River y MayaHarold parecía cada vez más sumamente arrepentido de estar allí, incluso si él mismo deseaba llevar a cabo la misión de rescate (motivo por el que había hecho ese odioso trato con la bruja). Maya y River no ayudaban precisamente a que se sintiera más seguro sino que, por el contrario, comenzó a abrazarse y a temblar mientras ellas cuchicheaban.
Cuando River alzó la mano para chocarla, Harold le imitó, pero no demasiado convencido. Y, acto seguido, se colgaron como pudieron para comenzar a vadear el barco hacia el timón. El tritón observaría una última vez a Maya, antes de perderla de vista.
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¿Y qué va a hacer ella? ―preguntó a River, refiriéndose a Maya.
Una vez se hallaran en la zona del timón, escondidos bajo la barandilla, empezarían a escuchar el rumor de una conversación entre dos hombres.
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… después de tres días, esperaba haber dado con él.―
Según Vivian, estamos cerca ―Harold soltó un gritito y casi cayó al escuchar el nombre―.
Dijo que se situaba por estas aguas. Y tenemos provisiones suficientes para aguantar otra semana más, por si no aparece y tenemos que buscarlo.―
¿Qué crees que será ese tesoro?Empezaron a discutir sobre cuántas monedas de oro y joyas contendría, y acordando que tratarían de echarle el guante a algo más sin que nadie se diera cuenta, porque el capitán tenía fama de avaricioso y no se repartiría en partes iguales. Harold, tras encontrar un hueco donde apoyar la aleta, se mordía con nerviosismo las uñas.
Tuvieron que esperar un rato hasta que el compañero del timonel decidió despedirse para echarse una siesta. Si observaba por encima de la barandilla, River comprobaría que pese a que la parte del timón estaba solo ocupada por el hombre encargado de dirigirlo (y elevada respecto al barco), el resto de la cubierta se hallaba repleta de marineros, atando nudos, vigilando el horizonte, revisando las coordenadas… Entre ellos, además, se escuchaba el rumor de una canción mientras trabajaban.
En definitiva, que hacerse con el timón no iba a ser fácil. Bastaba que intentaran hacerse con su control para que alguien se percatara de su presencia y entonces ¿qué?
Harold instó en silencio a River a que descendieran un poco, para evitar que nadie los escuchara.
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¡Es-esto es una lo-locura! ―Al chico ya casi no le quedaban uñas―.
Vivian… Vivian está bien. ¡Ay! ―Se le resbaló una lagrimilla, que la aprendiza no sabría si era de miedo o de alegría―.
Po-podemos… acabar con ellos ―propuso de repente, con voz chica―.
La bru-bruja me dio poderes. Quiz-zá no haga falta más…Esperaba la aprobación de River. La muchacha podía escalar y continuar con su plan de hacerse con el timón, aunque necesitaría de alguna argucia para que nadie se percatara del ataque y la suplantación. De no disponer de ninguna, estaba el plan nuevo de Harold o el antiguo de colarse por una ventana a inspeccionar el interior. Cerca había una, aunque estaba cerrada.
Maya, que tendría que esperar a que Harold dejase de mirarla, pudo trepar hasta la barandilla y, por supuesto, adoptar de nuevo su forma humana infantil. Nadie en la cubierta pareció percatarse de que una niña acababa de escalar por su barco, sino que los marineros seguían vagando de aquí allá, cantando su canción.
Enseguida identificó al capitán. Era un hombre musculoso, de cabello cobre y largo recogido en una coleta, lleno de cicatrices y con un parche en el ojo derecho. El parche podía asemejarlo al Ronin, pero, al contrario que la expresión amistosa del Maestro, el capitán mostraba una tosca y malhumorada.
Y, cómo no, seguía pegando gritos incluso mientras miraba por el catalejo, ensombreciendo la canción con ellos.
