No había visto, jamás, una sonrisa tan hermosa en el rostro de Diana. Lo que la volvía tan cálida y tan especial era el simple hecho de que aquel gesto era sincero, algo que muy seguramente no podía decirse de su actitud habitual. Y... curiosamente, observándola de aquella manera, sin el distorsionado lente que su poder suponía, me sentía orgulloso por la decisión que había tomado.
Si tenía la oportunidad de conocer a aquella Diana, entonces valía la pena.
Perdí la claridad de mi mente casi al instante. Sentí a mi cuerpo activarse de nuevo y supe que mi momento íntimo con Diana había terminado. Lentamente, comencé de nuevo a descender en su hipnótica prisión.
—
Lo siento —se lamentó, apartando la mirada—.
No puedo estar mucho tiempo así. Es... doloroso.>>Pero puede que llegue a ser capaz de dominarlo —entonces Diana se acercó a mí y me obsequió un beso en la mejilla, gesto que al instante me devolvió la sonrisa a mi rostro. Desafortunadamente, no podría decir que presté entera atención a sus palabras, puesto que, pese a que las escuchaba claramente, no tuvieron mucho sentido en mi cabeza—.
Y no tendrás que ser víctima de este maleficio. Me esforzaré porque puedas verme tal y como soy, Xefil.>>
Hasta entonces...Su fragancia volvió a apoderarse de mis sentidos sin mayor esfuerzo. Y antes de que me diese cuenta, ya me hallaba atrapado en sus redes de nuevo. Sin nada más en qué pensar o concentrarme, sumado a la confesión que había hecho antes, era simplemente inevitable.
—
Jugaré con tu pobre corazón maldecido un poco más. Sígueme, querido.* * *Perdí la noción del tiempo, por supuesto. Acompañé a Diana por las oscuras grutas del Inframundo, descendiendo cada vez más en aquel estrecho laberinto que parecía no tener fin. Siempre tomados de la mano, pese a no habernos visto más que un par de veces; sabiendo bien que aquello era lo que ambos queríamos del otro.
¿No lo era? Yo estaba más que satisfecho con aquello, incluso al tomar en cuenta la clase de la situación en la que nos hallábamos. Estaba seguro que tenía una misión, un objetivo; sí, estaba bien seguro, pero estar con Diana me nublaba tanto el juicio que apenas recordaba mi nombre.
¿Qué estábamos buscando, de nuevo? Oh, maldita sea. Lyn me lo había dicho hacía sólo un par de horas... ¿horas? No, minutos. ¿Minutos? Gruñí por lo bajo. Diana lo estaba haciendo de nuevo.
Pasó un poco más de tiempo hasta que pude parar mis silenciosas quejas, en cuanto Diana y yo nos topamos con una estancia amplia, tan elegante que desentonaba con los oscuros túneles que habíamos recorrido anteriormente. Aunque ésta también había sido tallada en la roca de aquellas grutas, por lo que el mismo motivo espeluznante seguía haciéndose presente, aunque fuese un poco. Si tuviera que dar mi opinión al respecto, diría que era bastante apropiado para el reino de los muertos.
Hubo sólo dos cosas de aquel sitio que llamaron mi atención: la gran mesa de guerra que se hallaba en el centro y el tétrico trono donde un monarca se había acomodado. Describiendo brevemente el primero para darle su debida importancia al segundo, menciono solamente que no se parecía en lo más mínimo a los muebles que había visto en los consejos de guerra en mi reino, repleto de mapas, maquetas y pequeñas fichas representando a las tropas. Era un tablero de ajedrez, pero las figuras parecían haber cobrado vida y representaban fielmente a los individuos en cuestión.
En aquel momento, la Maestra Lyn cooperaba con Light y Ragun para derrotar al gigantesco perro de tres cabezas. Maya, Hiro y Kefka no se encontraban por ningún sitio, al igual que Diana y yo. Probablemente se habrían alejado por otro camino.
—
¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos por aquí? ¡Un par de tortolitos descendiendo al Hogar de los Muertos! >>
¿No es acaso un sitio un tanto raro como destino para una Luna de Miel? En fin, yo es que tampoco sea el más indicado con los gustos, ¡je!Volviendo a la figura que nos había recibido en aquel sitio, no era nadie más sino el dios de la muerte (en aquel mundo, al menos). No hacía falta más que tener un conocimiento general sobre la mitología y la cultura locales para saber de quién se trataba, y consecuentemente sustituir las articulaciones por gelatina y las entrañas por denso plomo. Hades, hermano de Zeus y Poseidón, como Axel alguna vez me había contado. Mientras sus hermanos dominaban sobre el mundo de los vivos, a él le había tocado la peor parte del trato: el Inframundo.
Pero parecía bastante satisfecho, viéndolo cara a cara. Incluso disfrutaba una... cosa... en una copa. Con gusanos.
