El tirón de la cadena cuando la ola apareció bajo sus pies y la levantó a ella y al huno estuvo a punto de derribarla. ¡Había creído que el impulso bastaría para separarles! Pero no había sido así: un maldito fallo que bien podría haberle costado caro.
Su ola impactó contra Andrei. Fátima saltó a la nieve y se incorporó lo suficientemente rápido para ver cómo su enemigo se estampaba contra la pared de la montaña y lo enterraba una espesa capa de nieve. A pesar de estar rodeada de enemigos y atada a uno de ellos, Fátima sonrió de oreja a oreja. Después salió escopetada hacia Ronin, arrastrando detrás de sí al arquero, que no parecía muy por la labor de resistirse. Algo normal teniendo en cuenta que estaban intentando escapar de los chinos.
—
¿¡Adónde crees que vas!?Fátima volvió bruscamente la cabeza y pegó un alarido al ver cómo Andrei emergía de la nieve o, más bien, la hacía explotar a su alrededor, envuelto por una esfera de luz.
«
¡Dios mío, lo he cabreado! ¡Muchísimo!».
Soltó un chillido ahogado cuando el joven se abalanzó hacia ella, sobrevolando la distancia que los separaba a toda velocidad. Con un destello invocó su Llave Espada y apuntó hacia Fátima, que se estaba reventando los gemelos de correr tan rápido hacia Ronin, luchando para no hundirse en la nieve.
«
¡No-no-no-no! ¡Nooooo!», gritaba para sus adentros, con toda la piel de gallina, creyendo sentir ya sobre su nuca los dedos de Andrei.
Escuchó un estallido a su espalda, pero no se giró para ver qué había sucedido. Es más, escuchar el rabioso grito de Andrei sólo provocó que corriera todavía más rápido:
—
¡¡No puedes escapar de mí, patito!!«
¡Oh-Dios-mío, socorro!».
Extendió las manos hacia delante. Ronin le clavó aquel ojo celeste y tendió su propia mano. Fátima sintió que el tiempo se detenía por un instante y todo su cuerpo se puso en tensión, preparado para acusar el golpe de Andrei.
Entonces, las yemas de sus dedos rozaron las de Ronin. Una explosión de frío la envolvió.
****—
Has sido salvada por Shiva, guerrera de la luz.El golpe la dejó sin aliento y el sonido de las cadenas al chocar contra el suelo la ensordeció por unos instantes. Boqueando, aterida de frío y con el pulso desbocado, se incorporó a duras penas, resbalando sobre el piso, que estaba helado, y miró a su alrededor con la garganta contraída, convencida de que Andrei caería sobre ella de un momento a otro.
Pero no estaba por ninguna parte.
En su lugar se encontraba, no muy lejos de ella, el huno.
Y…
Fátima dejó escapar una exclamación ahogada y se puso en pie de un salto, tan de repente que estuvo a punto de resbalar y caer de culo.
Frente a ella había una mujer. No, se corrigió de inmediato. No era una «mujer» como tal. Se trataba de un ser hermosísimo, irreal, que más bien parecía que se tratara de una escultura. Ni siquiera la quemadura que se le extendía por la mejilla izquierda era capaz de eclipsar la belleza de esa criatura. Una belleza terriblemente distante, en absoluto humana. Fátima se encogió, sin darse cuenta, sobre sí misma. Era como si desprendiera frío por cada uno de los poros de su desnudo y perfecto cuerpo, como si ella en sí fuera…
«
Dios… ¿Ella es… Es…?».
Bajó la mirada hacia sus pies y sufrió un estremecimiento: el suelo de toda la habitación estaba congelado, pero era puro hielo donde ella se posaba.
Cuando Ronin les habló de una hechicera, Fátima había imaginado a una mujer normal y corriente —puede que un poco siniestra—, no algo así. Shiva parecía más un ídolo, una reina, una diosa.
Sacudió la cabeza. De pronto, las cosas encajaron. El ojo azul de Ronin. Los lobos. Los ataques de hielo. Se le encogió el corazón. Había sido ella. No sabía cómo se había hecho pasar por Ronin —aunque eso dejaba claro que era lo bastante poderosa como para esconderse bajo la apariencia de otra persona—, pero lo que estaba claro era que la había ayudado a escapar. Y que sabía que era un Caballero. De lo contrario, ¿por qué la había denominado «guerrera de la luz»? Es más, ¿por qué… si iba vestida de hombre, se dirigía a ella como una mujer? No, eso no importaba ahora mismo.