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¡Ni una puta isla en el horizonte! ¡Esta estúpida expedición de esa reliquia legendaria va a arruinarnos! Nos habríamos ahorrado el oro desperdiciado en ese material que no sirve ni como comida de peces y seguiríamos ganando botines con nuestras pescas habituales. Que es mucho más fácil, ¡joder! ¡Pero no, claro! ¡Tenía que hacer caso a esa carroñera!Se quitó el catalejo del ojo y, a su alrededor, los marineros más próximos asintieron con vehemencia, sin prestarle mucha atención. Le lanzó el aparato al primero que vio con las manos vacías y, al que pilló tocando una flauta tras unos barriles, le señaló para darle una orden:
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¡Baja a la bodega y trae a esa miserable! ¡La quiero atada al palo mayor hasta que encontremos la jodida isla!El marinero salió corriendo a cumplir la orden, bajando por la escotilla hacia el interior del barco. Entonces, el capitán se giró hacia los demás, buscando a alguien a quien chillar y lo encontró: Maya. La niña habría comprobado para entonces que no había lugar donde esconderse, porque siempre quedaba visible incluso entre cajas y barriles. Además, no había podido caminar por el barco
El capitán se plantó frente a ella de dos zancadas, no sin antes abrir mucho el único ojo que le quedaba por la sorpresa.
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¿¡Y quién cojones eres tú!? ―le preguntó. Pero, como si no esperara respuesta, se volvió hacia sus marineros dispuesto a echarles la culpa―.
¿¡Qué demonios hace una niña en mi barco!?Era hora de inventarse una excusa y desprender todos sus encantos. Y más le valía que convenciera al taciturno capitán, o acabaría con la otra en el palo mayor.
BavolEl
Piro fue suficiente para apartar las algas. Estas, asustadas por las llamas, se apartaron y se extendieron a los lados todo lo que pudieron. Una de ellas, la que le había arrebatado el lirio, prácticamente ardió. Bavol aprovechó el momento para recuperar la esfera y, sin miedo a que le detuvieran, pudo ascender y regresar con Squirt.
A su alrededor, el resto siguió gimiendo y lamentándose, mientras delfín y renacuajo avanzaban por el túnel hasta llegar a una estancia. Era la morada de la bruja, un espacio amplio con diversas conchas en las paredes que servían de armario, un tocador, un caldero en el centro y un cuarto más privado al fondo.
Squirt se detuvo sobre el caldero y ambos escucharon una voz procedente del hueco al otro extremo.
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Os estaba esperando, queridos.La bruja se deslizó por la obertura, avanzando por la cueva hasta situarse frente a ellos y haciendo ondas con los tentáculos que le sobresalían. Probablemente era tan monstruosa como Bavol se temía: un pulpo, de piel morada salvo por sus terminaciones negras, pelo blanco y mirada maliciosa. Desde luego, Harold debía de haber estado loco para confiar en alguien así.
Las morenas nadaban a una prudente distancia sobre ellos, dando vueltas a su alrededor.
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¡Tenemos el lirio! ―exclamó Squirt, exultante.
La bruja observó la esfera que contenía el lirio, en brazos de Bavol, con una sonrisa de triunfo. Su mirada divagó por el renacuajo que la sostenía, como si le estuviera evaluando.
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Ah, sí, el pago del pequeño Harold. Qué bien, perfecto, comenzaba a preocuparme ―No lo parecía―.
¿Y quién es vuestro nuevo amigo? ―preguntó, refiriéndose a Bavol―.
Mi nombre es Úrsula. Habrás escuchado cosas terribles sobre mí, pero no debes temerme ―se carcajeó―.
Estoy tan arrepentida de mis antiguos actos que ahora dedico mi magia a ayudar ―Desvió brevemente la mirada hacia el túnel de la entrada―
a pobres almas en desgracia. Como el dulce Harold.Probablemente a Bavol no le interesara nada de eso. Había ido a entregar el pago del tritón y la bruja solo le estaba haciendo perder el tiempo. Y si no se fiaba de ella, convenía realizarlo cuanto antes.
Sin embargo, al tenderle el lirio, comprobaría que la bruja no lo cogía de inmediato. Había inclinado la cabeza para apoyarla en el puño, sin quitar aún la vista del renacuajo.
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Pequeño, pequeño… Piénsalo bien. ¿Estás seguro de que quieres entregarme la salvación de tu amigo…Bavol no entendería a qué se refería. ¿Por qué no iba a querer, al fin y al cabo? Se dio cuenta tarde, cuando al observar los ojos de la bruja, comprobara que no le había estado mirando a él, sino a alguien muy, muy cerca.
