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Patético.Cierto. Mi actuación solo se podía resumir en aquella palabra, y por mi culpa Kousen y Fátima se habían llevado un buen golpe al perseguirme. Claro que yo no les había pedido que lo hicieran, pero era mi responsabilidad. Solo que en aquel momento no pensaba con claridad: estaba cegado por la rabia, la impotencia del momento. Me daba igual la demostración de poder de aquel hombre: iba a levantarme y atacarle otra vez. Era lo único que se me ocurría.
Pero mi cuerpo no contestó del todo. Creo que, si tuviese que describir cómo me sentía y por qué estaba paralizado, me quedaría en un punto entre el miedo y la impotencia. Aquello era muy distinto a lo que había visto en Espacio Profundo: era un mundo ya perdido, imposible de recuperar. Su luz se había apagado y los responsables se encontraban allí, en aquella misma sala. Y yo no era capaz ni de provocarles cosquillas.
Allí, tumbado contra la pared, más lágrimas de rabia surgieron de mis ojos. Estaba rendido, pese a que la expresión de ira y los dientes apretados eran perfectamente visibles. No era capaz de encontrar mi propia luz, mi propia razón de ser. ¿Por qué luchar cuando el motivo de tu lucha se había mostrado ante ti, corrompido y oscuro? Caballeros de la Llave Espada que habían pasado a usar esta como arma... A favor de la oscuridad. ¿Por qué luchaba?
Ser el mejor... Qué chiste.
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¿Destruir? —la voz del chico vestido de rojo parecía lejana, mofándose de mí y lo que le había dicho—
. Más bien lo hemos redecorado a nuestro gusto.No reaccioné. Quería hacerlo, atacarle con mi Llave Espada, la cual aún sujetaba firmemente. Pero... Ya no. No podía. Mi razón de ser... Mis credenciales...
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Debes ser el mejor."
Levanté la vista. Recordé aquellas palabras de Frost, hace ya años. Cómo me animó, cómo siempre estuvo a mi lado para luchar por aquello en lo que debía creer. No por mí, sino por ellos. Por los demás.
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¿Acaso no os lo dije? Estáis aún demasiado verdes. Pero, si bien vuestras habilidades son mediocres, quién sabe lo que esconden vuestros corazones…Me llevé la mano al corazón, pensando en mi poder. Recordé las risas con Frost, los buenos momentos... Desde la destrucción de nuestro mundo habíamos sido muy amigos. Sin él no sería lo que era en ese momento. Sin él, hubiese seguido siendo aquel chico débil e inseguro, emocionalmente inestable... Sin un corazón fuerte.
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¿Vas a dejar de actuar por tu maldita cuenta? ¡Conseguirás que nos maten a todos tú solito!Levanté la mirada y me quedé observando a Fátima unos segundos. Había fallado a la palabra de Frost. Debía ser
el mejor, debía ser el gran Kit. Mis compañeros debían admirarme y seguir mis pasos, mi liderazgo. No ir detrás de mí para la derrota segura, sabiendo que no podrían vencer a aquella situación. Debían confiar en mí. Verme como quien pretendía ser: un auténtico Caballero de la Llave Espada.
Kousen a mi lado apareció con una nueva Llave Espada. Hubiese lo que hubiese sucedido, él había avanzado un paso más en su viaje. Tal y como yo debía hacerlo también.
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Vayamos juntos.Hitori me extendió la mano, ofreciéndomela para levantarme. Antes de hacerlo, observé a todos y cada uno de mis compañeros... Mis amigos.
Hitori, que siempre confió en mí pese a tratarle como le trataba, enseñándome el valor de la amistad verdadera, de los amigos que podían poner un hombro cuando se necesitaba.
Nadhia, que siempre pensó en mis buenas intenciones pese a mis errores, confiando ciegamente en que mis acciones no eran malignas incluso cuando tampoco eran admirables.
Fátima, que pese a su actitud cortante conmigo por mi carácter pedante y arrogante, siempre me indicaba el camino correcto a seguir, quisiera yo o no.
Kousen, que aunque solo le conocía de otra misión anterior y esta aventura, avanzaba en su propio camino hacia la verdad.
No pude evitar mirar al suelo un momento más y que un par de lágrimas cayesen. Tonto, había sido tan tonto. Para ser el mejor no debía desprenderme de los demás y hacerme valer por mí mismo. Tenía que confiar en mis amigos, apoyarme en ellos, ser un equipo. Ser el mejor no valía de nada sin ellos.
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Gracias."
Tomé la mano a Hitori y me levanté gracias a su ayuda, observándole directamente a los ojos. Después miré hacia el interior de la habitación oscura, sabiendo a lo que me enfrentaba esta vez. Fátima se me adelantó a entrar, con sus propias preguntas. Pero la detuve con mis palabras:
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Fátima... Espera.La miré unos segundos. Después dediqué una sonrisa a Hitori algo débil físicamente, pero llena de energía.
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Vayamos juntos.Y así, todos entramos en la habitación, yo sin soltar la mano a Hitori, dispuestos a encararnos al que había creado aquella situación. Pero esta vez no lo haría como el chico arrogante y que pensaba que sus valores valían más que los del resto. Me bajé los cascos de los oídos, dejándolos caer sobre mis hombros. Pichu volvió conmigo, escalando mi espalda viendo que ya me había recuperado del golpe, y se agarró con fuerza a mí.
Las cosas habían cambiado.