El teatroSi el público no estuviera tan centrado en la pareja trágica de la obra, habrían sabido apreciar el enorme esfuerzo de los extras, mero relleno para ellos, quienes se habían amoldado perfectamente a su papel y, sin interponerse entre los principales, trataban de destacar a su manera. Y Ban, con lo que sabía de baile, podía considerarse de los mejores presentes. En comparación, Cid todavía tenía esa cara de palo sin apenas expresión como para ejercer de antagonista.
De pronto, salió un extra adicional del backstage, interrumpiendo el baile para adelantarse hasta Cid/Ralse.
¡Mi señor!¿Qué ocurre?Cid no tenía mala voz, pero no se comparaba con las de profesionales como María y Draco.
¡Supervivientes del Oeste están invadiendo el castillo!Y, cómo no, demasiado tarde. Tras decir la última línea, varios personajes más hicieron acto de presencia tanto por uno u otro lado. Cid/Ralse cogió a María y la apartó hasta el fondo, mientras los soldados de los que ya le habían hablado a Ban se enzarzaban con ellos.
¡Matadlos!Algunos de los extra sacaron sus espadas y comenzaron a fingir una lucha con los soldados. Las damas, incluyendo la pareja de Ban, huyeron del escenario. Y este, como no quería quedarse inmóvil en el suelo, fue el único en enfrentarse seriamente al contrincante que le salió al paso. Era un mequetrefe que ni siquiera sabía empuñar bien una espada, por lo que el aprendiz no tuvo problemas en dejarlo K.O. y arrebatarle su arma, para acto seguido lanzársela a Cid/Ralse (por cierto, sí era de verdad).
―
¡Admite tus pecados, villano!Cid/Ralse la esquivó con suma facilidad, provocando que se perdiera detrás de él. Sin embargo, nadie se dio cuenta. Actores y público a su vez se habían quedado mirando al niño de relleno. A ojos de los asistentes se había convertido en un personaje repentinamente importante debido a su intervención; y los demás, la sorpresa de algo que ninguno recordara que figuraba en el guion traicionó más de una cabeza volteada hacia él.
Encima, había hablado. No cantado. Por unos instantes, toda la representación pareció detenerse.
El narrador fue el único con la suficiente cabeza fría para continuar con la improvisación.
Pero… ¡oh! ¡Uno de ellos traicionó a su señor!En ese momento, entraba Draco, quien había visto lo ocurrido tras la cortina y veía que su tarea sería sobre todo conseguir salir del paso. Se situó al lado de Ban, protegiéndole de sus propios hombres mientras le ponía una mano en el hombro.
¡María!¡Draco! ¡Sabía que vendrías a por mi amor!¡Escuché alto y claro tu voz…! ¡Y no fui el único! ¡Incluso sus vasallos oyeron tu cantar y se levantan contra la tiranía del Este!Palmeó otra vez el hombro de Ban y se adelantó hacia Cid/Ralse. Sin saber si ese había sido o no el efecto deseado por Draco, algunos de los extras que ya habían caído se levantaron de nuevo, fingiendo continuar todavía heridos. La verdad es que no tenía pinta de que supieran muy bien qué hacer, pero al menos sabían mantenerse en el papel.
¡Canalla insolente! ¿Acaso no querrías ser mi Reina, María?La mano de María nunca será tuya… prefiero morir antes que ver llegar ese díaTengamos un duelo, puesCid/Ralse sonrió, con matices perversos (que Ban no podía saber si eran o no de la representación), mientras Draco se acercaba a él y desenvainaba la espada al mismo tiempo que el tirano. Los extras se limitaron a contemplar cómo los contrincantes cruzaban las primeras miradas, midiéndose mutuamente. Ban, con ellos. La estratagema de Draco había funcionado, aunque a medias: el público había perdido por completo el interés en el chico y volvía a centrarse en el plantel original.
La chica extra no le había explicado más, puesto que a aquellas alturas él debería estar muerto. Él, y varios más a su alrededor. Por lo tanto, no conocía qué pasaría a continuación en la obra, ni tras el duelo de Cid/Ralse y Draco. Lo que sí podía ver es que, mientras que el segundo se acercaba con desenfado al primero… su objetivo parecía más serio de lo habitual. Como si no fuera un juego.
La sala de máquinasEn el camino hacia el backstage, Fyk se cruzó con Toni y pudo escuchar un poco de la conversación que tuvieron antes de que se alejara demasiado.
