—
...pero tenemos cosas que hacer... muchachos.—
DiosmíosoyuncompletoidiotaEl golpe que tenía tantas ganas de propinarme en la cara tendría que esperar hasta que estuviera a solas... si lo hacía allí, enfrente de todos, bien podría empeorar la situación.
¡Pero qué imbécil! ¡De haberlo sabido antes...!
No, Xefil, saberlo antes no era ninguna excusa. Había quedado bastante claro, desde el inicio de la misión, que Fátima había ido allí con un disfraz en mente. ¡Debías haberlo tenido en cuenta, desde el principio, no hasta que ella había decidido recordártelo...!
...recordármelo probablemente por la estupidez que había hecho: sólo escupir su nombre sin pensar en las consecuencias, todo por culpa de unos sentimientos de familiaridad cuya fuente concreta ni siquiera sabía con certeza.
Qué idiota. Mal compañero, mal Aprendiz, mal... mentiroso. Y mal tutor, sin duda alguna.
—
Sí que voy a ir a ahogarme en grog después de esto...—
¡¿Qué está pasando aquí?!Casi al instante se me escapó una mueca de aflicción, una de esas que hace alguien que se ha metido en problemas, como después de romper un plato o hacer rechinar un escalón al llegar tarde a casa. Había escuchado aquella voz sólo una vez en mi vida, pero mi subconsciente se había encargado de catalogarla eficientemente como una amenaza, por lo que en sólo un segundo reconocí a su dueño: el capitán del barco.
¿Estábamos haciendo algo malo? Ni siquiera me puse a pensarlo. De inmediato pensé lo peor, que lo habíamos arruinado de alguna manera y que nos habíamos ganado nuestro boleto de salida del barco. No me hubiera molestado bajar en Port Royal, no, de ninguna manera... no hasta que me había enterado que Fátima y Bavol estaban por abordar la nave que ahora Stelios, Albert y yo tendríamos que abandonar.
—
¡Me estoy torturando con un trabajo que ya no tengo que hacer, con todo y una maldita resaca, y aun así viene a enfadarse con nosotros! Jan Vander apareció junto a Crow en cubierta, contemplando a todos los presentes con una expresión de fastidio plasmada en su rostro. Fue casi inevitable que sus ojos inquisitivos se posaran en nosotros tres, como si fuéramos un grupo de faros destellando desastre...
—
Debería haberos lanzado al mar por borrachos cuando tuve la oportunidad —dijo. Estuve a punto de protestar, intentando defender la poca reputación que teníamos en aquel mundo, cuando el mismo capitán se me adelantó al vocear tan firmemente que todo el
Viento Fugaz pudo escucharlo—:
¡Fuera de mi vista, antes de que os cuelgue del palo mayor!Tanto como me agradara la idea de subirme a un sitio tan alto, el capitán no parecía decirlo de manera amigable. Obedeciendo sus órdenes, uno de sus hombres me sujetó fuertemente del brazo y, pese a que me sacudí y agité para intentar sacármelo de encima, mis dos años de jugar a las espadas no sirvieron para resistirse a la fortaleza de alguien criado en el mar.
—
¡Espera, no los eches, acabo de contratarlos!—
¿Lo ha hecho? —pensé, sin entender lo que estaba ocurriendo; no obstante, mi mente se puso pronto al corriente, contemplando la emergente oportunidad de escapatoria, y me incitó a repetir (casi)—:
¡Sí, lo ha hecho!Tal vez debí haber mantenido la boca cerrada... de nuevo. Parecía que cada vez que intentaba decir algo, terminaba por arruinarlo: Jan Vander no tardó ni un segundo en modificar su mandamiento:
—
Echad a este también, y a sus ratas de agua dulce.Aquel sin duda no era mi día. O más bien, mi mundo... Emboscado por Sincorazón, atacado por una tormenta, casi devorado por el mar, emborrachado por marineros, esclavizado por un capitán soberbio y ahora abandonado a mi suerte por el mismo.
