—Tenemos que detenerle —dijo Aladín, el cual parecía estar pensativo, o cavilando acerca de la situación en la que nos encontrábamos.
Miré a mi compañera, la cual aún tenía el escarabajo, aquel objeto apuntaba hacia lo que parecía el desierto. ¿Hasta ahí había viajado Yafar? ¿Qué diablos tenía en mente para ir hasta el desierto?
Fuese lo que fuese no podía ser nada bueno, pero el problema es que caminar por el desierto tampoco iba a ser una tarea sencilla; pues con la magia que él había adquirido le sería más que sencillo desplazarse sin apenas esfuerzos, pero en cambio nosotros tendríamos que ir a pié. O como mucho, Saeko y yo podríamos adelantarnos yendo en el glider, pero iríamos más lentos al tener que esperar a los otros para poder avanzar..
Entonces el exportador de la lámpara silbó con fuerza, un gesto que me resultó incómodo y a la par que inútil en aquella situación, hasta que ví como descendía de los suelos una... ¿alfombra?
Vaya, puedo decir que el calor me está afectando severamente...
Entonces pude notar la mirada de Aladín sobre mi amiga y sobre mí, parecía mirarnos con desprecio, pero era algo justo, pues aquel chico no me caía mucho mejor aunque en un futuro pudiese ser de mucha utilidad.
—Vámonos —dijo subiéndose en aquel trozo de tela flotante.
Me replanteé varios segundos si subir o no, pero si me negaba a hacerlo quizá se entendería como una falta de respeto y a la tregua o a cualquier otra cosa por estilo; pero para que engañarnos, nunca había subido a una alfombra voladora y dudaba que la ocasión se repitiese de nuevo.
—¿Acaso esta alfombra es segura? ¿Esperas que me suba sin más? —mi amiga parecía reacia a subirse en aquel objeto, intenté comprender que no tuviese ningunas ganas de ello, pero una oportunidad era una oportunidad.
Miré a mi amiga, la cual era la portadora del objeto y me encogí ligeramente de hombros
—Comprobaremos si es mas rápido que nuestros “vehículos”, tampoco podemos perder tiempo, así que vamos —y la invitaría a subir a nuestro nuevo medio de transporte.
Cuando todo estuviese preparado empezaría a sentir la extraña sensación que me provocaba el encontrarme suspendido en el aire por algo que parecía tan fino y delicado.
Mi amiga era la que llevaba la marcha, así que poca cosa tenía que decir al respecto, simplemente me dediqué a observar el paisaje durante las horas que duró el viaje, aunque tampoco hubo demasiado que ver.
—Está apuntando a ese cañón.
Finalmente llegamos al cañón en cuestióm, por el que nos metimos sin dificultad alguna, llegando así a lo que parecían las ruínas de una antigua ciudad. Aquello me dejó maravillado, todos aquellos edificios y torres que me cautivaban se encontraban, de distinta manera, enterrados en la arena.
Por mi cabeza rondaban muchas preguntas, entre ellas como habría acabado así aquello que en su momento podía haber sido una ciudad preciosa y sin igual. Otra duda que me causaba cierta inquietud, era la de qué había venido a hacer Yafar aquí, ¿o es que nos había tendido una trampa para despiertarnos? Dudaba aquello, pues probablemente incluso se hubiese olvidado de que conservábamos el escarabajo...
—¿Alguno ha escuchado alguna vez la leyenda del Rey Salomón? —La voz de Yafar me sobresaltó, poniéndome en alerta y haciendo que mirase en todas las direcciones posibles, pero no era capaz de decir exactamente de donde venía— Fue un hechicero y uno de los primeros alquimistas, estudió el elixir de la vida eterna, transmutación y magia más poderosa que alguna otra.
>>Su legado desapareció, pero tras él quedaron vestigios de su poder y su magia en forma de pequeños objetos animados y muchas otras cosas: La Cueva de las maravillas era una de las mayores cámaras de tesoros del Rey Salomón, pero no la única y la lámpara fue uno de sus creaciones más poderosas.
Aquellas lecciones de historia me medio interesaban, sobretodo cuando se trataban de cosas relacionadas con el poder, pero que aquel desgraciado me las diese no era algo que me motivase a seguir escuchándole.
Fue entonces cuando apareció Yafar con la lámpara y su loro, desde el fondo de las ruinas. Aquel asesino sin escrúpulos se mostraba libremente, sabiendo que no éramos rivales para él, pero le demostraríamos lo contrario. Me sorprendió ver que no estaba solo, había también un extraño ser azulado que parecía estar triste; pero sin lugar a dudas Yasmín también se encontraba allí, pero esta última se encontraba con una especie de cadenas alrededor de sus brazos, lo cual impedía que escapase.
—Se dice que la línea sucesora de los actuales reyes son descendientes de ese gran hechicero y que su sangre puede hacer funcionar los artefactos más poderosos que encierran las ruinas del Rey Salomón repartidas por todo el mundo.—dijo sonriendo de una manera un tanto repulsiva.
¿Pretendía usar a Yasmín para ello? No había otro motivo por el que pudiese estar reteniendo a la joven, y que nos encontrásemos en desventaja de poder me preocupó de sobremanera al ver que quizá no podíamos parar sus intenciones.
—El problema es que también necesito sacrificios para hacerlos funcionar otra vez. Con esos artefactos este mundo sería mío, lograría poder ilimitado y conquistaría todo, ¡sería inmortal e invencible!
