Frío. Sentía el frío. El aire gélido golpeándolo, la nieve cayendo sobre él, la alfombra blanca sobre la que caminaba.
La música, también. Escuchaba la música, de las pequeñas cajas de juguete, de los lejanos villancicos; el sonido del suelo crujiendo bajo él.
Y la bella villa, tapizada por la nieve, tan llena de luz y vida, adornada; tan pequeña y sin embargo tan… viva. Sus ojos se maravillaban ante aquel escenario tan simple, pero muy hermoso.
Todos sus sentidos se encontraban en orden. Y si además de eso también “sentía” la decepción y la soledad por no encontrarse en la lista de Santa, entonces…
¿Cómo era que seguía siendo diferente?
Aru
Tenía sentido que ser arrastrado por el suelo atado a un caballo desbocado fuera una tortura y un castigo en mundos medievales. La fricción y el calor que ésta generaba quemaba la piel de la chica, la cual no era arrancada por el irregular terreno gracias al peculiar disfraz que la cubría. Los tirones que le daban las vendas la harían creer que en cualquier momento sus extremidades se dislocarían, y los impredecibles movimientos del Sincorazón la hacían rebotar de un lado a otro, dar saltos y caer con fuerza, e incluso golpear su cuerpo contra los árboles. Algo alrededor de su cuello la aprisionaba con fuerza, ahorcándola a momentos, quemándola por otros.
La situación que estaba viviendo era sencillamente horrible.
Y sin embargo, entre todo aquel desorden, fue capaz de sacar la daga que llevaba guardada. No sabría explicarse cómo lo logró ni cuánto tiempo le tomó, pero lo importante era que la había tomado. Y que suponía su única esperanza de ser libre.
Cortó lo que tenía alrededor, sin prestar atención siquiera con cuál venda estaba lidiando. Lo primero que sintió que se liberaba fue su brazo; la tensión liberada generó un gran rebote que la hizo girar por el suelo como un surreal trineo doblando una esquina pronunciada. El Sincorazón se fue por un camino y ella por otro, quedando un árbol entre ellos, donde las largas correas fueron y se engancharon. Su trayectoria se detuvo de pronto; y luego, siendo arrastrada por la fuerza del demonio, empezó a avanzar en dirección contraria, donde retomó su infernal curso original. Dio una vuelta amplia alrededor del tronco, lo cual al final la hizo quedar de espaldas, torcida por completo y bocabajo.
La siguiente que logró seccionar fue la que apretaba su cuello. ¡Qué preciado se sintió el aire fluyendo por su vía reestablecia, mientras su cuerpo instintivamente la obligaba a tomar bocanadas! Su vida ya no estaba más en riesgo, lo cual era un alivio… pero todavía no era libre.
Lo último que la mantenía atada al Sincorazón era la venda de su pierna. De nuevo, la tensión liberada la hizo girarse de nuevo. Su cuerpo volvió a desviarse para encontrar el equilibrio, amenazando con volver a dar toda un vuelta… pero esta vez, su peso fue demasiado para la única y singular venda que la sostenía. Vieja. Raída. Tan quebradiza que podría desmoronarse en cualquier momento…
…y eso fue lo que hizo. Finalmente, Aru saboreó su libertad en cuanto la prenda se partió con un fuerte chasquido, pero la inercia que su paseo imprimió en ella le impidió detenerse; se deslizó y deslizó por la tierra suelta del bosque a una velocidad tremenda, sin tener nada a que aferrarse ni contra que estrellarse ni manera alguna para parar; siguió avanzando, su cuerpo golpeó alguna raíz o roca, terminó rodando como un tronco por el suelo, sin saber qué sucedía a su alrededor, descendió por una depresión, empezó a rodar hacia atrás, aumentó su velocidad todavía más, ¡y luego…!
Una última voltereta y el suelo contra el que su espalda esperaba estrellarse simplemente… no llegó. Como si la hubieran desaparecido de la superficie, Aru cayó y cayó y cayó… ¿Un hoyo? ¿Una zanja? ¿Un barranco? No lo supo, porque de pronto se quedó a oscuras.
El bosque por el que había llegado se convirtió en un círculo de luz que se fue alejando a las alturas. Si intentaba gritar, percibiría que el sonido se perdía a apenas unas pulgadas de su boca, como si se encontrara en un completo vacío que no podía transmitirlo. Mientras se precipitaba más y más hacia las profundidades, el viento dejó de golpear contra su cuerpo y su cabello dejó de agitarse; pero como nunca aterrizó, no supo si estaba flotando o si continuaba cayendo y sus sentidos la engañaban.