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… Squirt?―
¡Oh! ¡Claro! ¡No había caído!Con un brusco movimiento, Squirt se deshizo del agarre de Bavol (de seguir manteniéndolo este), al que empujó con el hocico. Las manos del renacuajo resbalaron por la superficie de la esfera, incapaz de retenerla, y su cuerpo dio varias vueltas hacia atrás por culpa del golpe antes de estabilizarse de nuevo. Para entonces, el delfín mordía con la boca el tesoro y se alejaba a esa velocidad vertiginosa suya, por el mismo camino que acababan de recorrer.
Enseguida se daría cuenta de que con un cuerpo de renacuajo no podía competir con el de uno de delfín. Podía tratar de perseguirlo o lanzar magia, eso sí.
Úrsula reía maliciosamente. No parecía en absoluto arrepentida.
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Pobre y estúpido Harold. Confió en el amigo equivocado ―murmuró Úrsula. Su voz sonaba cada vez más cerca de Bavol y este, al darse la vuelta, se percataría de que se estaba acercando a él. Sus tentáculos, de hecho, incomodarían a cualquiera (y más a alguien pequeño)―.
Pero aún puedes salvarlo. Hay una manera…Las morenas fueron quienes rieron esta vez, mientras Úrsula desplegaba un papel vacío y resplandeciente con uno de sus tentáculos. No había nada escrito. Aún.
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Hagamos un trato ―le propuso, sonriente.
¿Qué debía hacer? ¿Ir tras Squirt, a quien ya no vería por el túnel; o quedarse a negociar, atacar o preguntar qué había ocurrido a la bruja? Aún llegaban a sus oídos los gemidos lastimeros de las algas…
Puedes seguir a Squirt inmediatamente e ignorar la última parte.
Nicoxa y ColibritanyPor supuesto, la orca captó de inmediato la atención de ambos. Si desconfiaban de su aspecto, no lo hicieron notar. Enseguida a la sirenita le brillaban los ojos, interesada en esa información; mientras que el cangrejo los ponía en blanco y se llevaba una tenaza a la cara, fastidiado.
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¿De verdad? ¿Cualquier cosa? ―sonrió la chica con inocencia―.
¿Y un príncipe…?―
¡¡Ariel!! ―exclamó el cangrejo, interponiéndose entre la sirena y Colibritany―.
¡No te dejes engañar por estas criaturas! ¡Te están utilizando para llegar hasta el rey! ―resopló, como si las hubiese calado―.
¡Y tú! ¡Aquí abajo está tu hogar! ―le reprendió, situándose frente a su cabeza.
Y en vez de empezar otra discusión, prefirió de nuevo recurrir a la música (algo que parecía muy natural en el mundo).
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Ariel, escucha. Ese mundo está muy mal. La vida bajo el mar es mucho mejor que el mundo de allá arriba ―La sirenita retrocedió hasta la roca donde había estado divagando para sentarse a escuchar―.
Tú crees que en otros lados, las algas más verdes son. Y sueñas con ir arriba, ¡qué gran equivocación! ¿N o ves que tu propio mundo no tiene comparación? ¿Qué puede haber allá fuera que cause tal emoción?Alrededor del jardín comenzaron a congregarse peces, cangrejos, delfines y toda clase de criaturas, atraídas por la canción. Colibritany comprobaría que, entre ellas, había algunos miembros de la pandilla musical que había visto antes.
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Bajo el mar, bajo el mar~ Vives contenta, siendo sirena, ¡eres feliz! Sé que trabajan sin parar, y bajo el sol para variar. Mientras nosotros, siempre flotamos, ¡bajo el mar!Sebastián comenzó a revolotear entre el público, que se había unido a la marcha cada uno con su instrumento para hacer el acompañamiento, lamentando lo mucho que sufrían los peces en la superficie. A Nicoxa una trucha le pasó dos almejas, para que las tocase como castañuelas. Por otro lado, Ariel apenas parecía prestar atención.
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… si no te quieres arriesgar, bajo el mar te quedarás. ¡Y sin problemas, entre burbujas, tú vivirás!Estaba tan sumergido en el ritmo, animando a la participación de cada criatura (Colibritany, con su flauta, podía colaborar), que no se dio cuenta de que un pez amarillo de rayas azules se hacía paso hasta Ariel.
