme de Gabranth — Susurró mientras le entregó al aprendiz perruno el aparato que tanto anhelaba —. Tengo una promesa que cumplir, y él es el único recurso que tengo por ahora para ello.

¿De que coño me hablas?— El desconcierto que sentía no impidió que se colocara el aparato en la muñeca mientras mostraba una cara de incertidumbre.

Gabranth —Se alejó del aprendiz, en dirección al hombre del armadura—. Deja que Mei se quede con Xefil, por favor. A cambio... Secuéstrame. Llévame contigo ante Gárland, necesito hablar con él. No haré nada raro, después de todo, estoy en desventaja — ¿Una toma de rehenes, como si fuera una película de policías? Este asunto ya había pasado los niveles de lo irreal de una forma demasiado inesperada.

¿Que debía hacer Hiro? Xefil había iniciado una discusión para confrontar a los rivales, Maya se había... ¿Sacrificado? Por ellos, pero, el negocio de Seymour con Hades seguía en pie y no podía hacer nada contra ello... nada...

¡¿De que coño habláis?!— Aquel grito no era más que la expiación de sus sentimientos, revolviéndose por todo su cuerpo, se sentía frustrado, planes, tratos, gente desconocida, promesas, todos habían olvidado la misión, todos habían olvidado sus prioridades, el sentimiento que hasta entonces era el fervor de la batalla se había convertido en duda y desconocimiento, cada uno había optado por sus prioridades sin pensarlo antes, tomando una decisión distinta, olvidando que eran un equipo.

Valiente capullo— susurró Hiro, cabreado —¿De que coño vas con esa falsa sonrisa?— Refiriéndose a Seymour —¿Y tu, ahora pretendes irte como si fueras una princesa en apuros?— miró, bastante enojado a Maya, pero sus palabras apenas se podían percibir —¿Estas viendo como ha quedado Mei? Un hombre que ataca así a una niña no tiene honor

Era el único dispuesto a pelear, a dar la cara firmemente aunque terminara en el suelo dolorido, pero solo no iba a atacar, ni tampoco iba a hacerlo, pero, si el plan de Xefil fallaba tendría que actuar.

Tiró las cenizas del Kiseru al suelo, posteriormente lo guardó en su manga y se puso las gafas de sol, sus rasgos animales tomaron cierta acentuación, y los ojos de Hiro, que hasta el momento habían sido del todo normales, habían cambiado, parecían los ojos de una bestia, pero el estaba calmado y quieto, sin moverse con las manos en los bolsillos, esperando la mejor oportunidad para mover su ficha en aquel macabro ajedrez.
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Ronda #10 - El dios caído

Notapor Soul Artist » Jue Dic 12, 2013 5:46 pm

Era una trampa y lo sabían bien. Xefil reaccionó soltando todo un discurso en un intento de engañar a Hades para que reaccionara en contra de los Villanos Finales, pero el ser divino no atendió en absoluto a sus palabras. Le dedicó una sonrisa sarcástica en silencio, negándole esa posibilidad.

Tampoco sus esfuerzos dieron fruto con su intento de rescatar a Mei. Cuando se acercó al hombre de la armadura este contempló quieto en su sitio cómo pretendía que se apartara, pero ni tan siquiera apartó su pie de la cabeza de Mei. Mientras pudiese evitarlo, Gabranth no dejaría que la chica escapase, pues cuantos más Caballeros de la Llave Espada hubiese en plenas facultades menos probabilidades habría de que el plan funcionase.

Aléjate, chico —gruñó el hombre, aplastando con más fuerza el cuello de Mei; de seguir así, la mataría. Lo mejor por parte del aprendiz sería retroceder.

Gabranth —la pequeña bruja dio un paso hacia el caballero, el cual observó en silencio a la muchacha—. Deja que Mei se quede con Xefil, por favor. A cambio... Secuéstrame. Llévame contigo ante Gárland, necesito hablar con él. No haré nada raro, después de todo, estoy en desventaja.

Un incómodo silencio de unos segundos inundó la sala. Fue interrumpido por el pesado sonido de la armadura de Gabranth, que se agachó para recoger a Mei del suelo y dejarla junto a Xefil; la petición de Maya había sido escuchada. Después de eso se acercó a la joven y se agachó hasta quedar a su altura, contemplándola cara a cara.

Te recuerdo: estabas en Ciudad de Paso. Tu nobleza es loable para tu joven edad, portadora. ¿Cómo te llamas?

El caballero esperó en silencio una respuesta por parte de ella. No la estaba tratando como a una niña o una enemiga cuya vida no valía nada, al contrario que con Mei; se mostraba educado y atento. Había visto pureza en sus palabras, y eso parecía valer más que nada en el mundo para él. Después de obtener la respuesta se volvió a levantar y colocó una mano sobre la cabeza de la niña.

Procuraré recordar ese nombre.

Valiente capullo, ¿de qué coño vas con esa falsa sonrisa?—interrumpió Hiro dirigiéndose hacia Seymour, el cual le correspondió con otra sonrisa. Entonces se dirigió hacia Maya, sin importar su enemigo—. ¿Y tú, ahora pretendes irte como si fueras una princesa en apuros? ¿Estás viendo cómo ha quedado Mei? Un hombre que ataca así a una niña no tiene honor.

Gabranth correspondió aquellas palabras con el silencio. Tras unos segundos de duda, quizás para dejar que Maya le contestase, cerró el puño con fuerza y aplastó el sombrero de la chica. Maya pasó a desaparecer de la vista de todos en un flash, quedando sólo de ella aquella prenda.

