Hiro, Exuy, Kousen & HikaruSe montó el caos. La intervención del líder de los hunos pilló a algunos de los aprendices por sorpresa, pero no por ello desatendieron a Gilgamesh: Hiro, Hikaru y Kousen fueron contra el Villano Final, mientras Exuy aportaba su ayuda al general Li.
Los primeros se centraron en atacar mágicamente, rompiendo el escudo de Gilgamesh. Los disparos de Hiro, por otra parte, no le provocaron el mínimo daño: y desde luego, tras aquellos ataques estaba lejos de ser derrotado. Su mascota también daba para mucho aún.
Li, por su parte, comenzó el ataque junto con Exuy. El chico intentó atacar con su Llave Espada, pero Shan Yu le tomó el arma sin el mínimo esfuerzo; le desvió contra el suelo y le tiró con desprecio mientras bloqueaba con su espada el arma de Li.
—
Vamos, viejo —le desafió Shan Yu, oponiéndose a su contricante—
. Llama a tus ancestros.—
Te arrepentirás de tu duelo.Li dio un paso hacia atrás y colocó su espada frente a su rostro con los ojos cerrados. Nuevamente, la sombra de un dragón surgió tras él, humeante y poderosa; gritó hacia Shan Yu y este sonrió. El dragón se lanzó a por él, con las fauces abiertas.
Un tajo con la espada mágica de Shan Yu bastó para cortar a la sombra por la mitad.
El general soltó un grito de dolor y se tiró al suelo sobre una rodilla. Se llevó una mano al pecho y se lo apretó con fuerza, mientras sudores fríos recorrían su frente. Kousen llegó entonces para avisar al general, pero su mensaje era tardío: ya había comprobado lo que era capaz de hacer.
—
Ya no tienes ancestros tras los que esconderte, anciano —aseguró Shan Yu, caminando hacia él con Kousen interponiéndose entre ambos—
. Sólo quedamos tú y yo.Kousen lanzó una ráfaga de viento contra el huno, intentando bajar su ritmo: pero fue inútil. Con un movimiento rápido de su espada, cortó el viento por la mitad, anulando la magia del muchacho. Eso era lo que hacía su arma: mientras que las demás se limitaban a contener magia, la suya la expulsaba, la eliminaba del ambiente.
La enorme mano del huno tomó a Kousen por el cuello y lo levantó en el aire. Como si no valiese nada, lo arrojó a su lado, junto a Exuy, y se centró en Li.
—
Vuestras murallas no pueden detener los fantasmas que vosotros creasteis en el pasado —aseguró el huno, bajando su espada al hombro de Li—
. He venido para entregar ese mensaje al Emperador, a Ronin... Y a ti.—
Entonces acabemos con esto.La cabeza de Li se giró en dirección a Hiro, quien más había estado con él en el último día de los allí presentes. Le sonrió ligeramente y afirmó con la cabeza.
—
Decidle a ese tuerto que tenía razón. —pidió Li, con los ojos bien clavados en él—
. Y que por dios debí escucharle.El general se levantó del suelo con su arma en alto, preparado para atravesar a Shan Yu; la punta de su filo arañó parte de su pecho, pero no terminó su trabajo. Shan Yu hizo un rápido y fuerte tajo con el filo de su espada alrededo del cuello de Li.
El cuerpo del general cayó sin vida al suelo, manchándolo de sangre.
La batalla con Gilgamesh no tenía ya sentido. El gigante se derrumbó sobre el suelo de rodillas para ver el asesinato, con los ojos abiertos como platos. Enkidu le imitó, intranquilo, y tembló en el suelo con la mirada clavada en Shan Yu.
El huno se agachó al charco de sangre y tomó de él el codiciado objeto que todos perseguían: la lágrima congelada que anteriormente reposaba alrededor del cuello del general. Estaba manchada en rojo intenso, destruyendo todo lo bello que pudo tener para quedar maldita con la sangre del hombre que había custodiado el tesoro durante veinte largos años.