―
¡Por fin te encuentro, plat! ¡Otra desaparición más y tendréis que cargar conmigo al hospital, plat! ¿¡Dónde has…, plat!? Plat, plat… plat. ¿Ocurre algo?―
No… no, nada. He bostezado y se me han humedecido los ojos. ―Definitivamente, no tenía pensado confesar delante de su amigo. Incluso en su arrepentimiento, no diría nada ni al final de la ópera, salvo por la confesión que se había llevado Fyk―.
¿Qué querías?En el backstage, comprobaría que, en efecto, no quedaba casi nadie. Los últimos extras, vestidos de armadura junto a Draco, se distribuyeron a cada lado para salir a escena enseguida, dejándole completamente solo. Podía husmear y hacer todo lo que quisiera, pero no encontraría nada. Había un pequeño buffet para picar y con agua, por si los actores querían algo, aunque después de la última experiencia Fyk podía darse por satisfecho.
En el vestidor, encontraría ropas similares a los que estaban usando los nobles y los soldados en el escenario. Si retiraba un poco la cortina en el extremo, vería (sin ser visto por el público) cómo iba la representación (de hacerlo en el medio, le daría igual porque había un decorado que tapaba la vista). A su alcance quedaba también tratar de intervenir en ella o no. Nadie estaba mirando.
El trasteroLa niña se mostró encantada. Apuró la sopa, escuchó atentamente el recado y asintió con vehemencia. Cogió la carta y se fue corriendo. Sabía muy bien a qué pájara y cerda se refería Bavol, por lo que iría revisando los palcos uno a uno hasta dar con ellas.
Por otro lado, cuando el chico se dirigió hacia el ladrón de disfraces, este le respondió sin girar la cabeza, muy rígido (y con la máscara puesta):
―
Soy Daichi, pero shhh. No preguntes por mí, ¡se supone que estoy de incógnito, rayos…! Te dejaré el traje donde lo encontré. No lo quiero para nada, me está tirando un montón…Finalmente, con la intención de entrar al trastero, se dirigió al Chef para que se lo abriera. Refunfuñando de nuevo, y al ver la posibilidad de librarse por fin del niño, le entregó directamente la llave que abría la estancia. Y Bavol y Augustine entraron en ella.
―
¡Qué asco! ¿No tienen criados que limpien?Y qué desastre. La sala entera estaba repleta de cajas. Había estantes por doquier, pegados a las paredes hasta el techo y en medio de la habitación, además de perchas para disfraces usados, una escalera para alcanzar las repisas más altas y un montón de decorados dejados en las esquinas, en mitad del suelo o amontonado en rincones. Y la mayor parte de las cosas, cubiertas por una capa de polvo.
Había elementos de escenario, hecho para otras obras, que se habían tirado allí hasta encontrarles un nuevo uso. Verían varias cartulinas enormes con paisajes dibujados, un sol de madera con todavía hilos de cuando lo colgaron, un pez hecho de arcilla, etcétera. Y las cajas no se quedaban atrás. Había algunas cerradas y otras abiertas (porque los pliegues habían cedido a la presión), pero en cada una ponía qué contenía en su interior (títulos literales a continuación): sombreros, máscaras, peluches, cerámica (frágil), velas, alfombras, orejas y colas, maquillaje y pintura facial, , lámparas, pelucas, pelo postizo (bigotes, barba), Biblias, marionetas, letreros, accesorios varios…
Si empezaba a buscar sin ton ni son, se iba a morir antes.
―
Esto sería una mina si no estuviese todo sucio y roto, puaj ―se quejó Augustine―.
¿Qué vamos a hacer? ¡Yo prefiero seguir jugando!La cocinaGata esperó pacientemente a la marcha de Bavol, que se rezagó un poco en terminar su conversación con la ratoncita, volver a hablar con Daichi y regresar de nuevo a pedirle algo al Chef. Cuando el chico se hubo ido, pero ido del todo, la chica entró en acción.
El golpe que le propinó se lo comió entero, puesto que aunque Daichi había comenzado a girarse al notar que se acercaba, ni siquiera previó su reacción. La sorpresa en sí lo desestabilizó, lo que ayudó a Gata a tirarlo al suelo. El chico lo único que hizo en todo momento fue gruñir de dolor, porque el cuchillo se le había vuelto a escapar.
