[Evento Global] OduE: Ruta 2

[RedXIII]

¿Que pasaba? Verdaderamente lo único que había hecho era molestar y fallar, fardaba de conocimiento, habiendo caído tan vergonzosamente ante aquel enemigo, y encima haber fallado sus disparos ¿Como podría levantar la cabeza después de todo esto? Rabia, mucha rabia sentía al haber quedado así, nada mas empezar su viaje, era algo vergonzoso para el, no era para nada tan fuerte como quería parecer.

Su abuelo, el cual le enseño de pequeño a luchar, seguramente diría algo como "La fuerza de la montaña se mide por su tiempo, no por su aspecto" o algo filosófico como siempre, de poco le servia en ese momento.
El mundo que le rodeaba hacia que no pensara con ninguna claridad, como solía pensar de costumbre, el hedor, el triste paisaje, la ausencia de vida ajena, era todo... tan desagradable.

Movido por la rabia se interpuso enfrente del sincorazon que seguía "vivo", con una mirada descarada de enfado observo, al igual que Hiro, lo enfadado que parecía. Se poso de lado y alargando el brazo derecho grito fuertemente por la rabia que sentía.

- ¡¡Desapareced de una vez, Raitoningu!! - Junto al Piro de Kairi, Hiro lanzo un potente "Electro" hacia el enemigo, deseando que acertara por una vez y así deshacerse de ellos de una maldita vez, no quería estar más en aquel desolado lugar.

[LightHelco]

El sincorazón deslizante acabó cayendo bajo el hechizo de la chica que estaba con Hiro todo el rato, por lo que ya solo quedaba un enemigo en pie.

Edge y Maya se me habían adelantado en el ataque contra ese monstruo y aunque los dos habían conseguido causarles bastantes daños por la espalda, el enorme sincorazón se preparaba para otro ataque. Por sus movimientos podría ser uno de aquellos saltos que habían efectuado sus dos compañeros a mi llegada, por lo que me acerqué al enemigo y al estar cerca de él, salté para golpearle con mi llave en su cabeza e impedir que saltara o se deslizara, ya que mantendría parte de la llave sobre su enorme cuerpo haciendo presión para que no avanzara.

—¡Yo lo mantengo, vosotros dadle con fuerza en la espalda! —informé a mis compañeros para que no perdieran el tiempo atacando, no estaba seguro de cuánto tiempo podría mantener la presión sobre esa mole. Ni siquiera estaba seguro de si podría llegar a detener su ataque y retenerlo con mi llave.

[Demyx]

Tan pronto como desapareció el otro grandullón tres de los aprendices se centraron, prácticamente al unísono, en el que ahora atacaban Maya y Edge. Pero el grandullón ya se estaba preparando para volver a saltar como lo hicieron en el inicio del combate. Quizá podrían coordinar sus movimientos para saltar y esquivar esta vez el terremoto.

Sin embargo Alec golpeó la cabeza del grandullón en un intento de impedir su ataque, un plan arriesgado, sin duda alguna.

—¡Yo lo mantengo, vosotros dadle con fuerza en la espalda!

Los otros dos aprendices estaban lanzando hechizos contra él, por lo que si Edge decidía atacarle por la espalda quizá entorpecería las estrategias del resto y acabaría arruinando el plan. Por lo que optó por otra táctica. Saltó y golpeó la cabeza del grandullón junto a la llave espada de Alex.

―¡Permítame ayudarle! ¡Quizá así tendremos más posibilidades!

[Zodiark]

El grandullón contra el que estábamos luchando cogió impulso, al parecer iba a volver a saltar y golpear el suelo con su caída para derribarnos. No pensaba volver a caerme.

Miré a Edge y, justo cuando estaba a punto de proponerle que nos sentásemos en el suelo para evitar la caída, Alec golpeó la cabeza del enemigo para evitar su salto.

—¡Yo lo mantengo, vosotros dadle con fuerza en la espalda!

―¡Permítame ayudarle! ¡Quizá así tendremos más posibilidades! —exclamó Edge uniéndose a Alec y golpeando también la cabeza del Grandullón.

¿Y qué podía hacer yo? Si le atacaba por la espalda podría entorpecer a los que ya le estaban lanzando hechizos, pero si me unía a Edge y Alec seríamos demasiados golpeándole la cabeza y entorpecería a mis dos compañeros.

Miré al suelo, desanimada. Estaba resultando ser una total inútil durante aquel combate y, si la cosa seguía de aquella forma, acabaría siendo una carga demasiado pesada para el grupo. Pero aquél no era mi estilo, no podía desanimarme así, o dejaría de ser yo misma. Maya Zawrid no se rendía ante nada.

Miré al Grandullón con determinación y escalé hasta su cabeza para unirme al ataque de Edge y Alec.

[Nell]

La acción coordinada de los aprendices consiguió acabar fácilmente con el Grandullón. Las magias de Hiro y Kairi impactaron de lleno, antes del salto de sus otros tres compañeros, quienes cayeron donde antes había estado el sincorazón, al que ni siquiera le dieron tiempo a practicar su nuevo salto devastador. Los hechizos habían sido suficiente para él.

Finalmente, el combate había acabado. Volvían a estar a salvo. Por el momento. Al fin y al cabo, aquello era Bastión Hueco. Si los Maestros no habían mentido, la plaga de sincorazón sólo acababa de comenzar.

No obstante, minutos después de finalizar la contienda, escucharon una voz desde lo más alto de la pared, en el fondo de aquella plaza de fuentes, por donde se llegaba a la salida.

—¿Estáis bien? —preguntó dulcemente la joven.

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—Siento no haber podido llegar a tiempo para ayudar —se disculpó—. ¿Queréis que os eche una mano?

Acto seguido, desenrolló una cuerda que llevaba atada a su cintura. Desapareció un instante, moviéndose hacia quién sabe qué por arriba, y reapareció en el borde, dejando caer la cuerda hasta sus pies. Al parecer, la había amarrado a algún lugar, puesto que estaba firme y lista para ser trepada por los aprendices.

Mientras aceptaban o rechazaban la oferta de la chica de subir, cosa que no podrían hacer por sí mismos con un simple salto en las otras paredes, continuó hablando:

—¿Sois habitantes de Bastión Hueco? —preguntó, con curiosidad—. Creía que habíamos rescatado a todos los refugiados, pero ya veo que no. Es una suerte que nos hayamos topado hoy.

Sonrió con dulzura.

—Mi nombre es Aeris. ¿Cómo os llamáis? —sin embargo, entre las presentaciones, tuvo una ocurrencia—. Venid conmigo. León está esperando.

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Fecha límite: 1 de agosto.

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Turnos perdidos: Ueki Expulsado; khsora (1); Axelpower (1); HappyDelice (1); Kousen (1); Deja Abandono; Final Fan (1); Hitori (1).