Se quedó así, suspendida en la completa oscuridad por unos minutos. ¿Había muerto? ¿Había caído por un agujero entre las dimensiones? ¿Era tetrapléjica, o algo así? ¿Qué demonios había ocurrido?
Entonces lo sintió. Como si la hubieran bajado con suma delicadeza, la sensación de algo contra su espalda. Como una doncella siendo posada sobre su lecho. Tenía algo debajo de ella, así que… debía estar en algún sitio. ¡Estaba condenadamente frío, también…! Pero muy muy suave…
Las heridas comenzaron a hacerle efecto. Ahora que su cuerpo sentía que el peligro se había ido, y que estaba en completa oscuridad, sintió unas ganas tremendas de echarse a dormir. Una idea tan atractiva, que terminaría con su dolor y preocupaciones en tan solo un instante… Pero…
¿Debería hacerlo?
Lyon, Yui, Colibritany & Zero y Jack
Colibritany tensó la cuerda de su extravagante arco y apuntó al Sincorazón que amenazaba con herir a su fiel compañera. Se encontraba lejos de la batalla, suficiente para que su enemigo no la viera venir, lo cual le proporcionaba una asombrosa ventaja… No obstante, y para su desgracia, la distancia era demasiada como para acertar al blanco con su puntería actual. La flecha surcó el aire y el silbido que soltó fue majestuoso: pero majestuosa fue también la forma en la que se clavó en el suelo, derechita y elegante.
El Sincorazón volteó a ver el proyectil, tal vez curioso, tal vez sorprendido. Su reacción fue retardada, lo cual indicaba que no tenía los reflejos de un gato, precisamente. De haberse aventurado un poco más, Colibritany habría acertado.
¡Pero eso no significaba que no había ayudado a su amiga, no! Asombrado por el nuevo ataque, el Sincorazón se distrajo y dejó salir su magia sin mantener a su oponente a la vista. Grácil como la primera vez, Yui logró esquivar el aura púrpura que se lanzó contra ella; y, dispuesta a dar el golpe final, atravesó el pecho de la bestia con su Llave-Espada.
El demonio se disipó en una especie de vapor negro. Tinieblas puras. Y como si fuera un globo aerostático cruzando el mar de nubes, un pequeño corazón, translúcido, casi etéreo, se alzó de entre las sombras y continuó su camino hasta el cielo.
Yui había liberado, al menos oficialmente, su primer corazón.
Y así hizo Lyon también. El Sincorazón que tenía a su espalda simplemente no vio venir el golpe del muchacho. O tal vez lo hizo, pero no pudo apartarse a tiempo. Cuando se dio la media vuelta con su Llave-Espada extendida, el joven sintió que el arma se hundía con tal facilidad que bien habría podido estar cortando mantequilla con una katana.
Escuchó algo que sonó como un “puf” y se topó con una voluta de sombras detrás de él, mientras un corazón rosado ascendía hacia la libertad.
Hubo unos cuantos segundos de silencio y tranquilidad, mientras la adrenalina abandonaba sus cuerpos. No obstante, la calma no pudo volver a apoderarse de ellos. O bueno, al menos de Lyon, puesto que otra desconocida había llegado y su compañera había sido arrastrada al bosque. A lo mejor a Yui y Coli no les importaba; pero si querían mantener su fachada, lo mejor que podían hacer era seguir la corriente.
—¡Zero, qué buen chico! —exclamó Jack, viendo al pequeño can fantasma llegar con Colibritany—. Siempre encuentra a gente de confianza. ¡Hm! Debe ser el olfato —en respuesta a aquello, Zero ladró alegremente y empezó a volar alrededor de la chica. ¿Estaba agradecido por lo que había hecho o sólo le había caído bien? ¿O tal vez las dos? No parecía querer separarse de ella; o al menos no todavía.
Tal vez debía empezar a llevarse todavía mejor con él. Quién sabe si le serviría más adelante.
Aru había dejado su rastro en el suelo, al remover la tierra mientras era arrastrada. Seguir su camino no sería difícil; sólo podían mantener la esperanza de llegar antes de que las cosas se pusieran peores.
—¡Bien, vámonos!
Jack encabezaría. ¿Iban a seguirlo, siempre; o tendrían razón alguna para permanecer detrás? Después de todo, los Sincorazón estaban allí, saliendo del bosque hacia la ciudad; y aunque el Rey Calabaza era su contacto… eso no lo volvía el objetivo.