El caballero dirigió entonces su mirada hacia Hiro. Le observó un segundo y, después de pensarlo detenidamente, lanzó el sombrero hacia el joven. Una vez lo recogiese en el aire o chocase contra su cabeza, el híbrido se vería empujado contra la pared con una fuerza descomunal mientras algo le atravesaba los dos hombros.

Xefil pudo ser testigo de la brutalidad del caballero. Aprovechando el sombrero se había lanzado contra Hiro con dos espadas en mano y las había clavado en el cuerpo del muchacho hasta arrastrarle contra la pared, la cual atravesó con las dos armas sin apenas esforzarse. Hiro seguía consciente, pero muy debilitado e inmóvil al seguir con las espadas en él; su moguri seguía libre, pero si intentaba arrancar las armas para liberar a su amo comprobaría que no contaba con la fuerza suficiente.

La escoria como tú no conoce tan siquiera el significado de la palabra honor —le acusó Gabranth a Hiro, retorciendo sus armas con fuerza para torturarle—. No te atrevas a volver a usar esa palabra en mi presencia.

Xefil, tenemos que huir —susurró la aprendiz de Bastión Hueco. Gabranth retrocedió y se agachó al suelo para recoger el dispositivo que torturaba a Kefka, que Hiro había dejado caer al ser repentinamente atacado.

Diana tomó de la mano al joven aprendiz y le condujo hacia la salida tras echar a correr, pero no fue capaz de alcanzarla. Unas sombras bajo los pies de la cautivadora muchacha atraparon sus tobillos y cayó al suelo, donde estas rodearon todo su cuerpo inmovilizándola. El muchacho notó cómo la fragancia que le atontaba desaparecía, debilitado por el ataque que provenía de los pies de Seymour.

Diana Thorn, es un auténtico placer —señaló Seymour—. Mucho he oído hablar de ti.

¡Ja! Todo un espectáculo, muchachos, todo un espectáculo —aplaudió Hades, levantándose de su asiento y paseándose por la sala—. Pero ¿podríais no atacar a mis paredes? Aquí abajo cuesta encontrar obreros, ya sabéis.

El Señor del Inframundo caminó hasta Diana, atrapada en las sombras de Seymour y con la boca tapada por estas. Allí, tirada a sus pies, el dios sonrió y mostró sus dientes de tiburón; miró también a Xefil, el único libre y consciente de la sala.

No sé a quién te refieres con que será su madre, pero sí. Diana ha sido una niña muy traviesa no contándotelo, ¿eh? —Hades pasó su pie por la cabeza de la aprendiza y la zarandeó, castigándola por no haberle contado la verdad a Xefil antes—. Entonces no sabrá nada de lo que está pasando, ¿mmm? Que engañadito le tienes, Diana.

Tenéis los sacrificios —señaló Seymour dirigiéndose hacia Gabranth—. Cuando vuestro guerrero acuda podréis comenzar el ritual.

El espíritu se dirigió hacia Xefil, sonriente.

Gárland vivirá.

* * *

La batalla contra los llamados Incorpóreos no fue tan fructífera como los aprendices esperaron. Ragun se lanzó contra uno de los dragones y ejecutó un Golpe contundente que esperó que atravesara a su enemigo; y para su desgracia, este desapareció frente a él como una imagen llevada por el viento.

Lo mismo pasó con Light y Gaomon, sólo que para ellos la desaparición del enemigo fue mucho más catastrófica. En cuanto volvió a surgir el aprendiz atacó al aire, y el eidolon, que pretendía dañar al enemigo desde otro punto, se encontró con que su amo estaba en su trayectoria ahora. Por tanto, el golpe fue recibido por el joven inevitablemente.

Los dos monstruos surgieron por encima de sus cabezas, cruzando sus armas y comenzando a atacar al aire. Pequeñas ondas se lanzaron contra el suelo, dañando a los dos aprendices y sus respectivas mascotas; Nyx, que ya se encontraba debilitado de antes, cayó inconsciente ante la lluvia de ataques. Aquellas criaturas eran capaces de teletransportarse y volar, y aquello haría muy difícil enfrentarse a ellos. Eran enemigos por encima de sus posibilidades.

¡Qué violentos sois todos, por favor!

Lyn se lanzó contra Mateus y Light decidió acompañarla mientras Gaomon atacaba a los dragones con un Gao-torbellino. El ataque pareció ser efectivo contra las criaturas, que descendieron al suelo ligeramente aturdidas por la habilidad del eidolón.

El aprendiz llamó a la Pseudo-locura para hacer frente a Mateus junto a Lyn. Cargó su espada hacia el enemigo y este contestó no moviéndose de su sitio, con su vara en la mano.

Y es que, sorprendentemente para Light, su ataque se vio desviado. Al intentar entrar en contacto con el enemigo una brillante barrera de color celeste surgió entre los dos, llamando la atención de Ragun. Había visto aquella clase de magia antes, en un lugar y momento muy concreto.

¡Me alegro de que la barrera de Hein haya funcionado! —soltó Mateus, confirmando a Ragun de dónde procedía aquella clase de magia: de un individuo en el País de las Maravillas al que había derrotado junto a Hitori y Fran cuando conoció a Ariasu—. Hubiese sido muy violento si no fuese efectiva.