—
Creo que es hora de despedirnos, Caballeros.No estaban solos allí. Durante el fragor de la batalla, cientos de hunos habían logrado rodearles y les observaban con deseo. Agitaban sus puñales, espadas, arcos. Shan Yu dio la espalda a los aprendices y se se alejó atravesando la fila de hunos.
El pueblo había sido reducido a cenizar. El campamento estaba lleno de soldados muertos: no existía la esperanza. Gilgamesh se replegó hacia el centro del círculo que se había formado y sacó sus armas, dispuesto a luchar hasta el final.
—
Matadlos.Escapar, luchar o morir.
* * *
FátimaShang se quedó en shock a la par que caminaba. Lo que Daliao le había revelado sobre Andrei era inesperado, e incluso doloroso de asimilar: tardó unos segundos en recuperarse. Jia observó también en shock a Fátima, aunque no dijo una palabra.
—
¿Es cierto lo que dice, Ping? —preguntó el capitán a su soldado de la élite predilecto. Ella no dudó: afirmó con la cabeza y colocó una mano sobre Fátima.
—
Completamente seguro, señor. Yo también he comprobado que el Maestro no es alguien en quien podamos confiar. Daliao es... En quien deberíamos poner nuestras esperanzas.Mulan sonrió a su amiga, mostrándole todo su apoyo en aquello. Shang apartó la mirada e intentó disimular su inconformidad con la
amistad entre ambos soldados, interponiendo el trabajo ante todo. Miró a Jia, el cual dedicaba ojos llenos de furia a Fátima.
—
Cuando lleguemos al pueblo interrogaremos al Maestro —explicó el capitán a su soldado de élite, el cual le devolvió la mirada con los ojos abiertos como platos—
. Quizás estén en lo cierto.—
¡Señor, no! ¡El Maestro ha sido siempre nuestro aliado!—
Pero esta emboscada ha sido extraña, y el joven soldado asegura tener pruebas contra él. Es nuestro deber asegurarnos.Shang caminó junto a Jia, mientras este bajaba la mirada, incrédulo. Apretó sus puños con todas sus fuerzas y tembló de la histeria: no daba crédito a aquello. Dirigió una mirada llena de odio a Fátima, rojo de pura rabia. Y no pudo contenerlo más.
—
¡¡No!!Todo sucedió en un instante. Jia sacó su puñal y tomó a Shang por la espalda, inmovilizándole los brazos. Le colocó rígido frente al resto de soldados y puso su cuchillo sobre el cuello del hombre. Jia se movió a la velocidad de la luz: en un parpadeo, ya estaba a varios pasos de distancia de los chinos.
—
El plan no era este. Y por mis ancestros que vas a morir hoy.—
¿¡Jia!?Rei se adelantó hasta la posición de Fátima, incapaz de dar crédito a lo que su ojo veía. Feng se apresuró a su lado y, sin pensárselo, sacó su arco, al igual que Mulan su espada: estaban confusos, pero el puñal en el cuello de Shang lo decía todo. Sólo que no se atrevían a hacer nada. No contra el amigo que llevaba meses acompañándoles.
—
¿¡Qué significa esto!?—
Perdóname, Rei —Jia cerró los ojos un momento, dolido de verdad por la actitud de su compañero—
. Esto debe hacerse.—
Chaval, has estado con nosotros desde que entramos todos. ¿Vas a salir ahora con una traición?
—[b]No puedo traicionar a quien nunca he sido leal —se lamentó Jia para sí mismo.—
. Pero no quiero alargar esto.—
No, Jia. ¡No lo hagas! ¡¡Te matarán!!Jia no obedeció. Cerró los ojos y apretó sus dedos alrededor de la empuñadura de su arma. Clavó sus ojos en Fátima, odiándola con toda su alma, fulminándola hasta lo más profundo de su ser. Quería transmitirle la culpa de aquella situación: la muerte de Shang, el no poder vivir junto con su compañero... Todo había sido por su intromisión. Y no se lo perdonaría jamás.