Ausentes: Little Sho, Kairi, EspeYuna, Zero, Narrador.

(Aparecer como ausentes quiere decir que habéis avisado de que probablemente no estéis disponibles, por lo que quedáis exentos de postear, aunque no estaría de mal que lo hicierais si podéis, y de castigos hasta vuestro regreso).
Si no aparecéis como ausentes y habéis anunciado vuestra indisposición, avisadme por PM con el link donde lo hicisteis.

[RedXIII]

- Al fin - Comento algo cansado y aliviado, había conseguido destruir a un Sincorazón, motivo de gozo para el, desgraciadamente tres de sus compañeros que saltaron a por el Sincorazón no llegaron a tiempo y cayeron cuando este desapareció, con motivo para ayudarles a levantarse, extendió la mano .

- ¿Estáis bien? - Les preguntó, una voz femenina pareció preguntar lo mismo poco después.

—¿Estáis bien? — Preguntó dulcemente una chica con el pelo marrón, atado en coleta con un lazo, que se acercó a ellos.


—Siento no haber podido llegar a tiempo para ayudar — Se disculpó, sin que tuviera siquiera un verdadero motivo para hacerlo, acabaron con el enemigo ¿Que importaba eso ya?—. ¿Queréis que os eche una mano? - Continuó.

Hiro estaba demasiado cansado para poder hacer muchas cosas, así que no desestimo para nada su ayuda.

Antes de que se diera cuenta, apareció en lo alto de aquellas columnas difíciles de escalar con una firme cuerda que les permitía subir, Hiro se decidió sin dudarlo y subió, mientras subía la chica empezó a hablar.


—¿Sois habitantes de Bastión Hueco? — Preguntó—. Creía que habíamos rescatado a todos los refugiados, pero ya veo que no. Es una suerte que nos hayamos topado hoy.

Hiro no sabía muy bien que decir ¿Debía disimular?, no tuvo mucho tiempo para pensar, así que improviso.

- Ah... Nosotros, bueno, estábamos, mirando... - No sabía bien que decir - ¡Supervivientes! estábamos buscando supervivientes... si... y nos encontramos a estos bichos raros - Explico, esperando que no le hiciera demasiado caso.

—Mi nombre es Aeris. ¿Cómo os llamáis? — Preguntó.

A continuación Hiro se presento, habiendo terminado de escalar - Yo me llamo Hiro Inukai ¡¿Me oís los de abajo?! ¡Hiro Inukai, no perrito ni cosas por el estilo! – Exclamo a los que aun no habían subido.


Sin embargo, entre las presentaciones, Aeris tuvo una ocurrencia—. Venid conmigo. León está esperando.

¿Leon? Quien era ese individuo ¿Es que tenia mucho pelo? Es mas ¿Quién era ella, era de confianza? No la conocía para nada, pero su mirada parecía gratil y apacible, nada que ver con la hostil mirada de algunos de sus compañeros. Mientras Hiro pensaba en eso a lo lejos se podía escuchar un leve grito.

-¡Kupó señor Hiro!- Der había aparecido de golpe de a saber donde se había quedado para reincorporarse al equipo -¿Kupó esta bien? Kupó ese malvado gordo le ha pegado antes - le Pregunto, Hiro negó con la cabeza y le giño el ojo a su Moguri, en señal de que callara, podría escapársele algo que no debiera delante de Aeris.

[Final Fan]

Trabajo en equipo, trabajo en equipo. Todavía con la Llave Espada en mi mano izquierda, vi cómo mis compañeros actuaban contra el último sincorazón y no logré encontrar una entrada, algún resquicio mediante el que acoplarme a la estrategia que se iba formando trocito a trocito. Observé, todavía pensando en qué podía hacer, cómo nuestro último enemigo caía finalmente en combate gracias a la ayuda de todos los Aprendices. Cooperatividad, acción conjunta... Para utilizar al máximo mi potencial debía trabajar en ello, así que decidí que se lo comentaría a Kazuki la próxima vez que lo viese.

Eso si descubríamos dónde estaba.

—Bien, esto nos ha pillado bastante por sorpresa... —comenté, mirando a mis compañeros.

—¿Estáis bien? —preguntó el chico de las orejas caninas.

Asentí con una sonrisa conciliadora, para que se notas que era cierto que todo había salido bastante mejor de lo que habría cabido esperar. Sin embargo, como si se tratase de un eco, otra voz sonó desde un lugar lejano haciendo la misma pregunta.

—¿Estáis bien? —se oyó, con tono dulce.

Miré a mi alrededor y luego hacia arriba. Así, me encontré observando al origen de aquellas palabras con la mirada casi perdida. En donde se encontraba la salida de aquella plaza, en aquel alto lugar que tanto nos iba a costar alcanzar, se encontraba asomada la figura de una chica que, a pesar de la distancia, lograba transmitir su serena mirada. Parecía un ángel, observándonos desde el cielo.

—Siento no haber podido llegar a tiempo para ayudar —se disculpó—. ¿Queréis que os eche una mano?

Antes de lograr pensar una respuesta coherente, deslizó una cuerda que bajó por alta pared hasta alcanzar el suelo. ¡Nos estaba ayudando a subir! Sacudí la cabeza al ver cómo nuestro Aprendiz perruno se adelantaba para llegar hasta ella. Sin soltar mi arma, lo imité y comencé a trepar detrás de él.

—¿Sois habitantes de Bastión Hueco? —oí que le preguntaba a mi compañero cuando éste ya había alcanzado la cima de la pared—. Creía que habíamos rescatado a todos los refugiados, pero ya veo que no. Es una suerte que nos hayamos topado hoy.

"Uy."

—Ah... Nosotros, bueno, estábamos mirando... —comenzaba a vacilar cuando llegué a su altura—. ¡Supervivientes! Estábamos buscando supervivientes, sí... y nos encontramos a estos bichos raros.

No sabía si asentir a lo que había dicho o simplemente adoptar una postura neutra. Al final acabé decantándome por lo segundo.

—Sí, es que somos de... las afueras.

Observé las orejas de mi compañero. Luego me fijé en mi color de piel.

—MUY de las afueras.

No supe descifrar la mirada de la chica en aquel momento, aunque seguro que la llave gigante que tenía en aquel momento en mi mano no resultaba precisamente sutil.

—Mi nombre es Aeris. ¿Cómo os llamáis?

—Fyk —respondí simplemente, con expresión afable.

—Yo me llamo Hiro Inukai —dijo el otro chico, para luego dirigirse a los demás aprendices que todavía no habían subido—. ¡¿Me oís los de abajo?! ¡Hiro Inukai! ¡No "perrito" ni cosas por el estilo!