Lyn intentó también atravesar la barrera con su puño, pero su ataque fue también inútil; ni siquiera su tremendísima fuerza era capaz de luchar contra algo así. Incapaz de adivinar el punto débil del enemigo se quedó quieta frente a Mateus, completamente extrañada al no poder tocarle.

Por favor, vengo a negociar, no a luchar —aseguró el líder de los Villanos Finales—. ¿No podemos arreglar las cosas pacíficamente? Sólo quiero que se me escuche.

¡Y una mierda! —contestó la Maestra golpeando de nuevo con fuerza la barrera de Mateus sin, de nuevo, ningún éxito.

¡Por favor, señorita! Si no me vais a ayudar ya me marcho. Sólo venía para ver si podía conocer a la asesina de Gárland.

Aquellas palabras tuvieron efecto en la Maestra, que abrió los ojos como platos ante el objetivo de Mateus. Este sonrió de oreja a oreja y retrocedió con dos pasos hacia atrás, haciendo surgir tras él un portal de luz.

Él también está ansioso de volver a verte, Lyn.

Última oportunidad de Light para capturar a aquel tipo. Si atravesaba el portal se escaparía con todas las de la ley; pero su barrera era demasiado poderosa como para combatirla. Y aunque él no conociese su punto débil, alguien más allí sí lo hacía.

* * *

Oscuridad. Frío. Maya se encontraba en una caverna casi helada, con escarcha en las paredes y cientos de luces blancas flotaban de un lado a otro con gritos casi inaudibles. Aquel era el lugar al que Gabranth le había enviado: al mismísimo infierno congelado, y peor aún, sin su sombrero.

Las opciones no eran muchas: sólo había un camino posible por el que avanzar, y era hacia adelante. Una densa niebla no le permitía ver más allá de su nariz, pero sabía que era el camino adecuado, pues cuanto más caminaba más se escuchaban los gritos de las almas en su cabeza. Posiblemente se tratara de otra trampa como la de Seymour, pero Gabranth le había hablado con tal calma y respeto que era difícil de creer.

Y tras caminar llegó a una sala donde la niebla era mucho menos fuerte. Allí todo estaba congelado, definitivamente: el suelo resbalaba y en las paredes podía ver casi su reflejo. Pero no importaba el estado de aquel lugar, sino la figura que se encontraba frente a ella.

Justo en el centro de la habitación esperaba alguien que, cuando se acercara, comprobaría que se trataba de Cloud. Vestía la armadura que había intentado recuperar en Ciudad de Paso, la cual le quedaba quizás demasiado grande para él; pero pese a todo, parecía poder moverse con ella sin problemas. Portaba su característica arma tan grande y pesada con la que había combatido a su lado.

Y sin embargo, incluso con la niebla, pudo ver un característico brillo en sus ojos que no parecía corresponderle en absoluto. Tampoco sonrió al verla, aunque no pareciera igualmente típico del chico; y emanaba un aura muy distinta, un aura oscura. Era innegablemente Cloud, pero... ¿Era él?

¿Está todo preparado?

Aquella voz era la de Cloud, pero toda aquella situación no terminaba de encajar. Maya había ido en busca de Gárland para encontrarle a él, y en su lugar allí estaba el chico que Aeris le había perdido que encontrara.

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Fecha límite: domingo, 15 de Diciembre de 2013.

Ya sé que me habéis pedido la VIT y los PH, pero ahora mismo no los puedo proporcionar. Tengo que calcular desde la quinta ronda y de veras que en este preciso momento no puedo x_D
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Light » Sab Dic 14, 2013 2:26 pm

Mierda.

No había contado con la habilidad de aquellas criaturas —obviamente, pues era la primera vez que se enfrentaba a esa especie de incorpóreo—, quienes lograron evadir sus ataques desapareciendo simplemente. Inevitablemente, Light recibió un puñetazo en el estómago por parte de su compañero y retrocedió a causa de éste, con una mueca en el rostro.

Los incorpóreos iniciaron un violento contraataque, enviando una serie de proyectiles que impactaron contra todos ellos. Ragun, Gaomon y Light soportaron el ataque, pero el lobo herido de Ragun inevitablemente se desmayó.

¡Qué violentos sois todos, por favor!

Tal como había planeado, Light acompañó a la Maestra Lyn en el ataque contra Mateus, decidido a anular su magia. Su compañero canino le guardó las espaldas, atizando a los dragones con una de sus habilidades de combate.

Era su oportunidad. Light estaba ya muy próximo del Villano Final, nada ya podía detenerle. Éste no reaccionó de ninguna manera, ni siquiera se molestaba en protegerse, lo cual extrañaría inevitablemente al aprendiz.

¿Por qué no hace nada?

Hallaría la respuesta en cuanto arremetiera con su Llave Espada. El muchacho se encontró con una barrera celeste imposible de atravesar, la cual rechazaría su ataque. Light retrocedió escasos pasos, aturdido por lo que había acabado de ocurrir.

Demonios. ¡Había estado tan cerca…!

¡Me alegro de que la barrera de Hein haya funcionado! —añadió eufórico—. Hubiese sido muy violento si no fuese efectiva.

Tenemos que destruir esta barrera ahora, cueste lo que cueste —musitaba. Rápidamente echó un vistazo a Gaomon y comprobó que se encontraba demasiado cansado, al igual que él.