Un movimiento seco. Un grito de dolor. Y el puñal, ensangrentado, cayó sobre el rocoso suelo. El cuerpo cayó encima de él, de rodillas. Sus ropas estaban manchadas de un rojo intenso, y sus ojos, abiertos como platos. Rei pegó un grito de sufrimiento.
Jia, el traidor, había caído muerto al suelo después de ser alcanzado por una guadaña salida de la nada.
—
Gracias a la diosa Fortuna que hemos llegado a tiempo.Una figura pisó el cuerpo inerte de Jia con total desprecio mientras el color de la piel de este cambiaba a un tono más grisáceo, semejante al de los hunos. La figura ayudó al capitán Shang a levantarse del suelo, el cual había sido derribado junto con Jia de inmediato. Miró con sorpresa a su salvador, y este le devolvió la sonrisa.
—
¿Qué habría pasado de no estar yo aquí, mi capitán?Saavedra. Se había presentado allí como el héroe salvador y había acabado con el mismo huno que, seguramente, trabajaría para él. El
Maestro no venía solo: otra figura poco visible por la oscuridad de la noche se encontraba detrás de él, temblando y oculto en las sombras como un cobarde.
Andrei pasó su mirada por encima de los soldados, y se detuvo en Fátima. Borró su sonrisa de inmediato, poco agradecido por su presencia: pero mantuvo la barbilla bien alta en todo momento. Él se encontraba no sólo por encima de ella, sino que iba por un paso por delante.
—
¿Qué ha sucedido, mi capitán? Hay pocos soldados.—
¿Qué haces aquí?La pregunta de Shang estaba llena de desconfianza y distanciamiento, bien advertido por Daliao y Ping. El joven, sin embargo, no se tomó en serio la actitud del capitán.
—
Vine a advertiros. —Andrei le sonrió, totalmente falto de preocupaciones—
. Han pasado muchas cosas, mi capitán. Todo es un caos. ¿No es cierto, amigo mío?La figura en las sombras afirmó con la cabeza, casi sollozando. Dio un paso adelante y se reveló ante los soldados: se trataba de Chi-Fu, el hombre del Emperador al cargo de la supervisión del ejército. La última vez que Fátima le vio fue en la salida del campamento, advirtiendo de algo y solicitando la presencia del general.
—
Nada más abandonar el pueblo, hemos sido atacados. Los hunos han arrasado con todo.—
¿¡Qué!?—
Quise advertiros, pero cuando descubrí sus planes era demasiado tarde. Me atacaron. Y no los hunos. La traición llegó dolorosa.Andrei fingió estar lamentado y dolido por lo que iba a decir, pero antes de soltarlo clavó sus ojos en Fátima. Agitó la cabeza y se llevó una mano al frente, tapándose los ojos.
—
Ronin y sus aprendices entraron en mi hogar y lo redujeron a cenizas conmigo dentro.—
¡Es cierto! —verificó Chi-Fu, afirmando con la cabeza repetidamente—
. ¡Yo les vi entrar y después, todo ardió! ¡Intentaban matarle!Si Fátima intentaba avanzar o atacar a Andrei, ofendida por aquella acusación, Mulan la detendría. Su mirada decía que la creía, pero Andrei ya había captado toda la atención de Shang, y la vericidad de Chi-Fu le daba un plus.
—
Sé que suena inverosímil, pero Ronin es un traidor —continuó Andrei—
. Hoy muchos jóvenes extranejros han intentado entrar en el campamento. ¿No lo ve extraño, capitán? Intentaban matar a su padre... Porque creían que, sin él, la causa estaría perdida.—
Lo que dices no tiene sentido.—
Es difícil creerme. —afirmó Andrei, triste por las palabras del capitán—
. Yo también admiré a Ronin un día. Pero en cuanto descubrí su plan, escapé gracias a Chi-Fu antes de morir quemado, y vinimos a avisarle de que colocó hunos por todo el ejército.—
Logré sacarle de los escombros de la casa por poco —afirmó Chi-Fu, intentando asemejarse a un héroe. Andrei inclinó su espalda ante él, guardándole una reverencia.