—
¿Al menos... estaremos juntos? —dije mientras forzaba una sonrisa, intentando aligerar el ambiente. A la par, más marineros se acercaron a nuestro grupo, dispuestos a rodearnos y a sacarnos de allí por las malas si no obedecíamos pronto.
—
¡Me debes un favor, Halcón, ¿o ya te has olvidado?!Lo que vino después de la exclamación de mi nuevo empleador fue un insoportable silencio, uno de aquellos que aparentan ser mucho más largos y más abismales de lo que en realidad son. Podían escucharse, a lo lejos, las olas rompiendo contra el puerto y el bullicio que éste producía, las gaviotas y otras aves de mar chillando desde los mástiles, la brisa salina meciendo las gigantescas naves de madera... pero nadie realmente los oía, todos tenían su atención posada en el capitán y no apartaban sus ojos de él en ningún momento, salvo tal vez para repasar a todos los demás para ver si podían encontrarse con alguien que entendiera mejor la situación.
Fue como deshacerse de un hechizo cuando Jan Vander volvió a hablar:
—
El Halcón está muerto, Jack Sparrow —por un breve instante, sentí que nuestra única oportunidad había sido arrojada por la borda, justo como lo seríamos nosotros en cuestión de minutos... mas el capitán derogó su anterior orden—:
Pero hice una promesa. Soltadlo.Apenas estaba a punto de quejarme entre dientes por que sólo el tal Sparrow se hubiese quedado con las manos libres, cuando éste demandó:
—
Mi tripulación, si eres tan amable.Ahora sí que se estaba ganando puntos conmigo: se las había arreglado para salvarnos de Jan Vander, nos había ofrecido empleo
y su vello facial tenía demasiado estilo.
Los marineros nos soltaron. "Agradecí" con un movimiento de cabeza, pero en mis ojos y en la curva de mis labios podía leerse que no estaba precisamente muy contento. Me llevé una mano allí donde me habían sujetado con fuerza, intentando disipar el dolor, y seguí observando con interés la manera en la que Jack Sparrow y Jan Vander se trataban. Pronto los dos se retiraron para ir a discutir sus asuntos en la privacidad del camarote del capitán y finalmente pude respirar con tranquilidad.
—
Definitivamente no es mi día... —murmuré, escuchando cómo Crow ponía orden en cubierta y nos mandaba a todos a trabajar de nuevo. Me encogí de hombros, conformista, repitiéndome mentalmente que ahora yo también era parte de la tripulación y que si no quería causar problemas de nuevo, más me valía convertirme en el grumete ejemplar.
*¨*¨*—
Es... curioso estar en un barco.—
¿Por qué?—
Bueno, es... es como volar. No es lo mismo que ir en tierra y estar... pegado al suelo todo el tiempo. Es como deslizarse... suave y gentilmente-- o bueno, la mayoría de las veces.—
¿La tormenta?—
Y el alcohol. No fue una experiencia muy agradable.Levanté la mirada del suelo y me sequé el sudor de la frente con el dorso de la mano. ¿Quién diría que fregar bajo la luz de la mañana sería tan agotador? Contemplé al resto de mis compañeros, incluyendo a los dos recién adquiridos, compartiendo la misma clase de tortura que yo estaba soportando en ese momento. ¿Por qué limpiar una nave, igualmente? ¿No se la pasaba todo el rato mojándose? ¡Y le había llovido encima no hacía precisamente mucho! Algo que estuviese tanto tiempo en contacto con el agua no necesitaba
tanta atención.
—
Sólo quieren castigarnos. Tal vez se esperan que en cualquier momento se nos suelte un tornillo y nos arrojemos al mar.—
Te lo mereces, más o menos...—
A lo mejor, pero no ellos —hice una mueca al ver a Bavol claramente disgustado por su trabajo. Parecía, incluso, que estaba a punto de vomitar debido al asco que le ocasionaba ser tratado de esa manera—.