La cocina al completo se paralizó. Incluso sin la advertencia de Gata, ninguno de los presentes habría seguido cocinando o habría tenido coraje para ayudar al chico, puesto que su primera reacción había sido de temor por la violencia de la aprendiza. Algunos retrocedieron un paso, deseosos de salir huyendo, cuando vieron que Gata ponía una daga bajo su cuello. El Chef, directamente, se desmayó.
Después de las exigencias de Gata, la sala quedó en silencio. Daichi la observaba atónito y parecía haberse quedado sin palabras. Entonces, la aprendiza escucharía un ruido y vería cerrarse de repente la puerta de la cocina.
―
No estoy jugando ―balbuceó, encontrando por fin su boca. No parecía temerle a la daga, pero tampoco hizo movimientos bruscos―.
Escúchame: sé que estás enfadada y tienes motivos para ello, pero tenemos que irnos ―dejó vagar la mirada, como si referirse a toda la escena en general fuera suficiente―.
Ya. Los mosqueteros te apresarán si te pillan así.Si le pillaban amenazando a un civil inocente, por muy poco inocente que fuera. Gata podía elegir: o transportaba a Daichi hasta otro lugar, o le seguía amenazando para que le explicara de una vez qué estaba ocurriendo. El aprendiz le seguiría insistiendo en que fueran a otra parte, a cualquiera de su elección, para hablar. En caso de continuar negándose, Daichi le agarraría de la muñeca para bloquearle la daga y él mismo la empujaría hasta el recibidor, donde salvo que Gata le guiase hasta otro lugar, se quedaría.
―
Mierda, se lo he roto más ―murmuró, mirándose de nuevo el disfraz, que tenía otro agujero en la pantorrilla―.
Antes de que me pegues más… y, au, eso ha dolido, ¿sabes? No tengo sentimientos, pero podrías haberme roto el corazón con ese puñetazo ―al ver la expresión de Gata, que probablemente siguiera malhumorada, se dejó las bromitas―.
¡Vale, vale! Te lo diré todo…Suspiró antes de empezar, resignado. Y repentinamente cansado.
―
Tienes razón: no había ninguna misión. No soy un Maestro. Y vaya, a veces pienso que ni siquiera soy un aprendiz. Por eso no tengo potestad para daros ninguna. ―Cerró los ojos―.
Sin embargo, sabía que algo importante iba a pasar. Hoy, aquí y esta noche. Y tú ya lo sabes, ¿verdad? Que todos han sido envenenados.»
¡Antes de que te vuelvas a enfadar por lo inmoral que es…! ―Interpuso la otra mano delante de la cara por si volvía a tener intención de pegarle―.
Tengo que decir en mi defensa que no tenía ni idea de cuál era su plan, ¿vale? Sabía que Wix iba a hacer algo, pero no el qué. Hace una semana, me pidió tres preparados; bueno, dos, porque uno era bastante fácil. Hoy, cuando se los he entregado, he sospechado de ella y he querido acompañarla, pero se ha negado.»
Por eso, eh, digamos que os necesitaba. No quiere ni verme por aquí, ni que intervenga. Quería averiguar qué ocurría… y también si requería de ayuda, aunque no fuera la mía. Ha sido una apuesta arriesgada, porque os he implicado demasiado y me ha costado una cara. ―Se frotó la zona amoratada, con un gesto de dolor, como si esperara una disculpa―.
¿Qué era lo que habías preguntado?Gata tendría que recordarle los nombres citados antes para que Daichi se hiciera una idea de lo que quería saber.
―
El Trovador es un amigo mío que nos ha conseguido los trabajos. Es una tortuga de este mundo, pero hoy ni siquiera está presente porque no le dieron un puesto en la orquesta. No tiene ni idea de nosotros, de Llaves Espada u otros mundos. ―Se encogió de hombros. Era de verdad un personaje irrelevante―.
En cuanto a Wix… No sé muy bien qué se le pasa por la cabeza. En realidad, es culpa mía. Se ha estado comportando de una manera muy rara desde que le dije… Bah, olvídalo. Por último, ese Raines sí que es sospechoso. No le he conocido antes, hasta esta noche, y he viajado bastante por este sitio porque me recuerda a mi ciudad natal. Le he visto con Wix, pero después de vuestro altercado en el piso de arriba (sí, me he pasado la noche espiando estos alrededores), les ha ofrecido a los de Tierra de Partida su ayuda. Incluso ha insinuado que su mejor plan tenía que empezar por matarla a ella. Capullo. La primera vez que le vi parecía guay, pero las apariencias engañan.Y ahí acabó su relato. No había tratado de defenderse de la daga, sino que se quedó allí anclado, a la espera de que Gata reaccionara a lo que le había contado. Para bien o para mal.
