Maka Cross—
Es cierto, aunque desde que vinimos siento algo raro en el ambiente. Iré con Margarita. Creo que si Raymon empeorase o algo, podría servir de utilidad tus conocimientos sobre la magia.Rebecca asintió a las palabras de Maka, orgullosa por los progresos que su aprendiza había hecho en tan poco tiempo. La maestra había querido ver las dotes de liderazgo de su aprendiz y había conseguido resultados muy positivos. Aun así, era peligroso dejar sola a Maka en una situación semejante, por lo que Becca invocó su Llave Espada y permaneció junto a Raymon, centrada en lo que hubiese detrás de la puerta.
—
¿Y entonces qué decías de un payaso? —preguntó Margarita, agarrando el pomo de la puerta.
Maka se mantuvo a su lado en todo momento, con guadaña en mano. Y cuando la chica abrió la puerta la persona que estaba detrás golpeó con todas sus fuerzas, abriendo la entrada de par en par. Y lo que las tres que se encontraban en el comedor vieron, las pudo dejar si no sorprendidas, heladas.
Había al menos cinco o seis personas, que ellas al menos pudiesen ver desde ahí, pero su aspecto era terrorífico: su piel era pálida, de un tono muy, muy gris. Andaban medio encorvados como si les costara mantenerse en pie, y algunos tenían incluso las manos más gordas de lo normal, o parte de la cara cubierta por asquerosas escamas. Estos emitían gruñidos y alzaban las manos de forma lenta y torpe, como intentando agarrar algo que nunca llegaba.
Margarita se apartó con los ojos abiertos como platos, atónita, y cuando las criaturas vieron a ambas justo delante avanzaron todavía con más ganas. Una incluso tropezó en la entrada, cayendo al suelo. Si Maka no se había quedado paralizada por el miedo conseguiría asestar un potente corte en el primero que había entrado… logrando con eso que uno de sus brazos cayese al suelo. Lo puso todo perdido.
Pero ese monstruo no quedó ahí, ni siquiera pareció sentir el dolor, porque siguió avanzando con su mano restante en el aire, intentando agarrar a Margarita. La maestra Rebecca aplicó un hechizo
Cura en Raymon al ver que éste estaba abriendo los ojos, serio como un muerto, mientras observaba a las dos chicas desde el sofá. Hizo amago de levantarse, pero entonces cayó desplomado sobre el suelo por alguna razón. Rebecca retrocedió, impactada.
—
No lo entiendo, el hechizo debería haber funcionado... —Y entonces se fijó en Maka y Margarita—
. ¡Maka!La maestra, con Llave en mano y dejando el cuerpo de Raymon en el suelo, se interpuso entre las muchachas y las empujó hacia atrás con su arma aunque no quisieran. Escucharon entonces un grito de terror proveniente de la cocina, de Susana. Al parecer una de aquellas cosas se había asomado, con la boca abierta y la lengua por fuera.
Rebecca alzó su Llavero y creó una barrera formada por agua entre ella y las dos chicas, ahora situadas donde Raymon. Las miró con decisión y no iba a permitir que se quedaran allí más tiempo.
—
Escapad de aquí, rápido. Tenéis que encontrar un lugar seguro. Maka, cuento contigo. —Y esquivó el mordisco de una de esas cosas, logrando apartarla con la Llave Espada a una esquina—
. Hay algo aquí que se nos está escapando, mantened los ojos abiertos, ¿de acuerdo?La cocina, donde se encontraba la madre de Margarita, había quedado en la zona tras la cortina de agua, tan sólida como un muro e imposible de atravesar aunque chocaran contra ella las veces que quisieran. Tendrían que dejar a Susana en manos de la maestra.
Margarita retrocedió, aterrada.
—
Esto no puede estar pasando. Yo… ¡Yo conozco a esas personas! Son los que vinieron conmigo en la nave. Él es Pablo, ella es Alicia… Oh, Dios mío.Raymon no se movería y si Maka intentaba tomarle el pulso podría comprobarlo: estaba muerto, cosa que podía reservarse para sí misma o no. Margarita se esforzó por cargar con su cuerpo, quizás todavía con esperanzas de que se recuperase. Nada de aquello tenía sentido, la situación en sí era surrealista y aterradora, pero tenían que salir de ese lugar corriendo. La chica le indicó a la aprendiz con la cabeza que entrara en los dormitorios, con su padre a cuestas, mientras detrás de ellas cientos de monstruos aterradores saltaban encima de Rebecca, atrapada entre la cocina y la barrera de agua.