Habían gastado demasiadas energías y ya prácticamente no podían utilizar más habilidades. Light había preferido guardar el objeto para otra ocasión, pero decidió utilizar el omniéter que tenía guardado para restaurar sus propios puntos de habilidad, los de Gaomon, los de Ragun y los de la Maestra Lyn. No le hacía ninguna gracia gastar un objeto tan caro —y mucho menos compartirlo con Ragun—, pero no le quedaba otra.

Mientras tanto, la Maestra Lyn intentaba echar abajo la barrera que hacía a Mateus inalcanzable, sin éxito. Light rápidamente buscó con la mirada a Ragun: parecía que conocía bien la protección invocada por el enemigo.

¿Se te ocurre algo?

Si Ragun estaba dispuesto a colaborar y le confesaba el punto débil de la barrera, Light ordenaría a su compañero que preparara un Hielo bala: un proyectil de hielo impulsado por la fuerza del eidolon que posiblemente pudiera atravesar la barrera. La magia de hielo era el único elemento del que disponía Gaomon: su única posibilidad. Si los ataques físicos no funcionaban, sólo podían recurrir a la magia.

Él también está ansioso de volver a verte, Lyn.

Sin más dilación, el cánido invocó un pedrusco de hielo que permaneció levitando durante escasos segundos. Light echó a correr hacia Mateus con la llave en mano, distrayéndole y haciéndole pensar que volvería a intentar tumbar su barrera de la misma manera que antes.

Esto aún no ha acabado —expresó, retirándose de la trayectoria del hechizo de su compañero.

Al mismo tiempo, Gaomon golpeó con firmeza el pedrusco de hielo, el cual salió disparado como una bala hacia su objetivo. Si la suerte estaba de su parte, el hechizo atravesaría la barrera (¿destruyéndola?) y golpearía a Mateus, aturdiéndole por un segundo.

Light aprovecharía su despiste para intentar nuevamente anular su magia, ensartándole con la Llave Espada imbuida con la magia Pseudo Locura, si y sólo si el hechizo de su compañero lograba atravesar la barrera. Si Mateus se quedaba sin su magia, Light le pondría las esposas, con la ayuda de la Maestra Lyn.

Pero siempre podía darse el caso de que el proyectil de hielo no tuviera efecto alguno. Si Ragun no hacía algo, no podrían deshacerse de la barrera mágica de ninguna manera y Mateus se adentraría en el portal luminoso, escapando así con éxito.

No obstante, no se libraría de él tan fácilmente. Light no lo duraría y echaría a correr hacia el portal, dispuesto a atravesarlo. Si no iban a poder atraparle y sacarle nada de información, el propio Mateus le conduciría a esa información.

Valor no le faltaba al aprendiz, y curiosidad tampoco. ¿Le llevaría aquel pasadizo mágico a la base de los Villanos Finales? ¿Lograría encontrar a Cloud si decidía seguir a Mateus? ¿O daría con la misteriosa armadura que en una ocasión había visto en Ciudad de Paso?

Sólo había una forma de averiguarlo.

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Post hecho a una velocidad asesina blablabla suicidio en 3, 2, 1...
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Re: Ronda #10 - El dios caído

Notapor Sombra » Lun Dic 16, 2013 6:44 pm

Nyx por desgracia no utilizó Aturdidor como esperaba que fuese a hacer y cuando traté de hacer Golpe Contundente tan solo sentí aire.

Aquella especie de dragón blanco había desaparecido, ¿se había movido super rápido, se había teletransportado o era una ilusión? Fuese como fuese mi ataque había fallado estrepitosamente. Moví mi cabeza hacia arriba viendo a aquella criatura sobre mí, estaba volando. Sus armas se cruzaron y empezaron a "atacar" al aire.

Varias ráfagas de aire salieron de aquellos ataques directas contra nosotros. Traté de bloquear alguna, pero el aire era algo complicado de bloquear haciéndome varios cortes. Nyx cayó al suelo inconsciente sin poder resistir más. Dentro de mí una llama de odio empezó a arder con fuerza.

No, no podía perder, sabía que podía derrotarle.

¡Qué violentos sois todos, por favor! —exclamó Mateus con un tono que me resultó demasiado molesto.

Vi como entonces la Maestra Lyn y su aprendiz se lanzaban contra aquel tipo pomposo.

Pero el ataque fue desviado. Una barrera celeste acababa de aparecer frente a ellos. ¿Por qué era familiar aquella habilidad para mí? Me recordaba a alguien, ¿un esqueleto?

¿Hein?

¡Me alegro de que la barrera de Hein haya funcionado! —dijo entonces aquel hombre confirmando la pertenencia de aquella habilidad—. Hubiese sido muy violento si no fuese efectiva.

Lyn tampoco pudo hacer nada para atravesar la barrera a pesar de tener una fuerza capaz de competir con el perro infernal e incluso superarla.

La híbrida se quedó quieta sin poder hacerle nada.

Por favor, vengo a negociar, no a luchar —dijo el hombre con aquel tono de voz que me hacía rabiar por dentro—. ¿No podemos arreglar las cosas pacíficamente? Sólo quiero que se me escuche.

¡Y una mierda! —golpeó la Maestra la barrera

¡Por favor, señorita! Si no me vais a ayudar ya me marcho. Sólo venía para ver si podía conocer a la asesina de Gárland.

Aquellas palabras tuvieron efecto en la Maestra, que abrió los ojos como platos ante el objetivo de Mateus. Este sonrió de oreja a oreja y retrocedió con dos pasos hacia atrás, haciendo surgir tras él un portal de luz. ¿Por qué sabía tanto aquella persona? Conocía quienes éramos y nosotros... No sabíamos nada de él.