Miró en derredor. Se encontraban en una estancia que parecía ser una especie de biblioteca, plagada de estanterías llenas de pergaminos y libros. Había unas pocas mesas con lámparas de aceite apagadas…
¿Dónde estaban? Intentó recordar si había escuchado hablar de algún edificio que pudiera contener una biblioteca en los alrededores. Y, entonces, cayó en la cuenta: ¿quizás se trataba del templo al que había querido ir Rebecca?
—
Estás viva.—El susurro ronco del arquero interrumpió su hilo de pensamientos—
. El Maestro tenía razón. El éxito de los hunos está cerca. ¡La Ciudad Imperial caerá ante nuestro...!Fátima pegó un respingo y su estómago se contrajo dolorosamente, poniéndose en guardia, cuando Shiva dirigió una mano hacia el huno. En menos de un parpadeo, tanto que se preguntó si no se lo habría imaginado, emergió una estaca de hielo de la palma de Shiva. Acto seguido escuchó el sonido que provocó al hundirse en el hombro del huno, que se desplomo soltando un alarido. Shiva lo interrumpió cubriéndole la boca con una capa de hielo. Lo primero que se le pasó por la cabeza era que parecía que simplemente se estuviera deshaciendo de una mosca…
—
Tus palabras son molestas para Shiva.Fátima, aterrorizada, se quedó mirando con ojos como platos al huno. Cuando escuchó los pasos de Shiva al aproximarse hacia ella, trató de retroceder, reprimiendo a duras penas un chillido. La hechicera, por suerte, se limitó a romper las cadenas que la unían al huno y, entonces, la miró directamente. Fátima quiso apartar la vista, pero no fue capaz. Era como si la mirada de Shiva fuera magnética y amenazara con hundirla en un abismo helado…
—
Estás a salvo gracias a mí, guerrera de la luz.
. Eso te hace una sirviente de Shiva, la diosa del hielo. Propagarás mi palabra, obedecerás mi voluntad y te unirás a mi religión. Hazlo así, y tus poderes no conocerán límites: en las estrellas quedarán grabados tus recuerdos.Abrió la boca, desconcertada, sin conseguir pronunciar ni una palabra.
«
¿Qué?».
Shiva ignoró a su enmudecida acólita y la liberó de los grilletes al congelarlos y partirlos. A punto de hiperventilar de miedo, Fátima se alejó de ella, estremeciéndose, y se frotó las muñecas mientras se repetía una y otra vez que no iba a hacerle daño, que no iba a matarla. Aun así, cuando Shiva elevó al huno en un trono de hielo, la chica pegó un pequeño gemido del susto. Y, entonces, la que se autodenominaba «diosa» le puso en las manos un chuchillo de hielo y señaló al hombre:
—
Shiva no tiene intención de unir fuerzas con estos patéticos seres. Ya la fallaron una vez. Tú no me fallarás, guerrera de la luz. Serán tus decisiones las que recuperen mi libertad: mata o perdona.—
¿Eh…?La cabeza le daba vueltas y tuvo la impresión de que el suelo se tambaleaba como la cubierta de un barco. ¿Que matara o perdonara? ¿Que extediera la palabra de Shiva? ¡¿Que se uniera a su religión?! ¡Qué demonios…!
«
Vale, vale, vale. Cálmate. ¡Y piensa! ¡Sobre todo, piensa!».
Se esforzó por comprender todo lo que había pasado. Shiva, por algún motivo, la había salvado aún sabiendo que se trataba de un Caballero, que se suponía que eran sus enemigos. Y quería que se convirtiera en su sirvienta. Hasta ahí, todo bien. Al menos no quería matarla. Estaba de su lado.
Pero, ¿ahora…? ¿Quería que matara?
No, esas no habían sido sus palabras exactas. Conteniendo la respiración, se volvió hacia el huno herido. Éste había dicho que el «Maestro» tenía razón. Es decir, sí que estaban detrás de Shiva. Querían usarla para vencer a los chinos.
Sin embargo, Shiva se había vuelto contra ellos y le daba la oportunidad a Fátima…¡De elegir qué hacer! Se humedeció los labios con la lengua. El corazón, que había vuelto a latir con normalidad, se le aceleró una vez más. Lo que habría hecho alguien inteligente habría sido matar al hombre y librarse de un enemigo. Pero Fátima ni siquiera consideró la idea de acabar con su vida: no tenía suficiente sangre fría.