¿Quién pone a trabajar a un niño y a una chica? Aunque bueno, ella...—
Te convendría deshacerte de esa idea. Ya casi lo arruinas una vez.—
Si es que no lo he echado a perder ya. Buscaré la manera de arreglarlo, si puedo... si no, lo mejor sería olvidarnos de ello, no quisiera que le prestaran más atención al asunto.No sabía en qué momento me había vuelto a deshacer de mis barreras mentales y había comenzado a hablar con la Bruja de nuevo. Tal vez mi excusa era que no podía nada más sacar una píldora en un mundo como ése, o que no estaba teniendo muchas conversaciones agradables a bordo del
Viento Fugaz, pero pronto me sorprendí a mí mismo buscando la compañía de mi pseudo-alucinación preferida. Y debía admitir que, tal y como iban las cosas, estaba siendo un tanto agradable escucharla darme una perspectiva distinta, simplemente enunciando su opinión en lugar de intentar forzarla sobre la mía... o apoderarse de mi cuerpo, eso también.
O tal vez sólo estaba harto de abrir la boca y arruinar las cosas, ésa era otra posibilidad, por lo que había preferido buscar una conversación que pudiese mantener en silencio.
Igualmente, en cuanto bajara de ese bote, todo volvería a la normalidad. Podía volver a tomar el medicamento de Sam, cerrar mi mente a intrusos, y listo. Mientras tanto, no podía hacerme mucho daño conversar con una hechicera más condescendiente de lo acostumbrado.
A Némesis tampoco le agradaba la idea de haber compartido nuestra misión con Sparrow y el Halcón. Mientras más gente supiera que estábamos buscando una espada mística, más difícil sería para nosotros quedárnosla. Aunque... ¿era nuestra misión recuperarla o simplemente localizarla? Ya no podía recordarlo, siquiera... De todas maneras, era obvio que un exitoso mercader y un codicioso pirata no estarían muy dispuestos a soltarla así como así a un grupo tan... pintoresco como el nuestro.
Pero nos estaban llevando justo a donde teníamos que estar. Y, por lo pronto, eso era lo único que teníamos a nuestro favor.
—
Bavol acaba de vomitar.—
¡Oh, así que por eso se limpia algo que se la pasa tanto en el agua! Aaah.De verdad que se notaba a leguas que ninguno de nosotros estaba acostumbrado al mar (exceptuando a Tulio y Miguel). La única persona que parecía haberse adaptado de manera casi natural era Fátima, pero ella ya tenía otra faceta del disfraz por la cual preocuparse. Igualmente, con eso y todo lo demás, estaba demostrando ser mucho mejor líder que yo. ¡Incluso se había conseguido un capitán y un par de marineros! Me sentía avergonzado a un lado de ella, especialmente después de haber quedado como un ebrio vago bocasuelta frente a los demás...
—
Pronto se pasará, no te preocupes. Es cuestión de tiempo —tranquilizó a Bavol, asegurándole que dentro de poco sería capaz de mantener su almuerzo dentro de sus tubos interiores. Luego se giró al resto de nosotros y sugirió—:
Tenemos que averiguar hacia dónde vamos. No podemos llegar a donde quiera que esté la espada sin saber nada: dependeríamos demasiado de Sparrow. Y no creo que la tripulación nos ayude. Excepto Crow pero…—
—pensamos al mismo tiempo. Estaba claro que si queríamos seguir avanzando, necesitaríamos al menos una pizca de información. Ya habíamos pasado demasiados días a ciegas (navegando sin rumbo, dirían algunos, ¡já!) como para permitirnos seguir en aquella situación.
Fátima se ocupó de contarnos, a los que no lo sabíamos con claridad, cómo se había encontrado con Jack Sparrow y cómo se las había arreglado para terminar cooperando con él. Destacó, además, que se había enterado de los dones mágicos de los que ella y Bavol gozaban, por lo que muy seguramente pensara que Stelios, Albert y yo teníamos las mismas habilidades. Y no se equivocaba.
Eso significaba que Sparrow no se había apiadado de nosotros. Simplemente quería nuestros dones. A más magos a bordo de su barco. ¿Pero por qué, para qué necesitaba a cinco hechiceros en su tripulación? Sólo íbamos a buscar una reliquia, ¿nada más? ¿Había algo en nuestro camino que necesitara de una buena pelea para apartarse? ¿O tal vez era sólo precaución? Después de todo, era un malísimo augurio posar las manos sobre las pertenencias de un difunto; no quería imaginarme que de pronto nos caería una maldición; o peor, que se nos aparecería el fantasma del tal Cortés para rebanarnos la garganta. Con aquello en mente, entonces sí, a cualquiera le gustaría estar acompañado de magos.
