Le observé de arriba abajo. Estaba de rodillas, sin fuerzas. Daba pena verle. Habíamos... ¿ganado por fin? ¿Habíamos acabado con la amenaza de aquel chalado de una vez por todas?
—Se acabó. Game Over.
Un holográfico Joshua apareció una vez más frente a nosotros, esta vez a tamaño real. Tenía muchas cosas que preguntarle, pero no parecía muy atento a nosotros en ese momento, sino a Saavedra, al que dedicó una mueca de desprecio.
—Todo tuyo, Julio.
De pronto, tras un chasquido de dedos del chico, noté aquella sensación horrible por todo mi cuerpo, y una vez más no podía moverme. Los demás parecían estar también en mi misma situación.
—¿Qué haces? —pregunté enojada.
Julió le quitó el brazalete a un Andrei que no opuso ninguna resistencia, y acto seguido desapareció de nuestra vista junto a él. Con un nuevo chasquido de dedos de Joshua, todos recuperamos nuestra movilidad.
—¡Eh! ¡¿Adónde han ido?! —grité al chico—. ¡Las hemos pasado canutas para derrotarle, como se escape otra vez...!
—Lo siento, pero formaba parte del trato que hice con él para colaborar juntos. Tanto la Federación como él temían que vuestras órdenes, o vosotros mismos, os tomarais la justicia por vuestra mano u os dejaseis llevar por venganzas personales.
Resoplé, algo frustrada. Después de todo el esfuerzo, habían acabado llevándoselo mientras nosotros fuimos los que nos pusimos en verdadero peligro. ¡Era injusto! ¡Debíamos ser nosotros los que lo lleváramos ante la justicia por fin! Quizá después de todo sí ansiaba cierta venganza personal... bueno, más bien, a quien quería vengar era a la otra Maya.
—¡QUÉ VENGANZA PERSONAL, ES UN CABALLERO, NOS COMPETE A NOSOTROS DECIDIR QUÉ HACER CON ÉL!
—Eso —dije asintiendo con la cabeza—. ¿Dónde demonios estás tú, de todas formas? Nosotros hemos tenido que cargarnos a ese Incorpóreo gigante, casi no lo contamos, pero tú te sigues paseando por aquí con esa imagen hecha por ordenador.
»No me fío. ¿Qué haréis con él?
No hubo tiempo para más conversación. Una risotada resonó por todo el distrito, alarmando a todos. No tardé en reconocer al emisor de dicha estridente y repulsiva voz.
—Debéis marcharos de Ciudad de Paso ahora, he desactivado del todo vuestros nanobots. Yo me ocupo de Neku, Clío y los demás, pero no podré hacer nada por vosotros si os atrapan. Hay una cápsula de escape esperándoos, ¡corred!
Después de que Joshua desapareciera en miles de datos, no tardamos en correr hacia la puerta que acababa de abrirse, mientras la silueta del bufón se dibujaba a lo lejos. Estaban a punto de llegar, y no teníamos fuerzas para una segunda ronda.
—Agh, maldita sea, siempre se van sin darnos las respuestas que necesitamos —me quejé mientras corría hacia la cápsula.
Más pronto que tarde, los seis nos vimos en una minúscula cápsula, apretujados e incómodos, viajando de vuelta a nuestro hogar.
Nadie habló durante el trayecto. Todos estaban absortos en sus pensamientos, y así estaba yo también. Pensaba en todo lo que había ocurrido. En Neku, Shiki, Andrei, Crow, Clío Verdín, el móvil roto, aquel sueño horrible e interminable... Aquello aún seguía sin parecerme real. Otro Reaper's Game, del cual salimos victoriosos, y habíamos incluso derrotado a Andrei de una vez por todas, o eso esperaba. ¿Cómo íbamos a contar todo lo que acababa de acontecer a los Maestros...?
Cerré los ojos, intentando evadirme, y cuando quise darme cuenta, habíamos llegado a nuestro destino. Poco después, me despertaría en una camilla de hospital, algo confusa.
Estiré los brazos ampliamente a los lados, desperezándome, y poco a poco todo fue llegando a mi memoria. Tanto los recuerdos del Reaper's Game como lo sucedido antes de llegar a Ciudad de Paso. Y aunque al principio pensé que había sido todo un sueño, pronto comprendí que no. ¿Qué hacía en aquel lugar entonces, si nada había sido real? Además, junto a mí se encontraban Light y Fátima en la misma situación que yo.
Y, para acabar de reunirnos todos, Kazuki, Ronin y Lyn entraron en ese momento en la habitación. Parecía que habían estado preocupándonos, buscándonos durante nuestra estancia en Ciudad de Paso. Me alivió saber que al menos se habían dado cuenta de nuestra desaparición y habían estado intentando localizarnos.