Pero no llegaron muy lejos, porque al alcanzar las enormes camas en mitad del dormitorio, al fondo, una cristalera ubicada tras las cortinas y que daba acceso a un balcón se hizo trizas de pronto. Una fuerte ráfaga de viento sacudió todo el lugar y las dos salieron despedidas hacia atrás, chocando de forma violenta contra los muebles y dándose un fuerte golpe en la cabeza que les puso la vista borrosa.
Entonces resonó una risa cargada de maldad, femenina.
—
Vaya, vaya, ¿intentando escapar?En el aire, a varios metros de altura sobre sus cabezas encontraron a una mujer levitando, de cabello rubio y expresión siniestra. Parecía recién salida de la playa, porque solamente vestía un bikini de motivos oscuros, a pesar del frío que hacía.
—
¿De dónde… de dónde se ha escapado esta ahora…? Maka, tenemos que salir. —musitó Margarita, al borde de la inconsciencia y con una brecha abierta en la cabeza.
La habitación se encontraba revuelta, con las sillas y los jarrones rotos por todo el piso. El tocador estaba volcado, y los espejos de la habitación habían estallado, desparramando ahora un mar de cristales detrás de la cama, bajo la mujer.
Esta descendió, aprovechando que Maka todavía se encontraba debilitada, para agarrarle los mofletes con fuerza y jugar con ellos, haciéndole mucho daño. Parecía ignorar los propios efectos de la gravedad, pero si estaba atenta notaría una fresca brisa recorriendo su cuerpo: usaba el poder del Viento.
—
Una pena, pero habéis sido unas niñas muy traviesas. —Y se apartó de ella tan rápido como vino, retrocediendo y quedando junto a la lámpara de araña que colgaba del techo, sobre una cama—
. Mi nombre es Barbariccia, no os convendría olvidarlo. Cuando me ordenaron capturar a dos Portadoras no pensé que fuese a resultar tan fácil, ¿sabéis?Barbariccia intentó contener una vil risa, divertida. Maka había ido a parar a un armario, con su guadaña al lado, en el suelo. Tuvo unos segundos para pensar su siguiente acción, si escapar, volver con Rebecca o qué, pero ni siquiera le dio tiempo a levantarse o coger su arma, porque una nueva ráfaga de viento la empujó hacia atrás, logrando que rompiese la madera como si fuera una simple muñeca de trapo y toda la ropa le cayese encima. Un fuerte dolor le recorrió la espalda. Acto seguido, acompañada de Margarita, voló con violencia por la habitación, destrozando cristales, muebles y todo lo que se encontrara por delante, los golpes fueron muy dolorosos. Era la propia Barbariccia la que, con su juego de brazos, parecía controlar su situación, porque sentía como si el propio viento les hubiese agarrado de una pierna y las tratase de la forma más cruel posible.
Y entonces sucedió, antes de poder hacer nada siquiera Maka se dio un fuerte golpe en la cabeza contra algo muy duro. Todo se volvió negro, mientras sentía un líquido caliente y carmesí bajando por su frente. De fondo se pudo escuchar el sonido de un gran cristal rompiéndose y muchos trozos de algo que parecía madera rodando por el suelo, junto a los gritos de terror de Susana.
Ragun y Victoria—
¡Ragun, son vampiros! ¡Yo sé cómo salvaros a todos, yo...!—
¿Eh? ¿Sabes sobre…? —preguntó aturdido, sin esperarse que una Portadora de la Llave Espada ya fuese consciente de la existencia de tales criaturas. Quizás ya hubiesen invadido más mundos...
—
¡¡¡Arriba!!! —ordenó Ragun, desesperado por la inesperada situación—
. Subiremos a la terraza del edificio y volaremos tan lejos como podamos.El chico de cabello rosa asintió, tartamudeando algo que nunca llegó a expresar. Sudaba y estaba pálido, con el pulso a mil y aterrado. Siguió a Ragun sin dudarlo, al contrario que Victoria. La chica cambió de rumbo y se metió directa en la cocina, buscando un ingrediente que solo a ella se le podía pasar por la cabeza en una situación así, y los vio, justo al lado de la nevera, colgando de la pared; era imposible no verlos con lo grandes y llamativos que eran. Había al menos un buen puñado de ajos, doce o quince, no los pudo contar en ese momento con exactitud.