Él también está ansioso de volver a verte, Lyn.

Un portal de luz se abrió a su espaldas empezando a ir hacia él.

¡Su punto débil es una magia! —exclamé recordando como Ariasu había hablado. Como había dicho que su debilidad era una magia de Fuego en aquel momento, por desgracia no recordaba el color de la barrera en aquel momento por lo que era imposible ser más preciso—. Tiene que ver con el color de la barrera, es o una habilidad de Fuego o de Hielo pero tiene que ser una de esas dos, estoy seguro —expliqué para los dos rapidamente.

Light se apresuró a lanzar una magia a lo cual yo también decidí lanzar una, un Hielo. Era una pena que no hubiese aprendido la magia Piro, podría utilizarla para probar cual de las magias era la debilidad de aquella barrera en aquel momento.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor RedXIII » Lun Dic 16, 2013 7:45 pm

De golpe Maya desapareció, como un truco de magia o cual espejismo en un día soleado, su compañera se esfumo repentinamente y sin más aviso que el de la mano de Garbanth sobre su sombrero.

Lo único que quedó de ella fue eso, su sombrero, sostenido por la mano de Garbanth, el cual observaba a Hiro, o al menos en su dirección, ya que su yelmo apenas permitía verle la cara. Le lanzó el sombrero de Maya, tal vez un gesto de generosidad o como advertencia. Hiro lo cogió al vuelo.

Maya... ¿Que has...

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Ni siquiera pudo reaccionar, sus gafas de sol, junto al trasto que reprimía a Kefka, cayeron contra el suelo ante el repentino ataque, un inmenso dolor recorrió todo su cuerpo y terminó bruscamente impactado contra la pared, el dolor se centralizó en sus hombros, pues tenía dos espadas clavadas, una en cada hombro, impidiéndole moverse, y delante suyo Garbanth.

¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH! — Un inmenso grito, providente del malherido aprendiz, recorrió todos los recovecos de la sala, e incluso, tal vez, parte del Inframundo.

La escoria como tú no conoce tan siquiera el significado de la palabra honor — retorció con malicia sus armas, provocando más dolor a Hiro del que podía soportar—. No te atrevas a volver a usar esa palabra en mi presencia.

H...o... — El joven aprendiz temblaba, apenas podía vocalizar, su sangre brotaba por las heridas como si de una cascada se tratara, había sido un golpe fatal y muy perjudicial para el, quien sabe cuanto tiempo podía quedarle —Ho...n... — Escupió la poca sangre que había salido por su boca al casco del mezquino caballero.

MoguDer contemplaba, horrorizado, como había terminado su compañero, ni siquiera pudo hacer nada para impedirlo, desde que llegó al Inframundo no había hecho nada a derechas pero aquello era lo peor sin duda para el.

¡Hiro! — Exclamó.

No podía moverse, no podía curarse, no podía sacar las espadas que le impedían actuar y sus fuerzas se agotaban drásticamente, una sensación de malestar recorría todo su cuerpo mientras en su boca palpaba el sabor de la sangre que había escupido, intentando hablar pero sin éxito.

¡Ja! Todo un espectáculo, muchachos, todo un espectáculo —aplaudió Hades, levantándose de su asiento y paseándose por la sala—. Pero ¿podríais no atacar a mis paredes? Aquí abajo cuesta encontrar obreros, ya sabéis.

El Señor del Inframundo se alejó, hacia Diana que había sido inmovilizada con sombras.

Tenéis los sacrificio. Cuando vuestro guerrero acuda podréis comenzar el ritual.

Seymour se acercó a Xefil.

Gárland vivirá.

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Aprovechando que Garbanth se había alejado, MoguDer acudió al rescate de Hiro, el cual seguía balbuceando palabras ininteligibles, tal vez empezó a delirar por el dolor o por la perdida de sangre.

¡¿Estas bien?!

Pues... ya ves — Poco a poco sus temblores se reducían y podía hablar mejor, pero su cara se volvía cada vez más pálida —Contra... la espada y... la pared... literalmente

El feroz perro no era tan fuerte como aparentaba, intentó sacar las espadas pero no pudo, la sensación de prepotencia invadió su cuerpo, temeroso y en pánico, no sabía que hacer o como reaccionar.

Eh...tu — Se dirigió a Garbanth —¿Que...hay de honorable...en esto? Los caballeros luchan... en igualdad de condiciones... y sin trucos — Lanzó una mirada de rabia hacia el —¿Me dejas aquí... inmovilizado y pasas a otra cosa?

Al menos podrías... haberme dejado demostrarte... el honor del que hablo — La perdida de sangre había hecho que Hiro no pudiera pensar demasiado, lo único que quería era quitarse las dichosas espadas, aunque eso supusiera recibir una paliza.

¡Vamos, oh gran caballero de la imponente armadura, no emitas mi sentencia antes de ver las pruebas!


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No hagas click aquí, despertarás a la conejita.

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Oh, no, hiciste, click, has despertado a la conejita.

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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Zodiark » Lun Dic 16, 2013 9:16 pm

Cumpliendo con mi petición, Gabranth apartó la pierna de la cabeza de Mei y la dejó junto a Xefil. El hombre de la armadura se acercó a mí y se agachó a mi altura. Su yelmo no permitía apreciar su rostro, pero estaba frente a mí, mirándome fijamente, y yo me pregunta qué clase de hombre se ocultaba dentro de esa oscura armadura. ¿Qué aspecto tendría...?