Me sentí un poco culpable con aquel comentario, ya que en mi cabeza me había estado refiriendo a él con algún mote parecido al no saber su nombre. Me llevé la mano libre a la nuca y me la rasqué inocentemente.

—Venid conmigo. León está esperando.

—Oh, eh... vale —dije, comenzando a seguirla lentamente—. ¿Habéis rescatado ya a mucha gente?

Y si la respuesta era positiva... entonces, ¿por qué nosotros no? ¿Por qué los Maestros y Aprendices de Tierra de Partida no habíamos partido en misiones de búsqueda en este mundo? De repente, recordé las palabras que Nanashi nos había dicho una vez, en el primer entrenamiento que tuve con ella junto a Hitori, Ivan y Dejay.

"Cometes un grave error al pensar que los únicos aliados con los que podemos contar son portadores, como nosotros. No desprecies nunca a nadie si tiene los mismos objetivos que tú, aunque diferente arma."

Quizás este grupo de rescatadores era lo suficientemente capaz como para llevar a cabo aquella labor. Más de lo que podríamos imaginar. Pero, aún así... ¿quizás los Maestros en realidad sí habían realizado partidas de búsqueda en Bastión Hueco y los Aprendices no nos habíamos enterado?

El tal León debía ser el líder del grupo de búsqueda de supervivientes de Aeris. A priori no me parecía buena idea fingir ser residentes de aquel mundo para que nos rescatasen de aquel modo, ya que la mentira no se podría sostener durante mucho rato. Sin embargo, las normas de Tierra de Partida nos impedían hablar de nuestra condición de portadores de la Llave Espada a gente ajena a los asuntos entre los mundos... Pero, si resultaba que aquellas personas estaban rescatando a la gente, quizás...

—Aeris —me dirigí a ella y luego le extendí mi brazo izquierdo, en cuya mano sostenía la Llave Espada—. ¿Te resulta familiar esto?

[Kairi]

Los hechizos habían vuelto a dar resultado. Esta vez, con la ayuda de Hiro, Kairi pudo derrotar al otro Sincorazón gordo que quedaba, desapareciendo igual que sus otros dos compañeros. Los demás aprendices habían luchado muy bien y habían colaborado mucho también. La joven se sentó en el suelo, exhausta. Aquella batalla la habia dejado sin aliento, pero imaginó que habría más Sincorazón por todo ese mundo, así que no había que bajar la guardia.

- ¡Por fin! ¡Hemos vencido!- dijo muy contenta.

- Bien, esto nos ha pillado bastante por sorpresa...- comentó otro aprendiz.

- ¿Estáis bien?- preguntó Hiro al grupo, a lo que Kairi contestó en seguida: - Sí, sólo un poco cansada, pero bien.

- ¿Estáis bien?- preguntó una voz femenina en la lejanía.

Kairi miró por toda la plaza y vio a una chica en lo alto de una de las paredes que la rodeaban. Se acercó a ella. Llevaba un bonito vestido rosa y el pelo largo recogido en una trenza. Parecía muy agradable.

- Sí, gracias.- le respondió.

- Siento no haber podido llegar a tiempo para ayudar. ¿Queréis que os eche una mano?

Después de decir eso, sacó una cuerda y la desenrolló por la pared hasta llegar abajo, amarrándola en algún lugar de arriba. Kairi se alegró de que aún quedara alguien de Bastión Hueco que pudiera ayudarles, así que no desestimó la oferta. Empezó a trepar por la cuerda, por detrás de Hiro y el otro aprendiz, mientras la muchacha seguía hablando.

- ¿Sois habitantes de Bastión Hueco? Creía que habíamos rescatado a todos los refugiados, pero ya veo que no. Es una suerte que nos hayamos topado hoy.

Cómo debían mantener la existencia de otros mundos en secreto, Hiro respondió: - Ah... Nosotros, bueno, estábamos mirando... ¡Supervivientes! Estábamos buscando supervivientes, sí... y nos encontramos a estos bichos raros.- a lo que siguió el comentario del otro aprendiz que iba detrás de él: - Sí, es que somos de... las afueras. MUY de las afueras.- y Kairi respondió: -Yo también vivo bastante lejos de aquí...- en ese momento añoró el mar de sus islas.

- Mi nombre es Aeris. ¿Cómo os llamáis?- se presentó la joven con una sonrisa.

- Yo me llamo Hiro Inukai. ¡¿Me oís los de abajo?! ¡Hiro Inukai, no perrito ni cosas por el estilo!- exclamó Hiro a los de abajo. Aunque a Kairi le pareciera un adorable perrito, nunca se le ocurriria llamarle así porque era una persona como todos los demás y tenía nombre.

- Fyk- respondió el otro aprendiz.

- Yo me llamo Kairi- dijo la aprendiz con una sonrisa contagiada por Aeris.

En ese momento, a Aeris se le ocurrió algo.

- Venid conmigo. León está esperando.

¿León? ¿Quién podría ser? ¿Sería acaso un león de verdad? Kairi descartó esa opción, era absurdo que hubiera un león suelto por ahí, aunque peores cosas había sueltas por ese mundo... Supuso que era otra persona pero sólo había una forma de averiguarlo, de modo que terminó de subir por la cuerda para reunirse con Aeris, Hiro y Fyk, quién le estaba enseñando su llave espada a la chica. Se preguntó si aquello era buena idea, suponiendo que Aeris y el tal León estuvieran de su parte.

[Demyx]

El plan de Alec no resultó como ellos esperabas. Alec, Maya y Edge saltaron con el propósito de eliminar el grandullón, pero cayeron al vacío ya que, por suerte, los otros dos aprendices consiguieron eliminarlo con sus hechizos. El combate había terminado.

―¿Estáis bien? ―preguntó el aprendiz con aspecto canino.

―Oh, sí, muchas mercedes, Don perrito ―contestó afablemente Edge―. No se preocupe.

No prestó atención a la reacción del aprendiz, al que no debió hacerle mucha gracia ese apelativo, porque una nueva voz se hizo oír sobre el grupo.

―¿Estáis bien? Siento no haber podido llegar a tiempo para ayudar ―era una chica de pelo castaño con una larga trenza y un vestido rosa, que les hablaba desde lo alto de una pared ―. ¿Queréis que os eche una mano?

La chica les tiró una cuerda para ayudarles a subir. No parecía una trampa y la chica resultaba de fiar, por lo que los aprendices empezaron a subir. Edge hizo desaparecer su llave espada y les siguió.

—¿Sois habitantes de Bastión Hueco? ―esa pregunta podía ser motivo de controversia. Teóricamente, les estaba prohibido revelar nada a los habitantes de otros mundos―. Creía que habíamos rescatado a todos los refugiados, pero ya veo que no. Es una suerte que nos hayamos topado hoy.