Le dio tiempo, sin embargo, a salir de la cocina corriendo y a duras penas. Incluso pudo haber jurado que una de aquellas cosas había llegado a tocarle un brazo. Así que optando por una nueva estrategia, la aprendiz lanzó trozos de uno de los ajos a los temibles vampiros que casi se le subían encima. Y estos naturalmente no detuvieron su avance…
—
¡¡Han desarrollado inmunidad al ajo, estamos perdidos!!… O eso le hubiese gustado pensar, porque entonces los tres o cuatro que tenía delante cayeron al suelo, convulsionando. Estos no volvieron a levantarse hasta que Victoria subió un par de escalones, pero al menos, habían quedado paralizados unos valiosos segundos.
El aprendiz y el habitante que habían encontrado no tuvieron problemas mientras Victoria recogía los ajos en la cocina, porque las criaturas no avanzaron lo suficientemente rápido. Eso y que el chico estaba temblando hasta el punto de que si Ragun se atrevía a bajar, le agarraría del brazo para no dejarle ir. Pero de algún modo Victoria se las apañó para escapar, puede que la cadena de Ragun hubiese ayudado en la tarea o no, dependía de él. Y no tuvieron problemas en subir a las plantas superiores.
Durante el camino Ragun intentó tirar todos los objetos que se encontraban a su paso, rompió un espejo que desparramó los cristales por el piso, un jarrón de porcelana, e incluso tiró unas sillas y unas mesas que entorpecieron a los monstruos. En la cuarta planta se toparon con un armario. Al aprendiz oscuro no le costaría agarrarlo y tirarlo al suelo, impidiendo por unos instantes valiosos que los monstruos subieran.
Encontraron una puerta al fondo, la misma que daba a la terraza del edificio. Pero estaba cerrada a cal y canto, y además, era de acero, por lo que una simple patada no bastaría para tirarla abajo. El chico, temblando como un flan, metió las manos en sus bolsillos sin apartar la mirada de las cientos de manos que se comenzaban a asomar detrás del armario, en las escaleras y a pocos metros de ellos. Casi podían sentir hasta su aliento.
La desgracia vino cuando, al sacar las llaves del bolsillo, estas se le resbalaron por el hueco de la escalera hasta la primera planta. El muchacho se quedó pálido, petrificado, casi literalmente. Y el armario se empezó a resquebrajar por la mitad. No les quedó otra opción que invocar la Llave Espada y abrir la puerta de esa forma, o de lo contrario podían asegurar que esas bestias les devorarían allí mismo, si es que eso es lo que hacían una vez atrapaban a sus presas. Porque en realidad no sabían nada sobre ellas.
En caso de acceder a las terrazas, casi minúsculas, Ragun invocó sus alas y tanto el muchacho como Victoria se aferraron a él. Empezaron a volar, y justito en el último segundo, una de aquellas cosas les rozó los zapatos. ¡Pero consiguieron escapar!
La niebla cubría toda la zona de la ciudad, a excepción del enorme rascacielos que se imponía como una sombra en lo alto del todo. Allí debía estar Shinju, quizás tomándose un baño en el jacuzzi, o puede que no, que ya estuviera por la ciudad investigando como ellos. En cualquier caso los aprendices avanzaron por las calles traseras, todavía desde el aire. No vieron más de esas criaturas, como si siempre fuesen todas en masa. Aquel comportamiento no era nada natural, sabiendo que carecían de capacidad de razonamiento.
—
Dios mío… no me puedo creer que hayamos escapado. Espero que Raymon esté bien, se quedó atrás cuando salimos de allí —empezó a relatar, en voz baja—
. En el laboratorio había un payaso loco, fue una suerte que se le cayera esa tarjeta y pudiésemos escapar con ella. Tenía como unos pines y era azul. Creo que el laboratorio entero funciona a base de esas cosas.A medida que avanzaban por la ciudad la niebla se fue despejando, y alcanzaron un larguísimo callejón. Al fondo había una puerta de color naranja decorada por carteles de publicidad y letreros luminosos, que daba acceso a un club nocturno. Por el callejón avanzaba una mujer rubia que levitaba, como si el propio viento la pudiese trasladar por el aire, y a su lado llevaba a dos personas inconscientes: una era una chica de cabello pelirrojo y que tenía muchas pecas en la cara. La otra en cambio era menos pechugona, rubia con coletas, delgada y alta.