Trató de adivinar qué se suponía que tenía hacer y de no romper a llorar de pura ansiedad. Cambió el puñal de una mano a otra para que dejara de quemarle la piel.
«
¡Sí! ¡Tengo que averiguar dónde están los hunos! ¡Hay que detener a Andrei!».
Dio un paso al huno, pero se detuvo. ¿Cómo sonsacárselo? Era un soldado, no como ella. Jamás hablaría, ¿verdad? Además, no le hacía demasiada ilusión quitarle la mordaza de hielo. No, ¿y si se ponía a agritar y advertía a alguien? Al fin y al cabo, estaban en un templo. ¿Qué haría Shiva entonces? ¿O si se acercaba alguien? Casi se alegraba ed que le hubiera cubierto la boca con hielo, por mucho que así fuera difícil sonsacarle nada. Tenía que intentar… pensar otra cosa.
Mirando de reojo a Shiva y procurando mantener la distancia con ella, Fátima buscó entre los libros y pergaminos, con las manos temblorosas, algún mapa. Si lo encontraba, mientras en su cabeza forjaba una terrible idea, se lo llevaría al huno. Si no, cualquier pergamino serviría. Lo pondría sobre las rodillas del huno y le miraría a los ojos.
—
No tengo lo que… se necesita para matarte. Y tú seguramente lo sabes—dijo con un hilo de voz—.
No soy una asesina. Pero tú sí lo eres.—Respiró hondo—.
También eres un soldado orgulloso. No traicionarías a los tuyos. Aun así te voy a exigir que dibujes aquí la posición del ejército huno, que me aclares su número y su estrategia.—Fátima trató de mirarle con dureza, pero sabía que, más que otra cosa, debía parecer una niña asustada—.
Shiva… Mi señora, ya no está de vuestra parte.—¿Sonaría todo tan ridículo como se le antojaba a ella?—.
Pero aun así tenéis oportunidades de triunfar, así que hablar no… No será tan duro para tu ejército como puedas pensar incluso si desvelas su posición.
Aguardó, muy consciente de que sus habilidades de negociación no eran muy impresionantes. El puñal le quemaba en la mano. Se mordió el labio inferior.
«
¡Joder! ¡Él ha matado a mucha gente y seguirá haciéndolo! ¡Es un maldito asesino! ¡Piensa en Feng! ¡Piensa en que quería acabar contigo! ¡Piénsalo, piénsalo!».
Con la respiración fuera de control, Fátima cogió con firmeza la mano izquierda del huno, le obligó a mostrarle la cara interior del brazo y puso el puñal sobre la muñeca.
—
No puedo matarte, pero si te corto los tendones, no podrás volver a usar el arco, ¿verdad—Presionó el filo hasta cortar un poco—.
No tengo buen pulso y te juro que te voy a hacer daño incluso sin quererlo. Pero piensa que sé hacer magia y que podría curarte… Si colaboras.Él no la tomaría en serio a menos que le cortara el tendón. El huno lo sabía y ella lo sabía.
Sintió que se le anegaban los ojos. No podía, no podía, no podía…
«
¡Sí que puedes! ¡Piensa en Mulán, piensa en su familia! ¡En toda la gente que morirá en la guerra por culpa de Andrei! ¡Por culpa de un Caballero! ¡Piensa en cómo te sentirás si huyes y te das cuenta de que podrías haber hecho mucho si sólo…!».
Sorbió por la nariz y, rechinando los dientes, cortó. Si el huno se negaba a escribirle los datos que había pedido, pasaría a los tendones de las rótulas, porque le interesaba dejarle un brazo útil para que pudiera escribir. Se le revolvieron las tripas y estuvo a punto de vomitar varias veces, pero se obligó a seguir. Porque quería creer que sacaría algo, que conseguiría salvar vidas. Así que insistiría todas las veces que fueran necesarias para obligarle a escribir.
¡Monstruo!
¡Era un maldito monstruo!
Pero él también. Y los monstruos no se merecían morir heroicamente.
En caso de que el huno no escribiera nada, Fátima tiraría el chuchillo, sufriendo arcadas y mascullaría que tenían que irse de ahí.