—Ah... Nosotros, bueno, estábamos mirando... ¡Supervivientes! ―por suerte el aprendiz con orejas de perro fue lo suficiente hábil para sacarse una excusa que, al fin y al cabo, podía ser creíble―. Estábamos buscando supervivientes, sí... y nos encontramos a estos bichos raros.

—Sí, es que somos de... las afueras ―añadió Fyk, que justo debió darse cuenta del particular aspecto de cada uno de los aprendices―. MUY de las afueras.

Al parecer la chica no le dio más importancia, porque pasó a las presentaciones.

—Mi nombre es Aeris. ¿Cómo os llamáis?

―Yo me llamo Hiro Inukai. ¡¿Me oís los de abajo?! ¡Hiro Inukai! ¡No "perrito" ni cosas por el estilo! ―y aunque quizá ese último comentario fuera por él, no se dio por aludido, como de costumbre con ese tipo de cosas.

—Fyk.

―Yo me llamo Kairi ―contestó la aprendiz que acompañaba a Hiro.

―Encantado de conocerla, Doña Aeris ―dijo Edge, quien se limitaba a seguir el hilo de la conversación. Era consciente de que en este tipo de casos, solía decir cosas que no debía―. Mi nombre es Edge Lemmons.

―Venid conmigo. León está esperando.

¿Les esperaba? ¿Quién sería ese tal León? ¿El líder? ¿Un aliado o un enemigo potencial? Edge no dejaba de hacerse preguntas acerca de aquel nombre. En todo caso, ahora lo comprobaría.

[Zodiark]

Los hechizos de Kairi y Hiro fueron suficientes para destruir al Sincorazón, cuya desaparición hizo que Alec, Edge y yo cayéramos al suelo al intentar alcanzar su cabeza.

―Al fin —comentó Hiro—. ¿Estáis bien? —nos preguntó.

―Oh, sí, muchas mercedes, Don perrito ―le contestó Edge al mismo tiempo que yo asentía con la cabeza―. No se preocupe.

—Aunque podría estar mejor... —suspiré mientras comprobaba que no tuviera ningún moratón a causa de las caídas.

―¿Estáis bien?— preguntó una voz que venía de lo alto de la pared.

Me la quedé mirando. Era una chica bastante guapa con un vestido rosa y con el pelo castaño recogido en una trenza.

―Siento no haber podido llegar a tiempo para ayudar. ¿Queréis que os eche una mano?

La chica lanzó una cuerda para ayudarnos a subir. No sabía si podíamos confiar en aquella mujer, ya que nada de aquel mundo me parecía de confianza, pero los demás comenzaron a trepar por la cuerda, así que, antes que quedarme allí sola, decidí que lo mejor iba a ser acompañarles.

—¿Sois habitantes de Bastión Hueco? Creía que habíamos rescatado a todos los refugiados, pero ya veo que no. Es una suerte que nos hayamos topado hoy.

—Ah... Nosotros, bueno, estábamos mirando... ¡Supervivientes! ―respondió Hiro como excusa―. Estábamos buscando supervivientes, sí... y nos encontramos a estos bichos raros.

—Sí, es que somos de... las afueras. MUY de las afueras —continuó Fyk.

Me rasqué la nuca mientras observaba a mis compañeros. Nuestro aspecto no era muy "normal", por lo que no sabía si la chica sospechaba algo.

Pero no pareció olerse nada, porque cambió de tema radicalmente. O quizá solamente estaba disimulando...

—Mi nombre es Aeris. —se presentó la chica dle vestido rosa—. ¿Cómo os llamáis?

Después de que todos se presentaran, la miré a la cara con una expresión de desconfianza y posé las manos sobre mi cintura.

—Zawrid... Maya Zawrid —dije con un tono de voz un tanto arisco.

―Venid conmigo. León está esperando.

Después de aquel comentario, mi confianza hacia ella descendió aun más. ¿Nos esperaba un tal León? No me fiaba para nada.

Suspiré dubitativa ya que, después de todo, mi desconfianza era infundada. En aquel mundo había vivido gente, gente normal. Pero era Bastión Hueco, no podía bajar la guardia.

[Nell]

—Se llaman sincorazón —explicó Aeris a Hiro, al escucharle llamarles bicho, y completamente ignorante a que el aprendiz ya lo sabía—. Los hay muy peligrosos, así que debéis de tener mucho cuidado con ellos —le advirtió, también.

Uno por uno, los aprendices fueron subiendo por la cuerda, salvo unos cuantos. Zait ya se había quedado en la calle anterior. Alec decidió explorar un poco más aquel espacio antes de subir por la cuerda, por lo que podrían adelantarse sin él. De modo que, una vez reunidos nuevamente en lo alto, continuaron las conversaciones.

Aeris no pareció extrañada por las orejas de uno o la piel azulada del otro. Ni siquiera hizo comentarios al respecto. Pareció tragarse muy bien la historia. Hasta que…

—¡Sois elegidos! —exclamó, sorprendida, cuando Fyk le mostró su llave—. Creía que no quedaban más, salvo los del castillo. Entonces, venís de otro mundo, ¿verdad? ¿Vais a destruir a los sincorazón?

Recordando lo que había dicho momentos antes sobre León, Aeris les guió por donde había venido, hacia la salida.

—Bastión Hueco está prácticamente deshabitado. Conseguimos rescatar a muchos, pero otros… no se salvaron —agachó la cabeza, tristemente—. Desde entonces, los sincorazón abundan, y no hay forma de detenerlos. Somos pocos y ellos son muchos.

Aún quedaba mucha explicación por delante, sin duda. Además de unas cuantas preguntas que los aprendices tendrían que estar deseosos por resolver: a quiénes se refería Aeris, por qué conocía la existencia de otros mundos, la invasión de Bastión Hueco… Sin embargo, todas ellas quedaron a un segundo plano cuando, al entrar en la siguiente estancia, redonda, bajo varias tuberías de la ciudad, aquel a quien iban a buscar les interrumpió:

—Aléjate de ellos, Aeris.

El hombre, de mayor edad respecto a lo que estaban acostumbrados a tratar, tenía el pelo largo, castaño, junto a unas ropas oscuras, llenas de hebillas, cinturones y cremalleras. Tanto en su colgante, como en su camiseta, se hallaba el símbolo de un león. Al menos, no era uno de verdad.

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—¿Qué estás diciendo, León? —se detuvo Aeris, extrañada.

—No son de fiar. ¿No has visto sus armas?—León señaló la Llave Espada que portaba Fyk, la misma que había usado para tantear a la joven—. Son las mismas.

—¿Y qué pasa con eso? Los informes decían que…

—¡Olvídate de los informes! —replicó, por algún motivo, enfadado—. No necesitamos más pruebas para saber que son sus aliados.