—
Pero he descubierto más. No quería decírselo, capitán, pero... —el joven se tapó la boca, fingiendo estar horrorizado por lo que iba a contar. Se calló y negó con la cabeza, nervioso—
. Señor Fu, no creo que sea lo más adecuado...—
Cuéntale lo que has descubierto, joven. El capitán necesita saberlo para nuestra victoria.—
Está bien. —los ojos de Andrei brillaron ligeramente mientras seguía con su actuación—
. No puede confiar en nadie de su élite personal.—
¿¡Cómo te atreves!?Rei no soportó aquella acusación. Se echó hacia adelante e hizo falta la fuerza de Feng y un soldado más para retenerle, sujetándole por ambos brazos mientras intentaba luchar por alcanzar al gitano. Andrei no se molestó en ocultar su sonrisa.
—
¡Matas a Jia y nos acusas a nosotros! ¡¡Eres un asesino!!—
Capitán, sé que no es fácil. Confiaría su vida en ellos —continuó Andrei, ignorando al hombre—
. Pero ese es el problema. ¿Veis a este huno? Le confiasteis vuestra vida, y casi os la arrebata.—
¡¡Te mataré!!—
Su expareja se encuentra mentalmente inestable. Y sin mencionar a los otros tres...—
¿Tres? —preguntó Shang en alto, dirigiendo sus ojos concretamente hacia Ping. El soldado estaba horrorizado y con los ojos salidos de su órbita.
—
Oh, sí. ¿Nunca se ha preguntado de dónde viene la quemadura del rostro de su mano izquierda, ese Feng? Resulta que... Es un desertor. Abandonó al capitán Huza quemarse vivo hace dos años, siendo el único soldado allí presente. Se llamaba por entonces con otro nombre... ¿Cómo era, Chi-Fu?—
Syaoran —confirmó el hombre, dando por real el testimonio de Andrei—
. Un incidente horrible en la Gran Muralla. Seguro que lo recuerda, capitán Li.Feng soltó a Jia. Este, cegado por la rabia, cargó contra Andrei con su espada en alto; sin embargo, el joven logró detenerle sin problema alguno. Se adelantó a él, le tomó por la muñeca y le retorció el brazo para que soltara su arma; con una rápida llave, logró tirarle al suelo e inmovilizarle, colocándole para mirar directamente a los ojos de su compañero muerto.
—
El señor Syaoran se encuentra en busca y captura desde entonces. Su cabeza vale cien mil platines —afirmó Andrei, asustando a Feng con la mirada—
. Creo que su deber es claro en este caso, capitán.El soldado de élite observó asustado a sus antiguos compañeros. Sus ojos se detuvieron en Fátima y Mulan, casi suplicándoles con la mirada que no le creyeran. Y sin embargo, la pieza clave de aquel asunto sí confiaba en las palabras del Maestro: Shang apartó la mirada, dolido, y ordenó:
—
Apresadle.No opuso resistencia. Los soldados se acercaron a él y arrodillaron a Feng en el suelo, dejándole inmóvil. Mulan negó con la cabeza y dio un paso adelante, desafiando a Andrei.
—
¿Quién te da derecho para hacer estas acusaciones? —preguntó la mujer, agitando un brazo en su dirección—
. ¡Eres tú quien ha estado espiándonos por las noches! ¡Has invadido nuestra intimidad para sacarte provecho!—
China es lo primero para mí. Quizás sea para protegeros —los ojos de Andrei se colocaron sobre Fátima—
de gente como Fátima Laforet, aprendiz favorita de Ronin.Todas las miradas se clavaron en Fátima. Mulan miró a su amiga, y Shang desencajó su mandíbula, incapaz de dar crédito de aquella acusación. Y fue entonces cuando un hombrecillo comenzó a dar saltos y apuntarla con el dedo, horrorizado por el descubrimiento.
