¡Había empleado contra él uno de sus hechizos más poderosos, y encima había contado con ayuda, y era como si le hubiera echado un puñetero cubo dde agua encima!
—¡Necios. Cuánto más tardeis en darme esa moneda, más demonios aparecerán y cubrirán el mundo de sombras! ¡Y ni siquiera yo podré hacer nada!
—Ronin... no... le escuches
—Explícate—dijo Ronin, después de mirar en dirección a ella y Jeanne de reojo.
—¡No!—protestó Fátima, indignada. ¡No debían escucharle!
—¡Barbossa!
Dio un respingo y volvió la cabeza, siguiendo la voz. Se quedó de piedra cuando se encontraron rodeados, una vez más, por Sincorazón y al ver que Adam… ¡Adam tenía a Robert! Pero, ¿de dónde demonios había salido? Y esa mujer, ¿no era la de…?
—¡Padre!
—¡Quítale las manos de encima, Adam! —chilló, asustada, porque sabía que aquel tipo estaba pirado. ¡Lo extraño era que Robert estuviera entero!
Joder, tendría que haberse quedado con él. Una parte de ella sabía que no tenía forma de saber que esto iba a pasar, pero le ardía el pecho de pura impotencia.
Ilua avanzó un paso y le siseó:
—Muy bien. Entregadle la moneda a Héctor Barbossa si no quereis que el muchacho muera.
Un frío insoportable se le extendió por el cuerpo y le arrebató el aire de los pulmones. Cuando la tipeja arañó el rostro de Rob y por el mismo comenzó a extenderse hielo, Fátima tuvo que hacer un verdadero esfuerzo de autocontrol para no abrirse paso entre los Sincorazón y arrojarse sobre ella.
—Ronin. Ronin, por favor. Mi hijo...—suplicó Henry y Fátima se mordió el labio inferior. Ver al Rey pirata rebajándose, por pura preocupación, hizo que se le encogiera el corazón. Miró de nuevo con rabia a la mujer.
Al final, tras unos mareantes instantes de tensión, Ronin arrojó la moneda a Barbossa. La sonrisa del pirata enervó a Fátima, que se sentía a punto de explotar de pura indignación y frustración. ¡Todo su trabajo, todo aquel maldito día corriendo de arriba abajo, para dárselo sin más! Sabía que era un sentimiento infantil, pero le costó mucho trabajo mantenerlo bajo control. A la vez era consciente de que Ronin estaba intentando evitar muertes, que estaba protegiendo a Robert, ¡lo sabía perfectamente! Pero hizo un amago de ir tras Barbossa cuando este acarició al mono chillón que había en su hombro. Por suerte, logró quedarse pegada en su sitio.
—Siento que las cosas hayan terminado así, Henry, Francis... Pero no puedo dejar estos objetos en manos de cualquiera.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que es asunto mío, y de mi tripulación. Si queréis que los ataques terminen, tendréis que dejarnos marchar en paz.
Fátima rechinó los dientes y apretó los puños. Miró con intensidad a Ronin, con deseos de que les ordenara atacar y, a la vez, una profunda preocupación. No podía dejar de notar que Robert seguía en manos de Adam y esa mujer y que estaban rodeados de Sincorazón. Podía seguir peleando, pero había gastado muchísima magia de golpe y nada de lo que hacían parecía afectar a Barbossa.
Cuando Ronin hizo desaparecer la Llave Espada experimentó una mezcla de alivio y decepción a partes iguales.
—No confío en vosotros, Barbossa, pero por alguna razón nada te hace daño y no voy a poner más en peligro la vida de nadie con este combate. Idos.
Barbossa asintió con la cabeza y llamó a la mujer con un gesto.
—¡Ilua!—gritó Henry.
La mujer y el rey pirata intercambiaron una intensa mirada. Después, ella, Barbossa y los Sincorazón desaparecieron. Fátima parpadeó, sorprendida. ¿Teletransporte? Así que de verdad se trataba de una bruja…
—¿Puedes soltarme ya?
Fátima se pasó una mano por la frente y contemplóe el reencuentro entre el padre y el hijo con una semisonrisa. Al menos ellos estaban bien. Jeanne le hizo una señal y las dos se acercaron a Ronin. Fátima no dejó de lanzar miradas de suspicacia al chico que había luchado con ellas contra Barbossa y Adam. Cuando los vio juntarse rechinó, una vez más, los dientes.
—... Dejadlos ir, nuestra misión ha terminado. —dijo Ronin, como si le estuviera leyendo el pensamiento—: Así que en realidad lo está arreglando...
—¿Arreglando?—repitió, desconcertada.
—¿Ronin? —Francis se acercó a ellos, quizás preguntándose qué pretendían hacer.
—Chicos, nos vamos, tenemos mucho que hacer.
Ronin se encaminó hacia la taberna. Fátima se quedó donde estaba, fulminando con la mirada a Adam y a su compañero. Se sentía frustrada, con ganas de chillar y, a la vez, tremendamente cansada. Había sido un día muy largo, con muchos momentos tensos, y debía reconocer que las cosas podrían haber acabado peor. Muchísimo peor. Aun así, no podía evitar pensar que parte de la culpa la tenía Bastión Hueco, aunque no fuera un pensamiento racional: la única prueba que tenía era que habían perseguido a Rob. Si Adam no hubiera llegado con él…
—Bueno, esto... ¿Vamos?
Se dio cuenta de que se había quedado atrás y se apresuró a ir tras Jeanne. Le sorprendió verla sonreír, pero le daba vueltas la cabeza y decidió no preguntar. En su lugar apretó el paso y fue tras Ronin.
—¡Maestro! ¿A qué se refería con «arreglar»? ¿Qué vamos a hacer ahora?—Recordó las palabras de Barbossa y, ahora un poco más en frío, se sorprendió al constatar que no parecía que el pirata pudiera ejercer ningún poder sobre ellas a pesar de comprender que atraían Sincorazón—. ¿Cree que decía la verdad? ¿Que querría evitar que siguieran apareciendo «demonios»? Pero, ¿por qué? No veo mucho a un pirata preocupándose por el resto del mundo… Además, se supone que los Sincorazón siempre aparecen allá donde va la Perla Negra, ¿no? ¿No deberíamos seguirlos…?—titubeó.
Escucharía la respuesta de Ronin y, le gustara o no, asentiría con la cabeza. Después permanecería en silencio al lado de Jeanne, mirando de reojo a Rob. En cuanto tuviera la oportunidad se acercaría a él y, tratando de no mostrarse demasiado preocupada para no avergonzarlo, diría:
—¿Qué tal…?—Se señalaría la cara—. Me alegra que estés bien. Y… Sé que no servirá de mucho, pero no le des más vueltas. Ya no tendrás más problemas con los demonios.—No supo si debía sonreírle o no, ni si estaría bien darle una palmada en el hombro—.Siento no haber sido de más ayuda. Cuídate mucho. —Se despidió con un gesto, aunque, antes de regresar con Ronin, dijo—: Nos vemos.
Paladeó la amargura de no haber conseguido su objetivo, si bien intentó consolarse diciéndose que no había habido víctimas. Lo que estaba claro era que iba a regresar a Port Royal. Oh, sí. Esa moneda tenía que ser destruida.
De momento, con todo, sólo quedaba regresar a casa y a descansar. Y a tomarse un buen baño. Consiguió sentirse un poquito mejor al pensar en agua caliente y enjabonada y quitarse aquellas ropas asquerosas. Seguramente se desahogaría con Malik y, después, querría entrenar. Le había dolido en el orgullo su inutilidad y no pensaba permitir que se repitiera de nuevo una situación así.
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