—León…

—¡Los culpables de lo que ha sucedido en esta ciudad!

León alzó su arma, cuya extrañeza radicaba en su forma, la cual combinaba tanto el filo de una espada como el gatillo de una pistola. Eso sí, no tenía cañón. No obstante, el joven pareció cambiar de idea y, en su lugar, extendió la mano contraria y lanzó una bola de fuego, más grande que un Piro normal, en su dirección. Ninguno de los aprendices tuvo problemas en esquivarla, puesto que iba a una velocidad anormalmente reducida. Las llamas no se extinguieron en el lugar donde hizo impacto, sino que siguieron ardiendo.

Aeris, que había esquivado la bola de calor lanzándose al suelo, a cubierto, se levantó como pudo y les susurró, en un intento de convencerlos.

—No entiendo qué le pasa. No es él mismo…

En cualquier caso, León, con paso sereno y tranquilo, se acercaba lentamente hacia los aprendices.

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*Instrucciones para el combate:

- Vuestra ayuda extra será Aeris. Está únicamente de vuestra parte siempre y cuando no dañéis mortalmente a León. Sus habilidades son exclusivamente curativas, pero también podría sorprenderos con alguna habilidad de apoyo. No intervendrá de ninguna otra manera.

- Si se da el caso de que León resulte excesivamente herido, Aeris le curará y no os ayudará más.

- La clave de esta batalla es, en efecto, saber el punto justo que no debéis rebasar para salir beneficiados.

- Al final de cada turno, os pondré los PH (puntos de habilidades) que le quedan a Aeris. Sus PH totales e iniciales son 28.

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*Datos:

Aeris

Nivel: 14
PH: 28/28

León

???

PH de Edge: 1/4
PH de Maya: 3/4
PH de Kairi: 5/10
PH de Hiro: 9/12
PH de Fyk: 20/24

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Fecha límite: 5 de agosto.

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Turnos perdidos: Ueki Expulsado; khsora (1); Axelpower (1); HappyDelice (1); Kousen (1); Deja Abandono; Final Fan (1); Hitori (1); Lighthelco (1).

Ausentes: Little Sho, Mickael.

(Aparecer como ausentes quiere decir que habéis avisado de que probablemente no estéis disponibles, por lo que quedáis exentos de postear, aunque no estaría de mal que lo hicierais si podéis, y de castigos hasta vuestro regreso).
Si no aparecéis como ausentes y habéis anunciado vuestra indisposición, avisadme por PM con el link donde lo hicisteis.

Anuncio importante:

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Hablemos de cosas serias: mis vacaciones. Me voy a la playa el próximo lunes 6 de agosto, y no podré postear. La fecha de retorno es indecisa, puede variar entre una o dos semanas (aunque creo que lo más probable es que sea el día 13).

¿Qué quiere decir esto? Una vez postee el día 5, la fecha límite será el día 10-11, eso no cambiará. ¿Qué pasa si posteas el día 12 y no he regresado? Entra dentro del plazo. El problema lo tendrás cuando regrese y aún no lo hayas hecho. Por eso, lo ideal es que no lo dejéis para el último momento (a ver si hacéis caso por una vez xD) y cumpláis con el periodo, por lo que pueda suceder. Advertidos quedáis.

[RedXIII]

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Que no me cambiéis el jodido color de la letra Ooo.

—Se llaman sincorazón — Le explico a Hiro, irónicamente Hiro ya sabía que eran —. Los hay muy peligrosos, así que debéis de tener mucho cuidado con ellos — al igual que sabía que eran también sabía que podía haber varios tipos de Sincorazónes más o menos fuertes.

Hiro no presto mucha atención a si algún compañero se quedaba abajo o no, ya que la cuerda seguiría ahí para cuando quisieran subir ellos, lo que si vio es que le seguían el hombre con el nombre similar a Limón, una chica llamada Maya, Fyk, una rana o algo azul, Kairi y la chica que vino en su rescate.

Parecía que todo lo que se había inventado tenia su pase hasta que Fyk mostro su llave espada —¡Sois elegidos! — Exclamó la joven chica llamada Aeris —. Creía que no quedaban más, salvo los del castillo. Entonces, venís de otro mundo, ¿verdad? ¿Vais a destruir a los sincorazón?

No sabía bien que responder ¿Seguía con el bulo de antes o le contaba la verdad?

- Ah... bueno, supongo que sí, venimos del... exterior - No sabía muy bien que decirle ¿Y si la cagaba? Prefirió callar y seguirla.

—Bastión Hueco está prácticamente deshabitado. Conseguimos rescatar a muchos, pero otros… no se salvaron — Tristemente agachó la cabeza —. Desde entonces, los sincorazón abundan, y no hay forma de detenerlos. Somos pocos y ellos son muchos.

Sincorazónes ¿Que eran exactamente, porque hacían todo eso, se merecían verdaderamente ese calvario los habitantes de aquel lugar?

Sus constantes meditaciones se vieron interrumpidas cuando de pronto, al pasar bajo varias tuberías de la ciudad, la persona la cual les esperaba irrumpió delante de él.

—Aléjate de ellos, Aeris.— Un hombre mayor, con largo pelo de color castaño que vestía con una gran cantidad de cinturones, seguramente mas incluso que los que llevaba Hiro, con un curioso y característico collar en forma de león rodeando su garganta se dirigió hacia Aeris.

- ¿Es el? - Le pregunto Hiro, curioseado.

—¿Qué estás diciendo, León? —se detuvo Aeris, extrañada, ignorando, al parecer la pregunta de Hiro, la cual se respondió por si sola al escuchar la conversación entre ambos.

—No son de fiar. ¿No has visto sus armas?—León señaló la Llave Espada que portaba Fyk, la misma que había usado para tantear a la joven—. Son las mismas.

- Joder Fyk, como la lías - Dijo Hiro, medio en broma.

—¿Y qué pasa con eso? Los informes decían que…

—¡Olvídate de los informes! —replicó, por algún motivo, enfadado—. No necesitamos más pruebas para saber que son sus aliados.

—León…

—¡Los culpables de lo que ha sucedido en esta ciudad!


- Eh, haya paz, haya paz - Hiro dejo lentamente su revolver en el suelo con la esperanza de que no hiciera nada malo, desgraciadamente, aquel individuo llamado "León" alzo su arma, era una especie de espada con un revolver insertado en el mango ¿Era una espada pistola? Era la primera vez que veía algo similar, era muy guay, Hiro quería una igual, desgraciadamente, León no estaba para bromas ni peticiones, extendió la mano contraria con la que alzo su "Espada" y lanzo una bola de fuego ¿Era un piro? Era algo muy extraño, nunca había visto ese ataque, velozmente se apartó de su trayectoria, mientras recogía su pistola, rodando por el suelo, aprovechando que el proyectil era bastante lento.