—
¡Es cierto, es cierto, es cierto! ¡Estaba aquella noche allí, con Ronin!—
¡Atrapadle!Fátima notó que alguien la tomaba de la mano. Mulan echó a correr con su amiga bien sujeta, asegurándose de que no se quedara atrás; sin embargo, la gran cantidad de soldados les cortaron el paso. Andrei bajó hasta su posición aplaudiendo con condescendencia.
—
Ping y Fátima, menuda aventura amorosa. Los dos soldados que intentaron huir. Capitán, queda una persona más. ¿Quiere saber por qué no puede confiar en su mano derecha?—
No te atrevas.Mulan sacó su espada y la dirigió hacia Andrei. Sin embargo, el Portador no se sintió amenazado: sonrió y se acercó al oído de Shang, que se había aproximado para intentar calmar la situación. Decenas de espadas se dirigieron hacia ambos soldados.
—
Capitán Li... Fa Zhou jamás tuvo un hijo. —confesó el Maestro, dirigiendo sus ojos hacia el falso soldado—
. Mandó a su única hija a ocupar su puesto en el ejército porque tenía miedo.—
¡No fue así!Varios soldados se lanzaron contra ella y la retuvieron, tirándola contra el suelo. Lo mismo hicieron con Fátima, a quien aplastaron contra el suelo con varias espadas apuntando hacia su espalda.
—
¿¡Una mujer en el ejército!? —preguntó Chi-Fu, horrorizado. Dirigió una breve mirada hacia ella y se tapó la boca—
. ¡Por todos los ancestros, es cierto! ¡Es la hija de Fa!—
Más de un año aquí, infiltrada entre honorables hombres —observó Andrei con malicia—
. Es extraño que no se haya dado cuenta hasta ahora, capitán.Los soldados comenzaron a cuchichear entre ellos, impulsados por la observación de Saavedra. Shang era incapaz de apartar la mirada de Mulan, quien hacía rato miraba al suelo, incapaz de mirarle a los ojos. Pronto comenzaron los cuchicheos sobre la debilidad del capitán, si habría ocultado a la mujer entre ellos a propósito, si era el indicado para conducirles...
—
No hay otra opción —afirmó Chi-Fu, mirando con desprecio a Mulan—
. La condena por traición y deshonor del ejército chino es la misma. La muerte.Los cuchicheos de los soldados se hicieron más fuertes. Shang se quedó congelado mirando a Ping, el soldado que tanto apoyo le había dado durante tantos combates y tanto tiempo. Todos los ojos estaban clavados en él, menos los de la mujer a la que acababan de descubrir.
—
Silencio —ordenó con debilidad Shang, incapaz de imponerse—
. Lo haré.Chi-Fu se aproximó a un soldado y le golpeó repetidamente en el hombro para que le entregara su espada. La tomó con ambas manos y la llevó hasta el capitán.
Trajeron a Feng junto con las otras dos prisioneras, colocándole junto a Mulan. Shang se dirigió primero hacia él, pero la mujer levantó la mirada por primera vez. Rei, por su parte, se encontraba retenido frente a ellos, pero no sería juzgado
—
No. —se interpuso con la voz—
. Mátame a mí primero.Shang notó como si una estaca de hielo le atravesara el pecho con aquella petición. Suspiró y se dirigió con la espada en alto hacia ella, aceptando en silencio su petición. No se echaría atrás.
Después de todo... Andrei había ganado.
Fecha límite: domingo, 3 de agosto.
Última ronda.
Si vais a poder estar escasamente en la tercera Trama por faltas o si sencillamente estáis desmotivados, esta es vuestra ocasión para volver a Tierra de Partida xD Lo digo porque sé que ha sido un arco largo y que falta una Trama más, así que igual algunos no estáis muy dispuestos a estar aquí. No habrá ninguna clase de imposición para quedaros.