—Lo encontré entre, em, tu ropa rota y lo arreglé un poco. ¿Estás bien, Mala? —comentó mi Maestro tras sacar mi sombrero de su capa y entregármelo.
—Es Maya... —comenté resignada colocándome el sombrero en la cabeza y dedicándole una sonrisa de agradecimiento—. Muchas gracias.
Los Maestros nos pusieron entonces al tanto de las novedades respecto a Andrei, o Dex Rain como prefería hacerse llamar ahora. Suspiré aliviada y tranquila cuando nos comunicaron que había sido encarcelado en una prisión de alta seguridad, y solté por lo bajo un "Que se pudra".
Era hora de ir a hablar con la tal Gran Consejera, al parecer quería preguntarnos sobre todo lo acontecido. Por el camino, fui pensando en qué debía contarle. Quería explicarle en la medida de lo posible todo lo ocurrido, aunque había tantas cosas que se me escapaban que prefería no pifiarla y ceñirme a lo que pudiese servirles de ayuda.
—Verdín —comencé, de forma totalmente directa, con mi Maestro junto a mí atento a todo lo que iba a decir—. Ese niño pervertido... ¿Qué ha sido de él, y cuál es su relación con And... Dex Rain? ¿Y Clío, Crow, Neku y Shiki...? ¿Por qué estaban ellos metidos en esto? ¿Están bien? ¿Y qué hay de Josh- Oh, l-lo siento... —me disculpé llevándome una mano a la boca—. No es el momento de hacer preguntas, supongo... Pero hay tantas cosas que no sé... —añadí chasqueando la lengua, frustrada.
»En cualquier caso, en la sala de los engranajes del Distrito 2 hay una trampilla que lleva a una sala llena de ordenadores en la que se escondía Verdín. No sé si habrán mirado allí, pero si no lo han hecho es posible que encuentren alguna pista sobre si hay más gente implicada en este asunto.
Tras decirles eso, les conté todo lo que me había ocurrido desde que había despertado en el hotel de Ciudad de Paso, hablé sobre el descabellado plan de Andrei y sobre los Villanos Finales. Y, obviamente, también hice mención al primer Reaper's Game, y a lo que en aquel minúsculo mundo virtual aconteció.
—Por favor —supliqué, mirando a la Gran Consejera a sus siniestros ojos alienígenas—. No dejen que haga más daño a nadie. Ningún inocente merece pasar por todo lo que pasó mi copia digital.
Así pues, sin nada más que comentar, salí junto a Kazuki de la sala. Me sentía aliviada, todo aquello había acabado y Andrei estaba entre rejas, pero tenía miedo de las repercusiones que nuestra presencia en Ciudad de Paso iba a tener. Después de todo, los Villanos Finales eran los que gobernaban aquel mundo, y de por sí no teníamos muy buena fama por aquellos lares. Estaba claro que el odio generalizado hacia la Orden aumentaría, y se nos echarían encima más de lo que habían hecho hasta el momento.
—Esperad un momento, por favor.
Julio apareció corriendo detrás de nosotros una vez los seis aprendices y los seis Maestros nos hubimos reunido.
—Me han dado permiso para llevaros a verle. A Dex Rain. Es lo mínimo que puedo hacer tras lo que os hizo. Si estáis interesados, acompañadme.
Algunos aceptaron ir a ver a Saavedra, y aunque al principio dudé, acabé por seguirles. Uno a uno, se acercaron a la celda para ver al gitano, tan inexpresivo como siempre, al otro lado de las rejas. Yo le observaba desde lejos, con odio, con ganas de decirle a la cara cuatro cosas tanto en nombre de Maya virtual como en el mío. Apreté los puños con rabia y di dos pasos hacia adelante cuando fue mi turno...
...pero no pude. O quizá no quise.
—Ni siquiera es humano ya —musité—. No merece la pena.
Quería decirle de todo, pero me contuve. Los demás ya habían hablado con él, supuse que no le habían dicho nada bonito, y suficiente castigo era ya estar encerrado allí. Ni siquiera me valía la pena perder más tiempo y saliva con aquel mamarracho, solamente quería regresar a casa y olvidarme del asunto. Que se encargasen los de la Federación, ya no era mi problema, suficiente había sufrido yo aquel día.
—Espero que nunca salgas de ahí —fue lo único que me limité a decirle desde lejos, observándole con un odio sereno, con cierta superioridad, justo antes de marcharme de la estancia, dejando a Fátima y al tal Simbad a solas con el Incorpóreo.