Las tres finalmente entraron en el club nocturno. Y de pronto, vino el golpe. Como cien kilos de hormigón, lo que pareció un misil cayó sobre Ragun en picado, consiguiendo que todos se precipitaran en una callejuela cercana. Se empaparon de arriba a abajo porque estaba casi inundada, y el aprendiz oscuro sintió un fuerte calambre recorriendo su espalda, estaba
paralizado, aunque todavía podía moverse con dificultad. Fuera lo que fuese eso no había sido nada bueno.
Y lo más curioso es que allí no había nadie. Excepto por las pisadas en el agua que lo delataban. El chico de cabello rosado cayó inconsciente tras un fortísimo golpe en su cabeza. Y los siguientes serían sin ninguna duda Ragun y Victoria, pero igual si reaccionaban a tiempo pudiesen escapar. Al cabo de unos segundos una enorme sombra se materializó delante de ellos, interponiéndose entre su única salida y sus vidas:
—
No volveréis a ver la luz del día.Estaban contra la lanza y la pared.
Nikolai y Nathan—
¿Cómo te llamas? Yo soy Nathan, y este Nikolai. —preguntó entonces Nathan, tras dejar en manos de Saic el enigma del mensaje.
La mujer encapuchada no se hizo de rogar y respondió sin dudar, divertida.
—
Jiji, me llamo Petunia, hijo mío.—
Entonces, aparte de usted, ¿hay otros supervivientes por la ciudad? ¿Sabe dónde podríamos encontrarlos? ¿Podría darnos más detalles de ese tipejo que le tiene preocupada?Petunia asintió con la cabeza, dispuesta a darles toda la información que quisieran. A fin de cuentas ellos eran los salvadores del universo, tenían derecho a preguntar, ¿no?
—
Pues sí, aunque vivimos separados, querido. Están muy, muuy lejos de aquí, un día estábamos en nuestra nave por el espacio, ¡era muy divertido! Pero esos monstruos tan feos nos atacaron, ¡qué malvados! Al malo maloso le he visto muchas veces y al seguirle, siempre terminaba aquí. Su sonrisa era perversa, me daba mucho miedo.Menuda historia. Creyeran o no a la pobre mujer, esta negó cuando Nathan propuso la idea del sincorazón.
—
Mentira, mentira, ¡si te digo que tenía una sonrisa perversa! Pero vosotros sois Caballeros, ¡seguro que podéis con él!Pero una vez dentro de la casa todo cambió. La mujer demostró ser el perverso villano del que hablaba, uno vestido de payaso. Más de uno se hubiese echado a temblar al ver a semejante ser en aquella ciudad, pero los aprendices no lo hicieron. En cambio, le enfrentaron con valor y fuerza.
—
¡Señor Niko, ¿de dónde ha salido ese usuario de sonrisa siniestra y con atuendos de carnaval?!—
¿¡Perdona!? —exclamó, entre indignado y sorprendido por la reacción del móvil.
—
¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?—
Eso me gustaría saber a mí… Si tanto te gusta jugar, jugaremos. Pero a mi manera.El payaso, ignorando el destino que le tenían preparado los aprendices y encorvado como estaba por el enfado, se irguió y se presentó, colocando su mano derecha en el pecho, tirándose flores.
—
Pues soy el grandioso Kefka, niño. ¡Y seré yo quien se quede con el móvil que habla! —exclamó enfadado, señalando a Nathan con el dedo. Sin duda, aquel hombre no estaba nada bien de la cabeza.
Pero los aprendices supieron aprovechar muy bien sus oportunidades. El primero fue Nikolai, que se impulsó rápidamente a un lado con su
Impuslo efímero. Kefka no tuvo problemas en seguirle con la vista, arqueando una ceja, sorprendido por el inútil movimiento que había hecho el aprendiz e intentando comprender su lógica.
El chico no reparó en las consecuencias de sus actos y tan rápido como pudo, agarró un taburete que había detrás de Kefka con su látigo y se lo lanzó por detrás. El payaso no se molestó en esquivarlo, pues le había pillado totalmente desprevenido, y cayó de forma ridícula al suelo, gimiendo por el golpe. Nathan entonces vio su oportunidad, y aunque no tuviese experiencia alguna no le costó acertar en la cara de Kefka, que la tenía a sus pies prácticamente.
Kefka se revolvió en el suelo cuando las llamas le alcanzaron la cara.