Ehm... —balbuceé y bajé la mirada nerviosa, casi asustada, mientras el hombre se agachaba. ¿Qué iba a hacerme...?

Te recuerdo: estabas en Ciudad de Paso. Tu nobleza es loable para tu joven edad, portadora. ¿Cómo te llamas?

Levanté la vista, sorprendida por sus palabras. ¿Mi enemigo acababa de hacerme un cumplido? Eso sí que no me lo esperaba

Maya —contesté volviendo a mirarle fijamente.

Procuraré recordar ese nombre.

Miré al hombre, extrañada, mientras se levantaba de nuevo y colocaba su mano sobre mi cabeza. Pensaba que me daría una paliza, igual que había hecho con Mei, pero, en lugar de eso, había elogiado mi nobleza. A pesar de su siniestra armadura y de ser nuestro enemigo, lo vi con otros ojos en ese momento. Quizá no eran todos unos simples lunáticos como Kefka, y había algo de nobleza más allá de sus acciones. Pero seguía siendo nuestro rival.

Valiente capullo, ¿de qué coño vas con esa falsa sonrisa?—intervino Hiro, dirigiéndose a Seymour y, acto seguido, a mí—. ¿Y tú, ahora pretendes irte como si fueras una princesa en apuros? ¿Estás viendo cómo ha quedado Mei? Un hombre que ataca así a una niña no tiene honor.

No le contesté, sabía perfectamente cómo era Hiro y estaba segura de que no lograría hacer que cambiase de idea. Lo dejé correr y volví a dirigir mi mirada hacia Gabranth. De pronto, noté cómo aplastó mi sombrero con su puño. Al darme cuenta, frente a mis ojos ya no se encontraba el Villano Final.

¿Dónde estoy...?

Me hallaba en lugar frío y oscuro, una especie de caverna helada. La oscuridad se veía contrarrestada por unas lucecitas blancas que flotaban a mí alrededor. No obstante, era imposible ver el fondo de la caverna, pues una densa niebla me envolvía y reducía mi visión.

Espera... —murmuré mirando a los lados—. ¿Y Gabranth? Maldita sea, mi intención era alejarlo a él también de allí...

Gabranth se había quedado en los aposentos de Hades con Hiro y Xefil, y mi intención, además de entrar en la guarida de los Villanos Finales, era alejar al hombre de ese lugar para que ellos dos tuvieran más fácil la huida o el combate, pero al parecer mi plan había fracasado. Sería más fácil para mí explorar aquel lugar sin Gabranth rondando por allí, pero a cambio mis amigos estaban en peligro. Esperaba que estuvieran bien y pudieran arreglárselas contra nuestros rivales. Además, mi sombrero ya no estaba, lo cual no me hizo ninguna gracia, pues era un regalo de mi madre y una de mis pertenencias a la que más aprecio le tenía.

¿Y qué hago ahora...? —pensé en voz alta mientras me frotaba una mano con la otra para aguantar un poco el frío.

Poco podía hacer en aquella oscuridad y con aquella niebla más que avanzar a ciegas, así que emprendí la marcha. Si Gabranth no me había engañado y había cumplido con mi petición, en aquel lugar se encontraba Gárland y, con suerte, también Cloud.

Le he dicho que quería hablar con Gárland, pero...

No, realmente no me interesaba verme cara a cara con Gárland. No todavía, no yo sola. Era sólo la excusa que le había dicho a Gabranth para poder meterme en su guarida y buscar a Cloud.

Mientras caminaba, le daba vueltas a la cabeza. ¿Qué iba a hacer si me encontraba con Gárland? Seguramente intentaría sonsacarle la ubicación de Cloud sin necesidad de enzarzarnos en un combate en el que lo más seguro es que acabase siendo derrotada humillantemente.

Pero, cuanto más avanzaba, menos podía concentrarme en mis propios pensamientos. Unos siniestros gemidos y gritos resonaban en mi cabeza y me provocaban una intensa sensación de miedo e inseguridad. Paré en seco, agobiada por las siniestras voces y miré a mi alrededor para intentar descubrir al emisor de esos molestos ruidos.

Estas luces... —musité acercando una mano a una de las lucecitas que danzaban flotando a mi alrededor—. ¿Esos gritos provienen de ellas? ¿Serán los espíritus de los que hablaba Seymour?

Reemprendí el camino, intentando ignorar los molestos gritos en mi cabeza. Tras andar un rato, me percaté de que en la zona a la que había llegado la niebla era algo menos densa. Al dar un paso al frente, me resbalé y, poco antes de caer al suelo, conseguí apoyar mis manos en la pared y recuperar el equilibrio. Al reincorporarme, vi que me hallaba en una sala totalmente congelada y, en el centro de dicha sala se encontraba un hombre.

¿Gárland...? —murmuré avanzando cuidadosamente por el hielo, acercándome a la figura del hombre.

Di unos cuantos pasos al frente cuando me percaté de algo. Aquel pelo rubio de punta era inconfundible, el hombre se trataba ni más ni menos que de...

¡¡Cloud!! ¡Eres tú!

Mis ojos se iluminaron y se me dibujó una sonrisa en el rostro. Seguí avanzando y finalmente llegué hasta unos metros de él.