Y su calva estaba en llamas.
—
Hades, tenemos que hablar.¿Teníamos? ¿O tenía que hacerlo ella? No podía recordarlo...
¡Casanova, haz caso a Diana! ¡Encontrad a Hades! ¡¡No hay tiempo que perder!!Sí, y ya lo habíamos encontrado. ¿Pero para qué...?
—
Oh, eres tú —sentenció la deidad, desacretidando la presencia de Diana. Y no pude evitar notar... que la conocía. ¿La conocía?—
Hoy es día de descanso para mí, muñequita. No tengo tiempo para hacer negocios con tus superiores.Bastión Hueco jugando con el señor de los muertos. ¿Por qué no me sorprendía en absoluto?
—
Son mis propios negocios los que me traen aquí. Hades se acomodó en su trono y nos miró sin mucho interés.
—
¿Y qué esperas de mí? ¿Acaso queréis que os de la bendición a ti y a tu amiguito? Lo que me hace recordar, muñequita, ¿cuántos tienes? ¿Los coleccionas, acaso? Aquello me hizo gruñir por lo bajo. Claro que tenía claro con qué intenciones Diana jugaba a la niña seductora y traviesa, pero eso no significaba que me gustara recordarlo. Y mucho menos que me metieran en el mismo saco que al resto de indefensas marionetas, sabiendo que yo era diferente... ¿o lo era?
—
¿Tú lo conoces? —cuestioné, apuntando a Hades con el dedo y mirando a Diana, esperando una respuesta. Pero antes de que ésta llegara, cambié los lugares y añadí—:
¿Tú la conoces? ¿Negocios? ¿Colecciones? —me giré hacia Diana—.
Suponía que eras de aquí, pero...¿Qué hacía una chica discutiendo con un dios? Su relación parecía ir más allá de simples juntas de negocios, por lo que podía ver. Aunque fuese una portadora, era extraño que sus redes llegaran tan lejos como el Inframundo. Las pocas maneras en las que se me ocurría que pudiese tener contacto con Hades incluían haber muerto anteriormente, lo cual no me agradaba mucho (habría besado un cadáver, de lo contrario) o tener alguna relación con el Olimpo. Las relaciones de Diana... la única vez que había escuchado algo al respecto había sido...
Mira que ponerte a perseguir hombres por el bosque, ¿qué diría tu madre?Y entonces todo hizo click.
—
¡No es cierto! —exclamé, incrédulo—.
¡He leído sobre ustedes! ¡Oh, tiene sentido, todo cuadra; tú cuadras! ¡Eres su hija! —una vez más me giré hacia Hades, como queriendo compartir mi supuesto descubrimiento—.
¡Ella es su madre!***—
¡Vaya, vaya, vaya! —expresó en cierto momento el dios Hades, girándose hacia un sitio de la habitación que había estado fuera de mi vista. Para mi sorpresa, Hiro, Maya y Kefka se hallaban allí, llegados de Dios sabría dónde. Y no sólo eso, sino que alguien más los acompañaba; parecía que todos estábamos haciendo amigos por allí. Era un hombre que se acercaba muy seguramente a sus treinta, que llevaba consigo un báculo de complicado diseño y un kimono que parecía quedarle demasiado grande. Y no sólo eso, sino que su cabello azulado, había sido peinado para parecer un par de cuernos.
No sólo eso. A Hades no parecía agradarle su presencia en absoluto, pues sus llamas se avivaron al instante.
—
Pero si viene el lote completo de alumnos de escuela de esos caballerizos pijos de la luz. Aunque tú no, monada —Hades se aproximó hasta Diana y le dio un leve pellizco en la mejilla, algo que no nos agradó a ninguno de los dos—.
Eres una chica que sabe cómo mover sus piezas, ¡me gustas! Lástima que tenga ya la vacante de doncella en apuros ocupada, ricura. >>
Veamos, ¿qué tenemos aquí? Aparte de esta parejita, un payaso con aspecto un tanto... ¡señor, si tienes peor careto que cualquier muerto de aquí! Bueno, sigamos: un bicho volador, una niñita que se cree bruja, ¡oh! No te ofendas, pero hay demasiados frikis ahí arriba y tú das bastante el pego. Y no hablar del que te acompaña, ¿acaso eres como ese tal Philoctetes? Bueno, da igual. Y tú...—
Señor del Inframundo, Dios de las almas fallecidas, es un inmenso honor volver a encontrarme con su presencia —saludó el hombre desconocido, dedicándole una reverencia a la deidad.
—
Definitivamente tú el más friki, aunque no por ello el que peor aspecto tiene —Hades volvió a tomar asiento, poco interesado—.
