—
¿Creéis que sois especiales? En absoluto. De la misma manera que ha dejado morir a los de allí fuera, puede que os toque a vosotros antes de lo que creéis. ¿Y pensáis que siquiera significareis algo?Idiota, cállate de una vez. Sólo vas a complicar las cosas.—Ya tuve suficiente. ¡Guardias! Calladle.
Y un enorme guardia se aproximó a Saito. Por un momento pensé en lanzar una Flama Tenebrosa, temerosa porque lo fueran a ejecutar allí mismo, pero si lo hacía, toda la misión fracasaría. La vida de Saito estaba en mis manos en ese momento, un instante que no volvería a repetirse nunca, y sin embargo… me negaba a mover mi cuerpo.
¿Acaso era más importante mi labor como aprendiza a salvar a Saito? Sí, lo era. Él se lo había buscado, aunque no me gustase nada la idea. Entre esa escena y los ciudadanos asesinados anteriormente por los demonios negros, una especie de sensación negativa se acrecentaba en mi pecho, ahogándome.
No eres más que un tonto.Y para mi alivio, el guardia no lo mató, sino que le golpeó en la cabeza para dejarlo inmóvil. Temí que ese golpe lo dejara aun peor de lo que estaba.
—Ya hemos perdido mucho tiempo gracias a ese plebeyo.
Confié en que Saito estuviese a salvo de momento. Contaba con el tiempo suficiente para encontrar a Yafar y convencerlo para que liberasen a mi compañero. Me adentré en el enorme edificio sin problemas, y para mi sorpresa, se encontraba casi vacío. Mucho mejor sin duda, ¿pero y si no estaba Yafar tampoco? Eso era algo que tenía que comprobar.
Avancé con todo el sigilo y precaución posible, ignorando a las pocas sirvientas que me pudiesen salir al paso. Intenté abrir las habitaciones que consideré más importantes, pero ni rastro de Yafar. Fue después de un buen rato subiendo escaleras, girando esquina a esquina, y abriendo puertas, cuando me topé con una cerrada a cal y canto. Sin duda, era el momento para probar aquella habilidad tan útil de la Llave Espada.
Con cuidado, asegurándome de que nadie más en la zona me viese, invoqué mi Llavero para a continuación apuntar a la cerradura de la puerta, sujetándolo con ambas manos. Deseé que de algún modo, la puerta se abriese, y de la llave surgió un hilo de luz que me permitió el acceso.
Asentí, convenciéndome de que lo estaba haciendo todo bien, e hice desaparecer mi arma cuanto antes. Abrí la puerta y entré sin prisa alguna, silenciosa. Me bastaron unos pocos segundos para asimilar que aquel lugar no era normal, o al menos, no como los anteriores. No encajaba con el resto del castillo: predominaba el color rojo sangre, uno muy intenso, además de varios colchones y frascos de los que salían vapores extraños.
Me vi obligada a meter la mano bajo mi ropa para esclarecer mis ojos, que parecían haberse irritado por culpa de dichas sustancias.
—
¿A quién tenemos por aquí?Di un brinco nada más escuchar aquello. Temí porque fuese algún que otro guardia, dispuesto a llevarme a una celda o algo como a Saito, pero me equivocaba. Cuando me giré muy despacio para comprobarlo, lo vi claramente… túnica negra, sombrero oscuro, cetro con aspecto de serpiente y un largo manto negro que lo recubría. Sí, no tenía duda, aquel se trataba de Yafar.
¡Por fin! Estoy de suerte.—
¿Se puede saber quien eres?Supuse que era el momento idóneo para revelar mi identidad, pero no sabía cómo empezar, o qué palabras elegir para que no acabase aquello en un malentendido. Tenía que explicarle además el asunto de Saito, el cual esperaba que siguiese vivo.
Me quité la capucha que escondía mi rostro, mostrando un cabello alborotado y un poco sudoroso. Lo miré fijamente, intentando evitar aquel bastón; por alguna razón, las gemas rojas de la serpiente me daban malas vibraciones. Tragué saliva antes de hablar.
—
Usted debe ser el visir de Agrabah, Yafar. Le he estado buscando, vengo de parte de Hisa Wix. No me ha explicado los detalles, pero sí tenía que encontrarle. —Esperé a que continuara él, y cuando tuviese la ocasión, le nombraría lo de Saito—
Verá, Wix me ha enviado a mí junto con un compañero, pero éste ha tenido algunos problemas y posiblemente esté encarcelado. ¿No tiene alguna forma de liberarlo? —Recé en mi interior para no parecer una tonta haciendo peticiones absurdas, si se negaba a liberarlo, tendría que abandonarlo a su suerte. Ya se las apañaría para escapar, o puede que no volviese a verlo nunca. Igualmente, yo había cumplido con mi parte—
Puede dirigirse a mí como Saeko.Sobre el color de Aladdín, no me importaría que fuese un poquito más oscuro. Desde el móvil se ve muy bien, pero desde el PC cuesta un poco seguir sus frases.