Aeris está muy preocupada y me ha pedido que venga a buscarte. Debes volver con ella, por favor.

Miré a los ojos al joven y me percaté de que no se parecía nada al chico al que vi en Ciudad de Paso. A pesar de que solamente lo vi durante unos instantes, era innegable que aquél no era el mismo Cloud. Le observé de arriba a abajo y vi que, a diferencia de la vez anterior, llevaba puesta una armadura que emanaba una especie de aura oscura.

¿Esa armadura es...? C-Cloud... ¿Eres realmente tú...?

¿Está todo preparado?

¿Eh?

Su voz era la de Cloud, pero aun así no parecía él. Llevaba puesta la armadura que tanto ansiaban los Villanos Finales y que había sido robada por ellos. ¿Tendría algo que ver...?

Cloud, soy Maya, ¿me recuerdas? Nos vimos en Ciudad de Paso antes de que desaparecieras. ¿Qué pasó después de eso?

Opté por intentar sacarle información sobre lo que había sucedido después de que nos separásemos en la oficina de Correos, para ver si así podía iniciar una conversación con él y descubrir los planes de los Villanos Finales y la importancia de la armadura en todo aquello.

Cloud no parecía Cloud, llevaba puesta la famosa armadura robada y había preguntado si "todo estaba preparado". ¿A qué se refería con eso? Además, seguramente por allí estaba el famoso Gárland. ¿Dónde se encontraba, si se suponía que Gabranth me había llevado con él? ¿Y qué era exactamente el lugar en el que estábamos Cloud y yo? En definitiva, la situación era de lo más extraña, y mi prioridad era salir de allí junto a alguien que se parecía a la persona a la que buscaba pero que... ¿era realmente esa persona?
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Re: Ronda #10 - El dios caído

Notapor Zee » Mar Dic 17, 2013 6:51 pm

Aléjate, chico —ordenó el hombre de la armadura, amenazando con aplastar todavía más a la pobre Mei. Entendiendo claro el mensaje, aunque claramente no era lo que quería, me aparté un par de pasos.

Podrías matarla... —gruñí—. ¿No significa eso nada para ti?

Gabranth —llamó de pronto una voz infantil que reconocí como la de Maya. Extrañado, me giré hacia la niña, confiando en que mi enemigo no aprovecharía ese hueco tan pronto—. Deja que Mei se quede con Xefil, por favor. A cambio... Secuéstrame. Llévame contigo ante Gárland, necesito hablar con él. No haré nada raro, después de todo, estoy en desventaja.

Maya, ¿qué estás...? —murmuré, sin entender muy bien qué podría pasársele por la cabeza para hacer semejante proposición. Pero en sus ojos vi un atisbo de confianza y determinación, algo que en una niña cualquiera habría catalogado como una muestra de ingenuidad. Pero en Maya, en una compañera Portadora... me provocó una extraña confianza.

En silencio absoluto, Gabranth recogió a Mei del suelo, dio unos pasos al frente y la dejó a un lado mío. Tragué saliva al contemplar el diseño de su yelmo tan cerca de mi rostro, pero el hombre después de eso no hizo más que regresar junto a Maya.

Te recuerdo: estabas en Ciudad de Paso. Tu nobleza es loable para tu joven edad, portadora. ¿Cómo te llamas?

Maya.

Procuraré recordar ese nombre.

¿Estaba... halagándola? Que no se me malinterprete, su valentía sí era digna de elogiar... ¿pero era el enemigo el indicado para hacerlo? Consideré si realmente el hombre bajo la armadura era un rival peligroso, como en Tierra de Partida se decía de todo aquel grupo, y si no podría atender a razones. Colocó una mano sobre la cabeza de Maya, pero no le hizo daño alguno.

Valiente capullo, ¿de qué coño vas con esa falsa sonrisa?—intervino entonces Hiro, con una rudeza que no pudo hacer más que ponerme nervioso. ¿Qué pretendía lograr insultando al enemigo? ¡Estábamos rodeados?—. ¿Y tú, ahora pretendes irte como si fueras una princesa en apuros? ¿Estás viendo cómo ha quedado Mei? Un hombre que ataca así a una niña no tiene honor.

A manera de respuesta, Gabranth cerró su pesada mano y aplastó el sombrero de Maya. Como si la niña se hubiese hundido en éste, desapareció en el vacío, producto de un hechizo espacial que no pude comprender... y que me intrigó. Lo único que permaneció con nosotros en aquella habitación fue el sombrero de la pequeña bruja.

El guerrero entonces se giró hacia Hiro. A manera de advertencia o amenaza, lanzó el sombrero de Maya hacia el joven híbrido, quien hizo ademán de atraparlo al vuelo. Sorprendentemente, en aquellos instantes en los cuales la atención de Hiro estaba puesta en otro sitio, Gabranth recorrió la habitación en un veloz y amplio movimiento, desenfundó sus espadas y clavó a Hiro en el muro al atravesarle ambos hombros. El grito de mi compañero casi me hizo apartar la mirada; pero no lo hice al final, puesto que el hombre decidió dedicarle algunas palabras a Hiro.

La escoria como tú no conoce tan siquiera el significado de la palabra honor —espetó, moviendo las hojas que todavía se encontraban clavadas en la carne del pobre Hiro, quien no pudo hacer más sino soltar otro alarido—. No te atrevas a volver a usar esa palabra en mi presencia.