—
¡Vámonos, ya! —exclamó Nathan cuando lanzó con éxito su hechizo Piro.
Con Kefka tirado en el suelo lamentándose, la salida estaba abierta para los dos aprendices. Era su única oportunidad para escapar, a menos que pensaran en el payaso como alguien débil a quien capturar. Así que si optaban por salir, al menos Nathan lo había hecho, podrían bajar las escaleras corriendo, escuchando la malvada risa del villano en la segunda planta. En caso contrario Kefka se encargaría de retener al pobre diablo que le hubiese subestimado.
Pero salir a la calle no fue la mejor de las ideas, porque al poner un pie en la acera escucharon cientos de lamentos, gemidos de dolor y ruidos sin sentido, todos provenían de personas con aspecto extraño, pálido, extremidades deformes, piel escamosa y postura encorvada. En aquella calle solo había dos salidas: por la que habían llegado y que daba a la plaza donde los sincorazón, donde ahora se encontraba aquel grupo de monstruos, o bien girar la esquina a sus espaldas y correr por la ciudad sin rumbo fijo. En caso de invocar sus glider en ese mismo momento, el propio Kefka les lanzaría un terrible hechizo eléctrico por la ventana que los volvería a tirar al suelo.
En caso de quedarse comprenderían que no tendrían posibilidades. Aquellos monstruos tenían una fuerza abrumadora, y una vez los capturaran no podrían liberarse. Les pegarían mordiscos y arañazos, y todo se volvería negro para ellos. Pero si escapaban podrían correr por una enorme avenida con diversos callejones, de los cuales salían más y más criaturas, como si quisieran impedirles el paso.
Giraron algunas veces, y muchas otras se vieron obligados a seguir adelante sin mirar atrás. ¿Eran alucinaciones, o cada vez iban más rápido? Si eran avispados no tardarían en comprender que, aunque fuese una muy remota posibilidad, alguien les estaba guiando por la ciudad con alguna intención. Quizás atraparlos al final de un camino lleno de horror.
Las criaturas se movían con mucha ansia al verlos, y extendían sus brazos intentando alcanzarlos. Tuvieron que esquivar obstáculos de todo tipo, y en algún punto del camino vieron a alguien en el aire: se trataba de Ragun, que llevaba a Victoria y a otra persona que no conocían de nada. Por un túnel cercano, en cambio, vieron de refilón a una figura avanzando con sigilo y pasos firmes: no parecía tratarse de uno de esos monstruos, y el payaso imposible, porque su risa resonaba en la lejanía.
El grupo de Ragun de pronto se precipitó contra el suelo, perdiéndose en aquel laberinto de cemento. Y el eco de cientos de pasos y lamentos resonó a sus espaldas, debían darse prisa...
Maka CrossMaka se despertó con dificultad, como si el cuerpo hubiese sido arrollado por una avalancha. Se encontraba en una habitación oscura, sobre una camilla. A su lado se encontraba Margarita, pero estaba inconsciente. Y la habían esposado, tanto las manos como las piernas. Las esposas, si se fijaba en las de la otra chica, eran de acero negro, con líneas verdes fosforescentes recorriendo sus bordes, y disponían de una especie de ranura en la que insertar una tarjeta.
Se escucharon de pronto unos pasos del exterior, y la habitación entera se iluminó. La puerta frente a ella se abrió y un hombre de expresión severa entró en su interior. Con gafas, arrugas, corbata y una bata blanca de laboratorio. Pero lo más destacable era su larga coleta:
El científico cerró la puerta y se acercó a un poyo cercano, donde abrió un botiquín metálico. Ni siquiera se fijó en Maka, como si no existiese. La habitación era puramente blanca, y estaba decorada por azulejos. Encontró más sillas, mesas y camillas por todos lados. Y aquel individuo, serio como un témpano, empezó a sacar frascos de cristal con líquidos de diversos colores, observando brevemente sus etiquetas y colocando algunos encima del mueble. ¿Era buena idea salir de allí, o preguntarle algo? Atada como estaba, no podría alcanzar la tarjeta que le había dado Raymon…
Fecha límite: Viernes 31 de Julio.
Faltas:
-Soul: 1
Avisar de que os he recogido las fichas a Ragun, Nikolai, Saic, Nathan y Victoria. Si queréis comentarme algo al respecto, aprovechad esta ronda, porque a partir de la siguiente sí os empezaré a contar PHs y estadísticas. Cualquier cosita, por privado.