―
¿Hay algo más que quieras saber? Yo, mmm… Incluso tras ese golpe, supongo que debería disculparme por todo esto, Nata. ―El muy cabeza de alcornoque se lo había aprendido de verdad mal―.
¿Qué piensas hacer ahora?La terrazaEl plan de Light salió bien. En cuanto convocó su Llave, Wix usó su habilidad para arrebatársela, dejándola suspendida por encima de ella en el aire. Acto seguido, el aprendiz corrió hacia ella, proyectando un
Electro para revertir su polaridad y logrando que la dañara (porque no se defendió) y que la Llave cayera al suelo, inerte.
Sin embargo, a pesar de convocarla de nuevo, no llegó a efectuar su tajo, puesto que el
Electro apenas había hecho mella en su oponente y esta ya tenía listo su contrataque. Alzó un brazo hacia él y sintió la misma fuerza que le repelía de ella, como cuando Bavol y él habían atacado en el pasillo. Se vio lanzado de espaldas y chocó con la barandilla, aunque pudo agarrarse para no salir volando.
―
No, iluso. Yo no tengo amos. Todo lo que estoy haciendo es por voluntad propia ―le reveló, acercándose paso a paso hacia él. Light sentiría que la repulsión aumentaba cuando más se juntaban, y algo le oprimía de ella para que se alejara―.
Me dan igual las víctimas inocentes, la ópera o quiénes queden como los culpables. Mi único objetivo sois los aprendices. Iros reduciendo, uno a uno…»
Eso es lo que soy: una sombra. Me moveré entre las tinieblas de la guerra para favorecer a mi bando, deshaciéndome de vosotros poco a poco y no en grandes batallas. En Tierra de Partida, este suceso se vivirá como una trágica casualidad. Mañana, otro par de aprendices podrían perderse. Pasado, unos cuantos estarán envueltos en algún infortunado accidente. ¿Entiendes lo que quiero decir?»
¿Sabías que la anterior generación de Tierra de Partida fue casi masacrada por un insurrecto que había ido eliminando poco a poco a los aprendices? Sí, ahora sois más, pero las guerras han de preverse que puedan ser a largo plazo. Y con el historial de la Orden, esta puede llevarnos siglos.Wix se detuvo, a apenas un par de metros de él, y el efecto de la repulsión finalmente paró. Hasta entonces, a duras penas había podido Light mantenerse sujeto a la barandilla.
―
Tengo que vigilar que tus compañeros no hagan nada estúpido. Muere rápido.Entonces, Light sintió el efecto contrario: el de atracción. Se vio lanzado nuevamente a una velocidad vertiginosa, en esta ocasión hasta Wix, que con una despiadada maestría le ensartó (casi literalmente) con la alabarda en el abdomen, quedando clavado en el extremo.
Iba a matarle de verdad.
Light
VIT: 34/50
PH: 26/34
Las primeras tres preguntas, con su explicación adjuntada, la obligaron a cerrar el panfleto y a rendirse. Era incapaz de mirarlas sin pensar en otras cosas. Ojalá Daichi se lo hubiera dicho antes para ponerle solución.
―Ahora no tengo tiempo para esto ―dejó el panfleto sobre la cómoda, terminó de aplicarse los últimos detalles y cerró el estuche.
―¿Puedo ir contigo? ―le pidió de repente.
―No.
—¿Por qué no? —sonrió con picardía—. ¿Te trae recuerdos?
—Sí. Recuerdos desagradables. La última vez que me pediste que te dejase acompañarme, los dos acabamos aquí.
—Y no nos ha ido tan mal.
—Y no te ha ido tan mal —le corrigió—. Ahora, Bastión Hueco es tu hogar.
—También el tuyo.
Negó con la cabeza.
—Nunca he encajado.
—Tampoco te has esforzado en hacerlo.
—¡Basta! —exclamó, sacada de quicio—. Te he dicho que te vayas. Ya no tienes nada que hacer aquí.
Esta vez no replicó. En su lugar, hizo la afirmación que llevaba tiempo rondándole por la mente, desde que había recibido el misterioso encargo de su Maestra.
—Vas a terminar lo que empezaste.
Fecha límite: 16 de noviembre.