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Circulaban muchos rumores por Tebas. Para algunos, ciudad de héroes, templos y guerreros. Para otros, sinónimo de problemas. Porque desde hacía algún tiempo, el número de incidentes se había multiplicado de manera alarmante.
Puede que los ciudadanos estuvieran acostumbrados al ataque de criaturas tales como el guardián del río, Nesso, a Medusa, a la Hidra... o al tan temido guardián del Inframundo, y fiel "mascota" de Hades, Cerbero. Añadiendo, además, que esos monstruos habían dejado de dar problemas desde que héroes de la talla de Hércules trabajaban día a día por mantener la ciudad a salvo, aparte de entretener a sus ciudadanos en el Coliseo. Pero hasta esos días nunca se habían encontrado con nada semejante.
Las noches comenzaban a ser peligrosas para los habitantes de Tebas. De los rincones más oscuros, surgían espantosas sombras de ojos centelleantes, provocando que las calles estuviesen aisladas una vez el sol dejaba de asomarse en el horizonte. Se decía que con sus garras arrancaban el corazón de los que osaban toparse en su camino.
¿Quién iba a decir que aquellas graciosas criaturas que participaban en los torneos se iban a convertir en una gran amenaza para los habitantes de la ciudad? Aquello mismo se preguntaba Shintaro, quien viendo un reloj de arena se dio cuenta de que debía regresar cuanto antes a casa con su abuelo, quien se pasaba las tardes presenciando los entrenamientos de Phil en la lejanía. Y cuando tenía dinero suficiente, acudir a los torneos.
¿Entretenimiento? ¿Sueños, anhelos? ¿O quizás buscar la verdad que se ocultaba tras los nuevos inquilinos? También había oído hablar de extranjeros que portaban un arma única... como aquella gran heroína, Lyn.
¿Qué haría? ¿Irse a casa antes de que anocheciera o armarse de valor para buscar información?