Xefil, tenemos que huir —murmuró Diana, tomándome sutilmente de la mano. No me moví, sin embargo, mientras contemplé con ira e impotencia cómo Gabranth recogía el control remoto del prisionero.

¿De qué estás hablando? Hiro es mi compañero; no voy a dejarlo aquí —me rehusé, sin duda aprovechando los momentos de claridad que me quedaban al tener mi atención puesta en otro sitio, incluso si Diana agarraba mi mano. La chica me dio un tirón e hizo ademán de llevarme hasta la salida, pero respondí con otro tirón por mi parte, esperando que me soltara.

Pero súbitamente, algo más me arrebató a Diana. Para ponerme todavía más nervioso, una prisión de penumbras atrapó los tobillos de la joven, que irremediablemente cayó al suelo. La temible magia pronto rodeó todo su cuerpo, inmovilizándola en su sitio.

Diana Thorn, es un auténtico placer —señaló Seymour—. Mucho he oído hablar de ti.

Me las arreglo para recuperar a una y me arrebatan a tres... —pensé amargamente, poniéndome en cuclillas para apartarle a Mei el cabello de la cara y observar su estado. Inconsciente. Agotada. Incluso aunque estuviera despierta, no podía pedirle que luchara conmigo; se hallaba sencillamente demasiado destrozada para ello.

Cuando volví a levantarme, descubrí con horror que Hades había caminado hasta nosotros. Sentí el calor que su cuerpo desprendía, mientras me miraba con una sonrisa orgullosa, con aquellos terribles dientes afilados.

No sé a quién te refieres con que será su madre, pero sí. Diana ha sido una niña muy traviesa no contándotelo, ¿eh? —declaró el dios, pasando su pie por encima de la cabeza de Diana y provocando que mi sangre hirviera.

Afrodita —escupí amargamente—. Es lo único que tiene sentido para mí.

Entonces no sabrá nada de lo que está pasando, ¿mmm? Que engañadito le tienes, Diana.

¡Sí, exactamente! —rugí, enfadado—. ¡No tengo ni idea de lo que está sucediendo aquí, y estoy cansado de ello! Si voy a ser partícipe de un sacrificio, ¿no creen que al menos merezco saber por qué?

Tenéis los sacrificios —declaró Seymour, diciéndoselo a su compañero—. Cuando vuestro guerrero acuda podréis comenzar el ritual.

Cuando vuestro guerrero acuda. Todavía nos quedaba algo de tiempo. ¿Pero qué, pero qué, ¡qué podía hacer en tan poco!?

El hombre se giró hacia mí y me dedicó una de aquellas sonrisas que Hiro le había criticado.

Gárland vivirá.

Que viva, entonces —declaré, sosteniéndole la mirada al hombre. Irremediablemente, mis ojos se tornaron rojos—. Si trata a mis compañeros de la misma forma que ustedes los han tratado, prometo que no le durará por mucho.

Eh...tú.

La voz de Hiro logró que me girara hacia él. Se hallaba cubierto en sangre, pero parecía tener la suficiente fuerza para provocar a nuestros enemigos.

¿Que...hay de honorable...en esto? Los caballeros luchan... en igualdad de condiciones... y sin trucos. ¿Me dejas aquí... inmovilizado y pasas a otra cosa?

Demonios, Hiro, ¿qué estás haciendo? ¡Sigues así y te van a matar antes de lo previsto!

Al menos podrías... haberme dejado demostrarte... el honor del que hablo.

>>¡Vamos, oh gran caballero de la imponente armadura, no emitas mi sentencia antes de ver las pruebas!

Si te sacan esas espadas, vas a desangrarte —mentí, en un intento por asustar y detener a Hiro—. Muy probablemente al menos una de ellas se clavó en la arteria axilar, o en alguno de los nervios, y yo no sé ningún hechizo curativo. No podrás mover los brazos y te caerás como muñeco de trapo al cabo de unos minutos.

>>En todo caso, yo podría defender tu honor en tu lugar
—declaré, mirando al hombre de la armadura. Y el mensaje fue claro. Si iba a haber cualquier clase de duelo o pelea, el involucrado debía ser yo. Mei y Hiro ya estaban muy batidos para eso, y Diana ni siquiera podía moverse.

Me aclaré la garganta y alcé el mentón.

Lord Gabranth, mi nombre es Xefil, hijo de Arazec. Caballero Aprendiz de la Llave-Espada, defensor de Tierra de Partida y la Hoja Insomne de Reino Encantado —me presenté, para luego clavarle la mirada a Hiro, esperando que no dijera nada—. Agradezco que haya tenido usted la decencia de mantener a mis compañeros con vida y de haberme devuelto a mi amiga... al menos temporalmente.

>>Pero apelo ahora al guerrero bajo la armadura, cuando pido de usted este favor...


Le dediqué una breve reverencia, como solía hacerlo en mi reino a todos aquellos honorables soldados que nos defendían de las amenazas externas. Y justo como entonces, esta era sincera.

Mis Maestros me enviaron a este mundo a cumplir una misión. Mi compañera Diana me arrastró de la mano hasta esta sala, para encontrar a Hades. Pero ahora que usted y su compañía pretenden... "sacrificarnos", descubro que estoy aquí, intentando detener a un hombre cuyos ideales no conozco. Soy ignorante.

>>Así que... por favor, Lord Gabranth... Contésteme esta cuestión, sólo esta cuestión.

>>¿Quién es Gárland, y qué pretende usted lograr con su resucitación?
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~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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