En cambio, si hablaba… Fátima no podía curarle por completo, pero se gastaría una o dos
Cura para sanarle en la medida de lo posible y se llevaría el mapa que hubiera dibujado o en el que hubiera escrito.
Pasara lo que pasara, con bilis en la boca, se volvería hacia Shiva y murmuraría:
—
M-mi señora, espero seros de utilidad y agradezco que me concedáis este honor...—Se quedó callada un momento, pensando qué decir a continuación—:
Si me lo permitís, los hunos no se encuentran muy lejos, así que recomiendo que seamos cautas.—Se agacharía, realizando una de las inclinaciones chinas, para darle a entender que pretendía obedecer su palabra. Al menos de momento: bajo ningún concepto quería indignar a una hechicera capaz de invocar esas cantidades de hielo con un chasquido de dedos. No tenía ni la más remota idea de lo que pretendería Shiva, pero algo estbaa claro: estaba en contra de los hunos—.
Ellos pretenden controlaros, mi señora. Un guerrero, aquel a quien detuvisteis en la montaña, les ha convencido de que pueden manipularos a su antojo.—Dejó caer un silencio—.
Mi señora, ¿qué deseáis hacer?Primero necesitaba conocer las intenciones de su nueva… Ama.
Si Shiva no quería darle indicaciones, Fátima se incorporaría, sin mirarla a los ojos, y diría:
—
No es conveniente que la gente común os vea todavía, mi señora. Sois tan poderosa, incluso cuando acabáis de despertar, que vuestra presencia les… provocaría más miedo que respeto y no serían capaces de sumarse a vuestra religión. Si… si deseáis que extienda vuestra palabra, entonces hay que preparar primero a la gente…Fátima se limpiaría las manos contra el uniforme, tratando de pensar. De pronto la había invadido una extraña frialdad y sabía que, mientras no mirara al huno, ni pensara en lo que acababa de hacer, sería capaz de comportarse con normalidad. Y que luego la invadiría el shock una vez más. Así que tenía que darse prisa e intentar negociar con esa mujer antes de que decidiera que las palabras de su nueva sirvienta no le interesaban y la convirtiera en un cubito de hielo.
Ya nada tenía sentido, todo era una locura. Así que supuso que sólo le quedaba seguirle el juego al mundo y fingir que todo era normal.
Y, de repente, se le ocurrió una idea loca. Pero por probar…
—
Ahora mismo el país se encuentra en guerra, mi señora. Los hunos pretenden invadir China. Pero… Pero si de verdad deseáis que la gente se una a vos, hay una manera de conseguirlo.—Dejó caer una pausa de efecto—.
Al fin y al cabo, los dioses hacen milagros… y protegen a su pueblo. Estoy segura de que los chinos caerían a vuestros pies si les ayudáis.
O no. Pero, quién sabía. Estaba desesperada. Había mentido al huno, le había hecho daño, estaba convencida de que Andrei llegaría tarde o temprano a buscarla, no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraban sus compañeros, ¡y estaba negociando con una diosa para intentar evitar que las acciones de un Caballero repercutieran sobre todo un mundo!
Dios santo, ¿qué harían los Maestros con ella si se enteraban?
Si a Shiva no le agradaba su proposición, pediría disculpas, rezando porque no intentase matarla —en ese caso, pondría pies en polvorosa—. De lo contrario, asentiría y se dirigiría hacia la salida más cercana que encontrara y se asomaría con mucho cuidado, intentando no hacer ruido para no cruzarse con nadie. Tenía que averiguar exactamente dónde se encontraban.
Y cómo comunicarse con sus compañeros antes de que los hunos cayeran sobre ellos. Aunque, pensándolo bien, esperaba no cruzarse con Ronin, pues, ¿no fue él quien encerró a Shiva?
Y ahora me siento super cruel y sádica. Ojalá sirva de algo. Pienso vengarme si no es así (?).
Quiero aclarar que en cuanto el huno comience a hablar (si es que lo hace), Fátima se detiene de inmediato. Por si acaso, lo resalto xD.
▪ Cura (HM) [Nivel 5] [Requiere Poder Mágico: 7]. Cura las heridas más leves y alivia un poco la fatiga. [Sólo en caso de que el huno sea majo y responda]
Por cierto, si ahora Fátima es sacerdotisa o lo que sea de Shiva, ¡¡exijo un uniforme bonito!!