―Al contrario que aquellos cuatro que proceden de más allá del cielo, sus familias están dispersas y diseminadas por el firmamento. Encontrarás a los tuyos en la ciudad de los refugiados, la ahora tiránicamente gobernada desde las sombras. Tu compañera deberá buscar entre las estrellas y nunca confiar en que su objetivo se detenga mucho tiempo en un lugar concreto. Mas dale esta advertencia de mi parte: aquello que halle no será lo que realmente haya estado buscando. Tu compañero lo tendrá más difícil: el padre está donde yacen los recuerdos de quienes no dejan nada atrás a lo que llorar; la madre, en el desierto donde aguardan infinitas maravillas, pero de nuevo descubrirá que la búsqueda ha sido infructuosa. Por último, el pequeño líder tiene sus raíces en las eternas islas en paz. Haréis bien en no decírselo, pues no querría saberlo y hace mucho tiempo que sustituyó a su familia.
El Espejo calló, a la espera de la siguiente pregunta. Había cierta trampa en sus respuestas, ya que no era directo ni claro. Sin embargo, a través de algunos detalles que los aprendices ya conocían (como el mundo que había sido conquistado por unos villanos o qué ocurría tras la muerte de un Caballero), podían confiar en que decía la verdad. Incluso había dado a entender que sabía de la existencia del lugar del que todos procedían, Tierra de Partida.
Por otro lado, la pregunta de Light no obtuvo respuesta por parte del Espejo, puesto que la Reina se interpuso de inmediato. Apretó los labios, contrariada por la insolencia del cazador.
―Por el bien de mi reino, esa información solo me concierne a mí y a aquellos a quienes considere hacer partícipe de ella. No consentiré que un mercenario intente aprovecharse de esa manera de mi generosidad. Has perdido tu oportunidad de preguntar.
Acto seguido, llegó la acusación de Light. En cuanto dijo aquellas palabras, ambos notarían que la cara dentro del espejo desaparecía entre las llamas, como si intuyera lo que iba a venir a continuación. En cualquier caso, a ojos de los aprendices, no sucedió nada. La Reina ni siquiera parecía ofendida, aunque sus siguientes palabras destilaban puro odio:
―Esa ha sido una grave acusación. Pareces creer que echaría a un terrible monstruo sobre mis propias gentes, como si pudiera existir algún motivo en este mundo para hacerlo ―Entrecerró los ojos, sin apartar la vista de Light (¡que encima no se había inclinado!)―. Me has insultado sin razones, ni pruebas. Si vuelves a mostrarte ante mi presencia, te haré encerrar para siempre en las mazmorras, cazador. ¡Guardias!
Abrieron la puerta y, de nuevo, obligaron a Light y a Neru que se ataran el pañuelo para llevarlos de nuevo a la salida. Ninguno dijo nada, aunque en breves les llegaría la orden de grabar bien a fuego el rostro de aquel aprendiz.
Una vez fuera, pusieron en común lo que habían averiguado y las sospechas sobre la Reina con Akio y Keiko. Le contaron a esta los imprecisos datos sobre su hermano; en cambio, el caso del Maestro era más peliagudo de mencionar, debido a la advertencia del Espejo. Si alguno de los dos quería hacerlo, tendría que ser en otro momento. Regresaron a Tierra de Partida, donde además Neru quiso informar a Ronin y Kazuki sobre la criatura que había escapado. Los dos recibieron el reporte, aunque ninguno había escuchado hablar antes de ella y no supieron qué decirle acerca de su naturaleza.
Por otro lado, Ariasu estuvo conforme con la respuesta de Adam. Cuando volvieron a Bastión Hueco, le perdonó tener que hacer un informe e incluso le preguntó por su tipo de sangre favorita (animal), para tenerlo en cuenta de cara a su cumpleaños (¿los vampiros seguían celebrándolo?).
Daba la impresión de ser un final feliz. Tan feliz como puede serlo la caza de un monstruo que había sembrado tanto caos…, pese a que en su lugar se había liberado otro. Bueno, a veces no puede salir todo bien, simplemente.
Frente al Espejo, la Reina Grimhilde cavilaba acerca de los últimos acontecimientos y de las malas noticias que recibía de su esclavo.
―¿Y dices que no hay ninguna manera de deshacerme de ellos?
―No, su Majestad. Han vuelto a su tierra, que se halla más allá de vuestro reino.
Tendría que haberlo hecho en aquel momento, pensó. Pero los dos restantes podrían haber sospechado y escapado, y eso no le interesaba. Incluso ese otro, el que había hablado con Blancanieves, le parecía peligroso. Si hubiera alguna forma de volver a encontrar a esos cinco…
Todo habría sido más fácil si esa criatura se hubiese atenido a su papel. La orden había sido deshacerse de todas las mujeres potencialmente bellas que pudieran quitarle su puesto. Y al principio había funcionado, para su sorpresa. Aquel ser le había obedecido, con sigilo y precaución, hasta que de repente se había descontrolado y había tenido que tomar medidas contra él. Era una pena que no hubiese podido concluir con su tarea.
―Ese poder…
Aún sentía aquella increíble fuerza que la había recorrido cuando la criatura apareció ante ella, como si hubiese escuchado alguna llamada. La Reina, como bruja, conocía muchas magias, pero ninguna se comparaba a aquella. Si hubiera alguna forma de controlarlo…
—Ese poder puede llegar a ser tuyo.
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Parecía haberle leído la mente. La Reina, a pesar de su naturaleza desconfiada, no reaccionó contra la intrusa. En su lugar, aguardó.
—¿Te interesa?
Ya lo creo que si le interesaba.
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