Le susurró algo al oído y, con esa sonrisa inocente suya, se marchó nadando con el pez y abandonando al cangrejo. Tras la nefasta presentación, volvían a tener que decidir y esta vez de manera irrevocable: ¿a quién iban a pedir ayuda? ¿A Ariel o a Sebastián? ¿Seguirían a la muchacha, se quedarían con el cangrejo o se dividirían las tareas? Con Alexis comprobarían que no podían contar, pues estaba completamente absorta en otra araña marina (masculina), que le enseñaba a tocar una especie de contrabajo formado por dos pulpos.
Y mientras tanto, Sebastián llegaba al final de su canción (si se quedaban y no se iban ipso facto):
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¡… para que bailes, en esta fiesta, bajo el mar!Tratando de que captara el mensaje de la canción, terminaron el baile hacia la roca donde se hallaba la princesa hasta hacía unos escasos segundos, como bien sabían las aprendizas. Sin embargo, allí ya no había nadie… y todos, con desilusión, comenzaron a retirarse.
SaekoEn cuanto el pez globo vio que un cocodrilo se asomaba por la puerta de su amigo, se hinchó (como un globo, vaya), y comenzó a gritar, con una vocecilla ridícula:
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¡Ladrona! ¡Hay una ladrona en casa de Harold! ―Una vecina se asomó por su ventana para cotillear―.
¿Qué has hecho con él? ¿Has venido a por el tesoro que descubrió?Sin embargo, tras retroceder unos cuantos metros, pareció entender lo que había pasado (lo que Saeko le había explicado), y tras deshincharse, suspiró de alivio. Un guardia se estaba acercando, pero al ver quién era el causante, resopló, cambió de parecer y regresó a su puesto. El pez globo le sacó la lengua.
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¡Algún día estaré en aprietos de verdad! ¡Y tú vete a fisgonear a otro sitio que todo el mundo sabe cómo te gustan las mantas! ―Después de que la mujer resoplara también y se metiera en su casa, el pez se dirigió al cocodrilo, aunque aún con cierto recelo―.
Perdón, perdón… ¡Es que hace tanto que no aparece! ¡Por eso mismo estoy vigilando que nadie se aproveche! Hablemos mejor dentro.Pasó a su lado, aun manteniendo una cierta distancia, y animó a Saeko a que le acompañara al interior. Se llevó una aleta a la boca, pidiéndole silencio.
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¡Vamos, vente! ¡O los caimanes se nos comerán!Una vez de nuevo dentro, Saeko comprobaría que al pez globo no le sorprendía nada el desorden. Miró la montaña de libros, quizá sospechando que sí había tocado algo, pero no lo mencionó.
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¡Harold lleva tres días perdido! ¡Y ya no sé qué hacer! ―se lamentó, lloriqueando―.
Pero yo soy un pececito muy pequeño, y cuando salgo por ahí, los tiburones se meten conmigo. Tú, en cambio… ―Le miró de arriba abajo y asintió―.
¡Tú puedes hacerlo! ¡Puedes ir a buscarle! No sé qué asuntos tendrás con él, pero si lo haces, ¡yo te ayudaré en lo que sea! ―se ofreció.
»
Lleva algunos meses investigando una especie de templo y sé qué hace poco logró situarlo ―Señaló con la aleta tablilla que había llamado la atención a Saeko, solo que como ella no entendía de cartografía, no había podido verlo como un mapa―.
¡Y de repente, hace tres días, se fue muy nervioso! Le pregunté qué adónde iba y me dijo que a ver a la bruja del mar. ¡Nadie en su sano juicio hace eso! ―exclamó, como si fuera obvio―.
No puedo contárselo a los guardias, porque está prohibido. Ni tampoco seguirle, porque sus moneras me comerán, ¡seguro! ¡Ayúdale, por favor!Desde luego, quizá Saeko tuviera algunas preguntas más sobre el templo, ese tesoro que había mencionado, Harold o la bruja del mar. El pez globo parecía dispuesto a responder, por lo que era una buena oportunidad para plantearlas.
Por otro lado, parecía tener tres opciones: ayudar al pez y buscar a Harold, en la guarida de la bruja o en el templo (el pez conocía ambas indicaciones y le diría la que quisiera saber); o bien, juzgar que ya se había desviado demasiado de su tarea principal (lograr una audiencia con el rey), y reunirse con sus compañeras. Quedaba en sus manos, es decir, en sus patas.
Fecha límite: 19 de marzo.
Zodiark (1), River (1).