— Parece que por tu camino se tan topado los débiles que se niegan al poder del más fuerte —di un paso hacia atrás al ver como clavaba su Llave-Espada en el suelo, mirando el arma con desconfianza—. Verás, Finn. Es cierto que los sincorazón son seres hechos de oscuridad. Nacen de la oscuridad de nuestros corazones, pero carecen de sentimientos. Son criaturas sin una meta en su vida, no: en su existencia.
Me limité a asentir, aunque no estaba muy seguro de estar entendiendo lo que me decía.
>> Lo cual, se contradice a lo que los Caballeros de la Llave-Espada relatan como su misión. ¿Acaso sus intenciones son malvadas? No tienen eso que llamamos moralidad. No saben qué está bien o qué está mal, su único objetivo es devorar otros corazones, pero ni siquiera ellos saben por qué lo hacen. ¿Supervivencia? ¿Satisfacción? Eso no los hace estar del lado del mal.
— Supongo... —dije, por decir algo.
No quería que pensara que no me interesaba lo que me estaba contando, pero no terminaba de entender lo que explicaba. Lo único que creí sacar en claro fue que esos sinrazón no eran tan malos como me habían dicho al principio.
Antes de seguir hablando, Ryota se sentó en una roca cercana todavía con la llave clavada en el suelo. No pude evitar centrar mi mirada en su Llave-Espada, con una mezcla de desconfianza y admiración. Había algo en esa cosa que me fascinaba, pero que a la vez me asustaba.
— Al igual que yo, quien renunció a aquella justicia absoluta de la luz que te ha condenado a vagar por las calles. Pues aquellos que se dejan llevar por esa ley, desprecian a los seres que usan la oscuridad para cumplir sus sueños y objetivos. El mínimo atisbo de oscuridad les aterroriza. Vuestro Rey, por ejemplo —bajé la mirada cuando nombró al ratón. Todavía me dolía cuando pensaba lo injusto había sido su Majestad conmigo—. Incluso adentrarse en la oscuridad, sólo para descubrir, explorar y adquirir conocimientos, lo consideran un tabú.
Volví a asentir, aunque esta vez sí que lo había entendido. Esta ciudad era un ejemplo de lo que él decía: los ciudadanos siempre me habían tratado y mirado de una manera especial por ser un bromista, un "alborotador". Todo por no ser "un niño bueno" como los demás. Y cualquiera que hiciera lo mismo, como Pete, era tratado igual.
>> Mi objetivo, Finn, es experimentar con los mundos. ¿Es correcto mantener el equilibrio entre ambos entes? ¿Por qué ha de la oscuridad ser machacada por la luz ante un mero crecimiento de su territorio? Ellos son débiles, se esconden tras sus armas y no quieren ver la Verdad Absoluta, están ciegos. Lo más fuertes pueden, incluso, controlar a esas criaturas, domarlas y cumplir con ellas sus objetivos.
Volvía a hablar de términos raros que no comprendía bien, aunque lo que estaba diciendo parecía tener sentido. Fui a abrir la boca para preguntarle algo, pero me callé al ver que se levantaba, arrancaba la Llave-Espada del suelo y se acercaba hasta mí. Lo que hizo a continuación me dejó, de nuevo, con la boca abierta: cogió la llave por el "filo" y colocó el "mango" a escasos centímetros de mi cara. ¿Me estaba...dando su arma?
— La Llave-Espada puede ayudarnos a descubrir aquello que los demás ojos no quieren ver —me dijo, decidido—. Pero para ello, busco a gente fuerte. ¿Tú lo eres, Finn? Yo no tengo tal respuesta. Pero no crees en la justicia absoluta de la luz, pues te ha condenado a esta situación, y eso me hace creer en ti.
Era cierto, la experiencia del juicio había cambiado mi forma de verlo todo, ya no confiaba en esta ciudad. Pero no comprendía qué tenía que ver eso con la Llave-Espada o con que yo fuera fuerte...
>> Incontables guerreros han portado este arma. Y esta noche de tormenta, Finn, te transmito mi poder para que puedas invocar la tuya propia —cuando dijo esas palabras, abrí los ojos como platos. ¿Había escuchado bien?—. Cuando cojas este mango, sentirás un corazón más fuerte, su poder tomará forma. Ayúdame con mis objetivos, y yo te daré los medios para que cumplas los tuyos. Podrás marcar el principio de tu propia historia.
— Yo...esto...no sé qué decir... —confesé con un hilo de voz y bajando la cabeza, fijando mi mirada en el suelo.
Todo esto me había pillado por sorpresa. Si había entendido bien, podía obtener mi propia Llave-Espada...una llave que me producía mucha desconfianza, pero que a la vez me fascinaba y me hipnotizaba con su poder. Y no solo eso, Ryota me estaba ofreciendo un hogar y la oportunidad de crear mi propia historia...una historia que podría dictar yo. Ya no tendría que sufrir por no tener un techo, por no tener comida, por estar sometido a una ciudad que no me quería...podría tener mi propio camino y, sobre todo, volver a ser yo. El Finn de antes del juicio, el Finn que podía sonreír en cualquier momento.
— ...no, sí que lo sé —rectifiqué, levantando la cabeza y mirando fijamente a los ojos de Ryota—. Me gusta lo que me ofreces...estaré encantado de irme contigo. Sácame de aquí.
Levanté el brazo y agarré el mango de la Llave-Espada con firmeza. Mi decisión estaba tomada.