—
Deberíamos separarnos y preguntar. Es la única forma de que estemos un poco preparados para lo que se nos avecina.
—
No sé, la última vez que intenté congeniar con los marineros para conseguir información... —no terminé la frase; en lugar de ello, miré a Albert, sabiendo que él podría comprender por qué no quería repetir el episodio.
Bueno, si no quería hablar con los marineros, ¿por qué no con el capitán?
...no, no quería volverme a acercar a Jan Vander y arriesgarme de nuevo a un castigo de marineros. ¿Y si me echaba a los tiburones esta vez? No, gracias.
Mejor con el otro capitán. Después de todo, tenía la excusa de que recién me había contratado y teníamos muchas cosas que discutir. ¿Sonaba eso como una buena idea...?
No realmente. Aunque, por otro lado, ya hacía tiempo que había dejado de tener buenas ideas. No me era tan sencillo pensar con claridad como lo era antes. Era cierto, jugar a las escondidas extremas durante ocho días, enfrentarse a un dios, atravesar de lado a lado a un monstruo gigante y dormir por primera vez con una chica de verdad que te cambia la vida. Te vuelve más... salvaje, supongo, y un salvaje no es muy bueno manteniendo la cabeza fría.
Me estoy oxidando.
—
Sí, qué demonios, voy a ir a buscarlo —me dije, tras considerarlo por unos momentos, recargado en la barandilla del barco. Di mi trabajo por terminado y me dispuse, pues, a buscar a Jack Sparrow.
¿Pero por dónde empezar...? Podía subir al mástil, tal vez, y mirar desde arri... No, la verdad era que sólo quería un pretexto para treparme allí; pero eso, desgraciadamente, tendría que esperar para más tarde. Si quería encontrar a Sparrow, mi mejor apuesta era ir bajo cubierta. Después de todo, el buen amigo de Jan Vander tenía que tener su habitación propia, ¿no? Nadie dormía bajo las estrellas... o eso me gustaba pensar.
Pero ya había aprendido, y por las malas, que no era tan fácil orientarse allí abajo. Además, ¿cómo podía saber exactamente qué camarote buscar? No, aquello me tomaría mucho tiempo, y no podía ir tocando de puerta en puerta cual moguri.
Lo mejor que podía hacer era expandir mis horizontes. Tener ojos en todos lados. De tal manera que, de nuevo, comencé a acercarme a los marineros en busca de información, aunque esta vez una muy diferente. Simplemente una conversación casual, con una pregunta directa y despreocupada:
—
¿No has visto a Sparrow? ¿No, al capitán Jack Sparrow? No, el otro capitán. El capitán de la barba interesante y el... pañuelo. ¿Jack Sparrow, por aquí, alguien? ¿No, tú? ¿Tú? ¿Ha visto alguien a Jack Sparrow?Tenía que dar con él tarde o temprano. Después de todo, estábamos en un barco. El
Viento Fugaz era un lugar cerrado y sólo podía ser grande hasta cierto punto. Era posible, incluso, que Sparrow se enterase que lo estaba buscando por todo el barco y él terminase por encontrarme a mí. Sí, se me tendría que aparecer si seguía trabajando con perseverancia, ¿no? Y una vez que lo hiciera, dejaría claras mis intenciones:
—
¡Capitán! Soy... eh, me llamo Felix. Y-yo... yo sólo... sólo quería discutir con usted los términos de nuestro, eh, contrato (por el cual, por cierto, estoy bastante agradecido; de verdad) y disculparme por los... problemas que mis compañeros y yo pudimos causar a su... ¿tripulación?¿Me estaba oxidando con las palabras también? En serio que estaba perdiendo todas mis buenas aptitudes.
Pero si al final no lo encontraba... siempre me quedaba el mástil. Subir alto alto, muy alto.