En este punto Yafar no me daba miedo, pues sabía perfectamente que no existía nada ni nadie invencible, pero lo que si temía era que aquellos nuevos poderes que pretendía conseguir le cediesen el suficiente poder para destruirnos a nosotros y a aquel mundo sin siquiera vacilar, si es que no tenía ya el poder necesario como para hacerlo.
>> Y vosotros habéis venido hasta aquí, eso significa que deseais ser mis sacrificios para despertar el silo.
¿Otro que me quiere matar? Venga ya, he tenido suficientes intentos de que me maten por hoy, gracias.
—Tengo un plan.—susurró Aladín de pronto, lo miré extrañado y pensando en que clase de plan tendría, y en como pensaba llevarlo a cabo—¿Y eso es todo? Es ridículo. —Y entonces pude ver como incluso mi compañera casi se reía, por la ridiculez del plan supuse.
—¿Cómo dices?
—Lo que oyes.
Entonces un extraño animal, que parecía aliado nuestro, salió de la nada arrebatándole el objeto a Yafar, el cual parecía que había empalidecido de golpe con la pérdida de su querido objeto mágico.
—¡La tengo!—Tal y como imaginaba aquel pequeño animal era aliado de Aladín, por lo que con la lámpara en nuestro poder, Yafar ya no podía vencernos, ¿no?
>>¡Genio, ahí va mi segundo deseo! Deseo que nos protejas de la magia de Yafar. ¡Ahora!
—¡Conque era eso!
Miré dubitativo varios instantes a mi alrededor, intentando asimilar todo aquello... Por lo que había entendido por todo lo que había pasado era que la lámpara te concedía los deseos a manos de un Genio, el cual me pregunté si no sería aquel ente azul que ya habíamos visto en la matanza que había realizado Yafar.
Aquello me hizo pensar medianamente en las “capacidades” del Genio. ¿Podría conceder cualquier deseo? Por lo que parecía así era, pero debía existir alguna clase de límite... Y por lo visto no podía actuar por própia voluntad, solo siguiendo las directrices del amo de la lámapra, fuese quien fuese.
Seguía pensando en todo aquello cuando me dí cuenta de que una barrera había aparecido a nuestro alrededor, impidiéndonos llegar hasta el maldito de Yafar.
Oh no... Mierda... Mierda...
Miré con verdadero temor al Sincorazón que se encontraba ante nuestras narices; en Bastión Hueco los de aquella calaña no eran precisamente dificiles de ver, pero jamás había tenido las pocas luces de medirme con uno de ellos y menos con la información que los Maestros no habían proporcionado sobre ellos.
Ahora parecía que no teníamos otra opción, nos tendríamos que enfrentar a aquella cosa y salir victoriosos para llegar hasta Yafar, por culpa de la barrera que nos rodeaba. Entonces, pensé por unos instantes, ¿sería la aparición de aquel Sincorazón obra de aquel maldito asesino? De ser así, debía encontrarse realmente cansado tras haber invocado aquello.
Lo que significaba que si lo vencíamos, Yafar apenas sería capaz de oponer resistencia.
Bien, es hora de demostrar que sí que podemos con uno de esos.
—¿Al… guna idea? —comentó uno de nuestros nuevos aliados.
—Haz lo que quieras. —Saeko no parecía muy dispuesta a pedirle ayuda a aquel chico, el cual era mucho más joven que nosotros.
—Muy bien, acabemos con este bicho primero, y luego vamos a por Yafar. ¡Libra!
—¡Saito! Esa Lámpara puede conceder cualquier deseo… por increíble que parezca. Tenemos que cogerla en cuanto podamos, ¿vale?
—Lo entiendo Saeko, yo también había llegado a una conclusión parecida... —le susurré también mientras sonreía, sabiendo que si la conseguíamos nuestro bando ganaría una gran fuerza. Entonces cambié mi semblante a uno mas serio— Cuando acabemos con esa cosa cojámosla, o si surge la ocasión durante la batalla, no importa. Lo importante es hacernos con ella a toda costa.
Mi compañera se limitó a asentir, sabiendo que en un momento nos enfrentaríamos a un Sincorazón mucho más fuerte que aquel Wayvern... Mis piernas temblaron ligeramente, pero exhalé el aire lentamente, calmándome. No podía fallar, no ahora.
—¡Veamos qué puedes hacer, monstruo!
En un momento ví clara la estrategia que intentaba mi compañera e invoqué mi Llave Espada, antes de avanzar le dije al chico que había preguntado por una estrategia:
—Intentad subir a una zona algo elevada para atacarle por la zona de la cabeza o del lomo, lo importante es que no nos pueda encontrar a todos juntos. Y si descubrís alguna información importante, hacédnosla saber.
Tras aquello me dirigiría todo lo rápido posible a la pata que no estuviese atacando Saeko, para empezar a atacarla con todas mis fuerzas. Una vez le hubiese atacado varias veces en distintas zonas de la pata, retrocedería y le hablaría a mi compañera en alto para que me oyese:
—¡No sé si esto está sirviendo de mucho Saeko, pero quizá deberíamos intentar golpearle desde arriba o en la cabeza!
Esperaría la opinión de mi compañera, mientras me encontraba preparado para cualquier acción que el Sincorazón pudiese intentar hacer, si intentaba atacarme rodaría con tal de esquivarle.
La batalla había empezado.