- ¡¿No se suponía que era nuestro aliado, nos has tendido una trampa?! Joder - Exclamo bastante irritado Hiro después de levantarse del suelo y le apunto rápidamente con su revolver.

—No entiendo qué le pasa. No es él mismo…

Hiro decidió confiar en la chica y guardo su revolver.

Léon pareció acercarse a ellos con una pose firme y calmada ¿Ego, confianza en si mismo? Le daba igual.

- No lo mataremos, o eso espero de los demás, pero espero que seáis los dos de confianza. - Dijo mientras junto sus manos y soltó un sonoro y breve grito, su llave espada apareció entre sus manos - Utilizad la llave espada para contusionarlo, no cortéis ni golpeéis en los órganos ¿Entendido? - Dijo Hiro, seriamente, sin tener en consideración lo que los demás pensaran de todo lo que estaba diciendo, acto seguido se lanzo al ataque confiando que algún compañero más le siguiera y, vigilando que no contratacara, empezó a golpearle con el filo inverso de la llave para provocar golpes.

[Kairi]

- Se llaman sincorazón- explicó Aeris, aunque parecía que todo el mundo sabía lo que eran - . Los hay muy peligrosos, así que debéis de tener mucho cuidado con ellos- les advirtió. Kairi ya había visto que podían ser de varios tamaños, se preguntó cuánto de grandes podían llegar a ser.

Kairi vio que unos cuantos aprendices no habían subido por la cuerda, por lo que ahora serían menos para luchar contra los Sincorazón. Si la anterior batalla les había costado ganarla, no quería pensar cómo se las iban a arreglar en la próxima con menos gente.

Cuando el aprendiz llamado Fyk le enseñó a Aeris su llave espada, cosa que a Kairi no le pareció muy buena idea, la joven se sorprendió mucho y exclamó:

- ¡Sois elegidos! Creía que no quedaban más, salvo los del castillo. Entonces, venís de otro mundo, ¿verdad? ¿Vais a destruir a los sincorazón?

- Ah... bueno, supongo que sí, venimos del... exterior- balbuceó Hiro.

- Sí, venimos de otro mundo, aunque este viaje no estaba previsto... Pero derrotaremos a los sincorazón- respondió Kairi. Se fiaba de Aeris, no parecía una enemiga y era muy simpática.

Los aprendices siguieron a la chica hacia la salida de la plaza de las fuentes, mientras les contaba su situación.

- Bastión Hueco está prácticamente deshabitado. Conseguimos rescatar a muchos, pero otros… no se salvaron- les contó con tristeza - . Desde entonces, los sincorazón abundan, y no hay forma de detenerlos. Somos pocos y ellos son muchos.

En efecto, el lugar estaba abandonado casi por completo. Sólo unos cuántos se habían quedado a ayudar a los que pudieran, pero eso parecía una muerte segura. Kairi no sabía si podían ayudarlos, ahora eran menos que antes y empezaba a dudar de lo que había dicho. ¿Y si aparecían numerosos sincorazones y no pudieran vencerlos entre todos? Empezaba a tener verdadero miedo, pero intentó que no se hiciera notar. Pero había una cosa que Aeris aún no les había dicho: cómo conocía la llave espada y la existencia de otros mundos, además de la identidad del tal señor León.

Siguieron andando hasta llegar a una estancia redonda llena de gruesas tuberías, que podrían ser las que abastecían a la ciudad. Allí, un desconocido les impidió el paso.

- Aléjate de ellos, Aeris.- Era un hombre alto, de pelo castaño y ropas con gran cantidad de cinturones y hebillas. Su semblante era muy serio tirando a enfadado. Por el colgante en froma de león que llevaba al cuello, Kairi dedujo que se trataba del señor León.

- ¿Es él?- preguntó Hiro para aclarar la duda.

- Diría que sí, por el colgante- le respondió Kairi.

- ¿Qué estás diciendo, León?- preguntó Aeris extrañada.

- No son de fiar. ¿No has visto sus armas?- dijo León señalando hacia el arma de Fyk - Son las mismas.

- ¿Y qué pasa con eso? Los informes decían que… - Kairi estaba a punto de preguntar qué eran esos informes, pero León la interrumpió.

- ¡Olvídate de los informes!- exclamó enfadado. - No necesitamos más pruebas para saber que son sus aliados.

- León...

- ¡Los culpables de lo que ha sucedido en esta ciudad!

Kairi se estaba empezando a agobiar a causa de la discusión, pero Hiro les interrumpió para su alivio.

- Eh, haya paz, haya paz- y dicho esto dejó su revolver en el suelo.

- Venimos en son de paz, no queremos haceros daño ni somos aliados de nadie. Destruimos sincorazón, igual que vosotros- añadió Kairi con la esperanza de que León cambiara de opinión, pero nada más lejos de la realidad. León alzó su arma, una extraña mezcla entre revólver y espada sin cañón y lanzó un Piro hacia los aprendices. Kairi se agachó rápidamente y lo esquivó, dando gracias de que no fuera a demasiada velocidad. La bola de fuego impactó en un muro y siguió ardiendo.

- ¡¿No se suponía que era nuestro aliado, nos has tendido una trampa?! Joder- gritó Hiro muy irritado, apuntando a León con su pistola. Kairi invocó su arma y se puso a cubierto junto a él.

Aeris se levantó del suelo a causa de esquivar el Piro y dijo:

- No entiendo qué le pasa. No es él mismo…

León se acercó lenta y peligrosamente hacia ellos. Hiro invocó su llave espada para asombro de Kairi, pues era la primera vez que lo veía hacer eso. - No lo mataremos, o eso espero de los demás, pero espero que seáis los dos de confianza. Utilizad la llave espada para contusionarlo, no cortéis ni golpeéis en los órganos ¿Entendido? explicó.

- No se cómo evitaré hacerle daño, pero lo intentaré- respondió Kairi dudosa, pero preparada. Corrió junto a Hiro a golpear a León en las piernas, con cuidado de no hacerle demasiado daño, pero lo suficiente como para intentar tirarlo al suelo.

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Editado para poner un guión que se me había olvidado =_D

[Final Fan]

—¡Sois elegidos! —exclamó Aeris. Pareció iluminársele la cara— Creía que no quedaban más, salvo los del castillo. Entonces, venís de otro mundo, ¿verdad? ¿Vais a destruir a los sincorazón?

Asentí enérgicamente, pero me frené un poco. ¿Cómo podía afirmar que destruiríamos a los sincorazón? Tan sólo éramos aprendices... En todo caso, Hiro accedió a seguir con la verdad por delante, al igual que Kairi...