Te recuerdo, ¿no deberías estar perdido con tus lucecitas por el Inframundo? ¿A qué has venido?—
Vengo a proponerle un trato, mi señor... si me permitiera...Aquello me daba mala espina. Mientras Hades castigaba a Kefka por su estresante comportamiento, aproveché la oportunidad para observar a Maya y a Hiro... y, curiosamente, parecían estar allí por su propia voluntad. A menos que aquel hombre tuviese un poder similar a Diana, parecía que no habían sido obligados en absoluto.
—
¡Para el carro, Hades! —interrumpió la chica, desafiando a Hades con la mirada—
¡Yo he venido antes a hacer negocios contigo!—
Sinceramente, ricura, mis muertos van primero en los negocios. ¿Y bien, esto... Seymour, eras?Seymour. Tomé nota.
—
Hablé con usted hace mucho tiempo. Y he estado esperando mi oportunidad hasta ahora para verme recompensado si le traía algo a cambio de lo que deseo. Su luz brilla por sí sola, incluso yo puedo sentirla siendo un ser etéreo, y bien sabe usted que es suficiente para pagar mi deuda como alma vagante en este mundo. >>
Estos sacrificios son justos.Seymour apuntó entonces con sus extraños dedos en dirección a Maya y Hiro. Pretendía sacrificarlos. Y debo añadir que aquello no me parecía enteramente agradable.
—
Concédame, pues, la vida que me fue arrebatada.—
¡No, no, espera! ¿Qué es esto? —interrumpí, avanzando hacia el trono, comenzando a perder la poca tranquilidad que me quedaba—.
¡Hades, no puede simplemente--!Súbitamente, una explosión me interrumpió, haciéndome perder un poco el equilibrio debido a la impresión. Inconscientemente, invoqué mi Llave-Espada, la cual apareció en mi zurda sin más aviso sino una salpicadura de sangre proveniente del vacío.
—
¿¡Quién se atreve a cargarse mi propiedad!?Quien arribó a la estancia no podía traer buenas noticias. Llevaba puesta una gigantesca armadura de color negro y una capa que cubrían su cuerpo por completo, y mientras en una mano llevaba una doble hoja, en la otra llevaba...
—
¡¡Mei!!No me tomó más que unos segundos reconocerla, con su largo cabello y su atuendo oriental. Estaba hecha polvo y muy seguramente inconsciente; y no ayudó en absoluto que el hombre la arrojara al suelo con crueldad y colocara su pie sobre su rostro, amenazando con aplastarla.
—
Ah, pero si eras tú —declaró Hades con total serenidad, perdiendo todo el interés y la ira que había dedicado a aquel asunto—.
¿Por qué has tardado tanto?—
¡¡Tú!! ¿¡Acaso estás con ellos!? —exclamó Diana, incitándome a conectar los puntos en mi propia cabeza. Por supuesto, si no había quedado claro antes... aquel hombre era también el enemigo.
—
Estar con ellos no es la expresión más acertada. Podría decirse que son... ¿negocios?Todos eran nuestros enemigos. Estábamos rodeados, absolutamente rodeados, y todos estaban dispuestos a arrebatarnos la vida. Con espada en mano, lentamente retrocedí hasta colocarme al lado de Diana, mirando alternativamente a todos los que suponían un peligro. Hades, Seymour y el hombre de la armadura... ¿Era aquel el tal Gárland? Si lo era, estábamos metidos en un buen embrollo. Llenos de mierda hasta las rodillas.
—
¡Oh, podríamos armar una fiesta ahora! —declaré sarcásticamente—.
¿Saben qué sería asombroso? Si ustedes tres muchachos pudieran ir a buscar algo de comer, algunas bebidas y tal vez algo de música... Prometo que estaremos aquí hasta que regresen.
>>Eso no va a funcionar, ¿cierto...? —murmuré, haciendo una mueca—.
¿Caballeros, no les importa si recojo a mi amiga mientras conversamos? Yo diría que está algo incómoda —fulminé al hombre de la armadura con mi mirada, mientras me acercaba cauto hacia él. Esperaba que, por el bien de la discusión sana, me dejara acercarme a ella. O que al menos le quitara su pie de encima.
>>¿Dónde está Cloud? ¿Ha sido él también un sacrificio para sus planes, señores? Todo debe haber funcionado de maravilla, estoy seguro —dediqué una sonrisa sarcástica a los dos Villanos Finales—.
Y para manipular a un dios... Mi respeto para ustedes —añadí, intentando provocar a Hades, pero procurando que no dirigiera su ira hacia mí. Parecía un dios bastante orgulloso, pero era posible que, si era lo suficientemente sutil, no notara mis intenciones. ¿Pero cómo incitarlo a enfadarse con sus aliados?—.
Para usar como marioneta al señor de los muertos, sus estándares deben ser bastante altos, ¿no? No voy a mentir, me da curiosidad... ¿Qué pueden tener planeado, qué cosa, que requiera poner a una deidad a bailar?Xefil no dice toda esa palabrería junta. Participaciones pueden hacerse en medio de los tres párrafos.