Fue entonces, una vez ya parecían algo más despiertas, cuando no pude evitar fijarme en que eran exactamente iguales, quizá fuesen gemelas o quizá tan solo tuviesen características similares. Pero caso era que la única diferencia entre ellas era que una poseía un hocico de color negro y la otra rojo; y que el del hocico negro tenía un gran diente a destacar mientras que el restante tenía dos dientes ampliamente separados.
—¿Bastión Hueco? —Suspiré al ver como parecía que aquella ardilla empezaba a adoptar una expresión de terror. ¿Era aquello lo que nos deparaba siempre a los de aquel bando? ¿Ser los malos de la película cuando no lo éramos?—. ¡N-no nos hagas daño!
—Chip, dijo que no quiere hacernos daño —intervino inmediatamente su compañero, evitando así que tuviese que dedicarle una replica a aquella asustada criaturilla.
—Pero Chop, dijeron que los de Bastión Hueco eran malos...
—Quién dijo eso, ¿Tierra de Partida? —hice rodar mis ojos hacia arriba con algo de frustración— Nosotros no somos los malos, os lo puedo asegurar.
Traté de no parecer sulfurado, pero la verdad era que aquello me molestaba, mucho. ¿Por qué debíamos parecer siempre los malvados? Suspiré, tratando de entender como podía la situación. Simplemente era natural tener miedo de lo desconocido, y no me conocían lo suficiente como para saber si debían o no tener miedo. En el fondo podía entenderlo levemente, pero no significaba que acabase de gustarme aquel desprecio por mi bando, mi hogar.
Fue entonces cuando me presenté a mí mismo y a mis intenciones, al terminar de explicar estas esperé una reacción por parte de alguna de las criaturas.
—¡Somos Chip y Chop! —dijo alegremente una de las dos ardillas, concretamente la que tenía la nariz roja—. Él es mi hermano Chip y yo Chop.
Así que después de todo sí que son familia... No me extraña en absoluto.
Y la verdad era que su parentesco me daba un poco igual, lo que verdaderamente me preocupaba era lo que hubiese sucedido en aquella sala de control, y si de verdad podía tener alguna relación con el incendio del lugar.
—¡Nos atacaron! —dijo de repente el que si mal no había entendido, era el susodicho Chip. Este parecía ser bastante dado al dramatismo y era algo nervioso a mi parecer—. ¡Fue el Rey Mickey!
—Sí, es cierto. ¡Estaba muy raro y murmuraba todo el rato algo de ir a un lugar Río Eterno! —El otro, que debía ser Chop, parecía ser algo más calmado y relajado que su hermano, cosa que me alegraba—. Pero había sido secuestrado, ¿habrá escapado? ¿Por qué nos atacó?
¿El Rey Mickey? Dada la cultura general que poseía sobre aquel mundo, sabía que él era el gobernante de este, junto a la reina la cual si mal no recordaba se llamaba Minnie. ¿Habría sido él quién había causado el enorme fuego que se iba expandiendo por todo y iba cobrándose todo lo que podía a su paso? No había forma de saberlo, no sino seguía investigando aquello.
Por lo visto tenía que ir hacia el Río Eterno, al menos si quería seguirle la pista al misterio que giraba entorno al ex desaparecido rey y a su acto de violencia contra aquellas pequeñas criaturas. La cuestión era que no sabía si aquello del Río Eterno era algún apodo para alguna sala, o si por el contrario se trataba de un mundo totalmente distinto.
—¿Qué es el Río Eterno? Creo que dijo algo de la Sala del trono y susurraba como un mantra algo de "evitar el pasado".
—Ni idea.
Los dos pequeños animales parecían haberse olvidado de que estaba yo allí, y parecía que iban bastante a lo suyo. Fue debido a esa calma, cuando me empecé a preguntar si se habrían llegado a enterar del incendio antes de caer inconscientes, pero por la apacibilidad con la que se encontraban hablando dudaba que así fuese.
—¿Estará bien la Reina? Creo que estaba en la Biblioteca.
Miré tanto a Chip como a Chop, intercaladamente. No sabía si sería lo más indicado que decir en aquel momento, pero debía asegurarme de que sabían lo que estaba pasando.
—Mirad, Chip, Chop... No os pongáis nerviosos, pero creo que durante vuestro involuntario sueñecito os habéis perdido algunas cosas. He sido enviado aquí junto con otro compañero, porque habíamos recibido una señal de socorro procedente de aquí, y he de contaros que el Castillo Disney está actualmente en llamas, por lo que os recomendaría que salieseis de aquí cuanto antes por favor. No os preocupéis, vuestra Reina seguramente fuese evacuada cuando todo empezó. Todo saldrá bien, no os alarméis...
Entonces una idea fugaz pasó por mi mente. ¿Qué perdía por probarla?
>>Pero antes de iros... ¿Sabéis si la gran Nave que hay ahí fuera es de vuestro Rey? —En el caso de que respondiesen tanto afirmativamente como negativamente, les preguntaría— ¿Podríais abrirla para que mire a ver si hay algo que pueda darme una pista acerca de lo que está pasando? —Y si así era, les acompañaría a abrir la Nave y la investigaría a fondo, tratando de no dejar ningún detalle inadvertido.
En el caso de que no pudiesen o no quisiesen abrir aquella nave, simplemente les acompañaría hasta la salida del Hangar y les diría que tuviesen cuidado, mientras les volvía a decir que se alejasen todo lo que pudiesen.
Tras aquello me dirigiría como pudiese a la Biblioteca, para ver si aún quedaba alguien —consciente o no— ya que cabía la posibilidad de que no hubiesen evacuado a todos o de que incluso la Reina siguiese ahí. Al llegar investigaría el lugar y si no había nadie ni ninguna pista sobre el incendio me dirigiría a la Sala del Trono, lugar donde se había dirigido Alec según recordaba vagamente, ya que era la única pista que tenía sobre el posible paradero del famoso Rey Mickey.
Aquella misión sin duda se volvía extraña por momentos y una especie de extraño temor empezó a intentar asediar mi interior, pero lo mejor que podía hacer era tratar de resolver todos aquellos misterios de la manera más eficiente posible. Por lo que trataría de evadirme de aquel peculiar sentimiento, y proseguir con la misión lo mejor que pudiese.