—Sí, venimos de otro mundo, aunque este viaje no estaba previsto... Pero derrotaremos a los sincorazón —dijo, segura de sí misma.

Las miradas de mis compañeros parecían estar llenas de la decisión que a mí me faltaba. Aquello me hizo sentirme respaldado. Un poco más seguro.

—Bastión Hueco está prácticamente deshabitado —continuó Aeris—[color=#FF80BF][b]. Conseguimos rescatar a muchos, pero otros… no se salvaron. Desde entonces, los sincorazón abundan, y no hay forma de detenerlos. Somos pocos y ellos son muchos.

El rostro de Aeris pareció ensombrecerse con aquel comentario. Lo más duro para una partida de rescate debía ser... no lograr rescatar a alguien. Aún así su labor había sido encomiable. Incluso sabiendo tan poco sobre aquellas personas, tenía la sensación de que habían puesto todo su empeño en lo que se traían entre manos.

—Aléjate de ellos, Aeris.

Una voz grave, aunque joven, llamó la atención de mi mirada. Mis ojos se posaron sobre un hombre de cabello castaño, que vestía ropas de cuero. El tono de sus palabras era frío. ¿Sería...?

—¿Es él? —preguntó Hiro.

—Diría que sí, por el colgante —indicó Kairi.

Se refería a una pequeña placa plateada que colgaba del cuello del hombre. Su forma recordaba a la cabeza de un león, con la melena ondeando al viento. Un león...

—¿Qué estás diciendo, León? —dijo Aeris, al parecer confirmando las sospechas de mis compañeros.

—No son de fiar. ¿No has visto sus armas? Son las mismas.

Estaba hablando de la Llave Espada. Me extrañó el hecho de que dijese que no éramos de fiar al ver nuestras armas. Además, "las mismas"... ¿Se habían encontrado con alguien que blandía Llaves Espada, aparte de nosotros? Alguien con nuestra misma arma... que no era de fiar...

"Alexis", pensé. Me dio un vuelco al corazón al darme cuenta de lo que estaba pasando.

—¿Y qué pasa con eso? Los informes decían que… —dijo Aeris.

—¡Olvídate de los informes! —replicó León—. No necesitamos más pruebas para saber que son sus aliados. ¡Los culpables de lo que ha sucedido en esta ciudad!

Aeris parecía estar en un sinvivir. Por alguna razón ella sí confiaba en nosotros, aunque yo podía llegar a entender por qué León, de repente, mostró su arma y la alzó contra nosotros. Portaba un sable de forma extraña, con motivos que recordaban a los de un revólver plateado. El primer instinto de cualquiera habría sido ponerse en guardia, pero yo me quedé quieto simplemente.

—Eh, haya paz, haya paz —dijo Hiro, que había sacado una pistola y la estaba dejando en el suelo.

Kairi le siguió al paso.

—Venimos en son de paz, no queremos haceros daño ni somos aliados de nadie. Destruimos sincorazón, igual que vosotros.

Sus palabras no parecieron tener efecto sobre el hombre, que parecía airado. Éste decidió enviar una bola de fuego hacia nuestra posición, aunque sus características la hicieron muy fácil de esquivar. Iba más lento de lo normal para una magia del estilo, y al impactar dejó un surco de llamas que deberíamos tener cuidado de no pisar. Supuse que lo había hecho para intimidarnos.

—¡¿No se suponía que era nuestro aliado, nos has tendido una trampa?! Joder —exclamó Hiro, volviendo a apuntar su revólver hacia el que él creía nuestro enemigo. Kairi lo imitó de nuevo, blandiendo su Llave Espada en pose amenazante.

—No entiendo qué le pasa. No es él mismo…

Era la voz de Aeris, que sonaba débil apartada del meollo. Parecía preocupada por su amigo... ¿Que "no era él mismo" decía? ¿Entonces qué le pasaba?

—C-creo que se trata de un malentendido, ¿eh? ¿No pensarás que...? —le dije nervioso a la chica, para luego dirigirme a León—. No nos vas a atacar, ¿verdad? ¡N-nosotros no hemos hecho nada!

Pero él no escuchaba. Comenzó a avanzar lentamente hacia nosotros.

—No puede ser... —susurré, desesperanzado.

¿Iba a ser víctima de otro malentendido? ¿Otro más? ¿Cuántos de tal magnitud podía soportar una sola persona? León tenía todo el derecho a enfadarse con los que le habían hecho aquello a Vergel Radiante, ¡pero no éramos nosotros! Todo era injusto. No sabía qué hacer... hasta que Hiro habló.

—No lo mataremos, o eso espero de los demás, pero espero que seáis los dos de confianza. Utilizad la llave espada para contusionarlo, no cortéis ni golpeéis en los órganos. ¿Entendido?

¿Pero qué...?

—No sé cómo evitaré hacerle daño, pero lo intentaré.

¿Qué estaban diciendo?

¿Cómo podían estar trazando aquel plan tan impunemente? ¿"No lo mataremos"? ¿"No golpeéis en los órganos"? Y luego Kairi: ¿"No sé cómo evitaré hacerle daño"?

—¡¿Pero qué estáis diciendo?!

Me interpuse entre mis compañeros y el avance de nuestro contrincante, mirando a los primeros.

—¡No vamos a atacar a nadie! —exclamé— ¡¿Es que sois...?! ¡León piensa que somos el enemigo y vosotros sólo estáis dándole más razones para creerlo!

Me di la vuelta y esta vez me dirigí al hombre del sable pistola.

—¡No somos quienes crees! ¡Hay un... grupo de personas que usan los poderes de la Llave Espada para...! ¡Para...! ¡Para algo malo! Creo... ¡Pero nosotros no...! ¡Llegamos aquí por accidente y...! ¡Bueno, al... al menos algunos y...! ¡Esto no está bien!

Mientras hablaba miraba de un lado a otro rápidamente, como si intentase buscar las palabras en el aire. ¿Era aquel el momento de hablar de Alexis? ¿Pero de qué serviría? Quizás eso tan sólo serviría para agravar todavía más las cosas. No sabía qué hacer. Miré a Aeris una última vez y luego a León.

—Por favor... —musité, con mi mirada posada sobre la suya.

Esperaba que luchar no fuese la única opción al final.

[Demyx]

Algunos aprendices decidieron quedarse abajo por el momento, Edge se quedó mirando hacia atrás unos instantes algo preocupado. La idea de que algunos integrantes se separaran del grupo no le gustaba mucho, pero esa era su decisión, al fin y al cabo cada uno tiene derecho a decidir qué camino quiere seguir en la vida, o eso pensaba el joven aprendiz. Sacudió la cabeza y aceleró el ritmo para volverse a juntar con el grupo, el cual ahora seguía a la misteriosa Aeris.

—¡Sois elegidos! —exclamó al ver la llave espada de Fyk—. Creía que no quedaban más, salvo los del castillo. Entonces, venís de otro mundo, ¿verdad? ¿Vais a destruir a los sincorazón?

—¿Salvo los del castillo? —musitó Edge, extrañado, ¿acaso habían más aprendices? No se lo preguntó a Aeris, si habían respuestas, seguramente las encontraría allí.

—Ah... bueno, supongo que sí, venimos del... exterior —al parecer Hiro había decidido apartar las excusas, puesto que Aeris era ya conocedora no solamente de los mundos exteriores, sino también de la llave espada y sus portadores.

—Sí, venimos de otro mundo, aunque este viaje no estaba previsto... Pero derrotaremos a los sincorazón.

Aunque Edge solía compartir tal deseo y determinación, en aquel momento no se vio con corazón de decir nada. Aunque no lo mostró, el combate contra aquellos sincorazón le había dejado bastante desanimado, ¿cuán fuertes eran ellos en realidad? Si algo tenía claro es que no estaban preparados… que no estaba preparado. Sin embargo, allí, en Bastión Hueco, se hizo una promesa. No se rendiría, al fin y al cabo, su viaje acababa de empezar.

—Bastión Hueco está prácticamente deshabitado. Conseguimos rescatar a muchos, pero otros… no se salvaron —agachó la cabeza, tristemente—. Desde entonces, los sincorazón abundan, y no hay forma de detenerlos. Somos pocos y ellos son muchos.

Y a pesar del lamento de la chica, saber que no eran los únicos que se afrontaban a los sincorazón era un descanso. Quizá algún día, aún muy lejano, todo esto terminaría. Cada granito de arena era importante.

—Aléjate de ellos, Aeris —dijo un hombre que se acercaba lentamente a ellos, con el rostro ensombrecido. Tenía el cabello castaño, iba de negro y en su rostro tenía una cicatriz, algo que sin embargo no llamó la atención de Edge. La identidad de aquel hombre era la que todos los aprendices sospecharon. León.

—¿Qué estás diciendo, León?

—No son de fiar. ¿No has visto sus armas? Son las mismas.

La reacción de Aeris y León frente las llaves espada no podía haber sido más opuesta. ¿No eran de fiar? Edge pensaba que eran armas que conducían a la gente hacia la luz, que les daba la oportunidad de ser felices. Muchas cosas se le escapaban, pero algo raro estaba pasando con ese tal León.

—¿Y qué pasa con eso? Los informes decían que…

—¡Olvídate de los informes! —gritó León, haciendo que el ambiente fuera cada vez más tenso—. No necesitamos más pruebas para saber que son sus aliados. ¡Los culpables de lo que ha sucedido en esta ciudad!

—Eh, haya paz, haya paz —intervino Hiro, en un intento de poner las cosas en su sitio.

—Venimos en son de paz, no queremos haceros daño ni somos aliados de nadie —le ayudó Kairi—. Destruimos sincorazón, igual que vosotros.

El hombre levantó una peculiar arma ¿un sable pistola? No hubo más tiempo para fijarse en sus características pues con la otra mano lanzó al grupo una bola de fuego que, a pesar de ser de un tamaño considerable, nadie tuvo problemas para esquivar. No obstante la ofensiva tuvo efecto en la conducta de algunos de los aprendices como Hiro y Kairi, quienes se pusieron en guardia.

—¡¿No se suponía que era nuestro aliado, nos has tendido una trampa?! Joder —gruñió Hiro, quien junto a Kairi, se preparaba para luchar.


—No entiendo qué le pasa. No es él mismo… —apuntó Aeris, algo que llamó mucho la atención de Edge, el cual no tardaría en tomar parte de los hechos.

—C-creo que se trata de un malentendido, ¿eh? ¿No pensarás que...? —dijo Fyk, temeroso de que se desatara una batalla irrefrenable—. No nos vas a atacar, ¿verdad? ¡N-nosotros no hemos hecho nada!

—No lo mataremos, o eso espero de los demás, pero espero que seáis los dos de confianza. Utilizad la llave espada para contusionarlo, no cortéis ni golpeéis en los órganos. ¿Entendido?

—No sé cómo evitaré hacerle daño, pero lo intentaré.

Las cosas no iban por buen camino sino de mal en peor, ¿atacarle sin herir? Sin duda alguna aquello era prácticamente imposible, y ambos bandos podían salir gravemente heridos. Porque ese tal León de bien seguro que no era moco de pavo.

—¡¿Pero qué estáis diciendo?! —estalló Fyk —¡No vamos a atacar a nadie! —dijo mientras se interponía entre los contrincantes— ¡¿Es que sois...?! ¡León piensa que somos el enemigo y vosotros sólo estáis dándole más razones para creerlo!

Fyk estaba desesperado, quería evitar una pelea entre dos bandos que parecían a punto de iniciar una contienda de un momento a otro. Sin embargo aquel niño, muy maduro para su edad, buscaba una solución pacífica. Lo pedía de corazón.

—¡No somos quienes crees! ¡Hay un... grupo de personas que usan los poderes de la Llave Espada para...! ¡Para...! ¡Para algo malo! Creo... ¡Pero nosotros no...! ¡Llegamos aquí por accidente y...! ¡Bueno, al... al menos algunos y...! ¡Esto no está bien![/color] —dijo cada vez más nervioso—.[color=#0000FF] Por favor…

Edge decidió salir de su estado de observador, se acercó al niño y le puso una mano en el hombro. Ahora, junto al chico azul, se hallaba entre los aprendices y León. Respiró hondo.

—Cálmese, señorito Fyk. Cálmense todos —dijo afablemente. Frunció el ceño, miró a Aeris y después a León—. No soy conocedor sobre estos aferes todavía… ¿mas no podría ser que el señor León estuviera siendo objeto de un hechizo causante de confusión? Creo que es un hecho innegable que la señorita Aeris ni siquiera comprende su actitud.

Invocó su llave-espada, pero, con la mano izquierda todavía en el hombro de Fyk, no adoptó ninguna nueva actitud, ni ofensiva ni defensiva.

—La llave-espada no es un arma corriente, no esta hecha para herir a las personas. Guía a la gente hacia la luz, dándonos la coyuntura de hacer felices a las personas —fijó su mirada en su Cadena del Reino y después otra vez en León—. La llave espada abre todas las cerraduras, incluso las del corazón. Si el señor León ha visto su juicio suspendido, nosotros seremos capaces de devolvérselo.

Edge se apartó un poco de Fyk, para tener espacio para moverse con libertad. Si León decidía volver al ataque, se defendería, pero no le dañaría.

—Sólo si les ataca, traten de desarmarlo, no de dañarle.